viernes, 16 de octubre de 2009

Diario de construccion



"La nuestra es esencialmente una época trágica, así que nos negamos a tomarla por lo trágico. El cataclismo se ha producido, estamos entre las ruinas, comenzamos a construir hábitats diminutos, a tener nuevas esperanzas insignificantes. Un trabajo no poco agobiante: no hay un camino suave hacia el futuro, pero le buscamos las vueltas o nos abrimos paso entre los obstáculos. Hay que seguir viviendo a pesar de todos los firmamentos que se hayan desplomado."
D. H. Lawrence, Lady Chatterley's Lover (1928).


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* "mas tarde quiero venir a vivir contigo para siempre, pronto"
* películas en circulacion
* hemos llegado a ese momento en la noche en que nos queda poco tiempo
* mucho silencio
* una multitud de corazones de piedra en todo el mundo
* capaz de demostrar que, maldita sea, si hay...
* otoño 2009
* que hoy no importe
* 386 poemas
* control de avión?
* yo veo el camino claro y disperso
* con ella terminó todo
* uno es la esperanza de algo
* el dinero, de la liberación, de la solidaridad
* necesitame
* yo siempre voy a estar a tu lado
* este instante siento que ya lo soné
* buscar entre el publico
* que triste es así
* mirando el mapa y el calendario
* el corazón lanza al universo
* picadura hormiga despertar realidad
* aun me sigue la niebla de posadas el agua fría del tamesis
* donde estabas cuando el satélite fotografió tu lugar, en qué mapa
* como hablar con un suicida drástico, condenado a muerte
* mujer desnuda con arma
* todo me parece un sueño demasiado largo en el que estoy despierto
* el maleable ser humano que en manos de dios es sueño. los actores
* otra vez se inunda un tiempo profundo
* una sensacion me hizo sentir furia y se filtro a un sueño
* nadie entra en mi universo
* la bestia en la rivera
* si alguien me hiciera vudu y clara alfileres en el pecho de un muñeco para que me doliera supongo que sentiría en el corazón la sensacion que da mientras camino a casa
* el sol un disco de luz cruza el cielo en un segundo de un horizonte a otro
* los lobos acechan todo el camino
* lince spirit (earth)
* ni te imaginas como ella esta triste cuando vos estas así. rezó mucho por vos
* los actos secretos
* las fotografías de una estrella
* la filmacion en un matadero
* los ángeles que tardan en descubrir lo que son
* a quien tienen encerrados en los manicomios
* tus pupilas ven un existencialismo ridículo, la idea que se hace en la cabeza
* mi obsesión se alimenta con el rechazo a sufrir por una imposibilidad me exijo como un oro maldito
* un paso un menos segundo antes de entrar a la catedral del instante
* dos meses de vida
* a esta pobre planta no le importa el futuro de la empresa
* el asesinato de un policía
* cauce de aguas negras
* asistencia forzada al suicidio de la individualidad
* innecesariedad de la humanidad ante mercados tecnologizados
* disco eterno absorción del alma por la palabra
* funcionario de la vida
* ordenación de diacono, imposicion de las manos
* porque no se yo
* arboles muertos
* lo único que podemos hacer es trabajar para que mañana sea diferente
* solo con el corazón se puede ver con claridad lo esencial es invisible a los ojos (P)
* el destino seráfico de contemplarla
* la maquina somos nosotros
* la vida no es tan breve como se piensa
* nadie se dio cuenta de nada
* yo no dormía mas me pasaba llorando tampoco comía y deje de respirar así trate de quitarme la vida. porque me dolía lo que pasaba
* parezco el personaje de un sueño una sombra perdida en la muerte de la noche
* como quiero que me quieras
* sin querer te llega la destrucción
* cuando la música alcanza esa vena profunda
* existe siempre la posibilidad de ir al limite
* la idea de maquinar un plan demasiado grande

* "hoy una parte de mi ya se apago, llore toda la tarde" - 10/Oct/2009
* "la esperanza de seguir viviendo no tengo por que luchar mas" - 10/Oct/2009
* "hoy fue uno de mis peores dias... yo esperaba que mejore pero nada de nada para que luchar mas si todo se fue a la puta" - 10/Oct/2009



Diario de una destrucción

sólo soy feliz en mis sueños nocturnos
y sólo voy a estar bien en mi noche eterna

de mí se ha enamorado
una vida no correspondida

siempre más terrible la muerte

estoy enamorado
enamorado de una casa abandonada
me gusta verla casi todos los días
se ve solitaria, tan desolada
pensar que allí vivía gente
era el domicilio a donde volver
la cama segura donde acostarse
el espacio para ensecretarse
hoy la maleza pelea el patio
los trastos invaden las habitaciones
la oscuridad despierta más pronto
es la casa donde nadie vive
nadie canta nadie sueña
la siento tan propia


miércoles, 30 de septiembre de 2009

setiembre oscuro



en la hora más oscura, despierto
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

y me pregunto por qué tengo sueños horribles
en la hora más oscura despierto
sólo me responde el ruido en el techo
de las ramas de los oscuros árboles
en el espiral del silencio mi mente gira
en una carretera distante huye un camión
el murmullo se pierde entre cientos de paredes y patios
desapercibido atraviesa miles y miles de camas
en las que innumerables desconocidos yacen vulnerables

al corazón de la oscuridad
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

no queda nada más que seguir adelante
aún cuando mi corazón sea frío y oscuro
la crueldad desatada ronda secretamente
camuflada en la noche y en los rostros
en un camino de largos silencios
oculto mi deseo intencionalmente
en la libertad de observar a la gente
el viento eclosiona sus murciélagos
que pueblan de negro este pueblo
mis pupilas se dilatan y ya nada me delata
me engendro en espía de la oscuridad
porque es todo lo que siento

la sonrisa en la foto
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

la sonrisa en la foto me recuerda
a un pasado que se agrió al distanciarse
por tantos presentes que entraron a casa
gemelos de alguna perversa maldad
como trenes que no pararon de llegar
hasta colapsar las calles y los campos
y las ambulancias murieron sin salidas

tan temprano
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

así que te levantaste temprano
hay un frío temblor en los cristales
un murmullo constante
camuflado tras el silencio
debe ser el impersonal sistema
que no se detiene nunca
vibra desde sus lejanos sótanos y carreteras
se ha levantado una carpa durante la noche
mientras todos dormían solitariamente
así que mañana habrá una sorpresa
abrirás la ventana y verás el monumento
porque ya no depende más de nosotros
ni de si compramos o vendemos
si votamos o dejamos de percibir
la humanidad es sólo una máscara
deber ser el dios fantasmal de nuestro ego
que hoy habita esa conciencia
tan imprecisa y orgánica

ejercicio visual
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

mi corazón cuervo murciélago
tiende su oscuridad a las palabras
profeta maldito en mi propia tierra
parcelada por lujurias trágicas
sueños arquitectónicos del pasado
se sublevan ante el tiempo acangrejado
el mar expulsa a los ahogados ilegales
en la noche estafada a los perros ciegos

ejercicio vacío
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

mi mente tampoco ha podido descansar
permanecí atrapado en esta franja de realidad
entre pensamientos desperdiciados e inflamables
me he vuelto tan sombrío nuevamente
un personaje gris entre los desposeídos
simplemente arrastrado por la invisible rutina
en el rumbo del fiasco y a la deriva
del agotamiento de otras percepciones

viernes, 24 de julio de 2009

mientras llega agosto



acerca de la fe
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

qué sabés acerca de la fe
siempre estoy atravesando la maleza de la realidad
para llegar a vos como una emoción
podés preguntarme quiénes somos o a dónde vamos
para repetirnos la historia de dudas
como millones han hecho y harán
¿no te dije que me estaba derrumbando?
la marea ha vuelto más fuerte por dentro
y me arrastra desde estos cristales
voy descendiendo
viéndote a través del agua cristalina
tu sonrisa es mi pequeño cielo
tu triste sonrisa
viéndome desde esa superficie
cómo podrías saber lo que es verdad
que mi corazón no es el que sufre latidos
el sentido de lo que siento es secreto
mientras me aproximo a tu mudo dolor
a través de los destellos y fragmentos
tu triste sonrisa

hoy te encontré
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

hoy te encontré
coincidimos en el mismo cielo
en la única soledad
supe luego que huías del dolor
yo iba de paso por mi destino
calqué tu sonrisa en mi espíritu
mientras enredábamos nuestras alas
elevados sobre los mares más infinitos
te seguí hasta un bosque extirpado
y te perdí en una ciudad gris
la lluvia tendió sus cabellos
pero te busqué con toda el alma
asomé a los picos más nevados
por si veía algún reflejo de tu huída
di mil vueltas al planeta
calando el aire detrás de tu brillo
ese día supe que saliste del coma
te me hiciste inencontrable y desalada
entre tantos párpados desoñadores

qué fácil es llorar
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

me hiciste saber en la distancia
que estabas llorando sola
que la pena te ahogaba
vi a los lejos por las ventanas
que el cielo recortaba grises edificios
una oleada fría venía a separarnos
vi en las calles la prisa y la desolación
fluyendo agua sucia en las cunetas
planteras vacías en los balcones
un hombre desesperado sosteniéndose la cabeza
un pálido perro durmiendo en la sombra
vi en la indiferencia qué fácil es llorar
porque la sal de la soledad irrita más fuerte
la opresión de la rutina nos aísla tanto
buses repletos de indiferentes encuentros
edificios repletos de pequeñas cárceles
hospitales y escuelas encarcelándonos
discotecas y panaderías y bancos
corazones candadeados como bicicletas
mentiras sostenidas por el miedo
extrañándote tanto desde esta ciudad
me impulsé hacia la superficie
entonces vi que estábamos sumergidos
todo anegado por el mar inmenso
y encima no había absolutamente nada

museo de los inmortales
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

la memoria del dolor debe ser incómoda
debe dar ganas de salir enseguida
de cerrar o esquivar la mirada
de emitir algún ruido para tapar su sonido
no debe ser un paseo por el mismo pasillo
o para interpretar la desesperación de las paredes
no un edificio no tantos años o víctimas
ni la exhibición pasmosa del aire muerto
donde recrearse e instruirse de la quietud
esa memoria debe doler al recordarse
sentirse fuerte en el fondo del ser
arder en la vena humana profunda
verse en el espejo roto
reflejarse en su oscuridad fragmentada
en esa inconsciencia en que nos vaciamos de moral
y que da una vergonzosa versión de nuestra esencia

Ensayo desde el alma I
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

y les mirás a los ojos corajudamente
porque venís de esa gente que ha llorado
impotente ha visto su destino más sombrío
le han quitado el escenario a toda esperanza
y cayó en un pozo profundo tu corazón
en que se ha despedazado la rutina común
te rehiciste a través de los días del humo
como pequeñas mariposas que emergen de las cenizas
con sus alas rotas y sucias y estropeadas
deambulan en la desolación sin sentido
ansiando que deje de temblarte ese susto
que se rompa el sueño de la realidad
y caigas de repente en el mundo destragedizado
por eso podés mirarles con tus ojos poderosos
mirarles con tu alma más valiente que nunca

sábado, 11 de julio de 2009

homenaje a mis incertidumbres




bendita
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

que todo te vaya bien, siempre
a los ojos de la severidad
en que se quiebra el cielo en tumulto
caen los viejos árboles del destino
llega la luz
llegará y todo lo bañará furiosa
el instante será extirpado
no tendrá memoria ni futuro
llegará el agua suavemente
acariciará los mansos tobillos
hasta que llegue la ola pálida
y su grito queme los nombres
mi amor llegará amor
con sus dedos de terremoto
una ácida caricia de viento
como una pared de fuego frío
con todos los sentidos desapasionados
vendrá hasta este punto incierto
y será la venganza del olvido
siempre que brille tu oro

despedida
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

la voy a dejar
mis pasos extinguirán el sendero
no habrá más señal en el vacío
ni luz en un horizonte sombrío
el muro se va a cerrar y desaparecerá
las aguas se van a cerrar y a evaporar
el viento llevará las ciudades como polvo
se cerrarán las carreteras como venas
todo el campo se hará un trazo ilegible
se va a cerrar el mapa y arderá
el fuego se va a cerrar y desertará
el desierto se va a encerrar en su arena
una oscuridad pura rodeará las pupilas
luego se cerrarán en la inexistencia

daño colateral
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

entre los escombros aún humeantes
los sobrevivientes escuchan un pálido sollozo
heridos en la sustancia de la noche
quemados por el fuego de la muerte
con sus moradas destripadas al cielo
vaciadas hacia una ciudad irreconocible
sólo se palpa la simetría del caos
a través de la ceguera del terror
se elevan las voces pequeñas y débiles
volcadas hacia el tumulto de un mar incierto
la arquitectura de los bombardeos aguarda
bajo el manto sigiloso de la oscuridad
las balaceras refugian sus estatuas
ocultos cuadros pintados con sangre
el alba revelará esta triste exposición
los pocos hijos de la cruel supervivencia
encontrarán intacto al niño llamado odio

llueve tarde
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

el presente
pasado
y futuro
nada
que la vida se me pasa
en silencio
llega el suave rumor
la lluvia golpea los tejados
en otro vecindario
avanza voluptuosamente
como un ejército
con sus bombardeos
abrumado
doy la bienvenida
a una oscuridad espléndida
en que todo calla
sólo reina esta displicencia
que tarde me recuerda
a esos días en que tus ojos brillaban
por el cristal de una ventana

un largo día de lluvia
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

un largo día de lluvia
vuelve el agua de tiempos muertos
con sus pobres fantasmas
sus eternos embustes
tras la dulzura del primer sabor
sube el verdadero gusto de todo
tu triste ilusión del sentimiento
siendo poseída por otra voracidad
en el centro de la furia sensorial
agazapada al borde de la nada
tu penoso destino ante el futuro
tus barcos desamparados de puertos
en un océano de tragedias y dolor
tu voz imperceptible y distante
tu corazón ignorado y fugitivo
marginado de la profunda corriente
mi insignificante memoria
que deja escapar demasiada arena

tuve una fiesta ese día
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

tuve una fiesta ese día
hubo una pausa en su mirada
quien hablaba se interrumpió
y miramos como si fuera a verse
a través de las paredes
de los cristales de las ventanas
de las ramas de los árboles
de los dedos de los fantasmas
porque volvía yo de mi calavera
apenas ayer que viví ese tiempo
el que nos resta por tocar
y sugiero que no lo usemos
pero volviendo a esa pausa sutil
porque luego volvió la música
alguien estalló en carcajada atrás
y la última palabra renovó la plática
supe que no podía ir más
abstraerme de tanto presente
renunciar a demasiados métodos
porque tenía que ser el mismo
para acabarme como era conocido
en una era que podía medirse
y en un sitio que podía planificarse

un amor indeseable
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

te adoro en silencio
viéndote tan distante e incierta
por las persianas de la casualidad
cualquier aspecto tuyo se me apuñala
como un destino indeseable
trágicamente imposible y triste
mi corazón carece de respuestas
no puedo justificar esta locura
voy como infectado por la sed
ansío beber de tu mirada
de tus labios y de tu piel
voy como castigado por nada
injustamente padeciendo esta obsesión
sentenciado a este culto involuntario
encadenado a un solitario misterio
que es sufrir al quererte tanto

la absurda palabra
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

escribir es tan absurdo
tan absurdo y dañino
no vale la pena
sufrir es innecesario
[virginia woolf
sylvia plath
alfonsina storni
hemingway…]
odio sus armas
su revólver en el ropero
entre la ropa interior
todo termina por asentarse en mentiras
una pequeña palabra
que cambia el curso de todo
y se aleja consecuentemente
se pierde lo que creíamos que era auténtico
y se fortalece el desengaño
se forma el mito
un mito inútil, bastardo
que también va a concluir
y su utilidad o recuerdo
será despreciable
no valdrá la pena
por nada

micrófono abierto
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

la prédica vuela por el techo
desciende suavemente
se vuelve a elevar y gira
va por el pasillo
el anillo de las palabras
el túnel de los sonidos
rebotando y afirmando la línea
va hacia el portal
roza los ventanales
arde al sol
###
estoy tratando de encontrarme
de expresarme
de escribir
de repetir
de sonorizar
vibrar
de que mi tráquea
la faringe
laringe
el esófago
alveolos
pulmones
arterias
músculos
diafragma
que el metabolismo
el cerebelo
la mente
impalpablemente cesen
su carrera
su rutina
que desasosiegan
y me dejan fuera
lejos de mí
###
no sé qué me falta
no sé si voz
si mirada
si show
si escenario
micrófono
una tarima
una silla
personalizar sílabas
aguantar futuros
saber
ignorar
aprender
esto no funciona
estonofunciona
estonofuncionaestonofuncionaestonofuncionaestonofuncionaestonofuncionaestonofunciona
la siguiente oración no me gusta
a nadie gusta
es mala
temible
vana
falsa
farsa
nadie
###
me pregunto cuál es la prenda que tu padre más odia que vistas
aquí no no no no no no
[abruptamente cerrado]

debo confesar que no puedo con este amor
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

debo confesar que no puedo con este amor
porque me sangra en el pecho y las manos
aunque intento sostenerlo y resguardarlo
me duele como si ardiera un ladrillo
no puedo construir la posibilidad
ante los vientos tormentosos
que sacuden virulentos
golpean cortan rompen la piel
un llanto terrible e infinito
se sella en el recuerdo
de cualquier instante de esa temporada
y nunca sé si podría terminar

enlace depresivo
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

no hace falta ser ningún poeta
ningún artesano o científico de la palabra
ningún pensador
la vida se me va
qué desastre
se siente todo mal
esto no funciona
no avanza
no me alivia
es tétrico
patético
nulo
y el terror ronda por fuera
en torno a lo que quiero
solitario
ambicioso
perdido
errado
fugado de su destino
me da un vacío terrible
yo no dejé de escribirk,adjwqifjaefjqeio13089’82fmlq!(•$7$%904MNJ

viernes, 26 de junio de 2009

hoy puede ser



una noción de la paz
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

va lejos caminando una figura
en medio de la pradera
por debajo del horizonte
en el camino se teje la empalizada
que se muta en alambrado
en muros y en arbustos
sube el humo de hojas grises
pasa alguna bicicleta
una brisa algún ave
el cementerio es un paraíso
un césped descrucificado
recortado por tupidos árboles
si no nubla hoy es pleno azul
y los verdeos son resplandecientes
como en un sueño
caminando por un sendero
sintiendo una noción de la paz




un día de campo
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

se termina el camino
ya sin pavimento sigue el sendero
sólo el camino nuevo
el suelo intacto
el césped salvaje
las raíces de las hojas
el manto de los climas
más allá un caballo recostado
un tronco caído y floreciente
un horizonte irregular de bosque
y al final la casa abandonada
donde se guarda la noche
mientras el día brilla bien alto
lejos de este custodio

grandes cuadros
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

quiero volver a pintar los grandes cuadros
la extensa hormiga
la inabarcable paloma
las arenas separadas por kilómetros de vacío
los radiales de tus ojos como numerosas estaciones
la cuchara como una mano de montaña
la gentil pisada del colibrí
sobre la espalda de un huracán de flechas
pulsadas por los toscos dedos de los niños nativos
cayendo sobre el cristal eterno de las rocas
sobre el techo del bosque de la sequía
cerca de tus labios de planeta imperioso
cerca de mi mirada de cielo final
baten sus alas las llamaradas del sol
ante nuestra pequeña piel incandescente
delicada línea de la lluvia fugaz
relámpago vivo de las estrellas fallecidas
en el polvo celular que expande su satélite
corazón minucioso que estalla universal

bajando
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

bajando las escaleras
entre imágenes recurrentes
entrando en el agua
alumbrando entre las sombras
seguí esa pálida espalda
ese cuello apenas evidenciado
detrás de una cabellera agitada
por la brisa de los escondrijos
saliendo del agua
emergiendo de la piedra
superando el pasaje de caracol
la huella de la barandilla
siguiendo esos pies desnudos
esas piernas tensando la falda
recortada por una sola vela
ese talle que flota frágil
en una caída de silencio y misterio
bajando las escaleras
bajando y luego quién sabe
la lumbre se va apagar

aire
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

no tenemos guantes puestos
el rostro va doler desnudo
como un viento helado
que llega desde el mar
o antecede a una tormenta
el aire irrespirable del mundo
el de las galaxias pequeñas
a las masivas soledades
la brisa de una guerra eterna
o el aliento de un bosque privado
el techo de una gran ciudad
el vendaval de algún aeropuerto
así en el aire en que somos humanos
y en que dejamos de serlo
van a doler los puños
va doler respirar
mientras el impulso de los golpes
lanzará olas hacia lo indecible

lunes, 15 de junio de 2009

me voy al mar




disolvente
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

vuelvo a meter la mano en el mar
agito su sábana por una costura
su espalda vibra como un escalofrío
mi sombra se hunde y se disuelve
profundamente nada mi miradaremolcada por olas morientes

etéreo
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

aceptame en este sueño fascinante
en que bailo contigo dormida
reposa tu cabeza en mi hombro
flotan tus pies este etéreo ritmo
sabes que hay algo que no puedo decirte
siento que latimos fuera de nuestros corazones
que la verdad es demasiado pura para probarla
así que en esta noche nos mentimos mutuamente
viviendo para este momento despredestinado
es otra la rutina para los que dicen amarse
solo quiero sentirte próxima y dormida
alándote en esas cumbres imposibles
sumergiéndome en la noche de tu mente

la voluntad
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

soy dueño de fracturar cada instante
en la incesante lluvia del tiempo
de torcer cada gota en mi sendero
con cada decisión que escoja
de construir un destino nuevo
encima del lecho en que se me ha destinado
pudiera seguir grises rutinas si quisiera
o mandarme a praderas de mi autoridad
puedo gobernar mis días monárquicamente
o empeñar mis horas a un horario vacío
celebrar en mi corazón una libertad ideológica
o no poder dejar de latir hasta que me tengas
porque ya deberías saberlo
podrías hacer que haga lo que quieras que te haga

reflexión romántica
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

así que la mano de obra está aquí
remodelando la cocina
el director de obra se debe al gerente
quien rinde cuentas al administrador
a su vez trata con un propietario
-unas pocas veces al año-
que es vocero del consejo ejecutivo
que representa a los accionistas
cuyas cuentas crecen caudalosamente
mientras los operarios van refaccionando
diversas casas en toda la ciudad
en distintas ciudades del país
en países tan distantes como éste
pienso en la cima de esta pirámide
en que un rico elige entre cientos de autos
sucediendo suntuosas fiestas tras fiestas
en que dilapidan montañas de comida
y sorben litros de líquidos costosos
pagan millonadas por un pedazo de tela
o por alguna baratija cubierta de oro
despreocupados de la estructura
que los mantiene flotando en la cima
y de mi cocina más decorosa
pienso mi amor
que vos con tu belleza y juventud
y yo con mi talento
y mi habilidad para hacerte el amor
no podríamos escalar a tanto
qué raro que no podamos romper este nivel
y manotear ese cielo tan pesado
tan cargado de aire acondicionado
de piscinas mansiones y almohadones
pero te veo en la cocina tranquila
despreocupada de las preocupaciones
y entonces sé que me basta
con tu mirada, besos y caricias

poesía (versión matinal)
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

‘el destino’ concluye ella
viste emocionada la palabra que le di
miro su espalda y sus músculos se tensan al voltear
y me lanza una mirada como si la hubiera creado
y yo que puedo rasgar la alfombra de la noche
entrar en el océano que palpita bajo la apariencia
desenfundar la escalera desde la electricidad
sin embargo ella no necesita hacer poesía
ella misma lo es

martes, 19 de mayo de 2009

un día en que me decidí a subir esta entrada



el alambrista

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

el viento otra vez
me eleva y nos eleva juntos
quiero que cierres tus ojos y vueles como nunca
vamos rápido quizá a nueva york
entre las nubes de los rascacielos
para sentir el vértigo de la ciudad
el repentino frío de un viento creciente
quiero vernos reflejados en los ventanales
sobre un centenar de pisos vacíos
hasta posarnos en el hombro del alambrista
observar la concentración de su arte
su felicidad por una desafiante hazaña
su delgado sendero de voluntaria fatalidad
y respiramos sobre esa imagen inmensa
toda la urbe parece una pintura yaciente
vibrando diminutos parpadeos de fondo
el aire lascivo nos envuelve fríamente
hipnotizados en esa paz de mortalidad
qué fácil sería ceder sin pensarlo
escuchamos el cúmulo de voces agrupándose
como si estuvieran hablando en una ventana
suben los ruidos tan vivos y plenos
hasta este cielo escalado por el cemento
hasta esta cuerda palpitante
mientras cruza un avión descendiente
pero no llega sonido alguno, todavía

qué huella queda
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

qué huella queda del placer
cuando se agota su dulzura en la sangre
cuando se pierde en el invernadero de la memoria
se marchita como la flor del fuego
los párpados dan continuidad a la imagen
aparece una ciudad simple
y las venas callejeras de la rutina
durante años viviste encajonado
aunque en la esquina tenías una playa
el patio trasero lindaba con broadway
a dos cuadras se veía el louvre
sólo cinco minutos te separaban de tlatelolco
cruzando el puente tenías el london eye
abriendo la ventana verías el taj mahal
o doblando antes andarías por calle corrientes
tanto tiempo viviste sin ir a ningún lado
anclado en el mecánico autoconsumismo
en el andamiaje del calendario comercial
encerrando amigos en artefactos electrónicos
qué huella queda del placer de vivir
atado a los viejos fantasmas
a los rieles forjados por poco dinero
tu foquito se va a apagar igual
habrá un reemplazante más joven en tu empleo
un inquilino desconocido en tu habitación
algún mendigo rebuscará entre tus pertenencias
todo tan desechable

pinocho humano
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

el pino celebra su humanidad
ahora el fuego le duele
el filo brota una savia roja
el mar estrangula sus pulmones
como mortal padece la sed
el apetito somete su rutina
el cansancio exige su sueño
crece a una confusa pubertad
el deseo se despierta urgente
junto a la imprevista capacidad de concebir
conoce el empleo y las deudas
la posibilidad de una riña
la fragilidad del corazón
llega el duelo por los seres queridos
la soledad de los recuerdos
la ingenuidad de la esperanza
el desencanto de algún vicio
o la evasión de alguna pena
le anega el aserrín de las responsabilidades
sea la paternidad o una cuota fiscal
la amargura del desengaño
algún divorcio o despido o prejuicio
acontecen las enfermedades y la vejez
los fastidios de la inutilidad
hasta que sólo queda entrar al cajón
y pudrirse dentro de la madera

cuando se filtra una pesadilla
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

los gritos entran en la pesadilla
se atrofian en el túnel ciego
no llegarán al alba de la realidad
la percepción fija será un muro
del otro lado nada más habrá
por lo que será inexistente
sin embargo la evasión fluye secretamente
en las venas más profundas del pensamiento
formas se dibujan en los sueños fugaces
que por misteriosas se pierden al regresar
todo lo sufrido se vuelve a sufrir
lo recordado se separa de lo vivido
como un detalle agrandado en un cuadro
que se desfigura en el exceso del plano
se hace perenne y se llena de fragmentos
de piezas de otras imágenes fragmentarias
una y otra vez se dispersa el gran cuadro
que imponente se desborda en el muro
con nuevas e inciertas pinceladas reveladas
cuando vuelvo del desmayo de la noche
y no recuerdo el camino de mi olvido

nuestra lucha
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

nadie va a creer todo el horror que he visto
todas las tragedias de las que hemos sobrevivido
tanto dolor y tantas heridas que he presenciado
mientras la muerte danzaba furiosa entre nuestras velas
y la oscuridad elevaba su ola como una montaña
en las peores fauces fuimos tropezando
apretando tan fuerte el corazón
para que la desesperación no lo reviente
abrazamos nuestras almas en silencio
y con la mirada nos dimos aliento
pusimos la sangre de nuestra pasión
dimos todos los ríos de lágrimas
enfrentando los puñales con una extraña fe
encarando a la desdicha con un intenso latido
nadie va a vivir lo que nosotros vivimos
ninguno va comprender lo que ha sido
jamás sabrán lo que es esta trinchera filosa
en que atesoramos cada instante juntos
cada partícula de vida que aferramos
ávidamente

pueblo
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

pero mi nombre es pueblo
voy a salir de todas partes
de las sombras de las calles
desde los campos más distantes
por más que transen y amenacen
por más corrupción e impunidad
más fuerte será mi impulso
mi voz encontrará su viento
y mi puño firme se elevará
porque la justicia viene de abajo
y hace temblar hasta el techo
porque mi sangre es mi única pertenencia
y pertenece a esta tierra que me engendra
por más prepotencia que demuestren
por más descaro y arrogancia
mis venas se unirán en un único latido
mi mirada no va a ceder ni a bajar
mi pie no va a retroceder ni huir
porque repentina y espontáneamente
siento que me llama la libertad
mi esencia clama vigorosamente
por defender mi pasado y este presente
para que no me arrebaten nuestro futuro
donde sueñan los hijos de mis hijos

lunes, 18 de mayo de 2009

funcionariado de la vida

el turista
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

he estado tan lejos
en una tarde de londres
en una vida en paraguay
tan callado y tan reflexivo
he pensado en siberia
a veces escuché un relato sobre parís
pero lo que tengo es esta soledad
en una simple banca del parque
desafiando la tibia mirada del sol
viendo los barcos quietos
a las aves volando bajo
he estado tan largamente silencioso
cargado de impresiones inolvidables
ni las compartí con la poesía
ni las capture en fotografías
junto al río sentí la dicha
a las espaldas de la ciudad
mientras oscurecía en mi paradero
nadie podía saber dónde estaba
nadie podía ir a encontrarme
nadie podía reconocerme
esa magnífica pérdida de tiempo
en que me desnudo de mi identidad

un viento abre las puertas
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

el libreto me tomó por sorpresa
sin querer participé de la falsedad
yo no aprendí a improvisar
desconocía a mi personaje
su parlamento funcional
su aire desprevenido
pero un viento entró con fuerza
se rompieron las líneas artificiales
los actores fueron arrebatados de sus roles
cayeron desnudos sobre las tablas
con los rostros en blanco y deslenguados
incapaces de gesticular
sin credibilidad expresiva
sin posibilidad de generar atmósferas
las puertas se abrieron muy rápido
el escenario escapó como una bestia
dejó flotando una realidad visceral

argumento del desterrado
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

nada puedo decirte
de nada sirve que me escuches
tu aliento no puede salvarme
que me comprendas no me protege
puedo pretender desahogarme
pero eso nunca va pasar
siempre tengo en mi corazón
a la oscuridad a la furia y la melancolía
que marcan mi alma
jamás voy a escapar de esto
no puedo ser tan directo con vos
hay tanta crueldad en mis emociones
demasiada tormenta de fondo
mejor será cerrar esa ventana
abandonar esta casa
e ir a otra ciudad
que aquel horizonte quede atrás
lo suficiente
como para no verlo
el tiempo que haga falta

casi te conocí
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

te estuvieron pesadeando la noche anterior
así que agarraste tus cosas y te rajaste
sola caminaste por la larga autopista
entre automovilistas que te llamaban
entonces me acerqué y te seguí
desconfiada te confiaste a mí
casi te conocí
completamente
en apenas una decena de cuadras
no tuve ojos nada más que para vos
y si eras vos quien tenía la palabra
yo moría por quitártela con un beso
mantuviste la distancia con prudencia
pero yo te rodeaba con mi atención
el ratito creció y se hizo ratón
perdón, era irresistible ese chiste
amaneció en tu piel morena
vi al sol la claridad de tu belleza
la sensibilidad de tu alma lunar
tan de repente
en una sola noche
casi te conocí
completamente

lunes, 13 de abril de 2009

abril platonico



a la sombra
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

seguimos a la sombra
en la carretera del sueño insomne
a través del rayo que se teje profundo
y que desconocidos nos deja en la mañana
cuando descubrimos todos los accidentes
cuando nos sorprenden los trágicos espectáculos
aún así seguimos a la sombra
fuera de nuestra perspectiva de viento solitario
ilimitados ante el cupón fenecido de tiempo
parpadeando un campo cada vez menos amplio
cada vez más engullidor de esa soledad personal
hasta que encajamos con la sombra
y el viaje termina con su pintura
absorbiéndonos delicadamente

oscuro
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

que sea todo oscuro
que sea todo oscuro
que sea todo oscuro
que sea todo oscuro
que sea todo oscuro
que sea todo oscuro
que sea todo oscuro
que sea todo oscuro
mi maldita sangre oscura
que sea el mantel oscuro
el maldito mantel oscuro
que sea la cortina oscura
que sean tus ojos oscuros
tus cabellos oscuros
tus vellos oscuros
tu corazón oscuro
tu alma oscura
tus dientes oscuros
que sea el día maldito
malditamente oscuro
y el sol oscuro
maldito brillo bajo la puerta
que sea la experiencia oscura
que anochezca y haya una sombra
que se mueva oscura
con oscuras intenciones
que gire oscura la puerta
y entre oscuramente

desde la ola observo
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

desde la ola observo la casa
moviéndome con cuerpo de ola
hasta morirme en la playa
voy para abajo alzando la vista
me absorbe la arena
voy al fondo y me ahogo
hasta que encuentro la corriente
subo ansioso a la superficie
me empujo desde kilómetros
tratando de estar en la cima
y ver la casa por sus ventanas
me escurro la espuma de los ojos
casi al borde del pico máximo
mirando fijamente lo más que pueda
hasta engullirme en la costa

inexpresividad policial
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

la imagen no viene
ninguna elijo
ausentes distantes pobres
la palabra no viene
la idea que no surge
nada nace desde ayer
las matrices están selladas
los detectives vienen
mis huellas llevan
no se compara conmigo
lo de afuera con adentro
porque hay una respuesta
que se deshila solamente
que es lo que me hace falta
es mi sendero de vuelta
mi descarrilamiento correctivo
hundo mi tacto suavemente
porque está todo crujiente
se crispan los bordes
por todas partes
enardecida oscuridad
sale el fuego negro
hasta el límite parcial
así que doy en demencia
me entrego interiormente
el arma no aparece
solo un constante gatillo

en el día de los muertos vivientes
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

en el día de los muertos vivientes
voy a tomarme el bus de la frontera
a visitar la vieja casa
con el terreno que ya es otra casa
y visitaré al viejo perro
por el puente recordaré todos los ríos pasados
iré a la perdida casa de la innombrable joven
cuya belleza era visitada por falsos espectros
voy a encontrar las antiguas inscripciones
las cruces ahogadas que ya no flotan
reposan desordenadas en un podrido montón
el camino que se ha ensanchado
desde que se vació el cadáver del río
el bosque melancólico
que hoy es un camino alambrado
la dulce voz que suena en un eco ya apagado
sólo se dispara en la conciencia repentina
y es incapaz de encajar en pálidos labios
todos los cuartos de la ciudad sin restaurar
donde tuve esos ojos parpadeando de deseo
por todas esas calles
donde la rutina talló su fantasma
y me puedo ver miles de veces
repetido como una sombra ensimismada
como un arroyo de mí mismo
que fluye entre todos ustedes
de
todas partes
de todos los instantes

martes, 24 de marzo de 2009

este aun no es mi tiempo



para quien mira hacia el vacío

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

otra infinita melancolía para mí
abrazado por un sentido trágico
parte de la persecución del destino
con el corazón despiadado y furioso
porque el tiempo es mi vampiro personal
que busca consumir mis instantes
sé de verdades que te serán demoledoras
se me revelan motivos funestos
y qué puedo hacer en este universo
imaginado a la estatura de una especie
siempre canibalizando a sus dioses
en el remolino frenético del vacío
desde este distante pálido punto azul
con mi suspiro interior en la penumbra
de una infinita residencia abandonada
deshabitada ya de invisibles observadores

la furia sobre mi corazón
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

el futuro cambió
sentí que se derretía la furia sobre mi corazón
y ese baño endurecía todos mis latidos
un terrible oro enjaulaba mi destino
sólo podía apretar los dientes y mis palabras
mirar con perdición hacia el horizonte
con la mirada perdida a través de las cosas
discurriendo en la cascada de días muertos
ese río de cadáveres en que me sumergía
batiendo mi vela oscura y criminal

yo no quiero vivir así la vida
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]


yo no quiero vivir así la vida
adosado a una facción de democracia
con mi derecho al voto y un poder adquisitivo
entubado a una rutina e impuestos mensuales
enfrentado a los dilemas del amor y la soledad
a los fines de semana de fiestas y evasión
al fútbol y a la página de exequias
con mi televisor y mi equipo de radio
registrado en cientos de sistemas digitales
sólo como el átomo electrónico de la estadística
que sólo me tengo que bañar y peinar
saludar a todos en el vecindario
comprar pan nuevo y leche fresca
celebrar navidad y el día del trabajador
adosado a mi derecho a la cristiana sepultura

desde un charco de tiempo
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

esta pequeña prisión que llevo conmigo
la ventana con que veo este universo
es mi fatídica contemplación
mis ríos de campos y nubes
ríos de tierras ganado y bosques
ríos de multitudes y aromas
ríos de sonidos y senderos
desde este charco de tiempo

extraño la guerra…
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

extraño la guerra de mi muerte
sentir el viento de las balas
la explosión de la sangre
recorriéndome con vida todo mi ser
ese futuro perdido en el pasado
el viaje por recuerdos olvidados
los trozos de puñales y perdigones
entre las heridas más añejas
ese panorama desalentador
en que me perfilo ante la penumbra
de una época que invade lo vivido

mi muerte será clara
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

tarde o temprano mi muerte será clara
inevitable será en su distante ascenso
hasta iluminar los últimos días
como el sol cruel de la determinación
los pasos irán descubriendo viejas huellas
una antigua sed y su remota saciedad
tenderá la noche endiablada su manto
como una red que envuelve al cielo
será mi mirada tan precisa en la ceguera
mi corazón hará el conteo invertido
volverán las páginas a su polvo intacto
los muebles se perderán en la vegetación
la casa será el inicio de una colina
mis huesos las líneas que bese la erosión
así es que guardo mi mentira final
depongo las armas y la miel añeja
la persuasión hasta la añoranza
lo que siembro en un escondite
aquí llega el silencio como heraldo
las oscuras alas ya hacen sombra
calla y aguarda
abre sus brazos
y me elevo también

"Marzo" (2009)

“¡MATARON AL PRESIDENTE!”, gritó Karim Mehlamed por Canal 7, con enormes ojeras y sin afeitarse.
“¡Estoy trasmitiendo en vivo!”, el camarógrafo lo enfocaba sentado en la parte de atrás de un coche en movimiento. “No estamos seguros de qué sucedió, si es cierto, una broma o una confusión”, Mehlamed se sostenía rígido del marco de la ventanilla.
“¡Mataron a Gómez! Esa es la noticia que manejo acerca del presidente Francisco Gómez!”. Parecía haber escuchado alguna instrucción por el audífono en su oreja derecha. Aún eufórico, comenzó a narrar: “¡Aún desconocemos cuál sería la causa! ¡Aparte en Primeros Auxilios apenas reportaron accidentes comunes!”.
“¡Estamos transmitiendo en vivo desde el móvil”, el conductor -que apenas salió en la imagen, cuando el camarógrafo enfocó hacia delante, para mostrar la rauda marcha en que iban- sostenía el pie sobre acelerador a fondo e iba arrasando los semáforos rojos.
“¡Me piden que vayamos a unos comerciales mientras llegamos al lugar del hecho! ¡Ya volvemos! ¡Ya!”, clamó Karim Mehlamed, adrenalítico.
El móvil de prensa, se metió como un bólido de Fórmula Uno en una estación de servicio, en una esquina, para carga súper sin plomo. El reportero aprovechó para darse un respiro, no aguantó las ganas de entrar en la tienda de la estación, donde vació rápidamente dos vasos grandes (los que se usan para las gaseosas) de café negro, sin azúcar, para reanimarse de la falta de sueño. El camarógrafo, viendo a Mehlamed haciendo compras, aprovechó para pedir un paquete de chicles con sabor a frutilla, que incluyen tatuajes temporales.
“Eh, Karim Mehlamed, sí, soy yo, eh... Sí, estamos con la cobertura del supuesto atentado contra el Presidente de la República. Seguimos en el móvil... y... estamos cerca... A unas dos cuadras del sitio del magnicidio”, el periodista se escuchaba más apagado, distraído, con los ojos apenas abiertos, pese al reciente ahogamiento con café.
Cambiaron de lugares. La cámara apuntaba hacia adelante, desde el asiento trasero de pequeño Gol 94, que realizaba coberturas policiales nocturnas, sin el logo del Canal 7. Aunque las imágenes transmitidas eran confusas debido al movimiento. Mehlamed calló en ese minuto en que tardaban en llegar hasta el probable lugar, el micrófono iba inclinándose fuera del alcance de su boca.
El coche ingresó por el cruce de las avenidas España y Venezuela, su conductor lo estacionó a unos cincuenta metros de la incierta escena de la noticia bomba. Allí ya habían llegado al menos unos cinco policías, aunque no se veía ninguna patrullera cerca, en cambio había una ambulancia, pero sin que sonara la sirena ni emitiera luces de alarma.
En las veredas estaban tres o cuatro personas observando, luego se identificaron como guardias privados de las casas vecinas. A esas horas el tráfico era prácticamente nulo aún, sobretodo con la huelga general. De lejos se veía a un taxi doblando por una esquina, como a quince cuadras.
El vecindario estaba sumido en sepulcral silencio, apenas amanecía. La cuadra estaba nutrida por mansiones enormes, con extensos patios completamente amurallados. Se había encendido la luz en una de las ventanas de una de esas propiedades.
La única cámara seguía enviando imágenes en vivo, sin editar. Se podía ver cuando el coche de la televisora estacionaba en contramano, con las ruedas delanteras posicionadas sobre la acera, cuando la mano del camarógrafo jalaba la palanca para abrir la puerta, cuando sacaba los pies y los plantaba sobre el pavimento y se incorporaba, moviendo el foco con descuido y calibrándolo en un zoom improvisado.
También medio país, porque seguramente la otra mitad seguía durmiendo o no tenía televisor, estaba viendo desde sus camas cuando Karim Mehlamed se desplomaba al suelo pesadamente, hasta daba la sensación de que su cabeza rebotó una vez al tocar el pavimento, cerca del parchado oscuro de algún bache.
El cable del micrófono estaba enredado a su brazo derecho; se escuchó un golpe seco cuando cayó ese cuerpo inconsciente.
“Se desmayó”, dijo el chofer, atónito, que tenía medio cuerpo fuera del vehículo, pero aún mantenía el pie sobre el acelerador, por una mala costumbre. Mientras lo decía, la cámara lo había enfocado. Luego explicaría como anécdota que creyó haber escuchado que el reportero murmuraba algo de Irán, poco antes de que desmayara.
Pero lo dejaron allí mismo, tendido. El camarógrafo entendió que había una noticia que era urgente, una situación trascendental cuya magnitud desconocía, y se dirigió hacia el sitio del crimen.
A partir de ese momento sólo se vieron una sucesión de imágenes caóticas y borrosas, que cruzaban la pantalla de arriba abajo, a todas direcciones, se veían fugazmente algo de pavimento, murallas, techos, ya que el camarógrafo estaba corriendo, mientras podían escucharse los bruscos golpes del micrófono que era arrastrado, que había jalado del brazo a Mehlamed, hasta que se desenchufó de repente.
El camarógrafo, que se llamaba Santiago Pereira, presionó un botón rojo y en la pantalla apareció su nombre en la base de la pantalla, decía: "CÁMARA: SANTIAGO PEREIRA", en el ángulo superior derecho: "EN VIVO".
Se acercó hasta unos seis metros de la siniestra escena, comenzó a realizar un zoom ampliamente panorámico de las piezas destrozadas, y se movía lentamente a un lado y al otro para que se pudieran ver desde todos los ángulos imaginables por el televidente. La trasmisión era prácticamente muda, excepto por el audio de ambiente de la cámara.
Parecía haber sido un lujoso Mercedes Benz, negro. Ahora ya no era reconocible, sólo lo negro.
Muchos de sus hierros estaban doblados hacia afuera, y lascivamente humeantes. Las partes inflamables del vehículo estaban carbonizadas. Era tétrico. Hasta el motor había sido expulsado hacia delante, que simulaba una cesárea violenta para algunos televidentes con morbo más desarrollado. Los resortes de los asientos no vibraban siquiera.
Los vidrios hecho añicos estaban esparcidos en un radio de quince metros o más, a cálculo fácil, junto a otros fragmentos del vehículo, completamente destartalado. Las ruedas, cuyas llantas estaban chamuscadas, seguían rodeadas de pequeñas llamas que escupían una flama oscura, maloliente, que picaba al olfato.
El interior se notaba tan maltratado como una hoja de papel arrugada y arrojada fuera del cesto de basura. Dos de las puertas estaban abiertas, como alas quebradas, las otras fueron desprendidas.
Lo peor era describir cómo habían quedado los pasajeros del automóvil. Existieron un chofer y otra persona que quizá iba sentada detrás, o era un perro o alguna otra mascota grande.
“Un rompecabezas”, bromeó un agente, que luego tosió.
Los restos humanos también eran trozos carbonizados que estaban esparcidos y confundidos en derredor con las piezas mecánicas. Los huesos reconocibles estaban quemados, casi convertidos en cenizas oscuras. Al igual que los neumáticos, una suela, se supone que de algún anterior zapato, tenía una suave llama que flameaba imperturbable ante la ausencia de viento.
Unos policías de civil, que eran cuatro, con chalecos antibalas, conversaban cerca del cuadro que la cámara había pintado en vivo. Realizaban largas llamadas por teléfono, y también portaban radios.
Los guardias privados ya se habían esfumado. Algo se les dijo y se largaron, calzándose cada cual su gorro con desprecio.
Una ambulancia llegó, pero un policía habló al conductor y se estacionó cerca de una esquina, a tres cuadras del atentado. Al cabo, ya nada había que los enfermeros pudieran hacer por las personas del automóvil siniestrado, salvo recoger las extintas porciones orgánicas con una pala y una cubeta.
Las mansiones vecinas nunca abrieron sus puertas. El silencio dominaba aún el vecindario. Ambas avenidas seguían prácticamente desérticas. Cruzó un coche minutos antes, a veintiséis cuadras de allí, ése fue el último que se vio, ninguno más hasta luego del desayuno.
Ya habían pasado poco más de quince minutos desde que el Canal 7 había llegado, y recién se acercaban las patrullas con sus sirenas encendidas. Vinieron cinco. Con éstos, alrededor de nueve policías más.
Registraron el perímetro, tomaron muestras, sacaron fotografías, tomaron notas, incluso grabaron en video la escena. Se acercaron a Santiago Pereira para decirle que se aleje del lugar porque podría estropear las evidencias. Otros medios de prensa estaban llegando como a tres cuadras de distancia, donde eran retenidos por una barrera policial.
El chofer del Canal 7 fue interrogado, respondió que sólo era el chofer. El camarógrafo seguía filmando, después de todo no era más que su trabajo. Más atrás, el periodista Karim Mehlamed se estaba recobrando, con una terrible jaqueca; el micrófono seguía enredado a su brazo.
El Canal 7 seguía transmitiendo en vivo. La pantalla mostraba un título en rojo en mayúsculas y con signos de admiración: "¡¡¡PULVERIZARON AL PRESIDENTE GOMEZ!!!"; los técnicos de estudio ya habían eliminado el texto con el nombre del camarógrafo; en una línea inferior se anunciaba la reiteración de las imágenes emitidas en una versión editada, para después del primer corte comercial en 35 minutos.

«En cualquier momento van a volar todos».
La recepcionista había recibido la llamada a las 8:45. Le advirtió que una bomba había sido instalada en el edificio. Ella se sonrió, miró alrededor, buscando al bromista deshaciéndose a carcajadas en compañía de otras risueñas compañeras del trabajo; y sintió un terror súbito.
Enseguida estalló el pánico con una onda expansiva que invadía habitación por habitación, y desencadenó una precipitada evacuación de pacientes, en total 43, funcionarios, y de las personas que concurrieron esa mañana para consultas, cuya cifra se perdió en la corrida.
Algunos con el suero conectado a las venas; el oxígeno enchufado a las narices; sacados en andas sobre sillas sin ruedas. Otros, apoyados en temblorosos bastones o en hombros apurados. Todos padecían esa misma sensación en las tripas, horror.
También hambre, los que ayunaron para hacerse los análisis.
La rutina hospitalaria se mutó en un ambiente de dolor, de rabia, y de indignación por la desagradable situación a la que fueron expuestos, llevados a la acera de enfrente, bajo un soberbio sol, eso que casualmente esa acera correspondía a una antigua fábrica de estufas.
Con impaciente expectación vieron llegar al perro adiestrado para este tipo de operativos. Llegó en una patrullera, junto con el comisario Bobadilla. Un agente condujo al can antibombas a inspeccionar el sitio.
«¿Qué tal si el perro se distrae en las habitaciones equivocadas? ¿Qué tal si encuentra el artefacto y estalla en su hocico? Varias paredes se barrerían en un instante, arrasaría las hileras de camas, las ventanas vomitarían vidrio, humo, escombros. Habría jeringas derretidas, frascos y pastillas chamuscados, esparcidos por todas partes, arderían colchones, pañuelos, ramos de flores. Ni se darían cuenta. Sería una humareda de enfermedades, recetas, partos, cirugías, defunciones»
—Este invierno es una broma, hace un calor infernal... —se había quejado el comisario Bobadilla.
—Apenas fueron tres o cuatro días de frío —dijo el oficial Feliciano.
—Ya perdió su oportunidad. Pero ahora podemos ir a recuperar carbohidratos. —Bobadilla giró un poco— ¡Acosta! Atienda que la gente no cruce esa línea. Ni los periodistas tampoco.
—A su orden —gritó Acosta, de espaldas, alzando una mano en señal de asentimiento.
—Nunca se sabe, si esto revienta no quiero estar cerca.
El comisario y su adjunto entraron a una tienda de comestibles frente al nosocomio, pegada a la fábrica de estufas. El segundo tomó una pequeña bandeja de cartón y con un tenedor de plástico comprobó la cocción de unas salchichas que giraban en la parrilla eléctrica.
Bobadilla, por su lado, se inclinó frente al mostrador para ver qué golosinas le vendrían bien a su aliento.
—¿Qué está pasando? —dijo Fernández al toparse con el comisario.
—Amenaza de bomba...
—¿Encontraron algo?
Feliciano ya estaba devorando el bocadillo, detrás.
—Peki está haciendo su trabajo allá.
—¿Agente Peki?
—El perro antibombas.
Fernández desvió la vista hacia las bebidas sudorosas dentro de las heladeras, y luego miró a la calle. Veía un par de camillas, sentado cerca estaba un hombre con la cabeza vendada, sobresalía un puñado de cabello que lo hacía ver como una cresta punk.
—¿Tenés algún tiempo para averiguar un teléfono...?
—Ya estoy podrido de infidelidades — respondió Fernández.
—Jaja... Nunca cambias —Bobadilla reía a boca abierta, y miraba al oficial Feliciano como queriendo contagiarle la carcajada.
Cerca del mediodía culminó la inspección del hospital con el veredicto de que fue una falsa alarma. Mientras se secaba el sudor bajo el gorro, el comisario Bobadilla aseguró que iban a investigar el caso a partir del número de teléfono con que se hizo la llamada.
«¿Qué tal justo ahora? ¿Que todo volara a sus espaldas? Una gran ola de aire polvoriento, con pequeñas partículas escupidas con violencia, los atropellaría inesperadamente y se derrumbarían en la calle, confundidos y desesperados. El perrito volando sobre sus cabezas, como una ardiente bola de trapos lanzada por los aires. Sus sombreros, desparramados»
Fernández lo miró de lejos, rodeado de micrófonos y cámaras de la prensa. Una señora se quejaba cerca de él, pedía que la pusieran bajo sombra; otro sujeto exhibía un vendaje en el pecho, anoche había sido operado. Un grupo de madres, con sus pequeños en brazo, comentaban ansiosas que dentro del edificio quedó una mujer que estaba de parto.
“Estamos hartos”, los empleados del hospital acusaban a un político que rivalizaba con el director, quien supuestamente iba a ser destituido debido a la presión. Ellos iniciaron la actividad con una manifestación de apoyo al superior de la institución, que resultó intrascendente cuando surgió la amenaza. Intrascendente también porque el director estaba de vacaciones.
“Una voz masculina, no hablaba muy bien el castellano”, escuchó Fernández de paso, mientras iba recto por la calle, era el comentario de la recepcionista, que se sentía culpable por haber atendido la llamada.
«Qué hubiera pasado si callaba la advertencia, probablemente el bromista volvería a llamar. Estaría nerviosa hasta el final de día, quizá ni dormiría. Y por la mañana siguiente, tendría un secreto terrible»

Bajando por la calle Antequera, poco antes de alcanzar 25 de Mayo, la vista se interrumpía por una maraña de letreros: "Prendas deportivas en oferta", "Se vende hielo", "Farmacia Ester 24 horas", "Ceda el paso" (volteado al revés), "Hospedaje Los Hermanos", "El Rey de las Pasamanerías ", y al menos diecisiete ofrecimientos de alquiler.
Se metió en la angosta puerta del hospedaje, que no tenía ninguna sala de recepción, no había portero, y la puerta estaba recostada detrás de una plantera. Dos metros de pasillo después estaba en el patio. En el centro había una fuente seca, pero cubierta de humedad y moho, a su vez rodeada de un pequeño jardín silvestre. El cielo se mostraba alto entre los alerones de los tejados amarillentos y resquebrajados. No había nadie en el patio.
A los lados de la fuente estaban las habitaciones. Paredes y puertas despintados, aún con algún aire colonial, pero con un olor a polvo viejo. Subió las escaleras de madera. Caminó por el pasillo superior rozando el parapeto de hierro, colgaban jaulas vacías, cubiertas de telarañas e insectos secos. Empujó la puerta marcada con el oxidado número "3 B".
—¿Llamó alguien? —dijo Fernández apenas ingresó al departamento.
—Sí. No sé si supiste de una explosión en la estación de la Línea 13...
—Esa gente sí que tiene mala suerte.

A las 8.23 horas.
Ese día se veía como un día de decisiones importantes, de decisiones que trastornarían el futuro de las demás decisiones.
El presidente Francisco Gómez ya estaba levantado desde hacía tres horas. Hacían semanas que el conflicto político lo mantenía largamente despierto. Lo obligaban a utilizar toda su capacidad mental para tomar las decisiones que sus inoperantes asesores jamás podrían, es que los asesores estaban para eso, para equivocarse en las decisiones.
Por fortuna, el no tener familia ayudaba a Gómez a utilizar toda su capacidad mental sólo para sí, para atender los asuntos que le convenían. Aunque estaban sus opositores que argumentaban vagamente que él jamás podría dirigir de manera adecuada a un país si no tenía esposa e hijos a quienes administrar. Esa es una idea, pero él tenía otras. De cualquier modo el pueblo jamás debería considerarse como una esposa e hijos.
Gómez dormía tarde y madrugaba. Su condición era desgastante, pero así es la carrera por el poder, para alcanzarlo hay que poner esfuerzos, a veces se cumple, otras veces el laurel para en la cabeza de otro y hasta pone raíces.
Aún así no se notaba mucho en su rostro ese asfixiante ritmo de vida.
A las 5.13 se había despertado.
Francisco Gómez quedó pensando en su cama durante veinte minutos, en la radio sonaba un poco de jazz, la misma canción llevaba sonando hacía veinte minutos, pero el volumen era muy leve.
Fue al baño, se lavó la cara y luego se dirigió a la cocina, donde humeaba una tasa de café descafeinado sobre la mesa, además había una cesta con unos panecillos blancos, un frasco del que resaltaba la amarillenta forma de la manteca, aparte un recipiente con cuatro tipos de azúcares, y un frasco de edulcorante.
Se acercó a la ventana de la cocina para mirar afuera, al patio. El césped parecía saturado de clorofila, con pajarillos coqueteando bajo el árbol más alejado, cerca de la enorme piscina que no estaba cargada de agua. Los guardias personales recorrían adormilados cerca de las altas murallas coronadas con alambres de púas dobles.
Había un fax al lado de la taza de café, decía que el juez José Vargas se enteró de su decreto, apenas concluyó la reunión permanente del Tribunal Supremo de Justicia, tres horas antes, alrededor de las tres de la madrugada.
No decía nada más.
Nadie conocía su paradero, siquiera los guardias que protegían aquella vivienda, aún la cocinera que preparó todo el desayuno. Era importante todos esos detalles para proteger su vida de cualquier impertinencia, "contratiempo", solía decir, irritado por la oposición.
Tomó tres sorbos del café, después fue a ducharse.
Su traje color crema no era su favorito, pero el más cómodo para reuniones largas. Se acomodó, por último, la corbata frente al espejo y bajó al garaje. El chofer estaba escuchando un radio portátil, sentado cerca del automóvil.
"...los pedazos de este hermoso país.", decían en la radio.
Gómez lo saludó levantando un poco la mano, el chofer se mostró sorprendido, apagó su receptor y fue a la puerta de conductor. Gómez ya se había sentado detrás.
El chofer abrió la puerta del garaje con el control remoto, luego los portones de acceso, donde estaban dos guardias, a cada lado.
«'...los pedazos de este hermoso país', qué extraña es la poesía contemporánea, no sé si mal hecha o menos calculada. Con eso de los sílabos, también, la métrica, uno debe tener mejor matemática y buen manejo de sinónimos», divagaba Francisco Gómez, mirando el forro de cuero gris del interior del techo, luego echó la vista a las puntas de sus zapatos lustrados.
También era importante estar en movimiento. No bastaba con esconderse, atacar y esconderse, había que moverse, por lo general la táctica sirvió a unos cuantos dictadores derrocados.
«¡Qué pienso! Todavía no soy un dictador derrocado», sonrió consigo mismo.
El chofer dobló un par de veces por unas esquinas, luego tomó una avenida, el cartel decía "Av. Venezuela". La avenida estaba solitaria. Sólo a unas decenas de cuadras se notaba un coche negro que iba.

A las 16 horas, Miguel Estrada, presidente de la Junta Partidaria del Partido Republicano leyó el siguiente comentario ante la prensa:
"Estamos conmovidos por el trágico hecho que enluta a todo un país."
"Cómo se puede permitir que estas cosas sucedan. No queremos acaso ser un país serio, libre de su eterna nariz roja de payaso. Así no se consigue."
"Hemos confiado en nuestros líderes, hemos formado nuestras esperanzas sobre sus promesas, hemos votado por ellos, pero seguimos aquí, en el profundo abismo del estancamiento ciego, cual pozo sanitario. La mano no asoma desde arriba."
"Ahora no queda nada, nuevamente. ¿Podemos pedir a nuestros líderes, en quienes hemos apostado todo, que resuelvan este espantoso crimen, que encuentren a los culpables con celeridad y responsabilidad, y de ser posible que los deporten a un país árabe, los naturalicen y los ahorquen? Yo perdí esa fe."
"Mis condolencias a los familiares de Francisco Gómez, quizá tuvimos la oportunidad de ser rivales ideológicos, nunca lo traté en persona, pero ahora siento vergüenza de haber sido parte del Movimiento Patriótico. Tenía las ganas de apoyar un cambio, pero no sé qué paso, que nos perdimos por el camino para terminar con las manos armadas, luego ensangrentadas."
"Personalmente, hago pública, mi renuncia al cargo de presidente de la Junta. Estoy muy afligido por la pérdida de un eminente compañero correligionario. Espero que mis colegas de la Junta me comprendan, que mi mujer me esté viendo y que no se preocupe. "
"Espero también que mis compañeros hagan disponer de sus puestos como ofrenda a Gómez, excepto Juanchi, él me habló ya y me dijo que sólo renunciaría al maní tostado, y eso ya es mucho de su parte."
"Espero haber pasado la prueba, correligionarios."
El discurso desagradó a los partidarios de Noguera, y permitió que los radicalistas ingresaran a la sede partidaria y la tomaran, expulsando a los patrióticos ante la pena enfurecida que se tejía en los gestos de sus rivales.
El duelo era general, pero su acatamiento no superaba al de las huelgas.
También el nuevo titular del Tribunal Supremo de Justicia hacía suyas las palabras de congoja. En el receso de la reunión permanente que el más alto cuerpo judicial realizaba, José Vargas se enteró de la muerte de Gómez, a través del comentario involuntario de un mozo personal. De inmediato redactó un discurso oficial, pero le permitió a su colega Antonio Mont titularlo.
Convocó a una conferencia pública en el primer piso del edificio de leyes, que seguía sin ser reparado desde una explosión no aclarada.
Leyó su discurso, obviando el título:
"Me late el corazón como todos los días, pero hoy me late con estupor, con la sangre acongojada, densificada por este café trágico. Así es, parte de mí está quebrada, no tanto como el país, pero quebrada al fin."
"¡¿Por qué?!, pregunto. Porque ya no se puede continuar así. El duelo de poderes ha arruinado cada estamento social y nos ha afectado tanto a ricos como a los pobres, aunque a veces la balanza se tuerce, como la justicia."
"La muerte criminal de Francisco Gómez llega en mal momento, es que el Tribunal Supremo estaba consiguiendo el camino más apropiado para salir de este aprieto nacional, pero llega alguien y lo apuñala, no puede ser."
"Nuestros debates quedan mal, y debemos reiniciar el futuro proyectado."
"Me quebranta saber quién seguirá, a quién se le culpará, acabará nuestro vía crucis. Digo: ¡NO! Si bien debo ser imparcial, me atrevo a sospechar que el lado presidencial viviente tiene un muerto en la otra mitad del sillón de mando, y la mano metida en el bolsillo ajeno."
"¿Cómo podemos, entonces, esperar algo mejor así?"
"Es tarde para lamentos, lo hecho ya se hizo por la mañana. Ahora es de tarde, pero no es tarde para elegir el mejor gobierno, donde ninguna clase de elecciones diseccione los pensamientos de los habitantes en partidos políticos."
"¡Exijo al gobierno vivo que verifique dónde están sus pies! Y que vayan buscando la puerta trasera, porque sólo así será mejor... para todos."
José Vargas firmó la hoja de su discurso y lo donó a un representante de una institución de caridad que había pedido que asistiera. Así el material podría subastarse y recaudar fondos para mejorar el escaso apoyo que recibía en los últimos años, a pesar de las suntuosas presentaciones que hacía en la televisión local.
Vargas retornó a la Sala de Deliberaciones, cerró la puerta abruptamente y ordenó que no dejaran ingresar a nadie. Antonio Mont había ido al baño, así que al volver ya no pudo acceder a la reunión permanente. Y se fue a su casa.

Salió a buscar la dirección del teléfono que mencionó el comisario.
El número del hospital estaba escrito con lápiz en la pared de una vivienda descuidada, cerca del teléfono arrancado. La cifra fue borroneada por sucesivos círculos.
Los propietarios viajaron a España. El intruso, conocedor de este abandono, hizo la llamada sin dejar rastros. La policía saqueó el lugar durante la inspección, sin éxito.
«Tiraron piedras a las ventanas, los huecos los vidrios parecen heridas. Por la noche se llenan de oscuridad, como miradas ciegas. Hay en la fisonomía de la ciudad numerosas casas silenciosas, deshabitadas. Como tumbas, que guardan vidas sepultadas por el pasado. Hicieron el amor, durmieron, dejaron el desayuno, clavaron un cuadro. Sus entrañas guardan una arqueología de la rutina»
Era un barrio dormitorio: calles estrechas invadidas por maleza, casas cerradas, mudas. Estaba en un suburbio cerca del Mercado de Abasto, en una zona dominada por almacenes y pequeños comercios. Unas pocas cuadras detrás, lejos de la autopista, donde se espesaba una marcha de campesinos rumbo al centro de la ciudad.
Además del paro de los transportistas iniciado hace dos días, en la fecha se realizaba la manifestación de los labriegos. Operadores de diversas regiones del país trajeron a la Capital, en múltiples camiones de carga y carretas, a unos cincuenta mil obreros del campo.
Uno de los líderes era entrevistado, a sus espaldas se apiñaban sus compañeros que miraban al micrófono con suma curiosidad.
“...un nuevo refinanciamiento del crédito agrícola, y la amnistía del 30% de las deudas actuales...”, comentario secundado por vítores, aplausos y alguien que gritó “¡cierto!”.
Mañana les tocaba el turno de protestar a los médicos, que se estarían sumando a los campesinos casi en las mismas adyacencias de la ciudad.
Los doctores de todos los hospitales y clínicas públicas creían -y en esto solían coincidir muchos de sus pacientes y enfermos en general- que era insuficiente el presupuesto asignado a la cartera de Salud.
“Claro, es urgente igualmente la adquisición de equipos médicos modernos para mejorar la atención sanitaria, en reemplazo de los obsoletos aparatos de ambulancia, para maternidad, urgencias e internaciones”, respondía un hombre de blanco desde un televisor puesto encima de una caja de manzanas.
Como si fuera poco, el sábado se iniciaba la huelga de los estudiantes universitarios. Un buen sector se tomaba esta decisión como el principio de unas vacaciones adelantadas; pero los que saldrán a la calle harán públicas sus demandas de hacer una auditoría general a la entidad universitaria, de permitir la elección del decano por votación del estudiantado y legalizar los "bautismos" para cada semestre de estudio, permitiendo el uso de aceites de motor, vísceras de pollo y tintura de yodo.
También en ese día los madereros, rolleros y obrajeros bloquearían por nueve horas la Ruta II "Mariscal Estigarribia" en dos tramos, a la altura del Kilómetro 124 y del 126, en reclamo de una nueva ley forestal para desburocratizar la expedición de guías de traslado de rollos, así como la disminución de la tarifa que abonaban en los puestos de peaje.
No lejos de estos últimos, una asociación de camioneros tenía previsto tomar esos mismos puestos de peaje para liberar el tránsito, en demanda por los impuestos elevados que cobran estas casetas por rutas lunares.

La telenovela que se veía en un televisor puesto en una silla arrinconada fue interrumpida por un reporte en vivo: “...una víctima fatal, además de varios heridos de cierta gravedad, incluyendo al conductor, se ha cobrado el sorpresivo incendio en un vehículo de la Línea 13. Aproximadamente a las 9.55, se produjo, según testigos”.
Desde el estudio respondía el presentador: “Terrible situación. Esperemos que esto sirva para proteger más a los usuarios del transporte público y se retiren los vehículos en pésimo estado... En otro orden de cosas, parte del bloque internacional, Estados Unidos reiteró su advertencia a India para que permita el ingreso de inspectores de la ONU en sus inst...”
—Estos periodistas sufren orgasmos cuando tienen esta clase de noticias... —comentó el comisario Bobadilla, con la transpiración marcada en las axilas y en el cuello de su uniforme, detrás de una periodista del Canal 7— Parece una mañana jodida.
—Es increíble, señor.
—Ah, Acosta, cubrí ya al cadáver, que con este calor es peor el olor.
—Mmm... se ve bastante quemado —indicó Fernández, que vino apareciendo a espaldas de Bobadilla.
—¡Hola, Fernández! ¡Déjenlo pasar! —ordenó, tenía un frasco de café en la mano; y el oficial Feliciano, al lado y de rodillas, recogía muestras carbonizadas en una lata.
—Lo vi en la televisión.
—Ya ves. Un destartalado bus al que por fin le falló el motor y explotó sin previo aviso... —se pasó una toallita mojada por la frente— tal como un corazón viejo.
—Feliciano, no lo vi.
—Estoy haciendo el trabajo sucio, ¿no ve? —respondió el oficial.
—¿Hubo víctimas?
—Sí, un hombre mayor, pero fue posterior al siniestro. Tuvo un ataque cardiaco, hace un momento estaban acá los paramédicos descargándole electrochoques.
—Ya estaba bastante quemado, pero insistieron —agregó Feliciano.
—Entiendo que hubo otra cosa anoche con la Línea 13.
—Al parecer los huelguistas trataron de darle un susto a los choferes que quisieron salir a manejar hoy —respondió el comisario.
—Sí que tiene mala suerte esta gente —añadió Feliciano.
—Jaja, así parece. No hay huellas, ni testigos, ni sospechosos... un caso ideal para archivarse y dejarlo en el sótano de la comisaría con los otros expedientes.
—¿Registraron llamadas?
—Tranquilo, colega, te estás tomando en serio lo de la investigación. Pero, lo habitual, alguna que otra nueva falsa alarma.
—Así que un simple fallo en el motor. Pero pudiera haber algo intencional también en este incendio, ¿no?
—Jaja, no mees fuera del tarro, Fernández. Déjanos eso a nosotros —dijo Bobadilla, guiñando al oficial. Se secó la frente.
—Por cierto, ¿no estás fuera de tu jurisdicción?
—Eh... me ascendieron...
—¿Esta mañana?
—...Ahora dirijo el Departamento de Disturbios Públicos —concluyó la oración con un respiro ahogado.
—Igual te vendrían bien unos ejercicios.
—Cuando me jubile voy a tener tiempo para esas cosas —soltando, lo mejor posible, una gran sonrisa de orgullo.
—Voy a fijarme un poco —se despidió Fernández.
Fernández echó un vistazo al esqueleto del bus incendiado, que aún estaba humeante y olía a hierro mojado. A su alrededor habían numerosos fragmentos dispersos. Algunas vidrieras de tiendas cercanas fueron alcanzadas por el estallido. Mucha gente se aglomeraba tratando de curiosear, entre ellos buena parte de los huelguistas de distintas motivaciones. La policía examinaba cerca de las veredas, dos ambulancias aguardaban en vano.
—¡Qué fastidio! ¿Quién es ese gordinflón ridículo?
—Lo conocí en la Academia... —aclaró Fernández.
—No parece que nos sirva de mucho.
—Las apariencias engañan.
—Sobretodo si se trata de la policía.
Era un modelo de bus bastante antiguo, presumiblemente habían lavado el piso de madera con nafta, lo que aceleró la combustión, considerando también la cobertura de terciada de las paredes y los asientos de esponja forrados en cuerina, fue cuestión de segundos para que ardiera entero.
Entonces echó la vista al suelo y observó algunas piezas chamuscadas sobre el pavimento. Las metió en una bolsita de hule, de supermercado.
«La gente mira por la ventanilla durante los viajes. La mayoría prefiere ese lado del asiento. Van cruzando los rostros pensativos en un ritual de itinerarios por las calles, diariamente. Observando el fugaz paisaje y contemplando sus pasajeros pensamientos. Se ven serios. Miles de rostros miran por la derecha, o donde no esté dando el sol. Van con sus pensamientos oscuros, pervertidos, ocultos»
Fernández entró a un bar que no poseía ninguna clase de cartel que indicara que fuera tal. Tomó asiento en una esquina, mientras contemplaba con curiosidad un retrato de Sigmund Freud pintado en la pared, que tenía la sutil figura de una mujer desnuda sobrepuesta entre el nacimiento de la calvicie y la formación de la barba.

De repente, era otro día.
En el televisor puesto en una silla arrinconada se comentaban las portadas de los periódicos:
»CAOS NACIONAL tituló en cabecera uno de los principales vespertinos el día de hoy. Mientras que una fotografía, más abajo, muestra el bus de la Línea 13 que ardió íntegramente. En el ángulo inferior izquierdo, un subtítulo señala 'Bomba financiera', aunque debería decir 'Bomba en financiera'. La información se detalla en la página 57. Bueno, pero no se enojen colegas, que estos errores son corrientes cuando se trabaja con la vista sobre el reloj, o en un calendario no religioso. Pero ahora vamos con el reportero Karim Mehlamed, desde el lugar de los hechos...
»—Sí, contamos con las explicaciones del Jefe del nuevo Departamento Antiterrorista, Bobadilla, eh...
»—Comisario Bobadilla, nomás. Así es, señor periodista, estamos investigando este repentino intento de hacer volar la Financiera Ciudadano. Ya tenemos pistas precisas, y el o los responsables serían detenidos en unas cuantas horas.
»—¿En qué consisten esas pistas, comisario?
»—No puedo facilitarlas, porque podría entorpecer nuestras diligencias.
»—¿Cree que este acto tenga relación con los ahorristas defraudados hace tres años, después del angustiante colapso financiero?
»—Posiblemente, no se descarta lo que propone, señor periodista. Como ve...
—Su amigo, el policía gordo, está en la tele.
—Veamos, ¿qué premio a la ineficiencia le estarán entregando? Subí el volumen —respondió Fernández.
»—Por otra parte, no queremos sacarle más de su ocupado tiempo... —seguía Karim Mehlamed en la televisión.
»—No, no se preocupe, señor periodista; estamos a las órdenes.
»—Eh, una última pregunta. ¿Por qué se supone que no estalló el artefacto? —volvió a atacar el reportero, como si repentinamente se hubiera despertado.
»—Si bien no tenemos testigos, creemos que alguien, posiblemente que se movía en un vehículo a alta velocidad, arrojó la bomba, dentro de una bolsa negra para basura, ante la fachada de la financiera. Pero, la policía llegó a tiempo para evitar que el mecanismo de explosión se accionara. Particularmente el buen olfato de nuestro Agente Peki sigue dándole mérito a este cuerpo, formado exclusivamente ante la necesidad de mayor seguridad.
»—¿Agente Peki?
»—El perro antibombas.
»—Ah... ¿Podría describir las piezas que contenía... el artefacto?
»—Sí. Veamos: Un paquete de treinta o treinta y uno cartuchos de dinamita, con unos seis kilos de peso, conectados a una masilla, que llevaba un tablero de calculadora, unas cápsulas con químicos fosforescentes, tres baterías que por suerte fallaron, cables, cintas adhesivas, mecha lenta, espoleta (que se utiliza como espoleta iniciadora del contacto) y una antena.
»—¿Una antena?
»—Sí, seguramente no están viendo televisión ahora...
Karim Mehlamed hizo una mueca de confusión.
»—Era un chistecito; la antena sirve para dirigir la explosión por control remoto.
»—¿Qué alcance destructivo tendría? Comisario.
»—Y... ¡Ey, Feliciano, cuánto pasto se iba a quemar!.. —gritó alejando la boca del micrófono. "¡50 metros!", gritó Feliciano— 80 metros a la redonda aproximadamente.
»—80 metros... Comisario, estos equipos empleados para fabricar la bomba se consiguen en el país libremente...
»—Este, parece bien casera, —la imagen mostraba en ese momento el artefacto desarmado— pero el sujeto parece un McGyver cómo la armó, si no fuera por las baterías. Y, las dinamitas se dan mediante un permiso especial visado por las Fuerzas Armadas. O sea, no es algo tan complicado.
»—Una última pregunta, eh. ¿A qué causa presume este acto?
»—Creo que era más para intimidar que para hacer explosión. Sin embargo, el artefacto ya será derivado al laboratorio de Criminalística para su exhaustiva inspección —estaba sudando, el sol le daba en la cara.
»—Comisario, ¿interpreta usted esto dentro de la serie de amenazas de bomba mediante llamadas anónimas, aparte de la cadena de huelgas?
»—Bueno... hay una crisis política nacional —ironizó Bobadilla.
»—¿Pero tiene pistas del origen de estas llamadas?
»—Claro, estamos cerca de detener al causante, o los causantes, de estos episodios. Lo de las huelgas, supongo que es culpa de los huelguistas.
»—Por último, para finalizar: ¿por qué falló la bomba?
»—Porque las baterías no estaban cargadas.
»—Muchas gracias. Volvemos a est...

—Era cierto eso de que la televisión te aumenta cinco kilos.
—Dejame ver, —Fernández zarandeó las cosas que tenía en un cajón del escritorio— toda esta basura.
—¿Qué buscas?
—Las piezas del bus incendiado, ¿te acordás?
—Sí, que falló el motor. Ahh... me deshice de esas chucherías.
—¡Demonios! —se irritó Fernández.
—No es para tanto, de todas formas de qué te iban a servir un encendedor eléctrico estropeado, un mini reloj despertador destripado y unas baterías no alcalinas carbonizadas...
—¡Qué!
—Eso eran. Me dijiste que las examinara, y eso eran.
—¿Cables?
—Emm... sí unos cuantos, de cobre, cubiertos de plástico multicolor.
—Esto no empieza a oler a fallo de motor.
—¿Entonces a qué huele? Se quemó.
—Aún no estoy seguro, pero...
—Creo que sería mejor dedicarnos a estos casos —Su compañero sostenía un puñado de fotos de infidelidades.
—Parece haber alguien peligroso allá afuera —Fernández miró por la ventana que daba a la calle, que seguía tan atestada como ayer, o más.
—Bueno, estará entonces entre todos esos campesinos, médicos, estudiantes, estafados, transportistas, ah, y desde hoy los maestros de escuelas públicas.
—Mejor apagá el televisor.

Ese mismo día. Amenazaba que sería más largo.
Fernández se encontraba investigando las recientes solicitudes de permiso para utilizar dinamita, en los registros de la Dirección de Material Bélico de las Fuerzas Armadas, a donde llegó mediante la recomendación autorizada por el comisario Bobadilla.
«Cantero & Cía. ¿Quién rayos será este tipo? A ver, Cantero, Cantero, Cantero, todos los meses obtuvo el permiso», pensaba Fernández mientras leía las planillas clasificadas.
—Eh, mm... cuate, ¿quién se supone que es este Cantero? —preguntó a un oficial responsable de esa oficina, que estaba concentrado en el brillo de las puntas de sus botas.
—Eh, ah, ¿Cantero? Son unos picapiedras, señor.
—¿Picapiedras?
«¡Demonios! ¡Picapedreros, será! Cantero & Cía. es una explotadora de mineras. Esto no me sirve», pensó y volvió a pegar la vista en los papeles.
«A ver, hum, todo este año y el anterior estuvo ganándose el privilegio de reventar el suelo del Chaco a dinamitazos limpios. ¿Y éste? Montelindo SRL, bah, otra explotadora. Este lugar huele a pan viejo»
—Yyy, ¿es fácil conseguir este permiso, amigo?
—No, señor —respondió el guardia sin despegar la mirada de sus zapatos.
—¿Tanto cuesta anotarse?
—Verá, señor, la Dirección de Material Bélico es la única que administra dinamitas en el país, y por eso se basa en un riguroso registro... señor.
—Ya veo.
—Ya habrá visto que son los cantereros los que habitualmente piden la dinamita, señor.
—Ya veo. ¿Para qué?
—Para despedazar piedras en Emboscada, señor.
—Hum, entiendo.
—... pero es muy fácil apropiarse de los detonantes ya que son guardados precariamente y así podrían comercializarse con otros fines, señor.
—¿Criminales también?
—Sí, señor.
—¿De dónde consiguen el material?
—¿La Dirección de Material Bélico, señor? Bueno, traemos de varias localidades de Brasil, pero sólo nosotros podemos hacerlo, de forma exclusiva, señor.
—Gracias por el dato —el investigador salió de la oficina, pero el guardia volvió a contemplar sus botas lustradas.

Posteriormente Fernández se dirigió a la Financiera Ciudadano, donde conversó con el personal presente en ese momento, una cajera y un ordenanza.
—Los demás no pudieron venir por causa de la huelga del transporte público, y por el suceso de esta mañana —excusó la mujer.
La cajera, una cincuentona que tenía la solicitud de jubilación escrita en la cara, sólo pudo confirmar que la financiera no se vio afectaba por el quiebre en cadena de bancos de hace tres años, cuando el Presidente de entonces compró las matrices de varias empresas deudoras, y luego decretó la monopolización del cambio del dólar mediante su banco propio, el Banco Criollo.
O sea, ningún ahorrista del Ciudadano podía haber acusado estafa alguna en sus cuentas y vengarse con este ataque por esa circunstancia anterior.
Tampoco el personal pudo haberlo hecho, ya que ganaban un jugoso sueldo quincenal, y doble aguinaldo anual, que se sumaban a premios, comisiones y concursos de habilidad.
—Nadie podía decepcionarse con un empleo así —coronó la cajera a esas referencias, a lo que Fernández asintió seriamente.
—Este día va a ser largo —murmuró el investigador. Y el joven ordenanza se ahogó con el trago de agua que estaba bebiendo. Avergonzado por su ataque de tos, se retiró tímidamente.
Fernández, luego, se entrevistó con un par de vecinos que vivían frente al Ciudadano. Ninguno aportó novedades, más que las que dijo el comisario Bobadilla por televisión. Desechó la idea de hablar con más vecinos. Por lo que marchó entre la multitud en las calles.
Literalmente las calles estaban colmadas de gente y no había ninguna feria; sobretodo en la Plaza Uruguaya, que era el centro de congregación de la marcha campesina, desde hacía varios días.
«Esta gente podría invadir mi oficina», se alarmó y apresuró el paso.
A lo largo de las cuadras del parque público había algunas carpas de campamento, sonaba música folclórica en algún parlante forzado al máximo volumen, y se percibía un fuerte olor a sudor y orina en la fuente seca, en el centro, bajo la deslucida estatua de Artigas. Hacia el extremo que da con la Estación del Ferrocarril subían los humos de las ollas populares, con un aroma penetrante a mate cocido.
«Me pregunto si algún terrorista estará entre ellos. Será que me tropecé con él, sin saberlo. O, me estará observando. Hum. Eso creo, al menos. ¿Qué sigue ahora? ¿Dónde podría atacar próximamente? ¿Cuándo van a acabar las huelgas?», seguía meditando Fernández en medio del gentío.
«¿Cuántos carteristas estarán dispersos por aquí? ¿Conseguirán alguna mejor ganancia que yo?», entonces se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón, palpó su billetera y se sintió un poco más seguro. «No me quitarán fácilmente mi colección de calendarios. Ayer me dijo alguien, no recuerdo quién, que hay un lunático llamando a todas partes. Pero eso ya lo sabía, y seguía pensando mientras me hablaba»
Miraba lo desolado que se veían los pabellones de las librerías de la plaza. Si con libros estaban bastante solitarios, ahora parecían sin alma. Es que las hordas invasoras se apoderaron de las publicaciones para alimentar las hogueras para cocer sus alimentos. Hasta comenzaron a arrancar algunos árboles y asientos, hasta un tobogán, para ese menester continuo y masivo que es comer.
«¿Este personaje consigue su arsenal del negocio del tal Cantero? ¿Lo roba de allí? ¿O lo compra clandestinamente? ¿Qué objetivos tiene en mente? Es extraño. Sin embargo, creo que debo desechar todos los razonamientos primarios»

Esa noche. En Fernando de la Mora, Zona Norte.
“... Volkswagen 1985 estalló alrededor de la una de la madrugada, frente a la vivienda del ex gerente del extinto Banco Criollo, Juan Ortiz, quien se encontraba con su familia durmiendo”, se escuchó en una radio colgada del cuello de alguien que pasaba por la ventana del bar.
»—Sí, Juan Ortiz y su familia se encontraban durmiendo.
»—¡Otra pregunta, comisario! ¿Sería una venganza?
»—Bueno, durante el interrogatorio de este individuo, él mencionó en repetidas ocasiones que no tiene enemigos personales y desconocía absolutamente quién o quiénes tendrían interés en matarle. No obstante, ya estamos obteniendo importantes avances en este caso, y el responsable sería identificado por la mañana... Muy bien, señores periodistas, se acabó la conferencia.
Era el comisario Bobadilla, que ya le daba la espalda a la maraña de micrófonos, grabadoras y cámaras de los medios noticiosos. Una bola de preguntas rebotó en su nuca.
—Vaya, Feliciano, esta gente tiene las mismas costumbres todavía. Cómo me saben fastidiar —se quejó.
—Sí, jefe, de vez en cuando debería ayudarlo en esa tarea.
—No te preocupes, que los jefes estamos para dar la cara... en estos casos, al menos, sí… y en los más. ¿Ya averiguaste quién fue el culpable de arrancarnos de la cama? —soltó un enorme bostezo.
—No, señor. Las huellas digitales volaron.
—Excelente, Feliciano. No sé qué haría si no te tuviera de ayudante en este departamento.
«Trabajaría, señor, trabajaría», se dijo Feliciano a sí mismo.
La explosión no causó ninguna víctima fatal ni heridos, aunque por su magnitud destrozó completamente el vehículo, hasta hacerlo irreconocible, además desmoronó parte de la muralla de ladrillos que se encontraba cerca. Justo borró la palabrota de un grafiti que acompañaba al nombre de Juan Ortiz.

Esa misma noche, casualmente, la planta baja del Tribunal Supremo de Justicia fue terriblemente dañada por un estallido, que afectó unos sesenta metros cuadrados, incluyendo los mobiliarios y documentaciones de orden contable.
»—Yo y unos amigos estábamos mirando televisión en la azotea, cuando escuchamos el tremendo ruido. Primero pensamos que había caído un rayo, pero era imposible, porque el cielo estaba completamente despejado. No volaba ni una mosca.
»—Entonces vimos el edificio del Tribunal, de donde salía un gran destello y mucho humo, que se veía aunque era de noche. Tuvimos que tirarnos al suelo por los fragmentos que empezaron a caer sobre nosotros —testificó un vecino ante cámaras, mientras sus amigos, detrás, lo miraban por la televisión, volteaban a mirarlo y volvían la cabeza hacia el aparato puesto sobre una silla, repetidas veces.
Enseguida acudió el Departamento de Antiterrorismo de la Policía Nacional, con varios efectivos y su can rastreador Peki, pero no pudieron determinar los componentes del explosivo, porque había estallado. La destrucción fue tan grande, que se perdieron las pistas posibles, determinó el comisario acompañado por su siempre servicial oficial.
El Jefe de la Policía, Ignacio Medina, manifestó en un comunicado leído en la televisión, luego en las radios, que estaba profundamente preocupado por este hecho, por lo que redoblaría la seguridad del Tribunal.
Alegó también que el Presidente del país, Miguel Noguera, lo telefoneó para exigir misma medida.
A esas horas el otro Presidente, Francisco Gómez, había convocado a una conferencia de prensa en su despacho, donde indicaba:
"Este acto criminal que sufrió el Tribunal Supremo de Justicia es un acto aborrecedor, que jamás debió suceder ni nunca más debe acontecer en este país que busca salir del hoyo en que está, y alcanzar el guante de la esperanza con que abriga la democracia."
"Hace instantes conversé por teléfono con el juez titular, José Cabrera, y me dijo que esto es muy grave. Y es así, señores periodistas, mediante quienes puedo llevar este mensaje a mi pueblo sufrido. Es horrible."
"Yo estoy seguro que hay manos oscuras en este Gobierno que buscan desacreditar las intenciones correctas de las personas decentes y libres de sangre, como quien les habla, su servidor. Y digo: ¡Basta! Ya no podemos más. Renuncien, aléjense del país. Que se abra la tierra, que se los trague y aparezcan en Japón. Pero: ¡Basta!"
En el despacho donde pronunciaba su discurso alguien comenzó un bostezo.
"Estoy seguro que este atentado es una maniobra de Miguel Noguera, el ilegítimo Presidente de la República, que falsamente mostrará su preocupación por este hecho una y otra vez, con los dedos cruzados detrás de la espalda. Ya hace horas, mediante su vocero policial, ese títere apellidado Medina, intentó mostrarse inocente al ordenar reforzar la guardia del Tribunal. ¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira!"
Al decir tres veces mentira levantó cada vez el dedo índice apuntando al techo con convicción.
"Fíjense, señores, ¿cómo es que Noguera supo tan rápido de este golpe y llamó al Jefe de Policía? ¿No sospechan? ¿No será acaso que las nuevas guardias que envía son asesinos para liquidar la paz, para matar a los jueces legítimos? Yo mismo he recibido amenazas de muerte en mi propia residencia, mi esposa, mi familia, mi ama de casa, y colegas cercanos de la gloriosa Asociación Radical Unida."
"Les cuento más... La horda de criminales de Noguera se está armando y entrenando por los mejores superiores militares de las Fuerzas Armadas, que en algo son mejores aparentemente, en sus estancias en el interior del país, esperando que me tome un descanso y entonces acabar con nuestros esfuerzos democráticos."
"No. Le pido al pueblo que reflexione y me apoye para derrocar a la mentira, antes que vengan peores desgracias. Piensen en el futuro de sus hijos, de sus jóvenes. Esta patria es demasiado buena para despreciarla."
"El terror continuará y se hará peor, para todos."
"Muchas gracias".

Paralelamente al excitado discurso de Gómez, el presidente Miguel Noguera ofrecía en vivo y en directo un mensaje oficial por el Canal Estatal 9. Bajo la imagen arrugada y seria de Noguera aparecía un mensaje de texto en que se prometía inmediatamente después la emisión en diferido del mensaje oficial de Francisco Gómez.
"Hombres y mujeres de este país -decía Noguera-, trabajadores y trabajadoras, compatriotas, todos."
"Esta madrugada hemos despertado forzadamente por un acto vandálico que merece el repudio absoluto. No se puede ni debe atacar la soberanía del Tribunal Supremo de Justicia, el único organismo institucional del Estado que no es electo por votación del pueblo."
"Su carácter independiente y su claridad de ejercicio fue dañado por el desequilibrio que nos ofrece este inútil choque de poderes presidenciales."
"Si bien sabemos que yo llegué al poder por las vías legales, sin recurrir a fraudes ni órdenes judiciales; espero que el juez titular, Cabrera, tome conciencia de este grave hecho y llame al diálogo para evitar más zozobra entre compatriotas."
"Apenas informado de esta explosión en el edificio de Justicia ordené al Jefe de Policía la defensa de tan importante institución."
"Niego categóricamente la responsabilidad por parte de mi grupo político. Quizá sea acusado de proponer ideologías violentas, pero desmiento que sean legítimas."
"El Movimiento Patriótico está al servicio de los patriotas, que somos todos, aunque algunos hoy hayan demostrado una vez más que no desean el amanecer que todos necesitamos para nuestro país."
"He ordenado también a la Policía que inicie rigurosas investigaciones para aclarar este hecho, encontrar a los culpables, enjuiciarlos, condenarlos y remitirlos a Emboscada para que aprendan lo que significa cometer un delito de esta naturaleza, y picar piedras durante décadas."
"Por último, quisiera expresar que este ataque quizá sea de mayor interés para el sector rival a mi gobierno, a fin de intentar sustraerme de mi posición legítima."
"Una vez más niego del todo tener que ver con este repugnante e ilegítimo acto explosivo. Estoy seguro que el pueblo, Dios y la Santa Madre son testigos de mis palabras. Si no, que ellos me lo demanden."
"Buenas noches".
Inmediatamente el Canal Estatal 9 transmitió la grabación del discurso de Francisco Gómez, prometiendo en el inferior de la pantalla la seguida reiteración de la disertación ofrecida por Miguel Noguera.

Fernández se hundió en un viejo sillón, echó un sombrero sobre su frente y se acomodó para reposar largamente.
En ese pasillo escapaba del bullicio de las calles. No había siquiera vecinos estorbando la tranquilidad en el Hospedaje Los Hermanos. Cualquier ruido sonaba muy distante. El cielo se veía azul marino, despejado, esa mañana, y la luz tibia del sol se metía por la abertura que había sobre la fuente seca, donde las viejas tejas no alcanzan a sombrear con sus bordes rotos.
—Parece que el país va empeorando cada día... un gobierno con dos presidentes no parece buena idea... ahora hasta los metalúrgicos y saxofonistas se acoplaron a esta olla a presión de huelgas, solamente falta el ejército para que se pueda decir que es general.
Sonó el teléfono.
—Diga.
—¿Investigaciones privadas?
—¿Quién habla?... ¿Hola? —no era el cable del tubo el que fallaba, la llamada se había cortado.
—¿Quién era? —dijo Fernández, desperezándose.
—No sé.
—¿Qué quería?
—Nada. Sólo aumentarse la cuenta telefónica.
Fernández fue a desayunar una taza de mate cocido quemado, con dos galletas, cerca de las ollas populares de los huelguistas.
Desde hacía unos días Fernández se alimentaba con toda esa gente, aprovechando que era gratis, ya que un montón de comida se recaudaba de donaciones y colectas. Las donaciones venían de los restaurantes.
Sentado al borde de la poblada vereda, frente a la Estación del Ferrocarril, una camioneta 4X4 de doble cabina, que venía a gran velocidad, se detuvo bruscamente ante él. Se bajó la ventanilla y apareció la gruesa cara del comisario Bobadilla.
—¡Fernández! ¿Qué haces por acá?
—¡Eh!
—Subite, pues, al asiento de atrás, vamos a Ciudad del Este un rato.
Ciudad del Este quedaba a cinco horas de viaje de la Capital.
—¿Qué hay allá?
—La policía fronteriza dice que incautó unas veinte toneladas de dinamita ilegal proveniente de Brasil. Ahora vamos a requisar el material, subite... ¡Acosta y Alvarez, van a viajar en la carrocería! —ordenó Bobadilla a los policías sentados detrás suyo en la cabina.
—¿Eh? Feliciano, no vi que estabas al volante.
—¿Cómo va todo? —saludó Feliciano.
—Así es, Fernández, por suerte se me permitió conservar a mi gente cuando me nombraron Jefe del Departamento Antiterrorista —acotó el comisario, sin que nadie le diera pie para ese comentario.
—Decime, Bobadilla, ¿ya tienen pistas del terrorista?
—Será cangrejo, ¿cuál terrorista? Si te referís a las explosiones, pues concluimos que apenas fueron accidentes ocasionales.
—Quizá.
«Duermo. La vida y la materia congenian en este viaje en la oscuridad. Nos raspan la superficie de los párpados las luces de los transportes que corren en sentido contrario. Un largo paisaje desolado nos acorrala dentro del viento en que penetramos sin querer queriendo. Silencio, veo la nuca del conductor, que bosteza. Un insecto se estrella contra el parabrisas»

Ocho horas después. En la Aduana de Ciudad del Este, en la frontera con Brasil.
La comitiva del comisario Bobadilla llegaba hasta el depósito donde se resguardaban varios contenedores con una carga de 20 toneladas de dinamita, que nunca fue solicitada por la Dirección de Material Bélico.
—Así que éste es el cargamento —comentaba Bobadilla, mientras saboreaba un alfajor.
—Señor, la dinamita estaba lista para ser utilizada, dice el informe —dijo Feliciano.
—Sospecho que el responsable de este material tenía fines bastante claros —se inmiscuyó Fernández.
—Deja eso a nuestro cargo, Fernández. El Departamento Antiterrorista maneja un montón de detalles sobre el tráfico de armas, también. ¡Traigan a Peki! —ordenó el comisario a sus subalternos, quienes sostenían con una correa al diminuto perrito policial.
Peki comenzó a oler las grandes cajas metálicas, que no tenían ni una sola referencia externa. El armamento había pasado el Puente de la Amistad y todos los controles aduaneros sin ninguna verificación. Recién en el Kilómetro 60 se detectó este peligroso cargamento, y fue depositado en los galpones del referido puesto. Pero nadie sabía cómo llegó allí, a quién pertenecía ni qué uso tendría.
—Señor, no creo que sea apropiado ordenar el traslado de la dinamita a Asunción, o alrededores; recuerde que la situación anda muy caldeada...— opinó Feliciano.
—Tenés razón. Veamos. Ya sé. Prepará una orden para llevar todo esto al cuartel de Lagerenza —dijo el comisario.
—¿En el Chaco?
—Pucha, Feliciano, por supuesto que eso queda en el Chaco. Guarda unos cartuchos para llevarlos a los laboratorios de la Dirección de Material Bélico. Quiero hacer un pequeño experimento... —dijo, guardándose uno en el bolsillo.
—Sí, señor.
En esos instantes se escuchó un llamado por radio dirigido a Bobadilla, éste contestó y recibió unos datos urgentes.
—¡Pronto, Acosta conducí la camioneta! ¡Alvarez, cuidá el perro! ¡Fernández! Vamos, sucedió algo en un colegio cercano —ordenó Bobadilla inmediatamente, dirigiéndose a la camioneta, con torpeza.
Fernández, a unos metros de él, verificaba los contenedores. Subieron al vehículo y se alejaron rápidamente.
Poco después llegaron hasta el colegio del Área Nº 1, de la Represa Itaipú Binacional. De lejos se veía una espesa humareda que emergía de uno de los pabellones. Algunas leves explosiones sonaban aún.
Frente a la institución se aglomeraban muchos vecinos, además de los estudiantes que habían sido evacuados.
En este colegio no se sentía la huelga de profesores proclamada en la Capital, centenares de kilómetros al oeste.
La camioneta traspasó el cordón policial. Bobadilla y Acosta ya estaban ingresando en el colegio. Fernández se quedó en el portón, trataba de entender qué había ocurrido, se acercó a un lugareño:
—¿Qué pasó, Don?
—Hubo una explosión muy grande en el colegio.
—¿Cierto? ¿A qué hora pasó?
—Fue hace media hora, más o menos. Durante el recreo.
—¿El recreo?
—Sí. La explosión se produjo en el laboratorio de química.
—¿Usted es el portero?
—Sí, antes era futbolista también.
—Hubo heridos.
—Oh, treinta estudiantes parece que fueron alcanzados por los vidrios, pero no hay ninguno en estado grave. Por suerte estos alumnos no sienten tanto apego hacia la química, o si no...
—Ya lo creo que sí.
El artefacto explosivo destruyó parcialmente la edificación e inutilizó por completo los elementos laboratoriales y muebles.
El estallido levantó baldosas y el revestimiento de las paredes; provocó igualmente que se hayan quemado varios exámenes corregidos de alumnos reprobados. Quince minutos después los bomberos habían dominado las llamas del laboratorio. Uno de ellos se prendió un cigarrillo con el último foco de incendio, luego lo aplastó con el talón.
—Justo que venimos a Ciudad del Este tiene que pasar esto —se lamentaba Bobadilla, pasándose una toalla por la frente.

Cerca de la veinte y dos horas, de ese mismo día, y en esa misma ciudad.
Una torre de trasmisión de la represa sufrió una insospechada explosión que ocasionó el quiebre de la columna de metal, con su posterior caída hacia el oeste. Los gruesos cables eléctricos se soltaron y liberaron una peligrosa alta tensión por el suelo, con grandes chispazos. El área de la explosión era despoblada, por eso no había ningún tipo de control, ningún vecino, ningún testigo, nada. Excepto una vaca que huyó despavorida.
A raíz de este hecho, el suministro de energía de la hidroeléctrica fue cortado a todo el país; también tres estados de Brasil fueron afectados por este percance y sorprendidos por la repentina oscuridad, agazapada.

En Asunción, mientras tanto, el ambiente era aún más atemorizante. Esporádicos generadores privados tachonaron remiendos, pequeños cuadritos de luz, en la tela de la noche, muy negra.
No funcionaban el alumbrado público, los semáforos, los ascensores, ni los microondas, ni los tornos de los dentistas.
Las calles estaban llenas de gente, como desde hace varios días ya estaba explicitado, nadie entendía qué pasaba. De pronto se veía el movimiento de algunos faros encendidos de los vehículos en marcha. El bullicio llenaba ese ambiente, se oían gritos y unas cuántas bombitas de pirotecnia.
En los edificios muchos abrían las ventanas, pero las puertas no. Muchas entradas estaban pobladas de personas que no se podían distinguir. Las sombras se movían como una masa que se contagiaba por los bordes hacia otras masas de sombras.
La inseguridad crecía, oscuramente. En todas partes se escuchaban radios portátiles y se atendía a cualquier evento que pudiera surgir.
Una ambulancia desparramaba el ruido de su sirena por alguna calle no lejana. Se podía distinguir otra sirena más, en otra parte. También se distinguió a alguien que imitaba el sonido de las sirenas.
Los rumores de golpe de estado sonaban de esquina a esquina. Y la luz no volvía. Tampoco nadie podía explicar por qué se cortó repentinamente. Unos decían que el ejército leal a Miguel Noguera estaba por atacar, pero los reportes de Radio Deber, la única emisora activa, manejaba datos sobre unas escasas maniobras en el interior del Cuerpo de Caballería.
Muchos rumores y probabilidades más se iban tejiendo a medida que transcurría cada minuto de oscuridad. En Radio Deber había llamado un oyente para denunciar que el corte de luz se debió al plan secreto del mandatario Gómez, para aniquilar a la familia Noguera en su vivienda, mediante un grupo de asesinos profesionales y suicidas. Que unos coches sospechosos, totalmente negros, merodeaban la residencia de Noguera. La noticia no se confirmó por nadie más.
Finalmente la Administración Nacional de Electricidad, responsable del suministro de esta energía tan útil, emitió un comunicado urgente dirigido a la opinión pública a fin de aclarar que el problema surgido se debía a percances con una de sus torres –aunque sin ofrecer tantas explicaciones-, pero que el inconveniente sería reparado en quince minutos. La nota había sido redactada cuarenta y tres minutos atrás.
A treinta y cinco kilómetros al oeste de Itaipú, en tanto, los peritos policiales estaban rastreando pistas alrededor de la torre de transmisión atacada. Los cables sueltos ya habían sido desconectados del canal de corriente eléctrica, por lo que no ofrecían riesgos, sin embargo los peritos no se animaron a manipularlos.
Unas camionetas especiales transportaron una muralla de reflectores para iluminar el área. Todo el suelo cercano de la columna derribada se había quemado. Había un pastizal carbonizado que continuaba humeando levemente. Una vaca olisqueaba desde lejos. Era otra.
Los técnicos de la represa empezaron a montar una línea de emergencia que recorría un camino en dirección norte. En cinco minutos la distribución de electricidad se debería normalizar.
Las primeras conclusiones de los investigadores apuntaban que en aquel perímetro no había ni un sólo rastro de movilización de personas en los últimos días. Por lo que el material explosivo pudo haber sido instalado incluso meses antes, y accionado por control remoto. Resultaba descabellado pensar en palomas amaestradas.
Los pocos fragmentos colectados demostraban el empleo de avanzada tecnología para esta bomba. Nada más.
Aún así, algunos expertos escépticos no pudieron evitar formular descabelladas hipótesis sobre un presunto ataque extraterrestre, que posteriormente derivó en que algunos creyeran haber visto objetos voladores no identificados en las fotografías del siniestro, que había coincidido con la temporada de apareamiento de las luciérnagas.
En la central de Itaipú se había redoblado la guardia, y una patrulla de seguridad comenzó a recorrer las torres de transmisión cercanas. También la policía brasileña comenzaba a asistir a la represa más grande del mundo. Varios grupos contrabandistas fueron sorprendidos.
La Policía Federal de Brasil reveló a las autoridades locales que ayer se había recibido, a través de una llamada telefónica anónima, una amenaza de bomba, que se colocaría dentro de la usina de la hidroeléctrica.
También, que en el lado brasileño los ataques con explosivos eran casi frecuentes. Las doce torres de distribución de energía entre las ciudades de Foz de Yguazú y San Miguel de Iguazú estaban alertadas de los asaltos. Por si acaso, contrataron cazadores de palomas.
Un agente también reveló que la Represa había recibido 187 llamadas equivocadas en los últimos dos meses. Luego se comprobó que el agente tenía costumbre de ser bromista, y que acompañaba al equipo sólo para romper con las tensiones de la formalidad policíaca.
La energía eléctrica ya se recobraba para el país entero.
En Asunción se sintió un leve alivio por el retorno de la luz artificial, pero los rumores todavía oscurecían los ánimos. Era ahora la televisión la principal fuente de noticias y, bastante oportunistas, tres de los canales presentaban simultáneamente noticieros especiales, un cuarto continuaba la telenovela venezolana interrumpida por el corte, y el Canal Estatal 9 preparaba una trasmisión exclusiva del presidente Noguera, desde su despacho.
"Pueblo paraguayo -comenzaba el discurso en directo de Noguera-, sufrido pueblo laborioso: yo, como presidente legítimo de este país mediante el voto mayoritario obtenido en elecciones libres, quisiera echar por tierra todos los rumores de golpe de estado que han llegado a mis oídos."
"Niego categóricamente que el Movimiento Patriótico esté relacionado de modo alguno con intentos violentos, con funestos preparativos asesinos."
"Este corte de electricidad nunca puede ser atribuido a intenciones de los Patrióticos, de ninguna manera. Categóricamente."
"Nosotros, no-so-tros, estamos seguros que la única forma de llegar a la paz de este convulsionado momento no será por la violencia, sino por el diálogo mutuo, la cooperación mutua y la integración mutua. No existe otro camino para esa necesidad que tenemos yo y todos mis compatriotas de ver a esta patria libre de falsos gobernantes, de esquemas políticos perturbadores, y conflictos sociales inoportunos."
"Por eso pido que toda la gente que está en las calles, que está haciendo alguna forma de huelga, que tome conciencia de mis palabras y que retornen a sus hogares, que cancelen estas protestas de fricción y comencemos a trabajar juntos por un país mejor. ¡Ahora mismo, compatriotas! Cinco, cuatro, tres, dos, ¡Ahora!"
"Pido que todo el pueblo, todo, distinga esta campaña de desinformación que se acumula alrededor de mi persona. Que sepa distinguir al verdadero gobernante que desea librar a la patria de estos prolongados perjuicios, prejuicios y perjurios."
"Sin más, les deseo a todos un reconfortante descanso. Gracias."
Sin embargo, los huelguistas no llevaban televisores colgados al cuello, y los que estaban viendo televisión se devanaban los sesos con la telenovela venezolana.
En la Represa de Itaipú acudió también la comitiva del Departamento Antiterrorista de la Policía Nacional.
—Disculpá que sea un poco entrometido, pero qué novedades ha aportado a las investigaciones los datos de la policía brasileña.
—Eso es confidencial, Fernández. Información clasificada que no debe llegar a cualquier ciudadano común. Pero como sos mi colega, te comentaré. Dicen que estas explosiones en torres de distribución son frecuentes en el lado brasileño. Constantemente se reciben llamadas telefónicas anónimas en la represa alertando de la instalación de bombas. Las amenazas existen, y algunas se cumplieron. La policía no tiene conocimiento del autor de todo esto. Pero... no es importante, debe ser algún brasileño decepcionado con el servicio, o las tarifas.
—Entiendo, pero ¿qué hay de esta torre a cincuenta kilómetros de la frontera?
—Bueno, quizá un loco se perdió en el mapa y cayó bien hacia nuestro lado. O tal vez decidió afectarnos también a nosotros, para provocar mayor presión sobre los técnicos brasileños.
—Quizá tengas razón.
—¡Qué suerte que no estamos en Asunción ahora, cuánto lío se habrá armado por el tema del corte de luz!

Esa madrugada, en el barrio Las Carmelitas de Asunción.
Aproximadamente a las 4.30 horas, la monumental mansión del general de las Fuerzas Armadas, Casimiro López, fue afectada por un tiroteo realizado desde la calle de su frente.
Entre cincuenta a setenta balas impactaron en el portón corredizo de acero inoxidable, perforando su superficie y terminando en la fachada de la edificación así como en la chapería de un automóvil blindado de uso privado del General. Otras balas se encontraron en los muros de piedra, laterales al portón. Diecisiete ventanas y tres planteras, rotas.
La guardia de la residencia reaccionó tarde al sorpresivo asalto, no pudo identificar correctamente a los responsables del tiroteo, dispararon contra ellos pero al parecer ninguno de sus tiros los alcanzó.
El arma utilizada por el o los terroristas sería una mini ametralladora Uzi. Los soldados que cuidan el frente de la mansión dijeron ver la parte posterior de un vehículo que se desplazaba a alta velocidad, haciendo imposible siquiera la identificación del modelo, aunque se estima que sea un Mercedes Benz. Sí pudo observarse que el móvil era negro y tenía los vidrios ahumados. En cambio de sus ocupantes no se sabe absolutamente nada, aunque podrían haber sido morenos.
Afortunadamente el general Casimiro y su familia, que se encontraban descansando, no fueron víctimas de las balas. El mismo ha ordenado el refuerzo de la seguridad de su residencia así como la presencia de peritos en armas, para identificar más aspectos del tiroteo.
Las cámaras de circuito cerrado que posee la fastuosa vivienda grabó algunas tomas del vehículo cruzando su frente y acribillándolo. Lastimosamente las tomas se ven lejanas y en un perfil poco favorable. Las dos microfilmadoras que abarcan la fachada se ubican en las esquinas del jardín, a medio metro por encima de las cabinas de guardia; y realizan movimientos circulares automatizados.
No obstante, con las imágenes se comprobó que el móvil era un Mercedes Benz negro, falsificado. Una de las ventanas se muestra abierta a medias, y aparece, apenas, el cañón de la ametralladora, con su extremo brillando por las chispas de la ráfaga de disparos. El vehículo no llevaba chapa identificadora ni calcomanías. Tampoco permitieron afirmar si los ocupantes eran morenos o no.
El presidente Miguel Noguera ya había ordenado al jefe de policía Ignacio Medina la realización de un rastrillaje en toda la zona. Varias salidas de la ciudad estaban siendo cubiertas por rigurosas barreras de control policial, pese a que de todas formas ya había rigurosas barreras de control policial con tanta huelga.
Sin embargo una hora después del atentado no existían todavía sospechosos, ni ninguna pista que condujera al gatillo de la ametralladora verdad.
El general Casimiro López era considerado como uno de los principales aliados del presidente Noguera. Por ello este suceso inesperado hacía suponer que era una maniobra creada por su oponente político, Francisco Gómez, a quien Noguera catalogaba de "usurpador del poder absoluto que le corresponde", parafraseando a un personaje telenovelesco. Los que veían la telenovela venezolana entendieron.

Por la mañana, siendo la hora 7.35.
El presidente Francisco Gómez había logrado que la Cadena Internacional de Información (CII) le hiciera una entrevista, mediante su reportera corresponsal Sonia Ferreira, quien además era conductora del noticiero central del Canal 7.
En alguna residencia aislada, cercana al lago Ypacaraí.
Sonia y un camarógrafo estaban esperando la llegada del Presidente para la grabación de la entrevista. El cuarto en que estaban era bastante vacío. Apenas había muebles, una mesita y dos sillones enfrentados. La pared que enfocaba la cámara estaba decorada con un simple cuadro de tendencia artística cubista, con colores muy sombríos, lo que hacía suponer que lo pintó un sombrío cubista.
Las paredes estaban pintadas de color púrpura y daban la sensación de que afuera nada era audible de lo que sucediera en esta habitación, porque lo que era afuera no se escuchaba, correspondientemente.
La iluminación era tenue, con una lamparilla colgante en el centro del techo. Las puertas, blindadas, estaban protegidas por unos guardaespaldas gigantes que no hablaban y se escondían detrás de unos oscuros lentes, de cuyas orejas se desprendían los rulos de un cable que se enchufaba a la nuca. Era posible que se desvanecieran sin ellos.
Una de las dos puertas visibles se abrió enseguida y apareció Francisco Gómez, vestido con unos pantalones puestos, botas oscuras y una remera de rayas horizontales azules, blancas y verdes.
Saludó levantando una mano y se sentó en el sillón que la reportera había dejado desocupado.
—Buenos días, señorita —dijo el Presidente inclinando un poco la cabeza.
—Buenos días, señor Presidente —respondió la reportera.
—Cuando quieras podemos comenzar la entrevista.
—Muy bien. Listo, Jorge, empezamos a grabar —le señaló al camarógrafo.
Dos lámparas sobre sus respectivas torres estaban encendidas a los lados de la cámara filmadora, iluminando cuidadosamente los detalles de ambos. Una luz roja se encendió encima del aparato y el camarógrafo hizo una señal con la mano.
Un micrófono estaba reposando sobre la mesita, pero no se veía en la imagen que presentaba la pequeña pantalla adherida a la cámara.
La reportera se aclaró la garganta, y murmuró una vocal tres veces.
—Soy Sonia Ferreira, desde Paraguay, en un reportaje especial y en exclusiva para la Cadena Internacional de Información. El presidente, Francisco Gómez, ha accedido a una entrevista donde nos presentará su opinión acerca de la caótica situación que se está viviendo en este país sudamericano y más... Saludos, señor Presidente.
—Saludos. Es un honor para mí participar en la misión informativa de esta importante cadena internacional. Y por este medio quisiera presentar la verdadera imagen de Paraguay. Adelante con sus preguntas, señorita. Estoy a su entera disposición.
—Sí. Eh, señor Presidente, ¿cómo definiría usted la "Presidencia compartida"?
—Bueno, la "Presidencia compartida" es un instrumento jurídico que he empleado para evitar que una injusticia se haya consumado en un cien por ciento. El Partido Republicano, al cual yo estoy afiliado prácticamente desde que nací, lleva el poder de gobierno en hombros desde hace más de seis décadas. Dentro de este legendario partido político, una de sus corrientes más importantes es la Asociación Radical Unida, que es la que lidero.
»El año pasado se realizaron las elecciones internas de mi partido, donde resulté ganador por una amplia cantidad de votos encima del Movimiento Patriótico, una novedosa formación del mesiánico y fascista Miguel Noguera. Pero él logró invalidar mi elección mediante las tramposas conexiones que tiene con algunos elementos corrompidos del Partido.
»Él quedó como candidato del Partido, entonces. Llegaron las votaciones nacionales, y nuevamente ganó el Partido Republicano, por el simple hecho de que la gente nos vota por el nombre, por el color, por la trayectoria del gran Partido, y no por su candidato ocasional, o si no perdíamos lejos con este Noguera al frente.
»Él llegó a la Presidencia de la Nación, pero no era válida su trascendencia. Semanas antes yo había comenzado a tramitar una denuncia en el Tribunal Supremo de Justicia, alegando que Noguera infringía una importante ley electoral de 1928, que anula la persona jurídica de cualquier ciudadano que se inscriba en dos partidos. Este Noguera había pertenecido antes a un partido opositor, eso no es legal, ya que esa ley jamás se derogó, y continúa plenamente vigente.
»Él no lo reconoce, pero yo tengo documentación real y palpable que confirma lo que digo, que era lo que estaba usando en toda mi campaña electoral para eliminarlo de carrera. Él pensó que había ganado y ya.
»En cambio, el Tribunal reconoció la legalidad de mi moción y decidió constituirme la mitad de la Presidencia, hasta tanto decidan finalmente derrocar al falso Presidente, que es Noguera.
»En resumen, "Presidencia compartida" significa el retorno a la justicia, el camino al poder que me pertenece legítimamente a mí.
—¿Qué opina sobre la difícil situación social y económica que atraviesa el país debido a los conflictos políticos, señor Presidente?
—Todo es culpa de Miguel Noguera, con nombre y apellido. Ese hombre usurpa un puesto que no le corresponde e intenta usurparlo por los próximos años y tal vez hasta que se muera, no sabemos qué clase de trucos tiene preparados. Incluso sería capaz de tener hijos para heredarles el poder, porque si tuviera hijas, serían Primeras Damas.
»Si bien, con él de candidato oficial, el Partido Republicano obtuvo un ochenta y cinco por ciento de votos de todos los electores participantes. Es un porcentaje elevado, fíjese señorita, pero en realidad es un promedio de nuestro partido que se reitera cada vez que se abren las urnas.
»Esa cifra evidencia a un gran pueblo que sabe que yo soy su líder auténtico, que no quiso obsequiar el poder la oposición, como medida de castigo al usurpador de Noguera. Sino que lo votó y luego se puso a esperar a que yo reclamara mi cargo y lo asumiera.
»Todo el caos, la desidia y manifestaciones sociales son causa de Noguera, quien sigue insistiendo con su mentira. El hace sufrir al pueblo. Pero lo que debería hacer es renunciar y permitirnos la calma del país y el inicio de una reconstrucción nacional.
—¿No cree que está siendo muy intimidador? ¿Acaso no habría iguales resultados si el que renunciara fuera usted?
—Yo no sé, señorita, si usted tiene simpatía por Noguera, o él le paga su sueldo o lo que sea, lo claro es que el único Presidente legítimo y que cuenta con el apoyo multitudinario de este país, ése soy yo, Francisco Gómez, con nombre y apellido.
—Disculpe, pero yo, como periodista responsable, me mantengo neutral en asuntos políticos...
—Lo que quiera, señorita. Yo no opino en cuestiones de mujeres.
—Bien, eh, ¿qué planes tiene para mejorar la situación general del país?
—Muchos planes efectivos. Primeramente comenzaría con el saneamiento del gobierno y de todas las instituciones públicas.
—¿A qué se refiere con saneamiento?
—Es simple: a la identificación de todo el funcionariado implicado en la corrupción, a su enjuiciamiento, a recuperar los bienes del pueblo que hayan robado, hasta la última moneda, y al encarcelamiento posterior de esa indecorosa clase de ciudadanos.
—Sí.
—Entre otras cosas, como yo soy de origen campesino, la sangre campesina fluye por mis venas, yo pienso como campesino, como ciudadano común; mi gobierno le dará mejores oportunidades a la retrasada población campesina, que es la base económica de este país...
—¿Tiene intenciones de realizar privatizaciones?
—¡Nooo!, una vez "limpias" nuestras instituciones de ninguna manera será necesario ahogar estos valiosos instrumentos nacionales, que pueden brindar un inmejorable servicio público, a bajo costo, y a la vez servir de sustento para muchas familias compatriotas.
—¿En cuánto tiempo cree que esta dificultad de gobierno vaya a terminar?
—Bueno, no me considero ninguna clase de profeta o adivino, pero espero que cuanto antes mejor será para todos. Ese es mi deseo todos los días. Depende de Miguel Noguera, en parte, que considere su postura ilegal y renuncie, o deje la solución a cargo del Tribunal Supremo de Justicia, cuyos intachables jueces que lo conforman están deliberando en sesiones permanentes la invalidez jurídica y social de Noguera, y quizá en unos días todos podamos ver el nuevo amanecer.
»Acaba de venirme a la mente una proclama que había realizado en una concentración popular la noche que me robaron mi victoria; dije que, sin importar las mejores intenciones que se tengan, ningún gobierno podrá durar más de seis o siete meses con Noguera como presidente. Hoy, a casi cinco meses de aquella oscura jornada política, reafirmo esas palabras. Estoy convencido que Noguera caerá irremediablemente, falta tan poco. Uno o dos meses, según mis asesores técnicos.
—Muchas gracias, señor Presidente.
—Yo soy el que está agradecido, al poder comunicar mis intenciones al pueblo paraguayo y a toda la comunidad internacional que está atenta al bienestar de este pueblo, que quiere amanecer despierto.
—En exclusiva, desde Paraguay, este ha sido el reporte de Sonia Ferreira, para la Cadena Internacional de Noticias.
Terminó la entrevista. Las luces de los reflectores fueron apagadas, al igual que la cámara filmadora; el camarógrafo ya estaba desarmando el equipo y guardándolo en las cajas correspondientes.
—Muchas gracias por su concesión, señor Presidente.
—Llamame Francisco, nomás.
—Eh, sí, señor... Francisco.
—¿Cuándo será emitida esta sensacional realización?
—Sí, en unos dos o tres días. Tenemos que editar el material. Además de relacionarlo con una sinopsis de todo lo acontecido...
—No, no hace falta editar nada. Salió perfecto. No pronuncié términos obscenos ni tampoco maldije al país imperialista que domina al mundo, del que esta cadena funciona de portavoz oficial. Usted misma lo habrá notado.
—Sí, señor. Lo tendré en cuenta.
—Decime, Sonia, sos bastante bonita...
—Gracias, señor.
—Y quisiera saber si alguna vez te gustaría cenar... Yo conozco un buen lugar, bastante privado, con excelentes platos y muy buen gusto en general.
—Ehh, no sé. Creo que estoy muy ocupada últimamente con los noticieros, hay ediciones especiales casi cada hora, en cualquier momento del día, y... no puedo por ahora. Eh, no quisiera parecer que rechazo...
—Oh, noo, no, para nada. En unos días cuando asuma la Presidencia completa estoy seguro que la invitaré para celebrar...
—Gracias... ¿Ahora debemos ponernos las vendas?
—Sí, querida, es un asunto de seguridad. Para mantener secreto este sitio ante posibles infiltrados del enemigo.
La reportera y el camarógrafo fueros vendados con telas oscuras en los ojos y oídos, luego conducidos a los vehículos de los guardaespaldas y llevados de nuevo a la Capital, donde recién podrán retirárseles las vendas.
El Presidente había partido en otro vehículo media hora antes.

Media hora después, en Asunción.
Fernández retornó a la Capital, al igual que toda la comitiva policíaca de Bobadilla. El investigador se bajó en un extremo de la Plaza Uruguaya, de vuelta a donde había dejado su vida urbana la última vez.
Hacía dos días que no se bañaba, sin embargo, estando con el comisario, nunca faltaron los bocadillos. Bien por ese lado.
La plaza seguía tan llena de gente, de gente que quizá ya había olvidado que la Tierra era casi redonda, de tanto tiempo que estaban congregados en ese predio público. Parecía un enorme inquilinato sin paredes. De seguro todas las pancartas con mensajes contra el Gobierno ya eran cenizas en la hoguera que servía para calentar los alimentos.
A media cuadra de la plaza seguía colgado el viejo y sucio letrero lumínico (que no obstante nunca se iluminaba) que indicaba al Hospedaje Los Hermanos.
El polvo seguía acumulado en el corto pasillo que comunica a su patio interno. En ese patio seguía tan silencioso, sin música, sin vecinos quisquillosos, sólo la fuente seca, los jardines desprolijos e invadidos por mala hierba y los dedos brillantes del sol entre las tejas dentadas al borde de los altos techos.
La escalera de tablones de madera que conducía a la segunda planta. Las puertas de las demás habitaciones estaban cerradas, hasta parecían herméticamente cerradas, sólo la 3 B se veía casi abierta. Frente a ella estaba su sillón inclinado de tela. Todo igual.
Asomó la cabeza adentro y la puerta crujió suavemente por un empujón. Adentro se veía bastante desordenado, al menos así parecían las diversas formas que cubría la densa oscuridad. Su vista todavía no se acostumbraba a esa escasez de luz en el interior de su habitación.
—¡Fernández! ¿Vive aún?
—¡Rayos!, por qué no encendés las luces o abrís las ventanas.
—El servicio de energía eléctrica fue cortado por falta de pago, primero; y segundo, el dueño del hospedaje aseguró las ventanas con tablas clavadas por fuera para evitar que te escapes con tus cosas sin pagar las cuotas de alquiler atrasadas.
—Con que así. No importa. Ya veo algo aquí. ¿Llamó alguien?
—No lo sé, el teléfono también se cortó.
—Déjame adivinar, tampoco hay agua y la heladera está vacía.
—¿Cuál heladera? Nunca tuviste una. Bueno, y el agua también se cortó.
—Ahora se supone que me ahorque y se corte la soga.
—Mala suerte.
—Creo que como anda todo nunca podrá pagarme mi dinero.
Fernández se hizo el distraído e ingresó al baño.
—¡Puuaajjgg! —Enseguida volvió a salir, asqueado— ¡qué hicieron en este baño!
—Ah, las cañerías se estropearon también.
—Creo que ya no falta nada.
—Tal vez.
—Pensé que en mi ausencia te ibas a robar mis cosas con tus amigos, o que algún grupo de huelguistas saquearía el cuarto.
—¡Oiga! De cualquier manera lo único que posee es lo que lleva puesto.
—Es cierto, —alzó un brazo y se olió— y huele desagradable.
—El otro día tuve un sueño, o eso creo, y pensé que el terrorista ése con que discurseás cada vez que respiras eras vos. Y es que cada vez que explota algo siempre anda cerca. No sé, pero a veces me divierte la idea.
—¡Qué cretino!
—Jajaja
—¿A cuál grupo fundamentalista pensaste que pertenezco? ¿Al MRTA? ¿Al de Gengis Khan? ¿Al...?
—Creo que ninguno de esos se encuadra con su chiste.
—Si fuera terrorista no diría chistes.
—Ahí está, en ningún momento ha sido chistoso.
—Cómo, pero sí...
En ese instante alguien arrojó un paquete cerca de la puerta. Fernández dio tres saltos hasta la puerta para alcanzar al sujeto, salió por el pasillo, se colgó del parapeto y alcanzó a verle un talón de sus zapatos antes de desaparecer, pero después bajó las escaleras y salió hasta la vereda. El misterioso sujeto había escapado, y ya estaba mezclado entre el gentío. Fernández, abatido, volvió a la habitación, seguro de que no era el cartero.
El extraño paquete seguía tirado cerca de la puerta. Parecía envuelto con papel cartón amarillento, cerrado por cintas adhesivas transparentes. Era del tamaño de una caja de zapatos. No llevaba ninguna especificación, cupón o tarjeta de invitación.
Continuaba hojeando el periódico de la semana pasada cómo si nada. Fernández se inclinó sobre la caja y acercó su oído a unos centímetros.
«No se escucha nada. No, no hay relojes. Pero, ¿quién sabe? Los explosivos modernos son muy silenciosos y nunca forman sospechas», pensó.
En un rápido movimiento tomó el paquete con ambas manos para arrojarlo en dirección a la fuente seca, para arrojarse inmediatamente a sí mismo al suelo con los brazos sobre la cabeza.
¡Plaf! ¡Pop! ¡Blam!
Nada pasó.
—¿Qué sucedió?
Fernández seguía enroscado en el piso polvoriento.
Se levantó lentamente, miró hacia el patio: nada. Salió al pasillo y miró abajo: una sarta de papeles desparramados yacían sobre el jardín silvestre, cerca del paquete amarillo roto por la mitad.
—Nada, sólo ejercicios —gritaba mientras bajaba las escaleras.
Los papeles eran recibos, contratos, pagarés, intimaciones y otros documentos de su casero. Una nota fechada dos días atrás refería que ya no podía vivir en ese hospedaje hasta que cancele su deuda de alquiler de dos años. Que sus posesiones actuales eran embargadas y que debería desalojar desde mañana.
Dejó los papeles donde habían caído y subió al 3 B.
—Bueno, has sido un buen ayudante de oficina, pero ahora debemos cerrar el cabaret.
—¿De qué diablos hablás?
—El casero nos echa.
Salió al pasillo, llevaba el periódico doblado bajo el brazo. Fernández se cambió de saco y se vistió con el de color marrón. Salieron a la calle, sin cerrar siquiera la puerta.
—Lo siento, todo salió un fiasco.
—No importa, creo que ahora me dedicaré a traficar drogas en la plaza y a administrar prostitutas por las noches.
—¿Lo dice en serio?
—Ya me creerás. Sigo siendo investigador privado, recuerda. Ahora yo soy mi propia oficina. Además, hay unos atentados que resolver.
—Suerte.
Le tendió la mano y con media vuelta ya se marchaba.
—¡Ya verás cuando atrape al terrorista! —gritó Fernández; las personas que estaban alrededor lo miraron con asombro, como se mira cuando alguien grita. Y sobre todo cuando se grita una burrada.

A dos cuadras del Hospedaje Los Hermanos, sobre la calle 25 de Mayo, se encuentra la sede del Partido Republicano.
Esa sede representaba un importante poder de convocatoria para aquellos movimientos internos que lograban cubrir los mayores cargos dirigenciales. La Junta Partidaria, compuesta por cinco miembros, con el presidente llamado Miguel Estrada, mostraba una tendencia que favorecía al presidente Miguel Noguera.
Fue mediante esta Junta que se detectaron los bloques de boletines fraudulentos que otorgaban puntos a su competidor Francisco Gómez, durante las elecciones internas para fijar al candidato oficial del Partido.
Gómez fue descalificado por causa de unos cincuenta mil boletines que incluían votos de afiliados ya fallecidos, votos dobles, triplicados de votos emitidos, votos no autenticados por las mesas de entradas y votos manchados por salsa de tomate, en vez de la tinta invisible.
Según los estatutos, había llegado el periodo para renovar a las autoridades del Partido. En realidad, la Junta llevaba dos semanas de retraso para convocar al plazo de inscripción de candidaturas de los movimientos.
Luego de tres días de espera seguiría la convocatoria general de delegados de bases para las elecciones centrales, el domingo siguiente al emplazamiento.
Los delegados de base inscriptos eran 254, que provenían porcentualmente de cada región en que el Partido Republicano había trazado el plano nacional.
Por motivos de tiempo y reducción de gastos, la inscripción de candidaturas se redujo a un solo día, tiempo en que sólo presentaron sus listas el Movimiento Patriótico y la Asociación Radical Unida.
La convocatoria general para la asamblea extraordinaria se presentó esa misma noche. No había suficiente tiempo para intrincadas campañas de propaganda política, aunque tampoco se estimaba que todos los delegados llegarían oportunamente a la sesión de votaciones.

El domingo siguiente. Por la mañana.
El escenario para la convención estaba preparado para recibir a los delegados que elegirían a las nuevas autoridades del Partido Republicano, que de alguna forma significaba el respaldo y la directiva que seguiría el gobierno actual y futuro.
El inmenso Salón Auditorio estaba decorado con listones de tela y globos con los colores distintivos del Partido. Había sido alfombrado íntegramente. Habían más de trescientas sillas plegables de metal, ordenadas simétricamente, cada cual con un cartel que llevaba el nombre del delegado y su número de afiliado.
La mayoría de los asientos tenían instalados ceniceros de arcilla en un dispositivo especial adaptado a la altura del brazo. Encima posaba una carpeta de plástico que incluía una hoja de papel, con el breve orden del día impreso.
Las luces, el sistema de refrigeración y los altoparlantes fueron probados tempranamente y no presentaban ninguna dificultad técnica.
Un escenario se había montado en el extremo contrario a la amplia puerta de acceso. Tenía una puesta imponente, empotrado en una plataforma, igualmente alfombrada e íntegramente, del color del Partido.
Una larga mesa cubierta por un mantel del color del Partido se anteponía a ocho sillones de tipo ejecutivo, donde se ubicarían los cinco miembros de la Junta Partidaria, el tesorero, la secretaría y el fiscal electoral. Los sillones también estaban forrados por el color del Partido.
Sobre el mueble había también ceniceros, botellitas con agua mineral, carteles con los nombres de los representantes, cinco micrófonos, el libro de actas, copias del orden del día, dos floreros con ramos de rosas, claveles y helechos, en los que también predominaba el color partidario, así como un platillo cargado con granos de maní tostado, a pedido de un integrante que solía sentirse lánguido por las mañanas.
Al ingresar al Salón Auditorio, se encontraba el baño a la izquierda, una solitaria puerta que sólo señalaba la diminuta figura oscura de un sombrero de copa. En sentido frontal al baño estaba otra puerta que era la cantina. Frente a ella se dispuso una mesita donde los mozos, vestidos con sacos blancos y un moño del color del Partido, estaban preparando tacitas de café, vasos con agua y con gaseosas. Una pila de bandejas esperaba en un borde. Eran amarillentos.
Dos guardias privados conversaban escuetamente a dos metros de la puerta. Ambos portaban pequeñas cachiporras negras, silbatos y esposas de acero inoxidable. E insignias del Partido, solapadas.
Posteriormente estos agentes serían reforzados con un grupo de policías, más otros que cubrirían el sector de la calle, ante cualquier eventualidad.
Todo parecía listo.

A las ocho y un cuarto de hora comenzó a llegar el primer grupo de delegados. La reunión se había convocado para la hora nueve.
La mayoría vestía traje y corbata. Unos pocos se conformaban con simples camisas; dos fueron con camisetas inoportunas. Pero ninguno obviaba el pañuelo con el color del Partido, atado con el nudo tradicional alrededor del cuello.
Media hora después la sala, con capacidad total para trescientas cincuenta personas, estaba más llena. Había un cuchicheo constante en varias puntas, seccionado entre varios pequeños grupos de delegados.
Los participantes estaban dispersos por todo el salón, algunos más alejados de otros. Algunas sillas ya habían sido desordenadas y los ceniceros ensuciados. De todas formas se notaban varios claros desde el escenario. Los mozos recorrían los estrechos pasillos con sus bandejas repletas de tazas vaciadas y mal amontonadas. Uno de ellos había tropezado solo y manchado la alfombra con tres tacitas de café tibio. El olor a café más el humo de los cigarros anegaban el ambiente.
A la hora nueve y veinte minutos los guardias recibieron la orden de cerrar las puertas de acceso. Los delegados que seguían estando afuera y otros que estaban llegando aceleraron el paso para cruzar el umbral, gruñendo autoritariamente a los guardias, impasibles.
Cinco minutos después alguien anunció algo inentendible desde el escenario. Luego volvió para solicitar que los delegados tomaran asiento en sus respectivos lugares, que hicieran silencio ya que la sesión especial estaba por iniciarse. Los delegados gruñeron al orador.
Transcurrieron otros diez minutos. Seguían llegando los delegados, por lo que la puerta estaba abriéndose y cerrándose a cada rato. Tampoco se había conseguido silencio, las charlas se reiniciaban con quejas por el sentido retraso, y los mozos se desesperaban.
El tesorero, la secretaria y el fiscal ya estaban sentados en sus respectivos asientos. Ingresaron los miembros de la Junta y finalmente el presidente, Miguel Estrada. Se calculaba que unos ciento noventa y siete delegados estaban presentes, incluyendo el más veterano de todos, así como el menos sabio.
"Estimados correligionarios, damos inicio a esta convención para elegir a las nuevas autoridades", anunció Estrada. Un moderador, parado al lado de la mesa, hizo uso de la palabra y leyó el orden del día. Después cedió la oportunidad a un delegado que había levantado la mano.
"¡Estimados correligionarios auténticos!", gritó eufórico, a lo que fue correspondido por aplausos y hurras.
"Estamos hoy aquí -continuó- para desenmascarar a esta Junta pirata que apoya al más falso de los presidentes en la historia de este país", al decir eso unos cuantos delegados se pusieron de pie y comenzaron a gritarle con el puño al aire, agitados.
"¡Por que el único líder que necesitamos es Francisco...!", entonces fue golpeado por una botella de agua mineral sin abrir en la cabeza, cayó al suelo, al tiempo que otros se abalanzaban encima, para defenderlo o pegarlo.
"¡Gómez es un asesino! ¡El desgraciado!", prorrumpió otro hombre desde el fondo de la sala. La sesión se había vuelto un caos. La Junta ya se había retirado del escenario, mientras el moderador insistía inútilmente en recuperar la cordura. Alguien escuchó gordura.
El salón pronto se dividió en dos bandos, el de los patrióticos y el de los radicales. Los insultos eran feroces y poco ingeniosos. Muchos levantaban los puños y otros los repartían. Dos delegados se trenzaron a bofetadas, y más gente se metía en la contienda. La línea invisible que separaba a los movimientos se distendía a empujones. Los policías tuvieron que intervenir, tratando de formar un cordón en medio.
En el centro se había formado una especie de ring. Entonces los patrióticos tomaron sillas y empezaron a arrojarlos contra los radicales, éstos hicieron lo mismo. Varios estaban en el suelo, semi inconscientes o con la cabeza rota. Seguían las salvajes trompadas entre ellos.
El escuadrón policial de afuera no podía ingresar porque la puerta había sido bloqueada. Repentinamente, en la calle empezó un conflicto similar entre ambos bandos, y transeúntes comunes contra aquellos.
En la vereda enfrente a la sede partidaria se agruparon seguidores de los patrióticos con gestos violentos, gritando consignas amenazadoras y estallando pirotecnia cerca de las ventanas.
La cuadra entera había sido clausurada, unas patrullas policiales y un camión hidrante se interponían al grupo callejero. Otro puñado más reducido de personas, que respondían a favor de Gómez, se manifestaba a media cuadra de allí, exhibían el dedo del medio.
Enseguida llegó el juez Bogado, escoltado por otro escuadrón policial. La puerta al Salón Auditorio fue derribada. La pelea había bajado de tenor, pero los insultos sonaban como sopranos, ello debido a que la mayoría de los delegados se cansó por su sobrepeso físico, por la extrema gordura en dos casos. Por no desayunar, para nueve de ellos.
El juez ordenó desalojar la sede y limpiar la cuadra de la misma. Entonces la policía sacó a empujones a todos los presentes, y los manifestantes fueron reprimidos con cachiporrazos y por los manguerazos de agua del camión hidrante. Cinco ambulancias de sanatorios privados sonaban ruidosamente esperando poder asistir a los heridos de la malograda convención.
El salón de reuniones fue lacrado y el imperturbable Bogado labró acta, determinando que la sede quedaba en poder de los radicales, hasta que se investigara toda la situación.
A las tres de la tarde una comitiva radical ya había contratado a un grupo de albañiles y herreros, que rápidamente elevaban en la fachada de la sede partidaria hasta a tres metros una reja de hierro sobre una muralla de piedra de un metro de altura, en vez de la valla de ladrillo de medio metro que existía hasta entonces.
Adentro un par de cerrajeros cambiaban las cerraduras y llaves de todas las puertas, incluyendo de los cajones de los escritorios y de los baños, donde todos los distintivos de los patrióticos fueron quemados.
Se formó una Junta temporaria así como una Comisión de Delitos Partidarios, que a las cuatro de la tarde denunciaba la existencia de documentos comprometedores por parte de las anteriores autoridades.
A las cinco, aquella Comisión era recibida como un batallón heroico en el despacho de Gómez, donde sus adeptos aplaudían y gritaban con fervor. El presidente les pasó la mano y los llamó los "soldados de la justicia, que nace".
Todos los medios de prensa estaban presentes y transmitían en directo el acto. Sólo el Canal Estatal 9 estaba ausente, y en su señal se exhibía un ilustrativo documental sobre sexualidad humana.

Mientras tanto, en la Plaza Uruguaya.
Fernández se había instalado en un banco de la Plaza Uruguaya, la misma desde la cual realizó su última investigación sobre infidelidades conyugales. Pero era muy incómodo aún, con toda esa gente merodeando el lugar, y debido también a que le faltaban unas cuantas tablas al mueble. La muchedumbre seguía invadiendo los oídos con un murmullo parecido al de un panal de abejas africanas histéricas.
Vale indicar que los futbolistas se habían plegado a las huelgas. Sin embargo ninguno de los jugadores se manifestó en las calles, es más, ni siquiera habían lanzado alguna serie de demandas sociales, que fundamentaran su paro de prácticas y partidos dominicales.
Por eso cuando levantaron repentinamente la suspensión, hace dos días, nadie pareció darle tanta importancia, excepto uno que otro aficionado deportivo que no tenía acceso a la televisión por cable, por ende, a las transmisiones de partidos internacionales de fútbol.
Había menos gente cada día, al parecer. Sólo el grupo de estudiantes universitarios parecía mantenerse invariable en la huelga.
Fernández otra vez se encontraba bebiendo de un vaso de plástico cargado con cocido, y masticando una galleta medio endurecida. Estaba hojeando un viejo y maltratado libro, destapado y con muchas páginas arrancadas, que encontró tirado entre lo yuyos, provenía de una de las librerías saqueadas de la plaza y se había salvado de ser leído por el fuego de las hogueras.
"...Una breve sacudida detuvo a la vieja embarcación. El ruidoso motor dejó de estremecer las húmedas tablas...", leyó al azar. "...Sentía cansancio y un agujero en la espalda por donde se le escapaba la vida. Veía...". Cerró el libro, probó otro sorbo de cocido. Después arrojó, indiferente, la gastada publicación detrás del banco, entre los yuyos.
La ración de desayuno incluía antes dos galletas, pero se había reducido a la mitad debido a que habían disminuido las donaciones que llegaban hasta la Plaza. Incluso una conocida marca de gaseosas que durante una semana había obsequiado litros y litros de su bebida, decidió darle fin a ese cometido; tal vez porque sus intenciones publicitarias ya estaban satisfechas.

—¡Hola Fernández! —fue saludado por alguien de entre las filas de huelguistas que esperan desayunar.
—¡Hola!... ¿No te suicidaste? —contestó Fernández.
—No. Todavía con esos pésimos intentos de humor, ¿eh?
—¿De qué hablás, gusanillo de cebollas?
—¡Eh! Si es que está ensayando para contar chistes para la televisión abierta, creo que no va a llegar muy lejos.
—¿Querés un sorbo? —Fernández levantó un poco el vaso de plástico.
—No, gracias. Ya tomé café de verdad.
—Gracias a vos. Es un sorbo más para mí.
—Y gratuito —agregó, mientras el investigador, que llevaba su saco marrón, tragó un largo sorbo de cocido.
—¿Qué haces por aquí?
—¿Qué tal va la nueva oficina?
—Y bien —dijo mirando el sucio banco, en el otro extremo estaba un vagabundo harapiento al que se le caían grandes migajas de galleta al mordisquearla, porque tampoco dejaba de sonreír estúpidamente.
—Veo que ya ha hecho nuevos amigos —bromeó sin sonreír.
—No es simpático —señaló simulando darle un golpe de puño en el brazo.
—Así que pasa a engrosar el porcentaje de desempleados del país.
—No creo que sea peor que el listado de personas sin televisión por cable. ¿Qué rayos traes bajo el brazo? —apuntó a un bulto forrado con cuerina negra.
—Hercubus —Fernández hizo un gesto de ignorancia cual perro mirando un programa de entrevistas, a lo que vio la necesidad de explicarse, con un aire de seriedad impostada—, Hercubus se llama el meteorito que va a chocar contra el planeta.
—¿Hercubus?
—Sí. Decime, ¿seguís investigando las explosiones?
—Estuve tratando de soñarlo anoche, a ver si al despertar lo identificaba, lo llevaba a la policía y me cobraba la recompensa para volver a ser multimillonario.
—Da entre lástima y misericordia. Nunca escuché que hubiera ninguna recompensa. La policía nunca ha pensado en esa posibilidad. Y nunca antes tuvo más de diez mil pagos en una sola semana.
—No seas tan cruel, recordate que te pagaba...
—Ya no lo recuerdo. Siguiendo con el tema. Descartando que usted sea el terrorista, ¿ha hecho algo útil para dilucidar su teoría?
Fernández se rascó la cabeza y miró la punta de sus zapatos.
—Mmm... creo que no mucho. De todas formas, la policía puede que oculte esa información, para no asustar a la población civil.
—No pienses como policía, ni te duermas fácilmente.
—Sí, es cierto —aseveró cabeceando. El vagabundo sonreía.
—¿Qué es lo que tenemos hasta ahora? ¿Cuál es la sucesión de hechos? ¿Qué pistas y casualidades se manejan?
—Ninguna. No hay nada.
—Ya veo por qué terminó sentado de este banco a esta hora.
—Algo se me ocurrirá.
El vago que estaba cerca volvió a formar fila hacia las ollas populares, donde servían el delicioso cocido. Fernández terminó su vaso, metió la galleta restante en su interior, y lo guardó en un bolsillo interno de su saco. Miraba alrededor a la masa de gente hacinada, semejante a una desprolija escena de día de campo.
—Salud —dijo Fernández, distraído, volviendo la mirada.
—¿Qué?
—Salud. Por el estornudo; es una costumbre decir eso.
—Yo no estornudé.
Una segunda fuerte explosión se escuchó a pocas cuadras de la Plaza. La gente miraba para todas partes, confundida, el murmullo del panal cesó instantáneamente por un fugaz instante, y se mutó en confusas declaraciones de desesperación. Hubo una pequeña estampida hacia la calle 25 de Mayo. El temor se apoderó de otros cuantos que buscaban refugio ante la posibilidad de un ataque armado para derribar al Gobierno, o a uno de ellos.
Entre las escasísimas ramas de los árboles se veía una humareda que formada una oscura columna ascendente.
Fernández se había puesto en pie.
—Qué fue eso.
Fueron rumbo a la calle 25 de Mayo, que pasa por el lado de la Plaza donde antes se alojaba el investigador venido a menos. Mucha gente hacía lo mismo y ésta se estaba acumulando sobre esa calle.
El humo era muy denso, cada vez se pintaba más alto. Emergía de la misma dirección en que se localizaba la sede del Partido Republicano.
«La lengua del humo penetra en el oído del cielo, le cuenta un secreto siniestro. Su etérea voz se deshace contra la sordera absoluta. Silencio. Callan las voces, un instante. Los motores se detienen, un instante. Las aves cesan de respirar, en ese instante. Nada dice un cielo también mudo. Está por ocurrir algo grandioso, muy grandioso»
Toda la cuadra del edificio de los republicanos estaba desalojada desde el último domingo, y así seguía. El incendio parecía provenir de su vereda, aunque apenas se distinguía desde la distancia en que se había ubicado Fernández, debido a la gruesa masa de curiosos que se apiñaba hasta el borde de la barrera policial.
El camión hidrante se movió unos cinco metros para lanzar agua sobre el fuego. Una cuadrilla del Cuerpo de Bomberos Voluntarios llegaba a tres cuadras, tratando de abrirse paso entre tantas personas. En igual empresa se veían dos ambulancias, más rezagadas. Mientras los móviles de prensa estacionados cerca subían sus cámaras a sus techos para captar la enigmática catástrofe.
—¿Qué pasó? —gritó Fernández esperando que alguien dijera algo.
—Hubo una explosión —expresó una voz anónima.
—Una bomba en el Partido Republicano —añadió otra.
—El grupo armado de los patrióticos está atacando la sede —fue otra versión.
—Un radioaficionado captó la señal donde Noguera daba la orden en clave de "desplumar patos" a sus matones —afirmó alguien.
—No, los radicales están incendiando la vieja sede, como hizo Nerón con Jerusalén —siguió otro tipo.
—No fue Jerusalén, imbécil —respondió una más.
—¿Quién es Nerón? —preguntó el siguiente desconocido.
—Ves, —dijo Fernández— parece que existe.
Comenzó a hacer empujones para estar más cerca del suceso. Fernández recibió algunas protestas por su brusquedad, respondida con codazos. Él no hacía caso. Su pasión lo hizo invulnerable a las piñas.
Finalmente alcanzó la valla policial, seguían los empujones. Allí reconoció a un policía, del otro lado.
—¡Acosta!... ¡Soy Fernández!... ¡Colega del comisario... Bobadilla!
Al principio Acosta no captó el llamado, después lo vio.
—¿Eh? ¡Fernández! ¿Cómo está su esposa? —saludó con toda tranquilidad.
—¡No estoy casado, imbécil!... ¡Dejame pasar!... ¡Por favor!
—Primero trate de llegar hasta mí —es que estaban separados por un metro y medio de distancia, entre la valla y la gente apretujada.
La misión de Fernández esa atravesar una lata de sardinas. Comenzó a empujar más; notó una presión asfixiante. Dos personas parecían respirar dificultosamente, y no eran enanos.
Así fue que tanta presión lo expulsó hacia adelante, para aplastarlo contra la valla metálica. Allí el policía Acosta lo estiró de los brazos para hacerlo cruzar por encima la valla y tirarlo contra el pavimento.
—Uf, qué horrible apretada recibí —se lamentó Fernández.
—¿Cómo anda, señor? Tanto tiempo sin verlo.
—Apenas la semana pasada viajamos juntos a Ciudad del Este, ¿no te acordás?
—Ah, sí, sí. El viaje para justificar el cobro de viáticos y comisiones extras. Divertido paseo… si uno viaja dentro de la cabina.
—¿Qué cosa?
—No, nada. Que es un gusto volver a verlo.
—¿Qué ha sucedido aquí? ¿Quemaron la sede de los republicanos?
—Así parece. No sé mucho, en realidad.
—¿Ya están investigando algo?
—No, no podemos. Hasta que llegué nuestro superior a verificar que haya existido un crimen que merezca ser investigado, ya sabe...
—¿Quién es el superior?
—¿No lo sabe? El Jefe del Departamento Antiterrorista del la Policía Nac...
—Sí, si, ya,... el comisario Bobadilla.
—El mismo.
Tres cuartos de hora después el comisario Bobadilla y su asistente Feliciano llegaron hasta la valla, se abrieron paso y bajaron de la patrulla en que se transportaban. Feliciano tenía lentes oscuros.
—¡Fernández! ¿Otra vez por aquí? Pero si trabaja más que los policías —saludó el gordo Jefe, que tenía un sándwich en la mano.
—Buenas... —contestó Fernández, pasándole la mano.
—¿Qué tenemos aquí, Acosta?
—Señor, algo explotó hace como una hora, provocó un incendio, pero ya fue apagado —explicó el joven policía.
—Muy bien, comiencen a buscar pistas, a colectar piezas sospechosas, a conseguir testigos... quiero al culpable de esto cepillando la hebilla de mis botas esta tarde —ordenó Bobadilla, con tono imperativo, descendiendo a uno meditativo.
—Parece un coche, un coche-bomba.
—¿Cómo dices, Fernández?
—La cosa que explotó fue un coche, y dadas las circunstancias en esta cuadra sólo pudo haber sido una patrulla de la policía.
—No te preocupes, amigo. Que el trabajo duro queda en manos de la policía.
—¡¿Acosta?! —El hombre estaba de cuclillas metiendo fragmentos quemados en una bolsa— ¿qué tipo de vehículo estaba estacionado enfrente al edificio?
—Una patrullera, señor.
—¡Demonios! Estas cosas lo ponen a uno fuera de sus estribos. El presupuesto que nos asignan es poco, y con esto lo disfrutaremos menos —se quejó Bobadilla muy irritado y sudoroso.
—¿Qué sospechas tienen en mente?
—Eso te pregunto a vos.
—A simple vista aparecen cuatro conclusiones...
—¿Sí? Haceme perder el tiempo.
—Una es que sea algún accidente con el vehículo, algún defecto de fábrica al ser importado desde Japón, o tal vez al ser legalizado del parque de vehículos recuperados de robos. Otra es que los seguidores de estos movimientos políticos reaccionen así ante la mediocridad con que sus líderes mueven las piezas del tablero de ajedrez.
—No me dictes términos técnicos, que yo no sé jugar ajedrez.
—Tercera hipótesis: puede que sea un ataque terrorista que se aprovecha de las tensiones nacionales para provocar más tensiones. Quizá algún químico que espera comercializar más calmantes de su farmacia, algún fanático a las bombas que haya conseguido la receta explosiva en un curso por Internet, o algún bromista.
—Sí, ¿cuál es la cuarta?
—Que ese terrorista sea policía y haya preparado esta patrulla para que estalle frente a este maldito edificio.
—¿Insinúas que uno de nuestros hombres no está satisfecho con su digno empleo?
—¡Oh, noo! Sólo lo dije para romper el hielo —ironizó Fernández.
—Quizá tengas razón, quizá no. Pero me gusta como calculas todo. ¡Acosta! ¡Incluíle a Fernández en la lista de posibles testigos!
—No, no será necesario.
—¿Qué decís? ¡Acosta! ¡Olvidate de lo que te dije!... Decidite, hombre —le reprochó a Fernández.
—Quiero descubrir que me equivoco.
—Está bien. Acosta y Alvarez te ayudarán en lo que puedan... pero ya no podemos tocar nuestro presupuesto...

En tanto, en el despacho de uno de los dos presidentes.
Inmediatamente a la explosión, Francisco Gómez lanzó una presurosa conferencia de prensa. Los periodistas que hacía días realizaban sus tareas en esa oficina, a cada rato, sólo tuvieron que presionar botones para comenzar a grabarlo.
Junto al presidente Gómez aparecían miembros de la novedosa Comisión de Delitos Partidarios.
"Nuevamente nos invade un lamentable hecho vandálico propiciado por el dictador y asesino de Miguel Noguera", introdujo con notoria exaltación. Sus correligionarios estaban detrás de brazos cruzados asintiendo con la cabeza y expresando repudio con la mirada.
"Apenas hemos recuperado lo que legalmente corresponde a la Asociación Radical Unida, o sea la gloriosa construcción hecha ladrillo por ladrillo con el sudor, la confianza, la fe y las cuotas mensuales, del eterno Partido Republicano; ... Estos criminales merodean como buitres perversos en vuelos rasantes."
"Qué hacen: bombardean el propio edificio que habían usurpado. Lo queman, lo estallan, lo destruyen. Es eso lo que ellos pretenden hacer con el país entero."
"Es lamentable este hecho. Afortunadamente no hay víctimas que lamentar, aunque si una de esas víctimas fuera Noguera nos obligaría a ofrecer un tamaño agradecimiento a Dios, las condolencias a sus familiares y arreglos florales a su funeral."
"No deseo que se interprete que yo deseo la muerte de Noguera. ¡Jamás! Nunca desee ni desearé la muerte directa de mi prójimo. Si estuviera en Europa, sí. Por esas leyes de la eutanasia y todo eso."
"Noguera: ¿Hasta cuándo? Queremos paz, por favor."
"Personalmente invito a todas las personas que están en las calles que permanezcan allí, y las que están en sus casas que salgan, los que están fuera de la Capital que vengan. Vengan a manifestarse contra Noguera. Reprueben su gobierno ilegítimo. Saquen las insignias y el color de nuestro gran Partido en alto, suban el volumen de la polca oficial. Sólo así estaremos más cerca de la libertad. De la soñada democracia."
"A todas esas personas que apoyan esta causa democrática les pido que consigan las calcomanías de apoyo a mi propuesta. Están disponibles en todas nuestras bases. Hay diez y nueve modelos pintados con el color oficial del Partido. ¡Demostremos que somos más!"
El álgido discurso fue rematado por rigurosos aplausos de la Comisión de Delitos Partidarios, que a pesar de no entender ninguna oración de su líder, mostraron su apego de la mejor manera posible.
El Canal Estatal 9 tampoco se hizo eco de la noticia. Su programación había sido modificada sólo para reiterar, a pedido del público, el documental sobre sexualidad humana, coincidentemente desde pocos minutos antes que Gómez dictara su mensaje.
Miguel Noguera no se mostraba. Absoluto silencio rodeaba a su entorno. Lo cual infundía sospechas para todos quienes hasta ahora seguían atentos y despabilados con esta intrincada trama política.

De vuelta a la sede del Partido Republicano.
Efectivamente se comprobó que lo que estalló frente al edificio era un coche-bomba, una patrulla policial que había sido instalada encima de la vereda misma y justo frente a la edificación en conflicto, desde el día en que se desalojó la convención extraordinaria de delegados.
No se pudo averiguar qué policía fue el que lo condujo y dejó allí. Por si acaso la asociación de agentes del Departamento de Patrullas Motorizadas y Tránsito emitió un comunicado para negar que estuvieran intentando encubrir al responsable del móvil afectado, o el uso que se le dio al cuatro ruedas en días recientes.
Los peritos especializados tampoco pudieron identificar el tipo de explosivo ni los elementos utilizados para el supuesto atentado.
La detonación fue muy violenta, en una secuencia de expansión vertical, tal que el esqueleto metálico, con el motor y las ruedas, quedaron destrozados en varios bloques carbonizados y expulsados hacia el techo.
La cabina y la carrocería se dispararon en el aire para impactar sobre la elevada reja reconstruida y desplazarse encima del césped y del jardín de plantas exóticas. Descubrieron luego ilesa la estatua de un enano de jardín, nadie tenía idea de que había estado allí mismo.
Las estructuras del vehículo quedaron completamente arruinadas, con el posterior incendio se perdió todo vestigio de que haya sido una camioneta último modelo con interior de lujo, con asientos forrados con cuero de yak. Solo un pino de plástico medio quemado se salvó.
Los trozos de vidrio y hierros se esparcían en un radio de cincuenta metros. Parte del piso de la vereda fue levantado, algunas baldosas cuadradas de cemento llegaron a derretirse en forma parcial. Incluso las ventanas de la sede fueron afectadas por las partículas despedidas a fuerte velocidad, que parecían piquetes de viruela en los cristales.
Pocos minutos después llegó hasta la sede el controvertido juez Manuel Sánchez, vestido con traje azul, con sus enormes anteojos, peinado de tal forma a que sus tres o cinco cabellos largos cubrieran su brillante calvicie, y con su natural rostro de poco amigo.
Nadie sabía quién lo había llamado, pues el caso no correspondía a sus atributos judiciales.
Venía acompañado de su secretaria de notas, bastante elegante con un vestido de segunda mano, que transportaba un portafolios, que en realidad era una computadora portátil, con mini impresora incorporaba, ratón sensorial, correo electrónico y las versiones falsificadas de FIFA 2002 y Doom 64 Very Nightmare; pero de todo ello apenas se utilizaba un viejo procesador de textos para redactar las actas de allanamiento.
—¿Quién está a cargo esta vez? —requirió nerviosamente.
—¿Quién diablos es usted? —encaró Bobadilla.
—No hable así, comisario. El gobierno lo mira —exigió Sánchez.
—Ahh, el juez. Lo estábamos esperando. El trabajo es todo suyo —respondió satisfecho Bobadilla, ignorando el carácter autoritario del calvo hombre de leyes. Él estaba más bien interesado en retirarse ya de allí, porque era hora del almuerzo. Aparte, nunca le interesó entrometerse en el torbellino jerárquico del Gobierno.
—Está bien. Antes debe desalojar toda la sede del Partido Republicano —añadió el juez, diciéndolo como si estuviera ordenando al personal de limpieza en su oficina, porque allí moraba.
—¡Acosta! Encárguese del escuadrón. Voy a realizar una investigación camino a la estación.. —ordenó, y completó la frase para sí mismo— de servicio.
Para fortuna de Acosta, el edificio de tres pisos ya estaba vacío. Pero tuvo que acompañar al juez en su inspección de los hechos.
Fernández analizaba de cerca el ennegrecido esqueleto de hierro de la camioneta. El juez pasó a su lado, ni de reojo se fijó en la mancha oscura de destrozos que provocó la explosión, ingresó directamente a la institución política.
Media hora después, resolución de por medio, desautorizaba las órdenes emanadas por el juez Bogado, que extrañamente fue descalificado por incapacidad moral para mantener el orden público.
Sánchez declaraba que la sede partidaria debía volver a cargo de las últimas autoridades legales del Partido Republicano, es decir, la Junta del Movimiento Patriótico. Se prohibía el ingreso de simpatizantes de movimientos oponentes, así como postergaba indefinidamente la convención de delegados.
Al conocerse aquellas instrucciones, el grupo de manifestantes patrióticos festejó jubilosamente al otro lado de la valla policial. La pequeña cuadrilla de radicales hacía horas que se habían esfumado.
Una hora después los integrantes de la Junta Partidaria regente retornaron al edificio, escoltados de rigor por varios guardaespaldas. El público que apoyaba a Noguera los recibió como héroes, mostrando pañuelos con el color oficial del Partido Republicano, gritando consignas de justicia, y otras ofensivas contra Gómez; unos parlantes se instalaron en esa vereda, que emitían la canción oficial del Partido. El presidente de la Junta, Miguel Estrada, saludaba con las manos levantadas, como si se tratara de un jugador que le diera la victoria a su equipo de fútbol en el último torneo de primera división.
La Junta y el juez Sánchez recorrieron en conjunto todas las dependencias de la sede. El leguleyo iba dictando órdenes que su secretaria registrada con gran demostración de dactilografía pero tropezando terriblemente cada ochenta y dos centímetros.
Los patrióticos rompieron todos los candados, cadenas, entablados. Sus propios cerrajeros eran ahora quienes estaban cumpliendo las labores de rehacer llaves y cerraduras. En tanto otros albañiles reconstruían la parte de la reja que fue dañada por la explosión.
Los escombros que restaron de la camioneta fueron llevados al depósito del Departamento de Patrullas Motorizadas y Tránsito, de la Policía Nacional, junto a un montón de chatarra.
El directorio partidario lanzó una resolución con la que anulaban a la Comisión de Delitos Partidarios, reafirmaban la postergación indefinida de la convención de delegados, por lo que estarían al frente del Partido Republicano hasta que "la situación nacional sea conveniente para todos sus habitantes", según el texto.
Además señalaban una profunda indignación por los sucesos violentos desatados durante aquella sesión extraordinaria.
Por último, se nombró a dos integrantes de la Junta, a Carlos Salinas y Blas Benítez, como fiscales de la Comisión de Delitos del Partido, creada para obtener pruebas contra los revoltosos delegados, la Junta temporal y la Comisión de Delitos Partidarios, para luego reclamar la desafiliación de todos los culpables.
A pedido de Estrada se aprobó la ejecución de una auditoría administrativa para determinar el dinero desviado de las cuentas bancarias internacionales del partido. Dos contadores profesionales ya estaban analizando los documentos y libros contables.
En primera instancia, a través de un analista de sistemas informáticos, se denunció el robo de doce discos duros de las computadoras en que se registraban todas las deudas que el Partido había contraído con varias empresas comerciales.
El Canal Estatal 9 transmitió en directo todas las actividades que realizaba la retornada Junta, los demás canales y medios de prensa estaban presentes, aunque sólo a los reporteros de la primera se les permitió ingresar a la sala de deliberaciones, a fin de tener la primicia y aumentar momentáneamente su medición de telespectadores.
El presidente Francisco Gómez no ofreció ninguna conferencia esta vez. El presidente Noguera continuaba su silencio. Tanto silencio de su parte que la fábrica de rumores lanzaba nuevos productos en la imaginación de la opinión pública, como que había enfermado y fue internado en un sanatorio privado, o que se había deprimido gravemente, perdido peso y que su esposa le leía un compendio de pasajes de los cinco libros religiosos más difundidos del planeta, así como recetas de un libro de cocinas, colección dedicada a las postres. Los más trágicos hasta suponían que ya estaría muerto o algo así, quizá por la edad o el aburrimiento.

Por la noche, de ese mismo día.
Luego de un tiempo proverbial, el horario de noticieros era la atracción principal en la programación de los cinco canales abiertos. Pero quienes poseían el servicio de televisión por cable podían acceder a la programación satelital de la Cadena Internacional de Información (CII), que emitía noticias todas las horas del día, todos los días de la semana, todas las semanas del año, que son 52.
En esta jornada se anunciaba un especial acerca de la situación del país. Un fragmento de la señal decía al ocasional telespectador:
"Curiosa noticia… el científico que aparentemente descubrió una vacuna contra la locura… Nos trasladamos al Tercer Mundo, y más al Sur, en uno de los principales países en vías de desarrollo."
"No, no es Suriname. Esta vez es Paraguay, donde su insólita y original 'Presidencia compartida' está causando una revolución en materia política, y bueno, el marco social no se escabulle de la vitrina y aparece también con su abanico de conflictos."
"Allí se encuentra nuestra corresponsal Sonia Ferreira, que nos explicará lo inexplicable de forma absolutamente inentendible. Contigo, Sonia..."
"Gracias, Evelyn. Antes quisiera aprovechar para saludar a mi amiga Marta, que cumplió años esta semana."
"Bien. Paraguay es un minúsculo país en el ventrículo izquierdo del corazón de Sudamérica. Desde hace décadas soporta tribulaciones políticas que arrastran a los demás niveles estandarizados a un pozo de caos y revoluciones intestinales."
"El estado de ánimo de la población parece desorientarse negativamente, en estratos psicológicos nunca vistos desde la eliminación del seleccionado nacional de fútbol de la Copa Mundial de la década de los años setenta."
"Con este prólogo geográfico e histórico pasamos a mostrar una sinopsis de los hechos que sacuden los cimientos de esta nación desde principios de año..."
En ese instante la secuencia cronológica de imágenes comenzaba a narrar de forma superficial la radiografía investigativa de Sonia Ferreira. En realidad estaba utilizando una sinopsis condensada que el Canal 7, para el que también trabaja como presentadora, había elaborado y emitido en días recientes. Desde luego, toda esta trasmisión era una grabación.
"Ahora pasamos a una entrevista exclusiva con el presidente Francisco Gómez, que he conseguido para esta cadena..."
—¿Qué opina sobre la difícil situación social y económica que atraviesa el país debido a los conflictos políticos, señor Presidente?
—Todo es culpa de Miguel Noguera, con nombre y apellido. Ese hombre usurpa un puesto que no le corresponde e intenta usurparlo por los próximos años y tal vez hasta que se muera, no sabemos qué clase de trucos tiene preparados luego.
"Esas fueron las breves palabras que pudimos obtener del señor Gómez. Bien, los seguiremos manteniendo informados de cualquier novedad que surja en esta región."
"Soy Sonia Ferreira, desde Paraguay."
"Gracias, Sonia. Debido al relevante interés mundial de lo que acontece en Paraguay, la Producción me acaba de comunica que he sido seleccionada como enviada especial para cubrir el acontecer noticioso. En próximas horas emprenderé el viaje en el avión privado de la compañía", refirió la presentadora de CII, desde sus estudios en Miami, Florida.

Veinte minutos después hubo un nuevo corte de energía eléctrica que afectó a la Capital y a las ciudades aledañas.
Entre la población se revivieron rumores de golpes de estado, ataques armados y movimientos sospechosos en los cuarteles del ejército.
Hubo gente que quedó encerrada en los supermercados hasta que reapareciera la luz artificial. El suministro de electricidad fue rehabilitado cuarenta y cinco minutos después. Muchas personas compraron, angustiadas por los comentarios infundados, paquetes de pañales, alimentos enlatados, linternas y pilas, botiquines de primeros auxilios, cajas de herramientas y neumáticos de auxilio.
Las emisoras de radio sólo lograban aportar mayor confusión con sus hipótesis apocalípticas, patrocinadas por gruesos y libertinos bloques de llamadas de los oyentes, e interrumpidas por una proliferación de segmentos auspiciados por iglesias pentecostales que llamaban a dar el diezmo “porque se acerca el Día”, sentenciaban.
En el noticiero matinal del Canal Estatal 9, que se emitía desde la cinco de la mañana, se anunciaba que a las siete aparecería en vivo y en directo el presidente Miguel Noguera, en una entrevista exclusiva e imperdible, en la que satisfaría todas las dudas y solicitudes del pueblo mayoritario.
Los directivos del Canal habían dialogado con los asesores próximos al mandatario, después de la trasmisión de la entrevista de Gómez por el Canal Internacional de Información, y decidieron que era necesaria esta entrevista para mejorar la imagen pública de Noguera, deteriorada por el conjunto de habladurías sobre su salud, su vida privada y sus maniobras no inteligentes.

A las 6.52 (AM) horas.
La entrevista especial se había adelantado por pedido del presidente. La media hora precedente el Canal lo dedicó a un documental acerca de la vida, los éxitos y logros de Miguel Noguera en distintos aspectos, muchos de ellos desconocidos e intrascendentes. Desde su genealogía lejana con héroes de la Guerra de la Triple Alianza y la revolución de 1904, su paso como asesor del Consejo de Lucha contra la Gripe Española de la Organización de los Estados Americanos, hasta su brillante y apoteósica campaña electoral al frente del Movimiento Patriótico.
Luego siguieron los aumentados avances y descabellados proyectos de su breve gobierno. Por último se rescató un video musical, utilizado durante su carrera como precandidato de su Partido, donde se satirizaba a su oponente Francisco Gómez, representado por un muñeco inflable que terminaba incendiado por fuegos pirotécnicos y patadas.
El set estaba listo: dos confortables sillones verdes, separados por una mesita de vidrio decorada con un árbol bonsái en una maceta pálida, puestos sobre una alfombra del color oficial del Partido Republicano, con una pared artificial de roca por la cual caída una suave cascada, servía de fondo. El piso empezaba a mojarse.
El reconocido conductor del programa de concursos de preguntas y respuestas sobre cultura general y chismes, Silvio Santos, era el encargado de dirigir la entrevista que estaba levantando temprano a mucha gente, pero no a toda la que se podía esperar.
Miguel Noguera estaba aclarando su garganta. Por la pantalla se lo veía ubicado en el lado derecho. Vestía un traje gris ceniza, con una corbata del color que representa a su partido. Tenía los brazos descansados en los respaldos laterales del sillón, además de la pierna izquierda cruzada sobre la otra pierna. No mostraba ningún gesto ni expresión, excepto el del hastío mezclado con aburrimiento. Tal como los madrugadores televidentes.
Silvio Santos apareció en primer plano.
—¡Saludos! Tengan muy buenos días, y un agradable desayuno. Esta es una emisión especial del Canal Estatal 9, con una importante entrevista al Presidente del país, el doctor Miguel Noguera. En instantes estaremos con este evento. ¿Por ahora qué? Vamos a unos breves comerciales.
Los comerciales duraron casi seis minutos. La presentación indicaba: "Este programa especial es patrocinado por el Gobierno Libre de Paraguay, las Fuerzas Armadas y la gente decente..."
—¡Buenos días!, nuevamente. Ya vamos a iniciar la primera entrevista en vivo, en directo y en exclusiva con el presidente Miguel Noguera... ¡Buenos días, señor Presidente! —arrancó Santos.
—Buenos días —contestó la áspera voz de Noguera, con más aspereza.
—¿Cómo se encuentra, señor Presidente? —preguntó con mucho tacto.
—Muy bien —sus frases cortas sonaban algo indiferentes.
—Se lo nota muy saludable, señor Presidente... —comentó animado el entrevistador— Como sabemos el país anda pasando un periodo inestable en su historia, algo que es común en todas las grandes potencias mundiales. Considerando ello, ¿cómo ve, con sus propios ojos, que marcha el país, señor Presidente?
—En la vida, la frustración y el dolor nos llegan a todos, a unos más que a otros, —habló con tono pausado, casi adormecedor— al menos podemos minimizarlos, en ocasiones. Y vea, usted, en un país hay muchas personas, y la tarea de dirigir un país no es fácil. Mucho menos si algunas personas no desean ser gobernadas.
—Tiene mucha razón... ¿Cuál cree usted que es la raíz de todos estos males?
—El oportunismo político. Hay gente que desea más de lo que no tiene, y eso la lleva a utilizar todas sus capacidades mentales para idear planes de desestabilización contra el orden establecido... legítimamente.
—¿Podríamos decir... eh... que esa 'gente'... es Francisco Gómez... una de ellas? —dijo Santos, sudando la gota gorda.
—Podríamos decir —respondió, volviendo a aclararse la garganta— que Paraguay se llama así, no porque así figura en el mapa, sino porque aquí viven los paraguayos; porque si aquí vivieran los búlgaros esto sería Bulgaria, ¿no?
—Muy elocuente, pero...
—Gómez... lo he denunciado incontables veces en mi campaña electoral del año pasado y ello no ha caducado. Está comprobado, tengo diagnósticos fiables de los mejores psicólogos, que Gómez no es una persona capacitada para gobernar, para tener poder. Su condición es parecida a la de aquel gobernante ecuatoriano que grababa discos musicales, estudiaba grafología y desafiaba a Estados Unidos con una versión malhecha del ratón Miguelito. Así no funciona.
—Es muy cierto, señor... eh, ¿qué salida cree usted que es la más conveniente para solucionar los problemas que aquejan al pueblo…?
—Si bien, yo no soy un mago que saca conejos de una galera. Por ejemplo, vea, cómo no va a aumentar la tasa de desempleados si la gente no quiere trabajar, o se queda en su casa esperando a que lo llamen por teléfono. Si hubiera querido ser mago, no me metería en política.
—No, en absoluto, señor...
—Soy consciente de que las cosas están marcadas para ser cómo son, pero allí está la gente que insiste en que el Gobierno haga lo contrario. Por otra parte, tengo un equipo jurídico que está estudiando las claves de todos los gobiernos fallidos en la historia de este país, y de forma no violenta haremos que gente como Francisco Gómez nunca más se inscriba para ser candidata a algo, lo que sea.
—¿Proyectos para la economía, señor Presidente?
—¿Lo económico? Mi gobierno se ajustará el cinturón. Muchas cosas son posibles cuando son necesarias. Si es necesario disminuir algunos gastos inútiles de las instituciones públicas, entonces es posible. El presupuesto del año venidero será muy ajustado, incluso el ítem dedicado al estudio de vida extraterrestre de las Fuerzas Armadas dejará de recibir fondos del Estado. Y, desde luego, aumentarán los impuestos para combatir la piratería y el contrabando.
—Oh, sorprendente. Ahora, señor Presidente, se acusa al Movimiento Patriótico de incitar a la violencia, ¿puede confirmarnos que no es así? —dijo Silvio pausadamente, mientras se reacomodaba inquieto en el sillón.
—El Movimiento Patriótico fue creado para que uno se sienta bien consigo mismo, con su barrio, su país, su escuela, su parroquia, su dentista y sus antepasados aborígenes. Tenemos ideales muy elevados, donde la convivencia social es venerada...
—¡Mentira, mentira! ¡Ilegítimo! ¡Mentiras!
—...Eh, ¿cómo dijo? No me interrumpa —exigió Noguera.
—No, no fui yo, señor Presidente —excusó Santos.
—¡Su gobierno ilegítimo no durará mucho! ¡Cállese!
—Creo que nuestra señal está teniendo interferencias externas —explicó el entrevistador, llevándose un dedo a la oreja.
—Esta es Radio Habana-Cuba, transmitiendo desde el territorio libre en América. A continuación nuestro espacio acerca de nuevos sellos postales alusivos a la Revolución...
—Sí, confirman los técnicos que alguien manipula nuestra señal y la confunde con emisoras de onda corta.
—Debe ser obra del maléfico Francisco Gómez —protestó Noguera, poniéndose en pie, mientras se enredaba con su micrófono. La imagen pronto cambió a un primer plano de Silvio Santos, confundido.
—Pedimos… disculpas a todos los televidentes, pero debemos cortar nuestra señal por unos minutos. Hasta luego.
La pantalla se puso del color oficial del Partido Republicano, con grandes letras blancas que señalaban "PROBLEMAS TÉCNICOS", de fondo se escuchaba todavía:
—Saludos amigos. Hemos recibido correspondencia desde Laos, no sabía que allí también hablaban castellano...
Después la imagen se llenó de puntitos blancos y negros, y así siguió durante dos días.

Al mediodía, unas horas después de la accidentada entrevista televisiva, el presidente Miguel Noguera se trasladó secretamente al Puerto de Sajonia, donde embarcó en el buque de guerra "Soldado desconocido II" de la Marina, en uno de sus camarotes lo aguardaba el General de las Fuerzas Armadas, Casimiro López.
Afuera el cielo se estaba nublando. Una distante e imponente muralla de nubes oscuras se formaba hacia el sur. El viento fresco llegaba lentamente. La lluvia no tardaría mucho en seguirlo, como quien llega tarde a una cita para beber café.
—Vi tu soberbia presentación en la televisión, Miguel —dijo López.
—Siempre lamiendo medias, ¿eh?
—No, en mi caso deberían ser botas.
—¿Y no bolas?
—Lástima que cortaron la emisión —sonriente.
—No sé cómo se metió la señal de radio onda corta en la frecuencia del 9 —gruñó Noguera.
—Debe ser el tramposo de Gómez.
—Otra vez esa maldita plaga.
—La Sección de Espionaje de las Fuerzas Armadas ha detectado que alrededor de tu vivienda hay una peligrosa acumulación de señales electromagnéticas.
—¿Qué querés decir con eso?
—Bueno, creemos que Gómez oculta equipos especiales cerca de vos para emitir permanentemente esas emisiones y dañar tu salud.
—¡Qué me lleve el aneurisma!
—Por eso nos encontramos aquí, en este buque, porque los transmisores no penetran los bloques de hierro y es difícil que capten esta conversación.
—¿Qué? ¿Querés que viva en un barco?
—No dije eso. Mis hombres están bloqueando las señales incidentes que nos pudieran acechar, mediante paredes tejidas con alambres de cobre.
—¿Qué hay de los tipos que balearon tu vivienda?
—Lastimosamente no avanzamos mucho en ello. Esto me causa rabia. De todas formas ya tenemos un listado de personas a quienes podemos incriminar y así dar por resuelto el caso —sonrió el General.
—Bueno, al cabo, ¿cuál es la información que me debe interesar?
—Ah, desde luego. Conseguí una maniobra confiable para derrocar a Gómez.
—¿Asesinarlo?
—Ese es el plan B.
—No, pues, Casimiro. Mi equipo todavía no está preparado para otra exhaustiva campaña de desinformación. ¿Qué hay?
—Era broma... por ahora. Bien, los abogados del ejército han investigado la vida privada de cada juez del Tribunal Supremo de Justicia, aparte de las complicadas reglamentaciones de esta institución desde que se llamaba el Centro de Justicia, a principios de la primera década del siglo.
—¿Cuál es la fórmula mágica? Escucho.
—¿Ves estos papeles?, —el general López levantó un fardo de hojas amarillentas y corroídas, atadas— son la salvación. Prueban que este Tribunal no se ajusta a la ley real y por tanto nada de lo que diga es válido.
—¡Por fin! Felicitaciones, Casimiro. Haceme recordar el proyecto para aumentarles el presupuesto a las Fuerzas Armadas —exclamó Noguera, con sarcasmo.
—Te explico un poco. Desde la creación del Tribunal se especifica que debe haber cuatro jueces diplomados con el título de doctos máximos y que hayan determinado al menos cuatrocientas condenas, para que lo integren. Pero desde 1968 la cantidad de miembros se redujo a tres, porque entonces el juez Aníbal Paredes podía firmar dos condenas a la vez por ser ambidiestro. Nunca volvieron a ser cuatro.
—Me parece débil el argumento. Porque en las leyes las tradiciones legales suelen reemplazarse por nuevas tradiciones, que no siempre son legales.
—No es todo, claro. Los abogados contratados por el ejército cobrarán caro, pero pueden abarcar las teorías más disímiles para la consecución de los objetivos. Entre otras cosas, el juez Antonio Mont jamás debió ocupar ese puesto porque nunca llegó a terminar siquiera el tercer año de la carrera de leyes. Los archivos de la Universidad Nacional indican la morosidad en el pago de catorce cuotas, el aplazamiento en siete asignaturas e intento de fraude en otra más —en el rostro de Noguera se dibujó una siniestra sonrisa—. Él comenzó a trabajar en tribunales apenas como taquígrafo, fue ascendiendo como sellador de certificados de defunción, archivador de condenas de muerte (cuando existía todavía), lector de acusaciones en juicios, abogado defensor de reos pobres, juez suplente de policías denunciados por corrupción, luego llegó a juez titular, y el gran salto como miembro del Tribunal Supremo. Y, aparte, aún adeuda el pago de nueve multas de tránsito por conducir a alta velocidad y en sobriedad.
—¡Eso era lo que necesitábamos!
—¡Hay más! El juez José Vargas tampoco es competente para el cargo, puesto que en toda su carrera jurídica apenas logró setenta y cuatro condenas, dos penas de muerte, una cadena perpetua y cinco conmutaciones de penas. Sin embargo, su expediente contiene cerca de tres mil casos estancados y engavetados en su anterior escritorio. Incluso los camaristas lo demandaron por inoperancia exagerada. Pero como la demanda quedó a su cargo, también acabó sin efecto. Ascendió a juez del Tribunal Supremo, luego de la misteriosa muerte de los otros dos únicos candidatos al cargo, quienes manejaban sendas órdenes de embargo contra Francisco Gómez, entonces presidente sindical de la Aduana Nacional. En otro renglón, Vargas cuenta con dos divorcios y un proceso congelado para la separación de bienes con su primera esposa.
Miguel Noguera se había quedado con la boca abierta, estupefacto. Le extendió la mano y pudo atinar:
—Es... es increíble.
—Yo te dije, dejás el asunto en mis manos, y ¿qué?, lo hice.
—¿Qué hay de José Cabrera? Escuché que es demasiado leal a Gómez.
—Cabrera es el único miembro legítimo. Cumple con todas las normas, apenas tiene una observación por una factura de último aviso por el servicio de teléfono, que ya está cancelada.
—Me parece extraño que con su integridad no haya denunciado a sus colegas.
—A mí, no. Uno, Cabrera, a pesar de ser el presidente titular del Tribunal, no puede seleccionar a los demás integrantes; y dos, él no tiene acceso a los expedientes auténticos que mis abogados, sólo puede leer y releer documentos lavados por la corrupción y la mediocridad.
—Pero, ¿a quién se supone que presentaremos estas irregularidades si es el Tribunal Supremo el último estrato del orden judicial, el que debe decidir la definición de todo esto?
—Allí entran los levantamientos populares. Una vez desenmascarada la justicia mal fraguada, la ley es de quien domine al pueblo.
—¡Perfecto! ¿Qué necesitamos, desde ahora?
—Dejame eso nuevamente en mis manos. Una semana a lo sumo —subrayó López.
—Es mucho tiempo. ¿Qué tal si en tres días Gómez consigue hundirme antes utilizando también levantamientos populares?
—Para eso está el ejército, para la defensa de la soberanía y de los soberanos que le simpaticen.
—Otra vez con tus conjuros de masacres.
—Aparte que tenemos el apoyo confirmado de la Policía Nacional, ¿verdad?
—Hasta ahora el jefe policial, Ignacio Medina, no se ha mostrado contrario a nuestra ideología.
—Lo primero es llevar copias de estos documentos para que los hagan públicos nuestros aliados del Canal Estatal 9 y Radio Deber. Por cierto, creo que es hora de empezar a hacer algo con la prensa opositora; tengo entendido que el director del diario “Estado”, Don Cantero, quien además es dueño del Canal 7, y otros dos locutores de radio estarían apoyando a Gómez.
—Al Cantero ése le enviaré una cuadrilla policial para embargar sus equipos de impresión y trasmisión, en base a antiguas deudas impositivas. Mientras que a los locutores les podemos acusar por difamación y calumnia de algo.
—Yo puedo ofrecerte unos testigos de apoyo.
—Además, supe que un enviado especial de CII ha solicitado entrada a nuestro país. ¿No te acordás de la entrevista que le hicieron a Gómez?
—Es cierto. Ordena al Departamento de Inmigraciones que retrasen el visto a su solicitud con pedidos exorbitantes y requisitos de documentación innecesarios —asintió Casimiro, sin mirar.
—Perfecto, está bien. Pero lo que me preocupa es el tiempo en que tardes en anular al Tribunal Supremo.
—No te preocupes, los días se acortarán.

A las dos de la tarde el juez José Cabrera despertaba de su siesta acostumbrada. Tenía el pesado libro "Leyes de la Edad Media" sobre su pecho, abierto por la mitad, hasta donde había alcanzado en su última lectura. Su esposa y sus dos hijas habían salido de compras a un shopping para clase alta, por eso el ambiente se sentía tan silencioso. Por las cortinas de la ventana cerrada podían verse algunas copas de árboles agitadas por el viento del sur.
Salió de su dormitorio de la segunda planta, bajó las escaleras, cruzó un pasillo y fue rumbo a la cocina, descalzo. Allí abrió la heladera, durante varios segundos observó su interior en la elección del bocadillo ideal para tragarse el aliento del sueño. El aguacero iniciaba su proyección, pero no se percataba nada dentro de la casa de lujo del juez.
Sacó un frasco con gelatina de frutilla, lo puso sobre la mesa del comedor, consiguió una cucharita guardada dentro del lavavajillas, además del pote de azúcar, para avivar el sabor de la esencia artificial de frutilla. Todo lo hacía lentamente, con el peso del sueño todavía sobre los párpados, y descalzo.
Jaló una butaca de debajo de la mesa, destapó el frasco y comenzó a probar el postre frío. Su codo izquierdo se acomodaba sobre el fino mueble hecho en roble pulido. Tenía la vista fija en la viscosa jalea, echó tres cucharas de azúcar blanca encima, distribuyéndola en toda su superficie temblorosa. Probó la primera cucharada. Inmejorable.
La mirada subió hasta quedarse centrada en el horno microondas, ubicado a unos cinco metros. Su forma tan dinámica, tan tecnológica, con sus colores brillantes. La lluvia aumentaba su fuerza, era torrencial.
Su mirada volvió sobre la mesa que ocupaba. Encima estaba la correspondencia recibida en el día.
José Cabrera se levantó un poco de su silla, tendió el brazo izquierdo, mientras con la mano derecha probaba otro bocado de gelatina. Tomó todos los sobres y cartas.
Había como ocho sobres de distintos tamaños, papel y colores. Continuaba saboreando otra porción del postre de frutilla, al mismo tiempo. Una carta de una tía que vivía en Marruecos, para su esposa; publicidad de un curso de computación; lecciones a distancia del curso de inglés de su hija; el reporte bancario de su cuenta corriente; se detuvo entonces en un sobre de cartón color crema, que tenía una inscripción que resaltaba el título "URGENTE", y debajo iba impreso su nombre. No tenía ninguna otra referencia, ni estampillas o matasellos del Correo. No tenía mucho peso, tampoco era notable su grosor.
Sostuvo la cuchara entre los dientes, así con ambas manos se disponía a romper un extremo del misterioso sobre...

"Yo estaba en el garaje a esa hora. Llovía muy fuerte. Ya eran como la una y media. Entonces preparé el mate, tomé un sillón y estaba para servirme unos tragos calientes. Allí escuché ese ruido tan fuerte, pero pensé que sólo era un trueno, ya que la tormenta estaba más fuerte. Pasaron unos minutos y olí algo a quemado, no sé bien. Tomé el paraguas de un baúl del garaje, y fui por el lado de la casa, donde está parte del jardín. Desde allí vi por la ventana de la cocina que había mucho humo. No entré. Tiré el paraguas, me habré tropezado por el camino, pero todo empapado fui hasta la patrulla de los policías que vigilan la casa, estacionada enfrente. Les advertí de lo que vi. Luego volví al garaje, tomé mi teléfono celular y también llamé a los bomberos. Esperé a que llegaran para abrirles el portón."
Así testimoniaba el jardinero, Don Alberto Paiva, de 56 años de edad, a los policías del Departamento Antiterrorista, acerca del atentado con bomba contra el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, el juez José Cabrera.
"No. Yo duermo aquí. Casi no salgo. Esta mañana sólo vinieron el cartero y un vendedor de planteras de arcilla. No hubo ninguna visita, aparte. Bueno, alrededor del mediodía la señora Cabrera y sus dos hijas salieron con el auto blanco, para comprar cosas. Yo cerré el portón cuando se fueron, como una hora pasó y comenzó la lluvia, seguido ocurrió lo que conté antes".
Ocho minutos después del llamado, un camión del Cuerpo de Bomberos Voluntarios acudió a la residencia de Cabrera. No había ninguna patrulla policial cerca. El señor Paiva movía los brazos de arriba a abajo para que lo vieran a través de la copiosa lluvia. Les abrió el portón de hierro. Dos bomberos se metieron en la casa rápidamente. No encontraron fuego, pero la cantidad de humo era asfixiante.
Los bomberos alertaron a la policía y a una ambulancia. La visión no era clara en la cocina. Tuvieron que romper todas las ventanas para que salga el humo. La lluvia fastidiaba un poco la tarea.
El cuerpo de Cabrera estaba contra una pared, con el rostro desfigurado y con astillas de madera, y el mango de metal de una cucharita sobresalía injertado en una mejilla. Estaba con débiles signos de vida, por lo que hicieron un apresurado tratamiento de reanimación y lo transportaron a la ambulancia, con un enorme tubo de oxígeno en la cara, para que respirara oxígeno obviamente.
Los muebles aparecían destrozados a medida que se aclaraba el humo en la cocina. El techo de terciada barnizada estaba abollado, como si un gigantesco puñetazo lo hubiera golpeado hacia arriba. Había trozos de tela de su camisa, papeles picados y un frasco de plástico derretido.
José Cabrera fue internado de gravedad. Poco después llegó la esposa de Cabrera. Sus hijas se habían quedado en el cine del shopping. Dejó el auto encendido en la calle, salió gritando con llantos en dirección a la casa. Seguía lloviendo. Estaba muy histérica. La policía la detuvo y la llevó a la sala de estar, donde trataban de calmarla. La noticia la había desesperado mucho.
Una hora después de saberse la noticia, Francisco Gómez convocó a una conferencia de prensa en su despacho. Hablaba bastante consternado.
"Me duele tener que volver a poner la cara ante cámaras para aceptar una vez más una mala noticia, esta vez una noticia muy horrible: el atentado criminal contra José Cabrera, titular del Tribunal Supremo."
"No sólo por el hecho de que hayamos estudiado juntos en la infancia, o que fuéramos amigos muy buenos; Cabrera es una persona intachable que conducía la administración de la justicia con su extensa y experimentada capacidad para juzgar desinhibidamente entre lo bueno y lo malo."
"A todos nos duele cuando los lobos asesinos atacan a un inocente que no tenía nada que ver con las contiendas políticas. ¡Detestables!"
"Hacía unas semanas nomás que lanzaron bombas contra el edificio del Tribunal, ahora Cabrera, ¿quién sigue, criminales? ¿Yo? ¿El chipero? ¿Una ama de casa? ¿Eh? Esta gente no tiene espíritu humano, y todos sabemos quién es el ilegítimo líder de ese grupo desalmado. Alguien que se hace llamar doctor cuando no posee siquiera un diploma que lo acredite haber estudiado algún curso de decoración para fiestas."
"¡Renunciá, Noguera, ese es el único bien que podés hacer por este país!..."
"Estaremos velando por la recuperación de José Cabrera. Su lucha es larga. Envío mis condolencias a su señora esposa y familiares. Hemos dispuesto que la atención médica de Cabrera sea lo más profesional posible."
"Para concluir este mensaje, deseo comunicar al pueblo que no se duerma, que esté atento para ver dónde se esconde la cola del demonio. Que me apoye, que en poco tiempo defenderemos estas ganas de democracia y libertad. La solución llegará pronto. Gracias."

En el Tribunal Supremo de Justicia, en tanto.
Si bien era pleno receso judicial, aparte de la propia huelga de funcionarios públicos, los jueces José Vargas y Antonio Mont se reunieron especialmente para tratar el atentado con una carta-bomba al titular de la última institución encargada de la justicia en el país.
Como Vargas tenía la categoría de presidente suplente pasaba automáticamente a la titularidad, ante la grave discapacidad que afectaba a José Cabrera. Sólo restaba definir la ocupación de la tercera posición de integración.
A puertas cerradas Vargas y Mont discutieron durante hora y media, o eso se puede suponer, ya que las puertas no dejaban ver. Finalmente decidieron clausurar la reconformación de una terna por los siguientes motivos: falta de idoneidad en la posible nominación de candidatos, el receso anual de todo el Poder Judicial, la escasez de tiempo para definir al sucesor de acuerdo a las reglas impuestas, la profundidad de la crisis en el panorama nacional y porque temían por sus vidas.
Ambos jueces resolvieron iniciar una reunión permanente para atender el conflicto político de una forma pacífica. Vargas presentó como propuesta rápida para acabar con el caos considerar la demanda de Francisco Gómez suponiendo la nulidad jurídica de Miguel Noguera, por tanto éste no podría ocupar ninguna forma de cargo presidencial. Pero le faltó un voto.
La prensa no tuvo acceso en ningún momento a la reunión. Sólo concluían sus informaciones en bases a rumores de algunos mozos que servían cafecitos a los jueces, luego uno de ellos pidió whisky, se supo.
Por la noche, Radio Deber transmitía en directo el discurso ofrecido por el presidente Miguel Noguera. El Canal Estatal 9 estaba fuera de aire; pero había otras emisoras que hacían de repetidoras vía telefónica.
"Pueblo paraguayo. Estoy sumamente dolido por este acto vandálico que merece el repudio absoluto. La vida de un hombre está al borde de la muerte. Y este hombre no es cualquier hombre, es el dueño de la justicia en el país, el juez José Cabrera, cuya vida es un modelo para nuestros hijos, por su decencia, cordura y honestidad. No lo conocí personalmente, pero la única culpa que tuvo fue atrasarse alguna vez en el pago de una cuenta vencida. ¡Qué ejemplo!"
"Envío mis condolencias públicas a los familiares de Cabrera y rezo porque se recupere de su gravedad. Mi gestión hará todo lo posible por ello."
"Si bien sabemos que yo llegué al poder por las vías legales, sin recurrir a fraudes ni órdenes judiciales, espero que el nuevo juez titular, José Vargas, tome real conciencia de este grave hecho y llame al diálogo para evitar más estragos entre compatriotas, antes de que sea muy tarde."
"Niego categóricamente la responsabilidad por parte de mi grupo político de este hecho abominable. Quizá sea acusado de proponer ideologías entusiasmadas, pero desmiento que sean reales."
"El Movimiento Patriótico está al servicio de los patriotas, que somos todos, aunque algunos hoy hayan demostrado una vez más que no desean el amanecer que todos necesitamos para nuestro país, y ni siquiera aceptan que tengamos electricidad mientras tanto."
"He ordenado también a la Policía que inicie rigurosas investigaciones para aclarar este hecho, encontrar a los culpables, enjuiciarlos, condenarlos y remitirlos a Emboscada para que sepan lo que significa cometer un delito de esta naturaleza y no poder acogerse bajo la tibia ala de la impunidad."
"Por último, quisiera expresar que este ataque quizá sea de mayor interés para el sector rival a mi Gobierno, a fin de intentar sustraerme de mi posición legítima. A ellos, aprovecho, para inculparlos del robo de armas del arsenal del ejército para cometer esta clase de ilícitos. "
"Las manchas de sangre no salpican mis manos, ni espero que sea así."
"Una vez más niego del todo tener que ver con este repugnante acto explosivo. Estoy seguro que el pueblo, Dios y la Santa Madre son testigos de mis palabras. Si no, que ellos me lo demanden."
"Buenas noches".
Cinco minutos después volvió a fallar el suministro de energía eléctrica. Ante las palabras pronunciadas por Noguera, el pánico fue aún mayor. Muchos interpretaban la referencia de las armas robadas como un mensaje codificado dirigido a su grupo armado como orden de iniciar el ataque.
Esa noche las calles estaban muy desiertas. Los pocos huelguistas que quedaban en la plaza se refugiaban en los pabellones que pertenecían a unas librerías.
Así, con la ausencia de la electricidad, la lluvia que brotaba de nuevo daba tintes trágicos a todo lo largo de esa oscura noche.

—¿Escuchaste el discurso de anoche de Noguera?
—No tengo televisor —respondió Fernández.
—No, la televisión falla desde ayer. Habló por radio.
—No escuché nada. ¿Y qué decía?
—No sé, para algunos era un preámbulo para el fin del mundo.
«Siento que se va agujereando la punta de mi media dentro del zapato. Cede el tejido ante la uña, la grieta estalla por la irrupción del dedo...»
—La verdad es que yo me desentiendo de todo este lío político, pero tampoco dejo de escuchar algunas noticias. Podrían estar buscándome.
Todavía había charcos como recuerdos de la lluvia de anoche. Todo el terreno en derredor se notaba con esa humedad pesada. El cielo estaba menos nublado, sin embargo, y la sensación calurosa crecía con la salida del sol, o más que salida, era una aparición.
Hacía media hora que el piso 13 del céntrico edificio del Hotel Guaraní, frente a la plaza, había estallado violentamente. Unas diecisiete personas resultaron heridas, seis de gravedad, por los escombros de tan alto caídos.
A Fernández no le permitieron siquiera poner un pie sobre la vereda del Hotel Guaraní, que abarcada toda una manzana. El cordón policial era muy estricto. Allí supo que su amigo, el comisario Bobadilla, ya no era Jefe del Departamento Antiterrorista ni tampoco sus colaboradores cercanos integraban ese cuerpo.
Fernández quedó indignado ante la noticia. Desconocía la situación actual de Bobadilla, justo cuando éste le permitiría mayor libertad de demostrar su teoría acerca de la seguidilla de explosiones.
—Malas noticias: Bobadilla ya no está en la policía.
—Ya era hora, disculpá si ofendo, pero ese gordo incompetente no podría llegar lejos por cómo era.
—Tal vez, pero era un enlace importante.
—No creo que te falte lo que nunca tuviste. Vos sos tu propia oficina. Y las ideas las podés tener en la cabeza, no en una comisaría con cartel.
—Gracias por... ¿el aliento? Bueno, veré qué hago.
—Si yo fuera vos, Fernández, comenzaría por analizar la situación caótica del país, y ver dónde atacaría este malhechor (si existe) en su desesperado apetito criminal por causar desestabilidad nacional.
—¡Pucha! ¡Cómo se me había pasado ese punto! A ver, dejame pensar un poco.
Fernández se sentó en un banco de la Plaza de la Democracia, frente al hotel atacado. Por unos minutos estuvo relacionando mentalmente las explosiones, el conflicto político, las huelgas en las plazas, cada objetivo atacado, las distancias entre cada cual y las consecuencias directas.
—¿Y, Fernández? ¿Qué hay?
Las interrogantes cortaron el trance meditativo del investigador.
—Tengo una hipótesis, pero necesito ir al posible lugar de los futuros hechos.
—¿Dónde?
—Bien, parece que tenemos un caso que resolver —se puso de pie y ya estaba caminando a prisa— ¡Ahora vamos al punto de quiebre!

A esas horas de la mañana, pero en las inmediaciones del Tribunal Supremo de Justicia, ubicado en el barrio Sajonia.
Los dos miembros oficiales del Poder Judicial, José Vargas, como presidente, y Antonio Mont, habían retomado la reunión permanente con deliberaciones sobre el proceso al presidente Miguel Noguera para invalidar su existencia política. Mont planteaba que por ley Noguera ya contaba con una inmunidad política por sólo asumir el cargo presidencial. Así que primero debería inhabilitarse ese privilegio para tratarlo en categoría civil, como exige la ley electoral de 1928.
Todo transcurría siempre a puertas cerradas. El edificio del Tribunal estaba bastante vacío; la prensa estaba limitada a la receptoría del primer piso, que aún no había sido reparado después de la explosión; en tanto la policía cubría varios perfiles de la institución. El paso de vehículos estaba prohibido a dos cuadras a la redonda.
Aún así en el estacionamiento trasero del Tribunal había un coche pequeño, un Fiat 1985, de color amarillento, brasileño, sin chapa, con puertas y ventanas cerradas, depositado en el lugar por personas desconocidas hace días, al menos ningún vecino del lugar conocía al o los propietarios.
Un vecino alertó por teléfono a la policía del sospechoso vehículo. Un escuadrón antiexplosivos se trasladó al sitio y comprobó la existencia del posible auto-bomba. De cerca se podía distinguir un leve humo que salía de debajo del capó. Se pidieron refuerzos y trajeron al perrito Peki para rastrear la existencia de explosivos.
Luego de cuarenta minutos de minuciosa inspección exterior se verificó que el coche implicaría algún peligro. El humo provenía del motor, que tendría una falla mecánica. Aún así no poseía ninguna identificación acerca de su propietario ni huellas digitales. El móvil fue llevado mediante grúa al taller del Departamento de Patrullas Motorizadas y Tránsito de la Policía Nacional.
«Se precipitaron los acontecimientos. Una mujer desnuda sobrepuesta. Viene a mí el perfil de la mujer desnuda sobrepuesta dibujada en la pared. Un recuerdo que estaba en el cerebro, perdido. Reaparece súbitamente sin ninguna relación. Algo hizo que se precipiten los acontecimientos, y tocó a la mujer desnuda sobrepuesta»
Veinte minutos después Fernández llegó al cruce de las calles El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo. No había más personas en las veredas, quizá por ser de siesta, en que las tiendas cerraban sus puertas y la mayoría del personal descansaba un rato, o se aburría almorzando.
Pasaban algunos coches, no tantos. En la esquina contraria aparecía la primera de las cinco plazas instaladas en ese extremo de la ciudad, a poca distancia de la bahía del río.
Fernández quedó parado, firme, girando la cabeza pausadamente, mientras sus ojos parecían encogerse para discernir una lejanía soleada.
—¿Ves esta zona bastante despoblada? —se adelantó Fernández, ya que comenzaba a hacer gestos inquietos.
—Por el fondo de la plaza hay gente durmiendo en los bancos.
—No digo eso. Estas calles, los pasillos de la plaza, el césped: no hay gente.
—¿Y qué con eso?
—Te aseguro que en pocos días se llenarán de gente.
—¿Te llegó esa visión profética?
—No es profecía, es... simple deducción. Mirá, las masas populares están haciendo huelgas. ¿Dónde se congrega esa gente?
—Pues en las plazas.
—¿Por qué? Porque en las plazas hay más espacios físicos y posibilidades de huir en estampida si algo huele mal. En esta parte de la ciudad hay más de cinco plazas juntas: el espacio físico es grande. Ahora, fijate, esta calle, —levantó la mano para señalarla— El Paraguayo Independiente, conduce de aquí a dos cuadras directamente al frente del Palacio de Gobierno, donde debería de estar el Presidente.
—¿Cuál de los dos que tenemos?
—Eso todavía no lo encajé a mis cálculos. Pero no es lo más importante. Según creo, hasta ahora el terrorista ha estado atacando objetivos cercanos a las poblaciones en paro y a los puntos que a la vez ocasionan mayor fricción en la situación general. Él está conduciendo todo a un mismo punto de encuentro.
—No entiendo, Fernández.
—A todas esas explosiones en los transportes públicos, la sede partidaria, el hotel, el Tribunal, los cortes de luz, más otras cosas que quizá no sepa, tejen una congestión paralela tanto entre el pueblo como en el Gobierno, que conducirá a que uno acabe con el otro. Aunque para ello faltaría un evento de gran dimensión que desencadene el enfrentamiento final entre gobernadores y gobernados.
—Sonás a estratega político, más que a inspector de pecados ajenos.
—La diferencia no es mucha. Ahora bien... —Fernández distraídamente se puso en medio de las calles, un coche lo esquivó apenas y su conductor hizo sonar su bocina para quejársele. Él miraba para arriba, en derredor— ¿Cuál te parece que es el edificio ideal?
— Hay varios edificios altos, algunos son construcciones sin terminar, hasta veo posiciones útiles en...
—¡El Zodiac! —Fernández giró la cabeza.
El Zodiac estaba justo en aquella esquina, imponente.
—¡Subamos! —ya gritaba Fernández camino a la entrada.
Ambos subieron en ascensor hasta la azotea, el piso 14.
La vista era realmente impresionante. Se podían ver las cinco plazas como una extensa masa de vegetación verde. Rodeada de edificios bajos, casi todos de importancia histórica, con sus aspectos coloniales. Al fondo, el brillo sereno de la bahía, y aún más allá el paisaje con sabor a horizonte enhumecido.
El sol se había liberado de las nubes que lo engrillaban y asumía su cenit como una guillotina magnífica.
Se acercó hasta la leve muralla que marcaba la diferencia gravitatoria entre el último piso del edificio y el enorme vacío que dejaba al suelo tan atrasado. Se sostuvo con las manos del bloque de cemento y asomó un poco la cabeza.
—¡Diablos! —exclamó.
—Catorce pisos es algo, ¿verdad? —ironizó Fernández.
—Sí, me imagino lo que sería esto con vientos malditos.
—Un empujón para animar a la voluntad, tal vez.
—Si lo decís así. Y pensar que mucha gente se anima al salto.
—Salto final. Cuando había un bar aquí, recuerdo, muchos venían a pedir un trago sin tener de noción de lo que decidirían luego.
—No entiendo.
—Me vuelve a la memoria el caso de una pareja joven, un tipo y su novia. Ocuparon una mesa en un rincón, bebieron un par de cervezas, luego los veías parados sobre el parapeto, tomados de las manos y luego los veías desaparecer...
—Crucial.
Arrugó el ceño y se alejó prudencialmente del borde de la muralla.
La extensión de la calle El Paraguayo Independiente parecía una cicatriz recta que separaba de la ciudad de un trozo sombrío de sí misma.
También se alcanzaba a ver los pisos superiores del majestuoso Palacio de Gobierno, con sus detalles arquitectónicos modernos y estrambóticos, que los hubiera visto mejor si hubiera tenido mejor vista.
Al otro lado era una tentación escudriñar cada fragmento visible del resto de la ciudad. Era el lugar más alto en el área de la ribera y el mejor para controlar visualmente todo lo que sucediera a sus pies.
—Pero todavía nos falta algo —dijo Fernández, en voz baja.
Catorce pisos abajo, en una tienda de electrodomésticos había un televisor encendido: "Esta mañana, casi al mediodía, un nuevo atentado sacudió a nuestra Capital. Esta vez nuestros colegas del diario “Estado” fueron afectados por explosivos que por suerte sólo causaron desastres materiales. Está allí Karim Mehlamed para informarnos..."
—Al mediodía, se coronó la mitad de la jornada con un estallido en la Sala de Máquina, que aquí pueden ver —Karim se apartó un poco para que la cámara registrara los destrozos de las maquinarias—, estamos en el edificio del diario “Estado”.
»Estamos ahora con Jorge Pastor, testigo de la explosión.
—Saludos colegas. Así es, Mehlamed, yo estaba trabajando como siempre, vaya que sí, hasta que mi artículo escrito en la pantalla saltó sobre mi cabeza y fue a caer a mis espaldas, con computadora y todo, y a hacerse añicos carácter por carácter del Times New Roman, cuerpo 14.
—¿Qué había pasado, Jorge?
—Bueno, primero pensé que me había vuelto loco, pero veo a mi compañero Marcos Quiñones que llegaba con unas resmas de papel, y que también sintió el temblor.
—Me comentaste fuera de cámaras que la recepcionista se dio 'un susto de aquellos'.
—Ah, sí, sí. La señora Martínez, creyó que alguien disparó con una ametralladora contra la fachada de este periódico.
—Karim Mehlamed... nuestro enviado iraní. En otro ámbito de las noticias, el director de este Canal y propietario del “Estado”, Don Cantero, recibió condolencias del presidente Francisco Gómez, quien además prometió atrapar a los culpables del crimen explosivo al periódico. Es por eso que ahora tenemos un contacto telefónico en vivo con el señor Gómez. Adelante, Presidente.
—Sí, te escucho bien, Sonia Ferreira. Un saludo al señor Cantero y a todos los componentes del Canal 7... Estoy realmente dolido por estos insultos con bombas que hoy llegaron al borde de la censura al atacar al diario “Estado”.
—¿Qué información maneja acerca de los responsables?
—Todos sabemos que en el país hay un sólo hombre culpable de todos los errores que se cometan, y no soy yo. Es el ilegítimo Miguel Noguera que se hace llamar Presidente. El odia al "Estado" porque éste denuncia su inoperancia y sus negociados ilícitos que saturan el mundillo de la mafia.
—Buenas tardes, señor Presidente, tendrá que disculparnos, pero lastimosamente nuestro noticiero llegó al límite de su tiempo y seguido viene la popular telenovela del Canal.
—No importa, Sonia. Por último, te adelanto que con mi equipo estamos preparando la solución final para nuestra situación...
—...la situación del país, claro. Por su atención muchas gracias. Volvemos más tarde en la segunda edición o cuando las noticias nazcan. Soy Sonia Ferreira.

Finalmente, el primer día del final de una larga etapa había llegado.
Esa mañana sucedieron tres situaciones explosivistas consecutivas, y por la tarde se esperaba que sucediera algo terrible. Toda la población se encontraba sumamente atemorizaba, nadie se sentía seguro en ningún lugar, con ninguna persona, ni siquiera con el mejor amigo del hombre.
Cerca de las 21 horas de ese mismo día, el presidente Francisco Gómez convocó a todos los medios de comunicación a una conferencia de prensa. Los llamados, ya sea por fax, email, o teléfono a los periodistas encargados del área presidencial; tenían un tono distinto, muy diferente, en forma, a las anteriores convocatorias de reunión en su despacho.
Algo tramaba Gómez, algo que andaba anunciando cada vez de manera más insistente, y parecía que lo sacaría a luz luego de atravesar un túnel de suspenso y misterio. La última vez hablaba de una "solución final", que los analistas intelectuales menos avezados y con más días de insomnio creyeron que presagiaba a un holocausto nacional.
La prensa, con sus notas y lápices, grabadoras, cámaras fotográficas, teléfonos portátiles, filmadoras y computadoras transportables, acudió rápidamente. Era la señal de una noticia que nadie podía "comerse".
La pequeña sala de su despacho estaba bastante llena. El murmullo general probaba toda clase de posibilidades sobre el próximo discurso de Gómez, que comenzaba a tardarse.
Pero los ánimos de los periodistas fueron domados por las bandejas de bebidas gaseosas y bocadillos que el Presidente ordenó preparar horas antes a sus asesores.
Una maraña de micrófonos, escoltados por sus cables que salían de todas partes, esperaban sobre el atrio. Entró Francisco Gómez.
El silencio cayó de pronto en aquella sala, con su ventilación ya acalorada y pesada. Muchos se apuraron en encender sus equipos. Gómez acomodaba sus codos en el atrio, a la espera de que todos estuvieran bien listos.
"Señores de la prensa, agradezco mucho que hayan respondido a mi convocatoria."
"Este momento es muy importante para mí, y ello significa que lo es también para todo el pueblo."
"Finalmente, después de tantos discursos, de tantas denuncias, de tantas luchas, hemos conseguido el mecanismo para acabar con este desgastante conflicto político que a todos nos afecta."
"Tal como he prometido durante mis días de simple candidato a algo, dije que nunca abandonaría al gobierno si el pueblo nunca me abandonaba".
"Dije que acabaría con los problemas principales que causan los demás problemas. Pude decir también que tendería mi mano para sacarnos del abismo en el que nos obligaron a meternos sin quererlo."
"Hoy comienzo a cumplir mis palabras de una forma tangible, siguiendo el modelo de políticos tradicionalistas del Partido Republicano, que no claudican a sus ideales por el bien común, que hacen de sus ideales un común a todo bien; donde las palabras son un testamento que firmamos para existir en el mapa del sistema social. Ya no somos una aldea."
"Dije que acabaría con el problema raíz de varios problemas, y ese problema raíz es Miguel Noguera, el más ilegítimo de los personajetes políticos en la historia no sólo de nuestro país, sino del universo. Un traidor que, como el granizo, a nadie le cae bien. Un ser que deja muerto el suelo que pisa. Una momia que respira."
"En todo este tiempo yo y mi consejo de asesores analizamos las posibilidades para salir del aprieto, sin provocar que el intento de salida aumente la presión social... y lo logramos."
Levantó un papel mecanografiado.
"Fíjense, señores, este papel es mi solución. ¿Qué dice? ¿Qué tiene? ¿Qué lo hace especial? Bueno, de ninguna manera es mi renuncia a mis sueños de un nuevo orden mejor. Es un decreto que lo firmaré ahora."
"Es un decreto de paz. Sin querer desmerecer al Tribunal Supremo de Justicia, yo creo que la salida judicial era un túnel demasiado largo para conservar vivo al muerto. Por eso este decreto viene a resumir el fin de las penurias."
Todos estaban excitados capturando al máximo todo ese efímero presente. La impaciencia crecía porque Gómez no revelaba lo que contenía el papel tan simple, tan papel.
"Este papel tan simple salvará a todo un país. A toda su historia. A todos sus habitantes. Es un decreto donde dictamino una sentencia de prisión de diez años contra Miguel Noguera, bajo la acusación de perjuicio insoportable contra el comportamiento noble de sus prójimos."
Entonces firmó el decreto ante la vista de todos, pero no lo leyó.
"Ahora entregaré el documento a mi guardaespaldas más veloz, quien irá hasta el Tribunal Supremo y lo entregará a su titular, para que reglamente su ejecución, así en una o dos horas ya descansaremos del psicótico de Noguera."
"Una vez internado en prisión de máxima seguridad, asumiré el poder absoluto y nos guiaré al sendero de un mundo de pura libertad y libre democracia."
Tal como una obra de teatro majestuosa que nadie entendió, de repente, tras un instante universal de silencio, los aplausos prorrumpieron en la sala. Se veían algunas lágrimas en las mejillas. Muchos se acercaron a saludar y felicitar personalmente a Gómez, como si acabara de ocurrir que alguien hubiera agarrado una página de historia para inscribir una grosería magnífica.
Después los periodistas salieron muy apurados para ser los primeros en publicar la noticia más sorprendente del momento. Varios se tropezaron entre el cablerío.
En ese preciso momento, en las calles se vivía un ambiente eufórico, místico.
La gente salía a festejar. A gritar, estallar pirotecnia, reír, abrazarse y unos cuantos a robar billeteras, aprovechando el ambiente eufórico, místico.
Se percibía la sensación de que algo bueno estaba por venir. Pero faltaba algo más, esa era otra sensación.
Luego de difundirse el mensaje de Gómez en noticieros especiales por televisión, emisiones especiales por ambas frecuencias de radio, incluso cortaron la emisión de música en todas las frecuencias para comentar el hecho, con sabor agridulce de alivio.
Los periódicos imprimieron suplementos especiales de una sola página; hasta el diario “Estado” se difundía nuevamente, improvisado y decadente.
“Estado” seleccionó a su periodista con mejor caligrafía para que hiciera un manuscrito del informe, recortaron el logotipo de una edición anterior para adherirlo en el encabezado, y fotocopiaron por miles aquella carilla tamaño carta, para distribuirlo como una edición oficial del diario.
Minutos después Gómez volvió a aparecer en televisión y a ser escuchado por radio, en directo; dijo que se mostraba sorprendido por la pronta y buena respuesta que vislumbraba de la gente en general, por lo que convocaba a todos a salir a las calles, a manifestarse, llamaba a los huelguistas para que dieran señales de su existencia, que salieron hombres y mujeres de todas las edades, de todos los colores de pigmentación, de todos los sexos, de cualquier pensamiento sobre Dios o dioses o antítesis, todos a la calle. Todos distinguidos con las calcomanías especiales que había preparado la Asociación Radical Unida.
Él quería que se juntaran de forma permanente cerca del Palacio de Gobierno, para que el pueblo esté preparado para ungirlo como Presidente único, para defender ese derecho que le correspondía a Gómez por ser el salvador.
Su llamado fue más breve esta vez, pero con una potencia en las acentuaciones tónicas de las palabras, que exaltó a muchos, quienes cumpliendo con el pedido salieron a las calles con las insignias y banderas. Se habilitaron puestos ambulantes para vender aquellas calcomanías, impresas con el color oficial del Partido Republicano.
Precisamente en ese intervalo, por Radio Deber la áspera voz de un locutor no habitual frente al micrófono leía un comunicado:
"El Presidente de la República del Paraguay, el doctor Miguel Noguera, hace público a todos los interesados su siguiente decreto; 'yo determino que se encarcele al individuo de nacionalidad paraguaya que tiene escrito en su certificado de nacimiento, en el apartado de nombre, Francisco Gómez, por provocar la incitación a la violencia y rebelión contra las autoridades legítimamente establecidas por voto mayoritario del pueblo. "
"La condena durará diez años y será cumplida en prisión especial a construirse al oeste más lejano del territorio del Chaco; en tanto aguardará en la cárcel de Tacumbú. "
"El documento es firmado por Miguel Noguera, triplicado y archivado. Una copia se presenta al Jefe de la Policía Nacional, Ignacio Medina, y otra al General de las Fuerzas Armadas, Casimiro López, a fin de dar cumplimiento a la orden del Poder Ejecutivo, en la forma que ellos crean conveniente."
"El Presidente de la República del Paraguay, el doctor Miguel Noguera, aconseja a la población que permanezca en sus hogares a fin de refugiarse de los desequilibrados mentales que vagan por las calles, ya que nadie más se responsabiliza por la seguridad de los que ya están avisados."
Seguido, la emisora difundió una selección de polcas alusivas al Partido Republicano, y luego otras clásicas del rico y marginado acervo cultural.
Los otros medios de prensa no tuvieron acceso al documento, por lo que debieron adquirir la grabación de la accidentada lectura de un hombre que la vendía en la calle, copiada en varios casetes usados, minutos después de la difusión pública.
Al mismo tiempo el guardaespaldas de Francisco Gómez llegaba hasta el Tribunal Supremo con el decreto suyo. Pero los guardias no le permitieron el acceso a la sala de deliberaciones donde estaban los jueces José Vargas y Antonio Mont desde tempranas horas. Un mozo alegaba que se habían quedado dormidos sobre la mesa de discusiones.
Poco después corría el rumor de movimientos no comunes en las dependencias del Ejército, a treinta kilómetros de Asunción. Luego se verificó la salida de nueve tanques de guerra con dirección a la Capital, transportando cada uno a cinco hombres, más o menos, fuertemente armados.
El Canal 7 envió inmediatamente un móvil con una cámara que transmitía en directo imágenes del viaje de los tanques hacia la ciudad. Se mantenía a una distancia constante de prudencia.
Nadie sabía bien de quién había emanado la orden para que salieran los tanques. Pero casi todos relacionaban con el escueto mensaje de Noguera. Éste no apareció en público, nadie sabía dónde estaba. Un periodista llamó a su despacho pero nadie atendía. Su fastuosa vivienda estaba cerrada y con las cortinas bajas.
Tampoco Francisco Gómez volvió a ofrecer palabras. Quizá por el resultado inesperado que tuvo su plan, y por temor que rastrearan su ubicación, ahora secreta. Los periodistas sufrían de orgasmos por la lluvia de sucesos álgidos.
De todas formas el pueblo seguía congregándose en las calles, a pocas cuadras del Palacio de Gobierno. El miedo era compartido por todos, pero la idea de ser acusado de cobarde por abandono, también.
Unos cuantos cedieron a la presión de estar a la calle cuando las luces de la Capital se apagaron en un parpadeo de cinco segundos.
Dos ancianos ebrios discutían sentados en un banco de la plaza que era el grupo armado de Noguera el que se preparaba para venir, el otro apoyaba la tesis del comando de asesinos contratados del extranjero por Gómez.
Sin embargo, todo el mundo presentaba sus dudas sobre la misión de los nueve tanques del ejército en Asunción.
A las 22 horas, un periodista que se mantuvo en el anonimato afirmó a su medio, que era el Canal 7, que un grupo de siete vehículos jeeps verdes de tipo militar tomaban rumbo en el barrio de alta categoría de Las Carmelitas, tan aislada del resto de la ciudad por sus monumentales mansiones y patios amplísimos rodeados de avanzados sistemas de seguridad, altos muros electrificados y con perros salvajes, que eran soltados por las noches.
Varios medios de prensa que captaron el rumor enseguida se dirigieron a la residencia de Miguel Noguera, situada en el referido barrio de millonarios fanfarrones.
Su mansión parecía infinita, infinidad que se reproducía aún más en medio de esa oscuridad nunca habitual. Los ventanales estaban cerrados y sus cortinas flotaban inmóviles detrás de los vidrios tan lejanos.
Los portones estaban fuertemente asegurados, pero no aparecía ninguna persona del otro lado, ningún guardia, ni siquiera los perros habían sido soltados.
Los móviles periodísticos estaban estacionados en fila por el otro lado de la calle, enfrente significa esto.
Los rumores adquirían connotaciones escalofriantes entre las voces cruzadas por los periodistas policiales y presidenciales: que se avecinaba una matanza, que atentarían contra Noguera, que ya estaba muerto, que ambos presidentes habían sido asesinados, que en el país no quedaba nada más que votantes.
Sólo un periodista, que venía de un semanario investigativo sobre arquitectura y erotismo, asumía que un país sin Presidente seguía siendo un país, pero sin Presidente. Se calló.
Al cabo de minutos se oyeron los solitarios ruidos de motores, eran los jeeps. En realidad eran ocho, llegaban de a cuatro por cada lado de la calle empedrada. Se mostraban indiferentes a la presencia de la prensa.
Los tripulantes de los vehículos eran posiblemente militares vestidos tipo comando de acción, con metralletas, granadas, chalecos antibalas y mascarillas antigás; ninguno mostraba el rostro descubierto, aún la piel estaba pintada con algún betún oscuro.
Bajaron rápidamente de los jeeps, que ni siquiera apagaron del todo sus motores, estaban listos para cualquier marcha repentina. No conversaban, sólo decían pocas palabras que sonaban inentendibles.
Los periodistas se mantuvieron del otro lado de la calle, hubo uno que huyó por el pavor, ya saben quién. Los fotógrafos no se animaron a realizar abusivas tomas después de ver las intimidantes armas que portaban estos militares.
Uno de los jeeps se colocó frente al portón de hierro del acceso y lo derribó con una embestida que sorprendió a los muy atentos observadores, algunos dejaron caer sus anotadores al suelo y retrocedieron unos pasos, otros se ocultaron detrás de los móviles de sus empresas periodísticas.
El pelotón de alrededor de veinticuatro integrantes ingresó a prisa a la residencia, se escucharon disparos, habían derribado la puerta, se escucharon cristales rotos, habían atravesado las ventanas.
Había humo, habían lanzado bombas de humo.
Otros disparos siguieron en el interior de la residencia. La operación duró cincuenta y dos minutos, casi tres.
Los militares abandonaron el sitio con cierta actitud de fracaso, algunos tenían las máscaras quitadas, pero igual tenían el rostro pintado. Fueron subiendo a los jeeps, tres de ellos ya habían partido.
Entonces el reportero Karim Mehlamed se animó a encarar a uno de los uniformados:
—¿Qué ha sucedido, señor? Si se puede saber...
—Nada fuera de la ley. Mas bien sólo vinimos a cumplirla —respondió el hombre camuflado que seguía caminando con su fusil al hombro.
—¿Cuál ley? Si se puede informar al público...
—La ley que comunicó el Presidente. Nada más —el militar cortó el diálogo, subió a su vehículo correspondiente y partió sin mirar para atrás.
—Ése fue el informe exclusivo que logramos en vivo desde enfrente de la residencia de Miguel Noguera, que fue asediaba estruendosamente por efectivos militares no reconocidos. Manifestó un participante de la operación que cumplían "la ley que comunicó el Presidente", obviamente la que hace pocos minutos, casi horas, dio a conocer Francisco López. No sabemos qué sucedió aquí adentro, al parecer no encontraron a Noguera, quien hace horas tiene panadero desconocido, ni sabemos qué hubiera sucedido si lo encontraban. La apariencia de estos militantes era muy sugestiva, y se actuó con violencia clara, que pudimos grabar a costa de nuestras vidas. Vamos a tratar de seguir a los jeeps...
Así Karim Mehlamed causó la nota diferente entre sus colegas presentes, enrojecidos de envidia, que aún no decidían si ingresar sin orden legal a la mansión o perseguir a los vehículos militares para precisar su origen, puesto que no obedecían directamente a las Fuerzas Armadas.
Los más sagaces interpretaron el acto como un salvaje intento de secuestro contra Noguera, en base a un decreto que todavía no contaba con la aprobación del Tribunal Supremo de Justicia.
En el extremo opuesto de la ciudad se informaba de la llegada de los nueve tanques de guerra del ejército, de los que tampoco se sabía cuál era su misión.
Los pesados vehículos tomaron una calle paralela a El Paraguayo Independiente, a dos cuadras de ésta, para tratar de evitar al grueso de gente que se estaba congregando en las plazas cercanas. Sin embargo, había manifestantes que abandonaban la Plaza Uruguaya para encontrarse con el nuevo grupo, por lo que la marcha de los tanques fue muy lenta. Muchos curiosos observaban con escepticismo.
Uno de los tanques se vio atrapado en un espacio reducido, por los coches estacionados y la gente expectante. Por ello tuvo que hacer una marcha dificultosa que dañó ruidosamente a cinco de los autos.
Los presentes levantaron la voz en queja, con silbidos, uno osó golpear la estructura de hierro blindado con un palo. Un militar subió y realizó disparos al aire para dispersar a la gente. El tipo del palo, asustado, disimuló ponerse a golpear los coches. Después se supo que uno de ellos era suyo.
Los tanques llegaron hasta la calle O'leary, seguidos por móviles de prensa y gente a pie. Tomaron esa calle y doblaron a la derecha en dirección a El Paraguayo Independiente, para salir en una de las esquinas del Palacio de Gobierno.
Una vez allí, a cada lado de la sede gubernativa se ubicaron tres tanques separados de manera estratégica, sólo la parte trasera del edificio quedaba libre, ya que daba con la bahía, y creían que la Marina haría lo suyo.

—Escuchame, Fernández, hay muchos rumores...
—¿Y qué?
—¿No oíste ninguno, acaso?
—Desde que ando por la calle ya no veo televisión, no escucho radio ni leo periódicos.
—Pucha, tendrías qué. Aparte, muchos de ellos no pasan por la prensa.
—Eso es seguro.
—Digo, lo que me preocupa es que estamos en un sitio peligroso...
—Ahh, ¿el conflicto en las calles?
—¿Después si tenés razón y hay un loco, más de uno ya?
—Ya me creíste también.
—¿Qué haremos? ¿Si tiene un arma, y nos dispara?
Fernández no agregó nada más. El tablero electrónico superior marcó el piso catorce, las puertas del ascensor se abrieron y de nuevo estaban ambos en la azotea del edificio Zodiac.
La oscuridad reposaba desde esas alturas sobre los senos edilicios de la ciudad, las luces eran escasas, apenas unos focos rojizos en dos o tres antenas, que servían de señalización para que ningún avión las embistiera, o algo así.
Había una brisa suave, bastante fresca y se sentía una calma apenas perturbada por el bullicio que acontecía muy abajo, en las plazas adyacentes.
Fernández caminó lentamente, lanzando la mirada larga hacia la muralla que rodeaba aquella porción de piso elevado. Un haz de luminosidad se sentía en los bordes; arriba el cielo estrellado era capaz de provocar un fuerte vértigo y náuseas.
—Pssst, pssst —advirtió, mientras señalaba con el dedo a uno de los lados.
Fernández se acercó y percibió que algo se movía en la oscuridad, cerca de una esquina. Era una persona. Se agazapó, el investigador avanzaba con pasos muertos, escudriñando alguna característica sospechosa entre los metros de distancia.
El extraño hacía movimientos cortos, pero no se podía definir qué estaba haciendo, si tenía algo entre las manos. Lo cierto es que seguía de espaldas, con la miraba fija para abajo.
—¡Oigan, no pueden estar aquí! —se oyó un grito sorpresivo a las espaldas de todos, que giraron la cabeza apresuradamente—. Repito, este es un lugar que debe estar clausurado; por lo que el daño contra ustedes puede ser permitido.
La vista trataba de distinguir a la forma oculta entre las sombras. Parecía un uniforme oscuro, un gorro, algo como un bastón.
El extraño se puso de pie. Fernández notó eso. Luego desvió la vista hacia atrás, allí estaba parado, de espaldas, con las manos, levantadas.
—Señor, venga acá —ordenó la voz—. ¡Identifíquese!
La tercera persona ya no estaba en la esquina. Fernández también levantó las manos y se dirigió a donde lo llamaban.
Más de cerca logró ver que quien les hablaba era un policía.
—Señor, este sitio no es apropiado. Muéstreme su identificación —le dijo.
—Disculpe, oficial, soy investigador —explicaba Fernández al sacar sus documentos—. Sabe, había alguien más por...
—¿Investigador? Aquí no se puede investigar.. —el policía giró bruscamente la cabeza y gritó en dirección a la puerta del ascensor— ¡Oiga, deténgase! ¡Quédese ahí!
Era el extraño, que trataba de huir. El policía fue hasta él, le pidió sus papeles y luego lo dejó subir al ascensor.
—Vengan, deben bajar todos —indicó el policía, pero mientras lo hacía la puerta se cerró y la caja descendió. El uniformado dio un salto, pero ya no lo pudo detener. Entonces se puso a presionar airado el botón para bajar.
Ocho minutos después el compartimiento, vacío, volvió al piso catorce.
El guardia y Fernández Aurelio ahora sí bajaron hasta la planta baja. Fueron despedidos a la calle con la advertencia de atender las circunstancias.
Al sitio conflictivo accedieron también diez buses de la Policía Nacional, con muchos de sus efectivos. Estos ya tenían órdenes precisas y barrieron las calles de civiles con una barrera humana hasta posicionarse a una cuadra libre del Palacio donde debía regir el Presidente. Vale decir que el edificio estaba vacío, sólo se veían guardias y algún personal de servicio; el acceso no era permitido a nadie.
Con la llegada de la policía se produjeron algunos choques con la masa de manifestantes que aumentaba poco a poco. La presencia de la caballería de la Policía aumentó los roces, la represión, a través de corridas, golpes de cachiporras y patadas que impartía los agentes del orden.
El desorden era seguido en detalle y en emisiones en vivo por todos los medios periodísticos. Sólo el Canal Estatal 9 seguía con problemas técnicos y emitía videos musicales, pirateados del canal de cable Rancherísima.
A las 23 horas la barrera policial estaba presta como se había planeado, pero una sub barrera rebasaba su límite para controlar mejor a los alborotadores. Se vieron a algunos contusos, hasta desmayados, siendo atendidos en las veredas.
Los manifestantes arrancaron las llantas de los vehículos estacionados y formaron una fogata. Pronto se acercaron cinco camiones hidrantes que lanzaron el temible chorro del agua sobre las llamas y las personas que rodeaban el fuego.
Nuevamente hubo fricciones, más lesionados.
Siguió una pausa que duró el resto de la noche, junto con la vigilia de ambos bandos pendientes entre sí de sus movimientos.

—¡Aquí Karim Mehlamed transmitiendo en vivo para el Canal 7! Estamos en la esquina de las calles El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo, donde recién el violento proceder de la policía por alejar a la gente de las adyacencias del Palacio de Gobierno.
»Horas antes estuvimos, también en vivo, en la residencia del presidente Miguel Noguera, que fue asaltada con brutalidad por militares que obedecerían al presidente Francisco Gómez, según comprobé.
»Paralelo a ello, venían a Asunción nueve tanques del ejército que ahora rodean la sede gubernamental, pero se desconoce a mando de quién están.
»Con respecto a Noguera, se desconoce su paradero. Tras el intento de secuestro seguimos a los jeeps en que iban sus captores frustrados, pero lograron escapar del acoso de la prensa, con maniobras difíciles de explicar con palabras.
»Volviendo a este plano donde la población continúa congregándose (tenemos informes que se reconvocaron a huelgas multitudinarias). Bueno, aquí conversamos con una señora que sufrió la represión policial. La señora está algo sofocada por las corridas y llegó a caerse, sin que nadie la socorriera. ¿Qué cuenta, señora?
—Sí, mi hijo, nadie me atendía. Así como me decía mi abuelita (que en la gloria de Dios descanse) que nunca debía depender del hombre para levantarme del suelo. Esa policía que nos pegaba con sus garrotes. Después vinieron con los caballos y nos persiguieron por la calle...
—¿Corrió mucho, señora?
—Sí, a mi edad ya no doy carrera, pero no te podías quedar, porque te pegaban, luego nos querían tirar el agua y por Dios que quién sabe donde la tenían guardada hasta este momento.
—Pero, ¿qué era lo que intentaban hacer, la gente?
—Bueno, después de todo lo que está pasando, la gente decidió venir a ver qué se podía hacer. Nos acercamos nomás hacia el Palacio, pero que nos tiraron la policía, hasta el ejército, encima, y ellos son nuestros compatriotas también y nos pegan porque nos enseñaron a temerlos, luego de haberles pegado mucho en el servicio militar, mi hijo.
—¿Cuánta gente calcula que fue lesionada?
—Muchos, muchos. Yo entre ellos. Me caí, pero por suerte no me pegaron así. Luego me levanté y huí hacia acá, donde nos quieren limitar. Mire allá, aquellos también corrieron y los pegaron.
—¿Usted va a seguir aquí, señora?
—Sí, mi hijo. Es importante, por eso deben venir a ver qué se puede hacer. Voy a hacer todo lo posible por quedarme.
—Gracias, señora. Igualmente nosotros vamos a estar en vigilia, atentos a la captura de cualquier noticia de interés para nuestra teleaudiencia. Karim Mehlamed, Canal 7.

Al día siguiente. Alrededor de las siete de la mañana.
Radio Deber cortó su eterna tanda de canciones populares dedicadas al Partido Republicano y al presidente Noguera. Su programación habitual se había modificado bruscamente desde el último día. Pero ahora parecía que un discurso grabado del Presidente iba a emitirse:
"Compatriotas todos: nos acercamos a una etapa crucial de nuestra historia como Nación. Yo he decidido la prisión del terrorista Francisco Gómez, por atentar contra la investidura pública, iniciando así un proceso que hace tiempo buscamos todo, el fin del conflicto que él ha creado y la paz que la legitimidad construye."
El mensaje comenzó a difundirse sin previa presentación.
"Esta es la hora para crecer. Pido a todos los que estuvieron equivocados que razonen y se pongan del lado del Movimiento Patriótico, el causal del cambio positivo anhelado. Pido a todos mis compatriotas estimados que abandonen las calles de la Capital, las plazas, las adyacencias del Palacio de Gobierno."
"No existe ninguna razón para salir a manifestarse. Yo mismo ya he iniciado la nueva era del país. Y las puertas de mi buen Gobierno están abiertas a todos. Entonces, si uno sale a manifestarse es cuando las puertas del diálogo están cerradas. Cómo si las puertas están abiertas van a salir ya a las calles. Por eso, será mejor que retornen a sus lares, y colaboremos para salir del estancamiento, que se agrava con huelgas innecesarias."
"Por último, para dejar señal imbatible de la mentalidad obsesiva de Gómez me da gusto señalar el violento intento de secuestro que hoy intentó a mi persona y mis familiares. "
"Si él no tiene familia, no le da razón para molestar a la mía. Aparte, me pregunto si yo no hubiera sido avisado de sus planes, quizá ya no estaría vivo, señores."
"En próximas horas volveré a dirigirme a todos ustedes, y al final del día espero encontrarnos todos enfrente del Palacio de Gobierno para mi proclama absoluta como Presidente y el estallido de júbilo, el estallido de ánimos para comenzar a cargar al hombro los pedazos de este hermoso país."
Su mensaje finalizó y volvió la música, abriendo con una canción repetida por vigesimotercera vez.
Si bien el Canal Estatal 9 ya estaba de vuelta al aire, emitiendo documentales subtitulados, aún con los hablados en español, Noguera no utilizó este medio para comunicarse. Sin embargo, minutos antes de las ocho, el canal cortó su trasmisión, sin siquiera indicar que existieran inconvenientes técnicos.
Quienes captaron el discurso se debieron haber dado cuenta de que era una grabación, no en directo. Aparte, cuando menciona el ataque a su residencia dijo "hoy", cuando en realidad fue ayer. Sobre todo, no dejaba ningún atisbo sobre su real posición física ni espiritual.
Las sospechas aumentaban. Ahora tampoco se sabía del lugar de Francisco Gómez. Daba la sensación general de que el país estaba acéfalo, ya no bicéfalo; quedaba la duda de si sería mejor así.

En esos instantes, que se aprovechó también hasta que el móvil llegara al lugar del hecho, el Canal 7 comentaba una noticiosa curiosa por intermedio de la periodista Sonia Ferreira, quien ya no era conductora titular del noticiario, en un aparatoso descenso de niveles periodísticos.
—Hola, soy Sonia, estamos frente al edificio del Zodiacal, entre las calles El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo. Al parecer hubo una explosión, posiblemente un tanque de gas, una garrafa, habría explotado en el piso trece; a ver si la cámara puede mostrar arriba donde sigue saliendo humo.
»Aquí la gente en la plaza sigue durmiendo, otros desayunando cerca de las ollas populares que se trajeron de otra plaza. El ruidoso estallido despertó a algunos, mientras que quienes paseaban por abajo se asustaron y hasta vieron caer partículas a la calle.
»Como la policía estaba cerca, como parte de la barrera que hacen rumbo al Palacio de Gobierno, sólo tuvieron que subir a ese piso para averiguar qué pasaba. Cosa que nosotros también haremos en instantes.
»Ahora conversaremos con una señora que vio lo que pasó. ¿Qué pasó, señora?
—Sí, mi hija, yo estaba despierta ya, escuché el ruido fuerte y luego vi que salía humo del edificio. Aquí se habla mucho pero no sabemos qué es lo que sucedió.
—¿Qué piensa usted, señora?
—No sé, un accidente, porque acá estamos demasiado muchos como para que nos espanten así nomás. Eso creo, mi hija.
—Gracias, señora. Ahora hablaremos con... no, ya no... bien, me dicen que no queda tiempo, que hay que volver con el móvil que está al otro lado de la ciudad. Vámonos con ellos, les habló Sonia Ferreira para e...

Mientras tanto, Fernández tomaba un sorbo de café de un vaso de plástico que le habían dado cerca de las ollas populares, las mismas que estaban en la anterior plaza donde dormía.
No hacía caso de la muchedumbre esparcida por el césped. Por cierto, el letrero de "Prohibido pisar el césped" asomaba todavía al borde de la fogata que calentaba a las ollas llenas de café. Decía "bido pis el cés".
Otro sorbo fue a terminar en el aliento de Fernández, que seguía con la mirada fija en el alejado edificio Zodiac, cuyo decimotercer piso humeaba débilmente, después de una estallido que casi no se escuchó desde el rincón en que le tocó dormir, cerca de un monumento público.
Estaba estudiando sus teorías, sus ideas y las pocas informaciones que manejaba sobre los sucesos del país.
Anoche se perdió entre el gentío y no creía que volvería a ver un rostro familiar entre tanto desorden.
Un grupo de hombres comenzaba a arrancar un banco, luego de molestar a la gente que dormía cerca, para alimentar más el fuego y así calentar el café agrio de una nueva olla que acababa de traerse en una camioneta despintada.

—Sí, los gentiles guardias que me atendieron, me dijeron que la persona que resultó herida hacía uno o dos años que residía en este edificio. Lastimosamente no pudieron permitirnos el acceso a su habitación, debido a que podríamos "estropear las evidencias".
»El sujeto de sexo masculino, de alrededor de treinta años, cutis moreno, sufrió quemaduras graves. Astillas de vidrio y plástico se incrustaron en parte de su piel, provocando heridas profundas.
»Por su fortuna, no perdió ninguna función vital, ni tampoco se dañó algún órgano interno. A pesar de que oí una conversación entre policías que vieron su cuerpo que perdería al menos un dedo debido a la explosión.
»Desconocemos del todo qué estaba haciendo. Es evidente que no fue un simple tanque de gas o el enchufe descompuesto del televisor.
»Otro detalle que casi olvidaba es que la policía no pudo todavía identificar al hombre, que sería de nacionalidad extranjera, europeo, asiático, aunque podría ser de algún país extra. Eso lo digo yo.
»Aquí encontramos al portero para hablar. ¡Señor, para la televisión! ¿Me permite robarle unos minutos de su tiempo? Me llamo Sonia.
—Sí, preciosa —respondió con soltura el hombre entrado en edad, con su gorro hasta las cejas.
—Oh, gracias. Queríamos saber qué sabe de lo que pasó aquí.
—No mucho, ni menos que la policía.
—¿Suelen pasar estas cosas?
—Tantos años que trabajo aquí y es la primera vez que explota algo más allá del piso diez.
—Qué sabe de este hombre herido.
—¿Esto es para un programa de chismes?
—Jiji, no, es para el noticiario.
—Ah. Bien, nada.
—¿Qué sabe que sabe la policía?
—Entendí que en la habitación del hombre encontraron una docena de pilas de periódicos viejos, altas como dos metros, ordenadas por fechas. Con planos, herramientas, libros, ideas y material explosivo, cosas inservibles, usadas, trozos de cables, encendedores eléctricos, relojes, no sé si también dos kilos de azúcar brasileña, y dos cajas de bebidas gaseosas sacadas de mercado por contener tóxicos.
—¿Armas?
—La policía puede explicar mejor adónde las llevaron.
—Sería entonces un aficionado a la pirotecnia.
—Creo queee... sí.
—Gracias, señor. Ese fue el testimonio del portero. Me comentaba un paramédico (mientras el portero decía qué había visto en la habitación) que el hombre pirotécnico fue llevado al Hospital de Clínicas donde será atendido por estudiantes de medicina que aún no reprobaron las clases que se imparten las noches de Navidad.
»Bueno, mucha gente ha venido a esta esquina curiosa de saber qué es el alboroto que aconteció en el piso trece, cuando explotó un experimento a las 8.45, aproximadamente.
»La gente mira de lejos. Pero aquí... ¡Señor, señor! Sí, usted el del saco marrón. ¿Cómo le va? Yo bien, gracias.
»¿A qué ha venido, señor...?
—Fernández, mis amigos me llaman Isidro, pero no tengo amigos.
—Muy bien, Isidro. ¿Qué vino a hacer tan temprano por aquí?
—¿Para qué canal es?
—El Canal 7, es acaso patriótico.
—No, no, no entiendo de política. Sólo preguntaba para pensar en mi respuesta.
—Entonces, ¿qué hace por acá?
—Bueno, primero, yo duermo en la plaza, me desperté temprano, y acabo de desayunar, porque es menos amargo el café de la parte superior de las ollas populares.
—Ah, sí.
—Vi la explosión. Yo sospechaba que había algo curioso con este edificio, tiene una ubicación inmejorable para controlar el sector de la plaza y el corredor que conduce al Palacio de Gobierno.
—Un hombre a quien no logran identificar fue herido mientras experimentaba con pirotecnia en el piso trece.
—¡Qué mala suerte! Eso me resulta sospechoso.
—Por cierto, ¿a qué se dedica?
—Soy investigador privado y ahora tengo un caso especial, ando rastreando a un terrorista que estaría detrás de la serie de atentados que sacude a la ciudad.
—¡Ah! —se abrieron los ojos de la mujer— ¿Usted cree que hay un terrorista?
—Sí, así es, porqu...
—¿Conocía al hombre que resultó herido?
—No, y dudo que sea el personaje que confeccioné en mi cabeza. Porque un profesional de su tipo no se equivocaría de esta forma para terminar en un hospital varias semanas.
—¿Y si en realidad fuera ese personaje?
—Puees... encontraría la forma de entrevistarme con esa persona y sacar mis conclusiones.
—Muchas gracias por su comentario. Aquí Sonia Ferreira en una cobertura especial del accidente en el centro de la ciudad. Esto es Canal 7... yyy ¡corten!
»¿Grabaste todo, Tomás? —el camarógrafo levantó el pulgar para indicar que sí— Perfecto, ahora hay que llevar esto y editarlo, a ver si lo pueden pasar en el noticiario de esta noche.

Fernández seguía pensando en la pregunta de la tonta periodista: «¿Y si en realidad fuera ese personaje? »
«¿Y si en realidad tuviera razón? Entonces me quedaría sin empleo muy pronto, y no podría solicitar los créditos como el artífice de haberlo sacado de su línea de invisibilidad hacía la luz pública»
«Lástima que Bobadilla ya no esté al frente del Departamento Antiterrorista. ¿A dónde lo llevaron? ¿Lo ascendieron, de nuevo? ¿O le adelantaron su jubilación? No importa, ya lo veré»
«Y si fuera cierto que conociera al hombre herido. ¿Sería acaso el mismo que no pudimos ver bien por la noche, en la azotea? ¿Es él? ¿Es el terrorista? ¿Existe el terrorista que imagino? ¿O es sólo mi imaginación? ¿Me estoy volviendo loco?»
«¿Loco? Pobre, más bien. ¡Rayos! Cuando acaben estas huelgas populares tendré que vender alguna cosa inútil en la calle»

La noticia de la muerte de Gómez fue gestando diversas reacciones en la población. Por un lado los patrióticos celebraban sin pudor, mientras los simpatizantes de Gómez exhibían insignias negras con banderitas del color oficial del Partido Republicano.
Los rostros mostraban impotencia, rabia, dolor. La venta de las calcomanías de la Asociación Radical Unida había aumentado drásticamente. En la plaza todos esos ánimos se mezclaban, junto a aquellos que no tenían colores políticos y encontraban una causa para defenderse ante el desgobierno existente.
Un reducido grupo de patrióticos se había reunido en una esquina de la calle 14 de Mayo, a una cuadra de El Paraguayo Independiente, en el lado contrario a las plazas. Nuevas barreras policiales separaban a los grupos opuestos, puesto que habían comenzado a arrojarse piedras entre sí y se armaban con palos y varillas de hierro para una lucha cuerpo a cuerpo.
Habían muchos que opinaban que el extraño mensaje matutino de Noguera tenía algo de profético con respecto al asesinato de Gómez: cuando hablaba de que muchas cosas iban a estallar, quizá se refería en realidad al estallido del automóvil en que viajaba.
Aparte que las tendencias violentas de sus seguidores, los rumores de entrenamiento armado, la imagen decaída de su legitimidad, conducían a acomodarlo a Noguera al otro lado del cañón. El ex general no aparecía públicamente, sin embargo. La situación quedaba complicada por el marco, quizá cómplice, de que gran parte del aparato de gobierno actuaba de acuerdo a las cuerdas que él moviera. Ya había varios títeres sin cabeza.
También se había reforzado la línea de defensa del Palacio de Gobierno.
La policía estaba formando un bloque con agentes preparados especialmente con cachiporras y escudos protectores transparentes que llevaban la insignia de la Policía Nacional y la leyenda en un extremo inferior: "Donado por la Policía Antidisturbios de China".
Eran cerca de las 17 horas, cuando ese bloque comenzó a movilizarse sobre El Paraguayo Independiente rumbo a las plazas infestadas de personas.
La diversidad de la prensa se había escabullido entre los manifestantes, capturando toda clase de relatos para sus reportajes sobre la situación imperante. Uno de los periodistas se había internado en el júbilo ruidoso de los patrióticos, alejados de la masa gigante de las plazas.
Jorge Filipini era el periodista que estaba con esos rudos republicanos patrióticos. Filipini, es cierto, integraba el equipo de espectáculos del diario “Estado” (que ya estaba saliendo normalmente luego de un atentado a sus máquinas de impresión. Había cambiado de formato, incluso. Salía en papel color salmón, de tamaño tabloide, con titulares gigantes de una sola palabra y un promedio de cinco fotografías por página).
Es que muchos de sus compañeros pidieron el adelanto de sus vacaciones así como permisos especiales de ausencia, y lo lograron. Sólo uno de sus colegas estaba decidido a seguir adelante su huelga personal, pero en vez de la plaza, había acampado en el jardín del prestigioso periódico.
A Jorge le temblaban un poco las rodillas, por si a los mastodontes que entrevistaría le saltaran los ojos, les cambiara la voz e intentaran devorarle su cerebro. Así se hacía en la mente. Pero trató de superarse con buen humor. Estaba allí por orden verbal directa del director que le pagaba sus comidas, sus pasajes, sus cuentas y sus vicios mediante el salario, eso fue lo que le gritó el tal Canteros.
De vez en cuando caían cerca algunos trozos de piedras, de baldosas que antes decoraban los pasillos de la plaza, porque de la plaza venían. Los patrióticos respondían con una sarta de obscenidades a viva voz y estaban listos para las agresiones enérgicas e irracionales.
Eran alrededor de treinta. Una camioneta acababa de llegar. Tenía una gran bandera con el color oficial de los republicanos, y debajo un montón de cascotes, piedras lisas puntiagudas, algunos palos afilados como si fueran lanzas, hondas y bolitas de acero. Todo se descargaba sobre la calle y ellos escogían qué llevarse, con rostro de bestial satisfacción, tal como debieron sentirse los obreros en la antigüedad al repartirse como salario unas bolsas de sal.
Jorge Filipini encendió su grabadora, decorada con una gruesa calcomanía de su diario y se acercó a uno de los patrióticos, el que daba más órdenes.
—Me permite una entrevista para el diario “Estado”.
—¿“Estado”? Ah, sí, para ese diario sí. Siempre leemos.
—Seré breve. ¿Vienen a manifestarse?
—Sí, venimos a ayudar al Gobierno a limpiar las calles de los corruptos, de los farsantes, de los ladrones. La policía nos apoya, yo hablé con uno de los jefes y me felicitó por la iniciativa.
—Eh, muy bien. Entonces, ¿cómo toman el asesinato de Gómez?
—A ése, si no es un teatro, lo mataron sus propios seguidores como fórmula para derribar a nuestro Presidente verdadero de todos los paraguayos. Pero no triunfarán nunca si siguen caminando contra nosotros, los auténticos paraguayos que quedamos pocos.
—¿Opina que el país va a mejorar?
—Eh, me extraña pues que preguntes eso, siendo del diario; con Noguera al frente se acabó el sufrimiento, el hambre, la injusticia. Él es único que puede llevarnos arriba, ser un país que figure en el mapa. Le faltaría nomás erradicar el dolor, el hambre, las enfermedades y la muerte y sería un gobernante completo. Pero nosotros estamos seguros de que él planea esas cosas y más.
—Sí, digo... eh, gracias, muchas gracias...
—Fuerza, joven, tenés que apoyar. Te esperamos por aquí para defender la causa.
Jorge apagó su grabador, y se fue muy espantado de allí. Pensaba cómo había caído en eso, que era mejor contar chistes en la Redacción, copiar de libros para hacer artículos y acompañar de colado a la sección de Sociales en sus coberturas de fiestas privadas para cenas gratuitas y mujeres, caras.
El bloque de policías comenzó a correr hacia las plazas, instintivamente los manifestantes huyeron en dirección contraria. Ya casi oscurecía. Los uniformados golpeaban en grupo a las personas que en vez de correr caminaban, repartían cachiporrazos sin mezquindad alguna, una vez caídos algunos protestantes seguían recibiendo la extensión de la brutalidad traducida en patadas.
Las bombas lacrimógenas caían de todas partes, el aire se llenaba de humo verdoso, que la gente debía taparse la boca y cerrar los ojos. Pero estaban los más osados, que cubrían las bombas con botes de basura o los que las tomaban con las manos cubiertas con sus remeras para devolvérselas a los uniformados.
Los más valientes tiraban piedras y se animaban a enfrentarlos con palos. Pero los policías eran muy represivos, desde luego, era el tema de examen colador en la escuela de policías.
Enseguida vinieron dos camiones hidrantes que descargaban su fuerte represión líquida hacia los huelguistas que dormían debajo de los bancos no arrancados, o detrás de los árboles. Despertaban sofocados, como recién nacidos tras su primera pesadilla.
La plaza principal era todo un caos. Las corridas masivas, desesperadas, dejaban a su paso gente caída, arrastrada, atropellada, desparramada. Pero también los policías recibían su merecido. Dos de ellos recibieron duros golpes en la cabeza, ya que no sabían usar los cascos ni los escudos, recibieron piedrazos que se partían entre sus cabellos.
Luego vino la Policía Montada que le daba más velocidad y profundidad al concepto policial de dispersar a la gente y dejar las plazas libres para las palomas y los enamorados. Lo que menos había allí era amor en este momento; algunas palomas estaban siendo asadas en las ollas populares.
Las cámaras del Canal 7 estaban ubicadas en la azotea de un edificio de dos pisos, que le ofrecía un panorama completo de las plazas, la gente huyendo y las pisadas destructivas de los paladines del orden. La periodista Sonia Ferreira estaba allí, desesperada por el cuadro, gritando de pánico, pero en un momento reflexionó inteligentemente ante micrófono: "y pensar que si así actuaran con los delincuentes, la mitad del país huiría en busca de autoexilio, y la otra mitad viviría tranquila".
Los heridos eran llevados en brazos por grupos de cinco a siete hombres, de pronto con mucha torpeza. Previendo lo que acontecería, unas ambulancias esperaban en otro extremo para conducir a aquellos más graves al hospital de Emergencias, luego al Clínicas, cuando el otro ya no diera abasto. Allí en la plaza misma los paramédicos habían vendado a centenares, a otros les daban calmantes, hasta tuvieron un caso de paro cardiaco y otro de dengue. De allí brotó el rumor de que los policías estaban de verdad matando gente, pero nadie podía confirmarlo.
Se oían algunos disparos, al aire o contra la gente, esa era la duda, o serían explosivos pirotécnicos, o ambos. Lo cierto es que cayeron varias personas que acusaron el impacto de balas de goma, que los marcaban con dolorosos hematomas. Un policía antinarcóticos liberó a su perro amaestrado para que atacara a los alborotadores, pero el can fue directo hacía las ollas populares.
La plaza principal estaba siendo desocupada fácilmente. El gentío se replegaba hacia la villa de la ribera, la Chacarita. La cámara de televisión seguía toda la acción, en vivo. La reportera recibía por radio informes de los estudios del canal, que manifestaban que era el Jefe de la Policía Nacional, Ignacio Miranda, el responsable de la orden de desalojo.
Luego unos radicalistas acusaron que Miranda estaba bajo las órdenes directas del prófugo Noguera.
Pero a los camiones hidrantes se les terminó el agua, la caballería policial perdía el control de sus animales, aunque jinete y equino integraban un único ente orgánico; eran golpeados con piedras, o estaban en celo ese atardecer.
La muchedumbre se sintió humillada, así que entraron en razón colectiva y vieron que su número era superior al de los policías. Eran simples personas humanas detrás de sus escudos y de sus cachiporras. Tenían emociones y miraban televisión los fines de semana.
Por ello, primero los más valientes empujaban a los agentes, defendiéndose con botes vacíos de basura. Luego los tumbaban y despojaban de sus equipos donados por los chinos. La estrategia funcionaba y muchos volvían de la Chacarita y empujaban la línea de distensión contra la policía, que iba perdiendo fuerza, se acobardaban sin sus instrumentos del orden público, para correr a la retaguardia.
Hubo incluso unos cuantos que corrieron toda la calle El Paraguayo Independiente hasta refugiarse en los buses que los trajeron, estacionados frente al Palacio de Gobierno, a unas cinco cuadras de distancia.
La policía se replegaba ahora, sin dar la espalda, nadie quería recibir una piedra, ni una patada ni un apaleamiento a ciegas, por lo que confiaban que podían esquivar los proyectiles al visualizarlos.
Los manifestantes comprobaron la efectividad de la donación china aplacando a los indefensos policías.
La caballería policial ya se había retirado, unos caballos galopaban sin jinetes.
Uno de los camiones hidrantes tenía las ruedas pinchadas, así como la manguera dirigible por donde lanzaba agua, bloqueada por ramas insertadas.
Era una vergüenza para los policías, ni siquiera podían ponerse del lado de los manifestantes, pues el uniforme los achacaba automáticamente.
El gentío recobraba la plaza, aún en la Chacarita había gente pero no se entendía que hacían allí. Los más bravos llegaron hasta la esquina de El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo, quisieron avanzar más, pero a pocos metros se formaba una nueva fila de policías antimotines armados con sugerentes fusiles.
Entonces, el renovad frente de la muchedumbre se puso a bailar de venganza, en poses desafiantes, a entonar cánticos populares, a gritar toda clase de obscenidades y arrojar piedras sobre los patrióticos, que estaban asando carne en la vereda, preparando la cena, viendo un partido de fútbol argentino en el aparato de televisión de una vidriera repleta de electrodomésticos. Indiferentes a los sucesos que ocurrieron alrededor de cuarenta minutos en torno a las plazas.
La televisión local seguía grabando todo, con los comentarios innecesarios de Sonia Ferreira, ella tratando de explicar los acontecimientos.
La plaza estaba destruida. Muy destruida. Simulaba un campo de batalla, después de la primera batalla. Las palomas de las ollas populares habían sido devoradas, en su mayoría por un perro de amaestramiento policíaco convertido en callejero en pocos minutos.
Los manifestantes torcieron un árbol de la plaza, entre varios lo cargaron a la esquina conflictiva para cerrar el paso a los posibles ataques sorpresa de la policía y reducir así el enfrentamiento frontal.
Ya era de noche. Las luces públicas se encendían. En las plazas habían pocas luces, pero desde hacía mucho, no por la extraordinaria presencia de personas. El pueblo se anotaba su primer punto en la lucha por sus pretensiones no inspiradas en meras promesas electorales.
Luego sucedieron varias corridas falsas en el mar de la muchedumbre, como oleadas dispersas y repentinas. Incluso intimatorios movimientos en la barrera policial inspiraba diversas hipótesis sobre sus planes. Al cabo, la orden de desalojo no se había anulado.

Cerca de las 19.30 horas estalló una camioneta despintada que se utilizaba tanto para trasladar las ollas populares, así como para traer las provisiones donadas por la ciudadanía.
La camioneta estaba estacionada a una cuadra del edificio Zodiac, en dirección a la bahía. Por suerte, nadie cerca estaba y el estruendo no fue tan violento, pero fue suficiente para atemorizar a la gente y obligarla a desentrañar nuevos rumores y cálculos de avanzada estrategia en el campo del alboroto público sobre el posible avance de los policías.
El propietario de la camioneta se desesperó, se tomaba de la cabeza y estaba muy enfadado por su infortunio. En su furia, tomó una leña para ir solo a pegar a todos los policías que se le cruzaran, pero sus compañeros lo detuvieron, trataron de consolarlo, recordándole cómo en un programa argentino hacían bromas pesadas destrozando coches. Le prometieron que esto también se solucionaría.
La bomba casera pudo haberse puesto en la parte trasera del vehículo, en la carrocería, que era de madera. Al detonarse la partió literalmente en dos, la cabina quedó abollada, comprimida hacia su interior. El tanque de combustible se perforó y el combustible se derramada sobre el césped, que aún seguía húmedo después del reciente paso en retaguardia de los camiones hidrantes.
Un tanque de cemento donde guardaban agua potable fue dañado. Un trozo de madera expulsado se insertó en su superficie, provocando que se quiebre por entero, el agua se escabullía por el agujero.
Nadie resultó herido, sin embargo. Aunque si a esa hora se hubiera estado distribuyendo alguna comida, los heridos hubieran sido muchos, y el dolor habría sido más penoso debido al hambre.
El reportero Karim Mehlamed, con espantosas ojeras y cansancio muscular, cubría el sector de la plaza más próxima a la Chacarita. Éste volvía a sus tareas luego de un permiso de ocho horas para poder descansar y recuperarse de su malestar anímico, tras el bochornoso desmayo por debilitamiento fisiológico que sufrió en la cobertura del crimen presidencial.
—Buenas noches, soy Karim Mehlamed reportando en directo para la cobertura especial del Canal 7 del conflicto en las plazas. Hace minutos mi compañera de tareas Sonia Ferreira presentaba cruentas imágenes de represión policial desde su puesto en un edificio al borde de la bahía.
»Ahora estoy con un grupo de valerosos manifestantes que iniciaron el contraataque al autoritarismo cavernícola de los uniformados. Ellos tienen algo que decir...
—Gracias, Karim. Nosotros somos del interior del país, vinimos hace ya dos meses a la Capital para exigir el respeto a nuestros derechos. Mis compañeros y yo exigíamos al gobierno una serie de beneficios que jamás nos suministraron, como los créditos agrícolas para iniciar proyectos de producción de hortalizas, o campañas de desparasitación de nuestro ganado. Pero nada.
»Aquí seguimos de cerca todo el proceso político y convivimos con muchos otros huelguistas que nos animaban a hacer las cosas con mayor seriedad. Hace unos días surgió todo este descalabro, se complicó el escenario y decidimos renunciar temporalmente a nuestras demandas para exigir en cambio la renuncia de cualquiera de los gobiernos inútiles que nos quieran imponer.
»Así que estamos para luchar como verdaderos patriotas y erradicar la peste de esta clase política que, como pulgas grandes y engordadas, ceban de nuestra sangre, libándonos primero la sangre que fluía a nuestros cerebros, a nuestras mentes, a nuestras legítimas funciones de pensar y decidir con propiedad.
—Sí, Karim. Yo no conozco a Benjamín —Benjamín era el campesino que acababa de hablar—, ni tampoco al resto de sus compañeros venidos hasta aquí para sufrir la rutina acelerada e indiferente de los capitalinos.
»Yo desconocía su forma de vida tan rudimentaria, tan desafectada de lujos urbanos, pero ahora que supe cómo vivían decidí unirme a la causa —las personas que estaban a sus espaldas lo aprobaban con vítores y aplausos—, al igual que a lo que vinieron los demás. Yo no sé a qué viniste realmente, Karim, pero venir aquí, ése ya es un gesto que nos anima a seguir intentando el derrocamiento de los gobiernos que no reflejan interés por su pueblo y escatiman esfuerzos en solucionar las necesidades de los necesitados —de nuevo hubo un estallido jubiloso de gritos y aplausos.
—Gracias, señor —dijo Karim—. Estos son algunos testimonios de los manifestantes aquí presentes. Pero, ¿alguno de ustedes puede contar algo de la reciente represión? Diga...
—Sí, yo, señor Karim. Yo no soy ningún huelguista ni vengo del interior. Vivo aquí a unas cuadras, en un departamento regular. Este mediodía salí a la calle y me topé con tanta gente, por lo que decidí venir a ver qué era lo que estaba pasando. Así estuve horas recorriendo por todas partes, la gente era tanta que no se podía caminar, hasta ahora.
»Luego vino la represión policial (yo ni sabía que habían policías cerca), y los empujones de todos lados, me caí al suelo, me mojaron con agua servida y me pegaron como a una bolsa de basura. No sé quiénes, pero luego me atendió una enfermera voluntaria que me colocó la venda que llevo en la cabeza —señaló su cabeza vendada—. No sé por qué sigo aquí, hay algo que no me permite ir...
—Permiso, señor. Disculpe, don Karim, yo soy un conocido líder sindical (aunque no me dedico a aparecer en la prensa), y ahora quisiera aprovechar su gentileza para denunciar que hay un grupo de jóvenes infiltrados entre los manifestantes que estarían fumando productos alucinógenos.
»Yo estaba cerca de ellos y no identifiqué el olor a tabaco, era otra cosa. Bueno, no podemos pedir a la policía que venga a cuidar estas cosas, porque ya vinieron con ganas de pegarnos a todos, incluyendo a los que no fuman. No estoy seguro de qué se pueda hacer, pero sé que algo se le ocurrirá a este maravilloso grupo humano que está colaborando por llevar adelante este país, pidiendo el cambio...
—Bueno, ya que este señor vino a denunciar algo —se apresuró otra persona, arrebatando el micrófono hacia sí—, también yo quisiera denunciar por la televisión. He escuchado rumores, hace media hora, cuando estaba hacia el otro lado de la plaza, de que los patrióticos estarían preparando a un grupo armado para acorralar a la gente y aniquilarla. Un amigo mío, que es radioaficionado, captó por accidente una comunicación entre ellos e interpretó claves extrañas que significan lo que denuncio. Muchas gracias, señor periodista.
—Eh, gracias, señor. Así, televidentes, tratamos de mostrar todas las diferentes opiniones que van surtiendo en esta parte de la ciudad, donde la ciudadanía reclama el fin de la crisis política. Mientras nos mudamos a otro sector de la plaza, adonde señalan que estalló una bomba casera; vamos con mi colega Ferreira, desde un techo frente a las plazas, de un edificio cerca de la bahía.
—¡¿Qué?! ¿Ya estamos? ... Saludos, de nuevo soy Sonia Ferreira, en exclusiva desde la segunda planta de un edificio histórico cercano a la bahía, el... ¿Correo?. Como podrán observar en las imágenes en vivo, toda la plaza ha sido ocupada otra vez por los manifestantes, luego de un atardecer repleto de violencia.
»Aquí ya oscurece, hay pocas luces encendidas todavía y en general la calma ronda entre la incontable masa de público presente. Hace rato una camioneta estalló, posiblemente por una falla mecánica, no pudimos captarlo porque no contamos con cables lo suficientemente largos que permitan que la cámara se mueva hacia el ángulo en que ocurrió...

A las 20 horas estaba programado que se realizara el funeral del ahora ex presidente Francisco Gómez en el edificio del Partido Republicano, que había sido decorado con banderas, calcomanías e insignias con su rostro y el color oficial del partido. Por el sistema de audio se emitían canciones populares dedicadas a héroes nacionales del siglo pasado, pero que sus adherentes las aplicaban al desaparecido hombre de política.
La restaurada sala de convenciones del Partido estaba acondicionada para el evento que despertada mucha tristeza en la masiva concurrencia, que alzaba loas inmensas a la persona del fallecido.
Frente al escenario de proselitismos se había colocado una mesita con rueditas, ni siquiera tenía mantel, y encima reposaba un gran tarro de bronce brillante. El recipiente, frasco para algunos ingenuos, medía como treinta centímetros de alto y veinte de diámetro. Tenía figuras de cruces, hojas de laureles y angelitos tallados en su base y en los bordes de la tapa, en cuyo centro emergía un asa circular de marfil negro.
Dentro del tarro mortuorio estaban los restos recuperados del ahora ex presidente radicalista. Dos personas, paradas de lejos, cerca de la puerta del baño, se animaron a decirse en voz baja que seguramente algunos trozos de su chofer se debieron haber mezclado en la lata.
El ambiente estaba cargado del llanto de las mujeres, algunas no eran buenas políticas pero lloraban entusiastamente, otras por contagio de la triste sensación. Algunos hombres tenían los ojos rojos y las mejillas desbordadas de lágrimas, otros más tenían los ojos rojos y fumaban inquietos para simular sus impulsos de quebrantarse exasperadamente.
Otros se esforzaban rígidamente en reprimir tremendas carcajadas involuntarias que suelen producir situaciones de este tipo, en actos públicos.
Sobre el escenario había cuatro sillas, una tarima más adelante con un micrófono. Allí se darían los discursos de despedida final.
La plataforma estaba cubierta por montañas de arreglos florales con formas circulares. Toda clase de flores integraban el decorado, las flores eran en mayoría del color oficial del Partido Republicano.
Todos los arreglos, varios eran parecidos y comprados de la misma florería, llevaban enormes moños negros y tarjetas dedicatorias con mensajes de condolencia. Sólo alguien despistado envió por equivocación un arreglo para fiestas de cumpleaños, pero fue disculpado por su conocida incapacidad política e intelectual que lo caracterizaba. Además había ordenado flores de plástico.
En cambio, los arreglos florales enviados por Miguel Noguera, sus adherentes más importantes y por el ejército, fueron rechazados. Aquellos regalos estaban acumulados en el patio trasero de la sede partidaria, dentro una enorme caja donde se ponían los desperdicios y escombros.
Luego se supo que Noguera envió también un arreglo floral anónimo, que algunos supusieron que contendría una bomba, pero cuando fue recibido de manos del repartidor a domicilio de la florería, el escenario ya estaba demasiado cargado y peligrosamente, que tuvo que obsequiarse a una señora que decía que su fe en Francisco Gómez le había devuelto la vista, en un templo evangélico, hoy convertido en una seccional.

Mientras...
—Estamos ahora cerca de las famosas ollas populares que desde hace contados meses calientan los alimentos que consumen los manifestantes en vigilia continua. Hoy, sin embargo, será el primer día desde que se comenzaron a utilizar (por cierto, las ollas fueron donadas por una industria de curtiembres, generosamente) que la cena no está preparándose aún, luego del susto que causó una explosión que destrozó la camioneta que transportaba los ingredientes alimenticios.
»El retraso ya se está haciendo notar en algunas malas caras que se acercaron al equipo que hace la cocinada. Pero me comunicaron que un supermercado ha donado alimentos envasados para apoyar la causa de esta gente.
»Aunque es curioso que esta misma empresa fue la acusada de intoxicación por distribuir productos vencidos, sí, yo mismo realicé aquella nota. Pero la generosidad vale más en estos casos, aún más en este caso, donde se planea cambiar al gobierno actual.
»De paso saludamos y damos la bienvenida, en nombre de toda la familia que integra el Canal 7, a un nuevo auspiciante de esta edición especial ilimitada del noticiero. Como sabrá el público fiel a nuestra señal hace tiempo que hemos trastornado la programación habitual y las tandas de comerciales para poder llevarles la información necesaria, en vivo, sin ediciones, a sus hogares.
»Así, entonces, bienvenidos sean Darma SA, la mayor importadora de vehículos legales del país, con sucursales en las ciudades más pobladas del país, y con chaperías de todos los colores imaginables.
»Después de este breve bloque empresarial (después de todo, éste era su horario normal, ¿no?), regresamos aquí en la plaza.
»Hace unos diez minutos, hacia el lado de la calle El Paraguayo Independiente hubo una corrida que afectó a un centenar de personas aproximadamente por una falsa noticia de un ataque policiaco, apoyado por los militares (es claro que nadie sabe bien qué órdenes están siguiendo o cuáles no).
»Nuevos heridos fue el resultado del luctuoso hecho.
»Pero ahora estamos, como dije, cerca de las ollas populares donde estalló una camioneta, no ahora. Intentamos conversar con el propietario del rodado siniestrado, pero sus compañeros nos indicaron que sufrió un ataque nervioso y fue llevado a algún hospital. Éste era su primer ataque nervioso en su vida, me indicaron.
»El hombre, al que suelen llamar "Kiko", de unos cincuenta años de edad, domiciliado en la ciudad de Lambaré, perdió a su camioneta de procedencia turca, una de las pocas traídas al país, modelo de los sesenta, durante el auge de los bonos crediticios a plazos quinquenales.
»A "Kiko" le afectó mucho el destrozó de su mayor inversión monetaria. Como se ve en pantalla, el rodado se partió en dos... su cabina se comprimió en su interior... vemos que la carrocería de madera es una pieza difícil de armar como estaba antes. En síntesis, quedó como una masa informe de chatarra.
»Por fortuna nadie resultó lastimado por el estallido, que se presume fue ocasionado por una bomba casera. Nadie ha denunciado el suceso a la policía, ni tampoco creo que ésta se anime a pisar en esta parte de la plaza, con tanta gente rencorosa en derredor. Hasta hay indicios, originados por la imaginación rencorosa, de que la policía sería la responsable de este atentado.
»Ahora conversaremos con doña Mariana, que vio la explosión.
—Sí, mi hijo. Yo ya hablé mucho con la prensa y no me canso de decir que voy a seguir aquí cueste lo que cueste. Es muy lindo estar aquí con gente que te entiende y sabe que es la única de forma de hacer algo bueno por el país.
»Es muy triste lo que le pasó al presidente Francisco Gómez (lástima que no pueda irme a su funeral), pero nosotros le dedicamos esta presencia en las plazas, así como él nos dijo que hagamos.
»Por eso invito a que más gente venga a las plazas. Parece que no hay más espacio, pero de alguna forma entraremos todos, aunque se sienta la presión fraternal de los compatriotas. Es todo lindo, mi hijo...
—Pero ¿qué cuenta de la camioneta que explotó?
—Ah, pobre de Kiko, él es... no sé si decir ya que “fue”... tan buena persona al prestarnos su camioneta para traer las comidas. Por ahí cobraba un poco por el servicio, pero nosotros le juntábamos en colectas para su propina. Hay dos cajas de cartón rotando por allí para colaborar para pagarle un sanatorio privado donde pueda recuperarse más pronto. Yo puse mis últimas monedas. Ahora ya no tengo nada, pero estoy feliz, aquí hay algo que no nos deja irnos así nomás, es bueno...
—¿Vio o no la explosión, señora?
—¡Eh! No te pongas así, mi hijo, que sos muy joven todavía; yo a tu edad no hacía caso de la presión y mirá ahora, soy una viejita resistente, rebelde todavía. ¿Ves?
»Ahora tu pregunta. Estaba sentada en el suelo mojado, algo frío después que esos camiones cisternas vinieron y nos atacaron. ¡Qué desastre! Yo a mi edad corriendo para que no me pegaran. Por suerte esos policías no me vieron, porque me escondí entre las ollas populares, pero me asusté cuando vi a un enorme perro policía acercarse, menos mal que tenía hambre y se comió la carne que aquí se cocinaba.
»Pasó todo y cuando se estaba calmando todo explotó la camioneta de Kiko, estacionada hacia el otro lado. No hubo fuego, pero sí humo. Nosotros creímos que se iba quemar, porque su combustible salía todo. Ahí Kiko enloqueció y se enfermó.
»Ahora nos falta agua, porque una madera agujereo el tanque donde se guardaba el agua. Por eso, mi hijo, pido si la gente puede donarnos agua también...
—Gracias, señora (ya tenemos que cortarle). Esa fue la explicación de un testigo presencial de la explosión del auto importado ilegalmente. Cosa que se habría evitado si su propietario hubiese adquirido su camioneta de Darma SA, que permite cómodos pagos en los plazos que uno mismo escoge.
»¡Un momento! Estoy viendo una nueva corrida hacia el centro de esta plaza, y sale mucho humo, nos dirigimos hacia allá, a ver si la cámara panorámica del techo tiene mejores detalles de lo que pasa, ¡adelante Ferreira!...

Ya habían pasado tres minutos de las 21 horas, el funeral estaba muy retrasado.
Subió al atrio un hombre cabizbajo y con el cabello encanecido.
"Buenas noches...", trató de llamar la atención, de que se hiciera silencio.
"Buenas noches, eh, bueno, quizá decir 'buenas noches' no sea lo más apropiado para esta ocasión, porque vinimos a velar a una gran personalidad que anduvo entre nosotros; es mas bien una noche triste."
"Quizá muchos no me conozcan, pero soy Antonio Mont, uno de los integrantes del Tribunal Supremo de Justicia. Me han pedido unas palabras de despedida, en la apertura de este funeral, no tengo nada preparado, así que seré breve."
"Francisco Gómez representa toda una postura de tradición dentro del Partido Republicano, era el brazo de la corriente partidaria que nació desde que se creo este espacio político. Por eso, como tal, equivale a la lucha legendaria que otros heroicos personajes de la diplomacia nacional, que no aceptaron caer en los proselitismos infundados ni en prerrogativas incandescentes."
"Hoy el país está luto por esta pérdida de un compatriota insustituible en el mapa de valores humanos con que consta nuestra conformación política e ideológica."
"De seguro habrá tenido sus errores, como todos, sus pasiones, sus vicios, sus ideales, sus inclinaciones inmorales, su subconsciente de tentación, pero, créanme, nadie escapa de esos factores. "
"Aún así supo dirigir a un buen puñado de intereses comunes para sus seguidores y por el bien común general, después."
"Mis palabras quedan cortas ante su cadáver que yace aquí enfrente, indignamente dentro de un frasco, pero su razón, su historia, su ejemplo quedarán más tiempo."
"Muchas gracias, y mi consentimiento especial a quienes lo sintieron casi más que un hermano, un padre, un hijo, un tío. "
"Yo, personalmente, lo sentí un compañero, porque hace unos cuarenta años atrás se sentada en el pupitre detrás del mío y me pegaba los chicles por el cabello. Valga eso de anécdota."
"Ahora sí debo ceder el micrófono a otros oradores, creo que sigue José Vargas, el titular del Tribunal Supremo."
Antonio Mont bajó de la tarima, fue aplaudido tibiamente, los ánimos estaban muy desconsolados en el auditorio.
Entre el público asistente al funeral andaba el periodista Jorge Filipini, en cobertura especial para el periódico “Estado”, cuyo director, Cantero, decían que era un socio empresarial del ex presidente. Aunque estaban los que creían que las editoriales favorecían a Miguel Noguera. Era ambiguo.
Filipini estaba tensionado y angustiado por el incómodo ambiente que había en la sede partidaria, mucha congoja, tristeza, llantos desvergonzados, y discursos espontáneos de lealtad fanática. No era a lo que estaba acostumbrado, en realidad este cronista no realizaba coberturas fuera de la redacción, sólo recordaba dos tareas de ese tipo al comienzo de su carrera, una entrevista con los payasos de un circo paquistaní auspiciado por su periódico, y su presencia en un festival de cine español erótico, donde estaba encargado de comentar las películas exhibidas en trasnoche.
Desde esas ocasiones se ganó a sus compañeros por su extremado buen humor, virtud que lo había salvado de un inminente despido y de una fulminante descategorización de salario.
Sin embargo, con esta crisis estaba obligado a salir a la calle, no para hacer notas sobre temas artísticos, sino sobre política. Es que la mayoría de sus compañeros presentaron diversas e ingeniosas excusas para ausentarse en ese tiempo, y tuvieron éxito.
Aparte de Jorge Filipini, otros cinco reporteros del diario estaban encargados de cubrir todo el desenlace de la conflictiva situación en distintas partes de la ciudad. Había un fotógrafo, que de periodismo no entendía nada, siquiera sabía encender una grabadora; un periodista de la sección sociales, un corrector de notas editadas, el encargado de los deportes menores (ya sea golf, tenis, natación, boxeo, yoga, rugby, etcétera), y el jefe de diagramación de páginas. Incluso el jefe de redacción estaba en la calle, pero a éste le correspondían las notas en el Palacio de Gobierno, donde no sucedía nada. Por algo era el jefe.
Ya a Filipini le había tocado atender la opinión del grupo de patrióticos reunidos cerca de las plazas. Apenas pudo salir bien parado ante los rudos hombres que hablaban tan mal el castellano y daban sensación de autoritarismo inspirado en su líder del movimiento.
Y ahora era este funeral.

Mientras...
—Sí, acá en la plaza principal, la más grande de las cinco que confluyen en este sector de la ciudad, parece tener inconvenientes con la iluminación. Hace unos segundos se apagaron los alumbrados públicos.
»Hace un tiempo hubo un problema no aclarado en la hidroeléctrica de Itaipú, una de las más grandes del mundo, sin embargo, lo que causó el corte general del suministro eléctrico del país, que luego se repitieron cada tanto.
»Ahora hay un corte de luz pero parece que sólo afecta a la plaza, que está por completo a oscuras. No se ve nada desde el segundo piso del edificio donde nos refugiamos. Les habla, Sonia Ferreira, por cierto, su gentil comentadora de los sucesos que acontecen.
»Karim Mehlamed, que hacía notas abajo, entre la gente, decía que había una nueva corrida. No se veía tan bien, pero parecía haber mucho movimiento entre el gentío. Se escuchaban gritos. Sí, la gente temía que sea un nuevo plan de la policía antimotines para invadir y despejar la plaza de personas.
»También me comunican que hay unos movimientos sospechosos hacia el lado de la policía.
»Yo, Sonia Ferreira, y desde luego el camarógrafo aquí presente, estamos arriesgando nuestras propias vidas para poder llevarles las noticias a sus hogares, usted puede permanecer tranquilo nomás en su sofá, mientras nosotros nos desesperamos por todo, en vivo.
»¡Un momento! ¡Parece que hubo una explosión en el centro de la plaza! Habrán visto por las imágenes el violento resplandor que apareció en la oscuridad que hay ahora, acá. ¡No sabemos qué pasó!
»No sé qué fue eso, a ver si alguien puede indicarme algo. Yo veía que había gente que encendía fósforos y algunas pequeñas antorchas, no sé si algo inflamable se incendió. Se escuchó muy fuerte.
»Ahora hay muchos gritos. No sabemos si hay heridos o hasta muertos. Esto se pone angustiante. El pánico es grande. Explotó algo...

Casi en el mismo momento, en el funeral...
"Es una vergüenza que en estos tiempos suceda este tipo de manifestaciones violentas, impulsadas por un grupo de personas disconformes con su propio fracaso, que buscan la victoria eliminando suciamente a sus contrincantes injustos, o justos."
"Este día jamás debió existir, nunca debimos estar aquí, celebrando un funeral, ni mucho menos del presidente Francisco Gómez."
"Cuando supe la noticia a mí me llegó en lo profundo de mi alma, de mis esperanzas, de mis intenciones de mejorar el país."
"Estábamos en reunión permanente, junto con Mont, tratando de definir la mejor salida para este alargado conflicto de poderes, y justo llega la lanza demoniaca del Movimiento que rehúso pronunciar ahora. Su lanza que aniquila a una de las mejores personas que haya dado la divergencia política de esta Nación."
"Pero no estamos hoy para acusar a nadie, el duelo es sagrado. Mañana pondremos las cosas en las manos de la justicia. Quizá digan que fueron los opositores mitológicos, que casi ya no existen; pero todos sabemos que la cosa malévola tiene olor a un grupúsculo que es la costilla cancerígena del glorioso Partido Republicano; que hay que extirparla y suprimirla para que nunca más vuelva a dañar a más personas decentes."
"Punto aparte, mis dolidas salutaciones a los más allegados a Gómez, entre los cuales me cuento con orgullo. Éramos una verdadera familia, distanciados quizá por el simple hecho de no vivir juntos, pero así como todos los republicanos sinceros y auténticos, somos una gran familia que sufre cuando se golpea a uno de sus integrantes, al menos si es de la estatura pudiente que necesitamos para triunfar y con la que hemos triunfado."

A unas cuantas cuadras del Partido...
Cuando la iluminación retornó a la plaza se podía ver un claro enorme entre la muchedumbre, que todavía estaba conmocionada y confundida. Mucha gente había corrido y gritado cuando sucedió la explosión.
Había personas que estaban lesionadas en el suelo, debido a los empujones que ocurrieron. Entre ellas estaban tres que hasta sangraban en los brazos, posiblemente.
Aún con los faros encendidos, que aún eran insuficientes para la mejor visibilidad, había una nube de humo que se movía en el ambiente, el olor era semejante a pólvora, pero no a quemado.
Ese sector de la plaza se notaba con el césped estropeado, aplastado, por causa de las pisadas de todo el gentío desde varios días. Había basura arrojada, trozos de papel, vasos de plástico, restos de comida, periódicos. El suelo duro asomada en pedazos, con algunos fragmentos de piedras esparcidos encima, que alguna vez formaron parte de las baldosas de los pasillos o de los cordones de granito, que fueron quebrados para usarse para atacar a la policía, o por simple vandalismo natural.
Unos cuantos árboles estaban tumbados, y en general con las hojas marchitas y caídas. Los jardines que bordeaban los pasillos estaban destrozados, ya no quedaba nada del hermoso paisaje que brindaba la vegetación, cuidada o no.
Los heridos por la extraña explosión fueron pronto atendidos por los médicos y enfermeros que hacían guardia en la plaza. Incluso hubo gente que acusaba dolores de oído por el fuerte estallido.
Ahora bien, en ese claro que se había abierto se observaban trozos de plásticos que humeaban, algunas partículas tenían leves llamas.
Alguien dijo por allí que era un termo, donde se llevaba agua potable, que pertenecía a uno de los heridos, tal vez, y que era difícil que el agua explotara por sí sola en su interior, por tanto lo que tenía en realidad sería una bomba.
A ello se sumaron nuevos rumores en diversos círculos pequeños de gente. Estaban los que creían que la policía había cambiado el termo de alguien para que lo transportara entre la gente e hiciera daño. Todavía creían que la policía atacaría nuevamente.
Estaban los que calculaban que había infiltrados del Movimiento Patriótico, que portaban armas y explosivos para atemorizar a los manifestantes y hacerlos huir de las plazas.
Nada había de cierto, o de mentira, no había pruebas de nada. Alguien más dijo que sería un accidente, y agregó otro que era una prueba de consecuencias de un oscuro terrorista que estaba preparando una emoción mayor con qué divertirse.
A ése lo callaron con quejas repletas de palabrotas para que no provocara tanto pánico. Luego se comenzaban a reír unos pocos de las desopilantes teorías que ideaban los demás.

Unas cuadras más atrás...
"La democracia es un parto doloroso, donde necesitamos nacer todos para hacerla posible. Nadie puede nacer si sigue pensando que sus rencores se limpian con sólo olvidar a los que detestamos. En realidad, la rabia nunca se acaba una vez que haya muerto el perro. Hay pulgas..."
"La democracia que estamos sintetizando en palabras huecas muchas veces pueden llevar la sangre de sus predicadores, porque la lucha por instalarla es contra los que creen que se han ganado su libertad de hacer lo que les plazca. Hoy confirmamos que a esos falsos demócratas que ocupan la mitad de la Presidencia les place el asesinato, la conspiración, la represión, entre otras iniquidades."
"Esa gente valerosa que está hoy en las plazas, tratando de apoderarse del Palacio de Gobierno, tratando de imponer su idea acerca del Gobierno ilegítimo; esa gente está allí para hacer oportuna la memoria de Gómez. Esa gente que esta tarde fue garroteada por las venas policiales de este falso Gobierno."
"Esa gente es loable, se merece nuestra presencia. Pero, entonces, ¿quién lloraría al muerto? Por eso estamos acá, cumpliendo nuestros pésames."
"No, no debemos aprovechar esta situación como una comedia oportunista para barrer a nuestros enemigos de la política, tampoco debemos permitir que nos destrocen a nosotros, a nuestros hijos, a nuestro futuro. Porque después se destrozarán entre ellos y este país podría quedar vacío de compatriotas. Sería un desierto."

En el vaivén paralelo...
—Según confirmaciones no profesionales, es decir, con la asistencia de peritos adecuados, como el Departamento Antiterrorista de la Policía Nacional, por ejemplo; nos hemos enterado que la terrible explosión que causó ocho heridos, tres de ellos con graves quemaduras, se debió a un explosivo casero que pudo haberse colocado en un termo.
»Se manejan diversas opiniones, ninguna de interés para la teleaudiencia, excepto la de supuestos infiltrados patrióticos que atentarían contra los manifestantes en un horario determinado. No lo sabemos.
»Luego de la cruel represión policial nos quedamos con la duda de quién la había ordenado, por un lado dicen que fue el propio presidente Miguel Noguera quien firmó la orden de desalojo, aunque otros lo sindican al jefe de la policía, Ignacio Medina, aunque éste se supone que es un leal subordinado de Noguera. Eso dicen.
»Aparte nos llegan llamados a nuestros estudios y cartas que indican que unas cuantas personas se encuentran "desaparecidas" en la plaza. Debe ser, porque aquí ya no cabe una aguja, es tanta la gente y es fácil perderse. Quizá sea eso, ¿no?
»Bien, ahora yo, Sonia Ferreira, le cedo su turno a Karim Mehlamed, de quien me dicen que ha logrado cruzar la barrera de la policía antimotines, y que tiene a un comisario cerca. Hay sospechoso movimientos en ese sector. Vamos contigo...
—Gracias, Sonia. Así como comentaba mi compañera de tareas, esto es Canal 7, en vivo y en directo desde la plaza de los conflictos; y pudimos atravesar la barrera policial que se impone sobre la calle El Paraguayo Independiente, rumbo al Palacio de Gobierno.
»Frente a la sede gubernativa se ve mucha tranquilidad, mucha calma, no pasa nada, ni siquiera parece que haya personal en su interior. En sus laterales se sitúan los nueve tanques del ejército, que no reportan ninguna actividad relevante. Los soldados están descansando en este instante.
»No sucede así con la policía nacional. Los uniformados comisionados a cubrir, a proteger el Palacio están siendo convocados y alistados para movilizarse. Aún desconocemos qué se planea, a dónde irían.
»Vemos a unos buses policiacos que se aproximan, son... seis, siete, y están desocupados. Ahora se estacionan frente al Palacio, sin detener los motores.
»A la primer unidad van ascendiendo ya un grupo de policías. Y desconocemos el propósito de todo esto. ¿Será un nuevo ataque para despejar la plaza?
»¡Oficial, oficial, ¿adónde van?!
»Parece que no nos quiso hablar...
»¡Oficial, oficial, espere! ¡¿A dónde van?!
—No sé, a nuestras casas… —terminó de decir y subió inmediatamente.
—El oficial no parece saber su destino. Posiblemente a sus hogares.
¡Oiga! ¡¿Sabe adónde van?!
—No sé, periodista, ¿por qué no le pregunta al sargento?
—¿Quién es el sargento?
—Allá está, cerca del cuarto bus, vaya.
—Este oficial tampoco parece enterado de nada, o al menos no quiere comunicarlo, por lo que nos remite a su sargento. Mientras nos dirigimos al cuarto bus vemos que los policías están subiendo todos. A lo lejos sólo se ve una unidad de pocos hombres formando aún la barrera que cruzamos por suerte.
»¡¿El sargento?! ¿Quién es?
—Sí, diga, periodista, qué se le perdió.
—No, no se me perdió nada. Sólo quisimos saber a dónde van todos.
—¿A dónde va a ser? A nuestros hogares, si los policías somos trabajadores, cumplimos nuestras labores y ahora tenemos que ir a descansar, ¿no le parece?
—Pero...
—Pero nada. ¡No cree que ocho horas de trabajo diario nos correspondan también! ¡Que luego debemos descansar!
—Tiene razón, digo, no deberían... cuidar a la gente... hacer algo... la situación.
—Yo creo que no hay nada que controlar, el relevo de guardias ya se realizó, serán algo más pocos, pero los policías sabemos qué hacemos.
—Aparte, dígame, qué puede decir de la represión...
—¿Cuál represión? Sólo era una orden de despejar la plaza para que sea un lugar público donde el orden y la cordura imperen, cosa que no sucede con esta gente excitada para hacer disturbios.
—¿De quién fue la orden, sargento?
—De nuestros superiores, por supuesto. Luego nuestra capacidad para cumplir con los deberes patrios y las nobles enseñanzas de nuestra colegiatura.
—¿No es contradictorio?
—¿De qué habla? Usted es el único contradictorio.
—No, primero dicen que se van porque ya está su labor, luego que todavía está la gente que causa disturbios.
—No, no me distorsione la versión de los hechos... ¿esto es en vivo?, eso es lo que hacen siempre los periodistas, ¡qué tendencioso! De ninguna manera. Bien, ya debo irme, tengo una esposa e hijos que alimentar y mañana será otro día.
El sargento también abordó apresurado el bus que se podía en marcha.
—Bueno, ustedes verán televidentes. La policía que se retira... a descansar, como nos informaron. Pero lo cierto es que tenemos luchas armadas en las plazas, ante los diversos rumores. Hay policías irresponsables y aquellos quienes cumplen las órdenes de los primeros. No sabemos qué va a pasar, pero esta noche no va a ser fácil. Esperemos todavía.

Otra vuelta carnero del vaivén...
Ya eran cerca de las 22.30 horas, en el funeral de Francisco Gómez continuaba el discurso de José Vargas, titular del Tribunal Supremo de Justicia. Parecía un hombre incansable de palabras frente al atrio, ante un público que casi no lloraba más por la pérdida de uno de los Presidentes del país. Es más, había personas que estaban durmiendo, había muchos bostezos, incluso ronquidos ahogados.
El discurso era muy largo, era cierto que enérgico, con muchas denuncias solapadas contra el presidente Miguel Noguera y sus patrióticos, pero aún estaba siendo muy aburrido, el mismo discurso que se fabrican los políticos apalabrados. Había alguien en el público que se entretenía pensando que todos los políticos estaban conectados a una caja invisible que fabricaba siempre las mismas oraciones, frases y discursos que sonaban por sus bocas. Al menos no se dormía.
"Necesitamos gente con la misma trayectoria, de su misma casta de visión, de interés común, de pasión libertaria, que renueve la fe perdida en la nación", seguía hablando Vargas.
"Un país sin las riendas controladas por alguien capaz sólo podría ser dirigido por líderes oportunistas, sin escrúpulos, que nos envolverían en el mismo círculo vicioso, donde competiría otra vez con su propia persona para seguir en el poder. El poder es un vicio, entonces."
"Necesitamos a un heredero de la fuerza que ha legado Francisco Gómez (que en paz descanse), alguien que conozca sus pasos y los extienda en los suyos propios, para que la esperanza se instale en nuestros conceptos al amanecer cada día. Que no nos haga sentir arrepentimiento por haber marcado con una cruz sobre su nombre en los boletines de voto, que luego se juntan en las urnas. No."
"Esa persona no hay. Aunque sí. No es que quiera sugerirme como nuevo líder político que conoce y sigue el sendero de Gómez, pero sólo quiero que mis compatriotas abran bien los ojos y midan a este hombre como el martillo que golpeará todos los clavos sueltos."
—AAaaaoohhhhh. Ah. ¡Qué discurso más aburrido!
—No se equivoca.
—Eh, y quién es usted.
—¿No me conoce? Entonces, ¿quién debe ser usted? No es republicano, estoy seguro.
—No, yo no entiendo nada de política, no es mi tema.
—Bueno, yo soy Miguel Estrada, a veces presidente de la Junta Partidaria.
—¡Qué! No bromee —le estrechó la mano—, yo soy Jorge Filipini, ...periodista. Me podría explicar unas cosas.
—¿De cuál diario?
—Ehh... de... la revista "Paula", sí, de esa revista.
—Pensé que diría Estado, no importa. No conozco ¿"Paula"?, pero seguro es mejor que aquel miserable pasquín de...
—¿Dará un discurso de despedida?
—Ya lo hice esta tarde y fue muy importante, aparte, con el que está brindando José Vargas está despidiendo no sólo a la memoria de Gómez, sino al público.
—Ya lo dijo. ¿En verdad renuncia a su cargo en la Junta?
—Nooo, nunca dije eso, sólo reconocí que debemos dar más espacio a los radicalistas como medida para calmar los ánimos.
—¿No renuncia?
—No, ni aunque me lo pidieran los demás integrantes de la Junta. No sé si recuerda que declaramos permanente esta conformación hasta que se arregle la caótica situación general del país, por eso cualquier sesión de delegados para renovar las autoridades partidarias sólo reviviría fricciones indeseables, ¿no le parece?
—Culpan a su Movimiento de estar detrás del asesinato de Gómez.
—En absoluto, los patrióticos son más pacíficos que los religiosos que conviven en poblados indígenas, y que hacen queso.
—¿Sabe quién asesinó a Gómez?
—¡Pucha! ¿Esto es una entrevista, joven? No sé si a su revista le interesen esos temas, pero no me corresponde responderlo. Aparte ya es muy tarde y soy una persona muy ocupada. Discúlpeme, venga mañana y pregunte por mí en el portón.
Filipini quedó sorprendido por la reacción y reconoció por primera vez que ser periodista de verdad no suele ser tarea fácil. Esta vez su buen humor ni sus chistes más delirantes lo salvaron de hacer horribles notas para su diario.
Se quedó parado escuchando dos oraciones más de Vargas, luego decidió retirarse a su casa, a dormir.
"Por último, señores, damas, restos de Gómez, todos, para no alargar más esta disertación de despedida a uno de los hombres que no podremos olvidar por su carisma tan especial en dirigir a otros hombres sin que éstos lo sepan, cosa que se llama política."
"Deseo que meditemos sobre lo que nos ha sucedido, lo que acontece en las calles a estas horas y lo que podría suceder en otras horas siguientes. Es un tiempo crucial donde necesitamos un capitán que conduzca el barco entre los espacios reducidos, evitando las rocas puntiagudas de la derrota, del fracaso, de la deshonra, para así llegar a buen puerto y llegar a una Nueva Tierra Prometida."
"Este país es demasiado hermoso para dejarlo en manos equivocadas, una vez más. Como titular del Tribunal Supremo, mi condición es apta para echar a andar las poleas de la máquina que nos conducirá fuera del mar salado y desembocar en los ríos de agua dulce. No lo digo yo, porque no soy quien lo pueda decir, es el que pueblo que debe pensar y decidir lo que se debe decidir."
"Muchas gracias a todos por venir."
José Vargas sorprendió a los dormidos y somnolientos con el abrupto término de su discurso. Unos pocos aplausos se escucharon hacia el fondo. Era evidente en los rostros, que durante cerca de seis horas seguían presentes en este funeral, que querían que acabara de una vez.
Pero ya subía alguien al atrio, ¿para dar un discurso o dar término a la cita?
"Buenas noches compatriotas. Ya todos queremos ir a nuestras casas a descansar, ya he visto a algunos simular ir al baño para luego escabullirse por la puerta de acceso. No hablaré tanto como quien me antepuso."
"Estoy seguro que casi nadie me conoce aquí, ni mucho menos me conocerán como pariente directo de Francisco Gómez", las caras cobraron vida y los cuchicheos invadieron la sala. Parecía que un "Eeh" general se escabullía entre los implacables bostezos.
"Agradezco que me permitan este espacio. En realidad yo soy aquel sucesor de Gómez, que hablaba el Juez. Porque soy el hijo no reconocido de Gómez, mi madre lo conoció..."
Allí el público reaccionó con histeria, lo abuchearon, le lanzaron cosas pequeñas, en parte porque ya estaba harto de estar allí, y otra parte por la locura que estaban oyendo. El joven tuvo que abandonar el escenario y salir a refugiarse en el patio trasero, o si no lo iban a linchar.
Sin ninguna declaración formal se había determinado el fin del funeral de Gómez, ya la gente se dirigía a la salida, conversando más animada.
Desconectaron el equipo de audio, apagaron las luces del salón auditorio y cerraron las puertas. Todo quedó así. Hasta el tarro de bronce que contenía los restos del ex Presidente se dejó en su sitio. Salieron todos, se cerraron los portones de la sede partidaria y quedaron cinco guardias enfrente.

«¿Por qué me late que vi a esa persona antes? Bueno, en realidad aquí hay mucha gente y seguro las he visto antes, de dónde no sé, pero a ésta la veo muy sospechosa», pensaba Fernández, metido entre el gentío de las plazas, analizando visualmente los restos del termo destrozado.
«¿A ver? Creo que la vi cerca de la camioneta de Kiko antes de que estallara, aparte me pareció que entonces llevaba en las manos algo parecido a un termo»
«¿Será el terrorista que hace tanto ronda mi especulación, o me estoy volviendo loco y mis impulsos psicológicos me tiendan a cometer un acto de humillación pública?»
«No lo sé. Pero si no lo intento creo que me sentiré frustrado, con mi único cartucho de intentos desperdiciado. Al cabo, tal como ando, no creo que se vaya a perjudicar mucho mi reputación, por si acaso alguien me conociera...»
Fernández se fue acercando lentamente a la persona que le parecía familiar, incluso le parecía reconocida de algún otro sitio anterior.
El hombre al que observaba estaba de espaldas, con su vestimenta oscura, sin ofrecer tantas características sobre su persona.
Fernández se paró muy cerca y se decidió a tomarlo del brazo izquierdo.
—Ehh... disculpe, buen hombre... eh.. —el extraño giró.
—¿Sí?
—¿Me conoce?
—No.
—Bueno, yo tampoco a usted... eh... dígame... ¿estuvo cuando estalló la camioneta de Kiko?
—¿Kiko? No sé quién es Kiko.
—Hace unas horas explotó una camioneta en un extremo de la plaza, era de Kiko... Explotó por causa de una... bomba casera.
—¿Y qué hay con eso?
—No, no, nada... Pero, no tenía usted un termo en la mano... algo, antes.
—Creo que se confunde y se equivoca.
—No, no se moleste, yo sólo lo saludaba.
—¿Qué cree?
—¡Nooo! Nada. Yo no dije nada.
—Está bien, entonces, ya no hay nada de qué hablar.
—Bueno... eh... me marcho... sí... hasta luego, disculpe... gracias...
Fernández se alejaba de espaldas, moviendo y juntando las manos, con una sonrisa forzada en el rostro y desviando la vista a los lados.
«¡Rayos! ¿Éste quién es? No pude obtener nada», se dijo a sí mismo, acobardado.
«¿Eh? Ahora adónde fue. Hace un momento estaba allí, no creo que haya ido tan lejos tan pronto», miraba hacia todas direcciones, pero no encontraba al hombre.
Unos instantes después sintió que alguien lo sujetaba del hombro izquierdo, por su espalda, y sentía también algo puntiagudo que lo presionaba a la altura del hígado. Quiso girar pero fue sujetado más fuerte.
—No se mueva. Esto no es un asalto y puede morirse con su dinero encima. Disimule como si nada sucediera —alertó la voz entre dientes, detrás de Fernández, casi cerca de su nuca.
—¡Oiga! Cómo puedo disimular nada si tengo a alguien con un arma a mis espaldas.
—Cállese y haga lo que le digo. Sería muy fácil matarlo y aprovechar la confusión para huir entre el gentío.
—Al menos dígame con qué me está apuntando: un revólver, un puñal, o quizá dos dedos. Así sabré con qué arma morí por cometer un error, que es lo que seguro haré.
—No se haga. Esto es serio —el extrañó presionó más fuerte el arma a la espalda.
—¡Ey!
—¿Qué ha venido a hacer aquí? ¿Por qué no se marcha?
—Yo vivo aquí, imbécil. Es mi hogar, pero no soy vagabundo.
—Lo sé. Creo que no me simpatiza.
—¡Oiga! ¿Le debo dinero? ¿Lo descubrí con otra mujer, acaso?... —preguntó Fernández, asustado.
En ese instante sucedió una nueva corrida entre la masa de gente. Esta vez con dirección al Palacio de Gobierno, llegaban rumores de que el presidente Miguel Noguera estaría allí y de que la guardia policíaca era casi nula. Se dirigían a la esquina de las calles El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo.
Fernández y el extraño también fueron empujados, lo que permitió que se separaran uno del otro. Fernández giró de pronto y trató de ver a su captor, pero la gente corría y no se veía al posible hombre que lo apuntó, lo seguían arrastrando además, como la corriente de un río en que uno flota distraído.
Entonces estaba seguro de que sus teorías no podían estar más alejadas de la verdad que ahora. Aunque pudo haber sido un bromista o un infiltrado, pero su mente descartaba esas hipótesis ante la adrenalina liberada por la cercanía de muerte que le tiró su gélido aliento en la nuca, y por la misma energía que estaba contagiando toda esa conglomeración agitada, con voz de ataque.
Se puso a caminar entre la gente que corría a empujones. A la distancia identificó las espaldas de una persona con ropa oscura, de quien había sospechado poco antes. Levantó la cabeza entre todas y se puso a correr tratando de no perderla de vista.
Se cayó al suelo, tropezó por una persona que ya había caído, y sintió unos pisotones en sus manos, pero logró incorporarse pronto, antes de quedar planchado por la eufórica estampida.
Perdió de vista al desconocido, hasta era seguro que estaba más lejos. Fernández siguió hacia adelante, tratando de encontrar al sospechoso. Parecía que las cabezas se mezclaban y formaban una sola, con sus cabellos agitados por el leve viento de sus carreras. Parecía que las espaldas se fusionan y formaban un campo extenso que serpenteaba el panorama. Así era difícil.
La estampida cambiada de dirección, se dividía internamente. Había gente que comenzaba a huir y otras que seguían hacia adelante. Era confuso. Surgía una desesperación incontrolable, pero Fernández desconocía la causa.
Por fin reconoció a alguien, de espaldas, vestido de negro, que volvía. Fernández dio un salto entre los huecos, estiró la mano y jaló de la ropa, con las puntas de sus dedos, la persona giraba lentamente. Fernández estaba cayendo al suelo, cuando sintió que algo le cortaba la espalda, que algo perforaba su espalda e irradiaba un dolor invisible, extraño, y cayó al suelo, boca abajo, sentía algunos pisotones, pero más sentía la punzada en su espalda, por donde podía percibir que algo lo abandonaba, que se le iban las fuerzas, que se le cerraban los ojos.

—Aquí desde enfrente del Palacio de Gobierno estamos viendo que los manifestantes avanzan sobre la calle El Paraguayo Independiente con rumbo a esta dirección. La escasa línea policial ha retrocedido ya media cuadra. No sabemos qué sucede, no sé si desde tu posición tiene mejor panorama, Sonia...
—Sí, Karim, desde este segundo piso vemos que el gentío corre hacia esa dirección. Pero se forman distintas corrientes, hay quienes están huyendo, no sabemos de qué. También hay muchos lesionados que han caído por los empujones y están siendo socorridos por los enfermeros y la gente que se da cuenta de ellos tras pisotearlos. No sabemos cuál es la razón de la estampida confusa.
»Tenemos rumores que habría una lucha en el frente entre los manifestantes y los patrióticos. Además nos informan que la gente estaría decidida a tomar el Palacio gubernamental. Hay quienes dicen que hay disparos entre la gente, pero es imposible que sea la policía, porque ya se ha retirado. Esto no me gusta...
Fernández abrió un poco los ojos. Estaba bastante golpeado por las pisadas. Veía el cielo estrellado tan triste a través de las desnudas ramas de los árboles debajo de los cuales pasaba. Veía a unas cuatro o cinco personas, quizás más, que lo tomaban del cuerpo y lo transportaban lejos de todo. Sentía cansancio y un agujero en la espalda por donde se le goteaba la vida. Veía cómo su saco marrón, su mejor saco, se manchaba de sangre, de su propia sangre. En realidad no lo veía, pero el gélido derramamiento se imprimía intenso en su sugestiva imaginación. Podía ver, si volvía a abrir los ojos, el techo blanco de un vehículo que parecía andar, podía ver el rostro de tres personas que le rompían la ropa para auscultarlo y le tapaban la boca con una mascarilla. Percibía el oxígeno fresco que penetraba en sus narices, invadía sus pulmones con una frescura deliciosa, en ese momento. Pero estaba muy cansado, se sentía tan débil. La inconsciencia se apoderaba de sus párpados, pesaban lentamente. Sus ojos se fueron cerrando, iban ocultándose detrás del sueño. ¿Qué soñaría? Dicen que los sueños representan los deseos reprimidos del hombre. ¿Soñaría Fernández que sus deseos se cumplían? Al menos podía recordar lo que era acostarse en una cama limpia. Ya venía una imagen oscura, veía las puertas, mientras los ruidos de la sirena, los gritos, las explosiones se iban alejando de su mente...
La esquina se volvió muy peligrosa, cuando los manifestantes marcharon y se acercaron inesperadamente al sector de los pocos patrióticos. Cada bando estaba a recíproco merced del otro. Era la batalla improvisada, aunque ya se anunciaba de cierta forma, de piedras, de palos, de petardos, y aún de obscenidades gritadas.
Los grupos rivales, no obstante, mantenían una distancia relativa, evitando el enfrentamiento directo.
Los manifestantes habían arrancado más árboles, pero no los que estaban inclinados, a punto de caer. También trajeron las ollas populares, los botes de basura, algunas llantas, hasta vehículos estacionados en otro extremo de El Paraguayo Independiente, y uno de los camiones hidrantes de la policía abandonado, que habían destrozado también; lo volcaron en esa esquina conflictiva.
Así fueron formando una barrera de escombros a la que muy pronto a alguien se le ocurrió incendiarla. Es que siempre hay alguien con impulsos hereditarios del emperador romano Nerón, que la historia confirma que incendió Roma, no Jerusalén, como presumían muchos al recordar el impulso.
El fuego formaba una barrera por encima de la propia barrera. Pero no evitaba que siguieran cruzando los objetos casuales transformados en bombardeos. De ambos lados tiraban y caían los objetos, que a veces alcanzaban a alguien.
Enseguida una cadena de auxilio no deliberada se formaba entre los manifestantes, que recogía a los heridos para conducirlos hacia las ambulancias. De allí las ambulancias llevaban a los más graves rumbo a los hospitales Primeros Auxilios o al de Clínicas. Quienes reflejaban heridas leves eran apartados, incluso algunos sufrían jaqueca nomás.
El tanque de combustible de uno de los vehículos puesto en la barrera estalló estruendosamente. Una llamarada de fuego se liberó hacia el cielo. Asustó a todos, pero no afectó a nadie, ya que la parte del tanque estaba dirigido hacia el lado de los patrióticos, más alejados. El coche volcado de lado tambaleo y se movió metro y medio de su posición.
Corrían rumores de que una camioneta se acercaba al grupúsculo de patrióticos, que transportaba armas peligrosas, como granadas, bombas lacrimógenas, revólveres, escopetas con miras telescópicas, paquetes de petardos, dardos y panfletos con fotografías de Miguel Noguera.
Era una verdadera batalla, donde los heridos parecían crecer sólo en el lado de los manifestantes, que se defendían con cualquier objeto que pudiera arrojarse, y se cubrían con los objetos que no podían arrojarlos.
En eso a alguien se le ocurrió el plan de resistir al bombardeo de los seguidores de Noguera, respondiendo con bombas pirotécnicas. Por fortuna un grupo de ellos tenía un pequeño cargamento de petardos menores, que guardaban para el festejo de la toma del Palacio de Gobierno, cosa que aún se mostraba lejana.
Entonces la sensación de batalla se triplicó y la explosiva catarata de ruidos estridentes parecía una marejada de ametralladoras y bayonetas del ejército. Sólo faltaban algunos tanques, minas y aviones para completarse la guerra.
Los manifestantes seguían cayendo, los heridos eran tantos que la cantidad de ambulancias que trabajaban en la zona ya no daban abasto, mientras que los hospitales públicos estaban excedidos de su capacidad, por lo que se recurrió a sanatorios privados.
Los destrozos en esa cuadra de la calle 14 de Mayo eran interminables. El fuego de la barrera de escombros se extendió a un local comercial aledaño. Hubo otro estallido, del tanque de combustible del camión hidrante. De nuevo la inmensa llamarada se elevó unos cinco metros provocando el susto entre los bandos, exaltándolos, no obstante.
Esta vez trozos del tanque salieron despedidos arriba y cayeron en la plaza, donde por suerte había un claro, debido al repliegue de pánico que acontecía.
Mientras se seguía protagonizando una pelea sin respiros, sin pausas, un grupo de patrióticos aprovecharon para saquear una tienda de electrodomésticos, cuya vidriera estaba echa añicos por las piedras que golpearon su fachada. Así, entre varios hombres cargaban las novísimas heladeras, televisores, cocinas, equipos de audio, microondas, licuadoras, tostadoras y cepillos eléctricos; los cuales depositaban en la carrocería de la camioneta que se decía llevaba armas.
—La situación es desesperante aquí arriba, a pesar de que estamos alejados de la conflictiva esquina. Hace un momento una caja incendiada cayó en el centro de la plaza, luego de una explosión, que por suerte no afectó a ninguna persona. Ahora estoy sola en el techo de este edificio. El camarógrafo corrió pavorido después de pensar que unas balas perdidas rozaron este sitio en que nos hayamos.
»No sé si fueron balas perdidas, eso sería muy grave. La cámara sigue encendida, espero, grabando todo lo que hay en la plaza. No sé cómo se maneja, por eso no la controlo, temo que vaya que estropear la máquina que permite que mi rostro y mi voz lleguen a sus hogares.
»Por favor, si mi camarógrafo me está mirando, le pido que vuelva aquí.
»Bueno, no sé qué hacer. Veo desde aquí a tanta gente corriendo con mucha desesperación. No sé si vaya a soportarlo, si me vaya a desmayar en vivo o si me vengan las ganas de salir corriendo como mi camarógrafo.
»A lo lejos se ve mucho humo, y el fuego tan terrible. Parece que han hecho una barrera o algo así. El ruido de petardos es tremendo, y me desespera.
»Lo que es peor, veo que la cadena de auxilio de los manifestantes parece saturada. Llevan cada segundo a personas heridas hacia las ambulancias, que no han descansado en ningún momento. Me dicen que los hospitales públicos ya no dan cabida, y que necesitan que más instituciones médicas privadas accedan a dar atención a los heridos.
»Por favor, si alguien está ahí que nos pueda ayudar. No sé dónde están todos. No sé si Karim, ¿estás allí? ¿Dónde estás? Oh, ¿será que huyó también? No creo poder soportar esta situación.
—¡Tranquila, Sonia! Estoy aquí. Soy Karim Mehlamed, estoy a media cuadra del cruce de calles donde sucede una batalla increíble, aterradora.
—¡Qué horror! Tengo los nervios de punta. Este caos no me lo esperaba.
—Tenés razón, Sonia. Es algo que no pensábamos que iba a ocurrir, al menos hasta después de presenciar en directo la dura represión policial. Pero esto escapa de lo razonable. Es muy terrible, muy grave.
—¡Ayy! ¡No!
—¡¿Qué pasa, Sonia?!
—¡Ah! ¡Tengo miedo! Acabo de sentir que unas balas perdidas rozaron el edificio donde estoy. No sé si serán balas perdidas. ¡No sé qué pasa!
—Tranquilízate, Sonia. Vos estás muy lejos. La única forma en que puedas sentir balas perdidas, es si entre la gente hay quienes utilicen armas reales. Pero lo único que se puede escuchar por aquí es una lluvia de petardos que aumenta y el ruido es insoportable. Hace un momento unos explosivos estallaron cerca de nosotros.
»Bueno... y si tuvieran armas de calibre, la única forma de que te lleguen balas perdidas sería sólo si estuvieran apuntándote desde alguna mejor ubicación...
»¡Un momento! Atención, por favor. Tenemos informes no oficiales de que entre la gran masa de heridos habrían muertos. Se manejan estadísticas inconcretas, pero según me comunican desde estudios, ¡se supone que ya hay entre treinta a cuarenta muertos, y la cifra de heridos sobrepasaría los quinientos!
»Parece increíble. No sé. Tal vez, haya uno o dos muertos, ya. Pero, ¡treinta a cuarenta! Heridos, sí hay muchos.
—Ya me siento algo mejor, Karim. Bajé un momento y miré hacia la bahía, tan calma. Escuché que hablabas de muertos. ¡¿Muertos?!
—Sí, me indican que hay entre treinta a cuarenta, pero nada verificado.
—¡Ugh! Este lugar se está volviendo muy peligroso. A mí me siguen enviando listados de desaparecidos. Incluso hay heridos que no se sabe a qué nosocomios han ido a parar.
»No sé si ya hay muertos. Pero todo esto me hace sospechar que sí. ¡Qué mal! He visto que llevaban a mucha gente ensangrentada a auxiliar, quizá sean muertos, o mueren en las ambulancias.
—Yo sospechoso que estás ensordecedoras y continuas ráfagas de bombas pirotécnicas, entre ambos bandos, se están usando para encubrir los disparos de armas verdaderas. Aunque los caídos sólo se reportan en el bloque de los manifestantes.
—¡Qué desastre! Debe ser eso. Tantas explosiones que no se puede identificar qué clase de detonadores son. Debe haber francotiradores en la zona.
»¡Aaaaah!
—¡¿Qué pasó?!
—¡Ught! Estoy aterrada, se me cayó todo, eché la cámara al piso. Es que un disparo pasó cerca de mí. ¡No puedo estar más aquí!
Por la imagen del Canal 7 se veía que la cámara había caído de costado, y seguía grabando el piso del balcón de aquel segundo piso, del viejo edificio cercano a la bahía, y la parte superior de algunos edificios al otro lado de la plaza. Entre ellos se veía al Zodiac, nítidamente. Es que también con la caía accidental, la perilla de zoom se había activado.
En ese momento se visualizaba extraños movimientos en la azotea del Zodiac. Parecía que había varios hombres en el techo, camuflados en la oscuridad. Cubiertos con máscaras de tela, y hasta se apreciaban unos objetos sospechosos en sus manos, que tenían formas de escopetas, o algo parecido.
Uno de ellos subía a una de las antenas. La lucecilla roja de la antena se apagó. Otros aparecían por los bordes del piso 14, parecían apuntar hacia la plaza, hacia el lado de los manifestantes. Pero no era posible identificar mejor a los sujetos ni especificar cuántos eran.
—Esta situación es extremadamente humillante. Patriotas (bueno, yo tengo ascendencia árabe pero nací en este país), compatriotas asesinando a sangre fría a compatriotas. La colega Ferreira huyó de pánico de su puesto, y por casualidad tumbó la cámara, lo que permite que veamos estas sospechosas imágenes en la azotea del edificio Zodiac. Desconocemos qué están haciendo allí, quizá sean moradores de los departamentos, curiosos, o si sean francotiradores... lo peor.
»Estamos grabando todo, quizá la posición de la cámara no sea la más ventajosa, pero nuestros técnicos en estudios están captando la señal y ya la están editando para tener mejor perspectiva de lo que acabamos de ver.
»No hay nadie en el edificio de dos pisos frente a la plaza, que pueda enderezar la cámara derribada. Ése se ha vuelto un lugar peligroso, al igual que en esta esquina, donde parece reducirse un poco la potencia de la artillería de petardos.
»¡Eh, miren! Tal parece, según se muestra, que los sospechosos están abandonando la azotea, quizá se enteraron que aparecen en la televisión. ¡Se van! Pero parece que queda uno, todavía. No se ve tan bien, porque en la azotea no hay luces, sólo unas lucecillas rojas... ya no, fueron apagadas.
»Esto es grave. Tal parece que hay francotiradores que están matando ya a cerca de cuarenta personas inocentes que han venido a la plaza. No sé si el jefe de la policía está viendo esto, pero es muy grave, debe hacerse algo.
»Tampoco sé si el presidente Miguel Noguera está al tanto de todo esto. Su nombre se sindica insistentemente como el responsable directo de esta masacre, además que un grupo de sus seguidores forma parte del bando contrario con el que se batalla en estas esquinas...
»Aquí tenemos a un joven... ¡¿tu nombre?!
—¡Luis Pérez!
—Es muy fuerte el ruido, así que hay que gritar. Bueno, Luis estuvo en el frente de esta "guerra" y dice que vio cosas terribles. ¿Qué viste?
—¡La gente está muriendo allá, compadre! ¡Se está matando gente con disparos de bala! Recién había otro joven conmigo, cerca de la muralla que levantamos, y vi que lo hirieron, que cayó y sangraba en el pecho. ¡No respiraba más! ¡Lo mataron! Y esto sigue, ¡esos malditos que apoyan al gobierno maldito!
—¡Gracias, gracias! Ese fue lo que captamos de un testigo de la matanza que acontece en una esquina de las plazas. No existen cifras precisas de los muertos, pero manejábamos unos cuarenta, aparte de los centenares de heridos. Ya son casi las tres de la madrugada y esto no parece tener fin. Por momentos disminuye la carga de explosivos, pero luego se recargan y aumentan. Aunque parece que los manifestantes se están quedando sin esas municiones. Ya se retiraron los últimos policías que formaban una reducida barrera en esta calle, rumbo al Palacio. Hace unos minutos ellos mismos observaban sorprendidos la batalla que se desató.

Media hora después.
—Las nuevas tomas de la azotea del edificio Zodiac muestran que ya no queda nadie allí arriba. Pero continúan los reportes de parte de testigos de que sigue muriendo gente detrás la trinchera incendiada, en la esquina del edificio citado.
»Luego de que mostramos imágenes de supuestos francotiradores apostados en el Zodiac, la gente comenzó a arrojar piedras, palos y dirigir sus explosivos pirotécnicos en esa dirección. Se puede ver aún que los cristales en varios pisos están completamente rotos. Incluso se incendió un departamento, deshabitado afortunadamente, por las llamas que se iniciaron en las cortinas. Me referían que de la planta baja no quedaba nada, que había sido saqueada, vaciada y destruida por la barrera de escombros y el fuego que lo rodea.
»...¿Sí? No lo puedo creer ...¡Atención a esto!: me comunican por radio que el presidente Miguel Noguera ya no estaría en el país desde hace unas horas. Sin embargo, hace días que se desconoce su verdadero paradero.
»Es una noticia llamativa, ojalá que no provenga de esa trama de rumores que se tejen a cada instante. Nuestro equipo está trabajando sin descanso para verificar cualquier novedad.
»Éste es el Canal 7, el único que continúa transmitiendo en vivo todos los sucesos de esta crisis nacional. Ya estamos un poco cansados, pero seguimos entusiasmados por llevarles las importantes noticias que surjan. Ya van alrededor de veinte horas que transmitimos ininterrumpidamente los hechos sorprendentes de esta jornada.
»Muy temprano por la mañana presenciamos el magnicidio que costó la vida del presidente Francisco Gómez; luego diversas manifestaciones del grave asesinato; así continuamos con imágenes desgarradoras de la represión policíaca contra los manifestantes; poco antes la llegada de un escuadrón militar a la Capital, en nueve tanques de guerra. El funeral de Gómez en la sede del Partido Republicano, y todavía aquí en la plaza donde una batalla cruenta que ya deja varios muertos como saldo, sin que ninguna autoridad se muestre para detener esta espantosa situación.
»De esa forma resumimos, más o menos la trágica y difícil jornada vivida y que aún no termina. Quizá olvidé algo, bueno, incluso yo mismo me vi afectado por una fatiga vergonzosa ante cámaras, pero luego me compuse y aquí sigo. Seguimos, más bien, porque estamos arriesgando nuestras vidas, nuestra integridad, y el cansancio de nuevo se está haciendo presente en nuestra tarea.
»Vale indicar que la programación del Canal 7 se ha trastornado del todo, debido a estos eventos inesperados, que son más importantes. Los directivos piden las disculpas respectivas y señalan que volverá a la normalidad cuando retorne la tranquilidad que necesita este país. Hasta tuvimos que rechazar publicidad, y reducir las tandas habituales a sólo treinta y siete emisiones en todo este tiempo.
»...¿Sí? ¡¿Se confirmó?! ¡No lo creo!
»¡Atención, televidentes! Se ha confirmado que el presidente Miguel Noguera, qué digo, ya no lo queremos de presidente. ¡Noguera renunció y abandonó el país!
»Escuchó bien: ¡Ya no tenemos presidente! ¡Somos libres! Ahora sólo nos queda esperar la inmediata solución a todos nuestros problemas.
»Aquí se vive un ambiente de confusión aún, que se va tornando en júbilo, en festejo. Si bien siguen las explosiones, son en menor grado, bastante gente se retiró también, ya sean heridos o acobardados (o prudentes dirían ellos).
»Aquí detrás la gente entona cánticos, hurras. Hay gritos de alegría, de esperanzas, en medio del dolor que se siente por las penosas muertes. Los abrazos, que se ven, los saltos. La gente que se va congregando en esta parte de El Paraguayo Independiente. Vemos a media cuadra que ya son pocos los que continúan arrojando piedras contra los patrióticos.
»¡Confirmado: Noguera renunció y huyó del país! Me dicen que ya casi hora y media. Me dicen de estudios que tenemos imágenes exclusivas de su retirada, que pasaremos en instante.
»Usted que está en su casa, señor, señora, despierte a su familia, a su vecindario y diga a todos que sintonicen el Canal 7. Estamos confirmando en primicia la noticia de la renuncia y exilio de Miguel Noguera del país. ¡Por fin!
»Me están avisando también que todos los patrióticos congregados al otro lado ya se han retirado urgentemente, después de saberse la noticia que nos alegra a todos.
»Que vino inmediatamente una camioneta a recoger a los alborotadores, a los asesinos de Noguera, y llevarlos de aquí. Es mejor, después veremos si alcanzamos la cobertura de a dónde se dirigieron.
»Han cesado los disturbios en esta parte y los pocos petardos que quedan se utilizan ahora para el gran festejo improvisado.
»La gente está llenando las calles, viene más gente a celebrar. Vecinos, manifestantes que se han refugiado de la balacera, que retornan a esta parte. La gente que celebra con cantos, gritos, abrazos, es impresionante.
»¿Ya tenemos imagen? No todavía. Los técnicos verifican detalles de una imagen especial captada con respecto a la huida de Noguera.
»En tanto, estamos viendo que la nueva muchedumbre renueva sus ánimos con este amanecer. Y ahora parece que se está dirigiendo rumbo al Palacio de Gobierno, veamos si es así.
»...¡¿Cómo?! No lo puedo creer. Jamás en mi corta y joven vida he vivido tantas emociones distintas e intensas en un sólo día, aunque ya estamos en un nuevo día. Las buenas noticias son ahora las que no parar de suceder.
»Ahora existen rumores certeros de que el Jefe de la Policía Nacional, cómo era, ah, Ignacio, Ignacio Medina, también ha renunciado a su cargo, pero parece que debe someterse ahora a cargos de la justicia por la horrible acción que emprendió la policía contra el ciudadano común e inocente. Aparte de la tibia presencia que se mostró en esta matanza, la tolerancia demostrada en momentos en que estaban siendo asesinados decenas de compatriotas. Pero de eso hablaremos luego...
»¡También el jefe policiaco renunció! El festejo tiene más razones cada segundo que pasa de este nuevo día, de este nuevo país, de las esperanzas que se acercan como premio por la perseverancia de este pueblo, por su decisiva campaña para no permitir que la corrupción gubernamental siga carcomiendo a la Nación.
»Efectivamente la masa regocijante se dirige hacia el Palacio de Gobierno. Pero, no sé bien, se detuvo en la esquina. Veremos que sucede.
»Señor, ¿qué sucede? ¿Por qué se detuvo la marcha?
—No, parece que hay algo malo allá adelante.
—¿Sabe qué puede ser?
—Parece nomás que los soldados de los tanques no quieren permitir el paso hacia el Palacio de Gobierno, y a ellos les tememos más, por sus armas militares.
—Entiendo. Como indicaba el señor que se unió a los manifestantes, al parecer los militares que llegaron en nueve tanques siguen aferrados a la orden de proteger el Palacio de Gobierno y no permitir que nadie atentara contra el edificio, sin embargo conocemos que no está nadie allí dentro.
»...¿Ya está? Bueno, ahora pasamos en directo a estudios, por un rato, para ver el material prometido...
—Saludos, compatriotas. ¡Muy buenos días! De verdad. Soy Sonia Ferreira, desde los estudios del Canal 7. Ya recuperada de una conmoción que me afectó esta madrugada (Gracias a Dios). Acá también estamos contentos por el fin de los violentos conflictos y la sucesión de importantes noticias.
»Estoy muy contenta, y esperamos contagiar este ánimo a quienes nos siguen observando en más de veinte horas de trasmisión ininterrumpida.
»Ahora me place exhibir un material especial, captado por un camarógrafo aficionado, que grabó con su equipo portátil, su equipo particular, imágenes de la partida del ex presidente Miguel Noguera en el Aeropuerto Nacional, alrededor de las tres de la madrugada. Ahora.
»Seremos un poco breves, porque se reportan novedades frente al Palacio de Gobierno.
»Aquí vemos, hay pocas luces a pesar, la pista central del Aeropuerto. El embarque de la avioneta privada del presidente. Habrá una distancia de doscientos metros, más o menos, de donde se posicionó el aficionado que gentilmente donó este material al Canal, a cambio de una generosa suma de dinero.
»Los guardias que custodiaban la nave se notan que eran muy rigurosos. Se aprecia que estaban armados hasta los dientes, de grueso calibre. Éste es el momento preciso en que aparece por el hangar la figura envejecida de Miguel Noguera, algo cabizbajo y enfermo, diría yo.
»Allí se despide de sus asesores y seguidores más próximos de su movimiento. Esa persona uniformada, de espaldas, parece ser el general de las Fuerzas Armadas, eh, Casimiro López.
»Aborda la avioneta, oh, da una mirada como de despedida alrededor. Se cierra la compuerta y el avión se moviliza para partir.
»Luego reiteraremos estas imágenes exclusivas, ahora vamos directamente con Karim Mehlamed, en exteriores. Bueno, antes un cortísimo, cortísimo bloque de comerciales.

Tras veinticinco minutos de comerciales...
—Estamos aquí. Sinceramente ya siento la falta de reposo. Las palabras medio que se me confunden, pero bueno.
»Los manifestantes no pudieron avanzar más porque los militares custodian, bajo orden de abrir fuego, si fuera necesario con los tanques mismo, a cualquier intruso que invadiera el Palacio.
»No sé si están informados de Noguera que se fugó, ya renunció y todo. Quizá la orden que cumplen sea del general López, pero en cuestiones de lealtad creo que deberían anteponer al pueblo que clama hoy que su victoria sea entera.
»No pudimos llegar hasta el frente, para ver si podíamos conversar con el responsable de esta unidad militar, porque es demasiada la gente que se amontona en esta parte. Pero tengo datos veraces de que José Vargas se dirige con prisa hacia el Palacio para convencer a los militares que anulen la orden que tienen.
»José Vargas es el titular del Tribunal Supremo de Justicia, que estaba en reuniones permanentes para encontrar la salida a este conflicto. Ya han pasado unos cuarenta minutos, si no me equivoco, como dos o tres horas que el país está sin ningún Presidente, tuvimos a dos al mismo tiempo, ahora ninguno. Es irónico.
»Según comentarios de entendidos, la ley establecería que el titular del Tribunal Supremo pasa automáticamente a asumir el puesto de Presidente de la República, si éste estuviera vacante por situaciones imprevistas, como muerte, renuncia o ataque de locura.
»Al parecer, Vargas ya se ha hecho presente en este sitio del Palacio de Gobierno y estaría conversando con el capitán del esta unidad, compuesta por unos cuarenta soldados, en los nueve tanques. Se sabe que vinieron provistos de granadas, ametralladoras, bayonetas y bazucas que no dudarían en utilizar, tal como su rígida preparación militar lo exige.
»Ambas autoridades están hablando en el jardín del Palacio, poco a poco avanzamos hacia el frente de esta muchedumbre para permitir mejores imágenes.
»La gente que festeja de nuevo. Un estallido de gritos, nuevamente. Parece que se llegó a un acuerdo y ya se permite el paso hacia el Palacio. Estamos más cerca. La gente que ahora corre, el festejo que vuelve a apoderarse de la calle.
»Allá está el capitán, a ver si lo alcanzamos. ¡Capitán! ¡Capitán!
»Uf, me hizo correr un poco, cosa que no tenía planeada. Disculpe, capitán, ¿a qué acuerdo se ha llegado?
—Bueno, llegó el juez Vargas y me informó de la situación, por lo que decidí cancelar la orden.
—¿Se sabe de quién emanó la orden?
—Es un asunto confidencial. Pero luego de hablar con Vargas, llamé por radio a mi superior directo, el General, pero como me dijo el Juez, no lo pude ubicar. Por lo que opté por suprimir el cumplimiento de la orden por la que vinimos a la Capital.
—¿José Vargas es el nuevo Presidente?
—No tengo ninguna declaración oficial al respecto. Pero entiendo, personalmente, que las leyes lo califican como sucesor a cubrir si existiera esa vacante. El Juez me informó de la indisposición de Noguera, por escrito, y asumí que Vargas era la nueva autoridad, por deducción, nomás.
—¿Se retirará ya su unidad?
—No tenemos ninguna orden expresa de abandonar este predio. Aún debemos proteger el Palacio de Gobierno; sólo resolvimos en que mis hombres no abrirían fuego contra los ciudadanos intrusos que causaran disturbios en esta parte.
—¿José Vargas? ¿Se encuentra aún aquí?
—No sé. Parece que entró al Palacio. En todo caso, ¿no debe asumir el cargo de Presidente? Entiendo que ése es el paso legal.
—Muchísimas gracias, capitán. El pueblo le está agradecido. Siga así.
»Otra exclusiva más para el Canal 7. Palabras del capitán (me olvidé de consultarle el nombre) que atiende la unidad de los nueve tanques.
»Ahora vemos a la gente invadir el jardín (esperemos que no hagan lo mismo que con la plaza), siguiendo su festejo. De fondo podrán escuchar los gritos de júbilo, de alegría, los cánticos patrióticos, de victoria, hurras, los abrazos y saltos.
»Vemos a todo el mundo desplegando banderas nacionales, de distintos tamaños, vemos a gente que se ha pintado el rostro con los colores patrios, además a gente con calcomanías en homenaje a Francisco Gómez.
»En minutos nada más los primeros rayos del sol empezarán a salir, este amanecer viene sincronizado con el brote de la nueva patria.
»El crepúsculo, el alba, no sé, se me confunden los conceptos, es maravilloso.
»Me avisan que en minutos nada más se desarrollará el acto de asunción de Vargas, en el interior del Palacio. Mientras nos acomodamos allí, volvamos a estudios para saber de otras novedades.
—Excelente todo lo que sucede allí. Habla Sonia Ferreira (algunos me preguntaban por qué repito mi nombre a cada rato, pero no sé qué responder). Estoy muy emocionada también, como compatriota. Recién recibí un llamado de la Cadena Internacional de Información (CII) solicitando que vuelva a remitirles noticias sobre lo que sucede en nuestro país. No rechacé la oferta, desde luego...
»Volviendo con la cuestión del ex presidente Miguel Noguera, manejamos una cronología básica de su renuncia y salida del país, que acompañados de recreaciones de cada situación.
»Al término del funeral del presidente Francisco Gómez, nos enteramos que José Vargas se dedicó a conseguir un contacto con Miguel Noguera. Semejante tarea le llevó un par de horas; desconocemos qué medios o canales empleó.
»Desde allí siguió una comunicación constante entre ambas autoridades, negociando una salida a todo este conflicto generalizado. En ello surgió la horrible matanza en la plaza, que pudo haber sensibilizado a Noguera (¿no era acaso que su gente hacía la matanza? ¿eh?).
»Cerca de las tres de la madrugada, luego de incontables minutos de mantener conectado el teléfono a la llamada, Noguera decidió renunciar. Así que ante su escribano personal firmó una nota (no sabemos dónde está, quizá la lleva consigo el propio José Vargas).
»Luego el titular del Tribunal Supremo de Justicia recibió supuestamente de manos de Noguera su renuncia escrita, sin mediación de palabras y con fuerte custodia de guardaespaldas, en un sitio indeterminado al que nuestro informante no nos permitió acceder para especificarlo.
»Unos minutos después Noguera llegó al Aeropuerto, donde ya lo estaba esperando su avioneta privada para partir en vuelo. Fue allí que un aficionado logró grabar las imágenes que ahora vemos en exclusiva para el Canal 7.
»En ese tiempo desconocemos qué hizo José Vargas, pero acabamos de ver que estaba con rumbo al Palacio de Gobierno, para recibir a la gente. Tampoco tenemos informes de qué se hizo del general Casimiro López, no sabemos si también ha partido en la avioneta de Noguera.
»Lo que sí sabemos es qué se hizo después del hasta hace horas líder del polémico Movimiento Patriótico, quien salió del país acompañado de su señora esposa y sus hijos. De ellos no se conocía nada tras el intento de secuestro que se realizó un equipo comando en su residencia.
»La avioneta de Miguel Noguera no tenía ruta definida al despegar. Y ahora llegan rumores sobre el posible cargamento que se llevó. Algunos dicen que el dinero público que se ha robado, dicen que unas cajas con armamento o tal vez con narcóticos; otros aseguran que se llevó sus pertenencias íntimas, y también que tendría toda su colección de discos compactos de sus cantantes favoritos y pinturas.
»Noguera se dirigió hacia el norte, hacia la frontera con el Brasil. Su piloto solicitó permiso a la torre regional de control aéreo del vecino país, pero éste denegó la autorización de sobrevolar su territorio, bajo amenaza de ser derribado por caza-bombarderos de las Fuerzas Aéreas Brasileñas.
»Ante esa situación la avioneta desvió su rumbo con dirección al oeste, cruzando toda la región del Chaco y luego la frontera con Bolivia.
»Ahora su nave estaría supuestamente detenida en el aeropuerto de la ciudad de La Paz, por haber cruzado el espacio aéreo boliviano sin obedecer la burocracia pertinente, y por carecer de documentos de vuelo legítimos.
»Sin embargo, es casi seguro que Noguera consiga el asilo en ese país. Bolivia se acoge a los tratados de asilo que, por si acaso, había logrado el anterior único Presidente del país, que causó un inolvidable descalabro financiero y social.
»Ahora vamos a un contacto directo y en exclusivo para el Canal 7 con el medio colega de Bolivia, Televisión Boliviana Canal 10. ¡Saludos, colegas! Soy Sonia Ferreira.
—¡Hola! ¿Nos captan bien?
—¡Sí! Adelante.
—Bien, vayan nuestros deseos de mejoras a su país. Estamos siguiendo todo lo que les acontece, y hemos visto de todo en tan poco tiempo.
—Así es, colegas de la Televisión Boliviana. ¿Tenemos imágenes de lo que sucede con Miguel Noguera?
—Si, ahora pueden enganchar nuestra señal.
—Eh, así es, ahora la estamos viendo.
—Bien, esta es una grabación que realizamos en el Aeropuerto Internacional de La Paz. No conseguimos ingresar, pero desde unas colinas aledañas y con potentes lentes logramos las imágenes que se transmiten vía satélite.
»Se ve la cabina de la Torre de Control del aeropuerto, donde se había detenido la avioneta que transportaba a su ex Presidente. Se investigan sus papeles, que serían falsos, así como su ruta de vuelo sin autorización.
—¿Es verdad que Noguera solicitó asilo a su Gobierno?
—No manejamos posturas oficiales, pero entendemos que tal afirmación está más cerca de su concreción. Con el tratado logrado hace dos años entre su país y el nuestro, los asilos ya son posibles. Noguera sólo debe solicitarlo y esperar indicaciones a las que debe someterse en el tiempo que dure su asilo.
—¿Cuánto tiempo sería?
—Unos cinco años, tengo entendido. ¡Mire ahora! Aquí puede verse a su ex Presidente asomando por la ventana del segundo piso de la Torre de Control, hay varios militares y personal administrativo del aeropuerto en el fondo. Hasta los familiares de su ex Presidente se ven en esta toma nítida. Vale aclarar que esto se grabó hace media hora, algo así.
—¿Alguna pregunta que ustedes quisieran hacernos?
—No. Sólo recibir a cambio de señal de lo que sigue en el panorama de su país y que mejore todo. Eso es todo, colegas.
—Igualmente. Hasta la próxima.
»Así concluimos un contacto exclusivo, en vivo y en directo con Televisión Boliviana Canal 10 acerca de la situación de Miguel Noguera.
»Eso es lo que sabemos y seguimos investigando acerca de todo. Por ahora es hora de retornar al Palacio de Gobierno, que es el centro de la atención nacional y, por qué no, del escenario internacional; ya que en minutos asume el nuevo Presidente, por fin uno solo y legítimo, quien es el juez José Vargas. Sí, Mehlamed...

El sol emergía lentamente, lo que auguraba cómo podría ser el nuevo gobierno que estaba por declararse en el Palacio, asentado sobre la calle El Paraguayo Independiente, nombre que por primera vez tenía un cierto significado para los manifestantes allí reunidos.
La plaza quedó atrás. Totalmente destruida. Parecía un campo de batalla, después de la batalla. Ahora desértico, silencioso. Ya no quedaban flores ni plantas, que antes daban colorido al paisaje. Estaban arrancados, aplastados, quemados. Unos cuantos árboles seguían en pie, en su mayoría inclinados, a punto de caer, deshojados, lastimados. El suelo estaba cicatrizado, con sus pisos de baldosas arrancados, con sus bancos quebrados, con millones de senderos tachando el césped ya irreconocible. Y la basura, tanta. Restos de papeles, de plástico, de residuos de comidas inservibles, remiendos de trapos. Estaba el tanque de combustible del camión hidrante, arrojado en el centro. Las leñas carbonizadas y sus cenizas, a un costado, donde cocinaban los manifestantes.
Había dos o tres personas que miraban la desolación con ojos melancólicos, como si intentaran reconstruirlo todo con la memoria.
Hacia la calle El Paraguayo Independiente había baches, grandes cráteres sobre el pavimento. Los escombros esparcidos en derredor, las piedras, los palos, vidrios rotos, los botes de basura aplastados, los cartuchos de pirotecnia desparramados. Hasta rastros de sangre derramada, coagulada, endurecida, a lo largo del tramo donde había acudido la cadena de auxilio de los manifestantes. En el otro extremo, donde llegaban las ambulancias y los médicos, había vendajes, frascos de anestesia, de aspirinas, y otros desechos médicos.
El cruce entre El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo era sombrío. Con la muralla de escombros carbonizada, humeando aún. Los coches volteados, el camión hidrante todo incendiado, los árboles derribados, con más fragmentos de vidrios, piedras, explosivos estáticos sobre el suelo, casi derretidos.
Los pisos más bajos del edificio Zodiac exhibían una carcomida desfiguración, los cristales hechos añicos, algunos incendiados por el fuego que brotaba de la muralla. El deterioro era impactante a simple vista.
En tanto que las tiendas comerciales estaban vacías, saqueadas, quemadas. Eran habitaciones huecas con el suspiro de la brisa agitando papeles provenientes de alguna calle arriba. Los perjuicios se cuantificaban en costos millonarios. Aún en las paredes sobrevivían diversas pintatas de odio, furia, rabia, decepción.
"Bastardos, patrióticos, asesinos, ¡mueran!", decía un graffiti sobre los muros solitarios. "¡Noguera apesta!", "¡Queremos paz!", "¡Aumento salarial, ya!", "¡Karen te amo!", "¡Suicídese Noguera, viejo decrépito de mierda!", "¡Gómez vive!", "¡Somos el pueblo justiciero, tenemos hambre!", "¡No a la privatización!", "¡Mártires democráticos, viven!", entre otros mensajes menos entendibles.
Rumbo al Palacio de Gobierno las pintatas se expandían. A pocos metros de la esquina del edificio gubernamental la muchedumbre comenzaba a articularse, para luego comprimirse en los jardines, y aún más en el interior de la arquitectura de rasgos barrocos. Toda la gigantesca masa de personas se había trasladado a ese punto, todos ataviados con banderas, con pintura en sus rostros agotados, con los colores de la bandera patria, con calcomanías del fallecido Francisco Gómez, de su Asociación Radical Unida, listones negros en su memoria, y fotografías (decían que la última que le tomaron) con su rostro y el mensaje resaltado en letras con el color oficial del Partido Republicano: ¡Vive!, que eran comercializadas entre el gentío.
Los nueve tanques del ejército, tres por cada lado del Palacio, excepto la parte que daba con la bahía, permanecían inmóviles en sus sitios desde horas. Hasta algunos parecían alcanzados por las pintatas, pero con notas alegóricas a los militares, sus tendencias, las guerras mundiales y el peligro nuclear.
Sobre la calle El Paraguayo Independiente, frontal al centro de reunión, se habían recuperado las ollas populares útiles, se había formado una fogata con muebles que sacaron del edificio de Gobierno, y se estaba preparando el desayuno, con kilos de café donados por un supermercado, que decía agradecer al pueblo por su gran perseverancia y espíritu de lucha.
En el jardín habían traído algunas piedras, arrancaron unas flores, y con trozos de maderas formaron crucifijos rudimentarios, cubiertos de retazos de bandera, para formar un pequeño santuario en homenaje a los caídos en batalla, a los masacrados durante la pasada noche.
El Canal 7 seguía transmitiendo todo en vivo y en directo. Sus reporteros mostraban el rostro exhausto, con enormes ojeras, desaliñados y sucios. La gente encendía sus radios portátiles y acompañaban de cánticos, de saltos, gritos de euforia, abrazos, mucha emoción. Ya estaban consiguiendo explosivos pirotécnicos para hacer más ruido en esta fiesta que crecía.
Por cierto, el Canal Estatal 9 y Radio Deber estaban fuera de aire.
Dentro del Palacio de Gobierno, en el salón de recepciones, el Salón Libertad (justamente), la gente llenaba todos los huecos y el aprieto daba para respirar apenas. Todos los muebles de ese salón se sacaron afuera para que más gente tuviera cabida.
En un extremo, rodeado de unos pocos periodistas que pudieron meterse tan dentro, estaba listo Francisco Vargas para ser ungido como Presidente alternativo. Así, en un acto muy sencillo, el juez Antonio Mont lo declaró Presidente de la República con su voz poco audible, con una frase breve, le impuso una banda presidencial (que encontraron en el cuarto de servicio; simbólicamente no manchado con la sangre de los compatriotas asesinados).
Vargas levantó ambas manos al cielo, con los puños cerrados, y el público clamó la victoria, la reivindicación. El júbilo estallaba entre los manifestantes, que aún no habían decidido cuándo suspender la huelga, o si mantendrían una posición fija frente al Palacio, en vigilia permanente por los próximos gobiernos, para que nunca más vuelva a repetirse lo que ocurrió todo el día antes.
La gente que estaba afuera, en el jardín, sin embargo, acompañaba el jolgorio desde las filas que se formaron para desayunar cerca de las ollas populares. El aroma a café tibio invadía el ambiente, mientras los rayos solares cobraban fuerza y se esparcían entre el mar de rostros exhaustos y dormidos.
A José Vargas, ya como Presidente, lo alzaron en hombros y esperaban su discurso de asunción, que deseaban que fuera bastante corto, para poder retirarse a sus hogares, algunos luego de días de estar en las calles, para reposar. Otros, desde luego, en la calle nomás vivían.
"¡Valeroso pueblo!", gritó Vargas, a lo que le respondió un grito entusiasmado.
"¡Esta victoria es de todos! ¡Gracias a cada uno de ustedes!", de nuevo el grito.
"Esta fecha debe recordarse eternamente, como el día en que nacimos de vuelta, en que nació una nueva patria, en que numeramos una página distinta en la historia."
"Esta es una victoria ciudadana, democrática, libertaria que no podía ser posible sin Francisco Gómez y los compatriotas masacrados en la penosa noche que ya estamos tratando de olvidar."
"Lastimosamente hubo sangre derramada, corrieron ríos de sangre inocente, pero de otra forma nunca sería posible el cambio, y el inicio de la reconstrucción nacional con mi persona al frente de la Presidencia de esta gloriosa Nación. Las esperanzas se sueltan, tal palomas de su cautiverio, y son posibles."
"Ya no permitiremos que nada de esto acontezca en el futuro. Yo mismo me aseguraré que ningún opresor emerja sobre mi pueblo por el resto de mis días. Así como no permitiré más que salgan a causar revoluciones en la calle, ya no será necesario, porque el nuevo Gobierno será de todos, y todos estaremos conformes. Esa es mi palabra, y como no soy político, sino juez, mi promesa es auténtica y válida, ¡señores!", los gritos de apoyo retumbaron en el rincón.
"Vamos a buscar a todos los culpables, a cada uno de ellos y los vamos a enjuiciar, demostrar culpables y serán condenados como se merecen. No importa dónde se escondan mis opositores, ellos tienen los días contados. Los corruptos, los traficantes ilegales, los terroristas, toda esa alimaña que florece alrededor de toda sociedad gobernada, será arrastrada a su lugar: ¡la cárcel de Tacumbú, de Asunción del Paraguay!". Más júbilo desenfrenado.
"Ya no se deberá temer nada en mi Gobierno. Ya no será necesario protestar nada. Hace instantes señale mis planes de reestructuración a la Fuerzas Armadas, y está me señaló una lealtad incondicional, ¡pueblo!", los gritos eran menos.
"Muchas gracias. Ahora les invito a todos mis compatriotas presentes que se vayan retirando de este sitio, que vayan a sus casa a descansar, a recomponerse, porque ahora es la hora de trabajar, de levantar a este hermoso país, de juntar los esfuerzos y pagar la cuenta. Porque si no lo hiciera así, que Dios y la patria me lo demanden."
"¡El país está en buenas manos!", concluyó Vargas, y alguien comenzó a reír a carcajadas en el fondo.

FIN