sábado, 6 de septiembre de 2008

cuentos sin descuento 2



Una cita con el tenista famoso

(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

lucy nunca tuvo novio. pero era afortunada. tenía una cita con el popular tenista, que había salido en televisión hace pocos días, llevaba ropa muy cara y ganó algún torneo importante para el país.
el coche deportivo se detuvo frente a la casa de lucy. ella salió, fue recibida con un beso en la mejilla. él le abrió la puerta y se marcharon.
esa noche salieron a comer en un lujoso restaurante, luego fueron a bailar, bebieron cosas caras y bailaron un poco más. nadie usaba reloj en aquella disco tan brillante.
más tarde volvieron a andar en el coche. el tenista la llevó a un sitio donde se podía ver la ciudad por la noche, con las luces tan lejanas. extendió su brazo por detrás del cuello de lucy, acercó el rostro de ella al suyo.
entonces lucy posó también su mano en la nuca del tenista. al hacerlo presionó por equivocación una vértebra-botón. el tenista se apagó. sus ojos se cerraron, cesó de respirar, sus brazos se desplomaron a sus lados. se fue la luz de su piel. de su rostro pareció desprenderse una mascarilla, mostrando la serie de circuitos y cables que formaban las gesticulaciones de su cara.
la joven estaba espantada. saltó contra el respaldo soltando un grito mudo. observó paralizada por unos segundos cómo su compañero de cita terminaba de desconfigurarse. repuesta de su sorpresa, salió del coche, miró en derredor y se puso a caminar de regreso a la ciudad. mientras iba en camino, lucy meditaba que no necesitaba salir con chicos de éxito fácil. siempre esconden algo.

la niña de la calle
(Carlos Miguel Giménez O.) [cmgo1979@yahoo.com]

cuando macarellina cumplió 12, ya llevaba tres años de trabajar en la calle, pasado algunas noches acurrucada en algún rincón libre. ella vendía baratijas en la calle, ayudaba a su familia, que también vivía en la calle. a veces limpiaban autos. sus hermanos mayores cometían pequeños robos a veces.
cierta tarde se detuvo en la fila detrás del semáforo en rojo un automóvil muy llamativo. macarellina se posó frente a la ventana y ofreció naranjas. dentro del vehículo lujoso viajaba una pareja de ancianos. la vieja le sonrió y compró sus naranjas. luego la invitó a subir, para llevarla a dar un paseo y darle de comer en algún buen sitio.
ella no tenía nada que hacer, entonces abordó en la parte de atrás del auto. los ancianos estaban tan animados, sonreían y escuchaban música jazz. la vieja estaba masticando una de las naranjas. macarellina estaba mareada por causa del perfume que se respiraba dentro. habían levantado los cristales y puesto la ventilación. el clima era tan acogedor.
cuando la niña despertó se sentía desorientada. la viejita se sentaba a su lado, siempre tan sonriente. la joven lucía tan limpia, fresca y llevaba un bonito vestido.
—No temas, niña. ahora estás limpia, fresca y llevas un bonito vestido. —saludó la anciana con un tono tan amable— pronto traerán de comer.
poco después asomó la azafata, que quitó de un carrito unas bandejas llenas de deliciosos platillos y las colocó en la mesita desplegable del asiento delantero. por la ventana podía verse el aeropuerto. el avión despegó.

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