martes, 19 de octubre de 2010

estamos bien en el refugio

saliendo inmune de la tienda de regalos

al despertar voy a escribir lo que soñé
estaré meditando frases para que me citen
inventando cánticos para las barrabravas
un poema para cada nombre de mujer
un homenaje a cada fecha patria
para cada segundo alrededor del planeta
una letra para todos los ritmos
una rima para el lenguaje con señas
una obra para cada concurso del año
trastornado por la resaca de la trasnoche
o el furor de una día sin fin
influenciado por ti
desinspirado
intratable
mirando el reverso de una foto
o un televisor abatido

funny as hell

sabés qué es tan gracioso
hace mucho que me estás gustando
y un día descubro un talento desconocido
ni siquiera renuncio al trabajo
simplemente ya no regreso nunca más
casi por accidente me sorprendo un superpoder
que primero me compre carretillas y palas
para acarrear el dinero al sótano y a la piscina
todo se reduce al precio en la botella
se simplifica en el corte del pez globo
en confesarse culpable o admitir la locura

estamos bien en el refugio

estamos bien en el refugio los seis mil millones…
algunos bajaron de peso y otros se volvieron pálidos
están los que enfermaron debido al aire o la noche
los que se infectaron con la muerte por accidente
estamos fanáticos del dólar o el Real Madrid
ansiosos por saludar a la abuela por televisión
a algún rescatista lo mataron para adorarlo
pero nos mantenemos siempre activos
unos pocos formaron imperios o medios de comunicación
están los que improvisaron la bomba atómica
o modernizaron las agujetas de los zapatos
los compañeros se dividieron en naciones y sectas
nos organizamos en jerarquías y modas
algunos pudimos haber perdido la cabeza o la vergüenza
sin embargo no perdemos la esperanza,
señor presidente

cartílago (intermedio)

una columna de 5.000 periódicos
una escalera de burbujas
una maqueta de Clorinda con huesos de pollo
una peluca con los cabellos que se pierden en las cañerías
un poema con palabras dichas por distracción
el hecho de extrañar demasiado
o de desear a partir de la malicia
las pilas exiliadas en el techo
el contrabando habiendo viento sur
la agotadora excavación de un río artificial
hasta los días en que las miradas excitaban
o el eco de una roca al despeñarse
fin de intermedio

rocío Núñez se sentó a mi lado

supe que no había leído el libro de la revista
el paraíso no estaba en la otra esquina
yo que sé hacer reír a una modelo
para lo que soy bueno
mientras la cápsula se sembraba en la roca
y el tiempo alcanzaba una positiva salida
a veces quisiera estar en ese mismo vehículo
esa misma oportunidad de rodearte el abrazo
sin enigmas y despintando metáforas
todo es mentira hasta el fin
saliendo a la superficie o profundizándose
huyendo del agobio o desentrañando la imagen
hasta que vuelvas por la mañana

el Oscar a Mejor Fotografía (intermedio)

un vaso de agua congelada en la mesita
un espejo en la tapa de un ataúd
un sólo día de vacaciones en verano
un vestido rojo en el banco de sangre
un micrófono en el ala de un avión
un acertijo en el reverso de la etiqueta del vodka
el mapa de marruecos en el techo de un monasterio
la marca de un beso en la solapa de un traje
un florero en el balcón de un trasbordador espacial
un neumático en la cintura de un árbol
un candelabro perdido en el fondo del mar
el servicio de peluquería para mascotas
un número telefónico en la pared de una caverna
el estado de inconsciencia al hacer historia
el amor deshecho

jueves, 14 de octubre de 2010

El minero 34

¡Qué carajos!, exclamó Reinaldo. Su compañero ya le daba la espalda, casco en la mano, diez metros lejos: Vamos a emborracharnos, huevón, le dijo.
La extraña imagen se cruzó justo cuando se apagó el panel de control del Fénix 2; el técnico, se vio solo en aquel desierto, la mayoría de las luces se habían apagado y el jolgorio se escuchaba distante.
Dudó. Rojas, ¿salieron todos po?, llamó por radio. Medio minuto después: Oiga, caballero, vengase ya a la fiesta, po.
Ya nada se grababa allí, y Televisión Nacional estaba trasmitiendo la fiesta con empanadas y vino en el Estadio Nacional. Como un eco se escuchaba el grito eufórico del “chi chi chi le le le…”.
El técnico miró el túnel silencioso a unos cuantos metros, la cápsula estaba abandonada a un lado. ¡Qué carajos!, se dijo a sí mismo.
Lentamente se fue acercando al hoyo, una oscuridad de 700 metros. Sintiéndose algo estúpido, se llevó el casco a la mano, se arrodilló al borde y pegó el oído al abismo: Silencio, un viento frío susurraba entre los brazos hidráulicos.
Cuando le sorprendió algún supuesto ruido, se le deslizó el casco por el ojo ciego del túnel; ya no pudo atraparlo, y un puñado de tierra acompañó la caída. Ni cuenta se dio de que habían pasado minutos, tocó fondo.
Allí le atravesó un eco fantasmal. ¡Qué carajos!, pronunció con susto mecánico.
Corrió hasta la consola del Fénix y apresuradamente la encendió, el monitor le devolvía la imagen más negra que el alma de un condenado. Subió el volumen al máximo, y escuchó atento el zumbido exagerado del vacío.
Sus ojos, cansados, irritados, no pestañearon durante dos minutos, sólo percibía el polvo de la nada flotando tenebrosamente.
Entonces escuchó un ruido, apenas un ruidito, breve, inexplicable.
¿Está bien? ¿Puede responderme?, preguntó al micrófono. Tras unos tensos instantes, el sonido de la roca quebrándose arrasó en los parlantes.
Reinaldo no dudó en accionar otra docena de controles, operó el brazo para levantar la cápsula y ubicarla sobre los labios del hoyo del rescate.
Sin casco, se aseguró dentro de la cápsula, y dio la orden de descenso en el control remoto, antes de cerrar la compuerta, justo cuando el resplandor de la superficie le rozaba el rostro.
Los matices de la pálida luz iban desapareciendo en las paredes del metal. Reinaldo aún no tomaba conciencia de su impulsiva reacción, respiraba agitadamente, los nervios le latían cada vez más fuerte en las sienes.
Se hizo la oscuridad absoluta.
Atrapado en ese ataúd salvador, trataba de adivinar las irregularidades de la roca. Pero estaba ciego. Acarició los agujeros de la rejilla metálica. Sentía que del estómago le quería nacer un grito increíble. No podía. El monótono giro de las rueditas laterales parecían marcar el ritmo de sus latidos. Si antes se sentía como cayendo suavemente a un pozo de agua, ahora le perturbaba la sensación de que no existía gravedad, y que estaba flotando en el espacio.
La agitación no le permitía darse cuenta que había apretado los ojos, y que los glóbulos de sus párpados formaban figuras brillantes e inquietas.
Fue como si el bicentenario hubiera trascurrido en cinco segundos, hasta que el brusco impacto de la cápsula contra el fondo le despertó.
Allí, a 700 metros, el aire le pesaba, tal como la violenta oscuridad. Torpemente salió de la cápsula, y su cara dio contra el suelo húmedo. Agotado, volteó muy despacio, como si le hubieran apaleado. Respiraba fuerte, sus sentidos enloquecían. Pero un rato después comprendió que estaba manoteando desesperadamente un casco tirado, acaso el suyo. Histérico, prendió la lamparita y se disponía a dar una exclamación pesimista, cuando una pequeña burbuja de luz brotó en el centro de la oscura nada.
Un ruido nuevo, algo pesado, informe, se arrastraba sigilosamente. Reinaldo imaginó una tortuga gigante, aún no sentía pánico.
Cuando creyó estar en pie, extendió el brazo buscando alguna pared; la luz era apenas como una luciérnaga volando en el interior de una ballena.
Y sintió que una mano se aferraba a su mano.
Las pupilas se le dispararon, y se le tensaron los tendones del cuello.
¡Qué ca…!
Un gemido cavernario, onírico, irreal, hizo temblar la burbuja de luz.
Reinaldo sintió que la presión se ablandaba en su muñeca, y que la misteriosa mano se perdía en la profundad oscuridad.
Aterrorizado, buscó la mano ajena, como si se le hubiera caído por otro agujero. Y palmoteó la duras piedritas, no estaba.
Varias líneas de sudor frío se le metieron por la nuca; la linterna alumbraba una inexpresiva superficie dura. Y el suelo parecía latir muy suavemente.
Repentinamente, todas las luces de la mina abrieron sus ojos e hirieron la estresada visión de Reinaldo. Aún así, las paredes de la caverna seguían tan negras, lejanas; la desolación le apretó el corazón, el único objeto animado que se agitaba en el centro de ese vacío terrorífico.
Pero inmediatamente el técnico percibió que del techo volvía a descender la cápsula. El Fénix 2 posaba suavemente contra el fondo del refugio. La linternilla del casco del ocupante no le permitía ver el rostro a través de la rejilla.
Se abrió la compuerta y se adelantó un zapato de brillante lustrado. Un traje gris se desprendió de los arnés de seguridad. Como el gato de Chesire, una sonrisa intensa se suspendió en el aire: era el presidente Piñera.
Debería estar emborrachándose como todos, huevón, le dijo.
¿Presidente?... ¿Qué… qué…?, tartamudeó.
Técnico Reinaldo, ¿cuántas son?, 56 horas son demasiadas para Usted, po. No debería estar acá. Piñera le tendió su casco al confundido técnico.
Presidente, creí que quedó alguien…
Técnico Reinaldo, ese no es asunto suyo, po. No nos va a estropear los planes, huevón.
¿Qué ha pasado…? ¿Presidente?
Acomodando la solapa del traje, Piñera miró en derredor del refugio, como mirando un lugar conocido.
Sepa, Técnico Reinaldo, que usted será un testigo privilegiado de un proceso mundial, po. Pero ha cometido un pequeño error, por lo que debo asumir una postura drástica…
El Presidente dio unos pasos, reconoció una pequeña montaña de rocas, iguales a las que Sepúlveda había repartido cuando ascendió al fin.
Cuando dimos la orden de demoler los accesos de la mina, el ministro Golborne no había advertido que bajaron 34 mineros, po.
El técnico no comprendía, se sentía demasiado exhausto.
Usted no comprende, Técnico Reinaldo, la magnitud de este operativo, y me apena profundamente que no vaya a ver el gran desenlace dentro de dos años.
Mientras contemplaba al Fénix, siguió: Todo está perfectamente calculado, estos 33 mineros, hombres aparentemente comunes, pero de extraordinarias fortalezas personales, cada uno con historias tan distintas…
El tiempo que tardó la excavadora… aquel emotivo (resaltó esa palabra al pronunciarla) mensaje: “Estamos bien en el refugio los 33”… la fecha en que comenzamos el operativo… nuestro querido cántico del “chi chi chi le le le”… la cobertura de medios de 33 países… el tiempo cronometrado de la ambulancia… ¿Es que no se entera, Técnico Reinaldo?
Treinta y tr… balbuceó Reinaldo, ensimismado en una idea extraordinaria.
Si, po. “El ideal del amor”, la edad de la muerte de nuestro Señor…
Piñera se metió en el Fénix. Como el nombre de esta cápsula, la valentía y el coraje de estos hombres hará posible que la humanidad renazca, que millones de ciudadanos vuelvan a abrazar el amor, ese amor universal, Técnico Reinaldo.
No hemos aprendido nada de la lección de la Sociedad de la Nieve, fíjese po. Ni Vietnam, el Tsunami, el Sida, el atentado a las Torres o el terremoto en Haití han logrado despertar esa conciencia universal que los gobernantes de Acuario necesitamos para la vuelta del Señor.
Le deseo muy buenas noches, se despidió el Presidente, y su amplia sonrisa comenzó a ascender. Las luces se volvieron a apagar, y tras unos minutos indefinidos, llegó el sonido de una distante explosión, un exabrupto de rocas atenazó las piernas del técnico, mientras la burbuja de luz se veía invadida por una densa polvareda.





(A manera de homenaje, señala)

sábado, 9 de octubre de 2010

Cuentos a doce manos












Instituto Cultural Paraguayo-Alemán
Emotiva presentación del libro colectivo “Cuentos a doce manos”
La antología editada por Servilibro reúne las obras de seis autores contemporáneos.
En un ambiente muy especial y ante  la presencia de  numerosos escritores, artistas, compañeros de trabajo de los diarios La Nación y Crónica, amigos y familiares, el pasado miércoles se realizó el   lanzamiento de los libros “Cuentos a doce manos”, de los escritores y periodistas Natalia Santos Vega, Marycruz Najle, Roque Jara Pedrina, Carlos Miguel Giménez, Felipe Vallejos y Ricardo Benítez Rolandi, y “Micro-relatos para Julietta”, de Milia Gayoso Manzur, en el auditorio del Instituto Cultural  Paraguayo Alemán- Gothe Zentrum. Ambos textos fueron publicados bajo el sello de Editorial Servilibro, presidida por Vidalia Sànchez.
 
Las palabras de presentación de la antología estuvieron a cargo del escritor Victorio V. Suárez, quien  sostuvo que  “Los medios de comunicación suelen ser refugios de muchos escritores desde  antaño. En ese contexto, también los máximos creadores nacionales disfrutaron de experiencias azarosas en las redacciones, incluyendo a Augusto Roa Bastos, quien se inicia muy joven en el periodismo y luego pasa a la literatura a través de sus poemarios para terminar como cuentista y novelista, obteniendo el máximo reconocimiento a nivel internacional: el Premio Cervantes de Literatura, que no solamente consagra al escritor sino a nuestra literatura  desconocida y arrinconada por tanto tiempo”.

Suárez sostuvo que la antología “alcanza una estructura correctamente sopesada en toda su extensión a pesar de la heterogeneidad de los autores y la manera de escribir de cada uno, tocando los nudos del ser interior. La identidad que comprime el libro sella su suerte en la visión de los escritores, todos de expresión urbana, merodean sobre impresiones cotidianas, hechos y dichos, espectros y personajes que adquieren dimensión hasta destilar experiencias en medio de un tiempo itinerante y de placeres muchas veces compungidos.

La escritora Susy Delgado también dirigió algunas palabras para recordar los años que compartió la redacción de La Nación, con los autores compilados, y recordó emocionada,  anécdotas y momentos inolvidables.

MICRO-RELATOS

La presentación de “Micro-relatos para Julietta y tres historias de amor”, estuvo a cargo de la actual presidenta de la Sociedad de Escritores del Paraguay, Maribel Barreto quien sostuvo que el libro, editado en formato de bolsillo, está escrito en una atractiva prosa poética “muy bien trabajada, donde los temas especiales son el amor familiar y el amor a la naturaleza. El trabajo se sustenta en elementos especiales como el agua y la tierra. En la obra también el paisaje urbano que tiene mucho cromatismo, como los jacarandás de la avenida Mariscal López, las rosas amarillas o los tajys florecidos”.

http://anteriores.lanacion.com.py/noticias/noticias.php?not=329807&fecha=2010/10/08


Ventas:
Editorial Servilibro
http://www.servilibro.com.py
Dirección: 25 de Mayo y Mexico - Plaza Uruguaya - Asunción, Paraguay
TeleFax: (59521) 444 770
(59521) 451105 - (59521) 981 415 615
E-mail: servilibro@gmail.com

lunes, 4 de octubre de 2010

el exceso de canales de cable

















monoambiente

vivo en la casa donde vivías
nunca deshice las maletas ni pinté las paredes
ayer compré un espejo e instalé un perchero detrás de la puerta
no hay cuadros ni calendarios
ningún santuario de fotos ni diplomas
sin bibliotecas ni rincón para zapatos
sin ceniceros ni bodegas
una sola silla
junto a mi cama tengo el interruptor de la electricidad
cuando me acuesto suelo mirar la pisada que dejaron en el techo
luego me duermo con la luz prendida

talentos bizarros

cuando Año Nuevo nos refugiamos bajo techo por las balas perdidas
cuando la tormenta sacude las ventanas ponemos velas sobre vasos al revés
si hablamos de extrañas apariciones nos tapamos las cabezas
en el bosque escuché que alguien silbaba mi canción
debe haber unas cuantas carpetas con mi nombre en diversos archivos
disfrazado de admirador entre el público estuve entre diez mil mujeres que me desean
yo era el desconocido de ayer que hoy parezco el sueño que temía
el centro de las fiestas donde nunca acudo ni soy invitado
el distinguido de la noche del que todos saben que nací en lunes
cuando todos aplaudan seré el único que no aplauda
o ceno una hamburguesa y tomo el siguiente vuelo de regreso a casa

















el exceso de canales de cable

interrumpimos la vida real para dar el siguiente anuncio: el temible asesino del año pasado se escapó de máxima seguridad, está armado con un peligroso león que en su huida robó del circo, se recomienda el encierro hermético en las casas donde ahora estén
todas las familias que comparten la mesa con el televisor
todos los oficinistas que al regresar se hunden en sus gruesos sillones
todos los que llevan horas sin hablar en sus cuartos a solas
que sintonizan cualquiera de los millones de shows del entretenimiento
que se sonríen ante los innumerables presentadores que pronuncian una marca
los que susurran amén ante los infinitos pastores que piden diez dólares en vivo
aquellos que no pueden salir del teatro donde se buscan cientos de talentos ocultos
los que van a destrozar la escenografía al verse víctimas del cansancio y del estrés
los que despertarán si el presidente tose al equivocarse una palabra de un tedioso discurso
los que protagonizan un reality de famosos que siguen otro reality sobre fulanos
los actores del canal erótico que se aburren del sexo y empiezan a hablar de sus vidas
quienes en la sala del hospital confunden si son los enfermos o si visitan a alguien
los del canal de cocina que cuentan chistes picantes y ruegan que se destruyan todos los libros que hay en todas las casas para que no se apaguen nunca los televisores

sábado, 2 de octubre de 2010

manufraktura

















el costado miserable

la serenata saturada se inicia en la terraza abandonada
entre tantas antenas infértiles y el transito nocturno
pisoteando roidos huesos y pilas secas
yo soy el que habla a tu oído sordo
el que hiere a jesus por su lado sano
el salmon que se deja llevar por la corriente
no estoy hablando de mi sino del que transcribe los sueños que la noche deja huérfanos
guardo fotogafias de la casa donde vivías
siempre sigo mirando por el lado donde la cámara no enfoca
espiando las fiestas de los sabados en otros balcones
diseñando las publicidades para pintar edificios en decadencia
para calcomanías de candidatos que te sonreirán en los buses
pero yo se que no vas a ir a votar
no vendrás a la exposición ni marcaras mi nombre con un circulo en los diarios
tal como yo nunca te olvidare pero olvidare tu rostro

es el martes pasado

unas metáforas sutiles como el perro al final de la película
con los invitados sentados en torno al fuego
enumerando todas las casualidades increíbles
pero callando a menudo ese deja vu constante
porque los sueños son recuerdos desde las muerte hacia el nacimiento
que en tus ojos enamorados miro al gran amor que vendrá
o quizá se pierda porque será solo la sombra de tu amor
en ese cementerio donde mis padres se conocieron
que hoy al pasar enfrente siento enterrada a toda la familia
todas esas paredes que no extraño en ningún país
el exito que pude haber tenido pero que me espera a la vuelta de la esquina
porque soy un desconocido al volver desde europa o un martes
y curiosamente lo que dije antes ya no puedo repetirlo con certeza






manufraktura

la escena repetida:
el oficial controla el tiempo apuntando con una luger
al amanecer el obrero se mira los dedos tan negros
luego de colocar teclados a miles de teléfonos móviles
la muchacha embarazada aguanta hasta sincronizar el alumbramiento con su receso para ir al baño
el minero mira el ojo de alfiler por donde se filtra el palido brillo del cielo
los autos nuevos siguen saliendo sin cesar
nadie los conduce
los vestidos nuevos continúan despachándose y se deben producir mas percheros, mas desfiles de moda
los embalajes para las frutas y los sándwiches ocupan millares de depósitos
los infinitos neumáticos se apilan como en un parque siniestro
las computadoras forman una ciudadela de ventanas apagadas
las sillas de ruedas y las piernas ortopédicas llenan largos estantes
un mar de píldoras inunda sotanos mas luminosos que el escenario
va caminando una sombra entre cascadas de metal liquido
va una sombra entre millares de chispas de cosas que se sueldan
entre montañas de enlatados defectuosos que silban al abrirse una fuga