martes, 24 de marzo de 2009

"Marzo" (1999)

Los Cazadores de Estornudos

I - El primer evento de sospecha
II - Aparece alguien por el aviso
III - Misteriosa explosión en el Banco
IV - Un caos nacional y una hipótesis personal
V - Días de huelgas
VI - La crisis se acentúa en el Tribunal
VII - Fuertes rumores de golpe
VIII - La toma de la Junta Partidaria
IX - Batalla por los medios de COMUNICACIÓN
X - Lluvia de CONSPIRACIONES
XI - Duelo de poderes
XII - El atentado inesperado
XIII - Zozobra al final del día


I - EL PRIMER EVENTO DE SOSPECHA

El extraño acomodó su periódico con mucho cuidado. Observó a los demás pasajeros con cierto desprecio. La lancha se acercaba al puerto de Sajonia. Esa mañana las aguas del Río Paraguay se veían bastante calmas. Muchos despertaban y se desperezaban lentamente.
Una breve sacudida detuvo a la vieja embarcación. El ruidoso motor dejó de estremecer las húmedas tablas. Pronto el bote se llenó de estibadores que empezaban a cargar cualquier bulto.
El desconocido desembarcó por un puentecillo de madera, luego piso la arena repleta de basura semi enterrada, y se dirigió directamente al portón del Puerto.
Ingresó a un bar popular, sin carteles que indicaran su nombre. Tomó asiento en una esquina polvorienta, mientras observaba con atención el extraño perfil de Sigmun Freud pintado en la pared.
«Sí. Una satirización alevosa y obscena», se decía.
Se sirvió una taza de café. Abrió el periódico y volvió a releer la sección Clasificados. Siempre hay cosas fascinantes en esa sección.

***

Fernández estiró una bolsita del bolsillo derecho de su saco marrón y la abrió torpemente. Emergió una tibia empanada y más hacia el fondo yacía un pancito aplastado.
Le dio un mordisco, sin despegar la vista de su caso. Entonces retomó el cuadernillo de crucigramas -resueltos sin éxito en incontables ocasiones-, y simuló leerlo. Era su equipo de trabajo.
Desde que salió del colegio de policías, casi expulsado desde luego, abrió su oficina de investigador privado. Publicó alguna vez un avisillo en un diario y se quedó a esperar el trabajo.
Y otra vez estaba tras un caso de infidelidad. Nunca faltaban.
Ahora estiró su diminuta cámara fotográfica del bolsillo izquierdo y en forma fugaz captó unas cuantas tomas de su investigado, un imbécil más que no tenía nada mejor que venir en su coche hasta la Plaza Uruguaya para "jugar a la lotería".
Terminó la empanada, dejó el pan enrollado con la bolsita sobre el banco y se fue rumbo a su oficina/casa.

***

"El atentado de esta mañana se ha cobrado una víctima, además de varios heridos de cierta gravedad, incluyendo al conductor. Todos viajaban en un vehículo de la línea 13. Aproximadamente a las 9.25, en el cruce de las calles 25 de Mayo y Tacuary, se produjo una violenta explosión en el interior del bus, según testigos. Don Wescelao Núñez, de 63 años, fue la víctima mortal; su deceso se produjo luego de ser reanimado con una docena shocks, de un ataque cardiaco. La Policía Nacional continúa recabando datos, en tanto el Comisario Bobadilla indicaba que ya se tenían referencias de los supuestos responsables de este hecho terrorista".

—Estos periodistas sufren orgasmos cuando tienen esta clase de noticias... —suspiraba el Comisario Bobadilla al oficial Feliciano, detrás de un cronista del canal 7.
—Sí, señor. En cambio a nosotros nos obligan a atragantarnos con el desayuno para salir a ver si los pillos andan todavía cerca.
—Tranquilo, Feliciano. Esto pasará en dos o tres días. Pero ahora podemos ir a recuperar el desayuno en la estación de servicio ésta... —Bobadilla giró un poco para ordenar— ¡Hey! ¡Acosta! Atendé un poco que los periodistas no crucen esa línea, ah y tapa ya los cadáveres.
—A su orden. —gritó Acosta, de espaldas.
Entonces el Comisario y su colaborador se metieron en el mini mercado del Ezo Shop. El segundo tomó una bandejita de cartón y con un tenedor de plástico probó la cocción de los superpanchos.
Bobadilla, por su lado, se asentó frente al mostrador para ver que golosinas le vendrían bien a su aliento.

—¡Eah! ¿Vos no sos Isidro Fernández? —exclamó el gordo policía.
—¡Epa! ¡Bobadilla "el sapo"! —respondió el tipo flaco de saco marrón. Se abrazaron a medias, pero sonaron ruidosos espaldarazos.
—¿Qué lo que andás haciendo acá?
—¡Ja! Lo mismo digo.
—Hace tiempo que no nos veíamos más...
—Desde que salí de la academia...
—¡Ah, cierto! ¿Te diplomaron, amigo?
—...Sí —alegó con un tono de duda, pero su respuesta se coronó de unas carcajadas que desviaron la cuestión.
—¡Che, Feliciano! Vení conocele a Isidro Fernández, el más calidad de los compañeros de la academia... cuántas cosas te debo... —bramó Bobadilla.
—Oficial Feliciano, mucho gusto —se dieron la mano.
—Yo soy Fernández, Isidro Fernández.
—Sabés, gracias a este tipo logré mi diploma antes de tiempo (sí, a veces fallaba un poco la memoria en los exámenes), y prácticamente llegué a Comisario por su culpa —agregó Bobadilla, enseguida cargó su boca con un puñado de maníes cubiertos de chocolate, de una bolsita que hace rato había agarrado del mostrador.
—¿Comisario? Tan lejos llegaste, Sapo.
Feliciano estaba de vuelta encima del horno de panchos, esta vez probando el gusto de la mayonesa, el ketchup y la mostaza, y alternando combinaciones.
—Bueno, no es para tanto. ¿Y vos? ¿En qué andas?
—Yyy... tengo un negocio sobre Mariscal López, con computadoras y esas cosas... pero de vez en cuando me entretengo en investigaciones privadas.
—¡Noo! Demasiado bien suena eso.
Fernández desvió la vista hacia las bebidas sudorosas dentro de las heladeras, y luego miró a la calle, donde aún humeaba el esqueleto de un colectivo incendiado.
—¿Qué pasó en la esquina, Sapo?
—Ahh, un pasatiempo. Un destartalado colectivo al que por fin le falló el motor y explotó sin previo aviso.
—Mmm... se ve grande —acotó Fernández, acariciando su barbilla con la mano.
Feliciano ya estaba mordisqueando el bocadillo, detrás.
—¿Sí? ¡Ah! Ya que 'de vez en cuando' sos investigador, ¿no querés averiguar de dónde era esa gente que murió calcinada?
—Bien —respondió con poca fuerza.
Fernández puso sobre el mostrador dos frascos de yogur y un paquete de galletitas, que servirían de almuerzo. Pagó la cuenta y se despidió.
—Bueno, Sapo, estoy contento de haberte visto...
—En absoluto, a mí me pareció bueno encontrar a un gran compañerazo —dijo emocionado el Comisario, abrazándolo y quedándose de paso uno de los yogures.
—Voy a fijarme un poco en este accidente. Hasta luego.
—No hay problema. Pasa mañana en lo de la comisaría y hablamos más.
—Bien.


Fernández salió del Ezo Shop con una bolsita más liviana en la mano. Le echó un vistazo a la estructura carbonizada. A su alrededor había muchos fragmentos dispersos. Algunas vidrieras de comercios cercanos fueron alcanzados por los restos del móvil. Mucha gente se aglomeraba a media cuadra tratando de curiosear el evento. La policía examinaba las veredas, dos ambulancias eran cargadas con bolsas negras -por error, de basura domiciliaria-.
Entonces echó la vista al suelo y observó algunas piezas chamuscadas sobre el pavimento. Cuatro de ellas le parecieron interesantes y las alzó en su bolsa.
Luego se retiró a su departamento.

II - APARECE ALGUIEN POR EL AVISO

"En la jornada se registró otra víctima más del misterioso atentado ocurrido en la mañana de ayer, en pleno centro, cuando un micro de la línea 13, con chapa San Lorenzo K-78420, a cargo del conductor Sindulfo González, estalló en pleno itinerario. Diez personas resultaron heridas en forma instantánea. Don Wenceslao Núñez, de 63 años, paraguayo, soltero, es la nueva víctima. Sufrió una digresión cerebral tras intensos intentos de resucitación cardiaca. La policía refirió de un posible fallo en el motor del vehículo, pero las investigaciones continúan al respecto.
—Terrible situación. Esperemos que esto sirva para proteger más a los usuarios del transporte público y se retiren los vehículos en pésimo estado... En otro orden de cosas, parte del bloque internacional, Estados Unidos reiteró su advertencia a Irak para que permita el ingreso de inspectores de la ONU en sus inst...".

"Mmm...", replicó el extraño de espaldas al televisor, en otra esquina de la habitación semi oscura. Estaba sentado cerca de un escritorio iluminado por una lámpara potente. El mueble estaba cubierto de diversos elementos de electrónica, lápices, planos, destornilladores, una lupa enorme, relojes...
En el suelo estaban apilados varios periódicos que alcanzaban a la altura de las rodillas. El último de ellos resaltaba con su título catástrofe "ATENTADO TERRORISTA", en referencia a lo sucedido al bus de la línea 13, aunque se veía bastante exagerado, bastante sensacionalista. Debajo una gran fotografía del frente del transporte quemado íntegramente.
El sujeto seguía concentrado en unos extraños experimentos manuales, que construía cuidadosamente con pinzas especiales y cables cortos.

***

Caminaba de forma ridícula, casi bailando, pero no. Tenía unos jeans despintados y una remera con la imagen de Patricio Rey y los Redonditos, sus zapatillas de dudosa calidad y una carpeta arrugada en la mano.
Este joven bajaba por Antequera, poco antes de alcanzar la calle 25 de Mayo alzó la vista y buscó todos los letreros visibles en medio de los edificios. "Prendas deportivas", "Se vende hielo", "Farmacia Ester", "Ceda el paso", ¡"Hospedaje Los Hermanos"!, ahí está.
Cruzó la calle y se metió en la angosta puerta del Hospedaje, que no tenía ninguna sala de recepción, porteros, ascensores ni nada parecido, para una zona bastante céntrica de la Capital, muy urbanizada.
Dos metros de pasillos después estaba en el patio. En el centro había una fuente seca, pero cubierta de humedad, a su vez rodeada de un pequeño jardín silvestre. El cielo se mostraba alto, entre los alerones de los tejados amarillentos.
A los lados estaban las habitaciones. Paredes y puertas, ese era el único decorado, pero aún con algún aire colonial. Entonces subió las escaleras de madera. No había nadie más en el patio. Caminó por el pasillo superior rozando el frío parapeto de hierro. Se paró ante la puerta marcada con el número "3 B" y empujó la puerta casi abierta.

—¡Buenas!... ¡Hola, ¿hay alguien aquí?! —llamó mientras asomaba la cabeza hacia el interior del cuarto. Su vista no se acostumbraba todavía a la oscuridad que había adentro.
—¡Sí, esperame un momento!... ¡Tomá asiento! —gritó alguien desde el fondo, de alguna parte de esa pieza invadida de tenue iluminación.
—¡¿Fernández? ¿El investigador?!
—¡Esperame, te dije, ya te voy a atender!
—Me llamo Aurelio, vengo por el aviso en el diario.
—¿Aviso?... ¡Ah! ¡Pero ese aviso salió hace más de siete meses! —se escuchó un ruidoso desaguado del inodoro y la puerta del baño se abrió. Salió Fernández.
—Necesito el empleo, señor. Hace tiempo buscaba algo como esto. Mire aquí traigo mi curriculum —extendió el brazo para pasarle la carpeta desgastada. Adentro había un papel manuscrito.
—Rayos, hijo. Aquí sólo figura tu nombre, y que estudiaste hasta el segundo curso.
—Eh...
—No importa, como primera tarea quita las cosas quemadas que traigo en aquella bolsa, ponlas sobre la mesa, después barre un poco este basurero y espera al lado del teléfono por si llama algún cliente.
—¿Eso es todo?
—Si —alcanzó a responder, cuando ya se retiraba rumbo a las escaleras.

III - MISTERIOSA EXPLOSIÓN EN EL BANCO

El lunes, por la madrugada, el edificio del Banco Citadino estalló en mil pedazos. La onda expansiva fue tal que algunas astillas de vidrio se clavaron hasta el muro del Banco de Fomento, ubicado a dos cuadras de distancia en dirección frontal, cruzando antes entre el follaje de los árboles de las dos plazas contiguas que cubrían esas cuadras.
No hubo ningún incendio, pero los muebles de la institución fueron totalmente destruidos, al igual que las paredes, el piso y el techo parecían removidos por un tractor gigante. Ni siquiera la alarma pudo activarse ante la tremenda furia de los explosivos.
Un par de borrachos que descansaban en el piso de la Plaza de los Héroes creyeron haber visto un auto negro en las inmediaciones, pero no hay más detalles. Después, un taxista que cruzaba a una cuadra del sitio fue sorprendido por el tronazo y alcanzó a distinguir los escombros que volaban por los aires.
Incluso el piso superior del edificio y parte del histórico Panteón de los Héroes, ubicado unos doce metros a su izquierda, fueron afectados pronunciadamente.
Minutos después del hecho, las patrullas policiales infestaron el área. Algunos diplomáticos se hicieron presentes en poco tiempo, ya que en aquel edificio se encontraban también oficinas de la Organización de Naciones Unidas; e hicieron notar que una comitiva policial especial del organismo mundial estaba en camino al país desde Argentina (por ser la sede latinoamericana más cercana), ante la gravedad de este atentado.
A esto se suma, lo que es peor, el robo de alrededor de sesenta millones de dólares de la cajas accesorias del banco, aunque la cantidad total aún no fue verificada.
No se tienen sospechosos, ni testigos, tampoco pista o rastro alguno que conduzca al desenlace de esta profesional demostración terrorista.

IV - UN CAOS NACIONAL Y UNA HIPÓTESIS PERSONAL

Seis meses después del atentado al banco argentino.
El país era aquejado por conflictos políticos del partido gobernante. La lucha ideológica es pos de poder dividió el internismo en dos franjas importantes. Una era la del Movimiento de Patriotas, cuyo candidato, Paco Ibañez, llevaba la conducción de gobierno apenas tres meses, luego de una frenética campaña electoral y de las polémicas elecciones nacionales.
Por otro lado la Asociación Radical Unida se había convertido en una corriente opositora, después de que su candidato, Francisco Gómez, triunfara fraudulentamente la votación interna del partido, y lograra la imposición de una inédita "Presidencia Compartida", mediante una orden del Tribunal Supremo de Justicia.
Tal situación política estaba provocando la peor crisis social en la historia del país, y se anunciaban diversas marchas de protestas por sectores ciudadanos afectados, así como disturbios violentos entre los seguidores de ambos movimientos regentes.

***

—Mirá, flaco, te compré unos discos de los Redondos —gritó Fernández al ingresar a su oficina, mientras colocaba discos compactos sobre la mesa.
—Che, pero estos no son los Redondos.
—¿No?
—Erraste grande, jefe. Aquí dice Vilma Palma, este otro Super Dumas y éste, Fabulosos Cadillacs. Qué mal, jefe.
—Eh, ¿nada de los Redondos? Caray, pensé que entre las ofertas de la disquería de la vuelta habría algo de ellos.
—Ninguno de éstos es bueno.
—Bueno, ya se los venderé a alguien... ¿Llamó alguien?
—Sí, la señora, la de la verruga en la nariz, ¿quiere saber cuando tendrás las fotos de su marido con su amante?
—¿Qué le dijiste?
—Lo de siempre: "Hospital Neurosiquiátrico, le saluda Alfredo...", ja, ja.
—Bien hecho, flaco. A ver cuándo nos paga la vieja para que le revelemos el rollo.
—¿Qué es todo ese ruido afuera? —se acercó a la ventana, que daba a la calle pero que estaba cerrada. Al abrirla entró de golpe aire fresco y algo de luz solar. Fernández alzó la vista a la azotea del edificio de enfrente y dijo, con la cabeza afuera— No, nadie que se vaya a tirar hoy, todavía.
—Hey, jefe, ¿no era hoy la huelga de colectiveros?
—¿Cuál huelga?
—Sí, —Aurelio se acercó también a la ventana— los choferes éstos que piden aumento de sueldo, reducción de horas laborales y recontratación de sus compañeros despedidos...
—¡Patrañas!
—Por cierto, no sé si supiste de una explosión en la parada de la línea 13, a eso de la medianoche, cuando arrancaba oficialmente este paro.
—Esa gente sí que tiene mala suerte.
—Es a esa empresa justamente a la que se pide la reincorporación de personal despedido.
—Esperá, no es ésta la línea de transporte que sufrió una explosión en una de sus unidades hace seis meses, por ahí.
—Sí, por el fallo del motor. Esta vez habrán sido los tipos éstos que andan protestando, ¿te parece?
—Dejame ver, —Fernández zarandeó las cosas que tenía en un cajón del escritorio— ...mirá toda esta basura. Por algo te pago, ¿no, Aurelio?
—Hey, hace un mes que vengo gratis. ¿Qué buscas?
—La bolsa ésa con las cosas quemadas.
—Ahh... hace tiempo que me deshice de esas chucherías.
—¡No! ¡Demonios!
—No es para tanto, de todas formas de qué te iban a servir un encendedor eléctrico estropeado, un reloj despertador y unas baterías carbonizadas...
—¡Qué!
—Eso eran. Me dijiste que las examinara, y eso eran.
—¡Rayos! Esto no empieza a oler a fallo de motor. ¿Habían cables?
—Emm... sí unos cuantos, pero muy cortos.
—Ponte el kepis y seguime —ordenaba Fernández cuando iba saliendo y tomaba un saco gris colgado de una silla cerca de la puerta.

***

—¡Hey, Fernández! ¡Déjenlo pasar! —gritaba Bobadilla con el brazo alzado a un policía que cubría la entrada a la parada de la línea 13; él estaba de cuclillas, cerca del lugar del siniestro, con un frasco de café en la mano; y el oficial Feliciano, al lado y de rodillas, recogía muestras carbonizadas en una lata.
—¡Sapo! ¿Qué pasó por aquí? —se acercó Fernández.
—Al parecer los huelguistas trataron de darle un susto a los choferes que no estaban de acuerdo con ellos —respondió el comisario poniéndose en pie con esfuerzo.
—Sí que tiene mala suerte esta gente.
—Ja, ja, así parece compañero. El 13, ja, ja, ja.
—¿Víctimas?
—No, tampoco hay huellas, ni testigos, ni sospechosos... un caso especial para archivarse y dejarlo en el sótano de la Comisaría con los otros expedientes.
—Oh, Feliciano, ¿cómo está? No lo ví.
—Estoy haciendo el trabajo sucio, ¿no ve? —reclamó el oficial.
—Che, Isidro, ¿éste es tu hijo? —interrumpió Bobadilla.
—¿El flaco? No, no. Es mi ordenanza.
—Hey, jefe, no nos meta en la bolsa de la esclavitud —atacó Aurelio.
—Ah, te metiste en serio en esto de la investigación privada, Fernández. Ahora, con ésto, me parece poco entretenido, en vez de estar mirando televisión con unos buenos bocadillos de compañía...
—Ya otra vez pensando en comida, Sapo. Bueno, a lo que venía, ¿te acordás del colectivo de hace seis meses?
—Ah, sí, creo que sí.
—Pues, no fue un simple fallo en el motor. Empiezo a sospechar de algo intencional. Y tal vez este siniestro de hoy tenga relación...
—Ja, ja, no metas la pata así colega, ja. Dejanos eso a nosotros que somos los profesionales.
—Sabes, entre los escombros de aquel atentado encontré algunas piezas misteriosas...
—¡Hey, jefe, fui yo! —protestó Aurelio.
—Sí, pero tiraste la pruebas a la basura... Y como te decía, Sapo, parece que hubo bomba.
—¡Acosta! ¡Acosta! ¡Tú también, Alvarez! Vengan a escuchar esto. Hoy hay chiste gratis.
—Burlate, Bobadilla. Sé que hay algo más detrás de todo.
—¡Bueno, quédense donde estaban!
—Por cierto, ¿no estás lejos de tu jurisdicción?
—Eh, me ascendieron, ¿no te conté? Ahora dirijo el Departamento de Disturbios en Lugares Públicos.
—Caray, Sapo. Igual te vendrían bien unos ejercicios —se despidió con sarcasmo de amigos, Fernández, seguido por el flaco.

***

—¡Rayos, jefe! ¿Quién es ese gordo horripilante?
—Eso es cierto. ¿Cómo no me di cuenta? Ah, un ex compañero de la academia, y ahora un contacto clave con la maquinaria policiaca.
—No parece que nos sirva de mucho.
—Las apariencias engañan, todavía.
—... Pero, cómo puede sospechar de un atentado ¿terrorista? en nuestro país, jefe. En verdad yo también me creí el chiste.
—Es otra apariencia más, flaco. Las cosas grandes crecen por detalles insignificantes, tené eso en cuenta.
—Y ahora qué hacemos.
—Esperar, flaco, esperar.
—¿Qué, que se decida a pagarme el sueldo?
—No, que yo esté equivocado en mis sospechas.

V - DÍAS DE HUELGAS

La situación política del país se había agravado demasiado. Teniendo a dos presidentes simultáneos, el caos y la anarquía parecían las consecuencias más inmediatas.
Paco Ibañez, una de las cabezas del Poder Ejecutivo, continuaba con puntiagudas declaraciones a la prensa acerca de su rival, Francisco Gómez. Para muchos simplemente parecía que el político estaba reciclando las confidencias puntillosas que había utilizado tiempo atrás durante su campaña por la elección.
Sin embargo, los rumores, inventados o no, concluían que los adeptos ideológicos de Ibañez, calificados por un fanatismo peligroso, estaban armándose en bases secretas aledañas a la Capital, preparando un gran golpe institucional para derrocar al Presidente que tachaban de falso.
Francisco Gómez, en tanto, quien ocupaba la otra mitad del sillón presidencial, consolidaba el apoyo del Tribunal Supremo de Justicia a su causa, con una resolución polémica, basada en antiguas leyes electorales nacionales, que podrían truncar la existencia política de Ibañez.
Según las leyes datadas en 1928, Ibañez nunca debió ser candidato de su movimiento en el Partido General porque estaría afiliado a una agrupación opositora, el Partido Marcista. Quizá en esta semana los jueces del Tribunal emitan su decisión final.
Mientras recrudecen los conflictos en esferas políticas, también el deteriorado y olvidado aspecto social muestra su reclamo al Gobierno.
Después del paro de los transportistas públicos, hace un mes, en la fecha se realiza la manifestación de los campesinos. Operadores de diversas regiones del país trajeron a la Capital, en distintos vehículos, a unos cincuenta mil obreros del campo.
Los labriegos exigen un nuevo refinanciamiento de su crédito agrícola, a más de la amnistía del 30% de sus deudas actuales. Desde luego, se suman a sus pedidos el aumento de la cotización del algodón, la liberación de terrenos productivos que funcionan 'inútilmente' como reservas forestales y la destitución del Ministro de Agricultura.
Mañana, viernes, les toca el turno de protestar a los médicos, que se sumarán a los campesinos. Los doctores de todos los hospitales y clínicas públicas creen que es insuficiente el presupuesto asignado a la cartera de Salud, y ni siquiera permite mejoras salariales. Claro, es urgente igualmente la adquisición de equipos médicos modernos para mejorar la atención sanitaria, en reemplazo de los obsoletos (in)útiles que poseen.
Otro grupo más reducido de galenos pide el cierre del Instituto de Previsión Social.
Como si fuera poco, el sábado se inicia la huelga de los estudiantes de la Universidad Nacional. Si cabe, un buen sector se toma esta decisión como el principio de unas vacaciones adelantadas; pero los que saldrán a la calle a ver si queda espacio desde donde quejarse, harán públicas sus demandas de hacer una auditoría global a la entidad universitaria, permitir la elección del decano por votación del estudiantado y legalizar los llamados "bautismos" para cada semestre de estudio.
También en ese día los madereros, rolleros y obrajeros bloquearían por nueve horas la Ruta II "Mariscal Estigarribia" en dos tramos, a la altura del Kilómetro 124 y del 126, en reclamo de una nueva ley forestal para desburocratizar la expedición de guías de traslado de rollos, así como la disminución de la tarifa que abonaban en los puestos de peaje y la mejora de las rutas del país.
La economía general también estaba siendo duramente golpeada, y la devaluación de la moneda local escribía un abismo de porcentajes en las tablas de precios de la canasta familiar. La inflación galopaba con cifras de decenas.

***

"CAOS NACIONAL" tituló en cabecera el vespertino del día. En el ángulo inferior izquierdo un subtítulo señalaba "Bomba financiera", aunque en realidad debería decir "Bomba en financiera". La información se detalla en la página 57. Bueno, pero, no se enojen colegas, que estos errores son corrientes cuando se trabaja con la vista sobre el reloj. Pero ahora vamos con el reportero Karim Jetz, desde el lugar de los hechos..."

—Sí, contamos con la explicaciones del Jefe del nuevo Departamento Antiterrorista, Bobadilla, eh...
—Comisario Bobadilla, nomás. Así es señor periodista, estamos investigando este repentino intento de hacer volar la Financiera Ciudadano. Ya tenemos pistas precisas, y el o los responsables serían detenidos en unas cuantas horas.
—¿En qué consisten esas pistas, Comisario?
—No puedo facilitarlas, porque entorpecería nuestras diligencias.
—¿Cree que este acto tenga relación con los ahorristas defraudados hace tres años, después del angustiante colapso financiero?
—Posiblemente, no se descarta lo que propone, señor periodista. Como ve...

***

—¡Hey! Jefe. Su amigo el policía gordo está en la televisión. —llamó Aurelio a Fernández.
—Veamos, flaco, ¿qué premio le estarán entregando? Subí el volumen.

***

—Por otra parte, no queremos sacarle más de su ocupado tiempo... —seguía Karim Jetz en la TV.
—No, no se preocupe, periodista; estamos a las órdenes del pueblo. —seguía por su parte, Bobadilla.
—Eh, ¿por qué se supone que no estalló el artefacto?
—Si bien no tenemos testigos, creemos que alguien, posiblemente que se movía en un vehículo a alta velocidad, arrojó la bomba, dentro de una bolsa negra para basura, ante la fachada de la financiera. Pero, como policías, llegamos a tiempo para evitar el mecanismo de explosión. Particularmente el buen olfato de nuestro perrito Peki sigue dándonle mérito a este cuerpo, formado exclusivamente ante la necesidad de mayor seguridad.
—¿Podría describir las piezas que contenía?
—Sí. Un paquete de treinta o treinta y uno cartuchos de dinamita, con unos seis kilos de peso, conectados a una masilla, que llevaba un tablero de calculadora, unas cápsulas con químicos, tres baterías que por suerte fallaron, cables, cintas adhesivas, mecha lenta, espoleta (que se utiliza como espoleta iniciadora del contacto) y una antena.
—¿Una antena?
—Sí, seguro iba a ser manejada por control remoto.
—¿Qué alcance destructivo tendría, Comisario?
—Y... ¡Eu, Feliciano, cuánto pasto se iba a quemar!... —exclamó alejando la boca del micrófono. "¡50 metros!", gritó Feliciano— 80 metros a la redonda aproximadamente.
—Estos equipos empleados para fabricar la bomba se consiguen en el país libremente.
—Este, parece bien casera, —la imagen mostraba entonces el artefacto desarmado— pero el tipo parece un genio cómo la armó, si no fuera por las baterías. Y, las dinamitas se dan mediante un permiso especial visado por las Fuerzas Armadas. O sea, no es algo tan complicado.
—A qué causa presume este acto.
—Creo que era más para intimidar que para hacer explosión. Sin embargo, el artefacto ya será derivado al laboratorio de Criminalística para su exhaustiva inspección.
—Por último, ¿por qué falló la bomba?
—Porque las baterías no estaban cargadas.
—Muchas gracias. Volvemos a est...

***

—Era cierto eso de que la televisión te aumenta cinco kilos. Aunque creo que a veces es más. —acotó Aurelio.
—Este gran pedazo de imbécil me está dando razón. ¡Caray! Sí debe haber un tipo o algún grupo, peor, que arme ataques terroristas. Y nadie más se da cuenta.
—Tranquilo, jefe, dediquémonos a la tarea que nos toca nomás.
—No, flaco, esto es importante. Hay alguien peligroso haya afuera, y yo me alistó para detenerlo.
—Bueno, estará entonces entre todos esos campesinos, médicos, estudiantes, estafados, transportistas, ah, y desde hoy los maestros de escuelas públicas.
—Eso suena complicado, flaco. Mejor apagá el televisor.

***

Ese mismo día.
Isidro Fernández se encontraba investigando las recientes solicitudes de permiso para utilizar dinamita, en los registros de la Dirección de Material Bélico, de las Fuerzas Armadas, a donde llegó mediante la recomendación autorizada del comisario Bobadilla.

«Cantero & Cía. ¿Quién rayos será este tipo? A ver, Cantero, Cantero, Cantero, todos los meses obtuvo el permiso», pensaba Fernández mientras leía las planillas clasificadas.
—Eh, mm... cuate, ¿quién se supone que es este Cantero? —preguntó a un soldado responsable de esa oficina, que estaba concentrado en el brilló de las puntas de sus botas.
—Eh, ah, ¿Cantero? Son unos picapiedras.
—¿Picapiedras? —«¡Demonios! ¡Picapedreros, será! Cantero & Cía. es una explotadora de mineras. Esto no me sirve», pensó y volvió a pegar la vista en los papeles.
«A ver, hum, todo este año y el anterior estuvo ganándose el privilegio de quemar las bombitas entre las rocas del Chaco. ¿Y éste? Montelindo SRL, bah, otra explotadora. Mejor me voy de esta biblioteca con olor a pan viejo».
—Yyy, ¿es fácil conseguir este permiso, amigo?
—No, señor —respondió el guardia sin despegar la mirada de sus zapatos.
—¿Tanto cuesta anotarse?
—Verá, señor, la Dimabel es la única que vende dinamitas en el país, y por eso se basa en un riguroso y minucioso registro de los solicitantes. Ya habrá visto que son los cantereros los que habitualmente piden la dinamita para despedazar piedras en Emboscada...
—hum, entiendo.
—... pero es muy fácil apropiarse de los detonantes ya que son guardados precariamente y así podrían comercializarse con fines criminales, señor.
—¿De dónde consiguen el material?
—¿Dimabel? Bueno, traemos de varias localidades de Brasil, pero sólo nosotros podemos hacerlo, de forma exclusiva luego. Aunque escuché que también se pueden conseguir de forma clandestina y a bajo precio.
—¿Tráfico de armas, decís?
—Podría ser, ya sabemos todo el lío éste del contrabando, que mueve un montón de cosas ilegales. Pero no hay nada confirmado.
—Suena complicado... Y bien, joven, gracias por el dato. —el investigador salió de la oficina, pero el guardia seguía contemplando sus botas lustradas.

***

Posteriormente Fernández se dirigió al sitio de la Financiera Ciudadano, donde conversó con el personal presente esa jornada, una cajera y un ordenanza. "Los demás no pudieron venir por causa de la huelga del transporte público, y por el suceso de esta mañana", excusó la mujer.
La cajera, una cincuentona católica que tenía la solicitud de jubilación escrita en la cara, sólo pudo confirmar que la Financiera no se vio afectaba por el quiebre en cadena de bancos de hace tres años, cuando el Presidente de entonces compró las matrices de varias empresas deudoras, y luego decretó, sin obviar la terrible crítica y queja a su mandato por ello, la monopolización del cambio del dólar mediante su banco propio, el Banco Criollo.
O sea, ningún ahorrista de esta empresa podía haber acusado alguna estafa en sus cuentas y vengarse con este ataque. Tampoco el personal interno pudo haberlo hecho, ya que ganaban un jugoso sueldo quincenal, que se sumaba a premios, comisiones y concursos de habilidad. Nadie podía decepcionarse con un empleo así.
«Este ordenanza me hizo acordar que hace dos meses que no le pago sus honorarios al flaco», reflexionó cuando salió de la casa de billetes, monedas, cheques y boletas de extracción.
Luego se entrevistó con un par de vecinos que vivían frente a Ciudadano. Ninguno aportó novedades, más que las que dijo el comisario Bobadilla, en la misma nota informativa que él vio por televisión.
Desechó la idea de hablar con más vecinos, porque nadie robaría un banco que se podía ver por la ventanilla de la cocina o del baño. Por lo que se marchó a su departamento. «Esta gente que vino a protestar en la Capital podría invadir mi residencia», se alarmó y apresuró el paso.
Realmente las calles estaban llenas de gente, sobretodo la Plaza Uruguaya, que era el centro de congregación de la marcha campesina, desde hacía varios días. A lo largo del lugar público habían algunas carpas, música de polca paraguaya, y un fuerte olor a sudor. Hacia el extremo que da con la Estación del Ferrocarril subían humos de las ollas populares, con un aroma penetrante a cocido. Había mucho movimiento en esa parte de la ciudad.
«Me pregunto si el terrorista no estará entre ellos. Será que me tropecé con él, sin saberlo. O me estará observando. Hum. Eso creo, al menos. ¿Qué sigue ahora? ¿Dónde atacará próximamente? ¿Cuándo van a acabar las huelgas?», seguía meditando Fernández en medio del gentío.
«¿Cuántos carteristas estarán dispersos por aquí? ¿Conseguirán alguna mejor ganancia que yo?», entonces se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón, palpó su billetera y se sintió un poco más seguro. «No me quitarán fácilmente mi colección de calendarios», concluyó. Miraba lo desolado que se veían los pabellones de las librerías de la plaza. Si con libros estaban bastante solitarios, ahora parecían sin alma, sin esperanzas. Es que las hordas visitantes se apoderaron de las publicaciones para alimentar los hornos para cocer sus alimentos. Hasta arrancaron algunos árboles y asientos para semejante menester.
«¿Este personaje consigue su arsenal del negocio del tal Cantero? ¿Lo roba de allí? ¿O lo compra clandestinamente? ¿Qué objetivos tiene en mente? Es extraño. Sin embargo, creo que debo desechar todos los razonamientos primarios. Ya veré que hacer».

***

Esa noche. En Fernando de la Mora, Zona Norte.
Una nueva explosión sacudió la escena, en particular a la prensa y a las autoridades policiales.
Esta vez un coche-bomba, de la marca Volkswagen, modelo 95, estalló alrededor de las 3 de la madrugada, frente a la vivienda del ex gerente de la sucursal Fernando de la Mora del extinto Banco Criollo, Juan Ortiz, quien se encontraba con su familia durmiendo.

—Sí, Juan Ortiz y su familia se encontraban durmiendo.
—¡Otra pregunta, Comisario! ¿Sería una venganza?
—Bueno, durante el interrogatorio de este individuo, él mencionó en repetidas ocasiones que no tiene enemigos personales y desconocía absolutamente quién o quiénes tendrían interés en matarle. No obstante, ya estamos obteniendo importantes avances en este caso, y el responsable sería identificado por la mañana... Muy bien, señores periodistas, se acabó la conferencia... —era el comisario Bobadilla, que ya le daba la espalda a la maraña de micrófonos, grabadoras y cámaras fotográficas de los medios de comunicación que acudieron al lugar del atentado. Una bola de preguntas cortadas rebotaba en su nuca.
—Vaya, Feliciano, esta gente tiene las mismas costumbres todavía. —se quejó.
—Sí, jefe, de vez en cuando debería ayudarlo en esa tarea.
—No te preocupes, que los jefes estamos para dar la cara... en estos casos al menos. ¿Ya averiguaste quién fue el culpable de arrancarnos de la cama? —soltó un enorme bostezo.
—No, señor. Las huellas digitales volaron, se entiende.
—Excelente, Feliciano. No sé qué haría si no te tuviera de ayudante en este Departamento.
«Trabajaría, señor, trabajaría», se dijo a sí mismo Feliciano.

La explosión no causó ninguna víctima fatal ni heridos, pero, por sí, magnitud destrozó completamente el vehículo, hasta hacerlo irreconocible, además desmoronó parte de la muralla de ladrillos que se encontraba cerca.

VI - LA CRISIS SE ACENTÚA EN EL TRIBUNAL

Siguen pistas de presunto terrorista
Tras ocho días del atentado con bomba contra el vehículo del ex gerente del Banco Criollo en Fernando de la Mora, la Policía no tiene evidencias que lleven a la detención del autor y tampoco maneja detalles del tipo de explosivo utilizado, limitándose a señalar los componentes primarios, lo que encierra el caso en una gran nebulosa.
El crimen provocó una ola de comentarios en el barrio Residencial, ubicado a cinco kilómetros en las afueras de la Capital, donde los casos de robo domiciliario son los delitos más frecuentes, "pero un atentado ya es cosa seria que la Policía debe aclarar", comentó un vecino.
Agentes del Departamento Antiterrorista de la Policía Nacional siguen pistas de un posible terrorista que igualmente sería el responsable de depositar una bomba de alta tecnología frente a la Financiera Ciudadano, ubicada en Manuel Domínguez casi Iturbe, en pleno centro de Asunción.
La fuente, en referencia al hecho acontecido horas antes del hallazgo del coche-bomba, dijo que el que hombre que depositó un artefacto compuesto de 30 cartuchos de dinamita en la vereda de la referida financiera es profesional, de cutis moreno, de unos 30 años de edad, cuyos demás datos no pudieron revelar por motivos de seguridad.
Los investigadores descartan la posibilidad de que el autor del frustrado atentado haya sido un ahorrista defraudado, pues la financiera no enfrenta ninguna crisis económica ni tiene antecedentes conocidos de conflicto con algún cliente. Sin embargo, no podría ofrecerse mismo argumento para el asalto a la vivienda del antiguo funcionario del Banco Criollo, que hace tres años provocó la mayor estafa y el peor quiebre financiero del país.
"Se trata de un terrorista que aprovecha la situación, ya sea económica o política, para crear disturbios o amedrentamiento", acotó nuestra fuente cercana a las avanzadas esferas de investigación.
Agentes de Inteligencia que se encuentran abocados en la investigación enviaron una nota a la Dirección de Material Bélico (Dimabel), dependiente de las Fuerzas Armadas, para que identifique a las personas registradas como "explosivistas", en dicho organismo, que es el único del país con autorización legal para comercializar materiales detonantes.
Los investigadores sospechan que el terrorista que perpetró el atentado en perjuicio de Financiera Ciudadano sería el mismo que arrojó una bomba en la parada de la línea de transporte número 13, a fines del mes pasado, en que resultó seriamente dañada una de sus unidades. Aunque, por la coincidencia de una huelga del personal, tal idea es descartable.
Los expertos presumen también que el hombre habría atentado el Banco Citadino, perteneciente a una red de bancos británicos, a principios de este año, que además sufrió la sustracción de una importante suma de dinero nunca confirmada. La policía especial de las Naciones Unidas seguían investigando este hecho porque la explosión sucedió en el mismo edificio donde dicha organización tiene sus oficinas, pero tampoco ha reportado avances precisos y dejarían el caso en manos de la policía local, puesto que ninguna de las oficinas de la ONU resultó dañada.

***

—¿Vio este artículo, jefe? —gritó Aurelio, inclinado sobre el periódico sobre el escritorio.
—¿De qué se trata? —respondió Fernández, sentado en un sillón, en el pasillo del hospedaje, con los ojos semi abiertos centrados en las puntas de sus maltratados zapatos.
—Parece que empiezan a considerar con seriedad la cuestión del tipo terrorista.
—¿Qué periódico es?
—Eh, el "Estado".
—Vaya, esa gente se agarra de cualquier idea sensacionalista para vender.
—¿"Idea sensacionalista"? ¿Duda de su teoría?
—No dudo de mi teoría, dudo de ese periódico. ¿Qué dicen al respecto los demás periódicos?
—No sé, lo presté del vecino, y apenas le alcanza para comprar uno cada tres días.
Fernández quedó callado, se hundió en el sillón de tela, echó un sombrero sobre su frente y se acomodó para reposar.
En ese pasillo escapaba del bullicio de las calles. No había siquiera vecinos estorbando la tranquilidad en el patio del Hospedaje Los Hermanos. El ruido urbano sonaba muy distante. El cielo se veía azul, despejado, esa mañana, y la luz tibia del sol se metía por la abertura que había sobre la fuente seca, donde las viejas tejas no alcanzan a sombrear con sus bordes.
—El país va empeorando cada día, —comentó Aurelio, sin intención de esperar atención— un gobierno con dos Presidentes no parece buena idea... je, ahora hasta los futbolistas se acoplan a esta olla de huelgas que se va tornando general.
Sonó el teléfono, que estaba cerca del brazo de Aurelio, por lo que contestó la llamada inmediatamente.
—Diga. —saludó.
—¿Investigaciones privadas?
—¿Quién habla?
—¿Es la oficina del inspector Fernández?
—Tal vez, ¿qué desea?
—Encontré su aviso en el periódico "Estado".
—Eso salió ya hace más de un año, señor.
—No importa. Quisiera hablar con él, imbécil.
—¡Oiga, pedazo de...! ¡Demonios! Dígame primero si es un cliente o no.
—Dígale a Fernández que el juego comienza a calentarse...
—Entonces no lo es: ¡al infierno gran pedazo de estúpido! —y colgó de un golpe el tubo— ¡Diablos! Al menos estoy seguro de no haber malogrado un cliente.
—¿Quién era, flaco? —dijo con voz desperezada, Fernández.
—Un maldito bromista.
—¿Qué quería?
—Nada. Sólo aumentarse la cuenta telefónica.
—Sigue así, muchacho. Algún día podrás decir que trabajaste conmigo —agregó y volvió a dormirse.

***

—¿Qué podemos hacer para dejar fuera de carrera a Francisco Gómez? —se lamentó Paco Ibañez.
—Qué te parece asesinarlo en un "accidente" —recomendó el General de las Fuerzas Armadas, Casimiro López.
—No, no, no quiero esa clase de violencia.
—Era una simple sugerencia. Pero sabés bien que esta misma semana podría ser él quien te quite del camino.
—Ese maldito Tribunal Supremo.
—Y si eliminamos a sus integrantes. ¿Cuántos jueces son?
—Tal vez. Son tres infelices: José Cabrera, el titular, José Vargas y Antonio Mont.
—Acaso no acusan al Movimiento de Patriotas como un grupo violento. —divagaba Casimiro.
—Son idioteces de la prensa vendida.
—¿Tu gente no se estará armando para dar el golpe por su cuenta?
—Eso no es algo que yo maneje, Casimiro.
—Yo creo que por la vía judicial estás enjaulado. Por qué no me permites simular una sublevación a tu favor, y de paso eliminar a todos tus oponentes.
—Quizá esté en aprietos, pero es muy temprano para perder la popularidad que estoy ganando encima del liderazgo de Gómez.
—Decime, Paco, qué vas a hacer con respecto a las huelgas.
—¿Huelgas?
—Sí, desde hace unas semanas. Toda la prensa destaca eso todos los días. Si salís por el balcón vas a ver a la gente acampando y toda esa basura.
—¿De qué lado estará esa gente? —suspiraba Ibañez.
—Yo creo que de ninguno. Esta misma gente podría hacerse de justicia propia, antes que tus seguidores, pero con resultados menos positivos.
—Quizá tengas razón.
—Imaginate, cuando intentemos recurrir a un golpe de gobierno por parte de mis Fuerzas, Gómez podría utilizar a ese gentío como barrera humana. Habrían algunas muertes, claro,... pero todo apunta a una emocionante masacre.
—No, eso no.
—Si eso sucediera: tu imagen internacional ya no nos serviría. Además, con esos bastardos en el poder absoluto, lo que hemos construido en tantos años quedaría en manos equivocadas, y nuestros errores hasta ahora bien tapados nos dejarían en mala posición. ¿Eh?
—Quizá tengas razón.
—Por si acaso me estoy preparando contra todas las posibilidades. Poco a poco voy midiendo la capacidad de apoyo de mis Fuerzas, para identificar y aplastar certeramente ahora a las posibles oposiciones futuras.
—Debería creer que sos muy cauteloso, pero nunca un hombre podrá conseguir que nadie lo odie, a pesar de sus esfuerzos. De eso se trata la supervivencia, ¿no? —hasta el propia Ibañez sonaba confundido de lo que decía.
—¿Ya recibiste alguna amenaza de muerte?
—No. Bueno, tal vez. Pero no estoy seguro.
—Déjame el asunto en mis manos, Paco.
—Pero sin violencia, ¿no?
—Cómo sea.
El general López se retiró raudamente de la mansión de Ibañez, en su coche polarizado y blindado, tratando de no dar sospecha de esta reunión.

***

Los conflictos políticos parecían no tener fin. A medida que se prolongaban empeoraba la situación general.
Los países socios del Mercosur hacían referencias indirectas sobre la situación del país, indicando que podría ser sancionado y expulsado si no definía a su gobernante democrático, sólo uno.
El cambio del dólar por la moneda local había alcanzado el promedio de diez mil guaraníes; el empobrecimiento de los sectores carenciados se acentuaba, en contraposición, las utilidades de los multimillonarios aumentaba la brecha entre ambas categorías sociales.
Muchas tiendas comerciales quebraban y cerraban. La ciudad era invadida por carteles que indicaban la clausura y el remate de sus bienes. El servicio de recolección de basura se había cortado, y el deterioro de las calles era una trampa para los automovilistas, que a su vez sufrían del exagerado aumento de precio de los combustibles.
Los pocos bancos estables registraban corridas de clientes, que ante la inminente reiteración de la terrible crisis financiera de hace tres años, exigían la devolución de sus ahorros. Muchos bancos sufrieron ataques airados de ahorristas que no recibían inmediatamente, o sólo en forma parcial, su dinero. Entonces estas entidades incrementaban sus intereses por préstamos y aceleraban los cobros de hipotecas, lo que incidía en irritantes problemas judiciales con los deudores. Varios de éstos terminaron huyendo del país e incluso en suicidio.
La tasa de suicidios era muy alta. Otra tasa que no se detenía era la de robos y asaltos a mano armada, en la mayoría de los casos muy violentos. La seguridad no existía, en alguna medida porque la Policía Nacional se concentraba demasiado y al pedo en la Capital, debido a las huelgas. Para empeorar este estado, se hablaba de una fuga masiva de reos peligrosos de la Penitenciaría Nacional.
Otros cómputos también apuntaban al margen aumentado de desempleados, por la causa directa de despidos masivos en las grandes fábricas e industrias. También la cantidad de analfabetos se mostraba cada vez más preocupante. Por otra parte el cálculo a nivel nacional de consumidores de bebidas gaseosas parecía estable.
La deuda externa agobiaba al Ministerio de Hacienda, al igual que las deudas internas por causa de la disparada cotización de la moneda extranjera. Las inversiones internacionales presentaban el porcentaje cero, misma cifra para la medición de turistas ingresados.
En la fecha, los funcionarios públicos también dieron a entender que se plegarían a la seguidilla de huelgas en el país. Si bien, no tenían reclamos precisos al igual que los futbolistas, pero los dirigentes sindicales alegaban que era una muestra de confraternidad con la población que pasaba por malos tiempos. Los servicios básicos de agua, luz y teléfono no se resentirían, señalaron, porque los medidores de cada sistema continuarían facturando con toda normalidad.
Las condiciones estaban listas para el estallido social, en cualquier momento. Por ahora, el equilibrio de poderes no se vislumbraba.

***

—¡Hey, jefe! Encontré esta noticia en el diario de hoy: "Broma casi causa una tragedia".
—¿Es importante? —se desperezaba Fernández.
—Es divertida. Dice: "Una broma protagonizada por integrantes del programa televisivo El Conejo...
—¡Qué espanto!
—...emitida todos los domingos, bla, bla, eh, casi terminó ayer en un enfrentamiento armado o tragedia con agentes del Departamento Antiterrorista, del Departamento de Investigación de Delitos, la Cuarta Brigada policial y personal de la Comisaría Primera de San Lorenzo...
—¿En qué rayos se metieron esos payasos?
—Dice que por la mañana tres protagonistas del programa, vestidos de negro y, presumiblemente portando armas de fuego, se constituyeron frente a una vivienda y simularon ingresar al interior de un inmueble, ubicado en el barrio Sinalco, bla, bla, y... propiedad del oficial inspector Pepe Barrios..."
—¡Qué estúpidos! ¡Cómo van a ir así a la casa de un policía!
—Lo que sí es que el tipo sospechó de los intrusos, tomó su arma reglamentaria y solicitó por radio refuerzos a sus camaradas, quienes se presentaron con la artillería pesada.
—Me sorprende: La policía haciendo algo serio por la seguridad pública.
—La seguridad de un camarada, jefe.
—Por poco y los liquidan a estos bromistas. Pero qué falta de ingenio, creatividad. Creo que con la actual situación del país deberían cerrar estos programas y...
—Mostrar más telenovelas.
—No iba a decir eso.
—Pero, jefe, eso que piensa ya se inclina a la censura.
—Tal vez. Por lo visto a vos te gusta El Conejo.
—Nooo, es de mal gusto. Lo mío es la música nomás.
—Y, ¿por qué no te dedicas a eso?
—Bueno, por ahora no es buen negocio...
—En este país al menos nunca va a ser buen negocio el arte, flaco.
—Qué se le va a hacer. Amor al arte que le llaman.
—Lo que podés hacer ahora es llevar tu talento a estos huelguistas y animar sus reuniones.
—Bah, me echarían a patadas con la clase de música que me gusta.
—Y qué, si es una protesta, por qué no aceptarían rock de protesta.
—Lo veo distinto. De todas formas, con mi banda y otras más armamos un circuito estimable ya. La otra vez tocamos en Luque y nos fue bien. Lástima que no nos salió el demo, con el despelote que comenzó y todo.
—Sí, ¡qué despelote! Encima con un terrorista del que nadie sospecha nada. —deliraba Fernández.
—... ¿todavía cree que hay un terrorista, jefe?
—¿Por qué no?
—Es que... la mayoría de estos atentados obtuvieron un argumento... creíble... lógico.
—¡Patrañas de la policía! Hay que trabajar, flaco. No quedarse en el escritorio esperando que el culpable venga a entregarse, o a hacer volar la comisaría.

***

Ese mismo día.
La parte posterior del primer piso del Tribunal Supremo de Justicia, ubicado en el barrio Sajonia de la Capital, fue terriblemente dañado por una bomba que estalló alrededor de la medianoche.
Afortunadamente, por el avanzado horario, no había ningún personal que pudiera haber sido herido con este atentado. No obstante, la potente reacción del artefacto de alta tecnología afectó unos sesenta metros cuadrados del edificio, incluyendo los mobiliarios y documentaciones de orden contable.
"Yo y unos amigos estábamos mirando televisión en el techo de casa, cuando escuchamos el tremendo ruido. Primero pensamos que había caído un rayo, pero era imposible, porque el cielo estaba completamente despejado. Entonces vimos el edificio del Tribunal, de donde salía un gran destello y mucho humo, que se veía aunque era de noche. Tuvimos que tirarnos al suelo por los fragmentos que empezaron a caer sobre nosotros", testificó un vecino cercano al lugar atacado.
"Desde hace doce años que yo vendo panchos y gaseosas, y cervezas también, en esa esquina de la plaza. Siempre hubo mucho lío aquí, pero recién ahora vi en mi vida esta clase de explosiones. A eso de las once (23 horas) habrá sido que vino un motociclista y me pidió un paquete de Criollitas, ah y cigarrillos; de paso vi que a una cuadra había un auto que hacía extrañas maniobras al costado del edificio. Pero no le presté importancia, porque el motociclista estaba muy apurado", manifestó un vendedor ambulante de la plaza aledaña al Tribunal.
Enseguida acudió el Departamento de Antiterrorismo de la Policía Nacional, con varios efectivos y su can rastreador Peki, pero no pudieron determinar los componentes del explosivo. La destrucción era tan grande, que se perdieron las pistas que se pudieran obtener por este aspecto.
El Jefe de la Policía, Ignacio Medina, manifestó que estaba profundamente preocupado por este hecho, por lo que redoblaría la seguridad del Tribunal. Alegó también que el presidente Paco Ibañez lo telefoneó para exigir misma medida.

A esas horas el otro Presidente, Francisco Gómez, había convocado a una conferencia de prensa en su despacho, donde indicaba:
"Este acto criminal que sufrió el Tribunal Supremo de Justicia es un acto aborrecedor, que jamás debió suceder ni nunca más debe acontecer en este país que busca salir del hoyo en que está, y alcanzar la esperanza de la democracia."
"Hace instantes conversé por teléfono con el juez titular, José Cabrera, y me dijo que esto es muy grave. Y es así, señores periodistas, mediante quienes puedo llevar este mensaje a mi pueblo sufrido. Es horrible."
"Yo estoy seguro que hay manos oscuras en este Gobierno que buscan desacreditar las intenciones correctas de las personas decentes y libres de sangre, como quien les habla. Y digo: ¡Basta! Ya no podemos más. Renuncien, aléjense del país."
"Estoy seguro que este atentado es una maniobra de Paco Ibañez, el ilegítimo Presidente de la República, que falsamente mostrará su preocupación por este hecho una y otra vez con los dedos cruzados detrás de la espalda. Ya hace horas, mediante su vocero policial, este Medida, intentó mostrarse inocente al ordenar reforzar la guardia del Tribunal. ¡Mentira!"
"El terror continuará y se hará peor, para todos."
"Fíjense, señores, ¿cómo es que Ibañez supo tan rápido de este atentado y llamó al Jefe de Policía? ¿No sospechan? ¿No será acaso que las nuevas guardias que envía son asesinos para liquidar la paz, para matar a los jueces legítimos? Yo mismo he recibido amenazas de muerte en mi propia residencia, mi esposa, mi familia, mi empleada, y colegas cercanos de la gloriosa Asociación Radical Unida."
"Les cuento más. La horda de criminales de Ibañez se está armando y entrenando por los mejores militares de las Fuerzas Armadas en sus estancias en el interior del país, esperando que me tome un descanso y entonces acabar con nuestros esfuerzos democráticos."
"No. Le pido al pueblo que reflexione y me apoye para derrocar a la mentira, antes que vengan peores desgracias. Piensen en el futuro de sus hijos, de sus jóvenes. Esta patria es demasiado buena para despreciarla."
"Muchas gracias".

Paralelamente al excitado discurso de Gómez, el presidente Paco Ibañez ofrecía en vivo y en directo una mensaje oficial por el canal de televisión estatal número 97. Bajo la imagen arrugada y seria de Ibañez aparecía un mensaje escrito del canal, donde prometían después inmediatamente en diferido el mensaje oficial de Francisco Gómez.
"Hombres y mujeres de este país -decía Ibañez-, trabajadores y trabajadoras, compatriotas, todos."
"Esta madrugada hemos despertado forzadamente por un acto vandálico que merece el repudio absoluto. No se puede ni debe atacar la soberanía del Tribunal Supremo de Justicia, el único organismo institucional del Estado que no es electo por votación del pueblo."
"Su carácter independiente y su claridad de ejercicio fue dañado por el desequilibrio que nos ofrece este inútil choque de poderes presidenciales."
"Si bien sabemos que yo llegué al poder por las vías legales, sin recurrir a fraudes ni órdenes judiciales; espero que el juez titular, Cabrera, tome conciencia de este grave hecho y llame al diálogo para evitar más destrozos entre compatriotas."
"Apenas informado de esta explosión en el edificio de justicia ordené al Jefe de Policía la defensa de esa importante institución. Niego categóricamente la responsabilidad por parte de mi grupo político. Quizá sea acusado de proponer ideologías violentas, pero desmiento que sean reales."
"El Movimiento de Patriotas está al servicio de los patriotas, que somos todos, aunque algunos hoy hayan demostrado una vez más que no desean el amanecer que todos necesitamos para nuestro país."
"He ordenado también a la Policía que inicie rigurosas investigaciones para aclarar este hecho, encontrar a los culpables, enjuiciarlos, condenarlos y remitirlos a Emboscada para que sepan lo que significa cometer un delito de esta naturaleza."
"Una vez más niego del todo tener que ver con este repugnante acto explosivo. Estoy seguro que el pueblo, Dios y la Santa Madre son testigos de mis palabras. Si no, que ellos me lo demanden."
"Por último, quisiera expresar que este ataque quizá sea de mayor interés para el sector rival a mi gobierno, a fin de intentar sustraerme de mi posición legítima."
"Buenas noches".
Inmediatamente el canal estatal 97 transmitió la grabación del discurso de Francisco Gómez, prometiendo en el inferior de la pantalla la seguida reiteración de la disertación ofrecida por Paco Ibañez.

Vale mencionar que el Tribunal Supremo de Justicia, encabezado por el juez José Cabrera, que forma terna con José Vargas y Antonio Mont, se suponía que en estos días emitiría su resolución final sobre el pedido del presidente Francisco Gómez, que acusaba a su par Paco Ibañez de infringir la ley elaborada en la década de los años 20, que prohibía que una persona se afilie a dos partidos políticos distintos, por tanto su existencia política debería ser anulada en todo el territorio nacional y dimitir de su cargo de gobierno.
Se comenta que José Cabrera y Francisco Gómez habrían sido compañeros de escuela, por lo que quizá exista cierta afinidad amistosa entre ambos, y el primero vaya a influir en los demás jueces en esta decisión para favorecer a Gómez.
Incluso, según documentación expuesta durante la campaña electoral de Paco Ibañez, Gómez habría obsequiado a Cabrera una inmensa propiedad en el Departamento de Amambay, dos mansiones en Villa Morra y una pasaje a Cancún con tres días de hotel pago. Todo ello descartando sus posibles vinculación con el narcotráfico, la piratería y el contrabando de armas. Pero nada pudo ser verificado hasta este día.

VII - FUERTES RUMORES DE GOLPE

En algún lugar secreto cercano al lago Ypacaraí...
—¡José! ¿Qué tal? Recibí tu mensaje y vine —saludó Francisco Gómez, extendiendo su mano.
—Sí, qué complicado está tu código... —contestó el juez José Vargas.
—Es necesario, con toda esta situación.
—¿No te podía llamar por teléfono nomás?
—No, es inseguro. Teniendo a las Fuerzas Armadas en el otro bando supongo que habrán intervenido las líneas. Ya verás cuando tomemos todo el poder lo que le sucederá a ese imbécil generalucho de López; ya verá dónde meterse su maldita lealtad.
—Acaso no me dijiste antes que tu equipo había intervenido las líneas.
—Sí, todas las líneas telefónicas y radiales de Paco y sus adherentes; incluso nuestros buenos espías instalaron un par de mini cámaras en su despacho... ¡deberías ver la cara que pone cuando reciben amenazas de muerte!
—Sorprendente. ¿No habrá algo así en mi oficina?
—¿Por qué te preocupas? ¿No estamos grabando telenovelas? Y de esas supongo que nunca faltan en la tuya.
—Err, no perdamos más tiempo en esas privacidades.
—Bueno, ¿a qué se debe el llamado?
—Bien, me parece que exageraste un poco con el tema de la explosión. —se quejó Vargas.
—¿Explosión? No, no fue de mi gente. Y lo que me parece extraño, aparentemente tampoco se atribuye a la gente de Ibañez.
—Entonces, ¿de quién podría ser?
—Estamos tras eso, pero de ninguna manera fue mi gente.
—Por otra parte, creo que en dos o tres días definimos la situación jurídica de Ibañez para sacarlo del camino. Todavía falta el apoyo de Antonio Mont, pero quizá acelere su convencimiento este último atentado.
—Mont, eh. ¿qué dijo de la oferta millonaria a para su cuenta bancaria suiza?
—Dijo que lo pensaría. Pero no se muestra de nuestro lado todavía... Dime, Fran, si no tenemos éxito con el Tribunal, ¿planeaste matar a Ibañez?
—Es una carta que siempre está a mano, colega. Cada hora tenemos a media docena de francotiradores entrenándose en el departamento de Alto Paraná, sin contar los explosivos instalados en su despacho, su coche y avión privado.
—No olvidaste ningún detalle. ¿Y qué pasa con el grupo armado que apoya a Ibañez?
—No existe tal cosa. Es simple campaña de desinformación. Capaz que haya algún grupo de amigos afilando machetes en Lambaré o Capiatá, pero no podrán salvar a su líder.
—Y ¿el ejército?
—Bueno, eso está un poco complicado aún. Pero con el apoyo del director del diario Estado, el canal 7 y otros dos locutores de radio estamos logrando que la opinión pública crea que somos los verdaderos demócratas. Quizá eso llegue también a los militares, si no, pues se enfrentarán a la barrera humana que se forma, voluntaria, en la Capital.
—Nunca pensé que fueras tan buen estratega. Aunque sospecho que el canal estatal 97 desvirtúa tu imagen.
—Lastimosamente, como las Fuerzas Armadas, la televisión estatal apoya más a Ibañez. Ah, y me olvidaba de la Jefatura de la Policía Nacional. ¡Malditos!
—¿No podés despedir al general, al jefe de policía y al director desleales con algún decreto?
—Ese es el problema, ambos gozan de la confianza de sus subordinados. Y no podemos perder fácilmente a esa masa de electores. Pero comenzamos un proceso inadvertido con la contratación de funcionarios públicos de nuestra Asociación, y otros infiltrados. Estamos barriendo a los patrióticos. Ya verás que en poco tiempo el poder estará sólo en nuestras manos...
—¿Qué clase de planes manejás?
—Por ejemplo, tenemos una extensa lista del personal que me apoya y el que no. Ya ideamos un plan para la distribución de los cargos públicos, algunos negociados de maquillaje así como la privatización internacional de varios entes públicos que nos redituarán gratamente... Basta de eso. ¿Cuándo vas a mocionar el aceleramiento de mi pedido?
—¿La demanda contra Ibañez?
—No, una tesis sobre la fraudulencia de la leche de soja como alimento netamente lácteo. ¡Claro, José, ese pedido!
—Ja, ja. Ya. Pensaba hacerlo hoy, así mañana ya te proclamábamos como Presidente absoluto. Pero creo que pueden sospechar de mí después de la explosión.
—¿Pensabas hacerlo nomás? ¡Demonios! Entonces solicita una reunión permanente al Tribunal, con la excusa de toda esta crisis y su agravamiento imparable. Eso funcionara. Entre tus propuestas de salida de la situación indicarías que habrá que nombrar a un sólo mandatario. Entonces señalás mi demanda y decís que es el remedio más inmediato a todo.
—Genial idea... ¿José Cabrera está al tanto de todo esto que conversamos?
—Casi, pero no creo que dé la espalda a las oportunidades materiales que le ofrecemos, ¿no?
—Hablando de eso, ¿cuándo me toca la siguiente cuarta parte que pactamos?
—Bien, será mejor que volvamos a la Capital, antes que nos rastreen.
Francisco Gómez se metió rápidamente a su vehículo negro con vidrios ahumados, cubierto por varios guardaespaldas, que también abordaban otros tres vehículos semejantes, y salieron de la estancia secreta.
El juez José Vargas también se metió en su coche, pero partió unos quince minutos después, tomando un camino distinto para retornar a Asunción. Así concluyo ese ataque de informaciones destinadas evidentemente al lector común.

***

En Asunción, en tanto.
Fernández acababa de desayunar una taza de cocido quemado con dos galletas cerca de las ollas populares de los huelguistas, ubicados en la Plaza Uruguaya. Desde hace unos días Fernández se alimentaba con toda esa gente, aprovechando que era gratis, ya que un montón de cosas se recaudaban de donaciones y colectas.
Sentado al borde de la poblada vereda, frente a la Estación del Ferrocarril, una camioneta 4X4 de doble cabina, que venía a gran velocidad, se detuvo bruscamente ante él. Se bajó la ventanilla y apareció la gruesa cara del comisario Bobadilla.
—¡Fernández! ¿Qué haces por acá?
—¡Eh! ¡Sapo, sos vos!
—Subite pues al asiento de atrás, vamos a Ciudad del Este un rato.
—¿Qué hay?
—La policía fronteriza dice que incautó unas veinte toneladas de dinamita ilegal proveniente de Brasil. Ahora vamos a requisar el material, subíte... ¡Acosta y Alvarez, van a viajar en la carrocería! —ordenaba Bobadilla a los policías sentados detrás suyo. Así cumplieron y Fernández subió entonces.
—¿Eh? Feliciano, no vi que estabas al volante.
—¿Cómo le va, señor? —saludó Feliciano.
—Así es, Fernández, por suerte se me permitió conservar a mi gente cuando me nombraron Jefe del Departamento Antiterrorista —el móvil ya estaba en fugaz movimiento.
—Decime, Sapo, ¿ya tienen pistas del terrorista?
—Será cangrejo, ¿cuál terrorista? No manejamos ningún reporte de esos. Si te referís a las explosiones, pues concluimos que apenas fueron accidentes ocasionales.
—Quizá.
—¿Vos crees que hay un terrorista? Ja, ja, ja. ¡Qué imaginativo, Fernández! ¿No, Feliciano?
—Sí, señor —exclamó Feliciano.
—Pero tu idea nos puede servir para cerrar estos casos. Le apresamos a algún árabe y le echamos la culpa, sí. Anotá eso Feliciano. Ah, y si ves alguna despensa por el camino pará un rato, que hay que comprar algo de comer para el largo paseíllo.

***

Ocho horas después. En la Aduana de Ciudad del Este, en la frontera con Brasil.
La comitiva del comisario Bobadilla llegaba hasta el depósito donde se resguardaban varios contenedores con una carga de 20 toneladas de dinamita, que nunca fue solicitada por la Dimabel, la única entidad militar con dicho privilegio en el país.
—Así que éste es el cargamento —comentaba Bobadilla, mientras saboreaba un alfajor.
—Señor, la dinamita estaba lista para ser utilizada, dice el informe —comentó Feliciano.
—Sospecho que el responsable de este material tenía fines bastante claros —manifiesta Fernández.
—Deja eso a nuestro cargo, Fernández. El Departamento Antiterrorista maneja un montón de detalles sobre el tráfico de armas, también. ¡Traigan a Peki! —ordenó el comisario a sus subalternos, quienes sostenían con una correa al diminuto perrito policial.
Peki comenzó a oler las grandes cajas metálicas, que no tenían ni una sola referencia. El armamento había pasado el Puente de la Amistad y todos los controles aduaneros sin ninguna verificación. Recién en el Kilómetro 60 se detectó este peligroso cargamento, y fue depositado en los galpones del referido puesto. Pero nadie sabía cómo llego allí, a quién pertenecía y qué uso tendría.
—Señor, no creo que sea apropiado ordenar el traslado de la dinamita a Asunción, o alrededores; recuerde que la situación anda muy caldeada— opinó Feliciano.
—Tienes razón. Veamos. Ya sé. Prepara una orden para llevar todo esto al cuartel de Lagerenza —dijo el comisario.
—¿En el Chaco?
—Caray, Feliciano, por supuesto que eso queda en el Chaco. Guarda unos cartuchos para llevarlos a los laboratorios de Dimabel.
—Sí, señor.
En esos instantes se escuchó un llamado por radio dirigido a Bobadilla, éste contestó y recibió unos datos urgentes.
—¡Pronto, Acosta conduzca la camioneta! ¡Alvarez, cuida el perro! ¡Hey! ¡Fernández! Vamos, sucedió algo en un colegio cercano —gritaba Bobadilla, dirigiéndose a la camioneta. Fernández, a unos metros de él, verificaba los contenedores, hasta que fue llamado. Subieron al vehículo y se alejaron rápidamente.

***

Poco después llegaron hasta el colegio del Área Nº 1, de la Itaipú Binacional. De lejos se veía una espesa humareda que emergía de uno de los edificios. Algunas leves explosiones sonaban aún.
Frente a la institución se aglomeraban muchos vecinos, además de los estudiantes que habían sido evacuados de sus clases. Es que en este colegio no se sentía la huelga de profesores proclamada en Asunción.
La camioneta traspasó el cordón policial. Bobadilla y Acosta ya estaban ingresando al sitio educativo. Fernández se quedó en el portón, trataba de entender qué había ocurrido, se acercó a un lugareño entonces.
—¿Qué pasó, Don? —le dijo a un anciano parado cerca.
—Hubo una explosión muy grande en el colegio.
—¿Cierto? ¿A qué hora pasó?
—Fue hace media hora, más o menos. Durante el recreo. La explosión se produjo en el laboratorio de química, señor.
—¿Usted es el portero?
—Sí.
—Hubo heridos.
—Oh, treinta estudiantes parece que fueron alcanzados por los fragmentos de vidrio, pero no hay ninguno en estado grave. Por suerte estos alumnos no sienten tanto apego hacia la química, o si no...
—Ya lo creo que sí.
El artefacto explosivo destruyó parcialmente la edificación e inutilizó por completo los elementos laboratoriales y muebles encontrados en la planta baja del edificio. El violento estallido levantó pisos y revestimientos de paredes de todo un pabellón, la rotura total de los vidrios laterales y provocó igualmente que se hayan quemado varios documentos como ser exámenes de alumnos.
Quince minutos después los bomberos habían dominado las llamas del laboratorio. La policía estaba interrogando a algunos estudiantes para averiguar de algún sospechoso antes del atentado, pero no había ningún aporte útil.
—Justo que venimos a Ciudad del Este tiene que pasar esto —se lamentaba Bobadilla, pasándose una toalla por la frente.
—Y si es el terrorista que se está vengando por la retención de su dinamita.
—Ja, ja, ja. Fernández, que suerte que nos acompañaste. Ayudas a espantar el malhumor policial.
—No, en serio. Cada vez creo más que tal personaje existe.
—Esta vez estás errado, compañero. Bueno, las autoridades del colegio indicaron que no era la primera vez que sucede esto. Ya hubo algo así hace cinco años.
—Yo digo por la relación de hechos, nomás: ataques, dinamita, colegio.
—Nada que ver. Aquí se detonó una bomba casera. Mis hombres apuntan a un grupo de alumnos compuesto por catorce jóvenes, creo, a quienes no se les habría permitido participar del examen de química por acumulación de ausencias.
—¿Esa es la explicación?
—Vaya, química: ¡puaj! Así cualquiera protesta haciendo volar el laboratorio. A mí nunca me gustó esa materia en la secundaria —expresó distraído el agente superior.

***

"Esta jornada ha sido muy agitada en Ciudad del Este. A tempranas horas fue incautado un gran cargamento de dinamita en la zona, aunque se alega que desde hace meses ello estaría depositado en el puesto de control del Kilómetro 60."
"Por la tarde, en el colegio del Área Nº 1, de la Itaipú Binacional, estalló una bomba casera, lo que sería una travesura de algunos estudiantes. Luego se informó de la persecución policial de un extranjero sospechoso en el manejo de armas ilegales. Bueno, y ahora se suman los rumores de atentados en la represa de Itaipú. Ya la Policía Nacional está cubriendo esta infraestructura."
"Ahora tenemos un enlace directo con el cronista Karim Jetz, enviado especial del canal 7 para cubrir estos eventos."

—Así es, Sonia Ferreira, estamos frente a la jefatura policial del Alto Paraná, para presentar más información acerca del posible terrorista, de origen árabe, perseguido infructuosamente.
El fugado, supuestamente experto en bombas y artillería pesada, no pudo ser detenido porque logró evadir el cerco policial y se presume que se enteró con antelación sobre los detalles de estos despliegues de captura.
Pese a formular tal revelación, los agentes no dieron a conocer la identidad o las características del fugado, pero señalaron que el mismo es residente en Foz de Iguazú, ciudad de Brasil.
Según la fuente, el libanés buscado tiene una mano amputada y solamente se maneja con algunos dedos de la otra. Afirmó que en contra del citado sujeto existen suficientes pruebas de haber participado en el atentado contra la sede de la Amia en Buenos Aires, Argentina, donde murieron más de cien personas.
Eh, aquí vemos que sale alguien de la jefatura. ¡Es el comisario Pedro Cabral! Trataremos de hablar con él.
¡Comisario! ¿Qué puede decir, en exclusiva para el canal 7, acerca de los hechos del día?
—Bueno, queda plenamente demostrado que en Ciudad del Este existen terroristas. Pero continuaremos con las investigaciones hasta lograr la detención de todos los implicados que tienen conexión con grupos terroristas. Gracias.
El comisario Cabral se metió a una patrulla estacionada cerca y se fue raudamente.
—Esas fueron palabras exclusivisimas del jefe policial de Alto Paraná. Desde Ciudad del Este, Karim Jetz. Volvemos a estudios, Sonia...

***

Cerca de la veinte y dos horas, de ese mismo día.
Una torre de transmisión de la represa de Itaipú, en el departamento de Alto Paraná, sufrió una terrible explosión que ocasionó el quiebre de su columna de metal, con su posterior caída. Los gruesos cables eléctricos se soltaron y liberaron peligrosa alta tensión en el suelo, después de grandes chispazos. El área de la explosión era despoblada, por eso no había ningún tipo de control, ningún vecino, ningún testigo, nada.
Como resultado de este ataque el suministro de energía de la hidroeléctrica fue cortado a todo el país; también tres estados de Brasil fueron afectados por este percance y sorprendidos por la repentina oscuridad.
En la Capital el ambiente era atemorizante. Algunos pocos habían encendido sus generadores propios. La noche era muy negra. No funcionaban los aparatos eléctricos, el alumbrado público, los semáforos, los ascensores, era muy oscuro.
Las calles estaban llenas de gente, nadie entendía qué pasaba. De pronto se veía el movimiento de algunos faros encendidos de vehículos veloces. El bullicio llenaba ese ambiente, se oían gritos y unas cuántas bombitas de pirotecnia.
En los edificios muchos abrían las ventanas, pero las puertas no. Muchas entradas estaban pobladas de personas que no se podían distinguir. Las sombras se movían como una masa que se contagiaba por los bordes. La inseguridad crecía. En todas partes se escuchaban radios portátiles y se atendía a cualquier evento que pudiera surgir. Una ambulancia desparramada el ruido de su sirena por alguna calle no lejana. Se podía distinguir otra sirena más, en otra parte.
Los rumores de golpe de estado sonaban de esquina a esquina. Y la luz no volvía. Tampoco nadie podía decir por qué se cortó repentinamente. Unos decían que el ejército leal a Paco Ibañez estaba por atacar, pero los reportes de la única emisora activa, Deber, con sintonía 510 AM, manejaba datos de escasas maniobras en el interior del cuerpo de Caballería.
Otras emisoras empezaban a transmitir nuevamente, con equipo de emergencia. Otros hablaban que era el grupo armado de Paco Ibañez el que se estaba moviendo rumbo a la Capital, con la firme intención de eliminar al presidente Francisco Gómez y a sus adherentes. Pero tampoco se tenía certeza de ello.
Muchos rumores y probabilidades más se iban tejiendo a medida que transcurría cada minuto de oscuridad. En la emisora Deber había llamado un oyente para denunciar que el corte de luz se debió al plan secreto del mandatario Gómez, para aniquilar a la familia Ibañez en su vivienda, mediante un grupo de asesinos profesionales suicidas. Que unos coches sospechosos, totalmente negros, merodeaban la residencia de Ibañez. La noticia no se confirmó por nadie más.
Finalmente la Administración Nacional de Electricidad, responsable del suministro de esta energía, emitió un comunicado urgente dirigido a la opinión pública a fin de aclarar que el problema surgido se debe a percances con una de sus torres -sin ofrecer tantas referencias-, pero que el inconveniente sería reparado en contados minutos.
A treinta y cinco kilómetros al oeste de Itaipú, en tanto, los peritos policiales estaban rastreando pistas alrededor de la torre de transmisión atacada. Los cables sueltos ya habían sido desconectados del canal de corriente eléctrica, por lo que no ofrecían riesgos. Unas camionetas especiales portaban una pared de reflectores para iluminar el área. Todo el suelo cercano de la columna derribada se había quemado. Había un pastizal carbonizado que continuaba humeando levemente.
Los técnicos de la represa empezaron a montar una línea de emergencia que recorría un camino en dirección norte. En cinco minutos la distribución de electricidad se debería normalizar.
Las primeras conclusiones de los investigadores apuntaban que en aquel perímetro no había ni un sólo rastro de movilización de personas en los últimos días. Por lo que el material explosivo pudo haber sido instalado incluso meses antes, y accionado por control remoto. Los pocos fragmentos colectados demostraban el empleo de avanzada tecnología para esta bomba. Nada más.
En la central de Itaipú se había redoblado la guardia, y una patrulla de seguridad comenzó a recorrer las torres de transmisión cercanas. También la policía brasileña comenzaba a asistir a la represa más grande del mundo.
La Policía Federal de Brasil reveló a las autoridades locales que ayer se había recibido, a través de una llamada telefónica anónima, una amenaza de bomba, que se colocaría dentro de la usina de la hidroeléctrica. También, que en el lado brasileño los ataques con explosivos eran casi frecuentes. Las doce torres de distribución de energía entre las ciudades de Foz de Yguazú y San Miguel de Iguazú, del Estado de Paraná, estaban alertados de los asaltos.
Los uniformados vecinos desconocían al autor de la serie de atentados, pero una semana antes habían ubicado y desactivado una tercera bomba colocada en una torre, próxima a Curitiba. El hallazgo se produjo cuatro días después de la explosión que derrumbara otra torre y dejara fuera de servicio la línea que trasmite el 25% de toda la energía generada por Itaipú, afectando principalmente a estados de Brasil.
Sin embargo, toda información había sido cuidadosamente mantenida en secreto, sólo a nivel policiaco, a fin de evitar incertidumbre y preocupación innecesarias en la población civil.
La energía eléctrica ya se recobraba para el país entero. En la Capital se sintió un leve alivio por el retorno de la luz artificial, pero los rumores todavía oscurecían los ánimos. Era ahora la televisión la principal fuente de noticias y, bastante oportunistas, tres de los canales presentaban simultáneamente noticieros especiales, uno cuarto continuaba la telenovela interrumpida por el corte, y el canal público preparaba una transmisión exclusiva del presidente Ibañez, desde su despacho.
"Pueblo paraguayo -comenzaba el discurso en directo de Ibañez-, sufrido pueblo laborioso: yo, como presidente legítimo de este país mediante el voto mayoritario obtenido en elecciones libres, quisiera echar por tierra todos los rumores de golpe de estado que han llegado a mis oídos."
"Niego categóricamente que el Movimiento de Patrióticos esté relacionado de modo alguno con intentos violentos, con preparativos asesinos."
"Este corte de electricidad nunca puede ser atribuido a intenciones de los Patrióticos, de ninguna manera."
"Nosotros estamos seguros que la única forma de llegar a la paz de este convulsionado momento no será por la violencia, sino por el diálogo, la cooperación y la integración. No existe otro camino para esa necesidad que tenemos yo y todos mis compatriotas de ver a esta patria libre de falsos gobernantes, de esquemas políticos perturbadores, y conflictos sociales inoportunos."
"Por eso pido que toda la gente que está en las calles, que está haciendo alguna forma de huelga, que tome conciencia de mis palabras y que retornen a sus hogares, que cancelen estas protestas de fricción y comencemos a trabajar juntos por un país mejor.
"Pido que todo el pueblo, todo, distinga esta campaña de desinformación que se acumula alrededor de mi persona. Que sepa distinguir al verdadero gobernante que desea librar a la patria de estos prolongados perjuicios."
"Sin más, les deseo a todos un reconfortante descanso. Gracias."

***

En la represa de Itaipú se encontraba también la comitiva especial del Departamento Antiterrorista de la Policía Nacional, encabezada por el comisario Bobadilla, junto a los policías Feliciano, Acosta, Alvarez y el perrito Peki, enviados a Alto Paraná para esclarecer ciertos hechos dudosos. Los acompañaba el investigador Fernández.
—Disculpa que sea un poco entrometido, Sapo, pero qué novedades ha aportado a las investigaciones los datos de la policía brasileña.
—Eso es confidencial, Fernández. Información clasificada que no debe llegar a cualquier ciudadano común. Pero como sos mi socio, te la comentaré. Dicen que estas explosiones en torres de distribución son frecuentes en el lado brasileño. Constantemente se reciben llamadas telefónicas anónimas en la represa alertando de la instalación de bombas. Las amenazas existen, y algunas se cumplieron. La policía no tiene conocimiento del autor de todo esto. Pero... no es importante, debe ser algún brasileño decepcionado con el servicio, o las tarifas, que reacciona de esta forma. Porque si fuera un terrorista de verdad no haría llamadas para amenazar, actuaría y ya.
—Entiendo, pero ¿qué hay de esta torre a cincuenta kilómetros de la frontera?
—Bueno, quizá el loco se perdió el mapa y cayó bien hacia el lado paraguayo. O tal vez decidió afectarnos también a nosotros, para provocar mayor presión sobre los técnicos brasileños.
—Quizá. Yo sostengo que el terrorista que buscamos sin querer reconocerlo, está vengándose de esta forma por la incautación de su dinamita.
—Y dale con eso, Fernández. Esta tarde pudimos dilucidar el caso. Las veinte toneladas de dinamita pertenecen a la empresa Montelindo SRL, una nueva excavadora nacional de minas, que decidió evadir la burocracia de Dimabel e importar ilegalmente el material. Eso nomás era.
—¿Cierto?
—Tal cual. Montelindo es una empresa nueva, que apenas puede competir con la otra, eh, Canteros, Canteros & Cía. ¿Conocés?
—Escuché algo.
—Canteros & Cía. es una de las empresas del director del diario "Estado", Don Canteros, ¿sabías eso?
—No, ahora me entero.
—Con respecto a tu terrorista, para seguir aclarándote las dudas, que para eso estamos los policías, quizá sea el árabe que se escapó de rastrillaje de hoy. El tipo vive en Foz de Iguazú, y seguro es el mismo encargado de molestar al lado brasileño de Itaipú.
—¿Eso creés?
—¿Acaso no es coincidencia que cruce hacia Paraguay y horas más tarde estalle una de estas cosas de la electricidad?
—Quizá tengas razón, Sapo.
—Tranquilo, hermano, no pasa nada... ¡Puf! ¡Qué suerte que no estamos en Asunción ahora, cuánto lío se habrá armado por el tema del corte de luz!

***

Esa madrugada, en el barrio Las Carmelitas de Asunción.
Aproximadamente a las 4.30 horas, la monumental mansión del general de las Fuerzas Armadas, Casimiro López, fue afectada por un tiroteo realizado desde la calle de su frente.
Entre cincuenta a setenta balas impactaron en el portón corredizo de acero inoxidable, perforando su superficie y terminando en la fachada de la edificación así como en la chapería de un automóvil blindado de uso privado del General. Otras balas se encontraron en los muros de piedra laterales al portón.
La cabina de guardia de la residencia reaccionó tarde al sorpresivo asalto, no pudo identificar correctamente a los responsables del tiroteo, dispararon contra ellos pero al parecer ninguno de sus tiros los alcanzó.
El arma utilizada por los terrorista sería una mini ametralladora Uzi. Los soldados que cuidan el frente de la mansión dijeron ver la parte posterior de un vehículo que se desplazaba a alta velocidad, haciendo imposible siquiera la identificación del modelo, aunque se estima que sea un Mercedes Benz. Sí pudo observarse que el móvil era negro y tenía los vidrios ahumados. En cambio de sus ocupantes no se sabe absolutamente nada.
Afortunadamente el general Casimiro y su familia, que se encontraban descansando, no fueron víctimas de las balas. El mismo ha ordenado el refuerzo de la seguridad de su residencia así como la presencia de peritos en armas, para identificar más aspectos del tiroteo.
Las cámaras de circuito cerrado que posee la vivienda grabó algunas tomas del vehículo cruzando su frente y acribillándolo. Lastimosamente las tomas se ven lejanas y en un perfil poco favorable. Las dos micro filmadoras que abarcan la fachada se ubican en las esquinas del jardín, a medio metro por encima de las cabinas de guardia; y realizan movimientos circulares automatizados.
No obstante, con las imágenes se comprueba que el móvil era un Mercedes Benz negro. Una de las ventanas se muestra abierta a medias, y aparece, a penas, el cañón de la ametralladora, con su extremo brillando por las chispas de la ráfaga de disparos. El vehículo no llevaba chapa identificadora.
El presidente Paco Ibañez ya había ordenado al jefe de policía Ignacio Medina la realización de un rastrillaje en toda la zona. Varias salidas de la ciudad estaban siendo cubiertas por rigurosas barreras de control policial.
Sin embargo una hora después del atentado no existían todavía sospechosos, ni ninguna pista que condujera a ellos.
El general Casimiro López era considerado como uno de los principales apoyo, debido a su posición de máximo jefe militar, del presidente Ibañez. Por ello este suceso inesperado hacía suponer que era una maniobra creada por su oponente político, Francisco Gómez, a quien Ibañez catalogaba de "usurpador del poder absoluto que le corresponde", pero que por insólitas jugadas jurídicas había llegado a la "Presidencia compartida".

VIII - LA TOMA DE LA JUNTA PARTIDARIA

El presidente Francisco Gómez había logrado que la Cadena Internacional de Información (CII) le hiciera una entrevista, mediante su reportera representante Sonia Ferreira, quien además era conductora del noticiero central del canal privado Nº 7.
En alguna residencia aislada, cercana al lago Ypacaraí.
Sonia y un camarógrafo estaban esperando la llegada del Presidente para la grabación de la entrevista. El cuarto en que estaban era bastante vacío. Apenas habían muebles, una mesita y dos sillones enfrentados. La pared que enfocaba la cámara estaba decorada con un simple cuadro de tendencia artística cubista, con colores muy sombríos.
Las paredes estaban pintadas de color púrpura y daban la sensación de que afuera nada era audible de lo que sucediera en esta habitación. La iluminación era tenue, con una lamparilla colgante en el centro del techo. Las puertas, blindadas, estaban protegidas por unos guardaespaldas gigantes que no hablaban y se escondían detrás de unos oscuros lentes.
Una de las dos puertas visibles se abrió enseguida y apareció Francisco Gómez, vestido con unos pantalones, botas oscuras y una remera de rayas horizontales azules, blancas y verdes.
Saludó levantando una mano y se sentó en el sillón que la reportera había dejado desocupado.
—Buenos días, señorita —dijo el Presidente inclinando un poco la cabeza.
—Buenos días, señor Presidente —respondió la reportera.
—Cuando quieras podemos comenzar la entrevista.
—Muy bien. Listo, Jorge, empezamos a grabar —le señaló al camarógrafo.
Dos lámparas sobre sus respectivas torres estaban encendidas a los lados de la cámara filmadora, iluminando cuidadosamente los detalles de ambos. Una luz roja se encendió encima de la máquina y el camarógrafo hizo una señal con la mano.
Un micrófono estaba reposando sobre la mesita, pero no se veía en la imagen que presentaba la pequeña pantalla adherida a la cámara.
—Soy Sonia Ferreira, desde Paraguay, en un reportaje especial y en exclusiva para la Cadena Internacional de Información. El presidente, Francisco Gómez, ha accedido a una entrevista donde nos presentará su opinión acerca de la caótica situación que se está viviendo en este país sudamericano y más... Saludos, señor Presidente.
—Saludos. Es un honor para mí participar en la misión informativa de esta importante cadena internacional. Y por este medio quisiera presentar la verdadera imagen de Paraguay. Adelante con sus preguntas, señorita.
—Sí. Eh, señor Presidente, ¿cómo definiría usted la "Presidencia compartida"?
—Bueno, la "Presidencia compartida" es un instrumento jurídico que he empleado para evitar que una injusticia se haya consumado en un cien por ciento. El Partido General, al cual yo estoy afiliado prácticamente desde que nací, lleva el poder de gobierno en hombros desde hace más de seis décadas. Dentro de este legendario partido político, una de sus corrientes más importantes es la Asociación Radical Unida, que es la que lideró.
El año pasado se realizaron las elecciones internas de mi partido, donde resulté ganador por una amplia cantidad de votos encima del Movimiento de Patriotas, una novedosa formación política del mesiánico y fascista Paco Ibañez. Pero él logró invalidar mi elección mediante las tramposas conexiones que tiene con las autoridades del Partido General. Sin embargo, ese hombre jamás debió siquiera inscribirse en los registros de la Ideología General.
Él quedó como candidato del Partido, entonces. Llegaron las votaciones nacionales, y nuevamente ganó el Partido General, por el simple hecho de que la gente nos vota por el nombre, por el color, por la trayectoria, no por su candidato ocasional, o si no perdíamos lejos con este Ibañez al frente.
Él llegó a la Presidencia de la Nación, pero no era válida. Semanas antes yo había comenzado a tramitar una denuncia en el Tribunal Supremo de Justicia, alegando que Ibañez infringía una importante ley electoral de 1928, que anula la persona jurídica de cualquier ciudadano que se inscriba en dos partidos. E Ibañez había pertenecido antes al partido opositor, al Marcista, y eso no es legal, ya que esa ley jamás se derogó, ni por las constituciones vigentes.
Él no lo reconoce, pero yo tengo documentación real que confirma lo que digo, que era lo que estaba usando en toda mi campaña electoral para eliminarlo de carrera. Él pensó que había ganaba y ya.
En cambio, el Tribunal reconoció la legalidad de mi moción y decidió constituirme la mitad de la Presidencia, hasta tanto decidan finalmente derrocar al falso Presidente, que es Ibañez.
En resumen, "Presidencia compartida" significa el retorno a la justicia, el camino al poder que me pertenece legítimamente a mí.
—¿Qué opina sobre la difícil situación social y económica que atraviesa el país debido a los conflictos políticos, señor Presidente?
—Todo es culpa de Paco Ibañez, con nombre y apellido. Ese hombre usurpa un puesto que no le corresponde e intenta usurparlo por los próximos años y tal vez hasta que se muera, no sabemos qué clase de trucos tiene preparados.
Si bien, con él de candidato oficial, el Partido General obtuvo un ochenta y cinco por ciento de votos de todos los electores participantes. Es un porcentaje elevado, fíjese señorita, pero en realidad es un promedio de nuestro partido que se reitera cada vez que se abren las urnas.
Esa cifra evidencia a un gran pueblo que sabe que yo soy su líder auténtico, que no quiso obsequiar el poder al Partido Marcista, como medida de castigo al usurpador de Ibañez. Sino que lo votó y luego se puso a esperar a que yo reclamara mi cargo y lo asumiera.
Todo el caos, la desidia y manifestaciones sociales son causa de Ibañez, quien sigue insistiendo con su mentira. El hace sufrir al pueblo. Pero lo que debería hacer es renunciar y permitirnos la calma del país y el inicio de una reconstrucción nacional.
—¿No cree que está siendo muy intimidador? ¿Acaso no habrían iguales resultados si el que renunciara fuera usted?
—Yo no sé, señorita, si usted tiene simpatía por Ibañez, o él le paga su sueldo o lo que sea, lo claro es que el único Presidente legítimo y que cuenta con el apoyo multitudinario de este país, ése soy yo, Francisco Gómez.
—Disculpe, pero yo, como periodista responsable, me mantengo neutral en asuntos políticos...
—Lo que quiera, señorita.
—Bien, eh, ¿qué planes tiene para mejorar la situación general del país?
—Muchos planes efectivos. Primeramente comenzaría con el saneamiento del gobierno y de todas las instituciones públicas.
—¿A qué se refiere con saneamiento?
—Es simple: a la identificación de todo el funcionariado implicado en la corrupción, a su enjuiciamiento, a recuperar los bienes del pueblo que hayan robado, hasta la última moneda, y al encarcelamiento posterior de esa indecorosa clase de ciudadanos.
—Si.
—Entre otras cosas, como yo soy de origen campesino, la sangre campesina fluye por mis venas, yo pienso como campesino, como ciudadano común; mi gobierno le dará mejores oportunidades a la retrasada población campesina, que es la base económica de este país...
—¿Tiene intenciones de realizar privatizaciones?
—¡Nooo!, una vez "limpias" nuestras instituciones de ninguna manera será necesario ahogar estos valiosos instrumentos nacionales, que pueden brindar un inmejorable servicio público, a bajo costo, y a la vez servir de sustento para muchas familias compatriotas.
—¿En cuánto tiempo cree que esta dificultad de gobierno vaya a terminar?
—Bueno, no me considero ninguna clase de profeta o adivino, pero espero que cuanto antes mejor para todos. Ese es mi deseo todos los días. Depende de Paco Ibañez, en parte, que considere su postura ilegal y renuncie, o deje la solución a cargo del Tribunal Supremo de Justicia, cuyos intachables jueces que lo conforman están deliberando en sesiones permanentes la invalidez jurídica de Ibañez, y quizá en unos días todos podamos ver el nuevo amanecer.
Acaba de venirme a la mente una proclama que había realizado en una concentración popular la noche que me robaron mi victoria; dije que, sin importar las mejores intenciones que se tengan, ningún gobierno podrá durar más de seis o siete meses con Ibañez como presidente. Hoy, a casi cinco meses de aquella oscura jornada política, reafirmo esas palabras. Estoy convencido que Ibañez caerá irremediablemente, falta tan poco.
—Muchas gracias, señor Presidente.
—Yo soy el que está agradecido, al poder comunicar mis intenciones al pueblo paraguayo y a toda la comunidad internacional que está atenta al bienestar de este pueblo.
—En exclusiva, desde Paraguay, este ha sido el reporte de Sonia Ferreira, para la Cadena Internacional de Noticias.
Terminó la entrevista. Las luces de los reflectores fueron apagadas, al igual que la cámara filmadora; el camarógrafo ya está desarmando el equipo y guardándolo en las cajas correspondientes.
—Muchas gracias por su concesión, señor Presidente.
—Llamame José, nomás.
—Eh, sí, señor... José.
—¿Cuándo será emitido esta sensacional realización?
—Sí, en unos dos o tres días. Tenemos que editar el material. Además de relacionarlo con una sinopsis de todo lo acontecido...
—No, no hace falta editar nada. Salió perfecto. No pronuncié términos obscenos ni tampoco maldije al país imperialista que domina al mundo, del que esta cadena funciona de portavoz oficial. Usted misma lo habrá notado.
—Sí, señor. Lo tendré en cuenta.
—Dime, Sonia, sos bastante bonita...
—Gracias, señor.
—Y quisiera saber si alguna vez te gustaría cenar... Yo conozco un buen lugar, bastante privado, con excelentes platos y muy buen gusto en general.
—Ehh, no sé. Creo que estoy muy ocupada últimamente con los noticieros, hay ediciones especiales casi cada hora, en cualquier momento del día, y... no puedo por ahora. Eh, no quisiera parecer que rechazo...
—Oh, noo, no, para nada. En unos días cuando asuma la Presidencia completa estoy seguro que la invitaré...
—Gracias... ¿Ahora debemos ponernos las vendas?
—Sí, querida, es un asunto de seguridad. Para mantener secreto este sitio ante posibles infiltrados del enemigo.
La reportera y el camarógrafo son vendados con telas oscuras en los ojos y oídos, luego conducidos a los vehículos de los guardaespaldas y llevados de nuevo a la Capital, donde recién podrán retirarse las vendas.
El Presidente ha partido en otro vehículo media hora antes.

***

Fernández retornó a la Capital, al igual que toda la comitiva policiaca de Bobadilla. El investigador se bajó en un extremo de la Plaza Uruguaya, de vuelta a donde había dejado su vida urbana la última vez.
Hacía dos días que no se bañaba, sin embargo, estando con el Comisario, nunca faltaron los bocadillos. Bien por ese lado.
La Plaza seguía tan llena de gente, de gente que quizá ya había olvidado que la Tierra era casi redonda, de tanto tiempo que estaban congregados en ese predio público. Parecía un enorme inquilinato sin paredes. De seguro todas las pancartas con mensajes contra el Gobierno ya eran cenizas en la hoguera que servía para calentar los alimentos.
A media cuadra de la plaza seguía colgado el viejo y sucio letrero lumínico que indicaba al "Hospedaje Los Hermanos". El polvo seguía acumulado en el corto pasillo que comunica a su patio interno. En ese patio seguía tan silencioso, sin música, sin vecinos quisquillosos, sólo la fuente seca, los jardines desprolijos invadidos por mala hierba y los dedos brillantes del sol entre las tejas dentadas al borde de los altos techos.
La escalera de tablones de madera que conducía a la segunda planta. Las puertas de las demás habitaciones estaban cerradas, hasta herméticamente cerradas, sólo la 3 B se veía casi abierta. Frente a ella estaba su sillón inclinado de tela. Todo igual.
Asomó la cabeza adentro y la puerta crujió suavemente por un empujón. Adentro se veía bastante desordenado, al menos así parecían las diversas formas que cubría la densa oscuridad. Su vista todavía no se acostumbraba a esa escasez de luz que había en el interior de su habitación.
—¡Fernández! ¿Vive aún? —gritó Aurelio, sentado en el escritorio con un viejo periódico en las manos.
—¡Eh, flaco! —atinó Fernández mirando a una pared.
—No, por aquí, jefe.
—Rayos, flaco, por qué no encendés las luces o abrís las ventanas.
—El servicio de energía eléctrica fue cortado por falta de pago, primero; y segundo, el dueño del hospedaje aseguró las ventanas con tablas clavadas para evitar que te escapes con tus cosas sin pagar las cuotas de alquiler atrasadas.
—Con que así. No importa. Ya veo algo aquí. ¿Llamó alguien?
—No lo sé, el teléfono también se cortó.
—Déjame adivinar, tampoco hay agua y la heladera está vacía.
—¿Cuál heladera? Nunca tuviste una. Bueno, y el agua también se cortó.
—Ahora se supone que me ahorque y se corte la soga.
—Hey, vino con humor negro, jefe.
—Mala suerte.
—Creo que como anda todo nunca podrá pagarme mi dinero.
Fernández se hizo el distraído e ingresó al baño.
—¡Puueeaajjgg! —Enseguida volvió a salir, asqueado— ¡qué hicieron en este baño!
—Ah, las cañerías se estropearon también.
—Creo que ya no falta nada.
—Tal vez.
—Pensé que en mi ausencia te ibas a robar mis cosas con tus amigos, o que algún grupo de huelguistas saquearía el cuarto.
—¡Oiga, jefe! De cualquier manera lo único que posee es lo que lleva puesto.
—Es cierto, —alzó un brazo y se olió— y huele desagradable.
—El otro día tuve un sueño, o eso creo, y pensé que el terrorista ése con que discursea cada vez que respira era usted, jefe. Y es que cada vez que explota algo siempre anda cerca. No sé, pero a veces me divierte la idea.
—¡Qué cretino!
—Ja, ja, ja. —rió Aurelio.
—¿A cuál grupo fundamentalista pensaste que pertenezco? ¿Al MRTA? ¿Al de Gengis Khan? ¿Al...?
—Creo que ninguno de esos se encuadra con su chiste.
—Si fuera terrorista no diría chistes.
—Ahí está, en ningún momento ha sido chistoso.
—Cómo, pero sí...
En ese instante alguien arrojó un paquete cerca de la puerta. Fernández dio tres saltos hasta la puerta para alcanzar al sujeto, salió por el pasillo, se colgó del parapeto y alcanzó a verle un talón de sus zapatos, pero después bajó las escaleras y salió hasta la vereda. El misterioso sujeto había escapado, y ya estaba mezclado entre el gentío de afuera. Fernández, abatido, volvió a la habitación.
El extraño paquete seguía tirado cerca de la puerta. Parecía envuelto con papel cartón amarillento, cerrado por cintas adhesivas transparentes. Era del tamaño de una caja de zapatos. No llevaba ningún especificación, cupón o tarjeta de invitación.
Aurelio continuaba hojeando el periódico de la semana pasada cómo si nada. Fernández se inclinó sobre la caja y acercó su oído a unos centímetros. «No se escucha nada. No, no hay relojes. Pero, ¿quién sabe? Los explosivos modernos son muy silenciosos y nunca forman sospechas», pensó.
En un rápido movimiento tomó el paquete con ambas manos para arrojarlo en dirección a la fuente seca, mientras se clavaba al suelo con los brazos sobre la cabeza.
¡Plaf! ¡Pop! ¡Blam!
Nada pasó.
—¿Qué sucede, jefe? —comentó despreocupado Aurelio. Fernández seguía enroscado en el piso polvoriento.
Se levantó lentamente, miró hacia el patio: nada. Salió al pasillo y miró abajo: una sarta de papeles desparramados yacían sobre el jardín silvestre, cerca del paquete amarillo roto por la mitad.
—Nada, flaco, sólo ejercicios —gritaba mientras bajaba las escaleras.
Los papeles eran recibos, contratos, pagarés, intimaciones y otros documentos de su casero. Una nota fechada dos días atrás refería que ya no podía vivir en ese hospedaje hasta que cancele su deuda de alquiler de dos años. Que sus posesiones actuales eran embargadas y que debería desalojar desde mañana.
Dejó los papeles donde habían caído y subió al 3 B.
—Bueno, flaco, has sido un buen ayudante de oficina, pero ahora debemos cerrar el cabaret.
—¿De qué diablos habla, jefe?
—El casero nos echa.
Aurelio salió al pasillo, llevaba el periódico doblado bajo el brazo. Fernández se cambió de saco y se vistió el de color marrón. Salieron a la calle, sin cerrar siquiera la puerta.
—Lo siento, jefe, todo salió un fiasco.
—No importa, creo que ahora me dedicaré a traficar drogas en la plaza y a administrar prostitutas por las noches.
—¿Lo dice en serio?
—Ya me creerás. Sigo siendo investigador privado, recuerda. Ahora yo soy mi propia oficina. Además, hay unos atentados que resolver.
—Suerte, jefe —Aurelio le tendió la mano y con media vuelta ya marchaba.
—¡Ya verás cuando atrape al terrorista! —le gritó Fernández; las personas que estaban alrededor lo miraron con asombro.

***

A dos cuadras del Hospedaje Los Hermanos, sobre la calle 25 de Mayo, estaba la sede del Partido General, "la Gran Casa de los generalistas", como solía decirse.
Esa sede representaba un importante poder de convocatoria para aquellos movimientos internos que lograban cubrir los mayores cargos dirigenciales. La Junta Partidaria, compuesta por cinco miembros, con el presidente llamado Miguel Estrada, mostraba una tendencia favorecedora a Paco Ibañez.
Fue mediante esta Junta que se detectaron los bloques de boletines fraudulentos que otorgaban puntos a su competidor Francisco Gómez, durante las elecciones internas para fijar al candidato oficial del Partido.
Gómez fue descalificado por causa de unos cincuenta mil boletines que incluían votos de afiliados ya fallecidos, votos dobles, triplicados de votos emitidos, votos no autenticados por las mesas de entradas y votos manchados por salsa de tomate, en vez de la tinta invisible.
Según los estatutos había llegado el periodo para renovar a las autoridades del Partido. En realidad, la Junta llevaba dos semanas de retraso para convocar al plazo de inscripción de candidaturas de los movimientos.
Luego de tres días de espera seguiría la convocatoria general de delegados de bases para las elecciones centrales, el domingo siguiente al emplazamiento.
Los delegados de base inscriptos eran 254, que provenían porcentualmente de cada región en que el Partido General había trazado el plano nacional.
Por motivos de tiempo y reducción de gastos la inscripción de candidaturas se redujo a un solo día, tiempo en que sólo presentaron sus listas el Movimiento de Patrióticos y la Asociación Radical Unida.
La convocatoria general para la asamblea extraordinaria se presentó esa misma noche. No había suficiente tiempo para intrincadas campañas de propaganda política, ni se estimaba que todos los delegados llegarían oportunamente a la sesión de votaciones.

***

El domingo siguiente. Por la mañana.
El escenario para la convención estaba preparado para recibir a los delegados que elegirían a las nuevas autoridades del Partido General, que de alguna forma significaba el camino que seguiría el gobierno actual y futuro.
El inmenso Salón Auditorio estaba decorado con listones de tela y globos con los colores distintivos del Partido. Había sido alfombrado íntegramente. Habían más de trescientas sillas plegables de metal, ordenadas simétricamente, cada cual con un cartel que llevaba el nombre del delegado y su número de afiliado.
La mayoría de los asientos tenían instalados ceniceros de arcilla en un dispositivo especial adaptado a la altura del brazo. Encima posaba una carpeta de plástico que incluía una hoja de papel, con la breve orden del día impresa.
Las luces, el sistema de refrigeración y los altoparlantes fueron probados tempranamente y no presentaban ninguna dificultad técnica.
Un escenario se había montado en el extremo contrario a la amplia puerta de acceso. Tenía una altura desde el suelo de medio metro, igualmente estaba alfombrado. Una larga mesa cubierta por un mantel del color preferido del Partido se anteponía a ocho sillones de tipo ejecutivo, donde se ubicarían los cinco miembros de la Junta Partidaria, el tesorero, la secretaría y el fiscal electoral.
Sobre el mueble habían también ceniceros, frascos con agua mineral, carteles con los nombres de los representantes, cinco micrófonos, el libro de actas, copias de la orden del día, dos floreros con ramos de rosas, claveles y helechos, así como un platillo cargado con granos de maní tostado, a pedido de un integrante del cuerpo dirigencial.
Al ingresar por la entrada, se encontraba el baño a la izquierda, una solitaria puerta que sólo señalaba la diminuta figura oscura de un sombrero de copa. En el lado contrario al baño estaba otra puerta que era la cantina. Frente a ella se dispuso una mesita donde los mozos, vestidos con sacos blancos y un moño del color del Partido, estaban preparando tacitas de café, vasos con agua y con gaseosa. Una pila de bandejas esperaba en un borde.
Dos guardias privados conversaban animadamente a dos metros de la puerta. Ambos portaban pequeñas cachiporras negras, silbatos y esposas de acero inoxidable.
Posteriormente estos agentes serían reforzados con un grupo de policías, más otros que cubrirían el sector de la calle, ante cualquier eventualidad que surgiera entre los principales bandos internos.
Todo parecía listo.

***

A las ocho y un cuarto de hora comenzó a llegar el primer grupo de delegados. La reunión se había convocado para las nueve horas.
La mayoría vestía traje. Unos pocos se conformaban con camisas. Pero ninguno obviaba el pañuelo con el color del Partido, atado con el nudo tradicional alrededor del cuello.
Media hora después la sala, con capacidad total para trescientas cincuenta personas, estaba más llena. Había un cuchicheo constante en varias puntas, seccionado en varios pequeños grupos de delegados.
Los participantes estaban dispersos por todo el salón, algunos más alejados de otros. Algunas sillas ya habían sido desordenadas y los ceniceros ensuciados. De todas formas se notaban varios claros desde el escenario. Los mozos recorrían los estrechos pasillos con sus bandejas semi vacías. Uno de ellos había tropezado solo y manchado la alfombra con tres tacitas de café tibio. El olor a café más el humo de los cigarros poblaban el ambiente.
A la hora nueve y veinte minutos los guardias recibieron la orden de cerrar las puertas de acceso. Los delegados que seguían estando afuera y otros que estaban llegando aceleraron el paso para cruzar el umbral.
Cinco minutos después alguien anuncio algo inentendible desde el escenario. Luego volvió para solicitar que los delegados tomaran asiento en sus respectivos lugares, que hicieran silencio ya que la sesión especial estaba por iniciarse.
Transcurrieron otros diez minutos. Seguían llegando los delegados, por lo que la puerta estaba abriéndose y cerrándose a cada rato. Tampoco se había conseguido silencio.
El tesorero, la secretaria y el fiscal ya estaban sentados en el escenario. Ingresaron los miembros de la Junta y finalmente el presidente, Miguel Estrada. Se calculaba que unos ciento noventa y siete delegados estaban presentes.
"Estimados correligionarios, damos inicio a esta convención para elegir a las nuevas autoridades", anunció Estrada. Un moderador, parado al lado de la mesa, hizo uso de la palabra y leyó el orden del día. Después cedió la oportunidad a un delegado que había levantado la mano.
"¡Estimados correligionarios auténticos!", gritó eufórico, a lo que fue correspondido por aplausos y hurras.
"Estamos hoy aquí -continuó- para desenmascarar a esta Junta pirata que apoya al más falso de los presidentes en la historia de este país", al decir eso unos cuantos delegados se pusieron de pie y comenzaron a gritarle, agitados.
"¡Por que el único líder que necesitamos es Francisco...!", entonces fue golpeado por una botella de agua mineral en la cabeza, cayó al suelo, al tiempo que otros se abalanzaban encima, para defenderlo o pegarlo.
"¡Gómez es un asesino! ¡El desgraciado!", prorrumpió otro hombre desde el fondo. La sesión se había vuelto un caos. La Junta ya se había retirado, mientras el moderador insistía inútilmente en recuperar la atención.
El salón pronto se dividió en dos bandos, el de los patrióticos y el de los radicales. Los insultos eran feroces. Muchos levantaban los puños. Dos delegados se trenzaron a puños, y más gente se metía en la contienda. La línea invisible que separaba a los movimientos se distendía a empujones. Los policías tuvieron que intervenir, tratando de formar un cordón en medio.
En el centro se había formado una especie de ring. Entonces los patrióticos tomaron sillas y empezaron a arrojarlos contra los radicales, éstos hicieron lo mismo. Varios estaban en el suelo, inconscientes o con la cabeza rota. Seguían las salvajes trompadas entre ellos.
El escuadrón policial de afuera no podía ingresar porque la puerta había sido bloqueada. En la calle también había conflicto. En la vereda enfrente a la sede partidaria se agruparon seguidores de los patrióticos con gestos violentos, gritando consignas amenazantes y estallando pirotecnia. El tramo se había clausurado, unas patrullas y un camión hidrante se interponían al grupo. Otro puñado más reducido de personas, que respondían a favor de Gómez, se manifestaba a media cuadra de allí.
Enseguida llegó el juez Bogado, escoltado por otro escuadrón policial. La puerta al Salón Auditorio fue derribada. La pelea había bajado de tenor, pero los insultos no, ello debido a que la mayoría de los delegados se cansó por su sobrepeso físico, por la extrema gordura.
El juez ordenó desalojar la sede y limpiar la cuadra de la misma. Entonces la policía sacó a empujones a todos los presentes, y los manifestantes fueron reprimidos con cachiporras y por la presión de agua del camión hidrante. Cinco ambulancias de sanatorios privados sonaban ruidosamente esperando poder asistir a los heridos de la malograda convención.
El Salón de reuniones fue lacrado y Bogado labró acta, determinando que la sede quedaba en poder de los radicales, hasta que se investigara toda la situación.
A las tres de la tarde una comitiva radical ya había contratado a un grupo de albañiles y herreros, que rápidamente elevaban hasta a dos metros una reja de hierro sobre una muralla de piedra de un metro de altura, en vez de la valla de ladrillo de medio metro.
Adentro un par de cerrajeros cambiaban las cerraduras y llaves de todas las puertas. Todos los distintivos de los patrióticos fueron quemados en el baño. Se formó una Junta temporaria así como una Comisión de Delitos Partidarios, que a las cuatro de la tarde denunciaba la existencia de documentos comprometedores por parte de las anteriores autoridades.
A las cinco aquella Comisión era recibida como un batallón heroico en el despacho de Gómez, donde sus adeptos aplaudían y gritaban con fervor. El presidente les pasó la mano y los llamó los "soldados de la justicia, que nace".
Todos los medios de prensa estaban presentes y transmitían en directo el acto. Sólo el canal público 97 estaba ausente, y en su señal se exhibía un ilustrativo documental sobre sexualidad humana.

IX - BATALLA POR LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Fernández se había instalado en un banco de la Plaza Uruguaya, la misma desde la cual realizó su última investigación sobre infidelidades matrimoniales. Pero era muy incómodo aún, con toda esa gente merodeando el lugar. Invadiendo los oídos con un murmuro parecido al de un panal de abejas africanas.
Vale indicar que los futbolistas se habían plegado a las huelgas. Sin embargo ninguno de los jugadores se manifestó en las calles, es más, ni siquiera habían lanzado alguna serie de demandas sociales, que defendíeran con su paro de actividades. Por eso cuando se levantó la suspensión, hace dos días, nadie pareció darle tanta importancia, excepto uno que otro aficionado deportivo que no tenía acceso a la televisión por cable, por ende, a las transmisiones de partidos internacionales de fútbol.
Había menos gente cada día, al parecer. Sólo el grupo de estudiantes universitarios parecía mantenerse invariable en la huelga.
Isidro Fernández otra vez se encontraba bebiendo de un vaso de plástico cargado con cocido, y masticando una galleta semi endurecida. Estaba hojeando un viejo libro que encontró tirado entre lo yuyos, seguro era antes de una de las librerías saqueadas de la plaza. Apenas se leía su título "Los cazadores de estornudos".
"...Una breve sacudida detuvo a la vieja embarcación. El ruidoso motor dejó de estremecer las húmedas tablas...", leyó al azar. "...Sentía cansancio y un agujero en la espalda por donde se le escapaba la vida. Veía...". Cerró el libro, probó otro sorbo de cocido. Después arrojó, indiferente, la gastada publicación detrás del banco, entre los yuyos.
La ración de desayuno incluía antes dos galletas, pero se había reducido a la mitad por causa de las donaciones ya disminuidas que llegaban hasta la Plaza. Al parecer, la población se mostraba harta de alimentar gratis a esta gente ociosa. Incluso una conocida marca de gaseosas que durante una semana había obsequiado litros y litros de su bebida, decidió darle fin a ese cometido; tal vez porque sus intenciones publicitarias ya estaban satisfechas.
—¡Hey, Fernández! —saludó Aurelio entre las filas de huelguistas que esperan desayunar.
—¡Flaco! ¿No te suicidaste? —contestó Fernández.
—Ja, todavía con esos malos intentos de humor.
—¿De qué hablás, gusanillo de cebolla?
—¡Puaj! ¡Apesta! Si es que está ensayando para contar chistes para la televisión argentina, creo que no va a llegar muy lejos.
—¿Querés un sorbo? —Fernández levantó un poco el vaso de plástico.
—No, gracias. Ya tomé café.
—Gracias a vos. Es un sorbo más para mí.
—Y gratuito —agregó Aurelio, mientras el investigador, que llevaba su saco marrón, tragó un largo sorbo de cocido.
—¿Qué haces por aquí, flaco?
—¿Qué tal va la nueva oficina?
—Y bien —dijo mirando el sucio banco, en el otro extremo estaba un vagabundo harapiento al que se le caían grandes migajas de galleta al mordisquearla.
—Veo que ya ha hecho nuevos amigos. —bromeó Aurelio sin sonreír.
—No es simpático —señaló simulando darle un golpe de puño en el brazo.
—Así que pasa a engrosar el porcentaje de desempleados del país.
—No creo que sea peor que el listado de personas sin televisión por cable. ¿Qué rayos traes bajo el brazo? —apuntó a un bulto forrado con cuerina negra.
—Ah, es Lukas, mi guitarra eléctrica. Voy a un ensayo con la banda.
—¿Lukas? ¿Cómo se llaman tus medias, entonces? Ja, ja. Preséntame a tu gorro, ja, ja, ja.
—Ríase nomás. Llamo Lukas a mi guitarra, igual que el pato loco de las caricaturas. El compañero del conejo de la suerte.
—Tremendo.
—Con el grupo organizamos un concierto este próximo miércoles, en un local céntrico. A ver si conseguimos algo de ganancias para poder retirar los originales editados de nuestro demo, del estudio de grabación.
—Lo bueno de los conciertos de rock solía ser (no sé si aún) que uno podía creer que estaba coincidiendo en algo con el resto del público... ¿Qué nombre lleva el grupo?
—Hercubus, el baterista lo sacó de un libro de magia. Hercubus se llama el meteorito que va a chocar contra el planeta —explicó seriamente Aurelio.
—¡Ja, ja! Disculpame, —se cubrió la boca— no puedo evitar reírme. Bueno, yo también fui joven, y sé lo que es hacerse el rebelde, el rock, las bajas calificaciones, pelo largo y mirar el televisor en blanco y negro... —expresó sonriente.
—Dígame, "ex jefe", sigue investigando al señor de las explosiones.
—Estuve tratando de soñarlo anoche, a ver si al despertar lo identificaba, lo llevaba a la policía y me cobraba la recompensa para volver a ser multimillonario.
—Usted da entre lástima y misericordia. Para empezar jamás se anunció ninguna recompensa. La policía nunca ha pensado en esa posibilidad. Y nunca antes tuvo más de diez mil guaraníes en una sola semana.
—No seas tan cruel, recuerda que yo te pagaba un sueldo.
—Ya no lo recuerdo. Siguiendo con el tema. Descartando que usted sea el terrorista, ¿ha hecho algo útil para dilucidar su teoría?
Fernández se rascó la cabeza y miró la punta de sus zapatos.
—Mmm... creo que no mucho. De todas formas, la policía puede que oculte esa información, para no asustar a la población civil.
—¡No piense como policía! Sea más astuto, observador, no se duerma fácilmente.
—Sí, es acertado —aseveró cabizbajo.
—¿Qué es lo que tenemos hasta ahora? ¿Cuál es la sucesión de hechos? ¿Qué pistas y casualidades se maneja?
—Ninguna. No hay nada.
—Ya veo por qué terminó encima de este banco.
—Algo se me ocurrirá.
El vago que estaba cerca volvió a formar fila hacia las ollas populares, donde servían el delicioso cocido. Fernández terminó su vaso, metió la galleta restante en su interior, y lo guardó en un bolsillo interno de su saco. Aurelio miraba al grupo de gente de alrededor, semejante a una desprolija escena de día de campo.
—Salud —dijo distraído Isidro Fernández.
—¿Qué? —sentenció el joven, volviendo la mirada.
—Salud. Por el estornudo; es una costumbre decir eso.
—Yo no estornudé.
Una segunda fuerte explosión se escuchó a pocas cuadras de la Plaza. La gente miraba para todas partes, los murmuros cesaron levemente. Hubo una pequeña estampida hacia la calle 25 de Mayo. El temor se apoderó de otros cuantos que buscaban refugio ante la posibilidad de un ataque armado para derribar al Gobierno, o a uno de ellos.
Entre las ramas de árboles se veía una humareda que formada una oscura columna ascendente.
Fernández se había puesto en pie.
—Vayamos a ver qué fue eso.
Con Aurelio fueron rumbo a la calle 25 de Mayo, que pasa en un lado de la Plaza. Mucha gente hacía lo mismo y ésta se estaba acumulando sobre esa calle.
El humo era muy denso, cada vez se pintaba más alto. Emergía de la misma dirección en que se localizaba la sede del Partido General.
Toda la cuadra del edificio de los generalistas estaba desalojada desde el último domingo, y así seguía. El incendio parecía provenir de su vereda, aunque apenas se distinguía por la lejanía en que se habían ubicado Fernández y Aurelio, debido a la gruesa masa de curiosos que se apiñaba hasta el borde de la barrera policial.
El camión hidrante se movió unos cinco metros para lanzar agua sobre el fuego. Una cuadrilla de los Bomberos Voluntarios llegaba a tres cuadras, tratando de abrirse paso entre tantas personas. En igual empresa se veían dos ambulancias, más rezagadas. Mientras los móviles de prensa estacionados cerca subían sus cámaras a sus techos para captar la catástrofe.
—¿Qué pasó? —gritó Fernández esperando que alguien dijera algo.
—Hubo una explosión —expresó una voz anónima.
—Una bomba en el Partido General —añadió otra.
—El grupo armado de los patrióticos está atacando la sede —fue otra versión.
—Un radioaficionado captó la señal donde Ibañez daba la orden en clave de "desplumar patos" a sus matones —afirmó alguien.
—No, los radicales están incendiando la vieja sede, como hizo Nerón con Jerusalén —siguió otro tipo.
—No fue Jerusalén, imbécil —respondió una más.
—¿Quién es Nerón? —preguntó el siguiente desconocido.
—Vez, flaco, —le dijo Fernández a Aurelio, en referencia a su teoría del terrorista— parece que existe.
Comenzó a hacer empujones para estar más cerca del suceso. Aurelio decidió quedarse atrás, temiendo que estropearan su instrumento por el escaso espacio físico. Fernández recibió algunas protestas por la brusca forma de avanzar. Él no hacía caso.
Finalmente alcanzó la valla policial, seguían los empujones. Allí reconoció a un policía, del otro lado.
—¡Hey! ¡Acosta!... ¡Soy Fernández!... ¡Colega del comisario... Bobadilla!
Al principio Acosta no captó el llamado, después lo vio.
—¿Eh? ¡Fernández! ¿Cómo está su esposa? —saludó con toda tranquilidad.
—¡No estoy casado, imbécil!... ¡Dejame pasar!... ¡Por favor!
—Primero trate de llegar hasta mí —es que estaban separados por un metro y medio de distancia, entre la valla y la gente apretujada.
La misión de Fernández esa atravesar una lata de sardinas. Comenzó a empujar más; notó una presión asfixiante. Dos personas parecían respirar forzadamente.
Así fue que tanta presión lo expulsó hacia adelante, para aplastarlo contra la valla metálica. Allí el policía Acosta lo estiró de los brazos para hacerlo cruzar la valla y estar del otro lado.
—Puf, qué horrible apretada recibí —se lamentó Fernández.
—¿Cómo anda, señor? Tanto tiempo sin verlo.
—Apenas la semana pasada viajamos juntos a Ciudad del Este, ¿no te acordás?
—Ah, sí, sí. El viaje para justificar el cobro de viáticos y comisiones extras.
—¿Qué cosa?
—No, nada. Que es un gusto volver a verlo.
—¿Qué ha sucedido aquí? ¿Quemaron la sede de los generalistas?
—Así parece. No sé mucho, en realidad.
—¿Ya están investigando algo?
—No, no podemos. Hasta que llegué nuestro superior a verificar que haya existido un crimen que merezca ser investigado, ya sabe...
—¿Quién es el superior?
—¿No lo sabe? El Jefe del Departamento Antiterrorista del la Policía Nac...
—Sí, si, ya,... el comisario Bobadilla.
—El mismo.
Tres cuartos de hora después el comisario Bobadilla y su asistente Feliciano llegaron hasta la valla, se abrieron paso y bajaron de la patrulla en que se transportaban.
—¡Fernández! ¿Otra vez por aquí? Pero si trabaja más que los policías —saludó el gordo Jefe al bajar del vehículo.
—Hola, Sapo —contestó Fernández, pasándole la mano.
—¿Qué tenemos aquí, Acosta?
—Señor, algo explotó hace como una hora, provocó un incendio, pero ya fue apagado. —explicó el joven policía.
—Muy bien, comiencen a buscar pistas, a colectar piezas sospechosas, a conseguir testigos... quiero al culpable de esto cepillando la hebilla de mis botas esta tarde —ordenó Bobadilla, con tono imperativo, descendiendo a uno meditativo.
—Parece un coche, un coche-bomba.
—¿Cómo dices, Fernández?
—La cosa que explotó fue un coche, y dadas las circunstancias en esta cuadra sólo pudo haber sido una patrulla de la policía.
—No te preocupes, amigo. Que el trabajo duro queda en manos de la policía.
—¡¿Acosta?! —el hombre estaba de cuclillas metiendo fragmentos quemados en una bolsa— ¿qué tipo de vehículo estaba estacionado enfrente al edificio?
—Una patrulla, señor.
—¡Demonios! Estas cosas lo ponen a uno fuera de sus estribos. El presupuesto que nos asignan es poco, y con ésto lo disfrutaremos menos —se quejó Bobadilla muy irritado.
—¿Qué sospechas tienen en mente, Sapo?
—Eso te pregunto a ti.
—A simple vista aparecen cuatro conclusiones...
—¿Sí? Hazme perder el tiempo.
—Una es que sea algún accidente con el rodado, algún defecto de fábrica al ser importado desde Japón, o tal vez al ser legalizado del parque de vehículos recuperados de robos. Otra es que los seguidores de estos movimientos políticos reaccionen así ante la mediocridad con que sus líderes mueven las piezas del tablero de ajedrez.
—No me dictes términos técnicos.
—Tercera hipótesis: puede que sea un ataque terrorista que se aprovecha de las tensiones nacionales para provocar más tensiones. Quizá algún químico que espera comercializar más calmantes de su farmacia, algún fanático a las bombas que haya conseguido la receta explosiva en un curso por correo privado, o algún bromista.
—Sí, ¿cuál es la cuarta?
—Que ese terrorista sea policía y haya preparado esta patrulla para que estalle frente a este maldito edificio.
—¿Insinúas que uno de nuestros hombres no está satisfecho con su digno empleo?
—Oh, noo. Sólo lo dije para romper el hielo —ironizó Fernández.
—Quizá tengas razón, quizá no. Pero me gusta como calculas todo. ¡Acosta! ¡Incluíle a Fernández en la lista de posibles testigos!
—No, Sapo, no será necesario.
—¿Qué decís? ¡Acosta! ¡Olvidate de lo que te dije! ...Decídete, hombre. —le reprochó a Fernández.
—Dame una oportunidad seria, Sapo. Quiero investigar, descubrir que me equivoco casi parejo que el resto de los mortales.
—Está bien. Acosta y Alvarez te ayudarán en lo que puedan... pero ya no podemos tocar nuestro presupuesto.

***

Inmediatamente a la explosión Francisco Gómez lanzó una conferencia de prensa desde su despacho. Los periodistas que hacía días realizaban sus tareas en esa oficina, a cada rato, sólo tuvieron que presionar botones para comenzar a grabarlo.
Junto al presidente Gómez aparecían miembros de la novedosa Comisión de Delitos Partidarios.
"Nuevamente nos invade un lamentable hecho vandálico propiciado por el dictador y asesino de Paco Ibañez", introdujo con notoria exaltación. Sus compañeros estaban detrás de brazos cruzados asintiendo con la cabeza.
"Apenas hemos recuperado lo que legalmente corresponde a la Asociación Radical Unida, o sea la gloriosa construcción hecha ladrillo por ladrillo con el sudor, la confianza, la fe y las cuotas mensuales, del eterno Partido General; ... Estos criminales merodean como buitres en vuelos rasantes."
"Qué hacen: bombardean el propio edificio que habían usurpado. Lo queman, lo estallan, lo destruyen. Es eso lo que ellos pretenden hacer con el país entero."
"Es lamentable este hecho. Afortunadamente no hay víctimas que lamentar, aunque si una de esas víctimas fuera Ibañez nos obligaría a ofrecer un tamaño agradecimiento a Dios, las condolencias a sus familiares y arreglos florales a su funeral."
"No deseo que se interprete que yo deseo la muerte de Ibañez. ¡Jamás! Nunca desee ni desearé la muerte directa de mi prójimo. Si estuviera en Europa, sí. Por esas leyes de la eutanasia y todo eso."
"Ibañez: ¿Hasta cuándo? Queremos paz, por favor."
"Personalmente invito a todas las personas que están en las calles que permanezcan allí, y las que están en sus casas que salgan, los que están fuera de la Capital que vengan. Vengan a manifestarse contra Ibañez. Reprueben su gobierno ilegítimo. Saquen las insignias de nuestro gran Partido, suban el volumen de la polca oficial. Sólo así estaremos más cerca de la libertad. De la soñada democracia."
"A todas esas personas que apoyan esta causa demócratica les pido que consigan las calcomanías de apoyo a mi propuesta. Están disponibles en todas nuestras bases. Hay diez y nueve modelos pintados con el color oficial del Partido. ¡Demostremos que somos más!"
El álgido discurso fue rematado por rigurosos aplausos de la Comisión de Delitos Partidarios, que a pesar de no entender ninguna oración de su líder, mostraron su apego de la mejor manera posible.
El canal público 97 tampoco se hizo eco de la noticia. Su programación había sido modificada sólo para reiterar el documental sobre sexualidad humana desde minutos antes que Gómez dictara su mensaje.
Paco Ibañez no se mostraba. Absoluto silencio rodeaba a su entorno.

***

Efectivamente se comprobó que lo que estalló frente a la sede del Partido General era un coche-bomba, una patrulla policial que había sido instalada encima de la vereda misma y justo enfrente a la edificación, desde el día en que se desalojó la convención extraordinaria de delegados.
No se pudo averiguar qué policía fue el que lo condujo y dejó allí. Por si acaso la asociación de agentes del Departamento de Patrullas Motorizadas y Tránsito emitió un comunicado para negar que estuvieran intentando encubrir al responsable del móvil afectado, o el uso que se le dio al cuatro ruedas en días recientes.
Los peritos especializados tampoco pudieron identificar el tipo de explosivo ni los elementos utilizados para el atentado.
La detonación fue muy violenta, en una secuencia de expansión vertical, tal que el esqueleto metálico, con el motor y las ruedas, quedaron destrozados en varios bloques carbonizados. La cabina y la carrocería se dispararon en el aire para impactar sobre la elevada reja reconstruida y desplazarse encima del césped y del jardín de plantas exóticas.
Las estructuras impulsadas quedaron completamente arrugadas, con el posterior incendio se perdió todo vestigio de que haya sido una camioneta último modelo con interior de lujo, con asientos forrados con cuero de yak.
Los trozos de vidrio y hierros se esparcían en un radio de diez metros. Parte del piso de la vereda fue levantado, algunas baldosas cuadradas de cemento llegaron a derretirse en forma parcial. Incluso las ventanas de la sede fue afectada por las partículas despedidas a fuerte velocidad.

***

Pocos minutos después llegó hasta la sede el controvertido juez Manuel Sánchez, vestido con traje azul, con sus enormes anteojos, peinado de tal forma a que sus tres o cinco cabellos largos cubrieran su brillante calvicie, y con su natural rostro de poco amigo.
Nadie sabía quién lo había llamado, pues el caso no correspondía a sus atributos judiciales.
Venía acompañado de su secretaria de notas, bastante elegante con un vestido de segunda mano, que transportaba un portafolios, que en realidad era una computadora portátil, con mini impresora incorporaba, ratón sensorial, correo electrónico y las versiones falsificadas de FIFA 2002 y Doom 64 Very Nightmare; pero de todo ello apenas se utilizaba un viejo procesador de textos para redactar las actas de allanamiento.
—¿Quién está a cargo esta vez? —requirió nerviosamente.
—¿Quién diablos es usted? —encaró Bobadilla.
—No hable así, comisario. El gobierno lo mira —exigió Sánchez.
—Ahh, el juez. Lo estábamos esperando. El trabajo es todo suyo —respondió satisfecho Bobadilla, ignorando el carácter autoritario del calvo hombre de leyes. Él estaba más bien interesado en retirarse ya de allí, porque era hora del almuerzo. Aparte, nunca le interesó entrometerse en el torbellino jerárquico del Gobierno.
—Está bien. Antes debe desalojar toda la sede del Partido General —añadió el juez, diciéndolo como si estuviera en su oficina, porque allí moraba.
—¡Acosta! Encárguese del escuadrón. Voy a realizar una investigación camino a la estación... —ordenó, y completó la frase para sí mismo— de servicio.
Para fortuna de Acosta, el edificio de tres pisos ya estaba vacío. Pero tuvo que acompañar al juez en su inspección de los hechos sucedidos.
Fernández analizaba de cerca el ennegrecido esqueleto de hierro de la camioneta estallada. El juez pasó a su lado, ni de reojo se fijó en la mancha oscura de destrozos que provocó la explosión, ingresó directamente a la institución política.
Media hora después, resolución de por medio, desautorizaba las órdenes emanadas por el juez Bogado, que extrañamente fue descalificado por incapacidad técnica para mantener el orden público.
Sánchez declaraba que la sede partidaria debía volver a cargo de las últimas autoridades legales del Partido General, es decir, la Junta del Movimiento de Patriotas. Se prohibía el ingreso de simpatizantes de movimientos oponentes, así como postergaba indefinidamente la convención de delegados.
Al conocerse aquellas instrucciones el grupo de manifestantes patrióticos festejó jubilosamente al otro lado de la valla policial. La pequeña cuadrilla de radicales hacía horas que se habían esfumado.
Una hora después los integrantes de la Junta Partidaria regente retornaron al edificio, escoltados de rigor por varios guardaespaldas. El público que apoyaba a Ibañez los recibió como héroes, mostrando pañuelos con el color oficial del Partido General, gritando consignas de justicia, y otras ofensivas contra Gómez; unos parlantes se instalaron en esa vereda, que emitían la canción oficial del Partido. El presidente de la Junta, Miguel Estrada, saludaba con las manos levantadas, como si se tratara de un jugador que le diera la victoria a su equipo de fútbol en el último torneo de primera división.
La Junta y el juez Sánchez recorrieron en conjunto todas las dependencias de la sede. El leguleyo iba dictando órdenes que su secretaria registrada con gran demostración de dactilografía y caminando.
Los patrióticos rompieron todos los candados, cadenas, entablados. Sus propios cerrajeros eran ahora quienes estaban cumpliendo labores. En tanto otros albañiles reconstruían la parte de la reja que fue dañada por la explosión.
Los escombros que restaron de la camioneta fueron llevados al taller del Departamento de Patrullas Motorizadas y Tránsito, de la Policía Nacional.
El directorio partidario lanzó una resolución con la que anulaban a la Comisión de Delitos Partidarios, reafirmaban la postergación indefinida de la convención de delegados, por lo que estarían al frente del Partido General hasta que "la situación nacional sea conveniente para todos sus habitantes", según el texto.
Además señalaban una profunda indignación por los sucesos violentos desatados durante aquella sesión extraordinaria.
Por último, se nombró a dos integrantes de la Junta, a Carlos Salinas y Blas Benítez, como fiscales de la Comisión de Delitos del Partido, creada para obtener pruebas contra los revoltosos delegados, la Junta temporal y la Comisión de Delitos Partidarios, para luego reclamar la desafiliación de todos los culpables.
A pedido de Estrada se aprobó la ejecución de una auditoría administrativa para determinar el dinero desviado de las cuentas bancarias internacionales del partido. Dos contadores profesionales ya estaban analizando los documentos y libros contables. A primera instancia, a través de un analista de sistemas informáticos, se denunció el robo de doce discos duros de las computadoras en que se registraban todas las deudas que el Partido había contraído con varias empresas comerciales.
El canal público 97 transmitió en directo todas las actividades que realizaba la retornada Junta, los demás canales y medios de prensa estaban presentes, aunque sólo a los reporteros de la primera se le permitió ingresar a la sala de deliberaciones, a fin de tener la primicia y aumentar momentáneamente su medición de telespectadores.
El presidente Francisco Gómez no ofreció ninguna conferencia esta vez. El presidente Ibañez continuaba su silencio. Tanto silencio de su parte que la fábrica de rumores lanzaba nuevos productos imaginativos entre la opinión pública, como que había enfermado e internado en un sanatorio privado, o que se había deprimido gravemente, perdido peso y que su esposa le leía pasajes de los cinco libros religiosos más difundidos del planeta, así como recetas de un libro de cocinas, colección dedicada a las postres. Los más trágicos hasta suponían que ya estaría muerto o algo así, quizá por la edad.

***

Por la noche, de ese mismo día.
El horario de noticieros era la pauta de programación de los cinco canales abiertos. Pero quienes poseían el servicio de televisión por cable podían acceder a la programación satelital de la Cadena Internacional de Información (CII), que emitía noticieros todas las horas del día, todos los días de la semana, todas las semanas del año, que son 52.
En esta jornada se anunciaba un especial acerca de la situación del país. Parte de la señal decía:

"Después de ver la curiosa noticia acerca del científico que descubrió una vacuna contra la locura, nos trasladamos al Tercer Mundo, y más al Sur, en uno de los polos de los países en vías de desarrollo sostenido."
"No, no es Suriname. Esta vez es Paraguay, donde su insólita y original 'Presidencia compartida' está causando una revolución en materia política, y bueno, el marco social no se escabulle de la vitrina y aparece también con su abanico de conflictos."
"Allí se encuentra nuestra corresponsal Sonia Ferreira, que nos explicará lo inexplicable de forma absolutamente inentendible. Contigo, Sonia..."

"Gracias, Evelyn. Antes quisiera aprovechar para saludar a mi amiga Marta, que cumplió años esta semana."
"Bien. Paraguay es un minúsculo país en el ventrículo izquierdo del corazón de Sudamérica. Desde hace décadas soporta tribulaciones políticas que arrastran a los demás niveles estandarizados a un hoyo de caos y revoluciones intestinales."
"El estado de ánimo de la población parece desorientarse negativamente, en estratos psicológicos nunca vistos desde la eliminación del seleccionado nacional de fútbol de la Copa Mundial de la década de los años setenta."
"Con este prólogo geográfico e histórico pasamos a mostrar una sinopsis de los hechos que sacuden los cimientos de esta nación desde principios de año..."
En ese instante la secuencia cronológica de imágenes comenzaba a narrar de forma superficial la radiografía investigativa de Sonia Ferreira. En realidad estaba utilizando una sinopsis condensada que el Canal 7, para el que también trabaja como presentadora, había preparado y exhibido en días recientes. Desde luego, toda esta transmisión era una grabación.
"Ahora pasamos a una entrevista exclusiva que el presidente Francisco Gómez ha conseguido para esta cadena..."

—¿Qué opina sobre la difícil situación social y económica que atraviesa el país debido a los conflictos políticos, señor Presidente?
—Todo es culpa de Paco Ibañez, con nombre y apellido. Ese hombre usurpa un puesto que no le corresponde e intenta usurparlo por los próximos años y tal vez hasta que se muera, no sabemos qué clase de trucos tiene preparados.

"Esas fueron las breves palabras que pudimos obtener del señor Gómez. Bien, los seguiremos manteniendo informados de cualquier novedad que surja en esta región."
"Soy Sonia Ferreira, desde Paraguay."

"Gracias, Sonia. Debido al relevante interés mundial de lo que acontece en Paraguay, la Producción me ha seleccionado como enviada especial para cubrir las noticias. En próximas horas iniciaré el viaje en el avión privado de la compañía."
Refirió la presentadora de CII, desde sus estudios en Miami, Florida.

***

Veinte minutos después hubo un nuevo corte de energía eléctrica que afectó a la Capital y a las ciudades aledañas.
Entre la población se revivieron rumores de golpes de estado, ataques armados y movimientos sospechosos en los cuarteles del ejército.
Hubo gente que quedó encerrada en los supermercados hasta que reaparezca la luz artificial. El suministro de electricidad fue rehabilitado cuarenta y cinco minutos después. Muchas personas compraron, angustiadas por los comentarios infundados, paquetes de pañales, alimentos enlatados, linternas y pilas, botiquines de primeros auxilios, cajas de herramientas y neumáticos de auxilio.
Las emisoras de radio sólo lograban aportar mayor confusión con sus hipótesis apocalípticas, patrocinadas por bloques de llamadas de los oyentes.

***

En el noticiero matinal del canal estatal 97, que se emitía desde la cinco de la mañana, se anunciaba que a las siete aparecería en vivo y en directo el presidente Paco Ibañez, en una entrevista exclusiva e imperdible, en la que satisfaría todas las dudas y solicitudes del pueblo paraguayo.
Los directivos del canal habían dialogado con los asesores próximos al mandatario, después de la transmisión de la entrevista de Gómez por el Canal Internacional de Información, y decidieron que era necesaria esta entrevista para mejorar la imagen pública de Ibañez, deteriorada por el conjunto de habladurías sobre su salud, su vida privada y sus maniobras no inteligentes.

***

A las 6.52 (AM) horas.
La entrevista especial se había adelantado por pedido del presidente. La media hora precedente el canal lo dedicó a un documental acerca de la vida, los éxitos y logros de Paco Ibañez en distintos aspectos. Desde su genealogía lejana con héroes de la Guerra de la Triple Alianza y la revolución de 1904, su paso como asesor del Consejo de Lucha contra la Gripe Española de la Organización de los Estados Americanos, hasta su brillante y apoteósica campaña electoral al frente del Movimiento de Patriotas.
Luego siguieron los aumentados avances y descabellados proyectos de su breve gobierno. Por último se rescató un video musical, utilizado durante su carrera como precandidato de su Partido, donde se satirizaba a su oponente Francisco Gómez, representado por un muñeco inflable que terminaba incendiado por fuegos pirotécnicos.
El set estaba listo: dos confortables sillones verdes, separados por una mesita de vidrio decorada con una maceta con un árbol bonsai, puestos sobre una alfombra del color oficial del Partido General, con una pared artificial de roca por la cual caída una suave cascada, servía de fondo.
El reconocido conductor del programa de concursos de preguntas y respuestas sobre cultura general, Silvio Monterrey, era el encargado de dirigir la entrevista que estaba levantando temprano a mucha gente, pero no a toda la que se esperaba.
Paco Ibañez estaba aclarando su garganta. Por la pantalla se lo veía ubicado en el extremo derecho. Vestía un traje gris ceniza, con una corbata del color que representa a su partido. Tenía los brazos descansados en los respaldos laterales del sillón, además de la pierna izquierda cruzada sobre la otra. No mostraba ningún gesto ni expresión.

Silvio Monterrey apareció en primer plano.
—¡Saludos! Tengan muy buenos días, y un agradable desayuno. Esta es una emisión especial del canal estatal 97, con una importante entrevista al Presidente del país, el doctor Paco Ibañez. En instantes estaremos con este evento. Por ahora vamos a unos breves comerciales.
Los comerciales duraron casi seis minutos. La presentación indicaba: "Este programa especial es patrocinado por el Gobierno Libre de Paraguay, las Fuerzas Armadas y la gente decente..."
—¡Buenos días!, nuevamente. Ya vamos a iniciar la primera entrevista en vivo, en directo y en exclusiva con el presidente Paco Ibañez... ¡Buenos días, señor Presidente! —arrancó Monterrey.
—Buenos días —contestó la áspera voz de Ibañez.
—¿Cómo se encuentra, señor Presidente? —preguntó con mucho tacto.
—Muy bien —sus frases cortas sonaban algo indiferentes.
—Se lo nota muy saludable, señor Presidente... —comentó animado el entrevistador— Como sabemos el país anda pasando un periodo inestable en su historia, algo que es común en todas las grandes potencias mundiales. Considerando ello, ¿cómo ve, con sus propios ojos, que marcha el país, señor Presidente?
—Bien, en la vida la frustración y el dolor nos llegan a todos, a unos más que a otros, —habló con tono pausado, casi adormecedor— al menos podemos minimizarlos, en ocasiones. Y vea, usted, en un país hay muchas personas, y la tarea de dirigir un país no es fácil. Mucho menos si algunas personas no desean ayudar.
—Tiene mucha razón... ¿Cuál cree usted que es la raíz de todos estos males?
—El oportunismo político. Hay gente que desea más de lo que no tiene, y eso la lleva a utilizar toda sus capacidades mentales para idear planes de desestabilización contra el orden establecido... legítimamente.
—¿Podríamos decir... eh... que esa 'gente'... es Francisco Gómez... una de ellas?
—Podríamos decir que Paraguay se llama así, no porque así figura en el mapa, sino porque aquí viven los paraguayos; porque si aquí vivieran los búlgaros esto sería Bulgaria, ¿no?
—Muy elocuente, pero... ¿qué hay de Francisco Gómez?
—Gómez... lo he denunciado incontables veces en mi campaña electoral del año pasado. Está comprobado, tengo diagnósticos fiables de los mejores psicólogos, que Gómez no es una persona capacitada para gobernar, para tener poder. Su condición es parecida a la de aquel gobernante ecuatoriano que grababa discos musicales, estudiaba grafología y desafiaba a Estados Unidos con una versión malhecha del ratón Miguelito. Así no funciona, ¿verdad?
—Es muy cierto, señor... eh, ¿qué salida cree usted que es la más conveniente para solucionar los problemas que aquejan al pueblo paraguayo?
—Si bien, yo no soy un mago que saca conejos de una galera. Por ejemplo, vea, cómo no va a aumentar la tasa de desempleados si la gente no quiere trabajar, o se queda en su casa esperando a que lo llamen por teléfono. ¿Me equivoco?
—No, en absoluto, señor...
—Soy consciente de que las cosas están marcadas para ser cómo son, pero allí está la gente que insiste en que el Gobierno haga lo contrario. Por otra parte, tengo un equipo jurídico que está estudiando las claves de todos los gobiernos fallidos en la historia de este país, y de forma no violenta haremos que gente como Francisco Gómez nunca más se inscriba para ser candidata a algo.
—¿Proyectos para la economía, señor Presidente?
—¿Lo económico? Mi gobierno se ajustará el cinturón. Muchas cosas son posibles cuando son necesarias. Si es necesario disminuir algunos gastos inútiles de las instituciones públicas, entonces es posible. El Presupuesto del año venidero será muy ajustado, incluso el ítem dedicado al estudio de vida extraterrestre de las Fuerzas Armadas dejará de recibir fondos del Estado. Y, desde luego, aumentarán los impuestos para combatir la piratería y el contrabando.
—Oh, sorprendente. Ahora, señor Presidente, se acusa al Movimiento de Patriotas de incitar a la violencia, ¿puede confirmarnos que no es así?
—El Movimiento de Patriotas fue creado para que uno se sienta bien consigo mismo, con su barrio, su país, su escuela, su parroquia, su dentista y sus antepasados aborígenes. Tenemos ideales muy elevados, donde la convivencia social es venerada...
—¡Mentira, mentira! ¡Ilegítimo! ¡Mentiras!
—...Eh, ¿cómo dijo? No me interrumpa aún —exigió Ibañez.
—No, no fui yo, señor Presidente —excusó Monterrey.
—¡Su gobierno ilegítimo no durará mucho! ¡Cállese!
—Creo que nuestra señal está teniendo interferencias externas —explicó el entrevistador.
—Esta es Radio Habana-Cuba, transmitiendo desde el territorio libre en América. A continuación nuestro espacio acerca de nuevos sellos postales alusivos a la Revolución...
—Sí, confirman los técnicos que alguien manipula nuestra señal y la confunde con emisoras de onda corta.
—Debe ser obra del maléfico Francisco Gómez —protestó Ibañez, poniéndose en pie, mientas se enredaba con su micrófono. La imagen pronto cambió a un primer plano de Silvio Monterrey.
—Pedimos disculpas a todos los televidentes, pero debemos cortar nuestra señal por unos minutos. Hasta luego.
La pantalla se puso del color oficial del Partido General, con grandes letras blancas "PROBLEMAS TÉCNICOS", de fondo se escuchaba todavía:
—Saludos amigos. Hemos recibido correspondencia desde Laos, no sabía que allí también hablaban castellano...
Después la imagen se llenó de puntitos blancos y negros, y así siguió durante dos días.

X - LLUVIA DE CONSPIRACIONES

Al mediodía, unas horas después de la incidentada entrevista televisiva, el presidente Paco Ibañez se trasladó secretamente al Puerto de Sajonia, donde embarcó en el buque de guerra "Soldado desconocido II" de la Marina, en cuyo uno de sus camarotes lo aguardaba el General de las Fuerzas Armadas, Casimiro López.
Afuera el cielo se estaba nublando. Una distante e imponente muralla de nubes oscuras se formaba hacia el sur. El viento fresco llegaba lentamente. La lluvia no tardaría mucho en seguirlo.
—Vi tu soberbia presentación en la televisión, Paco —dijo López.
—Siempre lamiendo medias, ¿eh?
—No, lo digo en serio. Lástima que cortaron la emisión.
—No sé cómo se metió la señal de una radio cubana en la frecuencia del 97. —gruñó Ibañez.
—Debe ser el tramposo de Francisco Gómez.
—Otra vez esa maldita plaga.
—La Sección Espionaje de las Fuerzas Armadas ha detectado que alrededor de tu vivienda hay una peligrosa acumulación de señales electromagnéticas.
—¿Qué queres decir con eso?
—Bueno, creemos que Gómez oculta equipos especiales cerca tuyo para emitir permanentemente esas emisiones y dañar tu salud.
—¡Qué me lleve el aneurisma!
—Por eso nos encontramos aquí, en este buque, porque los transmisores no penetran los bloques de hierro y es difícil que capten esta conversación.
—¿Qué? ¿Querés que viva en un barco?
—No dije eso. Mis hombres están bloqueando las señales incidentes que nos pudieran acechar, mediante paredes tejidas con alambres de cobre.
—¿Qué hay de los tipos que balearon tu vivienda?
—Lastimosamente no avanzamos mucho en ello. Esto me causa rabia. De todas formas ya tenemos un listado de personas a quienes podemos incriminar y así dar por resuelto el caso. —ironizó el General.
—Bueno, al cabo, ¿cuál es la información que me debe interesar?
—Ah, desde luego. Conseguí una maniobra confiable para derrocar a Gómez.
—¿Asesinarlo?
—...Ese es el plan B.
—No, pues, Casimiro. Mi equipo todavía no está preparado para otra exhaustiva campaña de desinformación. ¿Qué hay?
—Era broma, ...aún. Bien, los abogados del ejército han investigado la vida privada de cada juez del Tribunal Supremo de Justicia, aparte de las complicadas reglamentaciones de esta institución desde que se llamaba el Centro de Justicia, a principios de la primera década del siglo.
—¿Cuál es la fórmula mágica? Escucho.
—¿Ves estos papeles?, —el general López levantó un fardo de hojas amarillentas y corroídas, atadas— son la salvación. Prueban que este Tribunal no se ajusta a la ley real y por tanto nada de lo que diga es válido.
—¡Por fin! Felicitaciones, Casimiro. Haceme recordar el proyecto para aumentarles el presupuesto a las Fuerzas Armadas. —exclamó Ibañez, con sarcasmo.
—Te explico un poco. Desde la creación del Tribunal se especifica que deben haber cuatro jueces diplomados con el título de doctos máximos y que hayan determinado al menos cuatrocientas condenas, para que lo integren. Pero desde 1968 la cantidad de miembros se redujo a tres, porque entonces el juez Aníbal Paredes podía firmar dos papeles a la vez por ser ambidiestro. Nunca volvieron a ser cuatro.
—Me parece débil el argumento. Porque en las leyes las tradiciones legales suelen reemplazarse por nuevas tradiciones, que no siempre son legales.
—No es todo, claro. Los abogados contratados por el ejército cobrarán caro, pero pueden abarcar las teorías más disímiles para la consecución de sus objetivos. Entre otras cosas, el juez Antonio Mont jamás debió ocupar ese puesto porque nunca llegó a terminar siquiera el tercer año de la carrera de leyes. Los archivos de la Universidad Nacional indican la morosidad en el pago de catorce cuotas, el aplazamiento en siete asignaturas e intento de fraude en otra más. —en el rostro de Ibañez se dibujó una siniestra sonrisa— Él comenzó a trabajar en tribunales apenas como taquígrafo, fue ascendiendo como sellador de certificados de defunción, archivador de condenas de muerte (cuando existía todavía), lector de acusaciones en juicios, abogado defensor de reos pobres, juez suplente de policías denunciados por corrupción, luego llegó a juez titular, y el gran salto como miembro del Tribunal Supremo. Y, aparte, aún adeuda el pago de nueve multas de tránsito por conducir a alta velocidad.
—¡Eso era lo que necesitábamos!
—¡Hay más! El juez José Vargas tampoco es competente para el cargo, puesto que en toda su carrera jurídica apenas logró setenta y cuatro condenas, dos penas de muerte, una cadena perpetua y cinco conmutaciones de penas. Sin embargo, su expediente contiene cerca de tres mil casos estancados y engavetados en su anterior escritorio. Incluso los camaristas lo demandaron por inoperancia exagerada. Pero como la demanda quedó a su cargo, también acabó sin efecto. Ascendió a juez del Tribunal Supremo, luego de la misteriosa muerte de los otros dos únicos candidatos al cargo, quienes manejaban sendas órdenes de embargo contra Francisco Gómez, entonces presidente sindical de la Aduana Nacional. En otro renglón, Vargas cuenta con dos divorcios y un proceso congelado para la separación de bienes con su primera esposa.
Paco Ibañez se había quedado con la boca abierto, estupefacto. Le extendió la mano y pudo atinar:
—Es... es increíble.
—Yo te dije, dejame el asunto en mis manos, y ¿qué?, lo hice.
—¿Qué hay de José Cabrera? Escuché que es demasiado leal a Gómez.
—Cabrera es el único miembro legítimo. Cumple con todas las normas, apenas tiene una observación por una factura de último aviso por el servicio de teléfono, que ya está cancelada.
—Me parece extraño que con su integridad no haya denunciado a sus colegas.
—A mi no. Uno, Cabrera, a pesar de ser el presidente titular del Tribunal, no puede seleccionar a los demás integrantes; y dos, él no tiene acceso a los expedientes auténticos que mis abogados, sólo puede leer y releer documentos lavados por la corrupción.
—Pero, ¿a quién se supone que presentaremos estas irregularidades si es el Tribunal Supremo el último estrato del orden judicial, el que debe decidir la definición de todo esto?
—Allí entran los levantamientos populares. Una vez desenmascarada la justicia mal fraguada, la ley es de quien domine al pueblo.
—¡Perfecto! ¿Qué necesitamos, desde ahora?
—Dejame eso nuevamente en mis manos. Una semana a lo sumo. —subrayó López.
—Es mucho tiempo. ¿Qué tal si en tres días Gómez consigue hundirme antes utilizando también levantamientos populares?
—Para eso está el ejército, para la defensa de la soberanía y de los soberanos que le simpaticen.
—Otra vez con tus conjuros de masacres.
—Aparte que tenemos el apoyo confirmado de la Policía Nacional, ¿verdad?
—Hasta ahora el jefe policial, Ignacio Medina, no se ha mostrado contrario a nuestra ideología.
—Lo primero es llevar copias de estos documentos para que los hagan públicos nuestros aliados del canal 97 y a la emisora Deber. Por cierto, creo que es hora de empezar a hacer algo con la prensa opositora; tengo entendido que el director del diario Estado, Don Cantero, quien además es dueño del canal 7, y otros dos locutores de radio estarían apoyando a Gómez.
—Al Cantero ése le enviaré una cuadrilla policial para embargar sus equipos de impresión y transmisión, en base a antiguas deudas impositivas. Mientras que a los locutores les podemos acusar por difamación y calumnia de algo.
—Yo puedo ofrecerte unos testigos de apoyo.
—Además, supe que un enviado especial de CII ha solicitado entrada a nuestro país. ¿No te acordás de la entrevista que le hicieron a Gómez?
—Es cierto. Ordena al Departamento de Inmigraciones que retrasen el visto a su solicitud con pedidos exorbitantes y requisitos de documentación innecesarios.—asintió Casimiro, sin mirar.
—Perfecto, está bien. Pero lo que me preocupa es el tiempo en que tardes en anular al Tribunal Supremo.
—No te preocupes, los días se acortarán.

***

A las dos de la tarde el juez José Cabrera despertaba de su siesta acostumbrada. Tenía su pesado libro "Leyes de la Edad Media" sobre su pecho, abierto por la mitad, hasta donde había alcanzado en su última lectura. Su esposa y sus dos hijas habían salido de compras a un shopping para clase alta, por eso el ambiente se sentía tan silencioso. Por las cortinas de la ventana cerrada podían verse algunas copas de árboles agitadas por el viento del sur.
Salió de su dormitorio de la segunda planta, bajó por las escaleras, cruzó un pasillo y fue rumbo a la cocina. Allí abrió la heladera, durante varios segundos observó su interior en la elección del bocadillo ideal para tragarse el aliento del sueño. El aguacero iniciaba su proyección, pero no se percataba nada dentro de la casa de lujo del juez.
Sacó un frasco con gelatina de frutilla, lo puso sobre la mesa del comedor, consiguió una cucharita guardada dentro del lavavajillas, además del pote de azúcar, para avivar el sabor de la esencia artificial de frutilla. Todo lo hacía lentamente, con el peso del sueño todavía sobre los párpados.
Jaló una butaca de debajo de la mesa, destapó el frasco y comenzó a probar el postre frío. Su codo izquierdo se acomodaba sobre el fino mueble hecho en roble pulido. Tenía la vista fija en la viscosa jalea, echó tres cucharas de azúcar blanca encima, distribuyéndola en toda su superficie temblorosa. Probó la primera cucharada. Inmejorable.
La mirada subió hasta quedarse centrada en el horno microondas, ubicada a unos cinco metros de distancia. Su figura tan tecnológica, con sus colores brillantes. La lluvia aumentaba su fuerza, era torrencial.
Su mirada volvió sobre la mesa que ocupaba. Encima estaba la correspondencia recibida en el día.
José Cabrera se levantó un poco de su silla, tendió el brazo izquierdo mientras con la derecha probaba otro bocado de gelatina. Tomó todos los sobres y cartas para acercárselos.
Habían como ocho sobres de distintos tamaños, papel y colores. Continuaba saboreando otra porción del postre de frutilla, al mismo tiempo. Una carta de una tía que vivía en Marruecos, para su esposa; publicidad de un curso de computación; lecciones a distancia del curso de inglés de su hija; el reporte bancario de su cuenta corriente; se detuvo entonces en un sobre de cartón color crema, que tenía una inscripción que resaltaba el título "URGENTE", y debajo iba impreso su nombre. No tenía ninguna otra referencia, ni estampillas o sellos del Correo. No tenía mucho peso, tampoco era tanto su grosor.
Sostuvo la cuchara entre los dientes, así con ambas manos se disponía a romper un extremo del misterioso sobre.

***

"Yo estaba en el garaje a esa hora. Llovía muy fuerte. Ya eran como la una y media. Entonces preparé el mate, tomé un sillón y estaba para servirme unos tragos calientes. Allí escuché ese ruido tan fuerte, pero pensé que sólo era un trueno, ya que la tormenta estaba más fuerte. Pasaron unos minutos y olí algo a quemado, no sé bien. Tomé el paraguas de un baúl del garaje, y fui por el lado de la casa, donde está parte del jardín. Desde allí vi por la ventana de la cocina que había mucho humo. No entré. Tiré el paraguas, me habré tropezado por el camino, pero todo empapado fui hasta la patrulla de los policías que vigilan la casa, estacionada enfrente. Les advertí de lo que vi. Luego volví al garaje, tomé mi teléfono celular y también llamé a los bomberos. Esperé a que llegaran para abrirles el portón."
Así testimoniaba el jardinero, Don Alberto Paiva, de 56 años de edad, a los policías del Departamento Antiterrorista, acerca del atentado con bomba que casi cuesta la vida del presidente del Tribunal Supremo de Justicia, el juez José Cabrera.
"No. Yo duermo aquí. Casi no salgo. Esta mañana sólo vinieron el cartero y un vendedor de planteras de arcilla. No hubo ninguna visita, aparte. Bueno, alrededor del mediodía la señora Cabrera y sus dos hijas salieron con el auto blanco, para comprar cosas. Yo cerré el portón cuando se fueron, como una hora pasó y comenzó la lluvia, seguido ocurrió lo que comenté antes".
Ocho minutos después del llamado un móvil de los Bomberos Voluntarios acudió a la residencia de Cabrera. No había ninguna patrulla policial cerca. El señor Paiva movía los brazos de arriba a abajo para que lo vieron en la copiosa lluvia. Les abrió el portón de hierro. Dos bomberos se metieron en la casa rápidamente. No encontraron fuego, pero la cantidad de humo era asfixiante.
Los bomberos alertaron a la policía y a una ambulancia. La visión no era clara en la cocina. Tuvieron que romper todas las ventanas para que salga el humo. La lluvia afectaba un poco en la tarea.
El cuerpo de Cabrera estaba contra una pared, con el rostro desfigurado y con astillas de madera. Con débiles signos de vida, por lo que hicieron un ágil tratamiento de reanimación y lo transportaron a la ambulancia, con un enorme tubo de oxígeno en la cara, para que respirara.
Los muebles aparecían destrozados a medida que se aclaraba el ambiente. El techo de terciada barnizada estaba abollado, como si un gigantesco puñetazo lo hubiera golpeado hacia arriba. Habían trozos de tela de su camisa, papeles picados y un frasco de plástico derretido.
José Cabrera fue internado de gravedad. Poco después llegó la esposa de Cabrera. Sus hijas se habían quedado en el cine del shopping. Dejó el auto encendido en la calle, salió gritando con llantos en dirección a la casa. Seguía lloviendo. Estaba muy histérica. La policía la detuvo y la llevó a la sala de estar, donde trataban de calmarla. La noticia la había desesperado mucho.

***

"Me duele tener que volver a poner la cara ante cámaras para aceptar una vez más una mala noticia, esta vez una noticia muy horrible: el atentado criminal contra José Cabrera, titular del Tribunal Supremo."
Una hora después de saberse la noticia Francisco Gómez convocó a una conferencia de prensa en su despacho. Hablaba bastante consternado.
"No sólo por el hecho de que hayamos estudiado juntos en la infancia, o que fuéramos amigos muy buenos; Cabrera es una persona intachable que conducía la administración de la justicia con su extensa y experimentada capacidad para juzgar entre lo bueno y lo malo."
"A todos nos duele cuando los lobos asesinos atacan a un inocente que no tenía nada que ver con las contiendas políticas. ¡Detestables!"
"Hacía unas semanas nomás que lanzaron bombas contra el edificio del Tribunal, ahora Cabrera, ¿quién sigue, criminales? ¿Yo? ¿el chipero? ¿una ama de casa? ¿eh? Esta gente no tiene espíritu humano, y todos sabemos quién es el ilegítimo líder de ese grupo desalmado. Alguien que se hace llamar doctor cuando no posee siquiera un diploma que lo acredite haber estudiado algún curso de decoración para fiestas."
"¡Renunciá, Ibañez, ese es el único bien que podes hacer por este país!..."
"Estaremos velando por la recuperación de José Cabrera. Su lucha es larga. Envío mis condolencias a su señora esposa y familiares. Hemos dispuesto que la atención médica de Cabrera sea lo más profesional posible."
"Para concluir este mensaje, deseo comunicar al pueblo que no se duerma, que esté atento para ver donde se esconde la cola del demonio. Que me apoye, que en poco tiempo defenderemos estas ganas de democracia y libertad. La solución llegará pronto. Gracias."

***

En el Tribunal Supremo de Justicia.
Si bien era pleno receso judicial, aparte de la propia huelga de funcionarios públicos, los jueces José Vargas y Antonio Mont se reunieron especialmente para tratar el atentado con una carta-bomba al titular de la última institución encargada de la justicia en el país.
Como Vargas tenía la categoría de presidente suplente pasaba automáticamente a la titularidad, ante la grave discapacidad que afectaba a José Cabrera. Sólo restaba definir la ocupación de la tercera posición de integrante.
A puertas cerradas Vargas y Mont discutieron durante hora y media. Finalmente decidieron clausurar la reconformación de una terna por los siguientes motivos: falta de idoneidad en la posible nominación de candidatos, el receso anual de todo el Poder Judicial, la escasez de tiempo para definir al sucesor de acuerdo a las reglas impuestas y la profundidad de la crisis en el panorama nacional.
Ambos jueces resolvieron iniciar una reunión permanente para atender el conflicto político de una forma pacífica. Vargas presentó como propuesta rápida para acabar con el caos considerar la demanda de Francisco Gómez suponiendo la nulidad jurídica de Paco Ibañez, por tanto éste no podría ocupar ningúna forma de cargo presidencial.
La prensa no tuvo acceso en ningún momento a la reunión. Sólo concluían sus informaciones en bases a rumores de algunos mozos que servían a los jueces.

***

Por la noche la emisora Deber 510 AM transmitía en directo el discurso ofrecido por el presidente Paco Ibañez. El canal 97 estaba fuera de aire; pero habían otras emisoras que hacían repetidoras vía telefónica.
"Pueblo paraguayo. Estoy sumamente dolido por este acto vandálico que merece el repudio absoluto. La vida de un hombre está al borde de la muerte. Y este hombre no es cualquier hombre, es el dueño de la justicia en el país, el juez José Cabrera, cuya vida es un modelo para nuestros hijos, por su decencia, cordura y honestidad. No lo conocí personalmente, pero la única culpa que tuvo fue atrasarse alguna vez en el pago de una cuenta vencida. ¡Qué ejemplo!"
"Envío mis condolencias públicas a los familiares de Cabrera y rezo porque se recupere de su gravedad. Mi gestión hará todo lo posible por ello."
"Si bien sabemos que yo llegué al poder por las vías legales, sin recurrir a fraudes ni órdenes judiciales, espero que el nuevo juez titular, José Vargas, tome real conciencia de este grave hecho y llame al diálogo para evitar más destrozos entre compatriotas, antes de que sea muy tarde."
"Niego categóricamente la responsabilidad por parte de mi grupo político de este hecho abominable. Quizá sea acusado de proponer ideologías violentas, pero desmiento que sean reales."
"El Movimiento de Patriotas está al servicio de los patriotas, que somos todos, aunque algunos hoy hayan demostrado una vez más que no desean el amanecer que todos necesitamos para nuestro país."
"He ordenado también a la Policía que inicie rigurosas investigaciones para aclarar este hecho, encontrar a los culpables, enjuiciarlos, condenarlos y remitirlos a Emboscada para que sepan lo que significa cometer un delito de esta naturaleza."
"Una vez más niego del todo tener que ver con este repugnante acto explosivo. Estoy seguro que el pueblo, Dios y la Santa Madre son testigos de mis palabras. Si no que ellos me lo demanden."
"Por último, quisiera expresar que este ataque quizá sea de mayor interés para el sector rival a mi Gobierno, a fin de intentar sustraerme de mi posición legítima. A ellos, aprovecho, para inculparlos del robo de armas del arsenal del ejército para cometer esta clase de ilícitos. Las manchas de sangre no salpican mis manos, ni espero que sea así."
"Buenas noches".
Cinco minutos después volvió a fallar el suministro de energía eléctrica. Ante las palabras pronunciadas por Ibañez el pánico fue aún mayor. Muchos interpretaban la referencia de las armas robadas como un mensaje codificado dirigido a su grupo armado como orden de iniciar el ataque. Esa noche las calles estaban muy desiertas. Los pocos huelguistas que quedaban en la plaza se refugiaban en los pabellones que pertenecían a unas librerías. Al igual que la falta de electricidad, la lluvia que brotaba de nuevo daban tintes trágicos a todo lo largo de esa oscura noche.

***

—¿Escuchaste el discurso de anoche de Ibañez?
—No tengo televisor, flaco.
—No, la televisión falla desde ayer. Habló por radio.
—No escuché nada. ¿Y qué decía?
—No sé, para algunos era un preámbulo para el fin del mundo.
—Vaya, qué exagerados.
—La verdad es que yo me desentiendo de todo este lío político, pero tampoco dejo de escuchar algunas noticias. Podrían estar buscándome.
—Qué si fueras el terrorista —ironizó Fernández.
—No debo preguntarte a quién le atribuyes la explosión en el piso 13 del Hotel Guaraní, entonces.
—Ya lo sabés, ahora me falta saber quién es el terrorista.
—No sé para qué volví a insistirte el tema el otro día.
—Hiciste bien, aunque involuntariamente. Es que todas las piezas se me van haciendo claras cada minuto. Estoy pensando mucho sobre estos atentados y creo que hay más que simples accidentes u ofensivas entre rivales políticos.
Fernández y Aurelio estaban sentados en la Plaza de la Democracia, repleta de curiosos. Todavía habían charcos como recuerdos de la lluvia de anoche. Todo el terreno en derredor se notaba muy húmedo. El cielo estaba menos nublado, y la sensación calurosa crecía con la salida del sol.
Hacía media hora que el piso 13 del céntrico edificio del Hotel Guaraní, frente a la mencionada plaza, había estallado violentamente por una bomba.
El piso entero quedó destrozado y su reparación costaría miles de millones de guaraníes. Por fortuna ese piso estaba vacío. En realidad todo el hotel, construido por el Estado, estaba cerrado, ya que acababa de ser privatizado a unos empresarios asiáticos y todo el personal se declaró renunciante ante la inminente posibilidad de despido masivo. La arquitectónica estructura estaba completamente descuidada desde varias semanas.
No obstante, la violenta explosión provocó la rotura de vidrios y un importante fragmento de pared que terminó aplastando a un transeúnte que caminaba por su vereda, muy abajo. El señor, aún sin ser identificado, murió instantáneamente. Otras diecisiete personas resultaron heridas, seis de gravedad, por los escombros caídos de una distancia de alrededor de cincuenta metros de altura.
No existen pruebas, testigos ni pistas que conduzcan a los responsables del crimen, pero la policía sospecha que sería un ex funcionario renegado.

***

A esas horas de la mañana, pero en las inmediaciones del Tribunal Supremo de Justicia, ubicado en el barrio Sajonia.
Los dos miembros oficiales del Poder Judicial, José Vargas, como presidente, y Antonio Mont, habían retomado la reunión permanente con deliberaciones sobre el proceso al presidente Paco Ibañez para invalidar su existencia jurídica. Mont planteaba que por ley Ibañez ya contaba con una inmunidad política por sólo asumir el cargo presidencial. Así que primero debería inhabilitarse ese privilegio para tratarlo en categoría civil, como exige la ley electoral de 1928.
Todo transcurría siempre a puertas cerradas. El edificio del Tribunal estaba muy vacío; la prensa estaba delimitada a la receptoría del primer piso, que no había sido reparado aún después de una explosión; en tanto la policía cubría varios perfiles de la institución. El paso de vehículos era prohibido a dos cuadras a la redonda.
Aún así en el estacionamiento trasero del Tribunal había un coche pequeño, un Fíat modelo 85, de color amarillento, brasileño, sin chapa, con puertas y ventanas cerradas, depositado en el lugar por personas desconocidas desde unos días.
Un vecino alertó, vía telefónica, a la policía del sospechoso rodado. Un escuadrón antiexplosivos se trasladó al sitio y comprobó la existencia del posible auto-bomba. De cerca se podía distinguir un leve humo que salía de debajo del capó. Se pidieron refuerzos y trajeron al perrito Peki para rastrear la existencia de explosivos.
Luego de cuarenta minutos de minuciosa inspección se verificó que era peligroso el coche. El humo provenía del motor, que tendría una falla mecánica. Aún así no poseía ninguna identificación acerca de su propietario ni huellas digitales. El móvil fue llevado mediante grúa al taller del Departamento de Patrullas Motorizadas y Tránsito de la Policía Nacional.

***

A Fernández no le permitieron siquiera poner un pie sobre la vereda del Hotel Guaraní, que cubría toda una manzana. El cordón policial era muy estricto. Allí supo que su amigo, el comisario Bobadilla, ya no era Jefe del Departamento Antiterrorista ni tampoco sus colaboradores cercanos integraban ese cuerpo.
Un rígido y malhumorado agente le aclaró que un tal Porfirio Méndez había asumido el puesto y seleccionado su propio equipo. Por lo tanto Fernández no estaba autorizado a intervenir en las investigaciones de la policía en asuntos terroristas.
Fernández quedó indignado ante la noticia. Desconocía la situación actual de Bobadilla, justo cuando éste le permitiría mayor libertad de demostrar su teoría acerca del supuesto terrorista culpable de la seguidilla de explosiones.
—Malas noticias, flaco. Bobadilla ya no está en la policía.
—Ya era hora, disculpá si ofendo, pero ese gordo incompetente no podría llegar lejos por cómo era.
—Tal vez, pero era un enlace importante para poder investigar.
—No creo que le falte lo que nunca tuvo. Usted es su propia oficina. Y las ideas las pueden tener en la cabeza, no en una comisaría especializada.
—Gracias por... ¿el aliento? Bueno, veré qué hago.
—Si yo fuera usted, Fernández, comenzaría por analizar la situación caótica del país, y ver dónde atacaría este malhechor (si existe) en sus desesperada sed por causar desestabilidad nacional.
—¡Caray! ¡Cómo se me había pasado ese punto! A ver, dejame pensar un poco.
Fernández se sentó en un banco de la Plaza de la Democracia. Por unos minutos estuvo relacionando mentalmente las explosiones, el conflicto político, las huelgas en las plazas, cada objetivo atacado, las distancias entre cada cual y las consecuencias directas.
—¿Y, Fernández? ¿Qué hay? —insistió Aurelio, cortando el trance meditativo del investigador.
—Tengo una hipótesis, pero necesito ir al posible lugar de los futuros hechos.
—¿Dónde?
—Bien, flaco, parece que tenemos un caso que resolver. —se puso de pie y ya estaba caminando apurado— ¡Ahora vamos al punto de quiebre!
Aurelio quedó medio confundido, pero lo siguió, tuvo que apresurarse un poco para alcanzarle los pasos.

***

En otra parte de la ciudad.
Dos periodistas de la sección espectáculos discutían sarcásticamente el mejor titular para un reportaje acerca del último concierto de la Orquesta Sinfónica Privada. Esta institución educativa, sufragada por tres empresarios anónimos, que estaba por ser cerrada de manera definitiva debido al poco interés de la gente en estudiar música profesional.
Los compañeros de tareas, uno Marcos, quien asistió al evento, y el otro Jorge, a quien todavía no lo despedían porque tenía muy buen humor; reían a carcajadas en el segundo piso del edificio del renombrado diario "Estado".
A esas horas gran parte del personal se encontraba realizando coberturas diversas, otros estaban de vacaciones y uno se declaró en huelga por considerar que la línea editorial de la empresa se estaba demostrando en favor demasiado explícito a uno de los Presidentes.
La Sala de Redacción estaba prácticamente vacía. De pronto aquella tranquilidad silenciosa se llenó de ruido, de un ruido fuerte y seco. Marcos y Jorge sintieron un extraño temblor. Algunas de las computadoras de la espaciosa sala cayeron al suelo y sus pantallas estallaron. Hasta las luces parecían sacudirse.
Ambos corrieron hacia la salida, bajaron por las escaleras, cerca de allí estaba la puerta que daba con la Sala de Máquinas, de donde salía mucho humo. La puerta de la salida se abrió con estruendo, era la secretaria de recepción, una señora de treinta y cinco años, que estaba aterrada, con el rostro emblanquecido, que temblaba mucho y por momentos simulaba desmayos. Marcos la alcanzó en sus brazos. Subieron nuevamente a Redacción; Jorge tomaba un teléfono para llamar a la policía.
La recepcionista pudo explicar que un automóvil que cruzó frente al edificio del diario habrió fuego con una metralleta hacia la pared de cristal del acceso y que varias balas impactaron en el muro, detrás de ella, que se escondió bajo su escritorio y luego corrió hacia adentro del edificio.
La mujer se lavó el rostro con agua fría de un bebedero. Los periodistas se encargaron de cerrar las ventanas con las cortinas. Ella se sentó en una silla reclinable y comentó que en ocasiones anteriores ya había recibido falsas amenazas de bombas, las cuales descartaba de interés por ser falsas.
Cuando la policía llegó ellos explicaron todo lo que vieron y oyeron. La recepcionista aclaró que no pudo ver bien en vehículo ni al hombre que dispara desde su interior a gran velocidad. Los guardias llamaron por radio al Departamento Antiterrorista.
Los agentes especializados revelaron que un bomba había estallado en la sala donde funcionaban las grandes maquinarias de impresión del periódico. Otros técnicos dijeron que el equipo estaba inservible, que el "Estado" era difícil que se publicara al día siguiente.
Como el horario de la explosión era en el que pocas personas estaban dentro del edificio no hubieron víctimas, pero sí veinticuatro ratoncitos que tenían sus nidos entre los viejos papeles atorados en los engranajes de las impresoras. Tampoco se tenía noción de pistas, de sospechosos ni de testigos del atentado.

***

Veinte minutos después Fernández y Aurelio llegaron al cruce de las calles El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo. No habían otras personas en las veredas, quizá por el horario tan cercano a la siesta, en que las tiendas comerciales cerraban sus puertas y la mayoría del personal descansaba un rato.
Pasaban algunos coches, no tantos. En la esquina contraria a donde estaban aparecía la primera de las cinco plazas instaladas en ese extremo de la ciudad, a poca distancia de la bahía con el Río Paraguay.
Fernández quedó parado firme, girando la cabeza pausadamente, mientras sus ojos parecían encogerse para discernir una lejanía soleada.
—¿Ves esta zona bastante despoblada? —se adelantó Fernández antes de que Aurelio dijera algo, ya que comenzaba a hacer gestos inquietos.
—Por el fondo de la plaza hay gente durmiendo en los bancos. —respondió el joven.
—No digo eso. Estas calles, los pasillos de la plaza, el césped: no hay gente.
—¿Y qué con eso?
—Te aseguro que en pocos días se llenarán de gente.
—¿Te llegó esa visión profética?
—No es profecía, es simple deducción. Mira, las masas populares están haciendo huelgas para demostrar su repulsión a determinados actos. ¿Dónde se congrega esa gente?
—Pues en las plazas.
—¿Por qué? Porque en las plazas hay más espacios físicos y posibilidades de huir en estampida si algo huele mal. En esta parte de la ciudad hay más de cinco plazas juntas: el espacio físico es grande. Ahora, fijate, esta calle, —levantó la mano para señalarla— El Paraguayo Independiente, conduce de aquí a dos cuadras directamente al frente del Palacio de Gobierno, donde debería estar el Presidente.
—¿Cuál de los dos que tenemos?
—Eso todavía no lo encajé a mis cálculos. Pero no es lo más importante. Según creo, hasta ahora el terrorista ha estado atacando objetivos cercanos a las poblaciones en paro y a los puntos que a la vez ocasionan mayor fricción en la situación general del país. Él está conduciendo todo a un mismo punto de encuentro.
—No te entiendo, Isidro.
—A todas esas explosiones en los transportes públicos, la sede partidaria, el hotel, el Tribunal, los cortes de luz, más otras cosas que quizá no sepa, tejen una irritación paralela tanto entre el pueblo como en el Gobierno, que conducirá a que uno de ambos acabe con el otro. Aunque para ello faltaría un evento grande que desencadene el enfrentamiento final entre gobernador y gobernado.
—Suenas a estratega político, más que a inspector de pecados ajenos.
—La diferencia no es mucha. Ahora bien... —Fernández distraídamente se puso en medio de las calles, un coche lo esquivó apenas y su conductor hizo sonar su bocina para quejársele. Él miraba para arriba, en derredor— ¿Cuál te parece que es el edificio ideal? —Aurelio se acercó para mirar cómo lo hacía él— Hay varios edificios altos, algunos son construcciones sin terminar, hasta veo posiciones útiles en...
—¡El Zodiac! —Fernández giró la cabeza.
El Zodiac estaba justo en aquella esquina, muy imponente.
—¡Subamos! —ya gritaba Fernández camino a su entrada.
Ambos subieron en ascensor hasta la azotea, el piso 14.
La vista era realmente impresionante. Se podían ver las cinco plazas como una extensa masa de vegetación verde. Rodeada de edificios bajos, casi todos de valor histórico, con sus aspectos coloniales. Al fondo el brillo sereno de la bahía, y aún más allá el paisaje con sabor a horizonte. El sol se había liberado de las nubes que lo engrillaban y asumía su cenit como un respiro magnífico.
Aurelio se acercó hasta la leve muralla que marcaba la diferencia gravitatoria entre el último piso del edificio y el enorme vacío que dejaba al suelo tan empequeñecido. El joven se sostuvo con las manos del bloque de cemento y asomó un poco la cabeza.
—¡Diablos! —exclamó.
—Catorce pisos es algo, ¿verdad? —ironizó Fernández.
—Sí, me imagino lo que sería esto con vientos maléficos.
—Un empujón para animar a la voluntad, tal vez.
—Si lo decís así. Y pensar que mucha gente se anima al salto.
—Salto final. Cuando andaba un bar por aquí, recuerdo, muchos venían a pedir un trago sin tener de noción de lo que decidirían luego.
—No te entiendo.
—Me vuelve a la memoria el caso de una pareja de jóvenes, un tipo y su novia. Ocuparon una mesa en un rincón, bebieron un par de cervezas, luego los veías parados sobre el parapeto, tomados de las manos y luego los veías desaparecer...
—¡Puf!, crucial —dijo Aurelio, arrugando el ceño y alejándose de la muralla.
El largo de la calle El Paraguayo Independiente parecía una cicatriz recta que separaba de la ciudad a un trozo suyo. También se alcanzaba a ver los pisos superiores del bello Palacio de Gobierno, bello por sus detalles arquitectónicos semi perfectos.
Al otro lado era una tentación escudriñar cada fragmento visible del resto de la ciudad. Era el lugar más alto en dirección a la ribera y el mejor para controlar visualmente todo lo que sucediera a sus pies. Fernández se acercaba a algo.
—Pero todavía nos falta algo —dijo en voz baja.

***

"Esta mañana, casi al mediodía, un nuevo atentado sacudió la ciudad Capital. Esta vez nuestros colegas del diario Estado fueron afectados por explosivos que por suerte sólo causaron desastres materiales, que de todas formas son muy valiosos para el desarrollo laboral de los periodistas. Está allí Karim Jetz para informarnos..."

—Una seguidilla de atentados explosivos sacude desde hace unas semanas a Asunción, en objetivos que hasta ahora llevan un muerto. La mayoría son atribuidos a grupos simpatizantes al presidente Paco Ibañez.
En todos los puntos estuvo presente el Departamento Antiterrorista de la Policía Nacional, que se encargaba de indicar que nunca existieron pruebas concretas de que exista un terrorista detrás de todo.
Pero en la fecha se ha demostrado que los ataques van en serio. Primero en las inmediaciones del Tribunal Supremo de Justicia se detectó un vehículo sospechosísimo que pudo haber hecho historia de nuestras demandas, órdenes de captura, de allanamientos y prisión.
Seguido, en el Hotel Guaraní el tercer piso, famoso por recitales... ¡el 13!, el piso 13, perdón, decía que famoso por recitales románticos para personas adineradas que no tenían ganas de gastar su dinero en el casino. Bueno, allí explotó otra bomba. Por suerte nadie estaba en su interior, pero afuera sí, lo que causó el primer muerto por aplastamiento de fragmentos desprendidos.
Al mediodía se coronó la mitad de la jornada con un estallido en la Sala de Máquina, que aquí pueden ver —Karim se apartó un poco para que la cámara grabara los destrozos de las maquinaria—, estamos en el edificio del diario Estado, cuyo exitoso director es el empresario Cantero.
Estamos ahora con Jorge Pastor, testigo de la explosión.
—Saludos colegas. Así es, Jetz, yo estaba trabajando como siempre, vaya que sí, hasta que mi artículo escrito en la pantalla saltó sobre mi cabeza y fue a caer a mis espaldas, con computadora y todo, y a añicarse caracter por caracter.
—¿Qué había pasado, Jorge?
—Bueno, primero pensé que me había vuelto loco, pero veo a mi compañero Marcos Quiñones que llegaba con unas resmas de papel, y que también sentía el temblor. Luego bajamos de la redacción, donde vimos el humo de un derrumbe.
—Me comentaste fuera de cámaras que la recepcionista se dio 'un susto de aquellos'.
—Ah, sí, sí. La señora Martínez, nos dijo que alguien disparó con una ametralladora contra la fachada de este periódico. Y no mentía.
—Muchas gracias, Jorge.
—Cuando quieras, después seguimos hablando.
—Muy bien... Eh, no pudimos lograr que el jefe de prensa nos hable, por estar reunido con el exitoso director Cantero. De todas formas logramos recabar que el Estado no aparecería mañana en la calle, recién al día siguiente.
Ello se debe a que el equipo de impresión quedó completamente inutilizado. Aparte que recibirían la nueva infraestructura en dos días, importada desde Brasil. Así que los lectores de periódicos tendrán su día libre mañana...

—Gracias, Karim Jetz, nuestro enviado iraní al diario Estado. En otro ámbito de las noticias, el director de este canal, el señor Cantero, recibió condolencias del presidente Francisco Gómez, quien además prometió atrapar a los culpables del crimen explosivo al periódico. Es por eso que ahora tenemos un contacto telefónico en vivo con el señor Gómez. Adelante, Presidente.
—Sí, te escucho bien, Sonia Ferreira. Un saludo al señor Cantero y a todos los componentes del Canal 7... Estoy realmente dolido por estos insultos con bombas que hoy llegó al borde de la censura al atacar al diario Estado.
—¿Qué información maneja acerca de los responsables?
—Todos sabemos que en el país hay un sólo hombre culpable de todos los errores que se cometan, y no soy yo. Es el ilegítimo Paco Ibañez que se hace llamar Presidente. El odia al "Estado" porque éste denuncia su inoperancia y sus negociados ilícitos que saturan el mundillo de la mafia.
—Buenas tardes, señor Presidente, tendrá que disculparnos, pero lastimosamente nuestro noticiero llegó al límite de su tiempo y seguido viene la popular telenovela del canal.
—No importa, Sonia. Por último, te adelanto que con mi equipo estamos preparando la solución final para nuestra situación...
—...la situación del país, claro. Por su atención muchas gracias. Volvemos más tarde en la segunda edición o cuando las noticias nazcan. Soy Sonia Ferreira.

XI - DUELO DE PODERES

Finalmente, el primer día del final de una etapa había llegado.
Esa mañana sucedieron tres situaciones consecutivas de atentados explosivistas, por la tarde se esperaba que sucediera algo terrible. Toda la población se encontraba sumamente atemorizaba, nadie se sentía seguro en ningún lugar, con ninguna persona.
Cerca de las 21 horas de ese mismo día el presidente Francisco Gómez convocó a todos los medios de comunicación a una conferencia de prensa. Los llamados, ya sea por fax, email, o teléfono a los periodistas encargados del área presidencial; tenían un tono distinto, muy diferente, en forma, a las anteriores convocatorias de reunión en su despacho.
Algo tramaba Gómez, algo que andaba anunciando cada vez de manera más insistente, y parecía que lo sacaría a luz. La última vez hablaba de una "solución final", que los intelectuales con más días de insomnio creyeron que presagiaba a un holocausto nacional.
La prensa, con sus notas y lápices, grabadoras, cámaras fotográficas, teléfonos portátiles, filmadoras y computadoras transportables, acudió rápidamente. Era la señal de una noticia que nadie podía "comerse", pasar por alto.
La pequeña sala de su despacho estaba bastante llena. El murmullo general probaba toda clase de posibilidades sobre el próximo discurso de Gómez, que comenzaba a tardarse. Pero los ánimos de los periodistas fueron domados por las bandejas de bebidas gaseosas y bocadillos que el Presidente ordenó preparar horas antes a sus asesores.
Una maraña de micrófonos, escoltados por sus cables que salían de todas partes, esperaban sobre el atrio. Entró Francisco Gómez.
El silencio cayó de pronto en aquella sala, con su ventilación ya calurosa y pesada. Muchos se apuraron en encender sus equipos. Gómez acomodaba sus codos en el atrio, a la espera de que todos estuvieran bien listos.
"Señores de la prensa, agradezco mucho que hayan respondido a mi convocatoria."
"Este momento es muy importante para mí, y ello siempre significa que lo es también para todo el pueblo."
"Finalmente, después de tantos discursos, de tantas denuncias, de tantas luchas hemos conseguido el mecanismo para acabar con este desgastante conflicto político que a todos nos afecta."
"Tal como he prometido durante mis días de simple candidato a algo, dije que nunca abandonaría al gobierno si el pueblo nunca me abandonaba. Dije que acabaría con los problemas principales que causan los demás problemas. Pude decir también que tendería mi mano para sacarnos del abismo en el que nos obligaron a meternos sin quererlo."
"Hoy comienzo a cumplir mis palabras de una forma tangible, siguiendo el modelo de políticos tradicionalistas del Partido General, que no claudican a sus ideales por el bien común, que hacen de sus ideales un común a todo bien; donde las palabras son un testamento que firmamos para existir en el mapa del sistema social. Ya no somos una aldea."
"Dije que acabaría con el problema raíz de varios problemas, y ese problema raíz es Paco Ibañez, el más ilegítimo de los personajetes políticos en la historia no sólo de nuestro país, sino del universo. Un traidor que, como el granizo, a nadie le cae bien. Un ser que deja muerto el suelo que pisa. Una momia que respira."
"En todo este tiempo yo y mi consejo de asesores analizamos las posibilidades para salir del aprieto sin provocar que el intento de salida aumente la presión social, y lo logramos."
Levantó un papel mecanografiado.
"Fíjense, señores, este papel es mi solución. ¿Qué dice? ¿Qué tiene? ¿Qué lo hace especial? Bueno, de ninguna manera es mi renuncia a mis sueños de un nuevo orden mejor. Es un decreto que lo firmaré ahora."
"Es un decreto de paz. Sin querer desmerecer al Tribunal Supremo de Justicia, yo creo que la salida judicial era un túnel demasiado largo para conservar vivo al muerto. Por eso este decreto viene a resumir el fin de las penurias."
La impaciencia crecía porque Gómez no definía lo que contenía el papel.
"Este papel tan simple salvará a todo un país. A toda su historia. A todos sus habitantes. Es un decreto donde dictamino una sentencia de prisión de diez años contra Paco Ibañez, bajo la acusación de perjuicio insoportable contra el comportamiento noble de sus prójimos."
Entonces firmó ante la vista de todos el decreto, pero no lo leyó.
"Ahora entregaré el documento a mi guardaespaldas más veloz, quien irá hasta el Tribunal Supremo y lo entregará a su titular, para que reglamente su ejecución, así en una o dos horas ya descansaremos del psicótico de Ibañez."
"Una vez internado en prisión de máxima seguridad, asumiré el poder absoluto y guiaré al sendero de un mundo de pura libertad y libre democracia."
Los aplausos prorrumpieron en la sala. Se veían algunas lágrimas en las mejillas. Muchos pasaron a saludar y felicitar personalmente a Gómez. Después los periodistas salieron muy apurados para ser los primeros en publicar la noticia más sorprendente del momento.

***

En las calles se vivía un ambiente eufórico, místico. La gente salía a festejar. A gritar, estallar pirotecnia, reír, abrazarse y unos cuantos a robar billeteras, aprovechando el ambiente eufórico, místico. Se tenía una sensación de que algo bueno estaba por venir. Pero faltaba algo más, esa era otra sensación.
Luego de difundirse el mensaje en Gómez en noticieros especiales por televisión, emisiones especiales por ambas frecuencias de radio, incluso cortaron la emisión de música en todas las frecuencias para comentar el hecho, con sabor agridulce de alivio. Los periódicos imprimieron suplementos especiales de una sola página; hasta el diario Estado se difundía. Estado seleccionó a su periodista con mejor caligrafía para que hiciera un manuscrito del informe, recortaron el logotipo de una edición anterior para adherirlo en el encabezado, y fotocopiaron por miles aquella carilla tamaño carta, para distribuirlo como una edición oficial del diario.
Minutos después Gómez volvió a aparecer en televisión y a ser escuchado por radio, en directo; dijo que se mostraba sorprendido por la pronta y buena respuesta que vislumbraba de la gente en general, por lo que convocaba a todos a salir a las calles, a manifestarse, llamaba a los huelguistas para que dieran señales de su existencia, que salieron hombres y mujeres de todas las edades, de todos los colores de pigmentación, de todos los sexos (al decir eso se equivocó pero nadie notó el error), de cualquier pensamiento sobre Dios o dioses, todos a la calle. Todos distinguidos con las calcomanías especiales que había preparado la Asociación Radical Unida.
Él quería que se juntaran de forma permanente cerca del Palacio de Gobierno, para que el pueblo esté preparado para ungirlo como Presidente único, para defender ese derecho que le correspondía a Gómez por ser el salvador.
Su llamado fue más breve esta vez, pero con una potencia en las acentuaciones tónicas de las palabras, que exaltó a muchos, quienes cumpliendo con el pedido salieron a las calles con las insignias y banderas. Se habilitaron puestos ambulantes para vender aquellas calcomanías, impresas con el color oficial del Partido General.

***

Por la emisora Deber 510 AM la áspera voz de un locutor no habitual frente al micrófono leía un comunicado:

"El Presidente de la República del Paraguay, el doctor Paco Ibañez, hace público a todos los interesados su siguiente decreto; 'yo determino que se encarcele al individuo de nacionalidad paraguaya que tiene escrito en su certificado de nacimiento, en el apartado de nombre, Francisco Gómez, por provocar la incitación a la violencia y rebelión contra las autoridades legítimamente establecidas por voto mayoritario del pueblo. La condena durará diez años y será cumplida en prisión especial a construirse al oeste más lejano del territorio del Chaco; en tanto aguardará en la cárcel de Tacumbú.' El documento es firmado por Paco Ibañez, triplicado y archivado. Una copia se presenta al Jefe de la Policía Nacional, Ignacio Medina, y otra al General de las Fuerzas Armadas, Casimiro López, a fin de dar cumplimiento a la orden del Poder Ejecutivo, en la forma que ellos crean conveniente."
"El Presidente de la República del Paraguay, el doctor Paco Ibañez, aconseja a la población que permanezca en sus hogares a fin de refugiarse de los desequilibrados mentales que vagan por las calles, ya que nadie más se responsabiliza por la seguridad de los que ya están avisados."

Seguido la emisora difundió una selección de polcas alusivas al Partido General, y luego otras clásicas del rico y marginable acervo cultural.
Los otros medios de prensa no tuvieron acceso al documento, por lo que debieron adquirir la grabación de la accidentada lectura de un hombre que la vendía en la calle copiada en varios casetes usados, minutos después de la difusión pública.
Al mismo tiempo el guardaespaldas de Francisco Gómez llegaba hasta el Tribunal Supremo con el decreto suyo. Pero los guardias no le permitieron el acceso a la sala de deliberaciones donde estaban los jueces José Vargas y Antonio Mont desde tempranas horas. Un mozo alegaba que se habían quedado dormidos sobre la mesa de discusiones.

***

Poco después corría el rumor de movimientos no comunes en las dependencias del Ejército, a treinta kilómetros de Asunción. Luego se verificó la salida de nueve tanques de guerra con dirección a la Capital, transportando cada uno a cinco hombres, más o menos, fuertemente armados.
El Canal 7 envió un móvil con un cámara que transmitía en directo imágenes del viaje de los tanques hacia la ciudad. Se mantenía a una distancia constante de prudencia.
Nadie sabía bien de quién había emanado la orden para que salieran los tanques. Pero casi todos relacionaban con el escueto mensaje de Ibañez. Éste no apareció en público, nadie sabía dónde estaba. Un periodista llamó a su despacho pero nadie atendía. Su vivienda estaba cerrada y con las luces bajas.
Tampoco Francisco Gómez volvió a ofrecer palabras. Quizá por el resultado inesperado que tuvo su plan, y por temor que rastrearan su ubicación, ahora secreta. Los periodistas sufrían de orgasmos por la lluvia de sucesos álgidos.
De todas formas el pueblo seguía congregándose en las calles, a pocas cuadras del Palacio de Gobierno. El miedo era compartido por todos, pero la idea de ser acusado de cobarde por el abandono, también. Unos cuantos cedieron a la presión de estar a la calle cuando las luces de la Capital se apagaron en un parpadeo de cinco segundos.
Dos ancianos ebrios discutían sentados en un banco de la plaza que era el grupo armado de Ibañez el que se preparaba para venir, el otro apoyaba la tesis del comando de asesinos contratados del extranjero por Gómez. Sin embargo todo el mundo presentaba sus dudas sobre la misión de los nueve tanques del ejército en Asunción.

***

A las 22 horas un periodista que se mantuvo en el anonimato afirmó a su medio, que era el Canal 7, que un grupo de siete vehículos jeeps verdes de tipo militar tomaban rumbo en el barrio de alta categoría de Las Carmelitas, tan aislada del resto de la ciudad por sus monumentales mansiones y patios amplísimos rodeados de avanzados sistemas de seguridad, altos muros electrificados y con perros salvajes, que eran soltados por las noches.
Varios medios de prensa que captaron el rumor enseguida se dirigieron a la residencia de Paco Ibañez, situada en el referido barrio de millonarios fanfarrones.
Su mansión parecía infinita, infinidad que se reproducía aún más en medio de esa oscuridad nunca habitual. Los ventanales estaban cerrados y sus cortinas flotaban inmóviles detrás de los vidrios tan lejanos.
Los portones estaban fuertemente asegurados, pero no aparecía ninguna persona del otro lado, ningún guardia, ni siquiera los perros habían sido soltados. Los móviles periodísticos estaban estacionados en fila por el otro lado de la calle que cruza frente a la residencia.
Los rumores adquirían connotaciones escalofriantes entre los comentarios intercambiados por los periodistas policiales y presidenciales. Que se avecinaba una matanza, que atentarían contra Ibañez, que ya estaba muerto, que ambos presidentes habían sido asesinados, que en el país no quedaba nada. Sólo un periodista, que venía de un semanario investigativo sobre arquitectura y erotismo, asumía que un país sin Presidente seguía siendo un país, pero sin Presidente. Se calló.
Al cabo de minutos se oyeron los solitarios ruidos de motores, eran los jeeps. En realidad eran ocho, llegaban de a cuatro por cada lado de la calle empedrada. Se mostraban indiferentes a la presencia de la prensa.
Los tripulantes de los vehículos eran posiblemente militares vestidos tipo comando de acción, con metralletas, granadas, chalecos antibalas y mascarillas antigás; ninguno mostraba el rostro descubierto, aún la piel estaba pintada con betún oscuro.
Bajaron rápidamente de los jeeps, que ni siquiera apagaron del todo sus motores, estaban listos para cualquier marcha repentina. No conversaban, sólo decían pocas palabras que sonaban inentendibles. Los periodistas se mantuvieron del otro lado de la calle, hubo uno que huyó por el pavor, ya saben quién. Los fotógrafos no quisieron hacer su trabajo después de ver las intimidantes armas que portaban estos militares.
Uno de los jeeps se colocó frente al portón de hierro del acceso y lo derribó con una embestida que sorprendió a los observadores pasivos, algunos dejaron caer sus anotadores al suelo y retrocedieron unos pasos, otros se ocultaron detrás de los móviles de sus empresas editoriales.
El pelotón de alrededor de veinticuatro integrantes ingresó a prisa a la residencia, se escucharon disparos, habían derribado la puerta, se escucharon cristales rotos, habían atravesado las ventanas.
Había humo, habían lanzado bombas de humo.
Otros disparos siguieron en el interior de la residencia. La operación duró cincuenta y dos minutos.
Los militares abandonaron el sitio con cierta actitud de fracaso, algunos tenían las máscaras quitadas, pero igual tenían el rostro pintado. Fueron subiendo a los jeeps, tres de ellos ya habían partido.
Entonces el reportero Karim Jetz se animó a encarar a uno de los uniformados:
—¿Qué ha sucedido, señor? Si se puede saber...
—Nada fuera de la ley. Mas bien sólo vinimos a cumplirla —respondió el hombre camuflado que seguía caminando con su fusil al hombro.
—¿Cuál ley? Si se puede informar al público...
—La ley que comunicó el Presidente. Nada más —el militar cortó el diálogo, subió a su vehículo correspondiente y partió sin mirar para atrás.
—Ése fue el informe exclusivo que logramos en vivo desde enfrente de la residencia de Paco Ibañez, que fue asediaba estruendósamente por efectivos militares no reconocidos. Manifestó un participante de la operación que cumplían "la ley que comunicó el Presidente", obviamente la que hace pocos minutos, casi horas, dio a conocer Francisco Ibañez. No sabemos qué sucedió aquí adentro, al parecer no encontraron a Ibañez, quien hace horas tiene panadero desconocido, ni sabemos qué hubiera sucedido si lo encontraban. La apariencia de estos militantes era muy sugestiva, y se actuó con violencia clara, que pudimos grabar a costa de nuestras vidas. Vamos a tratar de seguir a los jeeps...
Así Karim Jetz causó la nota diferente entre sus colegas presentes, cargados de envidia, que aún no decidían si ingresar sin orden legal a la mansión o perseguir a los vehículos militares para precisar su origen, puesto que no obedecían directamente a las Fuerzas Armadas.
Los más sagaces interpretaron el acto como un salvaje intento de secuestro contra Ibañez, en base a un decreto que todavía no contaba con la aprobación del Tribunal Supremo de Justicia.

***

En el extremo opuesto de la ciudad se informaba de la llegada de los nueve tanques de guerra del ejército, de los que tampoco se sabía cuál era su misión.
Los pesados vehículos tomaron una calle paralela a El Paraguayo Independiente, a dos cuadras de ésta, para tratar de evitar a la gente que se estaba congregando en las plazas cercanas. Sin embargo habían algunos manifestantes que abandonaban la Plaza Uruguaya para encontrarse con el nuevo grupo, por lo que la marcha de los tanques fue muy lenta. Muchos curiosos observaban con escepticismo.
Uno de los tanques se vio atrapado en un espacio reducido, por los coches estacionados y la gente expectante. Por ello tuvo que hacer una marcha dificultosa que dañó mucho a cinco de los autos que pasó de lado. Los presentes levantaron la voz en queja, con silbidos, uno osó golpear la estructura de hierro blindado con un palo. Un militar subió y realizó disparos al aire para dispersar a la gente. El tipo del hierro, asustado, disimuló ponerse a golpear los coches. Después se supo que uno de ellos era suyo.
Los tanques llegaron hasta la calle O'leary, seguidos por móviles de prensa y gente a pie. Tomaron esa calle y doblaron a la derecha en dirección a El Paraguayo Independiente, para salir en una de las esquinas del Palacio de Gobierno.
Una vez allí, a cada lado de la sede gubernativa se ubicaron tres tanques separados de manera estratégica, sólo la parte trasera del edificio quedaba libre, ya que daba con la bahía, y por ello era remotamente transitable.

***

—Escuchame, Fernández, hay muchos rumores...
—¿Y qué, flaco?
—¿No oíste ninguno, acaso?
—Desde que ando por la calle ya no veo televisión, no escucho radio ni leo periódicos.
—Caray, deberías oírlos. Aparte, muchos de ellos no pasan por la prensa.
—Eso es seguro.
—Digo, lo que me preocupa es que estamos en un sitio peligroso...
—Ahh, ¿el conflicto en las calles?
—¿Después si tenés razón y hay un loco con bombas?
—Ya me creíste también.
—¿Qué haremos? ¿Si tiene un arma, y nos dispara?
Fernández no agregó nada más. El tablero electrónico superior marcó el piso catorce, las puertas del ascensor se abrieron y de nuevo estaban ambos en la azotea del edificio Zodiac.
La oscuridad reposaba a esas alturas, las luces eran escasas, apenas unos focos rojizos en dos o tres antenas, que servían de señalización para que ningún avión las embistiera, o algo así.
Había una brisa suave, bastante fresca y se sentía una calma apenas perturbada por el bullicio que acontecía muy abajo, en las plazas adyacentes.
Fernández caminó lentamente, lanzando la mirada larga hacia la muralla que rodeaba aquella porción de piso elevado. Un haz de luminosidad se sentía en los bordes; arriba el cielo estrellado era capaz de provocar un vértigo inexplicable.
—Pssst, pssst —Aurelio encontró algo, mientras señalaba con el dedo a uno de los lados.
Fernández se acercó y percibió que algo se movía en la oscuridad, cerca de una esquina. Era una persona. Aurelio se agazapó, el investigador avanzaba con pasos muertos, escudriñando alguna característica sospechosa entre los metros de distancia. El extraño hacía movimientos cortos, pero no se podía definir qué estaba haciendo, si tenía algo entre las manos. Lo cierto es que seguía de espaldas, con la miraba fija para abajo.
—¡Oigan, no pueden estar aquí! —se oyó un grito sorpresivo a las espaldas de todos, que giraron la cabeza apresuradamente—. Repito, este es un lugar que debe estar clausurado; por lo que el daño contra ustedes puede ser permitido.
La vista trataba de distinguir a la forma oculta entre las sombras. Parecía un uniforme oscuro, un gorro, algo como un bastón.
El extraño se puso de pie. Fernández notó eso. Luego desvió la vista hacia atrás, allí Aurelio estaba parado, de espaldas, con las manos, levantadas.
—Señor, venga acá —ordenó la voz—. ¡Identifíquese!
La tercera persona ya no estaba en la esquina. Fernández también levantó las manos y se dirigió a donde lo llamaban.
Más de cerca logró ver que quien les hablaba era un policía.
—Señor, este sitio no es apropiado. Muéstreme su identificación. —le dijo.
—Disculpe, oficial, soy investigador —explicaba Fernández al sacar sus documentos—. Sabe, había alguien más por...
—¿Investigador? Aquí no se puede investigar... —el policía giró bruscamente la cabeza y gritó en dirección a la puerta del ascensor— ¡Hey, deténgase! ¡Quédese ahí!
Era el extraño, que trataba de huir. El policía fue hasta él, le pidió sus papeles y luego lo dejó subir al ascensor.
—Vengan, deben bajar todos —indicó el policía, pero mientras lo hacía la puerta se cerró y la caja descendió. El uniformado dio un salto, pero ya no lo pudo detener. Entonces se puso a presionar airado el botón para bajar.
Cinco minutos después el compartimiento, vacío, volvió al piso catorce. El guardia, Fernández y Aurelio ahora sí bajaron hasta la planta baja. Fueron despedidos a la calle con la advertencia de atender las circunstancias.

***

Al sitio accedieron también diez buses de la Policía Nacional con muchos de sus efectivos. Estos ya tenían órdenes precisas y barrieron las calles de civiles con una barrera humana hasta posicionarse a una cuadra libre del Palacio donde debía regir el Presidente. Vale decir que el edificio estaba vacío, sólo se veían guardias y personal interno; el acceso no era permitido a nadie.
Con la llegada de la policía se produjeron algunos choques con la masa de manifestantes que aumentaba poco a poco. La presencia de la caballería de la Policía aumentó los roces, la represión, a través de corridas, golpes de cachiporras y patadas que impartía los agentes del orden.
El desorden era seguido en detalle y en emisiones en vivo por todos los medios periodísticos. Sólo el canal estatal 97 seguía con problemas técnicos y emitía videos musicales, pirateados del canal de cable Rancherísima.
A las 23 horas la barrera policial estaba presta como se había planeado, pero una subbarrera rebasaba su límite para controlar mejor a los alborotadores. Se vieron a algunos contusos, hasta desmayados, atendidos en las veredas.
Los manifestantes arrancaron las llantas de los vehículos estacionados y formaron un fogata. Pronto se acercaron cinco camiones hidrantes que lanzaron la terrible presión de agua sobre las llamas y las personas cercanas.
Nuevamente hubieron fricciones, más lesionados. Siguió una pausa que duró el resto de la noche, junto con la vigilia de ambos bandos pendientes entre sí de sus movimientos.

***

—¡Aquí Karim Jetz transmitiendo en vivo para el Canal 7! Estamos en la esquina de las calles El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo, donde recién el violento proceder de la policía por alejar a la gente de las adyacencias del Palacio de Gobierno.
Horas antes estuvimos, también en vivo, en la residencia del presidente Paco Ibañez, que fue asaltada con brutalidad por militares que obedecerían al presidente Francisco Gómez. Paralelo a ello, venían a Asunción nueve tanques del ejército que ahora rodean la sede gubernamental, pero se desconoce a mandos de quién están.
Con respecto a Ibañez, se desconoce su paradero. Tras el intento de secuestro seguimos a los jeeps en que iban sus captores frustrados, pero lograron escapar del acoso de la prensa, con maniobras difíciles de explicar con palabras.
Volviendo a este plano donde la población continúa congregándose (tenemos informes que se convoca a huelgas multitudinarias). Bueno, aquí conversamos con una señora que sufrió la represión policial. La señora está algo sofocada por las corridas y llegó a caerse, sin que nadie la socorriera. ¿Qué cuenta, señora?
—Sí, mi hijo, nadie me atendía. Así como me decía mi abuelita (que en la gloria de Dios descanse) que nunca debía depender del hombre para levantarme del suelo. Esa policía que nos pegaba con sus garrotes. Después vinieron con los caballos y nos persiguieron por la calle...
—¿Corrió mucho, señora?
—Sí, a mi edad ya no doy, pero no te podías quedar, porque te pegaban, luego nos querían tirar el agua de los camiones hidrantes.
—Pero, ¿qué era lo que intentaban hacer, la gente?
—Bueno, después de todo lo que esta pasando, la gente decidió venir a ver qué se podía hacer. Nos acercamos nomás hacia el Palacio, pero que nos tiraron la policía, hasta el ejército, encima, y ellos son nuestros compatriotas también y nos pegan porque nos enseñaron a temerlos, mi hijo.
—¿Cuánta gente calcula que fue lesionada?
—Muchos, muchos. Yo entre ellos. Me caí, pero por suerte no me pegaron así. Luego me levanté y huí hacia acá, donde nos quieren limitar. Mire allá, aquellos también corrieron y los pegaron.
—¿Usted va a seguir aquí, señora?
—Sí, mi hijo. Es importante, por eso deben venir a ver qué se puede hacer. Voy a hacer todo lo posible por quedarme.
—Gracias, señora. Igualmente nosotros vamos a estar en vigilia, atentos a la captura de cualquier noticia de interés para nuestra teleaudiencia. Karim Jetz, Canal 7.

XII - EL ATENTADO INESPERADO

Al día siguiente. Alrededor de las siete de la mañana.
Radio Deber 510 AM cortó su eterna tanda de canciones populares dedicadas al Partido General y al presidente Ibañez. Su programación habitual se había modificado bruscamente desde el último día. Pero ahora parecía que un discurso del Presidente iba a emitirse.
"Compatriotas todos: nos acercamos a una etapa crucial de nuestra historia como Nación. Yo he decidido la prisión del terrorista Francisco Gómez, por atentar contra la investidura pública, iniciando así un proceso que hace tiempo buscamos todo, el fin del conflicto que él ha creado y la paz que la legitimidad construye." El mensaje comenzó a difundirse sin previa presentación.
"Esta es la hora para crecer. Pido a todos los que estuvieron equivocados que razonen y se pongan del lado del Movimiento de Patriotas, el causal del cambio positivo anhelado. Pido a todos mis compatriotas estimados que abandonen las calles de la Capital, las plazas, las adyacencias del Palacio de Gobierno."
"No existe ninguna razón para salir a manifestarse. Yo mismo ya he iniciado la nueva era del país. Y las puertas de mi buen Gobierno están abiertas a todos. Entonces, si uno sale a manifestarse es cuando las puertas del diálogo están cerradas. Cómo si las puertas están abiertas van a salir ya a las calles. Por eso, será mejor que retornen a sus lares, y colaboremos para salir del estancamiento, que se agrava con huelgas innecesarias."
"Por último, para dejar señal imbatible de la mentalidad obsesiva de Gómez me da gusto señalar el violento intento de secuestro que hoy intentó a mi persona y mis familiares. Si él no tiene familia no le da razón para molestar a la mía. Aparte, me pregunto si yo no hubiera sido avisado de sus planes, quizá ya no estaría vivo, señores."
"En próximas horas volveré a dirigirme a todos ustedes, y al final del día espero encontrarnos todos enfrente del Palacio de Gobierno para mi proclama absoluta como Presidente y el estallido de júbilo, el estallido de ánimos para comenzar a cargar al hombro los pedazos de este hermoso país."
Su mensaje finalizó y volvió la música, repetida por vigesimotercera vez. Si bien el canal estatal 97 ya estaba de vuelta al aire, emitiendo documentales subtitulados, aún con los hablados en español, Ibañez no utilizó este medio para comunicarse. Sin embargo, minutos antes de las ocho el canal cortó su transmisión, sin siquiera indicar que existieran inconvenientes técnicos.
Quienes captaron el discurso se debieron haber dado cuenta de que era una grabación, no en directo. Aparte, cuando menciona el ataque a su residencia dice "hoy", cuando en realidad fue ayer. Sobretodo, no deja ningún atisbo sobre su real posición física.
Las sospechas aumentaban. Ahora tampoco se sabía del lugar de Francisco Gómez. Daba la sensación general de que el país estaba acéfalo, ya no bicéfalo; quedaba la duda de si sería mejor así.

***

—¡MATARON A GOMEZ! ¡MATARON A GOMEZ! —gritaba muy perturbado Karim Jetz, con enormes ojeras y sin afeitarse aún, en una emisión especial informativa del Canal 7— ¡Esa es la noticia que se maneja acerca del presidente Francisco Gómez! ¡Aún desconocemos cuál sería la causa! ¡Aparte en el Hospital de Primeros Auxilios apenas reportaban un accidente! ¡No estamos seguro qué sucedió, si es cierto, una broma o una confusión! ¡Estamos transmitiendo en vivo desde el móvil, que con el acelerador a fondo y esquivando semáforos rojos, nos conduce al lugar del hecho! ¡Me piden que vayamos a unos comerciales mientras llegamos al lugar del hecho! ¡Ya volvemos! ¡Ya!
El móvil se detuvo en una estación de servicio, en una esquina, para carga súper sin plomo. El reportero Karim Jetz aprovechó el tiempo para meterse en la tienda de comestibles de la estación, donde se tomó dos vacitos de café puro, sin azúcar, para reanimarse por la falta de sueño. El camarógrafo se compró una caja de chicles con sabor a frutilla, que incluyen tatuajes temporales.

***

En esos instantes, que se aprovechó también hasta que el móvil llegara al lugar del hecho, el Canal 7 comentaba una noticiosa curiosa por intermedio de la periodista Sonia Ferreira, quien ya no era conductora titular del noticiario.

—Hola, soy Sonia, estamos frente al edificio del Zodiacal, entre las calles El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo. Al parecer hubo una explosión, posiblemente un tanque de gas, una garrafa, habría explotado en el piso trece; a ver si la cámara puede mostrar arriba donde sigue saliendo humo.
Aquí la gente en la plaza sigue durmiendo, otros desayunando cerca de las ollas populares que se trajeron de otra plaza. El ruidoso estallido despertó a algunos, mientras que quienes paseaban por abajo se asustaron y hasta vieron caer partículas de arriba a la calle.
Como la policía estaba cerca, parte de la barrera que hacen rumbo al Palacio de Gobierno, sólo tuvieron que subir a ese piso para averiguar qué pasaba. Cosa que nosotros también haremos en instantes.
Ahora conversaremos con una señora que vio lo que pasó. ¿Qué pasó, señora?
—Sí, mi hija, yo estaba despierta ya, escuché el ruido fuerte y luego vi que salía humo del edificio. Aquí se habla mucho pero no sabemos qué lo que sucedió.
—¿Qué piensa usted, señora?
—No sé, un accidente, porque acá estamos demasiado muchos como para que nos espanten así nomás. Eso creo, mi hija.
—Gracias, señora. Ahora hablaremos con... no, ya no... bien, me dicen que no queda tiempo, que hay que volver con el móvil que está al otro lado de la ciudad. Vámonos con ellos, les habló Sonia Ferreira para e...

***

—Eh, Karim Jetz, sí, soy yo, ahh... Sí, estamos con la cobertura del posible atentado mortal del presidente Francisco Gómez. Seguimos en el móvil... y ...estamos cerca. A unas dos cuadras del sitio que nos avisaron —el periodista sonaba más desanimado, distraído, con los ojos apenas abiertos.
La cámara, desde el asiento trasero del diminuto móvil, tipo Volkswagen Gol 94, del Canal 7, apuntaba hacia adelante, aunque la imagen no era del todo clara aún. Jetz se calló en ese minuto en que tardaban en llegar hasta el lugar del hecho.

***

Fernández tomaba un sorbo de café de un vaso de plástico que le habían dado cerca de las ollas populares, las mismas que estaban en la anterior plaza donde dormía.
No hacía caso de la muchedumbre esparcida por el césped. Por cierto, el letrero de "Prohibido pisar el césped" asomaba todavía al borde de la fogata que calentaba a las ollas llenas de café.
Otro sorbo fue a terminar en el aliento de Fernández, que seguía con la mirada fija en el alejado edificio Zodiac, en cuyo decimotercer piso humeaba débilmente, después de una estallido que casi no se escuchó desde el rincón que le tocó dormir, cerca de un monumento público.
Estaba estudiando sus teorías, sus ideas y las pocas informaciones que manejaba sobre los sucesos del país.
Anoche Aurelio se perdió entre el gentío y no creía que lo volvería a ver entre tanto desorden.
Un grupo de hombres comenzaba a arrancar un banco, luego de molestar a la gente que dormía cerca, para alimentar más el fuego y así calentar el café de una nueva olla que acababa de traerse en una camioneta despintada.

***

El coche del canal llegó hasta la esquina de la avenida España y Venezuela, su conductor lo estacionó a unos tres metros del siniestro.
Allí ya habían llegado cinco policías, pero no se veía ninguna patrulla cerca, en cambio, la ambulancia siquiera sonaba cerca con su sirena.
En las veredas estaban tres o cuatro personas observando. A esas horas el tráfico era nulo, aún más con la huelga general que se estaba celebrando. De lejos se veía a un taxi doblando por una calle, como a veinte cuadras. El silencio de la zona era sospechoso.
En esa esquina las casas eran mansiones enormes, con patios enormes, y las casas estaban completamente cerradas. Aunque parecía que una ventana estaba abierta en algún lado que no se encontraba.
Para ventaja noticiosa del Canal 7, eran el único, al menos el primer equipo de prensa que se hallaba allí, el lugar del magnicidio que nadie tenía en sus planes dentro de las inesperadas sorpresas que estaba creando el caldeado ambiente nacional.
La única cámara que llevaba aquel móvil seguía enviando señales en vivo, sin ediciones. Se podía ver claramente cuando el vehículo de prensa estacionaba de contramano, cuando la mano del camarógrafo jalaba la palanca para abrir la puerta, cuando sacaba los pies sobre el pavimento y se incorporaba, moviendo el foco con descuido.
También medio país, porque seguro la otra mitad seguía durmiendo, estaba viendo desde sus casas por sus televisores a color cuando Karim Jetz se desplomaba al suelo pesadamente, hasta parecía que su cabeza rebotó sobre el asfalto, justo sobre un bache mal reparado.
El micrófono y su cable estaban enredados a su brazo derecho, también se escuchó un horrible golpe cuando cayó el elemento de audio con el cuerpo inconsciente de Jetz.
"Se desmayó", dijo el chofer, sin preocupación, sentado dentro del vehículo. Mientras decía eso la cámara lo había enfocado. Luego explicó que creyó haber escuchado la frase "¡Viva Irán!" o algo así, poco antes de que el reportero se desmayara.
Pero lo dejaron allí mismo nomás. El camarógrafo entendió que había otra noticia que era más importante y se dirigió hacia el automóvil siniestrado.
A partir de ese momento sólo se veía una sucesión de horrorosas imágenes de destrucción, que nadie explicaba. Tampoco el chofer se había animado a levantar el micrófono y dirigir de improviso la nota.

***

A las 8.23 horas.
Ese día se veía como un día de decisiones importantes, de decisiones que trastornarían el futuro de las demás decisiones.
El presidente Francisco Gómez ya estaba levantado desde hacía tres horas. Hacían semanas que el conflicto político lo mantenía largamente despierto. Lo obligaban a utilizar toda su capacidad mental para tomar las decisiones que sus inoperantes asesores jamás podrían, es que los asesores estaban para eso, para equivocarse en las decisiones.
Por fortuna, el no tener familia a la que cuidar ayudaba a Gómez a utilizar toda su capacidad mental sólo para sí, para atender los asuntos que le convenían. Aunque estaban sus opositores que argumentaban vagamente que él jamás podría dirigir de manera adecuada a un país si no tenía esposa e hijos a quienes administrar. Esa es una idea, pero él tenía otras. De cualquier modo el pueblo jamás debería considerarse como una esposa e hijos.
Gómez dormía tarde y madrugaba. Su condición era desgastante, pero así es la carrera por el poder, para alcanzarlo hay que poner esfuerzos, a veces se cumple, otras veces el laurel para en la cabeza de otro.
Aún así no se notaba mucho en su rostro ese asfixiante ritmo de vida.
A las 5.13 se había despertado.

***

—Sí, los gentiles guardias que me atendieron, me dijeron que la persona que resultó herida hacía uno o dos años que residía en este edificio. Lastimosamente no pudieron permitirnos el acceso a su habitación, debido a que podríamos "estropear las evidencias".
El sujeto de sexo masculino, de alrededor de treinta años, cutis moreno, sufrió de quemaduras graves. Astillas de vidrio y plástico se incrustaron en parte de su piel, provocando heridas sangrantes. Por su fortuna, no perdió ninguna función vital, ni tampoco se dañó algún órgano interno. A pesar, oí una conversación entre policías que vieron su cuerpo que perdería al menos un dedo debido a la explosión.
Desconocemos del todo qué estaba haciendo. Es evidente que no fue un simple tanque de gas o el enchufe descompuesto del televisor.
Otro detalle que casi olvidaba es que la policía no pudo todavía identificar al hombre, que sería de nacionalidad extranjera, europeo, asiático, aunque podría ser de algún país extra. Eso lo digo yo.
Aquí encontramos al portero para hablar. ¡Señor, para la televisión! ¿Me permite robarle unos minutos de su tiempo? Me llamo Sonia.
—Sí, preciosa —respondió con soltura el hombre entrado en edad, con su gorro hasta las cejas.
—Oh, gracias. Queríamos saber qué sabe de lo que pasó aquí.
—No mucho, ni menos que la policía.
—¿Suelen pasar estas cosas?
—Tantos años que trabajo aquí y es la primera vez que explota algo más allá del piso diez.
—Qué sabe de este hombre herido.
—¿Esto es para un programa de chismes?
—Ja, no, es para el noticiario.
—Ah. Bien, nada.
—¿Qué sabe que sabe la policía?
—Entendí que en la habitación del hombre encontraron una docena de pilas de periódicos viejos, altas como dos metros, ordenadas por fechas. Con planos, herramientas, libros, ideas y material explosivo, cosas inservibles, usadas, trozos de cables, encendedores eléctricos, relojes, no sé si también dos kilos de azúcar brasileña, y dos cajas de bebidas gaseosas sacadas de mercado por contener tóxicos.
—¿Armas?
—La policía puede explicar mejor adónde las llevaron.
—Sería entonces un aficionado a la pirotecnia.
—Creo queee... sí.
—Gracias, señor. Ese fue el testimonio del portero. Me comentaba un paramédico (mientras el portero decía qué había en la habitación) que el hombre pirotécnico fue llevado al Hospital de Clínicas donde será atendido por estudiantes de medicina que aún no reprobaron las clases que se imparten las noches de Navidad.
Bueno, mucha gente ha venido a esta esquina curiosa de saber qué es el alboroto que aconteció en el piso trece, cuando explotó un experimento a las 8.45, aproximadamente.
La gente mira de lejos. Pero aquí... ¡Señor, señor! Sí, usted el del saco marrón. ¿Cómo le va? Yo bien, gracias.
¿A qué ha venido, señor...?
—Fernández, mis amigos me llaman Isidro, pero no tengo amigos, entonces Isidro Fernández.
—Muy bien, Isidro. ¿Qué vino a hacer tan temprano por aquí?
—¿Para qué canal es?
—El Canal 7, es acaso patriotista.
—No, no, no entiendo de política. Sólo preguntaba para pensar en mi respuesta.
—Entonces, ¿qué hace por acá?
—Bueno, primero, yo duermo en la plaza, me desperté temprano, y acabo de desayunar, porque es menos amargo el café de la parte superior de las ollas populares.
—Ah, sí.
—Vi la explosión. Yo sospechaba que había algo curioso con este edificio, tiene una ubicación inmejorable para controlar el sector de la plaza y el corredor que conduce al Palacio de Gobierno.
—Un hombre a quien no logran identificar fue herido mientras experimentaba con pirotecnia en el piso trece.
—¡Qué mala suerte! Eso me resulta sospechoso.
—Por cierto, ¿a qué se dedica?
—Soy investigador privado y ahora tengo un caso especial, ando rastreando a un terrorista que estaría detrás de la serie de atentados que sacude a la ciudad.
—¡Ah! —se abrieron los ojos de la mujer— ¿Usted cree que hay un terrorista?
—Sí, así es, porqu...
—¿Conocía al hombre que resultó herido?
—No, y dudo que sea el personaje que confeccioné en mi cabeza. Porque un profesional de su tipo no se equivocaría de esta forma para terminar en un hospital varias semanas.
—¿Y si en realidad fuera ese personaje?
—Puees... encontraría la forma de entrevistarme con esa persona y sacar mis conclusiones.
—Muchas gracias por su comentario. Aquí Sonia Ferreira en una cobertura especial del accidente en el centro de la ciudad. Esto es Canal 7... yyy ¡corten!
¿Grabaste todo, Tomás? —el camarógrafo levantó el pulgar para indicar que sí— Perfecto, ahora hay que llevar esto y editarlo, a ver si lo pueden pasar en el noticiario de esta noche.

***

Francisco Gómez quedó pensando en su cama durante veinte minutos, en la radio sonaba un poco de jazz, pero el volumen era muy leve.
Fue al baño, se lavó la cara y luego se dirigió a la cocina, donde humeaba una tasa de café descafeinado sobre la mesa, además había una cesta con unos panecillos blancos, un frasco del que resaltaba la amarillenta forma de la manteca, aparte un recipiente con cuatro tipos de azúcar, y un frasco de edulcorante.
Se acercó a la ventana de la cocina para mirar afuera, al patio. El césped parecía saturado de clorofila, con pajarillos coqueteando bajo el árbol más alejado, cerca de la enorme piscina que no estaba cargada de agua. Los guardias personales recorrían cerca de las altas murallas coronadas con alambres de púas dobles.

***

Fernández seguía pensando en la pregunta de la tonta periodista: "¿Y si en realidad fuera ese personaje?".
«¿Y si en realidad tuviera razón? Entonces me quedaría sin empleo muy pronto, y no podría solicitar los créditos como el artífice de haberlo sacado de su línea de invisibilidad hacía la luz pública.»
«Lástima que el gordo de Sapo ya no esté al frente del Departamento Antiterrorista. ¿A dónde lo llevaron? ¿Lo ascendieron, de nuevo? ¿O le adelantaron su jubilación? No importa, ya lo veré.»
«Y si fuera cierto que conociera al hombre herido. ¿Sería acaso el mismo que no pudimos ver bien por la noche, en la azotea? ¿Es él? ¿Es el terrorista? ¿Existe el terrorista que imagino? ¿O es sólo mi imaginación? ¿Me estoy volviendo loco?»
«¿Loco? Pobre, mas bien. ¡Rayos! Cuando acaben estas huelgas populares tendré que vender alguna cosa inútil en la calle. ¿Qué tal si me uno a la banda de rock de Aurelio? No canto tan mal después de todo. Al menos, por la forma en que ellos tocan la música no hace falta el talento de un Agustín Flores o un Asunción Barrios. ¿Estarán ellos removiéndose en sus tumbas por lo que pienso?»
«¡Hey! Allá viene alguien que se parece al flaco. No, no es. En ese caso tendré que pedir limosna para poder almorzar algo decente...»

***

El camarógrafo, que se llamaba Santiago Pereira, presionó un botoncito rojo y en la pantalla apareció su nombre en una esquina, decía: "CÁMARA: SANTIAGO PEREIRA", más abajo: "EN VIVO".
Se acercó hasta metro y medio de la inmóvil estructura metálica, comenzó a hacer un zoom de las piezas, y giraba lentamente para que se pudiera ver todos los detalles. Como no había nadie que tomara el micrófono, era mudo.
Antes parecía un lujoso Mercedes Benz negro. Ahora no.
Muchos de sus hierros estaban doblados hacia afuera. Las partes inflamables estaban carbonizadas. Era tétrico. Hasta el pesado motor había sido expulsado a unos metros de la máquina. Los resortes de los asientos no temblaban.
Los cristales rotos estaban esparcidos en un radio de diez metros, a cálculo fácil, junto a otros fragmentos del vehículo, completamente quemado. Las llantas desinfladas seguían rodeadas de pequeñas llamas que escupían una flama oscura, maloliente, que picaba al olfato.
El tablero interior parecía arrugado como una hoja de papel. Las puertas estaban caídas a los costados.
Lo peor era describir cómo habían quedado los pasajeros del automóvil. Existieron un chofer y otra persona que quizá iba sentada detrás, o era un perro o alguna otra mascota grande. Según lo que se manejaba era el Presidente. Era.
Las partes humanas también eran trozos que se esparcían por todas partes y estaban carbonizados. Los huesos estaban quemados y se confundían con los hierros. Al igual que los neumáticos, una suela, se supone que de algún ex zapato, tenía una suave llama que se exhibía imperturbable por la escasez de viento.
Los cráneos eran difíciles de hallar, uno se había hecho añicos (un rompecabezas, bromeó un policía), mientras que el otro estaba sobre un arbusto, en el patio de una casa vecina.
Desde luego no había ningún rastro que condujera a identificar a esos cadáveres, y por tanto al chofer del Presidente, y al Presidente mismo.

***

Había un fax al lado de la taza de café, decía que el juez José Vargas se enteró de su decreto, apenas concluyó la reunión permanente del Tribunal Supremo de Justicia, tres horas antes, alrededor de las tres de la madrugada. No decía nada más.
Nadie conocía su paradero, siquiera los guardias que protegían aquella vivienda, aún la cocinera que preparó todo el desayuno. Era importante todos esos detalles para proteger su vida de cualquier impertinencia, "contratiempo", solía decir él.
Tomó tres sorbos del café, después fue a ducharse.
Su traje color crema no era su favorito, pero el más cómodo para reuniones largas. Se acomodó, por último, la corbata frente al espejo y bajó al garaje. El chofer estaba escuchando una radio portátil, sentado cerca del automóvil.
"...los pedazos de este hermoso país.", decían en la radio.
Gómez lo saludó levantando un poco la mano, el chofer se mostró sorprendido, apagó su receptor y fue a la puerta de conductor. Gómez ya se había sentado detrás.
El chofer abrió la puerta del garaje con el control remoto, luego los portones de acceso, donde estaban dos guardias, a cada lado.
«'...los pedazos de este hermoso país', qué extraña es la poesía contemporánea, no sé si mal hecha o menos calculada. Con eso de los sílabos, también, la métrica, uno debe tener mejor matemática y buen manejo de sinónimos», divagaba Francisco Gómez, mirando el forro de cuero gris del techo interno, luego echó la vista a las puntas de sus zapatos lustrados.
También era importante estar en movimiento. No bastaba con esconderse, atacar y esconderse, había que moverse, por lo general la táctica sirvió a unos cuantos dictadores derrocados. «¡Qué pienso! Todavía no soy un dictador derrocado», sonrió consigo mismo.
El chofer dobló un par de veces, luego tomó una avenida, el cartel decía "Av. Venezuela". La avenida estaba solitaria. Sólo a unas decenas de cuadras se notaba un coche negro que iba.

***

Los policías, que ahora eran cuatro, conversaban en la esquina. Tenían radios y teléfonos portátiles, con los cuales realizaban llamadas extensas.
Los curiosos ya se habían esfumado. La policía les dijo algo y se fueron.
La ambulancia llegó finalmente, pero un policía le dijo algo a su conductor y se retiró por donde había venido. Al cabo, ya no había nada que los enfermeros pudieran hacer por las personas del automóvil siniestrado, salvo recoger las extintas porciones orgánicas con una palita y una cubeta.
Las casas cercanas nunca se abrieron. El silencio dominaba ese sector. Ambas avenidas estaban desérticas aún. Cruzó un coche minutos antes, ése fue el último que se vio hasta este instante, ninguno más.
Ya habían pasado quince minutos que el móvil del Canal 7 había llegado, y recién se acercaban las patrullas con sus luces encendidas. Vinieron cinco. Con éstos, alrededor de nueve policías más.
Registraron el perímetro, tomaron muestras, uno sacaba fotografías, otro portaba una filmadora, incluso. Tomaban notas. Se acercaron a Santiago Pereira para que decirle que se aleje del lugar porque podría estropear las evidencias. Otros móviles de prensa estaban a una cuadra de distancia, llegando tarde al accidente, ¿al atentado?
En realidad el camarógrafo no podría decir si fue un accidente, si hubo una explosión terrorista o si las baterías descargadas provocaron un cortocircuito que incendió al rodado. Él sólo podía filmar, era su trabajo.
El chofer del móvil televisivo fue interrogado por un policía, respondió que sólo pasaban por aquí. El periodista Karim Jetz se estaba recobrando, con una terrible jaqueca; el micrófono seguía enredado a su brazo.
La policía formó una barrera con cinta especial a media cuadra del atentado, para no permitir el paso de periodistas curiosos ni de curiosos.
No había nada confirmado, nada creíble, pero el Canal 7 seguía transmitiendo en vivo. La pantalla mostraba un título rojizo en mayúsculas y con signos de admiración: "¡¡¡MATARON AL PRESIDENTE GOMEZ!!!", los técnicos de estudios ya habían eliminado el logotipo con el nombre del camarógrafo; en una línea inferior se anunciaba la reiteración de las imágenes emitidas en una versión editada, para después del primer corte comercial en 35 minutos.

XIII - ZOZOBRA AL FINAL DEL DÍA

Aquella tarde la noticia de la muerte de Gómez fue causando todo tipo de sensaciones en la población. Por un lado los seguidores de Ibañez festejaban sin pudor, mientras los simpatizantes de Gómez exhibían banderitas negras con otras del color oficial del Partido General.
Los rostros mostraban impotencia, rabia, dolor. La venta de las calcomanías de la Asociación Radical Unida había aumentado drásticamente. En la plaza todos esos ánimos se mezclaban, junto a aquellos que no tenían colores políticos y encontraban una causa para destruir al desgobierno existente.
Un reducido grupo de patrióticos se juntaba en una esquina de la calle 14 de Mayo, a una cuadra de El Paraguayo Independiente, en el lado contrario a las plazas. Nuevas barreras policiales separaban a los grupos, puesto que habían comenzado a arrojarse piedras entre sí y preparaban sendos palos y garrotes para una lucha cuerpo a cuerpo.
Habían muchos que opinaban que el extraño mensaje matutino de Ibañez tenía algo de profético con respecto al asesinato de Gómez: cuando hablaba de que muchas cosas iban a estallar, quizá se refería en realidad al estallido del automóvil en que viajaba. Aparte que las tendencias violentas de sus seguidores, los rumores de entrenamiento armado, la imagen decaída de su legitimidad, conducían a acomodarlo a Ibañez al otro lado del cañón. Él no aparecía, sin embargo. La situación quedaba complicada por el marco, quizá cómplice, de que gran parte del aparato de gobierno actuaba de acuerdo a las cuerdas que él moviera.
También se había reforzado la línea de defensa del Palacio de Gobierno.

***

A las 16 horas, Miguel Estrada, presidente de la Junta Partidaria del Partido General leyó el siguiente comentario ante la prensa:
"Estamos conmovidos por el trágico hecho que enluta a todo un país."
"Cómo se puede permitir que estas cosas sucedan. No queremos acaso ser un país serio, libre de su eterna nariz roja de payaso. Así no se consigue."
"Hemos confiado en nuestros líderes, hemos formado nuestras esperanzas sobre sus promesas, hemos votado por ellos, pero seguimos aquí, en el profundo abismo de un estancamiento ciego. La mano no asoma desde arriba."
"Ahora no queda nada, nuevamente. ¿Podemos pedir a nuestros líderes, en quienes hemos apostado todo, que resuelvan este espantoso crimen, que encuentren a los culpables con celeridad y responsabilidad, y de ser posible que los deporten a un país árabe, los naturalicen y los fusilen? Yo perdí esa fe."
"Mis condolencias a los familiares de Francisco Gómez, quizá tuvimos la oportunidad de ser rivales ideológicos, nunca lo traté en persona, pero ahora siento vergüenza de haber sido parte del Movimiento de Patriotas. Tenía las ganas de apoyar un cambio, pero no sé qué paso, que nos perdimos por el camino para terminar con las manos armadas, luego ensangrentadas."
"Personalmente, hago pública, mi renuncia al cargo de presidente de la Junta. Estoy muy afligido por la pérdida de un eminente compañero correligionario. Espero que mis colegas de la Junta me comprendan, que mi mujer me esté viendo y que no se preocupe. Espero también que mis compañeros hagan disponer de sus puestos como ofrenda a Gómez, excepto Juanchi, él me habló ya y me dijo que sólo renunciaría al maní tostado, y eso ya es mucho de su parte."
"Espero haber pasado la prueba, correligionarios."
El discurso desagradó a los partidarios de Ibañez, y permitió que los radicalistas ingresaran a la sede partidaria y la tomaran, expulsando a los patrióticos ante la pena enfurecida que se tejía en los gestos de sus rivales.

***

El duelo era general, pero su acatamiento no superaba al de las huelgas.
También el nuevo titular del Tribunal Supremo de Justicia hacía suyas las palabras de congoja. En el receso de la reunión permanente que el más alto cuerpo judicial realiza, José Vargas se enteró de la muerte de Gómez, a través de un mozo personal. De inmediato redactó un discurso oficial, pero le permitió a su colega Antonio Mont titularlo.
Convocó a una conferencia pública en el primer piso del edificio de leyes, que seguía sin ser reparado desde una explosión no aclarada. Leyó su discurso, obviando el título:
"Me late el corazón como todos los días, pero hoy me late con pausas. Así es, parte de mí está quebrada, no tanto como el país, pero quebrada al fin."
"¡¿Por qué?!, pregunto. Porque ya no se puede continuar así. El duelo de poderes ha arruinado cada estamento social y nos ha afectado tanto a ricos como a los pobres, aunque a veces la balanza se tuerce, como la justicia."
"La muerte criminal de Francisco Gómez llega en mal momento, es que el Tribunal Supremo estaba consiguiendo el camino más apropiado para salir de este aprieto nacional, pero llega alguien y lo apuñala, no puede ser."
"Nuestros debates quedan mal, y debemos reiniciar el futuro proyectado."
"Me quebranta saber quién seguirá, a quién se le culpará, acabará nuestro vía crucis. Digo: ¡NO! Si bien debo ser imparcial, me atrevo a sospechar que el lado presidencial vivo tiene un muerto en la otra mitad del sillón de mando, y la mano metida en ello. ¿Cómo podemos, entonces, esperar algo mejor así?"
"Es tarde para lamentos, lo hecho ya se hizo por la mañana. Ahora es de tarde, pero no es tarde para elegir el mejor gobierno, donde ninguna clase de elecciones diseccione los pensamientos de los habitantes en partidos políticos."
"¡Exijo al gobierno vivo que verifique dónde están sus pies! Y que vayan buscando la puerta trasera, porque sólo así será mejor... para todos."
José Vargas firmó la hoja de su discurso y lo donó a un representante de una institución de caridad que había pedido que asistiera. Así el material podría subastarse y recaudar fondos para mejorar el escaso apoyo que recibía en los últimos años, a pesar de las suntuosas presentaciones que hacía en la televisión local.
Vargas retornó a la Sala de Deliberaciones, cerró la puerta abruptamente y ordenó que no dejaran ingresar a nadie. Antonio Mont había ido al baño, así que al volver ya no pudo acceder a la reunión permanente. Y se fue a su casa.

***

La policía estaba formando un bloque con agentes preparados con cachiporras y escudos protectores transparentes que llevaban la insignia de la Policía Nacional y la leyenda inferior: "Donado por la Policía Antidisturbios de China".
Eran cerca de las 17 horas, cuando ese bloque comenzó a movilizarse sobre El Paraguayo Independiente rumbo a las plazas infestadas de personas.
La prensa diversa se había escabullido entre los manifestantes, capturando toda clase de relatos para sus notas sobre la situación imperante. Uno de los periodistas se había internado en el júbilo ruidoso de los patrióticos, alejados de la masa gigante de las plazas.
Jorge Filipini era el periodista que estaba con esos rudos generalistas. Filipini, es cierto, integraba el equipo de espectáculos del diario Estado (que ya estaba saliendo normalmente luego de un atentado a sus máquinas de impresión. Había cambiado de formato, incluso. Salía en papel color salmón, de tamaño tabloide, con titulares gigantes de una sola palabra y un promedio de cinco fotografías por página). Es que muchos de sus compañeros pidieron el adelanto de sus vacaciones así como permisos especiales de ausencia, y lo lograron. Sólo uno de sus colegas estaba decidido a seguir adelante su huelga personal, pero en vez de la plaza, había acampado en el jardín del prestigioso periódico.
A Jorge le temblaban un poco las rodillas, por si a los mastodontes que entrevistaría le saltaran los ojos, les cambiara la voz e intentaran devorarle su cerebro. Pero trató de superarse con buen humor. Estaba allí por orden verbal directa del director que le pagaba sus comidas, sus pasajes, sus cuentas y sus vicios mediante el salario, eso fue lo que le gritó un tal Canteros.
De vez en cuando caían cerca algunos trozos de piedras, de baldosas que antes decoraban los pasillos de la plaza, porque de la plaza venían. Los patrióticos respondían con una sarta de obscenidades a viva voz y estaban listos para las agresiones infernales.
Eran alrededor de treinta. Una camioneta acababa de llegar. Tenía una gran bandera con el color oficial de los generalistas, y debajo un montón de cascotes, piedras lisas puntiagudas, algunos palos afilados como si fueran lanzas, hondas y bolitas de acero. Todo se descargaba sobre la calle y ellos escogían qué llevarse, con rostro de satisfacción.
Jorge Filipini encendió su grabadora, decorada con una gruesa calcomanía de su diario y se acercó a uno de los patrióticos, el que daba más órdenes.
—Me permite una entrevista para el diario Estado.
—¿Estado? Ah, sí, para ese diario sí. Siempre leemos.
—Bien, seré breve. ¿Vienen a manifestarse?
—Sí, venimos a ayudar al gobierno a limpiar las calles de los corruptos, de los farsantes, de los ladrones. La policía nos apoya, yo hablé con uno de los jefes y me felicitó por la iniciativa.
—Eh, muy bien. Entonces, ¿cómo toman el asesinato de Gómez?
—A ése, si no es un teatro, lo mataron sus propios seguidores como fórmula para derribar a nuestro Presidente verdadero de todos los paraguayos. Pero no triunfarán nunca si siguen caminando contra nosotros, los auténticos paraguayos que quedamos pocos.
—¿Opina que el país va a mejorar?
—Eh, me extraña pues que preguntes eso, siendo del Diario; con Ibañez al frente se acabó el sufrimiento, el hambre, la injusticia. Él es único que puede llevarnos arriba, ser un país que figure en el mapa. Le faltaría nomás erradicar el dolor, el hambre, las enfermedades y la muerte y sería un gobernante completo. Pero nosotros estamos seguros de que él planea esas cosas y más.
—Sí, digo... eh, gracias, muchas gracias...
—Fuerza, joven, tenés que apoyar. Te esperamos por aquí para defender la causa.
Jorge apagó su grabador, y se fue muy espantado de allí. Pensaba cómo había caído en eso, que era mejor contar chistes en la Redacción, copiar de libros para hacer artículos y acompañar a la sección Sociales en sus coberturas de fiestas privadas.

***

El bloque de policías comenzó a correr hacia las plazas, instintivamente los manifestantes huyeron en dirección contraria. Ya casi oscurecía. Los uniformados golpeaban en grupo a las personas que en vez de correr caminaban, les daban cachiporrazos sin asco, una vez caídos seguían algunas patadas.
Las bombas lacrimógenas caían de todas partes, el aire se llenaba de humo verdoso, que la gente debía taparse la boca y cerrar los ojos. Pero estaban los más osados, que cubrían las bombas con botes de basura o los que las tomaban con las manos cubiertas de telas para devolvérselas a los uniformados.
Los más valientes tiraban piedras y se animaban a enfrentarlos con palos. Pero los policías eran muy represivos, desde luego, el tema de examen colador en la escuela de policías.
Enseguida vinieron dos camiones hidrantes que descargaban su fuerte presión de agua hacia los huelguistas que dormían debajo de los bancos no arrancados, o detrás de los árboles.
La plaza principal era todo un caos. Las corridas masivas, desesperadas, dejaban a su paso gente caída, atropellada. Pero también los policías recibían su merecido. Dos de ellos recibieron golpes duros en la cabeza, ya que no sabían usar los cascos ni los escudos, recibieron pedrazos que se partían entre sus cabellos.
Luego vino la caballería que le daba más velocidad y profundidad al concepto policial de dispersar a la gente y dejar las plazas libres para las palomas y los enamorados. Lo que menos había era amor en este momento; algunas palomas estaban siendo asadas en las ollas populares.
Las cámaras del Canal 7 estaban ubicadas en la azotea de un edificio de dos pisos, que le ofrecía un panorama completo de las plazas, la gente huyendo y las pisadas destructivas de los policías. La periodista Sonia Ferreira estaba allí, desesperada por el cuadro, gritando de pánico, pero en un momento reflexionó inteligentemente ante micrófono: "y pensar que si así actuaran con los delincuentes la mitad del país huiría en busca de autoexilio, y la otra mitad viviría tranquila".
Los heridos eran llevados en brazos por grupos de cinco a siete hombres, de pronto con mucha torpeza. Previendo lo que acontecería, unas ambulancias esperaban en otro extremo para conducir a aquellos más graves al hospital Primeros Auxilios, luego al Clínicas, cuando el otro ya no diera abasto. Allí en la plaza misma los paramédicos habían vendado a muchos, a otros les daban calmantes, hasta tuvieron un caso de paro cardiaco y otro de dengue. De allí brotó el rumor de que los policías estaban de verdad matando gente, pero nadie podía confirmarlo.
Se oían algunos disparos, al aire o contra la gente, esa era la duda, o serían explosivos pirotécnicos. Lo cierto es que cayeron varias personas que acusaron el impacto de balas de goma, que dejaban hematomas dolorosos. Un policía antinarcóticos liberó a su perro amaestrado para que atacara a los alborotadores, pero el can fue directo hacía las ollas populares.
La plaza principal estaba siendo desocupada fácilmente. El gentío se replegaba hacia la villa de la ribera, la Chacarita. La cámara de televisión seguía toda la acción, en vivo. La reportera recibía por radio informes de los estudios del canal, que manifestaban que era el Jefe de la Policía Nacional, Ignacio Miranda, el responsable de la orden de desalojo. Luego unos radicalistas acusaron que Miranda estaba bajo las órdenes directas del prófugo Ibañez.
Pero a los camiones hidrantes se les terminó el agua, la caballería perdía el control de sus animales, que eran golpeados con piedras, o estaban en celo ese atardecer.
La muchedumbre se sintió humillada, así que entraron en razón colectiva y vieron que su número era superior al de los policías. Eran simples personas humanas detrás de sus escudos y de sus cachiporras. Tenían emociones y miraban televisión los fines de semana.
Por ello, primero los más valientes empujaban a los agentes, defendiéndose con botes vacíos de basura. Luego los tumbaban y despojaban de sus equipos donados por los chinos. La estrategia funcionaba y muchos volvían de la Chacarita y empujaban la línea de distensión contra la policía, que iba perdiendo fuerza, se acobardaba sin sus instrumentos del orden público, para correr a la retaguardia. Hubo incluso unos cuantos que corrieron toda la calle El Paraguayo Independiente hasta refugiarse en los buses que los trajeron, estacionados frente al Palacio de Gobierno.
La policía se replegaba ahora, sin dar la espalda, nadie quería recibir una piedra, ni una patada ni una apaleada. Los manifestantes comprobaron la efectividad de la donación china aplacando a los indefensos policías.
La caballería policial ya se había retirado, unos caballos galopaban sin jinetes. Uno de los camiones hidrantes tenía las ruedas pinchadas, así como la manguera dirigible por donde lanzaba agua, bloqueada por ramas insertadas.
Era una vergüenza para los policías, ni siquiera podían ponerse del lado de los manifestantes, pues el uniforme los tachaba automáticamente.
El gentío recobraba la plaza, aún en la Chacarita había gente pero no se entendía que hacían allí. Los más bravos llegaron hasta la esquina de El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo, quisieron avanzar más, pero a pocos metros se formaba una nueva fila de policías antimotines armados con fusiles.
Entonces se pusieron a bailar de venganza, en poses desafiantes, a entonar cánticos populares, a gritar toda clase de obscenidades y arrojar piedras sobre los patrióticos, que estaban asando carne en la vereda, preparando la cena, viendo un partido de fútbol argentino en el aparato de televisión de una vidriera repleta de electrodomésticos. Indiferentes a los sucesos que duraron alrededor de cuarenta minutos en torno a las plazas.
La televisión local seguía grabando todo, con los comentarios innecesarios de Ferreira, tratando de explicar los acontecimientos.
La plaza estaba destruida. Muy destruida. Simulaba un campo de batalla, después de la primera batalla. Las palomas de las ollas populares habían sido devoradas, en su mayoría por un perro amaestrado suelto.
Los manifestantes torcieron un árbol de la plaza, entre varios lo cargaron a la esquina conflictiva para cerrar el paso a los posibles ataques sorpresa de la policía y reducir así el enfrentamiento.
Ya era de noche. Las luces públicas se encendían. En las plazas habían pocas luces, pero desde hacía mucho, no por la extraordinaria presencia de personas. El pueblo se anotaba su primer punto en la lucha por sus pretensiones no inspiradas en meras promesas electorales.

***

Luego sucedieron varias corridas falsas entre la muchedumbre. Incluso intimatorios movimientos en la barrera policial formaba diversas hipótesis sobre sus planes. Al cabo, la orden de desalojo no se había anulado.
Cerca de las 19.30 horas estalló una camioneta despintada que se utilizaba para trasladar las ollas populares así como para traer las provisiones donadas por la ciudadanía.
El rodado estaba estacionado a una cuadra del edificio Zodiac, en dirección a la bahía. Por suerte no había nadie cerca y el estruendo no fue tan violento, pero fue suficiente para atemorizar a la gente y obligarla a desentrañar nuevos rumores y cálculos estratégicos sobre el posible avance de los policías.
El propietario de la camioneta se desesperó, se tomaba de la cabeza y estaba muy enfadado por lo que le sucedió. Había alcanzado una leña para ir a pegar solo a los policías, pero sus compañeros lo detuvieron, trataron de aliviarle recordándole cómo en un programa argentino hacían bromas pesadas destrozando coches. Le prometieron que esto también se solucionaría.
La bomba de tipo casera pudo haberse puesto en la parte trasera del vehículo, en la carrocería de madera. Al detonarse lo partió literalmente en dos, la cabina quedó abollada, comprimida en su interior. El tanque de combustible se perforó y se derramada su carga sobre el césped, que aún estaba mojado después del reciente paso en retaguardia de los camiones hidrantes.
Un tanque de cemento donde guardaban agua para beber fue afectado. Un trozo de madera expulsado se insertó en su superficie, provocando que se quiebre por entero en un lado, el agua se escabullía por el agujero.
Nadie resultó herido, sin embargo. Aunque si a esa hora se hubiera estado distribuyendo alguna comida, los heridos hubieran sido muchos.

***

El reportero Karim Jetz cubría el sector de la plaza próxima a la Chacarita. Éste volvía a sus tareas luego de un permiso de ocho horas para poder descansar y recuperarse de su malestar anímico, tras el bochornoso desmayo por debilitamiento fisiológico que sufrió en una cobertura.
—Buenas noches, soy Karim Jetz reportando en directo para la cobertura especial del Canal 7 del conflicto en las plazas. Hace minutos mi compañera de tareas Sonia Ferreira presentaba cruentas imágenes de represión policial desde su puesto en un edificio al borde de la bahía.
Ahora estoy con un grupo de valerosos manifestantes que iniciaron el contraataque al autoritarismo cavernícola de los uniformados. Ellos tienen algo que decir...
—Gracias, Karim. Nosotros somos del interior del país, vinimos hace ya dos meses a la Capital para exigir el respeto a nuestros derechos. Mis compañeros y yo exigíamos al gobierno una serie de beneficios que jamás nos suministraron, como los créditos agrícolas para iniciar proyectos de producción de hortalizas, o campañas de desparasitación de nuestro ganado. Pero nada.
Aquí seguimos de cerca todo el proceso político y convivimos con muchos otros huelguistas que nos animaban a hacer las cosas con mayor seriedad. Hace unos días surgió todo este descalabro, se complicó el escenario y decidimos renunciar temporalmente a nuestras demandas para exigir en cambio la renuncia de cualquiera de los gobiernos inútiles que nos quieren imponer.
Así que estamos para luchar como verdaderos compatriotas y erradicar la peste de esta clase política que, como pulgas grandes y engordadas, ceban de nuestra sangre, libándonos primero la sangre que fluía a nuestros cerebros, a nuestras mentes, a nuestras legítimas funciones de pensar y decidir con propiedad.
—Sí, Karim. Yo no conozco a Benjamín —Benjamín era el campesino que acababa de hablar—, ni tampoco al resto de sus compañeros venidos hasta aquí para sufrir la rutina acelerada e indiferente de los capitalinos.
Yo desconocía su forma de vida tan rudimentaria, tan desafectada de lujos urbanos, pero ahora que supe cómo vivían decidí unirme a la causa —las personas que estaban a su espalda lo aprobaban con gritos y aplausos—, al igual que a lo qué vinieron los demás. Yo no sé a qué viniste realmente, Karim, pero venir aquí, ése ya es un gesto que nos anima a seguir intentando el derrocamiento de los gobiernos que no reflejan interés por su pueblo y escatiman esfuerzos en solucionar las necesidades de los necesitados. —de nuevo hubo un estallido jubiloso de gritos y aplausos.
—Gracias, señor —dijo Karim—. Estos son algunos testimonios de los manifestantes aquí presente. Pero, ¿algunos de ustedes puede contar algo de la reciente represión? Diga...
—Sí, yo, señor Karim. Yo no soy ningún huelguista ni vengo del interior. Vivo aquí a unas cuadras, en un departamento regular. Este mediodía salí a la calle y me topé con tanta gente, por lo que decidí ver qué era lo que estaban buscando. Así estuve horas recorriendo por todas partes, la gente era tanta que no se podía caminar, hasta ahora.
Luego vino la represión policial (yo ni sabía que habían policías cerca), y los empujones de todos lados, me caí al suelo, me mojaron con agua servida y me pegaron con basureros. No sé quiénes, pero luego me atendió una enfermera voluntaria que me colocó la venda que llevo en la cabeza —señaló su cabeza vendada—. No sé por qué sigo aquí, hay algo que no me permite ir...
—Permiso, señor. Disculpe, don Karim, yo soy un conocido líder sindical (aunque no me dedico a aparecer en la prensa), y ahora quisiera aprovechar su gentileza para denunciar que hay un grupo de jóvenes infiltrados entre los manifestantes que estarían fumando productos alucinógenos. Yo estaba cerca de ellos y no identifiqué el olor a tabaco, era otra cosa. Bueno, no podemos pedir a la policía que venga a cuidar estas cosas, porque ya vinieron con ganas de pegarnos a todos, incluyendo a los que no fuman. No estoy seguro de qué se pueda hacer, pero sé que algo se le ocurrirá a este maravilloso grupo humano que está colaborando por llevar adelante este país, pidiendo el cambio...
—Bueno, ya que este señor vino a denunciar algo —se apresuró otra persona, arrebatándo el micrófono hacia sí—, también yo quisiera denunciar por la televisión. He escuchado rumores, hace media hora, cuando estaba hacia el otro lado de la plaza, de que los patrióticos estarían preparando a un grupo armado para acorralar a la gente y aniquilarla. Un amigo mío, que es radioaficionado, captó por accidente una comunicación entre ellos e interpretó claves extrañas que significan lo que denuncio. Muchas gracias, señor periodista.
—Eh, gracias, señor. Así, televidentes, tratamos de mostrar todas las diferentes opiniones que van surtiendo en esta parte de la ciudad, donde la ciudadanía reclama el fin de la crisis política. Mientras nos mudamos a otro sector de la plaza, adonde señalan que estalló una bomba casera; vamos con mi colega Ferreira, desde un techo frente a las plazas, de un edificio cerca de la bahía.

—¡¿Qué?! ¿Ya estamos? ... Saludos, de nuevo soy Sonia Ferreira, en exclusiva desde la segunda planta de un edificio histórico cercano a la bahía. Como podrán observar en las imágenes en vivo, toda la plaza ha sido ocupada otra vez por los manifestantes, luego de un atardecer repleto de violencia.
Aquí ya oscurece, hay pocas luces encendidas todavía y en general la calma ronda entre la incontable masa de público presente. Hace rato una camioneta estalló, posiblemente por una falla mecánica, no pudimos captarlo porque los cables cortos no permiten que la cámara se mueva hacia el ángulo en que ocurrió el siniestro...

***

A las 20 horas estaba programado que se realizara el funeral de despedida del ex presidente Francisco Gómez en el edificio del Partido General, que había sido decorado con banderas, calcomanías e insignias con su rostro y el color oficial del partido. El equipo de audio emitía canciones populares dedicadas a héroes nacionales del siglo pasado, pero que sus adherentes las aplicaban al desaparecido hombre de política.
La restaurada sala de convenciones del Partido estaba acondicionada para el evento que despertada mucha tristeza en el masivo público reunido, aunque de los patrióticos asistentes ninguno se declaraba como tal, levantaban loas inmensas a la persona del fallecido.
Frente al escenario de proselitismos se había colocado una mesita con rueditas, ni siquiera tenía mantel, y encima reposaba una gran tarro de bronce brillante. El recipiente medía como treinta centímetros de alto y veinte de diámetro. Tenía figuras de cruces, hojas de laureles y angelitos tallados en su base y en los bordes de la tapa, en suyo centro emergía un asa circular de marfil negro.
Dentro del tarro mortuorio estaban los restos recuperados del ex presidente radicalista. Dos personas, paradas de lejos, cerca de la puerta del baño, se animaron a decirse en voz baja que seguramente algunos trozos de su chofer se debieron haber mezclado en la lata.
El ambiente estaba cargado del llanto de las mujeres, algunas no eran buenas políticas pero lloraban por lástima, otras por contagio de la triste sensación. Algunos hombres tenían los ojos rojos y las mejillas desbordadas de lágrimas, otros más tenían los ojos rojos y fumaban inquietos para simular sus impulsos de quebrantarse exasperadamente. Otros se esforzaban rígidamente en reprimir tremendas carcajadas involuntarias que suelen producir panoramas de este tipo, en actos públicos.
Sobre el escenario habían cuatro sillas, una tarima más adelante con un micrófono. Allí se darían los discursos de despedida final. La plataforma estaba cubierta por montañas de arreglos florales con forma de círculo. Toda clase de flores integraban el decorado, las flores eran en mayoría del color oficial del Partido General.
Todos los arreglos, varios eran parecidos y comprados de la misma florería, llevaban enormes moños negros y tarjetas dedicatorias con mensajes de condolencia. Sólo alguien despistado envió por equivocación un arreglo para fiestas de cumpleaños, pero fue disculpado por su conocida incapacidad política y mental que lo caracterizaba. Además había ordenado flores de plástico.
En cambio, los arreglos florales enviados por Paco Ibañez, sus adherentes más importantes y por el ejército, fueron rechazados. Aquellos regalos estaban acumulados en el patio trasero de la sede partidaria, dentro una enorme caja donde se ponían los desperdicios.
Luego se supo que Ibañez envió también un arreglo floral anónimo, que algunos supusieron que contendría una bomba, pero cuando éste se recepcionó de parte del repartidor a domicilio de la florería, el escenario ya estaba demasiado lleno de flores, que tuvo que obsequiarse a una señora que decía que su fe en Francisco Gómez le había devuelto la vista, en un templo evangélico, hoy convertido en una seccional.

***

—Estamos ahora cerca de las famosas ollas populares que desde hace contados meses calientan los alimentos que consumen los manifestantes en vigilia continua. Hoy, sin embargo, será el primer día desde que se comenzaron a utilizar (por cierto, las ollas fueron donadas por una industria de curtiembres generosa) que la cena no está preparándose aún, luego del susto que causó una explosión que destrozó la camioneta que transportaba los ingredientes alimenticios.
El retraso ya se está haciendo notar en algunas malas caras que se acercaron al equipo que hace la cocinada. Pero me comunicaron que un supermercado ha donado alimentos envasados para apoyar la causa de esta gente. Es curioso que esta misma empresa fuera la acusada de intoxicación por distribuir productos vencidos, sí, yo mismo realicé aquella nota. Pero la generosidad vale más en estos casos, aún más en éste, donde se planea cambiar al gobierno actual.
De paso saludamos y damos la bienvenida, en nombre de toda la familia que integra el Canal 7, a un nuevo auspiciante de esta edición especial ilimitada del noticiero. Como sabrá el público fiel a nuestra señal hace tiempo que hemos trastornado la programación habitual y las tandas de comerciales para poder llevarles la información necesaria, en vivo, sin ediciones a sus hogares.
Así, entonces, bienvenidos sean Darma SA, la mayor importadora de vehículos legales del país, con sucursales en las ciudades más pobladas del país.
Después de este breve bloque empresarial (después de todo éste era su horario normal, ¿no?), regresamos aquí en la plaza.
Hace unos diez minutos, hacia el lado de la calle El Paraguayo Independiente hubo una corrida que afectó a unas cien personas aproximadamente por una falsa noticia de un ataque policiaco apoyados por los militares (es claro que nadie sabe bien qué órdenes están siguiendo o cuáles no). Nuevos heridos fue el resultado del hecho.
Pero ahora estamos, como dije, cerca de las ollas populares donde estalló una camioneta. Intentamos conversar con el propietario de rodado, pero sus compañeros nos indicaron que sufrió un ataque nervioso y fue llevado con urgencia al hospital. Éste era su primer ataque nervioso en su vida, me indicaron.
El hombre, al que suelen llamar Kiko, de unos cincuenta años de edad, domiciliado en la ciudad de Lambaré, perdió a su camioneta de procedencia turca, una de las pocas traídas al país, modelo de los sesenta, durante el auge de los bonos crediticios a plazos quinquenales.
A "Kiko" le afectó mucho el destrozó de su mayor inversión monetaria. Como se ve en pantalla, el rodado se partió en dos... su cabina se aplastó en su interior... vemos que la carrocería de madera es una pieza difícil de armar como estaba antes. En síntesis, quedó como una masa de chatarra.
Por fortuna nadie resultó lastimado por el estallido, que se presume fue por una bomba casera. Nadie ha denunciado el suceso a la policía, ni tampoco creo que ésta se anime a pisar en esta parte, con tanta gente rencorosa cerca. Hasta hay indicios de que la policía sería la responsable de este atentado.
Ahora conversaremos con doña Mariana, que vio la explosión.
—Sí, mi hijo. Yo ya hablé mucho con la prensa y no me canso de decir que voy a seguir aquí cueste lo que cueste. Es muy lindo estar aquí con gente que te entiende y sabe que es la única de forma de hacer algo bueno por el país.
Es muy triste lo que le pasó al presidente Francisco Gómez (lástima que no pueda irme a su funeral), pero nosotros le dedicamos esta presencia en las plazas, así como él nos dijo que hiciéramos.
Por eso invitó a que más gente venga a las plazas. Parece que no hay más espacio, pero de alguna forma entraremos todos, aunque se sienta la presión fraternal de los compatriotas. Es todo lindo, mi hijo...
—Pero ¿qué cuenta de la camioneta que explotó?
—Ah, pobre de Kiko, él es tan buena persona al prestarnos su camioneta para traer las comidas. Por ahí cobraba un poco por el servicio, pero nosotros le juntábamos en colectas para su propina. Hay dos cajas de cartón rotando por allí para colaborar para pagarle un sanatorio privado donde pueda recuperarse más pronto. Yo puse mis últimas monedas. Ahora ya no tengo nada, pero estoy feliz, aquí hay algo que no nos deja irnos así nomás, es bueno...
—¿Vio o no la explosión, señora?
—¡Eh! No te pongas así, mi hijo, que sos muy joven todavía; yo a tu edad no hacía caso de la presión y mirá ahora, soy una viejita resistente, rebelde todavía. ¿Ves?
Ahora tu pregunta. Estaba sentada en el suelo mojado, algo frío después que esos camiones cisternas vinieron y nos atacaron. ¡Qué desastre! Yo a mi edad corriendo para que no me pegaran. Por suerte esos policías no me vieron, porque me escondí entre las ollas populares, pero me asusté cuando vi a un enorme perro policía acercarse, menos mal que tenía hambre y se comió la carne que aquí se cocinaba.
Pasó todo y cuando se estaba calmando todo explotó la camioneta de Kiko, estacionada hacia el otro lado. No hubo fuego, pero sí humo. Nosotros creímos que se iba quemar, porque su combustible salía todo. Ahí Kiko enloqueció y se enfermó.
Ahora nos falta agua, porque una madera agujereo el tanque donde se guardaba el agua. Por eso, mi hijo, pido si la gente puede donarnos agua también...
—Gracias, señora (ya tenemos que cortarle). Esa fue la explicación de un testigo presencial de la explosión del auto importado ilegal. Cosa que se habría evitado si su propietario hubiese adquirido su camioneta de Darma SA, que permite cómodos pagos en los plazos que uno mismo escoge.
¡Un momento! Estoy viendo una nueva corrida hacia el centro de esta plaza, y sale mucho humo, nos dirigimos hacia allá, a ver si la cámara panorámica del techo tiene mejor detalle de lo que pasa, ¡adelante Ferreira!...

***

Ya habían pasado tres minutos de las 21 horas, el funeral estaba muy retrasado.
Subió al atrio un hombre cabizbajo y con el cabello encanecido.
"Buenas noches...", trató de llamar la atención y de que haya silencio.
"Buenas noches, eh, bueno, quizá decir 'buenas noches' no sea lo más apropiado para esta ocasión, porque vinimos a velar a una gran personalidad que anduvo entre nosotros; es mas bien una noche triste."
"Quizá muchos no me conozcan, pero soy Antonio Mont, uno de los integrantes del Tribunal Supremo de Justicia. Me han pedido unas palabras de despedida, en la apertura de este funeral, no tengo nada preparado, así que seré breve."
"Francisco Gómez representa toda una postura de tradición dentro del Partido General, era el brazo de la corriente partidaria que nació desde que se creo este espacio político. Por eso, como tal, equivale a la lucha legendaria que otros heroicos personajes de la diplomacia nacional, que no aceptaron caer en los proselitismos infundados ni en prerrogativas incandescentes."
"Hoy el país está luto por esta pérdida de un compatriota insustituible en el mapa de valores humanos con que consta nuestra conformación política e ideológica."
"De seguro habrá tenido sus errores, como todos, sus pasiones, sus vicios, sus ideales, sus inclinaciones inmorales, su subconsciente de tentación, pero, créanme, nadie escapa de esos factores. Aún así supo dirigir a un buen puñado de intereses comunes para sus seguidores y por el bien común general, después."
"Mis palabras quedan cortas ante su cadáver que yace aquí enfrente, indignamente dentro de un frasco, pero su razón, su historia, su ejemplo quedará más tiempo."
"Muchas gracias, y mi consentimiento especial a quienes lo sintieron casi más que un hermano, un padre, un hijo, un tío. Yo, personalmente, lo sentí un compañero, porque hace unos cuarenta años atrás se sentada en el pupitre detrás del mío y me pegaba los chicles por el cabello. Valga eso de anécdota."
"Ahora sí debo ceder el micrófono a otros oradores, creo que sigue José Vargas, el titular del Tribunal Supremo."
Antonio Mont bajó de la tarima, fue aplaudido tibiamente, los ánimos estaban muy desconsolados en el auditorio.

***

Entre el público asistente al funeral de Francisco Gómez andaba el periodista Jorge Filipini, en cobertura especial para el periódico Estado, cuyo director, Cantero, decían que era un socio empresarial del ex presidente. Aunque estaban los que creían que las editoriales favorecían a Paco Ibañez. Era confuso.
Filipini estaba tensionado y angustiado por el incómodo ambiente que había en la sede partidaria, mucha congoja, tristeza, llantos tremendos, y discursos espontáneos de lealtad fanática. No era a lo que estaba acostumbrado, en realidad este cronista no realizaba coberturas fuera de la redacción, sólo recordaba dos tareas de ese tipo al comienzo de su carrera, una entrevista con los payasos de un circo paquistaní auspiciado por su periódico, y su presencia en un festival de cine español erótico, donde estaba encargado de comentar las películas exhibidas.
Desde esas ocasiones se ganó a sus compañeros por su extremado buen humor, virtud que lo había salvado de un inminente despido y de una descategorización de sueldo.
Sin embargo, con esta crisis estaba obligado a salir a la calle, no para hacer notas sobre temas artísticos, sino sobre política. Es que la mayoría de sus compañeros presentaron diversas e ingeniosas excusas para ausentarse en ese tiempo, y tuvieron éxito.
Aparte de Jorge Filipini, otros cinco reporteros del diario estaban encargados de cubrir todo el desenlace de la conflictiva situación en distintas partes de la ciudad. Habían un fotógrafo, que de periodismo no entendía nada, siquiera sabía encender una grabadora; un periodista de la sección sociales, un corrector de notas editadas, el encargado de los deportes menores (ya sea golf, tenis, natación, boxeo, rugby, etcétera), y el jefe de diagramación de páginas. Incluso el jefe de redacción estaba en la calle, pero a éste le correspondían las notas en el Palacio de Gobierno, donde no sucedía nada.
Ya a Filipini le había tocado atender la opinión del grupo de patrióticos reunidos cerca de las plazas. Apenas pudo salir bien parado ante los rudos hombres que hablaban tan mal el castellano y daban sensación de autoritarismo inspirado en su líder del movimiento.
Y ahora era este funeral.

***

—Sí, acá en la plaza principal, la más grande de las cinco que confluyen en este sector de la ciudad, parece tener inconvenientes con la iluminación. Hace unos segundos se apagaron los alumbrados públicos.
Hace un tiempo hubo un problema no aclarado en la hidroeléctrica de Itaipú, en Ciudad del Este, lo que causó el corte general del suministro eléctrico del país, que luego se repitieron cada tanto.
Ahora hay un corte de luz pero parece que sólo afecta a la plaza, que está por completo a oscuras. No se ve nada desde el segundo piso del edificio donde nos refugiamos. Les habla, Sonia Ferreira, por cierto, su gentil comentadora de los sucesos que acontecen.
Karim Jetz, que hacía notas abajo, entre la gente, decía que había una nueva corrida. No se vía bien, pero parecía haber mucho movimiento entre el gentío. Se escuchaban gritos. Sí, la gente temía que sea un nuevo plan de la policía antimotines para invadir y despejar la plaza de personas.
También me comunican que hay unos movimientos sospechosos hacia el lado de la policía.
Yo, Sonia Ferreira, y desde luego el camarógrafo aquí presente, estamos arriesgando nuestras propias vidas para poder llevarles las noticias a sus hogares, usted puede permanecer tranquilo nomás en su asiento, mientras nosotros nos desesperamos de todo, en vivo.
¡Un momento! ¡Parece que hubo una explosión en el centro de la plaza! Habrán visto por las imágenes el violento resplandor que apareció en la oscuridad que hay ahora, acá. ¡No sabemos qué pasó!
No sé qué fue eso, a ver si alguien puede indicarme algo. Yo veía que había gente que encendía fósforos y algunas pequeñas antorchas, no sé si algo inflamable se incendió. Se escuchó muy fuerte.
Ahora hay muchos gritos. No sabemos si hay heridos o hasta muertos. Esto se pone angustiante. El pánico es grande. Explotó algo...

***

"Es una vergüenza que en estos tiempos suceda este tipo de manifestaciones violentas, impulsadas por un grupo de personas disconformes con su propio fracaso, que buscan la victoria eliminando suciamente a sus contrincantes justos."
"Este día jamás debió existir, nunca debimos estar aquí, celebrando un funeral, ni mucho menos del presidente Francisco Gómez."
"Cuando supe la noticia a mí me llegó en lo profundo de mi alma, de mis esperanzas, de mis intenciones de mejorar el país."
"Estábamos en reunión permanente, junto con Mont, tratando de definir la mejor salida para este alargado conflicto de poderes, y justo llega la lanza demoniaca del Movimiento que rehuso pronunciar ahora. Su lanza que aniquila a una de las mejores personas que haya dado la divergencia política de esta Nación."
"Pero no estamos hoy para acusar a nadie, el duelo es sagrado. Mañana pondremos las cosas en las manos de la justicia. Quizá digan que fueron los opositores mitológicos, el Partido Marcista, que casi ya no existe; pero todos sabemos que la cosa malévola tiene olor a un grupúsculo que es la costilla cancerígena del glorioso Partido General; que hay que extirparla y suprimirla para que nunca más vuelva a dañar a más personas decentes."
"Punto aparte, mis dolidas salutaciones a los más allegados a Gómez, entre los cuales me cuento con orgullo. Éramos una verdadera familia, distanciados quizá por el simple hecho de no vivir juntos, pero así como todos los generalistas sinceros y auténticos, somos una gran familia que sufre cuando se golpea a uno de sus integrantes, al menos si es de la estatura pudiente que necesitamos para triunfar y con la que hemos triunfado."

***

Cuando la iluminación retornó a la plaza se podía ver un claro enorme entre la muchedumbre, que todavía estaba muy asustada. Mucha gente había corrido y gritado cuando sucedió la explosión.
Había personas que estaban lesionadas en el suelo, debido a los empujones que ocurrieron. Entre ellas estaban tres que hasta sangraban en los brazos.
Aún con los faros encendidos, que aún eran insuficientes para la mejor visibilidad, había una nube de humo que se movía en el ambiente, el olor era semejante a pólvora, pero no a quemado.
Ese sector de la plaza se notaba con el césped estropeado, aplastado, por causa de las pisadas de todo el gentío desde unos días. Había basura arrojada, trozos de papel, vasos de plástico, restos de comida, periódicos. El suelo duro asomada en porciones, con algunos fragmentos de piedras esparcidos encima, que alguna vez formaron parte de las baldosas de los pasillos o de los cordones de granito, que fueron quebrados para usarse para atacar a la policía.
Unos cuantos árboles estaban tumbados, y en general con las hojas caídas. Los jardines que bordeaban los pasillos estaban destrozados, ya no quedaba nada del hermoso paisaje que brindaba la vegetación cuidada.
Los heridos por la extraña explosión fueron pronto atendidos por los médicos enfermeros que hacían guardia en la plaza. Incluso hubo gente que acusaba dolores de oído por el fuerte estallido
Ahora bien, en ese claro que se había abierto se observaban trozos de plásticos que humeaban, algunas partículas tenían leves llamas.
Alguien dijo por allí que era un termo, donde se llevaba agua potable, que pertenecía a uno de los heridos, tal vez, y que era difícil que el agua explotara por sí sola en su interior, por tanto lo que tenía en realidad sería una bomba.
A ello se sumaron nuevos rumores en diversos círculos pequeños de gente. Estaban los que creían que la policía había cambiado el termo de alguien para que lo transportara entre la gente e hiciera daño. Todavía creían que la policía atacaría nuevamente.
Estaban los que calculaban que habían infiltrados del Movimiento de Patriotas, que portaban armas y explosivos para atemorizar a los manifestantes y hacerlos huir de las plazas.
Nada había de cierto, o de mentira, no había pruebas de nada. Alguien más dijo que sería un accidente, y agregó otro que era una prueba de consecuencias de un terrorista que estaba preparando una emoción mayor con qué divertirse.
A ése lo callaron con quejas repletas de palabrotas para que no provocara tanto pánico. Luego se comenzaban a reír unos pocos de las desopilantes teorías que ideaban los demás.

***

"La democracia es un parto doloroso, donde necesitamos nacer todos para hacerla posible. Nadie puede nacer si sigue pensando que sus rencores se limpian con sólo olvidar a los que detestamos. En realidad, la rabia nunca se acaba una vez que haya muerto el perro. Hay otros"
"La democracia que estamos sintetizando en palabras huecas muchas veces pueden llevar la sangre de sus predicadores, porque la lucha por instalarla es contra los que creen que se han ganado su libertad de hacer lo que les plazca. Hoy confirmamos que a esos falsos demócratas que ocupan la mitad de la Presidencia les place el asesinato, la conspiración, la represión."
"Esa gente valerosa que está hoy en las plazas, tratando de apoderarse del Palacio de Gobierno, tratando de imponer su idea acerca del Gobierno ilegítimo; esa gente está allí para hacer oportuna la memoria de Gómez. Esa gente que esta tarde fue garroteada por las venas policiales de este falso Gobierno."
"Esa gente es loable, se merece nuestra presencia. Pero, entonces, ¿quién lloraría al muerto? Por eso estamos acá, cumpliendo nuestros pésames."
"No, no debemos aprovechar esta situación como una medida oportunista para barrer a nuestros enemigos de la política, tampoco debemos permitir que nos destrocen a nosotros, a nuestros hijos, a nuestro futuro. Porque después se destrozarán entre ellos y este país podría quedar vacío de compatriotas. Sería un desierto."

***

—Según confirmaciones no profesionales, es decir, con la asistencia de peritos adecuados, como el Departamento Antiterrorista de la Policía Nacional, por ejemplo; nos hemos enterado que la terrible explosión que causó ocho heridos, tres de ellos con graves quemaduras, se debió a un explosivo casero que pudo haberse colocado en un termo.
Se manejan diversas opiniones, ninguna de interés para la teleaudiencia, excepto la de supuestos infiltrados patrióticos que atentarían contra los manifestantes en un horario determinado. No lo sabemos. Luego de la cruel represión policial nos quedamos con la duda de quién la había ordenado, por un lado dicen que fue el propio presidente Paco Ibañez quien firmó la orden de desalojo, aunque otros lo sindican al jefe de la policía, Ignacio Medina, aunque éste se supone que es un leal subordinado de Ibañez. Eso dicen.
Aparte nos llegan llamados a nuestros estudios y cartas que indican que unas cuantas personas se encuentran "desaparecidas" en la plaza. Debe ser, porque aquí ya no cabe una aguja, es tanta la gente y es fácil perderse. Quizá sea eso, ¿no?.
Bien, ahora yo, Sonia Ferreira, le cedo su turno a Karim Jetz, de quien me dicen que ha logrado cruzar la barrera de la policía antimotines, y que tiene a un comisario cerca. Hay sospechoso movimientos en ese sector. Vamos contigo...
—Gracias, Sonia. Así como comentaba mi compañera de tareas, esto es Canal 7, en vivo y en directo desde la plaza de los conflictos; y pudimos atravesar la barrera policial que se impone sobre la calle El Paraguayo Independiente, rumbo al Palacio de Gobierno.
Frente a la sede gubernativa se ve mucha tranquilidad, mucha calma, no pasa nada, ni siquiera parece que hay personal en su interior. En sus laterales se sitúan los nueve tanques del ejército, que no reportan ninguna actividad relevante. Los soldados están descansando en este instante.
No sucede así con la policía nacional. Los uniformados comisionados a cubrir, a proteger el Palacio están siendo convocados y alistados para movilizarse. Aún desconocemos qué se planea, a dónde irían.
Vemos a unos buses policiacos que se aproximan, son... seis, siete, y están desocupados. Ahora se estacionan frente al Palacio, sin detener los motores.
A la primer unidad van ascendiendo ya un grupo de policías. Y desconocemos el propósito de todo esto. ¿Será un nuevo ataque para despejar la plaza?
¡Oficial, oficial, ¿adónde van?!
Parece que no nos quiso hablar...
¡Oficial, oficial, espere! ¡¿A dónde van?!
—No sé, a nuestras casas... —terminó de decir y subió inmediatamente.
—El oficial no parece saber su destino. Posiblemente a sus hogares.
¡Hey! ¡¿Sabe adónde van?!
—No sé, periodista, ¿por qué no le pregunta al sargento?
—¿Quién es el sargento?
—Allá está, cerca del cuarto bus, vaya.
—Este oficial tampoco parece enterado de nada, o al menos no quiere comunicarlo, por lo que nos remite a su sargento. Mientras nos dirigimos al cuarto bus vemos que los policías están subiendo todos. A lo lejos sólo se ve una unidad de pocos hombres formando aún la barrera que cruzamos por suerte.
¡¿El sargento?! ¿Quién es?
—Sí, diga, periodista, qué se le perdió.
—No, no se me perdió nada. Sólo quisimos saber a dónde van todos.
—¿A dónde va a ser? A nuestros hogares, si los policías somos trabajadores, cumplimos nuestras labores y ahora tenemos que ir a descansar, ¿no le parece?
—Pero...
—Pero nada. ¡No cree que ocho horas de trabajo diario nos corresponden también! ¡Que luego debemos descansar!
—Tiene razón, digo, no deberían... cuidar a la gente... hacer algo... la situación.
—Yo creo que no hay nada que controlar, el relevo de guardias ya se realizó, serán algo más pocos pero los policías sabemos qué hacemos.
—Aparte, dígame, qué puede decir de la represión...
—¿Cuál represión? Sólo era una orden de despejar la plaza para que sea un lugar público donde el orden y la cordura sea lo lógico, cosa que no sucede con esta gente excitada para hacer disturbios.
—¿De quién fue la orden, sargento?
—De nuestros superiores, por supuesto. Luego nuestra capacidad para cumplir con los deberes patrios y las nobles enseñanzas de nuestra colegiatura.
—¿No es contradictorio?
—¿De qué habla? Usted es el único contradictorio.
—No, primero dicen que se van porque ya está su labor, luego que todavía está la gente que causa disturbios.
—No, no me distorsione la información, ¿esto es en vivo?, eso es lo que hacen siempre los periodistas, qué tendencioso. De ninguna manera. Bien, ya debo irme, tengo una esposa e hijos que alimentar y mañana será otro día —el sargento también abordó apresurado el bus que se podía en marcha.
—Bueno, ustedes verán televidentes. La policía que se retira... a descansar, como nos informaron. Pero lo cierto es que tenemos luchas armadas en las plazas, ante los diversos rumores. Hay policías irresponsables y aquellos quienes cumplen las órdenes de los primeros. No sabemos qué va a pasar, pero esta noche no va a ser fácil. Esperemos todavía.

***

Ya eran cerca de las 22.30 horas, en el funeral de Francisco Gómez continuaba el discurso de José Vargas, titular del Tribunal Supremo de Justicia. Parecía un hombre incansable de palabras frente al atrio, ante un público que casi no lloraba más por la pérdida de uno de los Presidentes del país. Es más, habían personas que se estaban durmiendo, habían muchos bostezos.
El discurso era muy largo, era cierto que enérgico, con muchas denuncias solapadas contra el presidente Paco Ibañez y sus patrióticos, pero aún estaba siendo muy aburrido, el mismo discurso que se fabrican los políticos. Había alguien en el público que se entretenía pensando que todos los políticos estaban conectados a una caja invisible que fabricaba siempre las mismas oraciones, frases y discursos que sonaban por sus bocas. Al menos no se dormía.
"Necesitamos gente con la misma trayectoria, de su misma casta de visión, de interés común, de pasión libertaria, que renueve la fe perdida en la nación", seguía hablando Vargas.
"Un país sin las riendas controladas por alguien capaz sólo podría ser dirigido por líderes oportunistas, sin escrúpulos, que nos envolverían en el mismo círculo vicioso, donde competiría otra vez con su propia persona para seguir en el poder. El poder es un vicio, entonces."
"Necesitamos a un heredero de la fuerza que ha legado Francisco Gómez (que en paz descanse), alguien que conozca sus pasos y los extienda en los suyos propios, para que la esperanza se instale en nuestros conceptos al amanecer cada día. Que no nos haga sentir arrepentimiento por haber marcado con una cruz sobre su nombre en los boletines de voto, que luego se juntan en las urnas. No."
"Esa persona no hay. Aunque sí. No es que quiera sugerirme como nuevo líder político que conoce y sigue el sendero de Gómez, pero sólo quiero que mis compatriotas abran bien los ojos y midan a este hombre como el martillo que golpeará todos los clavos sueltos."

***

—AAaaaoohhhhh. Ah. ¡Qué discurso más aburrido!
—No se equivoca.
—Eh, y quién es usted.
—¿No me conoce? Entonces, ¿quién debe ser usted? No es generalista, estoy seguro.
—No, yo no entiendo nada de política, no es mi tema.
—Bueno, yo soy Miguel Estrada, a veces presidente de la Junta Partidaria.
—¡Qué! No bromee —le estrechó la mano—, yo soy Jorge Filipini, ...periodista. Me podría explicar unas cosas.
—¿De cuál diario?
—Ehh... de... la revista "Paula", sí, de esa revista.
—Pensé que diría Estado, no importa. No conozco ¿"Paula"?, pero seguro es mejor.
—¿Dará un discurso de despedida?
—Ya lo hice esta tarde y fue muy importante, aparte, con el que está brindando José Vargas está despidiendo no sólo a la memoria de Gómez, sino al público.
—Ya lo dijo. ¿En verdad renuncia a su cargo en la Junta?
—Nooo, nunca dije eso, sólo reconocí que debemos dar más espacio a los radicalistas como medida para calmar los ánimos.
—¿No renuncia?
—No, ni aunque me lo pidieran los demás integrantes de la Junta. No sé si recuerda que declaramos permanente esta conformación hasta que se arregle la caótica situación general del país, por eso cualquier sesión de delegados para renovar las autoridades partidarias sólo reviviría fricciones indeseables, ¿no le parece?
—Culpan a su Movimiento de estar detrás del asesinato de Gómez.
—En absoluto, los patrióticos son más pacíficos que los religiosos que conviven en poblados indígenas, y que hacen queso.
—¿Sabe quién asesinó a Gómez?
—¡Caray! ¿Esto es una entrevista, joven? No sé si a su revista le interesen esos temas, pero no me corresponde responderlo. Aparte ya es muy tarde y soy una persona muy ocupada. Discúlpeme, venga mañana y pregunte por mí en el portón.
Filipini quedó sorprendido por la reacción y reconoció por primera vez que ser periodista de verdad no suele ser tarea fácil. Esta vez su buen humor ni sus chistes más delirantes lo salvaron de hacer horribles notas para su diario.
Se quedó parado escuchando dos oraciones más de Vargas, luego decidió retirarse a su casa, a dormir.

***

"Por último, señores, damas, restos de Gómez, todos, para no alargar más esta disertación de despedida a uno de los hombres que no podremos olvidar por su carisma tan especial en dirigir a otros hombres sin que éstos lo sepan, cosa que se llama política."
"Deseo que meditemos sobre lo que nos ha sucedido, lo que acontece en las calles a estas horas y lo que podría suceder en otras horas siguientes. Es un tiempo crucial donde necesitamos un capitán que conduzca el barco entre los espacios reducidos, evitando las rocas puntiagudas de la derrota, del fracaso, de la deshonra, para así llegar a buen puerto y llegar a una nueva tierra prometida."
"Este país es demasiado hermoso para dejarlo en manos equivocadas, una vez más. Como titular del Tribunal Supremo, mi condición es apta para echar a andar la máquina que nos conducirá fuera del mar salado y desembocar en los ríos de agua dulce. No lo digo yo, porque no soy quien lo pueda decir, es el que pueblo que debe pensar y decidir lo que se debe decidir."
"Muchas gracias a todos por venir."
José Vargas sorprendió a los dormidos y somnolientos con el término de su discurso. Unos pocos aplausos se escucharon hacia el fondo. Era evidente en los rostros, que durante cerca de seis horas seguían presentes en este funeral, que querían que acabara de una vez.
Pero ya subía alguien al atrio, ¿para dar un discurso o dar término a la cita?
"Buenas noches compatriotas. Ya todos queremos ir a nuestras casa a descansar, ya he visto a algunos simular ir al baño para luego escabullirse por la puerta de acceso. No hablaré tanto como quien me antepuso."
"Estoy seguro que casi nadie me conoce aquí, ni mucho menos me conocerán como pariente directo de Francisco Gómez", las caras cobraron vida y los cuchicheos invadieron la sala. Parecía que un "Eeh" general se escabullía entre los implacables bostezos.
"Agradezco que me permitan este espacio. En realidad yo soy aquel sucesor de Gómez, que hablaba el Juez. Porque soy el hijo no reconocido de Gómez, mi madre lo conoció..."
Allí el público reaccionó con histeria, lo abuchearon, le lanzaron cosas pequeñas, en parte porque ya estaba harto de estar allí, y otra parte por la locura que estaban oyendo. El joven tuvo que abandonar el escenario y salir a refugiarse en el patio trasero, o si no lo iban a linchar.
Sin ninguna declaración formal se había determinado el fin del funeral de Gómez, ya la gente se dirigía a la salida, conversando más animada.
Desconectaron el equipo de audio, apagaron las luces del salón auditorio y cerraron las puertas. Todo quedó así. Hasta el tarro de bronce que contenía los restos del ex Presidente se dejó en su sitio. Salieron todos, se cerraron los portones de la sede partidaria y quedaron cinco guardias enfrente.

***

«¿Por qué me late que vi a esa persona antes? Bueno, en realidad aquí hay mucha gente y seguro las he visto antes, de dónde no sé, pero a ésta la veo muy sospechosa», pensaba Fernández, metido entre el gentío de las plazas, analizando visualmente los restos del termo destrozado.
«¿A ver? Creo que la vi cerca de la camioneta de Kiko antes de que estallara, aparte me pareció que entonces llevaba en las manos algo parecido a un termo.»
«¿Será el terrorista que hace tanto trato de demostrar, o me estoy volviendo loco y mis impulsos psicológicos me tiendan a cometer un acto de humillación pública?»
«No lo sé. Pero si no lo intento creo que me sentiré frustrado, con mi único cartucho de intentos desperdiciado. Al cabo, tal como ando, no creo que se vaya a perjudicar mucho mi reputación, por si acaso alguien me conociera...»
Fernández se fue acercando lentamente a la persona que le parecía familiar, incluso le parecía reconocida de algún otro sitio anterior, pero no era su colaborador Aurelio. Ése había desaparecido entre tanta gente.
El hombre al que observaba estaba de espaldas, con su vestimenta oscura, sin ofrecer tantas características sobre su persona, excepto que era muy reservada, tal vez.
Fernández se paró muy cerca y se decidió a tomarlo del brazo izquierdo.
—Ehh... disculpe, buen hombre... eh... —el extraño giró.
—¿Sí?
—¿Me conoce?
—No.
—Bueno, yo tampoco a usted... eh... dígame... ¿estuvo cuando estalló la camioneta de Kiko?
—¿Kiko? No sé quién es Kiko.
—Hace unas horas explotó una camioneta en un extremo de la plaza, era de Kiko... Explotó por causa de una... bomba casera.
—¿Y qué hay con eso?
—No, no, nada. ...Pero, no tenía usted un termo en la mano... algo, antes.
—Creo que se confunde y se equivoca.
—No, no se moleste, yo sólo lo saludaba.
—¿Me cree un infiltrado? ¿Sospecha que uso bombas?
—¡Nooo! Para nada. Yo no dije nada de eso.
—Está bien, entonces, ya no hay nada de qué hablar.
—Bueno... eh... me marcho... sí... hasta luego, disculpe... gracias...
Fernández se alejaba de espaldas, moviendo y juntando las manos, con una sonrisa forzada en el rostro y desviando la vista a los lados.
«¡Rayos! ¿Éste quién es? No pude obtener nada», se dijo a sí mismo.
«¿Eh? Ahora adónde fue. Hace un momento estaba allí, no creo que haya ido tan lejos tan pronto», miraba hacia todas direcciones, pero no encontraba al hombre.
Unos instantes después sintió que alguien lo sujetaba del hombro izquierdo, por su espalda, y sentía también algo puntiagudo que lo presionaba a la altura del hígado. Quiso girar pero ese alguien lo sujetó más fuerte.
—No se mueva. Esto no es un asalto y puede morirse con su dinero encima. Disimule como si nada sucediera —alertó la voz entre dientes, detrás de Fernández, casi cerca de su nuca.
—¡Oiga! Cómo puedo disimular nada si tengo a alguien con un arma a mis espaldas.
—Cállese y haga lo que le digo. Sería muy fácil matarlo y aprovechar la confusión para huir entre el gentío.
—Al menos dígame con qué me está apuntando: un revólver, un puñal, o quizá dos dedos. Así sabré con qué arma morí por cometer un error, que es lo que seguro haré.
—No se haga el bromista. Esto es serio —el extrañó presionó más fuerte el arma a la espalda.
—¡Ey!
—¿Qué ha venido a hacer aquí? ¿Por qué no se marcha?
—Yo vivo aquí, imbécil. Es mi hogar, pero no soy vagabundo.
—Lo sé. Creo que no me simpatiza.
—¡Oiga! ¿Le debo dinero? ¿Lo descubrí con otra mujer, acaso? ...¿está detrás de las explosiones? —preguntó asustado Isidro Fernández.
En ese instante sucedió una nueva corrida entre la masa de gente. Esta vez con dirección al Palacio de Gobierno, llegaban rumores de que el presidente Paco Ibañez estaría allí y de que la guardia policiaca era casi nula. Se dirigían a la esquina de las calles El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo.
Fernández y el extraño también fueron empujados, lo que permitió que se separaron uno del otro. Fernández giró de pronto y trató de ver a su captor, pero la gente corría y no se veía al posible hombre que lo apuntó, lo seguían empujando además.
Entonces estaba seguro de que sus teorías no podían estar más alejadas de la verdad que ahora. Aunque pudo haber sido un bromista o un infiltrado, pero su mente descartaba esas hipótesis ante la adrenalina liberada por la presión de muerte que sufrió, y por la misma energía que estaba contagiando toda esa conglomeración agitada, con voz de ataque.
Se puso a caminar entre la gente que corría a empujones. A la distancia identificó las espaldas de una persona con ropa oscura, de quien había sospechado poco antes. Levantó la cabeza entre todas y se puso a correr tratando de no perderla de vista.
Se cayó al suelo, tropezó por una persona que ya había caído, y sintió unos pisotones en sus manos, pero logró incorporarse pronto, antes de quedar planchado por la eufórica estampida.
Perdió de vista al desconocido, hasta era seguro que estaba más lejos. Fernández siguió hacia adelante, tratando de encontrar al sospechoso. Parecía que las cabezas se mezclaban y formaban una sola, con sus cabellos agitados por el leve viento de sus carreras. Parecía que las espaldas se fusionan y formaban un campo extenso que serpenteaba el panorama. Así era difícil encontrar a quien se espera encontrar.
La estampida cambiada de dirección, se dividía internamente. Había gente que comenzaba a huir y otras que seguían hacia adelante. Era confuso. Surgía una desesperación incontrolable, pero Fernández desconocía la causa.
Por fin reconoció a alguien, de espaldas, vestido de negro, que volvía. Fernández dio un salto entre los huecos, estiró la mano y jaló de la ropa, con las puntas de sus dedos, la persona giraba lentamente. Isidro estaba cayendo al suelo, cuando sintió que algo le cortaba la espalda, que algo perforaba su espalda e irradiaba un dolor invisible, extraño, y cayó al suelo, boca abajo, sentía algunos pisotones, pero más sentía la punzada en su espalda, por donde podía percibir que algo lo abandonaba, que se le iban las fuerzas, que se le cerraban los ojos.

***

—Aquí desde enfrente del Palacio de Gobierno estamos viendo que los manifestantes avanzan sobre la calle El Paraguayo Independiente con rumbo a esta dirección. La escasa línea policial ha retrocedido ya media cuadra. No sabemos qué sucede, no sé si desde tu posición tiene mejor panorama, Sonia...
—Sí, Karim, desde este segundo piso vemos que el gentío corre hacia esa dirección. Pero se forman distintas corrientes, hay quienes están huyendo, no sabemos de qué. También hay muchos lesionados que han caído por los empujones y están siendo socorridos por los enfermeros y la gente que se da cuenta de ello. No sabemos cuál es la razón de la estampida confusa.
Tenemos rumores que habría una lucha en el frente entre los manifestantes y los patrióticos. Además nos informan que la gente estaría decidida a tomar el Palacio gubernamental. Hay quienes dicen que hay disparos entre la gente, pero es imposible que sea la policía, porque ya se ha retirado. Esto no me gusta.

***

Fernández abrió un poco los ojos. Estaba bastante golpeado por las pisadas. Veía el cielo estrellado tan triste a través de las desnudas ramas de los árboles debajo de los cuales pasaba. Veía a unas seis o siete personas que lo tomaban del cuerpo y lo transportaban lejos de todo. Sentía cansancio y un agujero en la espalda por donde se le escapaba la vida. Veía cómo su saco marrón, su mejor saco, se manchaba de sangre, de su propia sangre. Podía ver, si volvía a abrir los ojos, el techo blanco de un vehículo que parecía andar, podía ver el rostro de tres personas que le rompían la ropa y le ponían cosas, parecían doctores. Pero estaba muy cansado, se sentía tan débil. La inconsciencia se apoderaba de sus párpados. Sus ojos se cerraban, iba cayendo en un sueño. ¿Qué soñaría? Dicen que los sueños representan los deseos suprimidos del hombre. ¿Soñaría Fernández que su deseos se cumplían? Al menos podía recordar lo que era acostarse en una cama limpia, aunque incómoda. Ya venía una imagen oscura, veía las puertas de sus ojos, mientras los ruidos de la sirena, los gritos, las explosiones se iban alejando de su mente...

***

La esquina se volvió muy peligrosa, ambos bandos estaban a merced recíproco. Los manifestantes y los patrióticos. Era la batalla improvisada, aunque ya se anunciaba de cierta forma, de piedras, de palos, de petardos, y aún de obscenidades gritadas.
Los grupos, uno mayor que el otro, mantenían una distancia relativa, evitando el enfrentamiento directo.
Los manifestantes habían arrancado más árboles, pero no los que estaban inclinados, a punto de caer. También trajeron las ollas populares, los botes de basura, algunas llantas, hasta vehículos estacionados en otro extremo de El Paraguayo Independiente, y uno de los camiones hidrantes de la policía abandonado, que habían destrozado también; lo volcaron en esa esquina conflictiva.
Así fueron formando una barrera de escombros a la que muy pronto a alguien se le ocurrió incendiarla. Es que siempre hay alguien con impulsos hereditarios del emperador romano Nerón, que la historia confirma que incendió Roma, no Jerusalén, como presumían muchos.
El fuego formaba una barrera por encima de la propia barrera. Pero no evitaba que siguieran cruzando los objetos casuales transformados en armas. De ambos lados tiraban y caían los objetos, que a veces alcanzaban a alguien.
Enseguida una cadena de auxilio no deliberada se formaba entre los manifestantes, que recogía a los heridos para conducirlos hacia las ambulancias. De allí las ambulancias llevaban a los más graves rumbo a los hospitales Primeros Auxilios o al de Clínicas. Quienes reflejaban heridas leves eran apartados, incluso algunos sufrían jaqueca nomás.
El tanque de combustible de uno de los vehículos puesto en la barrera estalló estruendosamente. Una llamarada de fuego se liberó hacia el cielo. Asustó a todos, pero no afectó a nadie, ya que la parte del tanque estaba dirigido hacia el lado de los patrióticos, muy alejados. El coche volcado de lado tambaleo y se movió metro y medio de su posición.
Corrían rumores de que una camioneta se acercaba al grupúsculo de patrióticos, que transportaba armas peligrosas, como granadas, bombas lacrimógenas, revólveres, escopetas con miras telescópicas, paquetes de petardos, dardos y panfletos con fotografías de Paco Ibañez.
Era una verdadera batalla, donde los heridos parecían crecer sólo en el lado de los manifestantes, que se defendían con cualquier objeto que pudiera arrojarse, y se cubrían con los objetos que no podían arrojarlos.
En eso a alguien se le ocurrió el plan de resistir al bombardeo de los seguidores de Ibañez, respondiendo con bombas pirotécnicas. Por fortuna un grupo de ellos tenía un pequeño cargamento de petardos menores, que guardaban para el festejo de la toma del Palacio de Gobierno, cosa que aún se mostraba lejana.
Entonces la sensación de batalla se triplicó y la explosiva catarata de ruidos estridentes parecía una marejada de ametralladoras y bayonetas del ejército. Sólo faltaban algunos tanques, minas y aviones para completarse la guerra.
Los manifestantes seguían cayendo, los heridos eran tantos que la cantidad de ambulancias que trabajaban en la zona ya no eran suficientes, mientras que los hospitales públicos estaban excedidos de su capacidad, por lo que se recurrió en auxilio a sanatorios privados.
Los destrozos en esa cuadra de la calle 14 de Mayo eran interminables. El fuego de la barrera de escombros se extendió a un local comercial aledaño. Hubo otro estallido, del tanque de combustible del camión hidrante. De nuevo la inmensa llamarada se elevó unos cinco metros provocando el susto entre los bandos. Esta vez trozos del tanque salieron despedidos arriba y cayeron en la plaza, donde por suerte había un claro, debido al repliegue de pánico que se formaba.
Mientras se seguía protagonizando una pelea sin respiros, sin pausas, un grupo de patrióticos aprovecharon para saquear una tienda de electrodomésticos, cuya vidriera estaba echa añicos por las piedras que golpearon su fachada. Así, entre varios hombres cargaban las novísimas heladeras, televisores, cocinas, equipos de audio, microondas, licuadoras, tostadoras y cepillos eléctricos; los cuales depositaban en la carrocería de la camioneta que se decía llevaba armas.

***

—La situación es desesperante aquí arriba, a pesar de que estamos alejados de la conflictiva esquina. Hace un momento una caja incendiada cayó en el centro de la plaza, luego de una explosión, que por suerte no afectó a ninguna persona. Ahora estoy sola en el techo de este edificio. El camarógrafo corrió pavorido después de pensar que unas balas perdidas rozaron este sitio en que nos hayamos.
No sé si fueron balas perdidas, eso sería muy grave. La cámara sigue encendida, espero, grabando todo lo que hay en la plaza. No sé cómo se maneja, por eso no la controlo, temo que vaya que estropear la máquina que permite que mi rostro y mi voz lleguen a sus hogares.
Por favor, si mi camarógrafo me está mirando, le pido que vuelva aquí.
Bueno, no sé qué hacer. Veo desde aquí a tanta gente corriendo con mucha desesperación. No sé si vaya a soportarlo, si me vaya a desmayar en público o si me vengan las ganas de salir corriendo como mi camarógrafo.
A lo lejos se ve mucho humo, y el fuego tan terrible. Parece que han hecho una barrera o algo así. El ruido de petardos es tremendo, y me desespera.
Lo que es peor, veo que la cadena de auxilio de los manifestantes parece saturada. Llevan cada segundo a personas heridos hacia las ambulancias, que no han descansado en ningún momento. Me dicen que los hospitales públicos ya no dan cabida, y que necesitan que más instituciones médicas privadas accedan a dar atención a los heridos.
Por favor, si alguien está ahí que nos pueda ayudar. No sé dónde están todos. No sé si Karim, ¿estás allí? ¿Dónde estás? Oh, ¿será que huyó también? No creo poder soportar esta situación.
—¡Tranquila, Sonia! Estoy aquí. Soy Karim Jetz, estoy a media cuadra del cruce de calles donde sucede una batalla increíble, aterradora.
—¡Qué horror! Tengo los nervios de punta. Este caos no me lo esperaba.
—Tenés razón, Sonia. Es algo que no pensábamos que iba a ocurrir, al menos hasta después de presenciar en directo la dura represión policial. Pero esto escapa de lo razonable. Es muy terrible, muy grave.
—¡Ayy! ¡No!
—¡¿Qué pasa, Sonia?!
—¡Ah! ¡Tengo miedo! Acabo de sentir que unas balas perdidas rozaron el edificio donde estoy. No sé si serán balas perdidas. ¡No sé qué pasa!
—Tranquilizate, Sonia. Vos estás muy lejos. La única forma en que puedas sentir balas perdidas, es si entre la gente hay quienes utilicen armas. Pero lo único que se puede escuchar por aquí es una lluvia de petardos que aumenta y el ruido es insoportable. Hace un momento unos explosivos estallaron cerca de nosotros.
Bueno... y si tuvieran armas de calibre, la única forma de que te lleguen balas perdidas sería sólo si estuvieran apuntándote desde alguna mejor ubicación...
¡Un momento! Atención, por favor. Tenemos informes no oficiales de que entre la gran masa de heridos habrían muertos. Se manejan estadísticas no reales, pero según me comunican desde estudios, ¡se supone que ya hay entre treinta a cuarenta muertos, y la cifra de heridos sobrepasaría los quinientos!
Parece increíble. No sé. Tal vez, haya uno o dos muertos, ya. Pero, ¡treinta a cuarenta! Heridos, sí hay muchos.
—Ya me siento algo mejor, Karim. Bajé un momento y miré hacia la bahía, tan calma. Escuché que hablabas de muertos. ¡¿Muertos?!
—Sí, me indican que hay entre treinta a cuarenta, pero nada verificado.
—¡Ugh! Este lugar se está volviendo muy peligroso. A mí me siguen enviando listados de desaparecidos. Incluso hay heridos que no se sabe a qué nosocomios han ido a parar.
No sé si ya hay muertos. Pero todo esto me hace sospechar que sí. ¡Qué mal! He visto que llevaban a mucha gente ensangrentada a auxiliar, quizá sean muertos, o mueren en las ambulancias.
—Yo sospechoso que estás ensordecedoras y continuas ráfagas de bombas pirotécnicas, entre ambos bandos, se están usando para encubrir los disparos de armas verdaderas. Aunque los caídos sólo se reportan en el bloque de los manifestantes.
—¡Qué desastre! Debe ser eso. Tantas explosiones que no se puede identificar qué clase de detonadores son. Deben haber francotiradores en la zona.
¡Aaaaah!
—¡¿Qué pasó?!
—¡Ught! Estoy aterrada, se me cayó todo, eché la cámara al piso. Es que un disparo paso cerca de mí. ¡No puedo estar más aquí!

***

Por la imagen del Canal 7 se veía que la cámara había caído de lado, y seguía grabando el piso del balcón de aquel segundo piso, del viejo edificio cercano a la bahía, y la parte superior de algunos edificios al otro lado de la plaza. Entre ellos se veía al Zodiac, nítidamente. Es que también con la caía accidental, la perilla de zoom se había activado.
En ese momento se visualizaba extraños movimientos en la azotea del Zodiac. Parecía que habían varios hombres en el techo, camuflados de oscuro. Cubiertos con máscaras de tela, y hasta se apreciaban unos objetos sospechoso en sus manos, que tenían formas de escopetas, o algo parecido.
Uno de ellos subía a una de las antenas. La lucecilla roja de la antena se apagó. Otros aparecían por los bordes del piso 14, parecían apuntar hacia la plaza, hacia el lado de los manifestantes. Pero no era posible identificar mejor a los sujetos ni especificar cuántos eran.

***

—Esta situación es extremadamente humillante. Patriotas (bueno, yo tengo ascendencia árabe pero nací en este país), compatriotas asesinando a sangre fría a compatriotas. La colega Ferreira huyó de pánico de su puesto, y por casualidad tumbó la cámara, lo que permite que veamos estas sospechosas imágenes en la azotea del edificio Zodiac. Desconocemos qué están haciendo allí, quizá sean moradores de los departamentos, curiosos, o si sean francotiradores... lo peor.
Estamos grabando todo, quizá la posición de la cámara no sea la más ventajosa, pero nuestros técnicos en estudios están captando la señal y ya la están editando para tener mejor perspectiva de lo que acabamos de ver.
No hay nadie en el edificio de dos pisos frente a la plaza, que pueda enderezar la cámara derribada. Ése se ha vuelto un lugar peligroso, al igual que en esta esquina, donde parece reducirse un poco la potencia de la artillería de petardos.
¡Eh, miren! Tal parece, según se muestra, que los sospechosos están abandonando la azotea, quizá se enteraron que aparecen en la televisión. ¡Se van! Pero parece que queda uno, todavía. No se ve tan bien, porque en la azotea no hay luces, sólo unas lucecillas rojas.
Esto es grave. Tal parece que hay francotiradores que están matando ya a cerca de cuarenta personas inocentes que han venido a la plaza. No sé si el jefe de la policía está viendo esto, pero es muy grave, debe hacerse algo. Tampoco sé si el presidente Paco Ibañez está al tanto de todo esto. Su nombre se sindica insistentemente como el responsable directo de esta masacre, además que un grupo de sus seguidores forma parte del bando contrario con el que se batalla en estas esquinas...
Aquí tenemos a un joven... ¡¿tu nombre?!
—¡Luis Pérez!
—Es muy fuerte el ruido, así que hay que gritar. Bueno, Luis estuvo en el frente de esta "guerra" y dice que vio cosas terribles. ¿Qué viste?
—¡La gente está muriendo allá, compadre! ¡Se está matando gente con disparos de bala! Recién había otro joven conmigo, cerca de la muralla que levantamos, y vi que lo hirieron, que cayó y sangraba en el pecho. ¡No respiraba más! ¡Lo mataron! Y esto sigue, ¡esos malditos que apoyan al gobierno maldito!
—¡Gracias, gracias! Ese fue lo que captamos de un testigo de la matanza que acontece en una esquina de las plazas. No existen cifras precisos de los muertos, pero manejábamos unos cuarenta, aparte de los centenares de heridos. Ya son casi las tres de la madrugada y esto no parece tener fin. Por momentos disminuye la carga de explosivos, pero luego se recargan y aumentan. Aunque parece que los manifestantes se están quedando sin esas municiones. Ya se retiraron los últimos policías que formaban una reducida barrera en esta calle, rumbo al Palacio. Hace unos minutos ellos mismos observaban sorprendidos la batalla que se desató.

***

Media hora después.
—Las nuevas tomas de la azotea del edificio Zodiac muestran que ya no queda nadie allí arriba. Pero continúan los reportes de parte de testigos de que sigue muriendo gente detrás la trinchera incendiada, en la esquina del edificio citado.
Luego de que mostráramos imágenes de supuestos francotiradores apostados en el Zodiac, la gente comenzó a arrojar piedras, palos y dirigir sus explosivos pirotécnicos en esa dirección. Se puede ver aún que los cristales en varios pisos están completamente rotos. Incluso se incendió un departamento, deshabitado por supuesto, por las llamas que se iniciaron en la cortinas. Me referían que de la planta baja no quedaba nada, que había sido saqueada, vaciada y destruida por la barrera de escombros y el fuego que lo rodea.
...¿Sí? No lo puedo creer ...¡Atención a esto!: me comunican por radio que el presidente Paco Ibañez ya no estaría en el país desde hace unas horas. Sin embargo, hace días que se desconoce su verdadero paradero.
Es una noticia llamativa, ojalá que no provenga de esa trama de rumores que se tejen a cada instante. Nuestro equipo está trabajando sin descanso para verificar cualquier novedad.
Éste es el Canal 7, el único que continúa transmitiendo en vivo todos los sucesos de esta crisis nacional. Ya estamos un poco cansados, pero seguimos entusiasmados por llevarles las importantes noticias que surjan. Ya van alrededor de veinte horas que transmitimos ininterrumpidamente los hechos sorprendentes de esta jornada.
Muy temprano por la mañana presenciamos el magnicidio que costó la vida del presidente Francisco Gómez; luego diversas manifestaciones del grave asesinato; así continuamos con imágenes desgarradoras de la represión policiaca contra los manifestantes; poco antes la llegada de un escuadrón militar a la Capital, en nueve tanques de guerra. El funeral de Gómez en la sede del Partido General, y todavía aquí en la plaza donde una batalla cruenta que ya deja varios muertos como saldo, sin que ninguna autoridad se muestre para detener esta espantosa situación.
De esa forma resumimos, más o menos la trágica y difícil jornada vivida y que aún no termina. Quizá olvidé algo, bueno, incluso yo mismo me vi afectado por una fatiga vergonzosa ante cámaras, pero luego me compuse y aquí sigo. Seguimos, más bien, porque estamos arriesgando nuestras vidas, nuestra integridad, y el cansancio de nuevo se está haciendo presente en nuestra tarea.
Vale indicar que la programación del Canal 7 se ha trastornado del todo, debido a estos eventos inesperados, que son más importantes. Los directivos piden las disculpas respectivas y señalan que volverá a la normalidad cuando retorne la tranquilidad que necesita este país. Hasta tuvimos que rechazar publicidad, y reducir las tandas habituales a sólo treinta y siete emisiones en todo este tiempo.
...¿Sí? ¡¿Se confirmó?! ¡No lo creo!
¡Atención, televidentes! Se ha confirmado que el presidente Paco Ibañez, qué digo, ya no lo queremos de presidente. ¡Ibañez renunció y abandonó el país!
Oyó bien. ¡Ya no tenemos presidente! ¡Somos libres! Ahora sólo nos queda esperar la inmediata solución a todos nuestros problemas.
Aquí se vive un ambiente de confusión aún, que se va tornando en júbilo, en festejo. Si bien siguen las explosiones, son en menor grado, bastante gente se retiró también, ya sean heridos o acobardados (o prudentes dirían ellos).
Aquí detrás la gente entona cánticos, hurras. Hay gritos de alegría, de esperanzas, en medio del dolor que se siente por las penosas muertes. Los abrazos, que se ven, los saltos. La gente que se va congregando en esta parte de El Paraguayo Independiente. Vemos a media cuadra que ya son pocos los que continúan arrojando piedras contra los patrióticos.
¡Confirmado: Ibañez renunció y huyó del país! Me dicen que ya casi hora y media. Me dicen de estudios que tenemos imágenes exclusivas de su retirada, que pasaremos en instante.
Usted que está en su casa, señor, señora, despierte a su familia, a su vecindario y diga a todos que sintonicen el Canal 7. Estamos confirmando en primicia la noticia de la renuncia y exilio de Paco Ibañez del país. ¡Por fin!
Me están avisando también que todos los patrióticos congregados al otro lado ya se han retirado por completo, después de saberse la noticia que nos alegra a todos.
Que vino inmediatamente una camioneta a recoger a los alborotadores, a los asesinos de Ibañez, y llevarlos de aquí. Es mejor, después veremos si alcanzamos la cobertura de a dónde se dirigieron.
Han cesado los disturbios en esta parte y los pocos petardos que quedan se utilizan ahora para el gran festejo improvisado.
La gente está llenando las calles, viene más gente a celebrar. Vecinos, manifestantes que se han refugiado de la balacera, que retornan a esta parte. La gente que celebra con cantos, gritos, abrazos, es impresionante.
¿Ya tenemos imagen? No todavía. Los técnicos verifican detalles de una imagen especial captada con respecto a la huida de Ibañez.
En tanto, estamos viendo que la nueva muchedumbre renueva sus ánimos con este amanecer. Y ahora parece que se está dirigiendo rumbo al Palacio de Gobierno, veamos si es así.
...¡¿Cómo?! No lo puedo creer. Jamás en mi corta y joven vida he vivido tantas emociones distintas en un sólo día, aunque ya estamos en un nuevo día. Las buenas noticias son ahora las que no parar de suceder.
Ahora existen rumores certeros de que el Jefe de la Policía Nacional, cómo era, ah, Ignacio, Ignacio Medina, también ha renunciado a su cargo, pero parece que debe someterse ahora a cargos de la justicia por la horrible acción que emprendió la policía contra el ciudadano común e inocente. Aparte de la tibia presencia que se mostró en esta matanza, la tolerancia demostrada en momentos en que estaban siendo asesinados decenas de compatriotas. Pero de eso hablaremos luego...
¡También el jefe policiaco renunció! El festejo tiene más razones cada segundo que pasa de este nuevo día, de este nuevo país, de las esperanzas que se acercan como premio por la perseverancia de este pueblo, por su decisiva campaña para no permitir que la corrupción gubernamental se siga apoderando de la Nación.
Efectivamente la masa regocijante se dirige hacia el Palacio de Gobierno. Pero, no sé bien, se detuvo en la esquina. Veremos que sucede.
Señor, ¿qué sucede? ¿Por qué se detuvo la marcha?
—No, parece que hay algo malo allá adelante.
—¿Sabe qué puede ser?
—Parece nomás que los soldados de los tanques no quieren permitir el paso hacia el Palacio de Gobierno, y a ellos les tememos más, por sus armas militares.
—Entiendo. Como indicaba el señor que se unió a los manifestantes, al parecer los militares que llegaron en nueve tanques siguen aferrados a la orden de proteger el Palacio de Gobierno y no permitir que nadie atentara contra el edificio, sin embargo conocemos que no está nadie allí dentro.
...¿Ya está? Bueno, ahora pasamos en directo a estudios, por un rato, para ver el material prometido...

***

—Saludos, compatriotas. ¡Muy buenos días! De verdad. Soy Sonia Ferreira, desde los estudios del Canal 7. Ya recuperada de una conmoción que me afectó esta madrugada. (Gracias a Dios). Acá también estamos contentos por el fin de los violentos conflictos y la sucesión de importantes noticias.
Estoy muy contenta, y esperamos contagiar este ánimo a quienes nos siguen observando en más de veinte horas de transmisión ininterrumpida.
Ahora me place exhibir un material especial, captado por un camarógrafo aficionado, que grabó con su equipo portátil, su equipo particular, imágenes de la partida del ex presidente Paco Ibañez en el Aeropuerto Nacional, alrededor de las tres de la madrugada. Ahora.
Seremos un poco breves, porque se reportan novedades frente al Palacio de Gobierno.
Aquí vemos, hay pocas luces a pesar, la pista central del Aeropuerto. El embarque de la avioneta privada del presidente. Habrá una distancia de doscientos metros, más o menos, de donde se posicionó el aficionado que gentilmente donó este material al Canal, a cambio de una suma de dinero no tan elevada.
Los guardias que custodiaban la nave de vuelo se nota que eran muy rigurosos. Se aprecia que estaban armados con armas de grueso calibre. Éste es el momento preciso en que aparece por el hangar la figura envejecida de Paco Ibañez, algo cabizbajo y enfermo, diría yo.
Allí se despide de sus asesores y seguidores más próximos de su movimiento. Esa persona uniformada, de espaldas, parece ser el general de las Fuerzas Armadas, eh, Casimiro López. Aborda la avioneta, oh, da una mirada como de despedida alrededor. Se cierra la compuerta y el avión se moviliza para partir.
Luego reiteraremos estas imágenes exclusivas, ahora vamos directamente con Karim Jetz, en exteriores. Bueno, antes un cortísimo, cortísimo bloque de comerciales.

***

—Estamos aquí. Sinceramente ya siento la falta de reposo. Las palabras medio que se me confunden, pero bueno.
Los manifestantes no pudieron avanzar más porque los militares custodian, bajo orden de abrir fuego, si fuera necesario con los tanques mismo, a cualquier intruso que invadiera el Palacio.
No sé si están informados de Ibañez que se fugó, ya renunció y todo. Quizá la orden que cumplen sea del general López, pero en cuestiones de lealtad creo que deberían anteponer al pueblo que clama hoy que su victoria sea entera.
No pudimos llegar hasta el frente, para ver si podíamos conversar con el responsable de esta unidad militar, porque es demasiada la gente que se amontona en esta parte. Pero tengo datos veraces de que José Vargas se dirige con prisa hacia el Palacio para convencer a los militares que anulen la orden que tienen.
José Vargas es el titular del Tribunal Supremo de Justicia, que estaba en reuniones permanentes para encontrar la salida a este conflicto. Ya han pasado unos cuarenta minutos, si no me equivoco, como dos o tres horas que el país está sin ningún Presidente, tuvimos a dos al mismo tiempo, ahora ninguno. Es irónico.
Según comentarios de entendidos, la ley establecería que el titular del Tribunal Supremo pasa automáticamente a asumir el puesto de Presidente de la República, si éste estuviera vacante por situaciones imprevistas, como muerte, renuncia o ataque de locura.
Al parecer, Vargas ya se ha hecho presente en este sitio del Palacio de Gobierno y estaría conversando con el capitán del esta unidad, compuesta por unos cuarenta soldados, en los nueve tanques. Se sabe que vinieron provistos de granadas, ametralladoras, bayonetas y bazucas que no dudarían en utilizar, tal como su rígida preparación militar lo exige.
Ambas autoridades están hablando en el jardín del Palacio, poco a poco avanzamos hacia el frente de esta muchedumbre para permitir mejores imágenes.
La gente que festeja de nuevo. Un estallido de gritos, nuevamente. Parece que se llegó a un acuerdo y ya se permite el paso hacia el Palacio. Estamos más cerca. La gente que ahora corre, el festejo que vuelve a apoderarse de la calle.
Allá está el capitán, a ver si lo alcanzamos. ¡Capitán! ¡Capitán!
Uf, me hizo correr un poco, cosa que no tenía planeada. Disculpe, capitán, ¿a qué acuerdo se ha llegado?
—Bueno, llegó el juez Vargas y me informó de la situación, por lo que decidí cancelar la orden.
—¿Se sabe de quién emanó la orden?
—Es un asunto confidencial. Pero luego de hablar con Vargas, llamé por radio a mi superior directo, el General, pero como me dijo el Juez, no lo pude ubicar. Por lo que opté por suprimir el cumplimiento de la orden por la que vinimos a la Capital.
—¿José Vargas es el nuevo Presidente?
—No tengo ninguna declaración oficial de ello. Pero entiendo, personalmente, que las leyes lo califican como sucesor a cubrir si existiera esa vacante. El Juez me informó de la indisposición de Ibañez, por escrito, y asumí que Vargas era la nueva autoridad, por deducción, nomás.
—¿Se retirará ya su unidad?
—No tenemos ninguna orden expresa de abandonar este predio. Aún debemos proteger el Palacio de Gobierno; sólo resolvimos en que mis hombres no abriría fuego contra los ciudadanos intrusos que causaran disturbios en esta parte.
—¿José Vargas? ¿Se encuentra aún aquí?
—No sé. Parece que entró al Palacio. En todo caso, ¿no debe asumir el cargo de Presidente? Entiendo que ése es el paso legal.
—Muchísimas gracias, capitán. El pueblo le está agradecido. Siga así.
Otra exclusiva más para el Canal 7. Palabras del capitán (me olvidé de consultarle el nombre) que atiende la unidad de los nueve tanques.
Ahora vemos a la gente invadir el jardín (esperemos que no hagan lo mismo que con la plaza), siguiendo su festejo. De fondo podrán escuchar los gritos de júbilo, de alegría, los cánticos patrióticos, de victoria, hurras, los abrazos y saltos. Vemos a todo el mundo desplegando banderas nacionales, de distintos tamaños, vemos a gente que se ha pintado el rostro con los colores patrios, además a gente con calcomanías en homenaje a Francisco Gómez.
En minutos nada más los primeros rayos del sol empezarán a salir, este amanecer viene sincronizado con el brote de la nueva patria. El crepúsculo, el alba, no sé, se me confunden los conceptos, es maravilloso.
Me avisan que en minutos nada más se desarrollará el acto de asunción de Vargas, en el interior del Palacio. Mientras nos acomodamos allí, volvamos a estudios para saber de otras novedades.

***

—Excelente todo lo que sucede allí. Habla Sonia Ferreira (algunos me preguntaban por qué repito mi nombre a cada rato, pero no sé qué responder). Estoy muy emocionada también, como compatriota. Recién recibí un llamado de la Cadena Internacional de Información (CII) solicitando que vuelva a remitirles noticias sobre lo que sucede en nuestro país. No rechacé la oferta, desde luego.
Volviendo con la cuestión del ex presidente Paco Ibañez, manejamos una cronología básica de su renuncia y salida del país, que acompañados de recreaciones de cada situación.
Al término del funeral del presidente Francisco Gómez, nos enteramos que José Vargas se dedicó a conseguir un contacto con Paco Ibañez. Semejante tarea le llevó un par de horas; desconocemos qué medios o canales empleó.
Desde allí siguió una comunicación constante entre ambas autoridades, negociando una salida a todo este conflicto generalizado. En ello surgió la horrible matanza en la plaza, que pudo haber sensibilizado a Ibañez (¿no era acaso que su gente hacía la matanza? ¿eh?).
Cerca de las tres de la madrugada, luego de incontables minutos de mantener conectado el teléfono a la llamada, Ibañez decidió renunciar. Así que ante su escribano personal firmó una nota (no sabemos dónde está, quizá la lleva consigo el propio José Vargas).
Luego el titular del Tribunal Supremo de Justicia recibió supuestamente de manos de Ibañez su renuncia escrita, sin mediación de palabras y con fuerte custodia de guardaespaldas, en un sitio indeterminado al que nuestro informante no nos permitió acceder para especificarlo.
Unos minutos después Ibañez llegó al Aeropuerto, donde ya lo estaba esperando su avioneta privada para partir en vuelo. Fue allí que un aficionado logró grabar las imágenes que ahora vemos en exclusiva para el Canal 7.
En ese tiempo desconocemos qué hizo José Vargas, pero acabamos de ver que estaba con rumbo al Palacio de Gobierno, para recibir a la gente. Tampoco tenemos informes de qué se hizo del general Casimiro López, no sabemos si también ha partido en la avioneta de Ibañez.
Lo que sí sabemos es qué se hizo después del hasta hace horas líder del polémico Movimiento de Patriotas, quien salió del país acompañado de su señora esposa y sus hijos. De ellos no se conocía nada tras el intento de secuestro que se realizó un equipo comando en su residencia.
La avioneta de Paco Ibañez no tenía ruta definida al despegar. Y ahora llegan rumores sobre el posible cargamento que se llevó. Algunos dicen que el dinero público que se ha robado, dicen que unas cajas con armamento o tal vez con narcóticos; otros aseguran que se llevó sus pertenencias íntimas, y también que tendría toda su colección de discos compactos de sus cantantes favoritos.
Ibañez se dirigió hacia el norte, hacia la frontera con el Brasil. Su piloto solicitó permiso a la torre regional de control aéreo del vecino país, pero éste denegó la autorización de sobrevolar su territorio, bajo amenaza de ser derribado por caza-bombarderos de las Fuerzas Aéreas Brasileñas.
Ante esa situación la avioneta desvió su rumbo con dirección al oeste, cruzando toda la región del Chaco y luego la frontera con Bolivia.
Ahora su nave estaría supuestamente detenida en el aeropuerto de la ciudad de La Paz, por haber cruzado el espacio aéreo boliviano sin obedecer la burocracia pertinente, y por carecer de documentos de vuelo legítimos.
Sin embargo, es casi seguro que Ibañez consiga el asilo en ese país. Bolivia se acoge a los tratados de asilo que, por si acaso, había logrado el anterior único Presidente del país, que causó un inolvidable descalabro financiero y social.
Ahora vamos a un contacto directo y en exclusivo para el Canal 7 con el medio colega de Bolivia, Televisión Boliviana Canal 10. ¡Saludos, colegas! Soy Sonia Ferreira.
—¡Hola! ¿Nos captan bien?
—¡Sí! Adelante.
—Bien, vayan nuestros deseos de mejoras a su país. Estamos siguiendo todo lo que les acontece, y hemos visto de todo en tan poco tiempo.
—Así es, colegas de la Televisión Boliviana. ¿Tenemos imágenes de lo que sucede con Paco Ibañez?
—Si, ahora pueden enganchar nuestra señal.
—Eh, así es, ahora la estamos viendo.
—Bien, esta es una grabación que realizamos en el Aeropuerto Internacional de La Paz. No conseguimos ingresar, pero desde unas colinas aledañas y con potentes lentes logramos las imágenes que se transmiten vía satélite. Se ve la cabina de la Torre de Control del aeropuerto, donde se había detenido la avioneta que transportaba a su ex Presidente. Se investigan sus papeles, que serían falsos, así como su ruta de vuelo sin autorización.
—¿Es verdad que Ibañez solicitó asilo a su Gobierno?
—No manejamos posturas oficiales, pero entendemos que tal afirmación está más cerca de su concreción. Con el tratado logrado hace dos años entre su país y el nuestro, los asilos ya son posibles. Ibañez sólo debe solicitarlo y esperar indicaciones a las que debe someterse en el tiempo que dure su asilo.
—¿Cuánto tiempo sería?
—Unos cinco años, tengo entendido. ¡Mire ahora! Aquí puede verse a su ex Presidente asomando por la ventana del segundo piso de la Torre de Control, hay varios militares y personal administrativo del aeropuerto en el fondo. Hasta los familiares de su ex Presidente se ven en esta toma nítida. Vale aclarar que esto se grabó hace media hora, algo así.
—¿Alguna pregunta que ustedes quisieran hacernos?
—No. Sólo recibir a cambio de señal de lo que sigue en el panorama de su país y que mejore todo. Eso es todo, colegas.
—Igualmente. Hasta la próxima.
Así concluimos un contacto exclusivo, en vivo y en directo con Televisión Boliviana Canal 10 acerca de la situación de Paco Ibañez.
Eso es lo que sabemos y seguimos investigando acerca de todo. Por ahora es hora de retornar al Palacio de Gobierno, que es el centro de la atención nacional y, por qué no, del escenario internacional; ya que en minutos asume el nuevo Presidente, por fin uno solo y legítimo, quien es el juez José Vargas. Sí, Jetz...

***

El sol emergía lentamente, lo que auguraba cómo podría ser el nuevo gobierno que estaba por declararse en el Palacio, asentado sobre la calle El Paraguayo Independiente, nombre que por primera vez tenía un cierto significado para los manifestantes allí reunidos.
La plaza quedó atrás. Totalmente destruida. Parecía un campo de batalla, después de la batalla. Ahora desértico, silencioso. Ya no quedaban flores ni plantas, que antes daban colorido al ambiente. Estaban arrancados, aplastados, quemados. Unos cuantos árboles seguían en pie, en su mayoría inclinados, a punto de caer, deshojados, lastimados. El suelo estaba cicatrizado, con sus pisos de baldosas arrancados, con sus bancos quebrados, con millones de senderos tachando el césped ya irreconocible. Y la basura, tanta. Restos de papeles, de plástico, de residuos de comidas inservibles, remiendos de ropas. Estaba el tanque de combustible del camión hidrante, arrojado en el centro. Las leñas carbonizadas y sus cenizas, a un costado, donde cocinaban los manifestantes.
Habían dos o tres personas que miraban la desolación con ojos melancólicos, como si intentaran reconstruirlo todo con la memoria.
Hacia la calle El Paraguayo Independiente habían baches, grandes cráteres sobre el pavimento. Los escombros esparcidos en derredor, las piedras, los palos, vidrios rotos, los botes de basura aplastados, los cartuchos de pirotecnia desparramados. Hasta rastros de sangre derramada, coagulada, endurecida, a lo largo del tramo donde había acudido la cadena de auxilio de los manifestantes. En el otro extremo, donde llegaban las ambulancias y los médicos, habían vendajes, frascos de anestesia, de aspirinas, y otros desechos médicos.
El cruce entre El Paraguayo Independiente y 14 de Mayo era sombrío. Con la muralla de escombros carbonizada, humeando aún. Los coches volteados, el camión hidrante todo incendiado, los árboles derribados, con más fragmentos de vidrios, piedras, explosivos estáticos sobre el suelo, casi derretidos.
Los pisos más bajos del edificio Zodiac estaban con una carcomida desfiguración, los cristales hechos añicos, algunos incendiados por el fuego que brotaba de la muralla. El deterioro era impactante a simple vista.
En tanto que las tiendas comerciales estaban vacías, saqueadas, quemadas. Eran habitaciones huecas con el suspiro de la brisa agitando papeles provenientes de alguna calle arriba. Los perjuicios se demostraban de costos millonarios. Aún en las paredes sobrevivían diversas pintatas de odio, furia, rabia, decepción.
"Bastardos, patrióticos, asesinos, ¡mueran!", decía un graffiti sobre los muros solitarios. "¡Ibañez apesta!", "¡Queremos paz!", "¡Aumento salarial, ya!", "¡Karen te amo!", "¡Suicídese Ibañez, viejo decrépito de mierda!", "¡Gómez vive!", "¡Somos el pueblo justiciero, tenemos hambre!", "¡No a la privatización!", "¡Mártires democráticos, viven!", entre otros mensajes menos entendibles.
Rumbo al Palacio de Gobierno las pintatas se expandían. A pocos metros de la esquina del edificio gubernamental la muchedumbre comenzaba a articularse, para luego comprimirse en los jardines, y aún más en el interior de la estructura de toques coloniales. Toda la gigantesca masa de personas se había trasladado a ese punto, todos ataviados con banderas, con pintura en sus rostro agotado, con los colores de la bandera patria, con calcomanías del fallecido Francisco Gómez, de su Asociación Radical unida, listones negros en su memoria, y fotografías (decían que la última que le tomaron) con su rostro y el mensaje resaltado en letras con el color oficial del Partido General: ¡Vive!, que eran comercializadas entre el gentío.
Los nueve tanques del ejército, tres por cada lado del Palacio, excepto la parte que daba con la bahía, permanecían inmóviles en sus sitios desde horas. Hasta algunos parecían alcanzados por las pintatas, pero con notas alegóricas a los militares, sus tendencias, las guerras mundiales y el peligro nuclear.
Sobre la calle El Paraguayo Independiente, frontal al centro de reunión, se habían recuperado las ollas populares útiles, se había formado una fogata con muebles que sacaron del edificio de Gobierno, y se estaba preparando el desayuno, con kilos de café donados por un supermercado, que decía agradecer al pueblo por su gran perseverancia y espíritu de lucha.
En el jardín habían traído algunas piedras, arrancaron unas flores, y con trozos de maderas formaron crucifijos rudimentarios, cubiertos de retazos de bandera, para formar un pequeño santuario en homenaje a los caídos en batalla, a los masacrados durante la noche.
El Canal 7 seguía transmitiendo todo en vivo y en directo. Sus reporteros mostraban el rostro exhausto, con enormes ojeras, desaliñados y sucios. La gente encendía sus radios portátiles y acompañaban de cánticos, de saltos, gritos de euforia, abrazos, mucha emoción. Ya estaban consiguiendo explosivos pirotécnicos para hacer más ruido en esta fiesta que crecía.
Por cierto, el canal estatal 97 y radio Deber 510 AM estaban fuera de aire.

***

Dentro del Palacio de Gobierno, en el salón de recepciones, el Salón Libertad (justamente), la gente llenaba todos los huecos y el aprieto daba para respirar apenas. Todos los muebles de ese salón se sacaron afuera para que más gente tuviera cabida.
En un extremo, rodeado de unos pocos periodistas que pudieron meterse hasta esa profundidad, estaba listo Francisco Vargas para ser ungido como Presidente alternativo. Así, en un acto muy sencillo, el juez Antonio Mont lo declaró Presidente de la República con su voz poco audible, con una frase breve, le impuso una banda presidencial (que encontraron en el cuarto de servicio; simbólicamente no manchado con la sangre de los compatriotas asesinados).
Vargas levantó ambas manos al cielo, con los puños cerrados, y el público clamó la victoria, la reivindicación. El júbilo estallaba entre los manifestantes, que aún no habían decidido cuándo suspender la huelga, o si mantendrían una posición fija frente al Palacio, en vigilia permanente por los próximos gobiernos, para que nunca más vuelva a repetirse lo que ocurrió todo el día antes.
La gente que estaba afuera, en el jardín, sin embargo, acompañaba el jolgorio desde las filas que se formaron para desayunar cerca de las ollas populares. El aroma a café tibio invadía el ambiente, mientras los rayos solares cobraban fuerza y se esparcían entre el mar de rostros semi dormidos.
A José Vargas, ya como Presidente, lo alzaron en hombros y esperaban su discurso de asunción, que deseaban que fuera bastante corto, para poder retirarse a sus hogares, algunos luego de días de estar en las calles, para reposar. Otros, desde luego, en la calle nomás vivían.
"¡Valeroso pueblo!", gritó Vargas, a lo que le respondió un grito entusiasmado.
"¡Esta victoria es de todos! ¡Gracias a cada uno de ustedes!", de nuevo el grito.
"Esta fecha debe recordarse eternamente, como el día en que nacimos de vuelta, en que nació una nueva patria, en que numeramos una página distinta en la historia."
"Esta es una victoria ciudadana, democrática, libertaria que no podía ser posible sin Francisco Gómez y los compatriotas masacrados en la penosa noche que ya estamos tratando de olvidar."
"Lastimosamente hubo sangre derramada, corrieron ríos de sangre inocente, pero de otra forma nunca sería posible el cambio, y el inicio de la reconstrucción nacional con mi persona al frente de la Presidencia de esta gloriosa Nación. Las esperanzas se sueltan, tal palomas de su cautiverio, y son posibles."
"Ya no permitiremos que nada de esto acontezca en el futuro. Yo mismo me aseguraré que ningún opresor emerja sobre mi pueblo por el resto de mis días. Así como no permitiré más que salgan a causar revoluciones en la calle, ya no será necesario, porque el nuevo Gobierno será de todos, y todos estaremos conformes. Esa es mi palabra, y como no soy político, sino juez, mi promesa es auténtica y válida, ¡señores!", los gritos de apoyo retumbaron en el rincón.
"Vamos a buscar a todos los culpables, a cada uno de ellos y los vamos a enjuiciar, demostrar culpables y serán condenados como se merecen. No importa dónde se escondan mis opositores, ellos tienen los días contados. Los corruptos, los traficantes ilegales, los terroristas, toda esa alimaña que florece alrededor de toda sociedad gobernada, será arrastrada a su lugar: ¡la cárcel de Tacumbú, de Asunción del Paraguay!". Más júbilo desenfrenado.
"Ya no se deberá temer nada en mi Gobierno. Ya no será necesario protestar nada. Hace instantes señale mis planes de reestructuración a la Fuerzas Armadas, y está me señaló una lealtad incondicional, ¡pueblo!", los gritos eran menos.
"Muchas gracias. Ahora les invito a todos mis compatriotas presentes que se vayan retirando de este sitio, que vayan a sus casa a descansar, a recomponerse, porque ahora es la hora de trabajar, de levantar a este hermoso país, de juntar los esfuerzos y pagar la cuenta. Porque si no lo hiciera así, que Dios y la patria me lo demanden."
"¡El país está en buenas manos!", concluyó Vargas, y alguien comenzó a reír a carcajadas en el fondo.

FIN

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