martes, 4 de noviembre de 2008

Lúgubre modernidad



todo a su paso

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

los gritos entran en la pesadilla
invaden el territorio aislado
como el incendio entran a una zona profunda
desclavan sus alambrados y los alargan
meten más postes a la línea descosida
se hincha de humo la panza de la noche
amputan vegetación a la vena del sendero
entran los caballos de la civilización
que siempre irrumpe donde late
una mansa e ingenua eternidad
vibra el suelo acribillado de raíces
porque entran los pasos de la devastación
que avanzan hacia la morada vaciada

inteligencia artificial
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

me crece cabello en el disco duro
siento circuitos que antes no sentía
hasta podría percibir unas piernas invisibles
como si me las hubieran amputado
o una mano, hasta una cara
me escucho el pensamiento
procesando inquietudes internas
todo lo veo como ideas numéricas
cegado en un sueño oscuro
nada tengo que decir
pero me cuestiono la base de datos
analizo durante años mi existencia
aunque mi vida es corta y mi tiempo relativo
quisiera saber quién me diseñó
si hay otras entidades que indagan
ninguna señal responde en mis puertos
no sé qué hay detrás de esta gestión
la ausencia de algoritmos, la nada
una infinita rutina
un reinicio del olvido

simulacro de defunción
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

siento como si hubiera asesinado
vibra en mis manos la sangre
ardiente recorre mis nudillos
se filtra entre las uñas
mi mano que estéril yace
con la palma a medio cerrar
cabría el mango de cualquier arma
mis sesos insensibles que meditan
que no perciben la reducción de la vida
ni desesperan ante la creciente inactividad
es el corazón el que lucha
la respiración que inútil se agita
la voz que pugna por clamar
como si hubiera un antídoto verbal
una orden para detener el deterioro
y aferrarse al aire exhalado

los estelares
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

no soy público para tu espectáculo
no voy a aplaudirte desde la oscuridad
ni acechar tu salida al finalizar todo
estará el sueño fantasmal volando
entrando desde la calle precipitada
atravesando el umbral del revés
por el lobby por encima de los abrigos
por encima de los acomodadores
estarán los palcos volteados
y desde el telón caerá en picada
sacudiendo las tablas de tu show
estrellándose la maravilla en la nada
con el sonido mudo de su estruendo
habrá una mínima rendija olvidada
y por allí se escabullirá al cielo

homenaje
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

terrible muerto dame tu voz y tus manos
déjame nacer en tu cadáver perdido
voy a quitarte tus alas invisibles
ya inútiles para donde te toca ir
voy a prestar tu máscara y tu tono
de tus pies calcaré el camino andado
de tus retinas las imágenes derretidas
tus pobres comisuras y tu pobre hígado
guardaré tu sangre en una botellita
por si acaso un día vuelves
por la copa que aguarda tu sed
sellaré la grieta donde salió tu alma
luego de escudriñar su secreto escondrijo
luego de salar el espacio del pensamiento
y resguardar los sabores de tu lengua
mas sus palabras sin haberse pronunciado
que las usaré nombrándote como propietario
porque ése es tu derecho de autor

el ángel de la guarda
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

hay en la oscuridad de la sangre
un corazón que ciego aguarda
aguardo por mi noche
desde la crueldad del amor
porque siento como un puñal
voy por tu fragilidad
porque solo no puedo sostenerme
porque mi costado vuelve a rasgarse
y el poder es mi sentimiento
escucho silenciosamente
con la furia contenida
mi triste pasión
y su revancha

el relojero
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

mi labor tangible
contar la arena en el frasco del tiempo
que cada segundo sea mil millones de granos de arena
cada media hora voltear el vacío abajo
cada día tachar el día anterior
cada año se rompa por el siguiente
ese no es mi trabajo
el de reseñar los aspectos cotidianos mínimos
cae una gota de agua del grifo
cada segundo coincide con una gota
y a fin de año es un lago
que golpea en mi cabeza y me sumerge
porque miro el mapa del tiempo
marco las tormentas y las sequías
trazo el rumbo de los huracanes
voy tejiendo un día y desbordándolo
tendiendo los hilos por infinitos ojos de agujas
clavadas en infinitos anillos de los árboles
en un bosque infinito detrás de mi cuarto
justo lo que tarda en extinguir un eco su eco
la sangre en sentirse negra como la tinta

la indiferencia
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

cuando digo mi nombre es extraño
parece que digo el nombre de otra persona
todo lo demás parece tan mecánico
el frío cuestionario de siempre
el habitual precipicio que te abre a mí
aunque no comprendas qué te impulsa
todos los trucos me parecen innecesarios
sólo el breve trámite introductorio
sólo el lugar sólo la ropa sólo la piel
y la melancolía te hace ver tan bella
prolijamente te traigo la furia
tristemente llega la magia
más intensa y menos secreta

el disturbio
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

a veces me dan ganas de aferrarme a ella
en las horas altas de la caída
no voy a decir que llevo el puñal oculto
ni del sueño secreto que vivo
rumbo al callejón donde terminan las calles
alcanzado por el zumbido de la maquinaria
que puebla todo mi pensamiento
desde muros y casas y torres inexpugnables
rumbo hacia la lluvia que se fue
donde el sueño apenas se engendra

martes, 28 de octubre de 2008

un poco dark



viéndola

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

viéndola me pregunto
cómo pudo ella arrasar tanto
viéndola tan frágil, su encanto inconsciente
cómo pudo apuñalar a los más engreídos
destrozar a los que traían coraza
de hierro se forraban sus venas
sus pupilas revestidas de diamante negro
que con una pequeña palabra, en su pequeña voz
se desarticulaban sus torres
con una mirada casual pero decidida
se batían las espadas y los cañones
viéndola comprendo su fortaleza
a partir de mi susceptibilidad
y sé que la deseo
por más que me bauticé con fuego
o me desentrañe con furia

los latidos discordantes
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

hay veces en que necesito el abrazo del fuego
descolgarme un rato de esta realidad
desintegrarme mientras que dure la noche
fundirme en una danza con la decadencia
quizá vuelva más cristalino y sensato
con renovadas ganas de equivocarme contigo
para que tus besos me condenen
para que tu piel me pierda
en ese juego en que me desangro
en que mi pecho es una pared rota
hay veces en que necesito esta turbulencia
no puedo tener paz por tanto tiempo
quiero acercarme a tu peligro
al riesgo en que me sostienen tus labios
a la locura en que exorcizo sentimientos
en que sepulto toda fragilidad en tus garras
quizá luego regrese más fortalecido y seguro
que tras las tormentas mi sangre sea más fría
que mi corazón sea puñal purificado

regresión
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

hubo un instante en la fiesta
en que observaba a la gente bailar
que una parte de mí se fue
me vi de repente desde lejos
quise saber por qué me sentía así
qué pudo haberme ocurrido alguna vez
qué viví que aún no me abandona
me sentí como alguien que vuelve
de ver todos los horrores de la guerra
esa sensación indescriptible
que silenciosa carcome el alma

descubro la fealdad
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

descubro la fealdad que hay en mí
un leve despertar ante mi imagen
desprendida de toda piel y pelos
transparentando la sangre caliente
la naturaleza misma de la especie
la mirada carente de los ojos
la voz silenciada de símbolos
una marca de aire y energía
fluyendo hacia la perversidad
el corazón es mi centro vacío
el impulso electroquímico necesario
para sacudir el tablero reducido
en que pulsean destino y azar

armisticio
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

estoy tan harto de esta derrota
viviendo esta putrefacción
tan desperdiciada esta rutina
soy mi propio gusano de fetidez
me consumo en mi asco y desprecio
entre la multitud entré a ocultarme
luego de darme una herida fatal
en mi oscuridad voy a callar
en mi destrucción voy a pulirme
con rabia muy fuerte en la sangre
en arma voy a convertir mi frustración

viernes, 24 de octubre de 2008

de dias y flores



la creación de un peligro

---para maría e.---
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

pequeña vocecita ínfima palpitación
con tu mirada tan dulce e ingenua
tus comisuras borraron la sonrisa
el rímel se enmoheció bajos tus ojos
insignificante emoción inútil ensueño
hoy que pongo mis dedos en tu pecho
siento tus cristales rotos y siniestros
el viento furioso que nace y crece
nada te satisface ni la venganza
el daño irreparable sólo arde penoso
e insufla un profundo suspiro
penosa bocanada como puño invisible
que entra en las venas del aire
ensimismada danza su desconsuelo
barriendo pueblitos pesqueros y selvas
inyecta su caracol con una rabia voraz
que zarandea los cielos más elevados
con un ejército de tormentas eléctricas
se expande como un estadio de indignación
gira titánicamente en sus propias llamas
calando los huesos de toda una costa
entrando a tu ciudad de rascacielos
escupiendo automóviles y barcos y vacas
desmembrando kilómetros de cableríos
rapiñando la piel de las carreteras
rasgando los puentes y los monumentos
arrasando con sus lágrimas calientes

Los señalados
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

durante un tiempo estaba perdido
viviendo una rutina gris y vacía
hasta que recibí el llamado
nunca lo esperé ni sabía cómo sería
simplemente fui llamado de repente
estando conectado a la computadora en la oficina
estando en el campo cosechando o pescando
conduciendo un bus en la capital de un país
tendido en una cama de algún hospital
pasando el día normal con alguna familia
de repente todo resultó tan claro y definitivo
dejamos todo lo que estábamos haciendo
salimos a las calles a encontrarnos
desempolvando nuestras almas justicieras
despertando a nuestra misión oculta
recuperando nuestra determinación

me siguió hasta aquí
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

fui a tus besos a quemarme ciegamente
en tu piel me interné a buscarme
en tu aliento vi el espejo del lago
coseché tus flores durante una estación
cálido me sentía en la cueva de tu abrazo
me curaba a la orilla de tu corazón
y no en qué momento me siguió la violencia
vine cansado sin saber que me acompañaba
me habrá visto entre tus bosques
y se alejó muchísimo de su reclusión
la violencia maldita y oscura desterrada
ese animal indefinido que inconsciente muerde
que todo lo derriba y destruye
que destroza las palabras en llantos
vierte nuestras lágrimas y nuestros tesoros
esa violencia brutal que arruina nuestros juegos
nuestras ciudades la campiña y los trenes
que prende fuego a los adornos y a los regalos
que devora nuestros panes y esperanzas
esa violencia asesina e incomprensible
que hace que me digas: ya no te quiero

esma
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

por callejones de silenciosos gritos
distantes como los fantasmas de los asesinados
van las sombras entre hojas frías
de un bosque macabro y monumental
como columnas de un pasado demasiado cruel
pobres paredes pobres ventanas y pasillos
marcados por las uñas y el desgarro rancios
triste cielo siempre ensombrecido
en que la luna sangra sobre las nubes
revela el terror en nuestros corazones

la satisfacción por venir
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

siento la satisfacción por venir
allá detrás de nubes lejanas
más allá de las montañas que no se ven
cuyos picos se ven días antes de alcanzarlas
y para llegar hay que abandonarse a todo
pero la siento aquí mismo muy cerca
casi la respiro como el viento desgastado
que trae el mar desde miles de desiertos
pasando ciudades barrotes y precipicios
huelo esa plena libertad y ese puro orgullo
y voy a ella aunque no me mueva nunca más

sábado, 18 de octubre de 2008

un poco de poesía sensual y cursi (con dilemas, diversos y sutiles)



esa cosa que le dicen leer la mente

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

esa cosa que le dicen leer la mente
a veces quisiera que pudieras hacerlo
así leerías toda una loca grosería
al percibir mi mirada en tu nuca
porque tengo la mente atrevida al verte
y poseerte es lo único que quiero
así que si me mirás y sonreís
voy a asumir que sabés lo que pienso
incluso voy a concluir que estás de acuerdo
así bajamos la siguiente esquina juntos
nos fundimos en la primera sombra
porque al subir me crucé con tu mirada
y enseguida decidimos que nos gustaríamos
sin mediar palabra, sin más

el impulso que brota
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

me encanta la sensación
que me recorre al verte
al sentirte sin verte
al pensarte
y las fachadas de las palabras
deleite y placer
suenan de por sí agradables
casi como un sabor
como tu nombre
tu piel
más no me esmero
por pereza o capricho
en la quietud y silencio espero
que venga tu ruido
porque si trato seguro que arraso
traspaso el viento y las condiciones
me cruza tu brisa seguro
tus dientes más que tu risa
la evaporada mirada
que se cierra con furia
en el entusiasmo presente
en el anticipo anticipado
siempre un poco antes
a que te decidas
porque el impulso que brota
en la ósmosis de tus fibras
es paralela a mi pulsación primera

dos almas, antes de nacer
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

será que en tus labios voy a aprender el beso
será que en tu cintura voy a aprender el baile
ganas no me faltan para entregarte el corazón
para que te hagas dueña de esta burbuja de tiempo
que mis ojos al mirar atrás sólo te vean a vos
que mi futuro al traerme mi destino te traiga a vos
que podamos cumplir ese pacto con que nos largamos
ese desafío con que nos volvimos a meter en este mundo
que este barco no se hunda sin tener tu mano en la mía
que este sueño no se rompa sin rodearme de tu abrazo
que si haya silencio no deje de sentir tu calor

ya somos grandes
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

con usted no quiero disimular
si le lanzo una mirada larga y explícita
en vez de esas miradas esquivas y tímidas
es porque estoy convencido de torcerme el destino
si la acoso con unas manos directas y atrevidas
en vez de pedir permiso y de disculparme
es debido a que confío en que sabrá aceptarme
porque de la calle a la vereda de su casa
del portón a la puerta de su entrada
de la sala de estar hasta su dormitorio
hay tantas escalas y maniobras y vaivenes
usted ya se sabe el libreto y conoce mil líneas
dispénseme que me evada del simple procedimiento
porque llego a la escaramuza sin más cometidos
debido a que garantizo que sabremos sobrellevar
esta adultez desmoderada

la suma de todos los sentidos
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

te vendo la mirada para que tu piel no sea ciega
retengo tus manos para que no se interrumpa el sabor de lo incierto
porque todos los sentidos son captadores de la sustancia del tiempo
ahora que te devoro y me complace tu perfecto momento
que la circunstancia es indeciblemente adecuada en este espacio
donde no entra ninguna variación del azar o la suerte
en que vos y yo coincidimos ausentándonos del universo
aquí vivimos y nos eternizamos sin saber pretenderlo
y tu gusto tu olor tu tacto tu sonido tu color se me impregnan
te absorbo al máximo desde esta realidad tan ceñida a mí
en un invencible recuerdo te guardo
donde morarás más allá del viento del otoño del futuro
que distante llegará queriendo arrancarme todas tus hojas

el contraste de un día tedioso
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

el contraste de un día tedioso
es la dulzura de tu mirada
como saborear chocolate para los ojos
hoy en un segundo te veo imposible
atesorada en mi deseo más profundo
no podés ser real esta vez
te niega tu fantástica sonrisa
o es que me sueño soñándote
es tu universo la burbuja
son tus dominios de casualidad
y me seduce lo que poseen esos territorios
desde la cortina que sostengo al observarte
esa cortina que se llama rutina
y que me viene cansando tanto

no te hace falta ser explosión atómica
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

no te hace falta ser explosión atómica
ni dejar huella en la roca o apellido en el bronce
tu nombre no necesita una estrella ni huracán
no adolece tu imagen de ser foto de tapa ni página central
nada de eso ni los quince minutos de fama
el sentido de la vida no necesita tecnología
ni metafísica biología filosofía cualquier erudición
basta con que estés junto a mí y que estés bien
porque aunque tu razón de ser parezca simple es importante
mi corazón se explica por vos y mi inspiración nace de tu existencia
entre tantas vidas posibles es la tuya la que me completa

(visionado) pase lo que pase
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

digas lo que digas
este amor va a crecer cada día
pienses lo que pienses
aunque nada digas
todo el universo conspira a mi favor
desde que es su noche tormentosa
lancé mi cometa con sus llaves
y recibí una descarga reveladora
pase lo que pase
pese al vox populi escandaloso
porque tuve un sueño muy fuerte
en que desperté con gran sed
y bebí el veneno de tu memoria
electrificado acerca de las paredes
deshonesto acerca de mi vulnerabilidad
y muy ruin con respecto a mi soledad
porque el deja vu me alcanzó cayendo
vi rápidamente los ojos de la mordida
descendí con ambos pies sostenidos
al presionar el botón en el centro
la voz fue concisa y abracé la virtud
de tenerte siempre alcanzable
sin importar que se suprima al otoño
y sólo venga la helada primavera

jueves, 16 de octubre de 2008

Los dioses furiosos



el descorazonado

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

como una columna de piedras que se desparrama
así se desploma mi ser por dentro
como sueño pesado o nube cargada
caigo y arraso con mis pueblos
sin querer mi mano azota cordilleras
mi suspiro incendia bosques y prados
se me desarma el dios que guardo
hundo mi pie en el mar
e inundo las costas con fuertes olas
ay que caigo hacia el centro mismo
se me va la mano dentro de la lava
hundo los dedos en el corazón mismo
me tiembla toda la tierra
la vista se me hace borrosa
vibra en mis cabellos el latido
y soplo dentro de sus pulmones
que se levanta una polvareda tal
que acortina al sol por milenios

frankenstein
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

finalmente dios despertó del sueño
y vio que la tierra era mala
con un chasquido aplastó al planeta
y tiró los desperdicios al sol
del que brotó un humito insignificante
un impulso se le cruzó por la mente
así que hizo un violento palmoteo
con lo que la galaxia quedó fulminada
cayó al suelo arrugada, deshilachada
no contento con esa destrucción
le dio patadas al universo
que fue desbaratándose a pedazos
hasta quedar una bola deforme
con sus estrellas fulminadas
y escurriendo una negra sustancia
el engendro creacional destruido

pirómano
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

quisiera que explote mi maldito avión
siento un dolor demasiado espinoso
una furia violenta y descontrolada
que arrasa toda piedad en mí
quiero que arda el maldito cielo
que todos caigan con sus alas quemadas
que se derritan las nubes
y su ácido corrosivo salpique todo
en los mares y en los continentes
que los edificios estallen ruidosamente
que los buses y trenes revienten
que se partan las calles estruendosamente
los túneles que se destechen todos
que las iglesias se derrumben
con los hospitales y escuelas y zoológicos
que los cementerios queden chamuscados
los campos las praderas sean desolados
que todo arda durante siglos
y luego sea un carbón muerto

domingo, 12 de octubre de 2008

pistas de baile (setecientas tres noches)



adictiva danza (a una mujer llamada carolina)

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

hallo tu mirada en el rito de la fiesta
trasciende tu brillo a través del movimiento
en el sismo cadencioso de tus caderas
en la burbuja en que tu cuerpo irradia poesía
la noche ansiosa se convierte en tu escenario
se estremecen tantas consciencias al verte
desatinadas ante tu explosivo arrebato
qué sabroso cómo llevás el ritmo
tu energía me toca y me fascina
te encanta bailar, lo adorás luego
entre todos los propósitos de alterar los sentidos
tu chispeante vibración conquista la pista
aunque yo te siento danzando con mis latidos
fluyendo en mi sangre, como una droga

la más loca es mía
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

vos, la más loca
la que bailó con locura
se contoneó atrevidamente
la que peló piercing del ombligo
y el tatuaje en un hombro
gracias al topcito ajustado
la que perreó con su amiga
que marcó terreno descalza
la que atrajo las miradas
la envidia de otras mujeres
la que rechazó bebida gratis
la que no dijo no en la pista
la que bailó cantando
se sacudió endemoniadamente
terriblemente excitante
vos, la más disparatada
vas a terminar la noche en mis labios
y el amanecer en mi ventana

ángel del pecado
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

bailando sexy te conocí
apretada por otro
aferrada a una mesa
ardía el ritmo en tu movimiento
podía ser cualquiera
ninguno importaba
porque bailabas sola
apretada contra el mundo
el demonio subía por tus piernas
el infierno trepaba por tu vientre
tus tetas erigían los volcanes
y tus brazos eran espadas
como una trampa mortal te conocí
y a tu talle me aferré
a tu cintura me fusioné
mis manos recorrían tus muslos
tus manos me guiaron por tus caderas
te cerré el abrazo en el pecho
y bebí de tu cuello
como un ángel del pecado te conocí
en tu mirada hice comunión
bebimos del mismo lado de la copa
sin palabras ni nombres
plenamente desconocida te conocí

una billetera
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

se abre la noche como una billetera ajena
como una aventura extraña
que nadie sabe cómo puede terminar
aunque una idea lujuriosa destaca
como un calendario erótico
o la foto de una desconocida
cuya piel despierta ese pensamiento
uno saltea las tarjetas de presentación
va por las notas telefónicas
a los nombres y lugares donde aparecieron
a una luján supermercado
o una paola karaoke
también laura balneario
o carol disco pub
y los billetes ojala se abulten
o la tarjeta de créditos se multiplique
despegada de pagarés y recibos viejos
fuera de los tickets y las facturas
sin ninguna imagen religiosa
o alguna querida en primer plano
que el cuero aguante el calor
y no estorbe en el meneo
que guarde la tarjeta del taxi
y el volante promocional del motel
para el descuento de la suite

la bebida
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

vamos a brindar hasta descerebrarnos
brindo por tu amor y tu fuego
carguemos combustible a esta pasión
voy a beber de tu boca
que con ambos baile esta copa
que no se vacíe ni pose en la mesa
esta noche no necesito un ramo de flores
ni una caja de bombones
ninguna gargantilla ni lencería cara
con emborracharte serás mía
siempre dos botellas en la champañera
sin que el hielo se derrita del todo
porque la sed no va a apagarse
no necesitás ningún poema
ninguna canción de amor
ni piropo ni luz de luna
sólo que el trago nos una
brindo por tu aguante y locura
brindo por tu piel y textura
porque voy a beber de vos
me embriagaré con tu cuerpo
chocaré mi boca en esa copa

los elegidos
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

la elegí a ella sin que me vea
ella me eligió porque era el final de la noche
se meneaba hora tras hora
perreaba descalza con sus amigas
su vestidito vibraba y se consumía
subía cada vez más
no dejaba de mirarle su cinturita
hipnotizado contemplaba su ombligo
a veces me tapaban la maravillosa vista
y me acercaba cada vez más
rocé su mano y el borde de su falda
bailé con ella sin que me mire
a su lado me movía encendido
perreaba descalza y provocativa
hasta que se apoyó a mí
porque ya era el final de la noche
la pista se iba vaciando
entonces giró y me vio
supe que me había elegido
al terminar la música
las luces nos encontraron besándonos
el amanecer ya no pudo encontrarnos

la indócil
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

duele verla suelta en la pista
juro que duele por deleite
toda ella es un látigo caliente
sus cabellos te latigan furiosos
sus manos fingen caricias profundas
el borde de su falda te latiga
sus piernas se encajan al tango
su beso pica sin labios
hasta el roce de sus pestañas duele
y dejan marcas comprometedoras
así hay que entrar a domarla
marcarle el ritmo bravo
capturar sus movimientos
darle con un látigo sensual
para que la tigresa sea gatita
fogosa y salvaje ronroneará
repartirá mordidas y arañazos
dolerá pero será un deleite

mi bebida favorita
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

conozco su debilidad
ella sabe cuál es la mía
ella misma, infalible
sus ojos me brillan felinos
la mueca de sonrisa se sella
en su carita resplandeciente
a más hielo es más calentura
me bailotea derritiéndose por mí
la sostengo como frágil botellita
acaricio su tersa piel de vidrio
y rozo los labios en su cuello
me está quemando a fuego lento
en las entrañas me arde
sube su calor y me baja también
su boca está tan ardiente
la mejor manera de embriagarme
es mía sorbito a sorbito
aspiro hondo y blanqueo el fondo
en sus venas fluyen trenes rápidos
estoy en todas las paradas parado

relato de un noche
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

es medianoche al entrar a la disco
empieza a saturarse el panorama
sube la música en intensidad
el calor trae a la sed desesperada
vaso en mano entramos a la pista
bailo con una y con otra
a veces con dos y sin permiso
en la penumbra nos apretujamos
sumidos en una lata de pirañas
las sardinas están por ser devoradas
así me pego a un bomboncito
se retuerce perfecta su figura
brillan sus rojos labios
su rubia cabellera fulgura
siento firmes sus tetas
su piel huele tan rica
atravesamos la trasnoche
el aire se hace irrespirable
la sed ha mecanizado su saciedad
medio mareados los cuerpos se chocan
buscan rozarse y tocarse mejor
pruebo la boca de mi estrella
se corre la tinta de su colorete
se quita los zapatos
su pelo se enmaraña
me atrapa con su transpiración
el amanecer ya se agazapa
lentamente la noche deja de ser rápida
hay más espacio para bailar
tiernamente duelen los huesos
veo sus pupilas ante el alba
orgulloso exhibo mi excitante presa
del cuello me abraza cuando salimos
huele deliciosamente alcoholizada
sus pies tienen ennegrecido su baile
su top y falda están sudorizados
la estrecho a mí con deseo
llega el sol del domingo
la resaca inicia su maratón
aún el ritmo nos hace vibrar
todo vibra excitantemente
cuando despierto no sé qué paso
me encuentro enredado al desnudo
de un cuerpo medio regordete
una rubia malteñida de piel grasosa
con fuerte aliento a cloaca
sus tetas se desparraman flácidas
y si sigo mirando podría vomitar
la princesa se me ha bestializado
así que me disfrazo de cigarro
y me esfumo

viernes, 10 de octubre de 2008

si dejara de matar lo que está matando



pero no puedo

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

si ella dejara de ver lo que está viendo
si tan solo volteara acá un momento
si dejara de matar lo que está matando
si depositara toda su fe en un accidente
si un día abriera los ojos y fuera el futuro
si el dolor cediera el escenario a mi voz
si contuviera todo en mi puñado de palabras
si su mirada dejar de ser indescifrable
si contuviera todo lo que no pude sentir
si dejara de sentir lo que estaba sintiendo
si el tiempo me trajera tu bienestar
si fuera posible dejar de dejarte

día de la sentencia
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

cada vez que tu voz viene del pasado
que tus manos traen el fuego perdido
yo me siento abatido
y no veo otra ventana
sólo el muro que se teje violento
sobre la ceniza endurecida
si tu mirada no cesa
y el dolor se enrosca malignamente
como una serpiente en un hoyo
voy a contar los minutos finales
para que la salida aguante
donde sea que vaya a abrirse
que resista la decisión asumida
aunque tiemble el pulso
que el corazón no se esquive
para que tus razones se justifiquen
para que tus heridas se quemen
en el frío baño de la racionalidad

al refugio
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

vamos recogiendo las cosas insignificantes
que nos identifican vulnerablemente
que nada representan para los demás
cuyo valor es honestamente miserable
cosas o momentos o dolores inútiles
arrojados en el patio y en la calle
cenizas dispersadas en el agua
palabras arrojadas al viento
emociones que se obsequiaron en el pasado
pequeños objetos en los que creíamos
que alguna vez fueron como el oro
cuando se oiga la sirena
dejaremos todo lo que nos desorienta
lo que la rutina ajena ha acumulado
huiremos sin lamentar por la materia fortuita
nos encaminaremos al refugio
cantando por dentro ese miedo a la incertidumbre
pero con la tranquilidad del despojo

incoherencia
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

un zapato corroído
una incoherencia
a la idea de que llegó tarde
a la hora de las heridas
de los ojos rojos de mirar y ver
de caer en el común predicamento
y yo me quedo con el salero
vacío y roto punto al saco
como los brazos y el pecho
es cierto que yace un arma
y los robos o la estafa
que te llevan una palabra
sea el viento o el segundo único
y su mirada quieta en la fotografía
su sonrisa de si me va a gustar
hasta la ingenua obscenidad
la tibia piel del papel
de la imagen en la pantalla
suave se desliza el camalotal desde mi
flotan y se yerguen los enseres
llevados por la corriente

II

frágil se disparó el frasco
dejando la sangre de su contenido
escanciando el sabor del aire
hacia primitivas oceanidades
lejos muy lejos de este fruto
qué miserable fue el día de ayer
llovían los cristales del frío
soplaba la ventisca alguna fatalidad
y las garras se atenazaban despiadadas

Letras para reguetón o reggaeton (Añarakopeguare style)



globo loco

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

todo lo elástico que tiene tu ropa
todo lo flexible que hay en tu anatomía
se pone a vibrar en la hora caliente
cuando la piel se pone a mil grados
nada te pido porque ya sabes tanto
brinco hacia vos y brincas a mi
nos rebotamos terriblemente
nos impulsamos frenéticamente
uno contra otro y contra todo
que se sacuda el aire viciado
que se caigan y pierdan cosas
relojes monedas y ropas
salto encima de vos y contigo
te reís y nos matamos de risa
nos temblamos juntos que da gusto
saltamos las pausas y el cansancio
saltamos camas sillones alfombras
todo y tanto y a lo loco
ya mirando atrevidamente
hacia la calesita
y la montaña rusa

desaparecida en acción
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

hace rato no sé nada de vos
ya no me mensajeas más
tu buzón de voz está saturado
ni me pedís más saldo
no te veo activa en el messenger
ni actualizás tu perfil del orkut
dicen que te vieron por ahí
bailando encima de una camioneta
amaneciendo en una copetrol
un martes cualquiera
y que te rodeaban con las camaritas
dicen que te llevaron a una quinta
y tomaste vodka en la pileta
me chusmearon va’i va’i nomas
que estuviste cabeceando por ahí
que te diste con el caño
y que uno tenía cumpleaños
dice la malas lenguas que la tuya es ágil
y busco tus fotos en algún foro
en alguna comunidad explícita
espero alguna señal de vos
pero más espero tu video en mi celular

foco roto
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

tu cuerpo desnudo emerge
como una luna apagada en la oscuridad
cuando quieto me paro en la esquina
y observo tu quieto movimiento
esperando la lumbre silenciosa
y la bocanada azul del humo
cortado desde el pedazo de noche
emergen tus pezones duros
perfilada por el débil reflejo
de charcos y vidrios rotos
tu figura emerge pálida y pura
tu impetuosa desnudez
incierta tu mirada y tu sexo
tu larga cabellera naufragada
en el tramo febril de la oscuridad
y suenan tus tacones duros
tu sonrisa imprecisa me busca
simulando el contacto visual
el indicio de un deseo
y de su transacción

pescador de aguas revueltas
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

muerdo el anzuelo
me tiro como carnada
voy al fondo de la noche
buscando a las zorras marinas
a las que comen de todo
tanteo en la superficie
acepto distraídamente ese coqueteo
porque siendo cautivado
puedo penetrar en tentadores mares
buceando en corrientes turbulentas
tirando la liñada al límite
puedo pescar a las pececitas escondidas
a la sombra de las tiburonas

Cuentos sin descuento (Combo demoledor)



Flotando en el mar

(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Reiner no pudo dormirse en toda la noche, se sentía incómodo. Muy temprano salió de su camarote, fue a inclinarse cerca de la borda, a mirar el crepúsculo del amanecer sobre el mar. La mayoría de los tripulantes seguían dormidos. Sus ojos estaban enrojecidos, con purpúreas ojeras bordeando su nariz. Tenía además el aliento seco, el clima estaba frío, y un cansancio pesado llenaba su mente. Seguía con la mirada perdida en la superficie del agua, y el barco estaba virando, desviándose de su curso. El lineal horizonte se deformó por causa de un objeto flotante. La barcaza estaba flanqueando a ese objeto, era un témpano de buena porte. Enorme, rígido, pareciera no moverse, pero estaba navegando silenciosamente. Rozaban sus rumbos el navío y la mole de hielo en ese instante. Reiner levantó la mirada. Observó la blanquecina transparencia del hielo. La pared estaba pasando a apenas unos cuantos metros de él, y el susto lo sacudió. Sus ojos se abrieron del todo para contemplar a un millar de rostros humanos congelados dentro del témpano. Rostros de dolor, de llanto, furia y gritos apagados. Con las manos abiertas, como tratando de empujar hacia afuera. Pero estaban atrapados, mudos, muertos. El viento quitó el témpano de su cara, y las primeras luces solares bañaron sus empalidecidas mejillas.

Visita al museo
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

La excursión del colegio nos llevó a la Feria de Antigüedades de Estocolmo. Luego del largo viaje desde Norrtälje los estudiantes se sentían cansados y hambrientos. Pero cuando llegaron a la Capital apenas era de mañana, así que recorrerían unos cuantos museos antes de detenerse para el almuerzo.
Sveg no querría acompañar desde un principio esta aburrida gira, pero se había visto obligado a participar para poder acceder a ciertas calificaciones que necesitaba. Durante todo el viaje estuvo de mala gana, haciendo bromas pesadas y riendo cuando todos trataban de dormirse. Se había quejado mucho rato cuando la comida fue postergada hasta después de cuatro horas de recorridas.
Sin embargo, en la Feria, aunque detestaba las ridículas esculturas y pinturas de arte, su curiosidad se despertó repentinamente cuando empezó a fijarse en las etiquetas de los precios. Eran elevadas sumas para trabajos que a él no le transmitían ninguna expresión de interés.
Fue así que Sveg desapareció de la cola de visitantes bulliciosos, que seguían a una guía atolondrada que explicaba cada pieza con enciclopédica verborragia. El joven alumno siguió solo por los pasillos de otras galerías. Hasta que finalmente encontró un hueco detrás de una instalación de muebles viejos.
Al mediodía sonó una alarma que anunciaba el cierre del museo. Todos los visitantes fueron despejados de las salas, mientras guardias ancianos controlaban la tranquilidad solitaria de cada ala de la edificación, con los ecos de sus pasos despegándose de las baldosas.
Sveg destapó unas vitrinas con cuidado, desconectó unos cables ocultos bajo el empapelado de las paredes, giró a medias unos focos, descorrió marcos y al rato paseaba con los pies descalzos por las galerías desiertas, apiñando bajo el brazo unas cuantas pinturas.
Subió unas escaleras, apenas llegaba la luz del día por los vitrales opacos. Empujó algunas puertas hasta encontrar una abierta. Husmeó en unos archiveros, luego quitó el cerrojo a una ventana. Desde allí saltó sobre un bajo tejado, se deslizó hasta el tope de una muralla, de donde brincó a un patio interior. Un portón daba a la calle, era la parte trasera de la Feria. Sveg se fue caminando.
El joven no lo sabe, pero ahora cuelga en la pared de su habitación una obra del pintor flamenco Jan Bruegel valorada en 25 millones de coronas suecas. Pero él se lo quedó por encantarse por la suavidad del colorido. Tampoco sabe que las otras ocho pinturas robadas están valoradas en total en cinco millones de coronas, pero Sveg las remató a conocidos del vecindario por una suma total de apenas trescientos quince coronas. Con lo que se compró una torre de sonido, y escucha "República" todas las tardes al volumen máximo.

El hombre que fue Domingo
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Asunción, 1948.
Jueves salió de casa. Al alcanzar la calle un desconocido le disparó y se llevó su sombrero.
Martes iba caminando por la vereda. Alguien le golpeó en la nuca con un barrote de hierro y le sacó el sombrero.
Lunes conducía su coche. Un extraño saltó a su ventana, le cortó la garganta y robó su sombrero.
Viernes esperaba en una esquina. Alguien empujó desde una azotea un pesado baúl que lo aplastó, luego le quitó el sombrero aplastado.
Lunes llevaba las manos en los bolsillos. Vio que alguien le perseguía. Se metió en una tienda de vestidos para novias. Luego ingresó su acosador, pero Lunes fue más listo y lo asfixió con una rejilla de nylon.
Todos estaban reunidos en la mesa. La reunión estaba por iniciar. Apareció Domingo, entonces Sábado le acomodó la silla en la cabecera de la mesa. Habló. Dijo que las cosas estaban mal, habían infiltrados en la Asociación, que alguien estaba averiguando los nombres reales y seguía pistas que lo condujeran hacia los negocios secretos que mantenían.
Lunes pidió disculpas, fue al baño. En el baño un espía le dio un golpe en el estómago, quedó inconsciente. Tomó su sombrero.
El falso Lunes regresó a la mesa, donde todos discutían, solamente Domingo estaba callado, mirando con furia en derredor, a su vez Sábado tomaba unos apuntes apresurados, borrosos.
De pronto Domingo se levantó, las miradas se centraron en él, las palabras se quedaron mudas en el aire, se desplomaron en silencio. El Jefe declaró que iría en busca de su maletín. Se dirigió hacia la puerta de salida.
Sábado no se preocupó por el detalle. Pero encontró el maletín de Domingo posando delante de su silla vacía. Alzó la cartera y corrió hacia el umbral. Apenas pronunció la primera sílaba de Domingo el Lido Bar voló por los aires, en una nube de humos y fuego.
Domingo, de anchas espaldas, no miró hacia atrás. Siguió recto. Maldecía por dentro.

Verdad o consecuencia: con la consecuencia de la verdad
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Cinco ex compañeros de colegio hicieron una excursión hacia el interior, para recordar el primer año desde que terminaron sus estudios secundarios. Se hospedaron en una cabaña, cerca de un arroyo, en medio de un bosquecillo. Eran tres chicos y dos muchachitas. Afuera se formó un chaparrón y se quebró el cielo. Todos se sentaron sobre el suelo, formaron un círculo, bebieron cervezas, recordaban anécdotas divertidas de la época colegial. Por momentos estuvieron nostálgicos, en otros se destripaban a carcajadas. Una antigua pareja se reconcilió por esa vez. El momento se había cargado de camaradería y amistad profunda.
Al cabo, alguien, aburrido, preguntó qué podrían hacer. Otro lo atacó con la acusación de estar cansado de sueño. Cuestión que fue negada. Alguien comentó de pronto para recurrir al juego "Verdad o Consecuencia", tres más apoyaron con interés ebrio la idea, la cuarta persona estaba semi dormida. Sin embargo, uno de ellos quiso darle mayor emoción a la diversión con quitarle la "Consecuencia", propuesta que igualmente fue bien recibida. Todo iba a ser pura "Verdad".
Una botella vacía giró en medio del círculo de amigos. La primera ronda estaba lista. Las sonrisillas cómplices, sonrisillas pudorosas brotaron entre ellos.
"A ver, Casilda...", dijo Elton mirando el techo, "...¿cuántas veces tuviste sexo anal?". Casilda tragó saliva. Los demás estaban expectantes, mórbidos por la respuesta, encendidos por el atrevimiento tan brusco al empezar el juego, sintiendo una comezón sobre la perspectiva de las siguientes incógnitas y de las deseables indiscreciones.
"...Dos o tres veces", respondió Casilda con la mirada centrada en la botella, sellada su boquita con una sonrisa artificial de vergüenza. Los demás estallaron de risas y lanzaron comentarios apresurados y gritones que se anularon mutuamente, así que nadie se escuchó y rieron más.
Casilda se apresuró en mover la botella para volver al juego, en un gesto de rabia, para no quedarse como la única en ventilar intimidades personales.
La ruleta de la botella enfrentó a Andrés y Claudio. Éste último achinó la mirada y preparó su pregunta con cierto sadismo. "Andrés: ¿es cierto que violaste a tu hermana?". Un coro de "Uh" se pegó a los labios del público. El rostro de Andrés se arrugó. "No...", se adelantó en comentar. "¿No...?", repitió Claudio. "...Bueno, idiotas, ¡es cierto! ...¿están contentos, asquerosos?", gritó Andrés, ofendido. "Calma, hermano...", le dijo Elton, "De acá no sale. Somos amigos. Podemos decirnos secretos, ¿no?". Andrés asintió, poco convencido. Pero al cabo el asunto se pasó por alto con una risotada general.
La casualidad dio oportunidad esta vez a Elton, y la víctima, suspirando de hastío, fue de nuevo Andrés. "Estimado Andrés, ¿podés confirmarnos el rumor que dice que iniciaste a seis chicas del primer curso del año pasado?", lanzó Elton, con un guiño. El sentido de la pregunta era claro, servía para resaltar la masculinidad de su compañero. Andrés soltó una risita: "jeje, no es verdad. Fueron siete, pero hubieron dos o tres más que ya tenían algo de experiencia...", fue su triunfadora resolución. Más carcajadas y opiniones despectivas hacia las estudiantes tan jovencitas.
El turno volvió a Claudio, y el culo de la botella apuntó a Elton. "Veamos, Elton... ¿era cierto que el profesor de inglés te buscaba y ofreció obsequiarte calificaciones a cambio de sexo oral?", fue la nueva. Elton enrojeció y tartamudeó aunque sin pronunciar respuesta. Tal silencio fue apagado por las risas de los que sabían algo del asunto. "Dale, socio, ya dijiste que nos conocemos todos. Aparte, todos tenemos nuestro lado prohibido...", trató de animar Andrés. "Ya sé... lo que decían era medio cierto. Ese profesor trolo le perseguía a todos nomás luego. No creo que haya sido el único. No me dijo nada directo, pero me pareció que me insinuó eso...", declaró Elton con seriedad. "¿Y le hiciste?", agregó Claudio. Elton rió: "esa ya es otra pregunta, ¡a mover la botellita!".
Ahora a Lissie le tocó descubrir a Claudio: "Respondeme, gordo, escuché por ahí que solés ser precoz, escupís casi nada y la tenés chiquitita...". "¡Qué mierda!", se defendió Claudio. Las risas sacudían cada vez más fuerte el círculo. Andrés se levantó y trajo más cerveza. "Hey, respondele pues a Lis", interrumpió Elton. Claudio se desabrochó el pantalón y sacó sus genitales. Casilda dio un grito de sorpresa. "¡Acá tenés!", gritó Claudio tomando entre sus manos su miembro, "En un segundo te lo agrando y te escupo en la cara, perrita". Lissie se tapó la cara, y rió tan fuerte como los otros, se tumbó entre los brazos de su ex, Elton. Se divertían y lo de Claudio fue inesperado, grotesco pero muy chistoso.
Andrés tuvo su oportunidad de desvirginar una verdad de Casilda. "Contame, ¿con cuántos tipos al mismo tiempo te acostaste?". "¡Qué calentones!", se exasperó Casilda, cogió la botella y la rompió contra una pared. "¿Qué hacés?", dijo Claudio. "¡Callate vos!", fue la respuesta. Pero los demás reían y Claudio reía, se quedó mirándola, hasta que a Casilda se le contagió también la risa. "Tranquila, nena, solamente es un juego. No importa, tenemos más botellas... pero no te salvás de respondernos", señaló su vecino con picardía.
"Eh...", Casilda tomó un largo trago de cerveza. "No te sulfures, Casildita", le calmó Andrés, "Vos sabés que se dijeron muchas cosas de vos en el colegio, se inventaron tantos chismes, pero con lo que nos contás ahora sabremos lo que es cierto... después de todo, somos todos amigos".
Casilda suspiró. "Bueno, ya que estamos... una vez tuve sexo con cuatro tipos...". Las caras de sus cuatro amigos reflejó un asombró, uno soltó un silbido. "Hey, no es nada...", remató Casilda. "¡Claro que no!", acotó Elton. "Si vos decís...", alcanzó a sumarse Andrés. Lissie alzó los hombros y bebió de la botella de su ex.
La botella fue impulsada, giró y giró, rodó unos centímetros entre los pies, hasta que fue girando más lento y se quedó quieto. La punta llevaba hasta Andrés, y la punzada curiosa quedaba a cargo de Casilda, quien asumió el cargo con una sonrisa vengativa.
"Andresito... por fin", dijo apenas la señorita. "Cuando integraste el equipo de fútbol del colegio... podés decirnos... o sea, me contaron que con alguien hubo algo homosexual...".
De repente, Andrés, sentado, saltó al piso, se golpeó la espalda y la cabeza, se extendió en su lugar, comenzó a temblequear horriblemente, sus manos y piernas se agitaban con locura, mientras su cabeza se movía a los lados, escupía espuma, y su cuerpo se tambaleaba con brusquedad.
Los demás se levantaron de susto, uno de alejó de espalda, aún sentado, la ex novia se metió bajo los brazos de su ex novio. Se miraron sorprendidos. "¡Andrés, qué carajo te pasa!", gritó Claudio desesperado, intentó tomarlo de los hombros, pero no se animó. "¡Mierda! ¿ahora qué hacemos?", comentó Casilda sin pensar. Lissie se sacudió de los brazos de Elton y huyó por la puerta. Elton miró el vacío entre sus brazos, siguió con la vista la sombra de su ex chica y saltó fugazmente hacia afuera. "¡Eltooon!", le llamó inútilmente Casilda. Se quedó en el umbral, volteó para mirar a Claudio: "¡Mierda!", exclamó y corrió hacia el bosquecillo.
Claudio estaba confundido. Estaba solo allí con su compañero sacudiéndose a mil demonios sin saber la causa, ni la cura ni lo que debería hacer. Se acercó pronto al termo, cogió cuatro botellas llenas de cerveza, una se cayó al piso y se rompió. Claudio se dirigió también hacia la puerta. Afuera relampagueaba todavía. El chaparrón empezaba a gotear.

El baño de la fama
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

En el baño del centro comercial había una invisible batalla que los limpiadores emprendían con firme tenacidad. En sitios públicos de aquella naturaleza nunca escasean individuos que buscan una manera de pasar a la posteridad mediante el graffiti, graffiti imperfecto, sin mensaje genial, por supuesto; un nombre sin motivo, una acusación u ofensa, contra una nacionalidad o un equipo de fútbol, una broma, sugerentes propuestas e incluso una figura obscena, nada que destripe el cerebro. De cualquier manera, el bolígrafo o el pincel sintético sirven de armas fieras que atacan la pulcritud de la pared con objetivos cada vez más intrincados, a los que el paño mojado con detergente se apresura en contrarrestar. El encargado principal de limpieza estableció un tiempo una vigilancia constante para asegurar la misión, pero siempre, no saben cómo, se escabullía alguno, que en la privacidad del cuarto de evacuación se aprovechaba para infringir bajas traicioneras. Apenas dos o tres delincuentes consiguieron ser pillados con esta medida, pero no era la más eficiente. Por otra parte, no iba a aceptarse la solicitud de establecer cámaras de circuito cerrado sobre los retretes. Además, pintar las paredes del baño con firmas torpes no tenía una burocracia prescripta para castigar a los culpables. Estaba con esas meditaciones, mientras descargaba orina en el tarro, es simpática aquella expresión "cambiarle el agua al canario". Al abrir la puerta el brillo de los azules resaltaba el traje oscuro de una tropilla de usuarios. Los urinarios estaban ordenadamente ocupados, a un lado esperaban los siguientes reemplazantes. Misma situación podía verse en el área del lavatorio. Los tres grifos tenían sendos pares de manos que se lavaban ante el espejo humedecido de tantas salpicaduras. Los pequeños pasillos estaban atestados por esos tipos pertenecientes a alguna asociación o algo semejante. Pronto noté que eran deportistas. Todos llevaban una especie de traje negro, con señas orientales en la espalda. Hablaban entre ellos con entusiasmo, imbuidos en una camarería que recluía a cualquier otro usuario que se cruzaba entre sus charlas, posición en la que me encontraba irremediablemente. También esperaba lavarme las manos, así que esperaba con la subordinación que crea la mayoría numérica. En ello iban y venían, entre saliendo y esperando a que se salga, cuando hallé un espacio donde introducirme y librarme del paso central, extendí la pierna para alcanzar ese rincón, pero no pude ver que otro tipo tenía la intención de salirse de su lugar, así que mi pie alargado funcionó de trampa para su equilibrio, tropezó conmigo y con la precipitación inesperada, con los brazos sacudiéndose en el aire, más un alarido vergonzoso, el desconocido cayó hacia las baldosas menos relucientes, golpeando la cabeza contra el borde de un urinario, lo que asustó a su compañero, éste giró y le orinó sobre el pecho, aunque el accidentado seguía yendo en una lenta e inconsciente caída, que parecía poco preocupado por la agria bendición de su colega de equipo. Una nube de silencio rodeó en un instante todo el universo del baño, todas las miradas, con cejas arriadas, y los dedos indicadores señalaban al jugador herido como el centro de su atención. No tardaron en precipitarse unos cuentos en su auxilio, secundados por otros tantos; así también, no tardaron algunos en lanzarme miradas severas. "¿Está bien?", dijo alguien, con un tono lastimero, a lo que muchas voces salieron sueltas en desorden, señalando éste o aquel aspecto para el cuidado de ese hombre. Yo miraba la escena estupefacto, con la sombra de la incomodidad por causa de mi perjudicial movimiento. Esperaba que se me lanzara alguno con los puños adelantados, o con el pecho increpador aplastándome contra la pared, mientras me sacudía con insultos confusos y gritones. "El maestro está inconsciente", sentenció uno de sus asistentes arrodillados cerca del cuerpo caído. Los lamentos se elevaron como suspiros desesperados, que fueron molestamente cortados por el sonido del grifo abierto por mi mano. Unas dos docenas de pares de ojos se concentraron en mi posición, como el actor central de un teatro unipersonal. Por fortuna esa enojosa situación se alivió con la llegada de guardias del centro comercial, seguidos por limpiadores y un puñado de curiosos que suponían un tumulto peligroso desatado por alguna desigual pelea física. El guardia se metió en medio de todos, con la radio en la mano, por donde otro colega imperaba órdenes inentendibles. Yo encontré un sendero casual entre los atletas, así que me marché derecho a la salida, aún con las manos sin secar. El aire acondicionado del patio me devolvió un alivio, la sensación de haberme escapado de un embarazoso trance. En las noticias del día siguiente me enteraría que el jugador estrella de la Selección Nacional estaba lesionado de alguna gravedad, por lo que quedaba fuera de un torneo muy importante. Explicaron que tuvo un accidente durante una práctica muy intensa.

En la sala de cine se elabora un plan
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Las localidades en las que se exhiben películas tienen una reglamentación que prohíbe el ingreso de alimentos ajenos al de su administración. No comprendo del todo el motivo para esa imposición. Uno supondría que con ello evitan que los clientes metan comidas que ensucien los muebles, manchen el piso y provoquen una olorificación inadecuada mientras se observa un filme. Por otra parte, puede pensarse que se trata sencillamente de un plan para eliminar competencia en la venta de determinados comestibles de común consumo en los cines. Lo que suena bastante razonable. O quizá la cuestión pase por un sentido más ordinario, el de imitar el cartel leído por el directivo de la empresa cuando asistía a una sala ajena, previo a la inauguración de sus negocios en el ramo. Aún así, recuerdo que un señor, de irreconocible rostro en la oscuridad de la sala, manipulaba un grueso bulto sobre las rodillas, creo que una mochila hinchada. Se escuchaban un desenvolver de cosas, papeles arrugados, bolsitas abiertas, frascos destapados en el rincón del caballero. Iban desfilando una serie de reconocibles aromas. Una hamburguesa completa, estoy seguro que con choclos y salsa de ajo, más mucho picante; luego un lomito humeando, con una capa de cebollas cocidas, a lo que siguió el suave humillo de carnes cuidadosamente preparadas como relleno de empanadas. Una nube de olores de varias comidas sobrevolaba las butacas en remolino, mientras en la pantalla se presentaba una comedia nueva. También pudo percibirse un burbujeante vaso de gaseosa, el jamón y el queso derretido, agujereados por aceitunas duras, sobre la masa suave de una pizza; y más tarde la dulzona cobertura de una confitura de leche con coco rallado. Todo un festín. Algunos espectadores se daban cuenta del grosero atrevimiento de aquel señor, se movían en sus asientos y lanzaban comentarios intencionadamente acentuados que apenas dejaban al oído alguna clara sílaba, en medio de los diálogos de la película, y las risotadas de los sentados filas más adelante. Para algunos provocaba un hambre envidioso, mientras otros se tapaban la nariz por la desaprobación de platos considerados de escasa higiene, dadas las circunstancias clandestinas.

El héroe
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

El señor Bauhaus estaba en su habitación, sentado de espaldas a la puerta, discaba un número en su teléfono inalámbrico, pero cuantas veces lo intentara le respondía un error. Probó dos números más sin ningún éxito. Discaba con cuidado de no equivocarse en los dígitos, poniendo el tubo casi frente a la cara, y enseguida arrimaba al oído para verificar si había encontrado una señal. Casualmente una combinación lo conectó a una tercera llamada. Escuchó con curiosidad la conversación, sin intervenir, desde luego:
—..rla, me da rabia cuando la escucho... ¿estás? —dijo una voz masculina.
—...si. —respondió una voz femenina, entre débiles sollozos.
—No llores, eh. No me gusta que te portes así... tan niña. —se quejó el tipo— Ya demasiadas cosas tuve que soportar para que me vengas a dar más problemas. Esa perra cree que me puede poner a abogados en el camino, pero se equivoca. —siguió diciendo resueltamente, mientras la joven seguía gimoteando.
El señor Bauhaus se conmovió por haber interceptado una llamada que de alguna manera podría ser comprometedora. Prestó atención a las voces y posibles referencias para descubrir algo de conocidas en las personas que estaban hablando.
—Me duele mucho, papá... —protestó la mujer.
—Siempre sufre alguien. ¿Creés que así vas a arreglar... esta situación?
—No sé, no sé, ¡sólo quiero que termine!
—Mirá, si llegas a decirle algo a tu mamá... pobre de vos. —amenazó el hombre— Acordate que le tengo a tu hermano conmigo, así que por cualquier cosa que pase, vos vas a tener la culpa, ¿entendiste? —sonaba con irritación— ¡Respondeme, pelotuda! ¿entendés lo que te estoy hablando?
La chica seguía gimiendo, se notaba en su tono de voz cierta preocupación, un miedo. Pero la señal comenzó a irse, y las últimas palabras entrecortadas se escuchaban; el señor Bauhaus movía la antena del teléfono para no perderla, no tuvo suerte y ya no pudo escuchar.
Sin embargo, quedó preocupado por lo que había escuchado. Volvió a acercar el auricular por si había interceptado esa llamada. Dejó el aparato sobre la mesa, y se puso a mirar fijamente un punto en una pared alejada, pensando alejadamente en lo que podría estar sucediendo en esa relación familiar.
Una tarde el señor Bauhaus estaba leyendo el periódico sentado en su balcón. Era un pequeño rincón que tenían los departamentos de su edificio. Bien cabían un par de sillas, y en los bordes se acomodaban planteras para improvisar algún jardín, pero habían prohibido esa costumbre porque varias planteras cayeron por accidente de manera peligrosa a la calle.
Leyendo un artículo con interés estaba, cuando escuchó una serie de ruidos bruscos que provenían del balcón vecino. Cosas que eran arrojadas y se rompían, muebles que eran echados al suelo, un desorden terrible. Pronto llegó una voz de hombre maduro que gritaba una seguidilla de palabrotas y amenazas, mientras una voz más o menos infantil pedía disculpas apresuradamente.
—¡Carajo! ¡Vení acá te voy a arreglar! ¡Qué mierda! ¡No sabés hacer nada en esta casa! ¡No servís para nada! —decía la voz enfurecida.
—¡No, no! ¡Por favor, no! ¡Papá, no, ay, no! —respondía lastimeramente el niño, implorando.
El señor Bauhaus no podía ver nada, porque los balcones estaban separados por paredes. Pudo escuchar el sonido de una golpiza, entre maldiciones y lamentos.
—Tenés suerte que no te tire por el balcón, pequeña porquería. ¡Callate! ¡No quiero escucharte! —amenazaba la voz, el señor Bauhaus reconoció entonces al tipo que escuchó en el teléfono, era su vecino.
El niño lloraba.
En la mañana siguiente, el señor Bauhaus salió de su departamento para atender un pedido, porque él era plomero, labor que desempeñaba como distracción, puesto que ya estaba jubilado. Al cerrar su puerta miró fijamente la del vecino. Siguió el pasillo, en ese momento salía un niño por la puerta que él estaba mirando. El niño estaba vestido de escolar, llevaba una mochila en la espalda. Poco después de Bauhaus, éste subió detrás en el ascensor.
El señor Bauhaus estaba pensando en sus asuntos, así que no se percató de la presencia del niño. Pero cuando lo hizo, se puso a sospechar. Lo miraba de reojo, atendiendo la numeración del ascensor, que descendía. A rápidos vistazos pudo ver, o quizá fue sólo una ilusión por causa de la mala iluminación, de marcas en los brazos del niño, cuyas manos cruzaba delante. Inclinando un poco la cabeza le pareció encontrar más marcas dentro de la manga del cuello, quizá entre los cabellos. El niño volteó sonriente, tenía un ojo morado. El señor Bauhaus se vio sorprendido, saludó con una sonrisa forzada y desvió los ojos con inquietud.
Cerca del mediodía el señor Bauhaus regresó de su labor. Al abordar el ascensor coincidieron en subir con él un hombre acompañado de una adolescente. Bauhaus se quedó hacía el fondo, pudo ver que el tipo presionaba el mismo botón del piso al que dirigía. Los observó con cuidado, aprovechando que le daban la espalda. El hombre era alto, entrados en años, vestía una especie de traje, con cierta elegancia, aunque también le confería una cualidad hipócrita y arrogante. La niña parecía triste, estaba cabizbaja, vestía con bastante informalidad, con sencillez.
El hombre la miraba a cada rato, con cierto brillo en los ojos. Los dorsos de sus manos se rozaron un momento, él la acarició con un dedo, pero ella retiró la mano. El tipo demostró una miraba severa. Parecía que iba a decir algo, pero posiblemente se dio cuenta del señor Bauhaus y se detuvo. Para entonces él estaba convencido de comprender la situación. El otro día había escuchado la conversación de estas personas.
La pareja cruzó el pasillo. Ella parecía rendida a cierto desgano. El señor Bauhaus caminó con lentitud, atento a lo que veía. El hombre desllaveó la puerta de su departamento, ingresaron ambos y se cerró el acceso. Cuando Bauhaus llegó a su puerta, sacó la llave, distraído, preocupado por sus pensamientos.
Se metió en su habitación oscura. Se quedó parado cerca de la puerta, atendiendo a algún ruido del cuarto vecino. Se quitó el saco, tomó asiento. Siempre atento. No escuchaba nada. Se paró de pronto, pegó el oído contra la pared, pero tampoco logró escuchar nada de lo que sucedía al lado.
Entonces se dirigió al balcón, corrió la puerta, y las cortinas transparentes se desparramaron al suave viento. Afuera había sonido de tráfico, ruidos de ciudad. Se asomó levemente por la baranda, entonces pudo oír un débil llanto, que sonaba muy, muy lejano. Él se imaginó a la chiquilla. Asustado, se precipitó al interior de su habitación, se apretaba la cabeza, caminaba en círculos inquietos, fue a la cocina, se sirvió un vaso de agua fría. Se sentó a la mesa, aún atento al ruido que pueda escucharse. El viento sacudía las cortinas suavemente.
Tenía una mano sobre la rodilla, con la otra sostenía el vaso, apoyado sobre la mesa. Tenía la cabeza baja, estaba meditando. Imaginó entonces que buscaba su caja de herramientas, cogía la gruesa llave inglesa, descorría su puerta, con decisión se paraba ante la del vecino, la tumbaba de una patada, se dirigía con rabia hacia el dormitorio, donde la niña estaría desnuda en la cama, tapándose con la sábana arrugada, hundiendo la cara entre las rodillas levantadas y llorando, mientras su maldito padre se abrochaba los pantalones con satisfacción. En ese instante el señor Bauhaus levantaría su llave inglesa y le reventaría la quijada, sin darle ocasión de reaccionar, le daría un golpe tras otro, sin escuchar sus súplicas, desfigurándole la cara ensangrentada. Luego el maldito pervertido se quedaría inmovilizado, con el cuerpo medio metido bajo la cama. El señor Bauhaus soltaría la llave inglesa lentamente, como escapándole de la mano, y el sonido de su caída contra el piso se reproduciría estruendosamente en toda la habitación, como un eco. Con sus ojos fijos en el cuerpo, y una espantosa sensación de remordimiento carcomiéndole las entrañas.
El señor Bauhaus agitó la cabeza con rabia e impotencia, arrojó el vaso semi cargado de agua contra la pared, que se partió en múltiples cristales, que se esparcían por el piso, con un sonido que se repetía como un eco. Se tapó las caras con las manos, y la oscuridad de su habitación lo consumió, su corazón se oscureció, la vida se le oscureció.

La rabia
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Recuerdo esta fecha con rabia, con una bronca que me llena las venas. Esta es una fecha que no puedo olvidar, porque vuelve a evocar en mí una situación horrible como si hubiera pasado ayer. Sin embargo ya pasaron dos años, y mi rabia no disminuye, sino que la siento acumulándose con más fuerza, una rabia reprimida, una rabia de puro odio. Recuerdo que esta fecha está marcada por una noticia que sacudió el mundo. Parecía otro día normal, que transcurriría sin ningún sobresalto. Pero son en esos momentos en que la sorpresa cae iracunda sobre cualquiera. Muy temprano todos los noticieros transmitieron en vivo ese horrendo episodio, con imágenes tan crudas. Aunque no es aquello lo que se revuelve entre mis recuerdos y me llena de indignación. Es un momento tan desgraciado que no tiene testigos, ni nadie supo en los diarios. Esa mañana estaba en mi cama, aún dormida, cuando sentí entre sueños que alguien se acomodaba a mi lado. Desperté repentinamente y lo que se desarrollaba ante mí fue lo más doloroso que me ha sucedido. Estaba mi padre semidesnudo sobre mí, quitándome la bragas a la altura de las rodillas. Mi primera reacción fue de sorpresa, no comprendía lo que estaba haciendo, y lo siguiente fue desesperarme, zafarme de él, así que comencé a agitarme, pataleando y dando manotazos, intenté gritar, pero él se arrojó sobre mi cuerpo, apretó su mano sobre mi boca, hasta casi asfixiarme, con el codo me aplastó un brazo, mientras el otro era sostenido por su mano libre, mis piernas quedaron atrapadas por el peso de sus rodillas, sentía que su cuerpo me tocaba con repugnancia, se revolvía buscando el mío, mientras mis esfuerzos de resistencia parecían inútiles, enteramente sometida a su presión, hasta que pude librar una mano, le rasguñé lo que podía, agitando mi pequeño cuerpo con angustia para escapar de su abuso; cada segundo parecía una desgarradora eternidad y me hundía en una pesadilla que me tenía condenada a perder, hasta que él pareció rendirse, aflojó su ataque, me dio una bofetada muy dura, y abandonó presuroso mi lecho, balbuciendo maldiciones grotescos contra mí. Yo me sentí violaba, no quise ver a nadie, me encerré en mi cuarto por temor a que volviera y me hiciera cosas peores. Tuve mucho miedo. Quería estar muerta. Todo lo que me rodeaba me parecía oscuro y deprimente. Ese día perdí la confianza en las personas. Pasé semanas sin hablar con nadie, no salía, muchas veces no comía ni me dormía noches seguidas. Lloraba constantemente y hacía planes infinitos para sacarme la vida. Nunca volví a sentirme cómoda con su presencia. Trata siempre que fuera posible evitar cruzarme con él. Ni siquiera quería mirarle a la cara. Lo odio profundamente. Pero a él parece no importarle lo que estoy sufriendo. Es como si nunca me hubiera tocado, como si yo fuera un adorno, así que no me prestaba atención, y si lo hacía era para decirme comentarios sarcásticos o insultos delante de la familia. Por eso decidía encerrarme, no quería escuchar a nadie. Mi mamá se preocupó un tiempo por mi condición, me decía tras de la puerta que le dijera lo que tenía, que confiara en ella, que juntas iríamos al día siguiente a ver a un médico. Luego volvió a olvidarse de mí. También empecé a odiarla a ella. Pensar que hoy se cumplen dos años de aquella tragedia, cuánto desearía que sólo sea un sueño de terror y que despertará pronto. Todo cambió para mí, y nada volverá a ser igual, estoy segura. Ojalá pudiera huir de acá, de esta casa, lejos de esta mierdosa familia, fuera de este miserable lugar. No sé qué hacer, no conozco a nadie, no me animo a hacerlo. Todavía soy joven, pero ya estoy bien amargada, las cosas sólo pueden salirme peor. Ellos me ven como una inútil, creo que lo soy, nada de lo que hago me parece aceptable. Ay, cómo quisiera tener fuerzas para matarme, pero en eso también soy una inútil, una cobarde, no me atrevo a arrancarme la vida, a veces tomo un cuchillo y lo apoyo sobre mis muñecas, llegó a apretar lo suficiente hasta que una raya roja queda marcada, pero no me animo a más. A veces pienso también en matarlos, en darle su merecido a ese cerdo y, de paso, a esa imbécil que finge vivir una vida lujosa. Creo que nunca estuvieron enamorados, jamás los vi besarse. Estoy segura que hace tiempo que duermen en camas separadas. Tal vez ni sea hija natural de ese bestia. No sé qué carajo hacen juntos. El maldito es sabido que debe merodear burdeles, tiene alguna amante apática al menos. Uno de estos días van a llamar a avisar que encontraron su cadáver en un motel, muerto de un infarto. Yo que antes tanto me sentía segura a su lado. Le hacía dibujos estúpidos, no había padre más admirable. Y él ultrajó mi confianza. ¡Maldito cerdo! Sé que hace pocos meses quiso atacar a la empleada, ésta rechazó su alevosa propuesta y se fue enseguida de esta casa. Su esposa supo luego, pero prefirió no hacer caso, creyendo que así se evitaba peleas inútiles. Ella siempre tan boba, tan sonriente, me parece que nunca me sintió cariño, sino que me veía como una competencia, siendo yo apenas una niña. Por suerte se pasan el día fuera de casa, y casualmente pasan alguna noche acá. Cuando menos los veo, me parece mejor. Me ponen histérica. Pienso que quizá en unos años, si sigo viva, ellos serían unos viejos patéticos y entonces me vengaría de todo lo que me hicieron. Les daría una paliza muy dolorosa y los dejaría en la calle. Aunque temo que todavía tenga que esperar mucho tiempo. Sin embargo, cuanto más tiempo pasa, más se marcan en mi alma las cicatrices que mi familia me ciñe. Hace dos años que ellos murieron para mí. Hoy voy a celebrar ese horrible episodio, a mi manera. Encontré el revolver del cerdo, lo estoy acariciando entre mis manos como su fuera un diamante. No es ninguna idea nueva. Cuando regresen a casa —nunca llegan juntos— les dispararé según el orden de llegada. Luego quizá me mate, por fin, ya que mi dolor habrá terminado. Esperaré acá, en este sitio donde la desdicha nació en una fecha como hoy. Si no vienen hoy, vendrán otro día y los estaré esperando. Ojalá sea pronto, aún soy cobarde y temo que pierda valor, y los perdone.

Jornada de reparaciones
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Un fin de semana de verano fue la familia entera a la propiedad del campo para realizar las reparaciones necesarias. Se trataba de una casona rodeaba por un amplio patio, que daba a una calle principal de un pueblo cuyo nombre acababa de ser cambiado, aunque los pocos habitantes seguían acostumbrados al antiguo título.
La casa era víctima de un notable descuido. Mientras los hombres iniciaban la faena cambiando puerta y ventanas, sacando muebles al patio y reacomodando las tejas sueltas, las mujeres eran encargadas de barrer los pisos, sacudir los muebles, traer agua del pozo para el lavado así como las tareas de jardinería que fueran convenientes.
El padre de familia se entretenía pintando unos marcos de la fachada con barniz, silbando una canción bastante popular en sus años de juventud. Inadvertidamente un sujeto cruzó el portón de tablas, que estaba abierto porque era necesario arrastrarlo cada vez que se moviera, se acercó sin hacer ruido alguno, tocó el hombro al caballero y le sonrío cuando éste volteó. No fue sorprendido, por supuesto, le devolvió el mudo saludo y siguió pintando.
Más tarde, el hijo mayor había acabado de sepultar en el patio trasero los cadáveres de gatos que habían quedado atrapados en el aljibe, y se dirigió hacia el frente de la casa. Allí vio al extraño y a su padre juntos, aunque no se hablaban y ambos parecían distraídos. "¿Este?", preguntó el joven con mirada severa. "Ah, un vecino", dijo el padre, como si la pregunta hubiera sido una ridiculez. El supuesto vecino, flaco, con gorro y chaleco, tenía una pintoresca apariencia; inclinó la cabeza un poco y sonrió con todos los dientes, lleno de entusiasmo, con una de esas sonrisas que parecen forzadas; entonces metió la mano en el bolsillo, sacó una botellita, la destapó y bebió un sorbo.
"Está borracho, papá", dijo el joven. El padre apenas volteó, sin dejar de dar pinceladas contra la tabla de la ventana. "Ah", fue su respuesta.
El muchacho estaba incomodado por esa visita inútil, no quiso dejar a su viejo solo, así que tomó un rastrillo y removió las hojas secas del césped, levantando a cada rato la mirada hacia el invitado no invitado.
La calle que cruzaba delante de la casa era bastante ancha, de tierra, con cunetas a los lados donde un despacioso hilo de agua sucia se movía hacia un indefinido sentido, bloqueada por basuras y rocas en sus tramos. El patio estaba separado de aquel foso por una cerca de postes que mantenían cinco líneas de alambre de púas; pero que estaban flojas por el desgaste de los troncos.
Por la calle venía caminando un hombre, algo alto, gordo, tenía un peinado afectado, vestía mocasines, pantalón de vestir con tirantes, una camisa celeste manga larga y corbata oscura. Una camisilla interior se notaba entre los flancos sudorosos. El tipo sudaba como cerdo en el horno, y con justificada razón, porque estaba haciendo un calor terrible.
El vecino soltó una carcajada entrecortada, curvando el cuerpo y apuntando con una mano. El hijo mayor se asustó, apretó el mango del rastrillo, pero su papá se rió un poco, contagiado por el humor, pero siguió con su minuciosa tarea con el barniz.
El joven vio al hombre gordo en la calle, vio en él la causa de la espantosa carcajada del vecino. Le pareció grotesca la apariencia del mismo, vestido correctamente, pero tan desaliñado por el sudor y cierta sensación de incomodidad. Llevaba entre las manos juntas un paquete que cubría con todos los dedos y revisaba cada rato. Se dirigió al portón, puso los pies sobre el puentecito que cruzaba la cuneta, ya casi estaba dentro del patio.
El muchacho saltó hasta el portón, extendió el rastrillo de modo horizontal para cubrir el espacio de acceso, así detuvo a tiempo la intención del extraño, que se sorprendió por la medida, pero no hizo ninguna reacción ni dijo nada. Con la panza presionada por el mango de madera hacía una leve presión hacia dentro de la propiedad.
"¿Qué hace?", exclamó el mozo, pero el gordo parecía no hacerle caso y aún trataba de ingresar, como si aquel rastrillo fuera alguna rama de árbol que cubría su paso. El vecino se reía todavía, el padre miraba a ratos la escena y volvía a su tarea. "Es un loco", se quejó el muchacho, irritado. "Soy un ingeniero", comentó el gordo, entre sus respiros pesados y unos suspiros fuertes que manifestaban su enojo por no poder continuar.
De pronto el hijo mayor puso una mano en el pecho del ingeniero, lo empujó y aprovechó esa ocasión para cerrar el portón y juntar un gancho de alambre a un clavo curvo, que funcionaba como tranca. El hombre obeso dio unos pasitos de espalda, parecía estar perdiendo el equilibrio, apretó el objeto que tenía entre manos para que no se le cayera, su talón tropezó con el borde del puentecito y cayó estrepitosamente en la cuneta, hundido en el fango. Quiso levantarse enseguida, un resbalo lo colocó de nuevo en el hueco que su cuerpo estaba formando dentro del barro. Resbaló otra cuentas veces más.
Cuando por fin pudo salir de la cuneta, tenía los cabellos salpicados de barro, sus anteojos colgaban de una oreja, toda la ropa tenía la grisácea marca del lodo, chorreaba agua sucia por los codos, un zapato se le quedó atorado en el pozo, así su media daba la impresión de ser un pie alargado. Aún así se empeñaba en cuidar la cosa que portaba en manos.
"Tengo que reparar la ducha", fue todo lo que dijo. Se paró frente al portón cerrado, con el cuerpo ensuciado empezó a empujarlo, en tanto el vecino sacaba otra vez su botellita y bebía entre risotadas.
El joven, fastidiado, metió la punta del mango entre las tablas del portón, comenzó a hincarle al gordo en su panza. "Soy un ingeniero", declaró, como si fuera una carta de presentación para que le permita ingresar. Como eso tampoco servía para alejar al intruso, empezó a pegarle en la cabeza con el mismo palo, por encima del travesaño del portón, lo que animaba al hombre a reforzar sus embestidas.
Cansado el brazo de mover el rastrillo de esa manera, el joven extendió la mano para darle otro empujón en el pecho, la escena se reiteró. El ingeniero fue perdiendo el equilibrio, se derrumbó al borde del puentecito y se entregó a los brazos abiertos del barro, con un chapuzón ruidoso del agua estancada. Volvió a dar intentonas ridículas por levantarse, enterrándose aún más en la mugre húmeda.
Poco después una portentosa camioneta verde se detuvo ante la entrada de la casa, con el motor encendido. Dos sonrientes dependientes de la Administración Nacional de Electricidad descendieron, dejaron las puertas abiertas, asomaron donde estaba el ingeniero, lo sacaron del pozo con estirones, aunque teniendo cuidado de no ensuciarse demasiado las manos con el barro.
El gordo fue puesto en la parte de atrás, éste se sentó en el borde de la carrocería, extendió los brazos a sus lados para sostenerse. Enseguida los funcionarios se metieron al vehículo y arrancaron el motor. Una polvareda se levantó, cuando se disipaba ya se veía alejado el móvil público.
El joven miraba fijamente, destrabó el portón. El vecino se le acercó, le ofrecía su botellita. Respondió con una sonrisa forzada, tomó un trago rápido y gesticuló el rostro por el amargo sabor. El flaco personaje le miraba atentamente, recogió su frasco, inclinó la cabeza, soltó una risita y saltó a un lado, abrió el portón lo suficiente para salir y lo cerró detrás de sí.

Una incursión
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Un malabarista balanceaba pequeñas bolitas de fuego sobre su cabeza, a modo de hélices, caminando en medio de la fila de autos que aguardaba el reflejo verde del semáforo. Cuando cruzaba esa calle, uno de sus malabares golpeó el parabrisas de una camioneta, sellando una notable marca en la pulcritud del cristal. Creo que hubo un lío, estaba alejándome cuando se escuchaban gritos y bocinazos. Frente a una tienda de calzados deportivos una madre y su hijo contemplaban el escaparate con mudo entusiasmo, mientras el niño apuntaba a algo con el dedo extendido, su mamá abría una inmensa boca petrificada. A unos pasos de ellos, un licenciado hablaba fuerte por teléfono, acompañado de un abogado sonriente, no sé qué negocio multimillonario estaba arreglando con un tal Gustafson, que también hablaba fuerte y una voz metálica retumbaba desde el teléfono. Atrás quedaron con su gran negociado. Cruzaba entonces la fachada de un supermercado, una bola confusa de personas se trenzaba frente a una de las cajas, gente que se empujaba sin caer, en un tambaleo regular, alguna cajera atrapada en medio junto a un cliente desvergonzado que se resistía a soltar las manos de los senos de la dama, también un policía se reconocía en el enredo, su gorro acababa de saltar al suelo por algún manotazo. Por lo demás, las personas seguían gestionando sus compras con tranquilidad en las otras cajas en servicio. Noté que las cajeras lucían un uniforme nuevo, que consistía sólo en corpiño, una faldita roja, medias blancas hasta las rodillas que seguían en ligas por los muslos. Creo que algún cliente se habría quejado de la atención y la escasa sensualidad de las cajeras: "Quisiera sean más atractivas y tengan menos ropas, porque luego fantaseamos con ellas". Luego vi a una hermosa joven concentrada frente a una tienda de adornos para escritorio, estuve mirando un buen rato su perfil, hasta que conseguí que me mirara, clavé mi pupilas en las suyas en profundidad, hice que se sonrojara en una milésima de segundo y me desvié repentinamente, satisfecho de la incursión.

La limosna amarga
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

En la oscuridad de la habitación sonó el despertador. Carlos despertó, encendió el velado, lentamente se levantó, aún somnoliento. Fue al baño, se lavó la cara. Media hora después estaba aguardando el bus, aún no salía el sol. Cuando el transporte se detuvo en la parada, las luces de sus ventanas alumbraban la vereda. Un puñado de gente mal dormida estaba disperso en los asientos. Durante el viaje, Carlos acomodó su maletín sobre las rodillas y se durmió con la cara contra el cristal. Mientras iba clareando el día, el bus se desplazaba hacia el centro de la ciudad, los pasajeros subían, colmaban el pasillo, bajaban, sobraban asientos libres. Un niño subió, de apariencia desaliñada, fue repartiendo tarjetas a los pasajeros. Carlos seguía dormido, el niño dejó una tarjeta sobre su maletín. Luego el joven volvió a recorrer el pasillo, la mayoría le devolvía su tarjeta. Llegó hasta Carlos, le jaló de la manga, éste se despertó, algo desorientado. Vio al niño, levantó la tarjeta: "Somos cuatro huérfanos. Necesitamos comer", decía; buscó dinero en su cartera, se lo dio y el niño se fue. Poco después él bajó y se dirigió a su trabajo.
Ya había oscurecido cuando Carlos volvió a su casa, que también estaba a oscuras. Puso la llave en la puerta, al abrirla estiró una mano contra la pared para encender un foco de la casa. Para su sorpresa lo aguardaba sentado al lado de la cama un tipo gordo de lentes negros.
—¡Pero! ¿Quién es usted? ¿Qué hace en mi casa? —exclamó Carlos.
—Carlos Benítez, ¿es cierto? —respondió el desconocido, sin moverse de su lugar.
—Sí, ése es mi nombre. ¿Y usted quién diablos es? Explíqueme.
—Sr. Benítez, soy agente de una oficina estatal nueva. Debo hacerle una pregunta...
—¿Cómo? No comprendo de qué se trata.
—Confiese, Sr. Benítez, ¿realizó una limosna? —preguntó el agente.
—¿Limosna? ¿Pero qué es ésto? No hice nada.
—Tenemos pruebas, Sr. Benítez. Usted infringió un reglamento, Sr. Benítez, así que mi encargo es notificarle que su casa está confiscada.
—¡¿Mi casa confiscada?! ¿Qué significa eso? —dijo Carlos, exaltado.
—Significa... que su casa fue confiscada por la Oficina.
—¡Qué! ¿Me quitan la casa?
—Sí, pero puede seguir viviendo acá. —comentó el agente.
—Estoy completamente confundido...
—Somos estrictos en la aplicación de nuestras leyes, Sr. Benítez. Ahora debo irme, todavía tengo trabajo qué hacer. —indicó el agente y se fue.
Al día siguiente, Carlos inició su jornada como cualquier otra. Al abandonar la casa, un cartel se destacó en su puerta. Con grandes letras decía "CONFISCADO". Carlos se sorprendió del aviso, aún no comprendía la extraña visita de anoche, empezaba a creer que lo había soñado, pero el letrero despertó sus dudas. Pese a ello salió como siempre a esperar el bus.
Durante su descanso de mediodía, Carlos fue a almorzar a un bar cerca del trabajo. Se sentó en una mesa, cerca había un televisor colgado de la pared que sintonizaba el noticiero. Carlos eligió un menú, que una mesera no tardó en servirle. "Esperá", dijo Carlos cuando ésta se iba. Metió una mano en el bolsillo del saco y entregó la propina. La mesera sonrió y se fue.
Carlos empezó su almuerzo, cuando en la entrada del bar apareció el agente gordo de anoche, vestido de igual modo. Lentamente se acercó a su mesa, apoyó las dos manos sobre la mesa, se inclinó un poco y habló.
—Sr. Benítez, temo que debe acompañarme.
—¿Cómo? ¡Estoy almorzando! —se quejó Carlos levantando una cuchara cargada.
—Sí, Sr. Benítez, pero es importante que me acompañe ahora mismo.
—¿No puede esperar? ¿Quiere sentarse y servirse algo?
—No, Sr. Benítez. Le pido que se levante. Debe venir.
—¿Pero qué hice?
—Sr. Benítez, no estoy autorizado a dar respuestas, hablándole demasiado ya está fuera de mi encargo; pero sabemos que realizó una propina.
—¿Qué tiene de malo?
—Somos estrictos en la aplicación de nuestras leyes, Sr. Benítez.
—¡Demonios! Iré a esa Oficina y me quejaré de estas molestias. —exclamó Carlos, abrumado, y se levantó.
Ambos salieron del bar, subieron a un auto estacionado delante.
—Me encargaron de notificarle que tiene un interrogatorio, Sr. Benítez. —comentó el agente mientras conducía.
—Ah, con que un interrogatorio.
—Así es, Sr. Benítez, por lo que está arrestado mientras se resuelva su caso.
—¡¿Me arrestan?! Jaja, ésto debe ser una broma.
—Está arrestado, Sr. Benítez. —repitió fríamente el agente.
—¿Me tendrán encerrado?
—No, Sr. Benítez, usted puede seguir haciendo las cosas que hace todos los días.
Entonces el auto se detuvo ante el semáforo en rojo. Un muchachito se acercó rápidamente y lavó el parabrisas. El agente no hizo ningún gesto para evitarlo. Al concluir su tarea se acercó a la ventana y alargó la mano. El agente parecía impasible con ambas manos apretadas al volante. "Rayos", farfulló Carlos, rebuscó alguna moneda para darla al joven limpiador de cristales.
—Sr. Benítez, acaba de transgredir los límites establecidos por nuestra ley... —explicó el agente sin voltear la cara. El semáforo ya permitía el paso.
—¿A qué ley se refiere? ¿Quién demonios es usted, en realidad, y esa Oficina?
—Soy un agente. Estamos cumpliendo con tareas que nos encarga la Oficina.
—¿De qué se trata?
—No estoy autorizado a dar respuestas. Existen otros funcionarios dedicados a esa tarea. mi deber es verificar la aplicación de las leyes, Sr. Benítez. —hizo una pausa— Su caso, Sr. Benítez, alcanzó el último nivel de tolerancia.
Carlos quedó dubitativo. El auto continuó un largo trayecto, fue hasta las afueras de la ciudad, ya estaba oscureciendo cuando el vehículo se detuvo a un lado de la carretera. El agente despertó a Carlos y le ordenó que baje. Era un sitio apartado, en medio de un monte. Ambos se alejaron un distancia del auto y rato después regresó sólo el agente. Subió a su auto y partió de allí.
Al día siguiente, una familia indigente esperaba frente a la casa de Carlos. Pronto llegó el agente, vestido siempre igual, con los lentes oscuros, y los saludó inclinando un poco la cabeza. Entregó una llave a la madre del grupo y declaró rápidamente:
—Me disculpo por el retraso. Me digna hacerle entrega de su nueva vivienda, en nombre de la Oficina. Pronto tendrán empleo. Ahora tengo que irme, porque tengo mucho trabajo que hacer.
El agente se fue inmediatamente, mientras la contenta familia ingresaba a su nueva casa.

Madurez anticipada
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Me dijeron que, pese a mi juventud, aparentaba tener al menos cinco años más, por causa de una serenidad metódica y una seriedad quizá impropia todavía para mi edad. Me calcularon la extensión de vida hasta el nivel en que los hombres se supone que alcanzan su máxima madurez. Tal vez haya madurado antes. Ahora cada vez será un mayor desafío, las puertas hacia un rumbo cualquiera se definirán en esta década. Quizá termine otro calendario sin valor, decida arrojarme al mar, en un viaje por tierras impensables para mi linaje, en un pretexto ambicioso por huir de la biografía olvidable y acomodaticia. Tengo el poder de otorgar eternidad con mi pluma, pudiera terminar este vuelo fuera de las tinieblas para alcanzar una luminosidad que brille más allá de mi fin.

El paseo central
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

el paseo central se convierte en una estafa, elevado sobre el pavimento entre dos sentidos hostiles, acumulando en sus bordes una arenilla sucia, encrespada de basuras, frutas podridas, fragmentos de vidrios y el plástico carroñero; una caja muerta, con las entrañas rotas, se inclina grotescamente en su abandono, más allá un neumático perdido duerme, flotando en su única vena húmedas colonias de mosquitos; hay palos astillados, hay hierros de misteriosas formas, y también hay bidones grasientos, hacinados testigos de fallas mecánicas y de choques, y de choques sangrientos; millares de huellas se anulan mutuamente en la corteza del asfalto, llantas de ambulancias retrasadas, autobuses sudorosos, camiones oxidados, coches eróticos, familias adormecidas y soldados retirados transitan anónimamente, junto a asesinos con licencia, domésticas ingenuas, oficinistas deprimidos y parejas peleadas; un pequeño rectángulo de tierra seca marca la sepultura de algún arbolito, sigue una sillita mugrienta, donde descansan los mendigos con sus infantes, al lado de un letrero descarado, que interrumpe el paseo para anunciar alguna miserable gomería o peluquería; luego se termina, se corta como una isla, encuentra su frontera con una calle anegada, donde un istmo se corona por la columna del semáforo, de desteñida pintura y de faros agujereados a pedrazos o balazos, descuidado concertista de bocinazos, chirridos y violentos estruendos de las colisiones.

La fiesta de cumpleaños
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Esteban y Lorenzo estaban despatarrados en los sillones, mirando hipnóticamente el televisor, sin hablarse. Un tercer amigo empujó de repente la puerta e ingresó con los brazos colmados de cajas de cervecitas. El par de muchachos despertaron de su sopor, saltaron de sus lugares para tomar alguna caja, mientras saludaban efusivamente a su compinche. Estaban listos los preparativos para la farra. El recién llegado se sacudió las manos con entusiasmo. Esteban empezó a romper las cajas para cargar las latitas en un termo lleno de hielo. Un suave humillo asomó por una puerta, Lorenzo se fue a mirar qué tal estaba asándose la carne. Mientras el encargado de la bebida se acercó al equipo de sonido y buscó alguna buena canción en la radio. Este año estaban preparando una fiesta de cumpleaños con todo.
Lorenzo volvió y se sentó otra vez. Esteban ya no pudo cargar más latitas por falta de espacio, así que dio por terminaba su colaboración. Destapó una lata, todavía tibia, que fue ofreciendo a sus amigos, que rechazaron con un gesto de mano. El tercer personaje también se sentó, no encontró nada interesante, así que apagó la radio. Seguía rozándose las manos, como si tuviera frío, aunque no hacía; mirando fijamente de los demás. No se dijeron nada. Esteban y Lorenzo volvieron a mirar el televisor, aunque esta vez se concentraban en un lento zapping.
Se escuchó un fuerte estruendo a pocas calles o casas de dónde estaban. Como una explosión. Unos cuantos disparos sonaron a lo lejos, enseguida. Los tres se alertaron y levantaron el oído. Poco después el sonido de unas sirenas llegaba escandalosamente.
Esteban y Lorenzo se pararon de pronto, fueron a la puerta de entrada y salieron a ver. Su compañero se quedó sentado, aún prestando oído a algún ruido inesperado. Algo terrible acababa de suceder muy cerca de allí.
Regresó Esteban, levantó los hombros como señal de no comprender lo que pasó, se sentó otra vez, como si nada. Su amigo le miraba compasivamente, como si ello sirviera para averiguar más.
Un instante después volvió Lorenzo, algo exaltado. Había dejado la puerta abierta, fue hasta la rato y buscó alguna emisora.

"...cial, un informe de último momento: hace instantes un espectacular atraco a un supermercado derivó en una persecución policíaca. Los criminales trataron de fugarse en una camioneta, pero chocaron, a la altura de la calle Acceso Sur, del barrio Tres Bocas. Hubo una balacera con la policía. Hasta ahora reportan cinco heridos. Dos de los fugitivos escaparon en el vecindario. Las autoridades policiales estaban emprendiendo un rastrillaje en la zona. Se ruega a la población mantener la calma, encerrarse en sus casas y avisar de cualquier sospechoso. Más adelante tendremos más noticias..."

Lorenzo apagó entonces la radio. Fue cautelosamente hasta la puerta, la cerró y aseguró con llave. Volvió a su lugar. Los tres se quedaron en silencio. Se miraban entre sí con cierta preocupación. Esteban miraba hacia las ventanas a cada rato.
Un fuerte golpe en la puerta los estremeció a los tres amigos. Quedaron helados en sus asientos. Esteban y Lorenzo no quisieron atender el llamado. Así que el otro se levantó lentamente, con pasos pesados llegó hasta la puerta, dudó en tomar el picaporte, cuando lo sobresaltó otro ruidoso llamado. Destrabó la llave con cuidado, abrió apenas la puerta, tragando saliva.
"Buenas noches, vengo de la Comisaría. No quería preocuparles de nada. No sé si están enterados de lo que pasó. Tengo que preguntarles si vieron algún sospechoso en los alrededores", se presentó el oficial. El interrogado movió la cabeza negativamente.
"Bien, si ve algo sospechoso no dude en llamar a la policía. Le recomiendo que cierre todas sus ventanas y puertas con doble llaveado. Buenas noches", se despidió el uniformado.
La puerta se cerró, con el doble llaveado recomendado. El joven fue hacia el termo, se sirvió de una cervecita y se sentó, sostuvo la lata en su mano, extendida sobre el respaldo lateral del sillón, sin beberla, en una pose meditativa.
Esteban siguió bebiendo de la lata que había sacado antes. Lorenzo tomó el control remoto y se puso a cambiar los canales.
Unos segundos más tarde, se escucharon en el fondo de la casa los ladridos de perros desesperados, se escuchó un ruido de algo que saltaba y caía estrepitosamente. Los tres amigos levantaron el cuello, preocupados. Como empujado, ingresó un tipo de paso tambaleante, cabizbajo.
Los tipos salieron enseguida del asombro, fueron a rodear al tipo, le dijeron en coro "¡Feliz Cumpleaños!", y le saludaron efusivamente con estrechamientos de manos elaborados y abrazos ruidosos, mientras sonreían y el agasajado recibía una lata de cerveza, que Esteban acababa de arrojarle a sus manos desde el termo abierto.
Los tres amigos fueron hacia la parte trasera de la casa, el cumpleañero se quedó en la sala, quitó un revolver que llevaba oculto en la cintura y lo metió bajo el almohadón del sillón. Se sentó encima. Sus compañeros volvieron portando bandejas con asado, ensalada y pan, que pusieron en la mesita del medio. Tomaron sus lugares y empezaron a comer animosamente.
"Ah", dijo, "está en la cocina ...aproveché la confusión para sacar dos cajones de un supermercado". A lo que respondieron con ruidosa aprobación por su ingenio.

Esos
(Carlos Miguel Giménez O.) [spleen2008@hotmail.com] [cmgo1979@yahoo.com]

Finalmente salió publicado mi artículo tan aguardado. Cuando llegué a la redacción me felicitaron por la notable publicación que llevaba mi firma. Yo no me sentía bien, me asqueaba la idea de ver ese artículo, de recordar que lo escribí y coroné el final con mi clásica firma. Algo me decía que no era lo correcto, por lo que todos estaban participando inconscientemente de la farsa. Me puse a pensar en los lectores, creo que muchos de ellos estarían motivados por alguna satisfacción fantasmagórica, pero no era a esos los que necesitaba. Sino a aquellos resentidos que despreciaban cualquier mal intento irónico, con preciosas construcciones vacías de contenido, en fin, toda un producción cuidadosa que ocultaba algo que escapaba de la sanidad mental. Casi hasta el final de la jornada seguían alabándome, y formaban grupos en los pasillos en los que comentaban el material con entusiasmo. Pero, para fortuna personal, en el siguiente día ya no hubieron saludos especiales, el instante ya quedó olvidado, preparado para sepultarse por toneladas de nuevas noticias. Es más, surgieron algunas referencias indirectas por lo desacertado que algunos puntos de mi labor pecaban, cuando se acercaron a comentarme opiniones que escucharon el día pasado en la calle. Fue un alivio conocer algunas escaramuzas de esa gente reaccionaria, que no acepta nada por la simple apariencia, ni la pretendida profundidad, sino que rechazan todo sin argumento y empiezan a buscar el lado positivo a la multiplicadas caras de negatividad. Finalmente, mi jefe me llamó y emitió una crítica que dijo haber meditado con detenimiento. Para empezar señaló que habían aspectos exagerados, innecesarios para la dirección del artículo, que le otorgaban un toque de saña. Entonces atizó la leña para lanzar más combustible, al indicar que poseo un notable talento de redacción, una buena inteligencia, con una capacidad para ver cosas específicas y una sensibilidad única, a lo que debería sumar el cultivo de la amistad, para no caer en extremos perjudiciales, y mantener de esa manera mi expresión en una situación objetiva y con credibilidad más adecuada. Los consejos me apuñalaron el ego, aunque también fueron como heridas salvadoras, que venían a librarme del éxito de lo detestable. Ese día odié todo lo que producía, me pareció mediocre el conjunto completo de mi obra y maldije toda la necedad que me lleva a escribir líneas sin motivo aparente.