viernes, 6 de agosto de 2010

Luneró


Nadie me avisó que se cambió la hora ni que subió el pasaje. Hacía demasiado calor y el colectivo se descompuso. Llegué muy tarde al laburo, mi jefe me puteó y me despidió. La secretaria, que había sido estaba enamorada de mí, le gritó y le tiró una agenda por la cara. El jefe empujó a la muchacha, y los compañeros se levantaron para defenderla. Justo era día de cobro, y parece que no se iba a pagar, así que con la calentura le dieron una feroz paliza. Entre los que defendían al jefe y los que estaban pichados con la empresa se armó un gran moquete. Derribaron los paneles, tiraron computadoras y sillas, estallaron las peceras. Yo traté de salir corriendo como podía, mientras María me llevaba del brazo. Los guardias de seguridad nos cruzaron apurados, mientras atrás se escuchaba un griterío infernal y que vaciaban un extinguidor de incendios.
Afuera había un embotellamiento terrible, debido a bloquearon parte de la calle para reparar un caño. Cuando salimos, voló un escritorio por la ventana y aplastó el capó de un taxi. Varios objetos más se arrojaron desde la oficina. El taxista apareció y se tomó de la cabeza. Un par de autos bocinaban de manera desesperante. El taxista comenzó a putear, y los automovilistas varados se insultaron entre sí. El taxista tomó una varilla de hierro y reventó el parabrisas del auto que estaba justo detrás del suyo. Se metieron otros automovilistas y hubo un forcejeo, hasta que alguien hizo un disparo al aire. El silencio duró un segundo, porque se abalanzaron sobre el que había disparado. En ese momento la trifulca de la oficina llegó a la calle, en un bollo de golpizas entre empleados y guardias.
Un motociclista de pizzas, que venía rápido en el pasillo entre los autos, fue obligado a desviar y cayó en el cráter abierto en el pavimento para reparar el caño roto. Se soltó un fuerte chorro de agua. Enseguida el bache se inundó. La gente corría asustada en las veredas. Al rato llegaron algunos policías que empezaron a dar cachiporrazos a todo el que alcanzaban a su paso. En un instante fueron reprimidos con puñetazos y patadas. A algunas calles de allí se escuchaban las patrullas, y ambulancias, que no podían avanzar debido al embotellamiento. Poco después habían molido las sirenas a palos. Entonces entró en acción la caballería de la policía, atropellando con sus altos caballos y repartiendo palos. No tardaron en pegar a los caballos y tumbar a los jinetes. Allí vinieron los cascos azules con una muralla de escudos. Los enfurecidos automovilistas corrieron contra ellos, estrellándose con golpes de palos y piedras, mientras el sucio raudal corría entre los tobillos. Unos segundos después se dispararon gases lacrimógenos; hasta un camión hidrante arrojaba chorros inciertos, detrás de una esquina que no podía doblar. Un Escarabajo atropelló al vehículo policial.
Sobrepasada, la policía comenzó a disparar y cayeron varios heridos. Desde las ventanas de los edificios comenzaron también los disparos, así que todo el mundo se tiraba al suelo mojado a cubrirse con lo que sea. Y llovían cascotazos de todas partes. Inmediatamente aparecieron unos tanques del ejército que avanzaron aplastando a los coches. Cuando cayeron las primeras botellas llenas de combustible e incendiaron los vehículos militares, éstos respondieron con descargas que demolieron más de una docena de negocios. Desde alguna azotea se escuchaba el traqueteo de una ametralladora, y sucedieron varias explosiones. Arrojaban cartuchos de dinamita desde los techos. Ya varios edificios se incendiaban y la humareda formaba inmensas nubes. Estábamos en medio de la infernal balacera, cuando surcaron el cielo tres aviones xavantes, que rociaron las azoteas con una lluvia de balas. Grandes bloques de concreto cayeron ruidosamente. Los aviones volvieron y dispararon cohetes explosivos en los edificios más altos. Sin embargo, un avión fue alcanzado por los disparos, perdió el control y se estrelló a varias cuadras, levantando una tremenda columna de fuego y humo. En toda la ciudad se desató el saqueo y la violencia. Eran incontables los muertos y heridos. Se quemaron buses, se asaltaron bancos, hubo un motín en la cárcel, con fugas masivas. El Congreso fue explosionado. Secuestraron a empresarios y políticos en restaurantes y moteles. Se desvalijaron mansiones y embajadas. Estados Unidos envió inmediatamente una misión de paz compuesta por soldados de élite. Un helicóptero estadounidense fue derribado en pocas horas. Los enviados tuvieron varias bajas y se replegaron. Venezuela declaró la guerra a Estados Unidos por invadir territorio latinoamericano. Colombia declaró la guerra a Venezuela. Bolivia y Cuba declararon la guerra a Colombia. Estados Unidos declaró la guerra a Venezuela y sus aliados. Irán, Corea del Norte y China declararon la guerra a Estados Unidos. Israel declaró la guerra a Irán. Irán recibió el apoyo de la comunidad árabe. Israel recibió el apoyo de la Comunidad Europea. Venezuela e Irán declararon la guerra a la Comunidad Europea.
Así fue como comenzó la Tercera Guerra Mundial. Qué va a ser de nosotros, dije, y María me respondió: Nos vamos a casar y tener hijos.

El chico de las ordenanzas
(este cuento era para un concurso,
pero me quede dormido y no lo envie)

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