jueves, 21 de agosto de 2008

Una pared rota

Una pared rota
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

Una pared rota flamea inmóvil
a mitad del sendero abandonado,
el viejo camino al lugar maligno.
Un amargo sabor nace en la garganta,
alucinaciones nuevas nublan la vista,
cuando el precipicio de los terrores
anuncia su cercanía con un vaho,
alrededor el silencio asfixia,
la hierba marchita se extiende
sobre la roca plomiza.
Una empalizada
de rancios troncos,
despedazada,
pretende detener a los visitantes,
fantasmas de muerta mirada.

Parásitos
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

Las tablas del piso se remueven tibiamente,
las cabezas de los clavos repiquetean,
un temblor infesta a los pocos muebles,
la tinta se vuelca sobre hojas blancas,
el oscuro hilo de pintura se desborda,
cae al pie del escritorio desteñido.
Hace días que las cosas están mal,
muchos ruidos extraños se oyen,
uñas que rascan la madera,
o gruñidos de un ácido tormento,
algunas tablas ya se salieron de lugar,
y se sacuden sobre huecos indescifrables,
incluso tiritan los cristales de las ventanas,
podrían estallar en cualquier momento.
Supongo que es hora de decidirse,
de arreglar esta situación de la mejor manera,
tomaré el hacha con que doblego a la leña,
abriré la puerta que conduce al sótano
y me enfrentaré a las bestias ocultas.

Gomorra
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

Me despido de la ciudad en silencio sepulcral,
mi frente contra el cristal, mi pena fortuita,
hasta mi triste mirada sin sentido alguno
se van alejando de aquel trágico rincón.
Fugazmente avanza el bus hacia las afueras,
brotando del profundo pozo por una carretera
que se va deshilando de las sombras edilicias,
un gigantesco fantasma sobreprotector vuela
con su manto gris sobre aquella miserable metrópolis,
donde dejo algunos recuerdos dolorosos,
y manos invisibles, sin formas ni rostros,
parecieran surgir en el aire desposeído,
como un reguero de señas, de puro adiós;
unos labios transparentes se mecen en el viento,
con palabras mudas que sólo yo escucho,
una bocanada fabulosa de tibia calidez
empuja el borde del cielo atormentado,
la lluvia está pronta a caer y vaciar las calles
de aquella impía urbanidad que se petrifica,
que se hunde entre las rocas
y desaparece para siempre.

Necropsia
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

Cuando la tensión del día se acumula
y fastidia de irritaciones a pobres huesos,
cuando la televisión irradia señales cancerígenas,
la última cucharada de café se derrama en el suelo,
hasta las velas empiezan a alumbrar con fallas,
hay mucha ansiedad en la punta de los dedos,
una necesidad desesperada de huir ciegamente
en esas horribles madrugadas,
en que las cosas se sienten en realidad tan mal;
alguien podría beber un buen trago
de esa botella olvidada a propósito en la bodega,
tomar una pala y subir a la camioneta,
se dirigiría al cementerio del pueblo,
husmearía entre las cruces oxidadas
en busca de un nombre de significado personal,
luego cavaría hasta desnudar el ataúd,
asiría el cadáver hasta la luz de la lámpara
y charlaría un rato sobre cosas desperdiciadas
con aquella entidad ida, sin rastro de aliento,
sobre muchas cosas, abundantes, tan necesarias;
alguien podría hacer eso o echarse a dormir.

Alcantarillas urbanas
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

Un minero deprimido se dirigía
al agujero de una alcantarilla gris.
El día anterior besó a sus hijos,
abrazó a su mujer y bebió con sus amigos,
esa mañana se puso el casco y se fue,
puso los pies en las escaleras del túnel,
su sombra se perdió en la oscuridad
de vetustas cañerías de la ciudad,
entre goteras inciertas que llueven
entre las húmedas y putrefactas paredes,
ratas que nacieron ciegas
gritan entre los pasillos empolvados
un clamor desesperado de destrucción;
este es el mundo de sueños agrios,
las venas cancerígenas del pavimento,
que no conocen otro sol más que el terror;
aquí se estanca la gloria del minero,
se pervierte la fe y se palidece de fiasco.

Locura
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

El tren se está sepultando en un túnel,
un frenético tintineo se apodera de los vagones,
los cristales tiemblan, casi se desdoblan,
crujen todas las tablas, crispan los rieles,
la abominable noche de tierra llega,
mordisquea la luminosidad del día,
tiende una venda de ceguedad entre los pasajeros,
mientras diminutos destellos esquizofrénicos
asoman al borde de muchos ojos
y sonrisitas sarcásticas se mutan
en los rostros desaparecidos en la oscuridad,
exagerados gestos de agresividad
se dibujan en el aire deforme,
los gritos se derrumban desde el fondo
y hasta el tictac de un abandonado reloj
es parte de una gran conspiración de locura.

Violación
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

Una pobre víctima extiende una mano,
sus dedos embarrados apenas se agitan
entre la hierba silvestre,
ramas secas y espinosas se cuelan
entre sus uñas enrojecidas,
el falso murmullo de su voz
emerge desde una lejana garganta
buscando un vano pedido de socorro,
mientras el atardecer se derrama
en un horizonte escabroso,
percibe entre sus sentidos confundidos
un aire de dolor,
un mar de heridas salvajes
que resquebrajan su alma en trozos.
¡Qué infinita tristeza
cuando todo acaba cínicamente!

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