sábado, 23 de agosto de 2008

El inevitable estremecimiento sombrío

Segundas intenciones
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

todo consiste en que me leas,
que creas comprenderme a través de cada línea,
parece sencillo,
mi alma parece notarse a simple vista,
abierta como la puerta de una despensa,
de donde podrías sacar las mejores cosas,
incluso podrías ir al fondo de la tienda,
buscar huellas,
intentar descubrir esas maléficas sombras
que creías ver detrás de los cristales,
a veces es tan fácil atraer a las presas
hacia las trampas más peligrosas.

Crudeza
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

aquella niña tiene los ojos enamorados,
parece flotar encima de la arena,
los charcos y los gatos atropellados,
el olor de la autopista no le pica en la nariz,
las luces fuertes ni los bocinazos histéricos crispan a su alma,
se presiente a la distancia,
su corazoncillo está embebido de una nueva sustancia,
la locura del primer amor,
la droga que vuela como mosquito sobre una vena,
así cualquier canción dulce parece un poema de su fantasía,
palabras enternecedoras que se recitan a su oído,
por animales fantasmales que rondan en la curva de la muerte,
pobre niña,
qué desdicha te empieza a deslucir tu juventud,
el veneno del querer inútil te muerde la piel,
ese aprecio hacia seres violentos,
hacia hipócritas rostros de decadencia,
que se aprovecharán de tu inocencia,
descenderán desde sus autos y te llevarán lejos,
al país del dolor y la mancha del mal recuerdo.

Una invitación a pasar la tarde
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

Querida mía:
Me encanta tu idea,
a mí también me agrada el atardecer en la playa.
Muchas veces me quedo en mi cuarto,
sin descorrer las cortinas
y llega desde el mar el murmullo del oleaje,
mientras las franjas anaranjadas del día cruzan mi oscuridad.
A veces la vista se me desprende hacia un panorama ardiente,
veo el horizonte fundido en el rojo vivo del mar fragmentado,
innumerables vidrios de agua brillante,
que palpitan.
Y así,
mi querida,
me llega la melancolía,
la invalidez de mi espíritu,
un desconsuelo infinito que me atraviesa el pecho
con un puñal de fuego.

El inevitable estremecimiento sombrío
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

No me olvides,
apaga la radio,
déjame anidarme entre tus brazos,
ya conozco la traición,
pero no importa,
nunca importó,
ya habrá tiempo de llorar,
de sufrir por dentro con el dolor de balazos invisibles,
tu mirada cae pesada al suelo,
no existe nada que buscar,
ha quedado vacío el rincón de siempre,
secaron el lago,
capturaron a los cisnes y los degollaron,
removieron las rocas,
derrumbaron los árboles y quemaron el pastizal,
se fue nuestro lugar común,
solamente queda ese cielo,
que ahora está tristemente oscurecido,
las flores en tu pelo se deshojaron,
tu maquillaje se deshizo sobre tus mejillas lloradas,
apenas un aroma frágil se desprende de tu vestido,
y con eso me conformo,
me quedo atado a vos para siempre.

Pecadores
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

yo soy el que te seduce inexplicablemente
el que es capaz de arrancarte de los brazos
del amor de tu vida
te tiento y me tientas
me llegas a bautizar bajo el nombre del pecado
me obligas a convertirte en un amante fiel
me engañas con tu novio
que no sabe de nuestras travesuras;
al borde de tus ojos brilla una lascivia
pruebo tus besos prohibidos, ajenos,
es una delicia esto que cometemos juntos,
te hago feliz a mi manera,
estamos condenados, mi amor;
chocan nuestros infiernos
y nos convertimos
en diablillos terribles.

La belleza no tiene por qué
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

todo está bien,
me siento tan maravilloso,
la lluvia cae lentamente,
que parece descender flotando,
y es hermoso,
es irresistible mirar por la ventana,
estallar de emoción,
sentirse rodeado de una paz inmensa,
mientras el florero se rompe lentamente,
las flores se derrumban con suavidad,
se llena la habitación de pétalos,
entonces mi alma reboza de entusiasmo,
la felicidad no parece lejana,
el instante en que suena el disparo,
miro en derredor,
todo gira con lentitud apacible,
ya no tengo miedo,
cuando se desploma la vida
al final de la vida,
no importa,
me siento tan afortunado,
que quisiera llorar como un niño.

Jolgorio en el barrio
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

cerraron la calle,
pusieron los altoparlantes,
las banderillas de colores
colgaban de los balcones y tejados,
alguien se paro sobre una silla,
los jóvenes se mezclaron,
el baile apretado,
la música estridente,
la festividad candente,
el vecindario se divertía,
se excedía,
los vasos chocaban,
desbordaban burbujeantes,
alguien gritó pero nadie le hizo caso,
las patrullas atropellaron el cordón de tambores,
los agentes apuntaban con rigidez detrás de sus puertas,
cerré la ventana y me acosté para tratar de dormir.

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