martes, 30 de marzo de 2010

Gymkata (Qualyfing) (banda visual)



Gymkata (Qualyfing)
(Carlos Miguel Giménez O.) [Paraguay - cmgo1979@yahoo.com]
De: La performance del mosquito (2000)

Jouz está en Pangeon. La niebla gris cubre los pasadizos salvajes del pueblo. Mira su reloj 00:02. Los pies sudorosos. Además su número de jugador en la espalda. La carrera alcanza su quinta prueba. Gira una esquina tan vidriosa. Jouz encuentra a los demás atletas, aplastados contra las paredes de arcilla, colgados de las puertas rayadas, hincados en el empedrado suicida. La quinta prueba es vil.
Jouz es alcanzado por los gritos inyectados de ira. La tropa neurótica escarba su territorio. Pangeon como una ciudad negra, aniquilada por los nervios cerebrales. Es cuando Jouz gira atrás y las bestias sacan sus dientes llenos de carne mal masticada, con sus rostros mugrientos y sus armas urgentes. La legión tiene una piedra filosa en la mano y un palo espinado en la otra.
Qué comience el juego.
Jouz corre por los pasillos ahumados, mientras es hostigado por cascotes punzantes. Los habitantes de Pangeon están cazando en la quinta prueba. Arden de rabia, arden este infierno gótico. Jouz es rodeado, ve una mancha hambrienta, sucia, violenta de gente. Las bestias se lanzan con sus armas improbables. El atleta cae en el centro de la paliza. Todos desean golpearlo al menos una vez, es la regla psicótica. La euforia criminal es contagiosa. El niño profeta rastrea a otro participante en dirección oeste, y Pangeon abre sus fauces nuevamente.
Jouz se queda aplastado entre magulladuras ácidas, agonizante, con sus respiros sanguinolentos. Su mirada inconsciente percibe a un competidor que huye despavorido, que pasa tan cerca. Enseguida la estampida salvaje pasará también por allí.



BANDA VISUAL

Filme de acción de 1985, realizado en Yugoslavia, bajo la dirección de Robert Clouse, basado en la novela "The Terrible Game" (1957) de Dan Tyler Moore. Ocupa el puesto 17 en la lista de las Peores Películas de la Historia.
SINOPSIS Jonathan Cabot es un laureado gimnasta que será elegido para luchar en una brutal competición que se llevará a cabo en Parmistan, un minúsculo y recóndito país de Oriente. Para alzarse con el triunfo Cabot deberá encontrar el punto de equilibrio entre sus conocimientos de gimnasia occidental y los secretos de la lucha oriental.

El retorno de El Mack (banda sonora)



El retorno de El Mack
(Carlos Miguel Giménez O.) [Paraguay - cmgo1979@yahoo.com]
De: La performance del mosquito (2000)

El Mack fue el nombre favorito que el público le había puesto. Así, por esa razón. Aunque nadie estaba realmente seguro de quién sea, El Mack se popularizó por sus travesuras en las salas de cine.
Desde su aparición (algunos sospechan que se escapó de algún viejo film) aumentó la venta de taquillas en todas las salas de exhibición, a la espera de su magia.
Creían que usaba su mente. El Mack podía mantener las luces encendidas durante toda la proyección de una película, podía nublar las escenas que quisiera, volverlas mudas, y hasta subir irritadoramente el volumen.
A veces adelantaba el filme rápidamente, o repetía veinte veces las mismas actuaciones. Podía volver al revés los subtítulos en castellano, o cambiarlos por los de otras películas.
Durante un Festival de Cine sólo dejó las vocales de la traducción de una producción finlandesa. Hasta llegó a mezclar tomas de una historia de guerra belga, un musical francés y una comedia colombiana. Creo un nueva película, al estilo de los nuevos cantantes que mezclan viejas canciones.
Los pre estrenos eran preferidos de su humor, pero no para muchos asistentes, ya que iban por la función gratuita. Sin embargo, el público no dejaba butaca vacía donde emitían películas de horror; El Mack las hacía definitivamente escalofriantes, a su gusto. Volvía a la oscuridad del recinto parte del tenebroso ambiente diseñado en el celuloide.
Hasta que todo terminó.
Dicen que murió el año pasado, justo cuando empezaba a meter su mente en un largometraje reciclado. Ocurrió un apagón eléctrico que lo atrapó y sepultó entre los cuadros fílmicos de la empolvada cinta. El enorme rollo de aquella película está engavetado en algún sitio, hasta hoy.


BANDA SONORA
“Return of the Mack”, sencillo de Mark Morrison publicado en 1996.

Sueños extraños



“Hammering In My Head”

(Garbage, 1998)

I'm stressed but you're freestyle
I'm overworked but I'm undersexed
I must be made of concrete
I sign my name across your chest

Give out the same old answers
I trot them out for the relatives
Company tried and tested
I use the ones that I love the best

Like an animal you're moving over me
Like an animal you're moving over me

When did I get perverted
I can't remember your name
I'm growing introverted
You touch my hand and it's not the same

This was so unexpected
I never thought I'd get caught
Play boomerang with your demons
Shoot to kill and you'll pop them off
BANG! BANG!

Like an animal you're moving over me
Like an animal you're moving over me

You should be sleeping my love
Tell me what you're dreaming of [all 4x]

I knew you were mine for the taking
I knew you were mine for the taking
I knew you were mine for the taking
When I walked in the room

I knew you were mine for the taking
I knew you were mine for the taking
Your eyes light up
When I walk in the room

A hammering in my head don't stop
From the bullet train
From Tokyo to Los Angeles
I'm leaving you behind
A flash in the pan
A storm in a teacup
A needle in a haystack
A prize for the winning
A dead for the raising
A catch for the chasing
A jewel for the choosing
A man for the making in this blistering heat

Sweat it all out
Sweat it all out
With your bedroom eyes and your baby pouts
Sweat it all out
In our electric storms and our shifting sands
Our candy jars and our sticky hands

Sweat it all out [6x]

Don't forget what I wrote you then
And don't forget what I told you then
And don't forget I that meant to win
And don't forget your ventolin
So a hammering in my head don't stop
In the bullet train from Tokyo to Los Angeles.


“Martillando en mi principal”
(Garbage, 1998)

Me tensionan pero usted es estilo libre
Soy con exceso de trabajo pero soy undersexed
Debo ser hecho del concreto
Firmo mi nombre a través de su pecho

Dé hacia fuera las mismas viejas respuestas
Troto ellas hacia fuera para los parientes
Compañía intentada - y - probado
Utilizo los que amo el mejor

Como un animal usted se está moviendo sobre mí
Como un animal usted se está moviendo sobre mí

Cuando conseguí pervertido
No puedo recordar su nombre
Estoy creciendo introverted
Usted toca mi mano y no es igual

Esto era tan inesperado
Nunca pensé que conseguiría cogido
Bumerang del juego con sus demonios
El lanzamiento a matar y usted los harán estallar apagado
¡EXPLOSIÓN! ¡EXPLOSIÓN!

Como un animal usted se está moviendo sobre mí
Como un animal usted se está moviendo sobre mí

Usted debe dormir mi amor
Dígame con lo que usted está soñando [todos los 4x]

Sabía que usted era el mío para tomar
Sabía que usted era el mío para tomar
Sabía que usted era el mío para tomar
Cuando caminé en el cuarto

Sabía que usted era el mío para tomar
Sabía que usted era el mío para tomar
Sus ojos se encienden para arriba
Cuando camino en el cuarto

Un martilleo en mi cabeza no para
Del tren de bala
De Tokio a Los Ángeles
Le estoy dejando detrás
Un flash - adentro - - la cacerola
Una tormenta en una taza de té
Una aguja en un haystack
Un premio para ganar
Muertos para el aumento
Un retén para la persecución
Una joya para elegir
Un hombre para la fabricación en este calor que ampolla

Súdelo todo hacia fuera
Súdelo todo hacia fuera
Con sus ojos del dormitorio y sus abadejos del bebé
Súdelo todo hacia fuera
En nuestras tormentas eléctricas y nuestras arenas de desplazamiento
Nuestros tarros del caramelo y nuestras manos pegajosas

Súdelo todo hacia fuera [6x]

No olvide lo que le escribí entonces
Y no olvide lo que le dije entonces
Y no olvide I que significó ganar
Y no olvide su ventolin
Un martilleo en mi cabeza no para tan
En el tren de bala de Tokio a Los Ángeles.


Sueños extraños
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]
De: "Acido entre las albondigas" (1999)

Despeja tu psicomente, has llegado a la ciudad luz. Un día te dormirás en sus calles, caminante desfiladero. Así un entre sueños pasajero. Cali e Ipanema.
Cuando yo llegué estaba el día sobre el pie de la noche. Un vendedor de narcolepsia con los documentos en zeta. Todos dormidos, de repente, en pie. La gente camina dormida, con los ojos en REM fluctual. Mi sueño es nada, entero de nada, en este mundo de bostezos. Sílabas interactivas, que soy mi lado consciente.
Un día volveré por la tarde, y el sol se transporta de un oído al otro, sí, que las monedas ya suenan en la lata cerca, de los zapatos de piel natural. Un tren de Tokyo a Los Ángeles, martilleo, paulatinamente, te pierdo de mi memoria. Como la dinamita de papel glasé, un estornudo de voluntad.
Y2K y cinco segundos para correr a pie, acostarse a dormir, el sueño de vivir en el sitio despeñadero. Despierte, gente, que cae en aserrín del desdén. Así día tras día hasta el fin.

La Última Guerra terminaba



La Última Guerra terminaba
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]
De: "Acido entre las albondigas" (1999)

Vámonos afuera. Lejos de mí. Lejos de una nueva guerra en mi cabeza. Con las trincheras llenas de granadas activadas. En un tiroteo psicológico, donde cada proyectil disparado debe ser efectivo. Un ajedrez real de francotiradores. Un síndrome de éxito superestelar y un ocaso de un astro. Cabizbajo.
Esperando el ruido para perforar el casco enemigo, asomando un poco encima de los costales de arena. Con los aviones rociando gripe sobre el frente contrario. Arrastrándose entre los desperfectos sociales. Escuchando una canción en tu mente, mientras los dedos se oxidan al lado del gatillo. Un ojo cerrado, otro en la mirilla.
Apuntando a un árbol putrefacto, un contorno demente pintado detrás del cielo púrpura, de pólvora y pulgas bélicas.
La guerra arrecia. En una jaula donde el territorio es un límite para nadie. Se van matando en orden alfabético de apellidos. Alternando las caídas de los soldados. Siendo un ingrediente en el caldo de sangre y barro, lágrimas y sangre.
Es así. Las bestias parlantes. Y los animales siguen ocultos entre los huecos de los árboles muertos, entre las rocas de tono gris, tan depresivas. Los animales no sonríen y los colores primarios se extinguen en sus miradas ocultas.
Dicen que lo más cercano a la realización de una esperanza es esperar en el tiempo.
Hasta que se matan aún, y el último soldado sobreviviente sobre la superficie terrestre decide suicidarse. Y cae lentamente, lentamente en el último caldo humano.
Lentamente.


Peace on Earth
wikipedia

"Peace on Earth" es un cortometraje animado de Metro-Goldwyn-Mayer dirigido por Hugh Harman en 1939. La historia muestra un mundo pos-apocalíptico habitado por animales.
Según el obituario de Hugh Harman en el New York Times y Ben Mankiewicz, presentador del programa Cartoon Alley en Turner Classic Movies, el dibujo animado fue nominado para el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, no aparece en la lista de nominados. Mankiewicz además afirma que fue el primer dibujo animado de un estudio grande en tocar un tema serio. En 1994 quedó en el puesto número 40 de 50 Greatest Cartoons, gracias a los votos de varios miembros de la industria de la animación. También fue nominado para el Oscar al mejor cortometraje animado de 1939, pero el premio lo recibióThe Ugly Duckling, cortometraje de la serie Silly Symphonies de Disney.
El cortometraje muestra a dos ardillas que le preguntan a su abuelo sobre la palabra “hombre” en la letra de una canción de Navidad. El abuelo les explica que antes existió una raza que estaba constantemente enfrentándose en guerras, lo que los llevó a su extinción. Tras esto, los animales reconstruyeron el mundo.
William Hanna y Joseph Barbera hicieron una nueva versión en CinemaScope en 1955. Esta nueva versión, titulada Good Will to Men, fue nominada a un premio Oscar.

La sala de recuperación



“Milk It”

(Nirvana, 1993)

I am my own parasite
I don't need a host to live
We feed off of each other
We can share our endorphins

Doll Steak!
Test Meat!

Look on the bright side, suicide
Lost eyesight I'm on your side
Angel left wing, right wing, broken wing
Lack of iron and/or sleeping

I own my own pet virus
I get to pet and name her
Her milk is my shit
My shit is her milk

Test meat!
Doll steak!

Look on the bright side, suicide
Lost eyesight I'm on your side
Angel left wing, right wing, broken wing
Lack of iron and/or sleeping

Doll Steak!
Test meat!

Look on the bright side, suicide
Lost eyesight I'm on your side
Angel left wing, right wing, broken wing
Lack of iron and/or sleeping

Protector of the kennel
Ecto-plasma, Ecto-skeletal
Obituary birthday
Your scent is still here in my place of recovery!


"Ordéñela"
(Nirvana, 1993)

Soy mi propio parásito
No necesito a un anfitrión vivir
Alimentamos apagado de uno a
Podemos compartir nuestros endorphins

¡Filete de la muñeca!
¡Pruebe la carne!

Mire en las partes positivas, suicidio
Vista perdida estoy en su lado
Izquierda del ángel, la derecha, ala rota
Carencia del hierro y/o de dormir

I poseer mi propio virus del animal doméstico
Consigo acariciarla y nombrar
Su leche es mi mierda
Mi mierda es su leche

¡Pruebe la carne!
¡Filete de la muñeca!

Mire en las partes positivas, suicidio
Vista perdida estoy en su lado
Izquierda del ángel, la derecha, ala rota
Carencia del hierro y/o de dormir

¡Filete de la muñeca!
¡Pruebe la carne!

Mire en las partes positivas, suicidio
Vista perdida estoy en su lado
Izquierda del ángel, la derecha, ala rota
Carencia del hierro y/o de dormir

Protector de la perrera
Ecto-plasma, Ecto-esquelética
Cumpleaños del obituario
¡Su olor todavía está aquí en mi lugar de la recuperación!


La sala de recuperación
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]
De: "Acido entre las albondigas" (1999)

Yo soy mi enfermedad. Soy el virus criminal que lame la infección de mis talones. Y lo que te enferma está frente a tus ojos, es lo que envenena tu corazón con cada latido, es lo que mantiene unidos los huesos del cráneo. Pero, ¿quién acusa de suicidio a la muerte natural? La autopsia no reconoce al asesino, y se escapa por mis narices. Ahora podría dejar el cadáver en el suelo y ser parte del enemigo, de la muerte que desprecian los muertos. Luego llamar a insectos, y nacen del aire atómico y comen su parte, y la mía.
Mientras el aliento se atora entre las caries puntiagudas. Y el desconocido trata de convencer de que no es médico. Aunque lo fuera no valdría. Después sus huesos quedarían también sobre el plato, en el centro de la mesa, con los utensilios sin usar.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Conflicto patológico a la hora de dormir (Lullaby)



"Lullaby"

(The Cure, 1989)

I spy something beginning with s...

on candystripe legs the spiderman comes
softly through the shadow of the evening sun
stealing past the windows of the blissfully dead
looking for the victim shivering in bed
searching out fear in the gathering gloom and
suddenly!
a movement in the corner of the room!
and there is nothing i can do
when i realize with fright
that the spiderman is having me for dinner tonight!

quietly he laughs and shaking his head
creeps closer now
closer to the foot of the bed
and softer than shadow and quicker than flies
his arms are all around me and his tongue in my eyes
"be still be calm be quiet now my precious boy
don't struggle like that or i will only love you more
for it's much too late to get away or turn on the light
the spiderman is having you for dinner tonight"

and i feel like i'm being eaten
by a thousand million shivering furry holes
and i know that in the morning i will wake up
in the shivering cold

and the spiderman is always hungry...

"Come into my parlour", said the spider to the fly... "I have something... "


Traduccion virtual por Babelfish (http://es.babelfish.yahoo.com):


"Arullo"
(La Curacion, 1989)

Espío algo principio con s…

en las piernas del candystripe el hombre araña viene
suavemente a través de la sombra del sol de la tarde
robo más allá de las ventanas del dichosamente muerto
buscar a la víctima que tiembla en cama
buscando hacia fuera miedo en la reunión gloom y
¡repentinamente!
¡un movimiento en la esquina del cuarto!
y no hay nada que puedo hacer
cuando realizo con susto
¡que el hombre araña me está teniendo para la cena esta noche!

él ríe reservado y sacudiendo su cabeza
ahora se arrastra más cercano
más cercano al pie de la cama
y más suave que sombra y más aprisa que moscas
sus brazos están todo alrededor de mí y de su lengüeta en mis ojos
“sea todavía sea tranquilo sea reservado ahora mi muchacho precioso
no luche como eso o yo le amará solamente más
para ella es mucho demasiado atrasado conseguir ausente o encender la luz
el hombre araña le está teniendo para la cena esta noche "

y siento como me están comiendo
por mil millones de agujeros peludos de temblor
y sé que por la mañana despertaré
en el frío de temblor

y el hombre araña tiene siempre hambre…

“Entre en mi sala”, dijo la araña a la mosca… “Tengo algo…”


Conflicto patológico a la hora de dormir (Lullaby)
De: "Acido entre las albondigas" (1999)
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

El dibujo en la pared parece mirarme, con odio. Creo que me estoy escapando. La piel se transforma dentro del organismo. Dos sombras se detienen a observar los frascos vacíos en la vidriera. Buscar a la víctima que tiembla en la cama. Acechar la ventana de las telarañas asesinadas.
Un grito desgarrador que hace temblar las paredes del estómago. Un paso más cerca. La mirada girando en las esquinas del techo. Y el sabor de la desesperación a punto de colapsar. O el fuego en los ojos, para quemar el sueño. Se roban el agujero del suelo, el refugio de la tempestad.
La necesidad infectando la herida en el talón. Con moscas disecadas flotando en el aire. La flor dispuesta sobre el pavimento de la noche, cuando corre desdibujado el placer de cortinas alambradas. Tampoco el café mancha los dientes del depredador; el fuego ha aprendido a bajar las escaleras, apresura su paso.
Ningún músculo se mueve. Sólo repite "quiero ser famoso" en el ancla del reloj. El capitán decidió acribillarlo con manzanas envenenadas. Es tu turno, sobre las montañas la ira viene suavemente sobre sus propias piernas. Se escudan entre los rayos solares. No entiendo por qué necesita lo que digo. A la vuelta del almanaque el Sr. Araña construye la bomba que acabará con la tierra seca.
La rueda se atascó en la trampera. Lanza una vez más los dados y recoge la roca al borde de la taza de leche. Los gusanos perforan el hígado. Fue condenado a vivir en el mar anhiótico. Hay hongos alrededor de los botones de ignición.

martes, 23 de marzo de 2010

El decisivo ataque



(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]


Asunción, 1922.

Se rompió la línea defensiva de las fuerzas gubernistas y las tropas rebeldes pudieron ingresar y ocupar el centro de la capital.

La tensión vibraba en el aire como una cuerda a punto de romperse; Eligio oprimía intensamente el mango de su arma. Su escuadrón esperaba alguna orden o señal para entrar en la masacre. Como fantasmas, fueron atravesando las casas abandonadas, hasta que el estruendo los golpeó.

Dos o tres de ellos enseguida fueron derribados por el vuelo rasante de esas avispas furiosas, que cortaban el aire con fuertes explosiones. Eligio se tiró detrás de un pedazo de escombro, y se quedó quieto, mientras los demás respondían los balazos.

La Plaza Uruguaya estaba a un paso.

Casi paralizado, el joven soldado pensó en su casa, en el viento del campo, una laguna… Cayeron pedazos de ladrillos sobre su cabeza, un compañero le codeó y saltó por el agujero que fue una puerta.

Los disparos brotaban de todas partes; como si en el medio del monte se hubieran agitado muchos pájaros escondidos. Las ametralladoras rugían sostenidamente, sucesivas espoletas y revólveres tachonaban el panorama con su monótona voz, y a lo lejos retumbaban los cañones.

Eligio corrió detrás de los demás soldados, al roce de los tiros, esquivando los cascotes y los cuerpos sangrantes en plena calle; se agazapó detrás de una insegura montaña de piedras.

–¡Vamos! –Le gritó alguien como otro disparo más, en guaraní.

Había una profunda paz, oyendo el murmullo de un arroyuelo, y en kilómetros solamente se oía el canto del campo, ningún rastro de humanidad excepto su propia respiración.

El recuerdo tan instantáneo se quebró como un sueño, cuando Eligio sintió la respiración apretujada de cinco hombres arrojados en una trinchera. Uno de ellos hacía señales al tirador en el techo de una casa resquebrajada. Pronto, el sonido de sus disparos los bañó, y en toda la superficie de las piedras surgieron caños de hierro que ardían su fuego mortal.

Medio sordo, el joven pudo notar esas breves pausas entre las ráfagas, en que se elevaba un coro de gritos, confusas órdenes, maldiciones, lamentos…

–¡Tenés balas! –Gritó alguien, en guaraní, muy pegado a su oreja, y le respondió con la mirada.

Dejaron esa avenida endemoniada. Mientras corrían detrás de unas casas bajas, el ruido parecía alejarse un rato, y el soleado brillo de la bahía asomaba en el horizonte tan mansamente.

–¡La Chacarita!

El viento de la guerra volvió a soplar furioso en su rostro, al abandonar el último muro de resguardo.

En el otro extremo, los barcos se acercaban a la costa, a la altura del Puerto y del Palacio de López.

A unos metros, se abrió un gran agujero en el suelo y todos volaron en derredor, mientras les llovía la tierra arcillosa. Un enjambre de avispas despedazó los tejados, y regaron de guijarros los pasillos.

Mientras Eligio trataba de levantarse, completamente aturdido, vio a su amigo tapado por la tierra y un montón de harapos, sangraba.

Se arrastró lentamente. Los cañones arrasaban; era como si se hubieran metido en la cueva de algún animal grande y furioso. Desde el nido de una ametralladora, una ráfaga trazó una línea dolorosa.

Eligio se dejó caer pesadamente. Miró sus manos, estaban ensangrentadas. Miró a su amigo, ya no se movía. Miró al otro lado, los soldados disparaban sin mirar, y alguien parecía gritarle.

Entonces vio a una avispa, que flotaba tranquilamente sobre un yuyo deshecho. Levantó la mirada. Era una tarde soleada, y llegaban sutiles los reflejos del río, no tan distante. Como esas tardes con suave viento que peinaba la piel de la laguna, y el pensamiento se iba volando.

viernes, 19 de marzo de 2010

Curupayty




(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]


Cándido tenía 26 años cuando contempló el peor infierno de su vida. Todo un campo de muerte. Hasta donde llegaba la temerosa mirada sólo se veían los cuerpos empantanados en el barro de la violencia y la sangre.
Pese a un sol demasiado radiante, el cielo estaba cercado por grises horizontes, a donde se desenredaban el humo de los cañonazos y los gritos confundidos.
La más horrible pesadilla no perdía su sabor de sueño en la furia de la realidad. En plena masacre, un puñado de emociones contradictorias golpeaban indiferentemente a cada soldado. La flota había bombardeado durante cinco horas las trincheras enemigas, por lo que miles de aliados desembarcaron seguros y se lanzaron a campo traviesa. Sin embargo, ese desconcertante silencio antes del ataque, había sido una trágica señal.
Cándido López apretó instintivamente su fusil bajo el pecho, y aferró aún más la cartuchera en que portaba sus pinceles y su libreta de apuntes. El suelo olía a lluvia añeja. Llovían las balaceras de todas partes; un invisible e innumerable ejército paraguayo barría las líneas desde el frondoso bosque. Los aliados disparaban a ciegas, aturdidos por el pánico.
Las retinas de sus ojos eran lienzos obsesivos que capturaban esa locura, esa desesperación. Inconscientemente iban registrando los tonos de los colores, el ángulo de las luces y las sombras, la masividad de lo peor, la objetividad del paisaje, y la precariedad de la vida humana. Su propia vida latía ansiosamente, mientras se empapaba con lodo y sangre.
Los cuerpos estaban sepultados en el fango. Varios tenían las piernas completamente hundidas y luchaban inútilmente, aún, convirtiéndose en sencillos blancos para el fuego fatal. El pavor se había sellado en varias pupilas sin rostro, y eternizado en rostros sin mirada.
Eran cuadros vivos de la muerte, ardientes pinturas de la guerra. No cesaba el enjambre ruidoso de balas; se abrían como párpados hambrientos unos hoyos urgentes, que salpicaban en derredor el barro de un campo dormido, junto con pedazos de hombres desafortunados.
A rastras, Cándido fue avanzando algunos metros, sin saber a dónde ir, si estaba huyendo, o arrimándose al horror propio. Tantos jóvenes soldados habían enloquecido en minutos, y corrían despreocupados ante el riesgo, arrojando disparos al aire, a cualquier imprecisión. Cándido los vio, y escuchó, caer cerca de su posición, ya sin alma, o muy poca. Temió la locura; su fusil ya no tenía balas, y continuaba sosteniéndola firmemente.
A lo lejos lograba ver la hilera de árboles tumbados, detrás de los cuales, en sus huecas raíces, estaban ocultos los cañones.
No podía saber cuánto tiempo había pasado; el tiempo parecía haberse suspendido, y cada instante flotaba infinitamente en el marco de la destrucción. Percibía que estaba dentro de ese punto de vista.
No obstante, los refuerzos seguían llegando desde alguna retaguardia, a encimar más cadáveres en este inesperado foso. Podría haber creído que el fango engullía a los muertos más tempraneros, y seguía devorando silenciosamente al ejército. Los charcos eran de sangre.
Por un rato se agazapó. Apoyó su espalda con un pedazo de árbol. Los cuerpos pegados a él parecían los de soldados dormidos. Entregados a una misteriosa paz. Era ese sabor a sueño de la pesadilla.
Sentía la impotencia, la droga del miedo; en sus rostros sucios las lágrimas se perdían fuera del deseo de llorar. Dios ardía en el clamor aterrorizado de todas las improvisadas trincheras, en español y portugués.
Varios balazos se plantaron cerca de Cándido. Cómo podría terminar esto. Su ímpetu de soldado lo mantenía vivo, ese coraje. Su espíritu de artista lo sostenía alerta, absorbiendo el óleo cruel de la guerra. Vibrante le corría en las venas ese deseo de eternizar los pasajes más momentáneos.
Uno de esos momentos más desgraciados finalmente le acertaron. Una granada abrió su estallido a corta distancia, y el impacto de un casco le besó en la mano derecha. Cándido sintió la ardiente picadura. Como una brasa que no se despegaba de su piel, y quemaba con el calor de su sangre.
Lleno de dolor y confusión, miró su mano, estaba destrozaba. Quiso llorar, pero no le venían las lágrimas. Sentía que el soldado se quedaba solo; medio artista agonizaba en su caricatura de mano desfiguraba.
Quiso maldecir a algo, pero la voz no le salía. Su grito solo se hubiera perdido en el turbulento mar de sonidos de la ferocísima batalla. Finalmente, su conciencia cedió al sueño y se perdió esas imágenes.



La herida adquirió tal gravedad que el médico se vio en la triste necesidad de amputarle el brazo. Al hacerlo, le dijo afligido:
-¡Ya no podrá seguir pintando!
Cándido López, respondió:
-Se equivoca, doctor. Continuaré, y usted será el primero en tener noticias del resultado.

domingo, 14 de marzo de 2010

Primeros combates aéreos

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Hassett ametralló varias veces al avión rebelde. Las ráfagas de balas cortaron el aire sin tanta puntería.
Por unos minutos, el viento y la adrenalina de la campiña francesa volvieron a soplar contra el rostro del piloto inglés. Pero Francia quedaba muy lejos y atrás; ahora era el clima caluroso de Salitre-cué donde volaba.
El traqueteo del arma interrumpía brevemente el monótono ronquido del motor, que de pronto lanzaba un fuerte esténtor al realizar los giros con que el avión buscaba la mejor posición para seguir disparando.
Hacía tiempo que esperaba este encuentro, desde que vino al país, respiraba este pulso bélico en la piel. La guerra europea aún palpitaba en su corazón, y los inciertos cielos en este recóndito país le sacudían el espíritu aventurero.
El fogueo de la otra nave fue un desperdició, tal como el par de bombas que lanzó al arribar al campamento: no dio con ningún objetivo.
Enseguida, el desconocido piloto, del que apenas había adivinado su figura dentro del S.V.A.5, idéntico al suyo, abandonó el combate, permitiendo que el acelerador lo impulsara a más de 200 kilómetros por hora hacia su base. Hassett, percibiendo su superioridad, no se entusiasmo en darle caza, pero lo acometió con toda la descarga de las metralletas. Era seguro que al aterrizar, su rival tendría muchos agujeros que tapar; lo delataba un vuelo ondulante, que a Hassett lo hizo sonreír solitariamente.
Seguro por el primer triunfo, el teniente británico retornó, no sin antes sobrevolar imponentemente sobre el campamento, desde donde los soldados, del tamaño de hormigas, saludaban eufóricos.
Al descender del avión, los vítores fueron más nítidos y fue felicitado por innumerables manos, sin faltar las de los superiores. Para Patrick Hassett, esa emoción aérea era por fin su bienvenida a este país. Palpitaba con orgullo debajo de sus insignias del Royal Flying Corps.
El día siguiente a la estimulante jornada, el teniente miró al tempranero cielo de setiembre, y admiró esa inmensidad tan cálida y silenciosa. Tan distante de todo lo que él era, y lo que hubiera podido soñar. Pero no se había extinguido el fuego de la aventura, y fue a inspeccionar a su gran compañero, ese Ansaldo S.V.A.5 que a tanta locura había sobrevivido.
Alrededor de las 8:30 AM, el murmullo apagado de otro S.V.A.5 anticipaba una nueva pelea. Inmediatamente, el campamento ardió bajo las ráfagas de las metrallas y las explosiones de las bombas. Hassett ya tenía el casco puesto y dirigía el despegue; desayunaba adrenalina.
Apenas se estabilizó y buscó en el panorama a la nave enemiga, ésta ya se lanzaba atrevidamente a trabar un combate más fiero. A Hassett le corría un secreto sudor; este piloto rebelde se mostró mucho más decidido que su camarada del día anterior. El desafío era más intenso, y el inglés también estaba decidido a hacer su mejor apuesta.
Los violentos metrallazos dieron de lleno contra el aire que el S.V.A.5 gubernista apenas había abandonado. El chorro de balazos perseguía ardientemente las alas y la superficie del curtido avión. Hassett sentía como si su propio cuerpo escapara del filo de puñales de fuego.
Sintió al menos dos balazos imperdonables que perforaron la cola del aeroplano, y la tajada se dirigía peligrosamente hacia la humanidad del británico. Toda su maña entró en calor, y dejó caer rápidamente la nave fuera del peligroso alcance.
No obstante, el piloto rival se esmeraba, y Hassett, mirando de reojo por el espejo retrovisor, hizo colear en zigzag su S.V.A.5; de repente daba curvas pronunciadas en el aire, y los balazos enemigos se cortaban al tenerlo fuera de mira, por pocos instantes.
Hassett maldijo, en inglés, al fantástico rival, aunque con cierta admiración. Las maniobras básicas de evasión habían sido superadas con furiosa modestia por el rebelde desconocido. Ese extraño que la guerra enfrentaba con el teniente británico sin presentaciones ni semblanzas.
El veterano piloto pisó acelerador a fondo, su motor chilló, y se disparó hacia tres mil metros de altura, o más. Era su oportunidad. El otro avión se distrajo, y en su empeño de priorizar el gatillo al timón, dejó que Hassett se colocara en una ventajosa posición.
Era ahora el turno del teniente, apuntó fríamente y arrasó con balazos la superficie del S.V.A.5 enemigo, que no supo reaccionar inmediatamente. Incluso al intentar evadir el fuego, Hassett lo sometió con la peor descarga posible. Enseguida el avión rebelde sangró un chorro de humo.
Hassett se elevó como un águila soberbia y sentenció a su rival. Tenía la mirada tan centrada en aquel avión, que escapaba de su atención en qué lado caía el horizonte o si el cielo era la tierra por ratos.
El belicoso S.V.A.5 huía severamente herido. Una estela de humo negro cicatrizaba el cielo caazapeño. Hassett aún pudo contemplar su caía en un bosque. Daba por seguro que el aparato ya no emprendería ningún vuelo.
Sonrió, solitariamente.

Setiembre, 1922.